Lecturas: Educación Física y Deportes
Revista Digital
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LAS ACTIVIDADES FISICAS EN LA NATURALEZA EN LAS
SOCIEDADES OCCIDENTALES DE FINAL DE SIGLO

Alvaro Sicilia Camacho


E inicio

Lo cierto es que durante los últimos años las prácticas físicas en la naturaleza se han multiplicado de forma importante, lo que ha llevado a varios intentos de clasificación (cf. Acuña, 1991; Funollet, 1995; Olivera y Olivera, 1995b), pero su proliferación, como ha afirmado Padiglione, no está siguiendo una única dirección, ya que las preferencias de los deportistas dejan, cada vez más, de estar uniformadas alrededor de la visión ascética del deporte para buscar en su lugar fórmulas más imprevisibles.

En sustancia, el pueblo de los deportistas ha aumentado en desmesura, pero sus preferencias no son ni uniformes ni del todo previsibles. Todo esto nos tendría que llevar a abandonar la lógica de las tendencias evolutivas que cotidianamente descubren algunos sociólogos, con el fin de reconocer la copresencia de tendencias opuestas: una pluralización de las concepciones, de las prácticas y de las experiencias deportivas, que ya no pueden ser consideradas y analizadas como un conjunto unitario sino como universos diferentes que reclaman aquellos ahondamientos particulares y esas metodologías específicas para abordar la alteridad cultural (...) Si bien no niego en principio validez a los procesos de abstracción, subrayo que en esta fase de pluralización de las formas y las experiencias deportivas, las generalizaciones parecen improductivas: se corre el riesgo de considerar a los deportistas como un grupo ideológico en lugar de recordar que en la mayoría de los casos se es deportista sólo en la medida en que se haya optado por practicar un deporte determinado. (Pagiglione, 1995:31-32)


Una consecuencia más de la postmodernidad. La práctica institucionalizada de las Actividades Físicas en la Naturaleza
Las actividades físicas realizadas en el medio natural dejaron de ser una cuestión de necesidad y supervivencia para convertirse fundamentalmente en un modo de recreación y liberación de las cargas impuestas por la sociedad moderna, es decir, una cuestión de ocio. Si prestamos atención a la navegación por aguas bravas, como una de las muchas actividades que pueden ser realizadas dentro del medio natural, y la comparamos con la práctica realizada siglos atrás, podremos apreciar las grandes evoluciones que la modernidad ha traído para el concepto de AFN. Así, hoy día, una persona que disponga a aventurarse en un descenso de un río necesita muy pocos preparativos para vivir la aventura. Básicamente debe buscarse un hueco en su agenda de ocupaciones y desplazarse de su lugar de residencia a uno de los múltiples lugares donde se oferta el servicio. Ello le supondrá muchos conocimientos externos a la propia actividad, tales como conocer el horario de apertura de la empresa, el precio de los servicios que deberá abonar, la ubicación y el trayecto para poder dar con el lugar donde se encuentra ubicada la salida, etc. En cualquier caso, ninguno de estos conocimientos son necesarios para la actividad en sí, ninguno de ellos garantizan una seguridad mayor en la relación mantenida con la aventura desarrollada en un medio natural. Esta misma actividad realizada por un antepasado del S. XV o XVI, no estaría excluida de peligros, a los cuales sólo se podría enfrentar el aventurero que poseyera unas cualidades física y una singular habilidad y conocimiento en la construcción y navegación de la embarcación utilizada. En aquella época, ninguna persona que no reuniera una cierta maestría y cualidades físicas se inclinaría a elegir tal aventura, salvo que su acción fuera estrictamente necesaria para la supervivencia de uno mismo o de su grupo.

La supremacía del hombre sobre el medio que le rodea y la superación continua de los retos que se les plantea continuamente son posible gracias a la cooperación que existe entre el conocimiento y la ciencia. El conocimiento por el que funciona el mundo, tan amplio y complejo en nuestros días, se encuentra repartido en sistemas dirigidos por expertos dentro de cada campo. Aunque los medios de comunicación han permitido que hoy día conozcamos muchas más cosas que las que pudieran haber conocido nuestros antepasados9 , ninguna persona puede hacerse una experta en todos los campos. Se requiere la confianza en el dominio que otros poseen sobre cada uno de los sistemas de conocimiento. De hecho, como ha afirmado Anthony Giddens, las relaciones sociales en la modernidad se encuentran profundamente ligadas a los mecanismos de confianza depositados en estos sistemas de expertos.

Cuando salgo de la casa y me meto en mi coche, entro en un escenario que ha sido cuidadosamente permeado por el conocimiento experto, comprendiendo el diseño y construcción de automóviles, carretera, intersecciones, semáforos y otros muchos detalles. Todos sabemos que conducir un coche es una actividad peligrosa que lleva consigo el riesgo de accidente. Al aceptar salir en coche, acepto el riesgo, pero me fío del susodicho experto que garantiza que ese peligro ha sido minimizado en lo posible. Poseo muy poco conocimiento sobre el funcionamiento del coche y si algo dejara de funcionar, sólo podría llevar a cabo reparaciones insignificantes. Poseo mínimo conocimiento sobre la manera en que se construye una carretera, el mantenimiento de la superficie asfaltada o los ordenadores informáticos que controlan el tráfico. Cuando aparco el coche en un aeropuerto y subo a bordo de un avión, entro en otro sistema experto en el que todo mi conocimiento al respecto se reduce, en el mejor de los caos, a lo más rudimentario. (Giddens, 1993: 37-38)

La institucionalización de la práctica de la AFN, representa para nosotros un claro ejemplo de lo que el autor ha entendido como proceso de "desanclaje", es decir, un proceso por el que se despega las relaciones sociales de las personas de sus contextos sociales de interacción, y se reestructuran en unos indefinidos intervalos espacio-temporales. Es por medio de este proceso por el cual el sujeto puede situarse en un escenario social diferente al cotidiano, y vivir una experiencia inhabitual en un espacio y tiempo determinado y controlado por terceras personas, consideradas expertas en la materia. Desde esta interpretación, el desanclaje se produciría a través del proceso de confianza que deposita la persona en la infraestructura ofertada por la empresa de servicios, donde la cualificación profesional de los trabajadores-monitores, que constituyen el sistema de expertos, juega un papel determinante.

Precisamente, la institucionalización de estas prácticas ha posibilitado, de un lado, la creación un fuerte sector de servicios, permitiendo las escapadas que cada vez mayor número de ciudadanos, involucrados en los distintos procesos de producción, se permiten a través del "lujoso" hospedaje que brindan cada una de las muchas empresas equipadas y preparadas para cada uno de los momentos y modalidades deportivas en la naturaleza. De otro lado, aunque las AFN en su forma más radicalizada han estado asociadas con la juventud, no obstante, su institucionalización, a través de clubes, empresas, etc., ha permitido en los últimos años democratizar su práctica, de tal forma que numerosos grupos de diferente edad, nivel económico o capacidad física y psíquica han podido acercarse a estas aventuras. Con ello, puede afirmarse que la tecnología ha permitido crear actividades de aventuras en la naturaleza para todos los grupos y edades.

Debemos tener en cuenta que la mercantilización de las AFN, tal y como hoy es entendida, es un producto originado a través del proceso de racionalización productiva. Las empresas de servicios dedicadas a estas actividades mantienen el riesgo como uno de los productos principales de su oferta 10 . Tal y como mantiene Fuster y Elizalde (1995) son las diferencias entre el riesgo objetivo y el subjetivo las claves del éxito de las empresas, a través de la instrumentalización del grado de riesgo subjetivo en los clientes11 . Así, el iniciado, por su parte, adopta un riesgo incalculado, si bien, se encuentra contemplado y hasta cierto punto controlado por parte de la empresa. Ésta debe calcular conscientemente el riesgo en cada una de las actividades ofertadas, de hecho, no debe obviar un equilibrio adecuado entre fiabilidad y riesgo. La calidad de los materiales empleados y la habilidad de los expertos que los manipulan limita el riesgo real de la actividad, si bien, estas condiciones se presentan desconocidas para el iniciado practicante. De cualquier forma, el riesgo, en alguna medida, es una sensación siempre presente, pues aunque inicialmente no tiene por que conocerse las condiciones de fiabilidad de la empresa, puede entenderse además que el conocimiento no es único e incuestionable, y que por tanto puede existir en cualquier momento algún error en el sistema.

Dentro de este proceso de relaciones mercantiles y sociales, puede apreciarse que la fiabilidad de la empresa estará más relacionada con la contingencia, es decir, con la posibilidad de que un fallo en el sistema ocurra o no, pues en la medida en que se domina las circunstancias de que pueda suceder algún incidente se tiene una mayor fiabilidad. Sin embargo, la confianza del practicante en el sistema se encontrará más relacionado con la noción de riesgo o sensación de peligro que esa persona experimente. De esta forma, el concepto de riesgo adquiere una connotación subjetiva, pues lo que el sujeto admite cuando ve un riesgo es la suposición de un peligro, aunque realmente no conoce sus consecuencias, ni a veces el momento en que éstas podrían llegar a desencadenarse. Es precisamente este consumo de riesgo subjetivo lo que ha hecho a Feixa (1995) pensar que la identidad diferenciada de los deportes de aventura no está en sus aspectos prácticos o materiales, sino en su dimensión imaginaria o simbólica.

El componente de riesgo puede ser visto como un factor común en cada una de las AFN, sin embargo, no debemos olvidar que tiene un componente cultural y otro individual. En el primer caso, como nos recuerda Feixa (1995), su significado no es unívoco ni en el tiempo ni en el espacio, pues cada cultura tiende a definir los parámetros de su práctica y el significado de las mismas. De otro lado, cada individuo experimenta la misma aventura de modo y forma diferente, atribuyéndole significados diferentes en función de su experiencia y expectativas previas. Funollet (1995) resalta por ello la conveniencia de adaptar la dificultad al nivel de cada individuo, pues, como mantiene, "un señor no habituado al campo puede vivir una verdadera aventura haciendo vivac una noche al lado de casa, mientras que otro necesitará irse al Everest". Del mismo modo, una misma persona en diferentes momentos puede construir significados divergentes para una misma actividad.

En cualquier caso, la confianza depositada en la empresa va a estar muy determinada por los "puntos de acceso", definidos por Giddens (1993:88) como "los contactos entre las personas profanas, o los colectivos, y los representantes de los sistemas abstractos". A través de estos puntos, se puede ver debilitada o aumentada la confianza en el sistema, sucediéndose esto a partir de una continua tensión entre el escepticismo del profano y el conocimiento del profesional12 . Experiencias desafortunadas pueden llevar a que la persona desista del servicio, en el mejor de los casos buscando nuevas empresas y modalidades o intentando realizar la actividad por sí mismo, pero algunas situaciones traumáticas pueden llegar incluso a que la persona desista totalmente de cualquier tipo de servicios deportivos en la naturaleza.

Dentro de esta forma de práctica deportiva en la naturaleza, los expertos deben asumir los riesgos en lugar del cliente, para lo cual llegará a falsear la existencia y la naturaleza real de esos riesgos. El descubrimiento del engaño por parte del cliente puede tener diversas soluciones. De un lado, si el experto aparenta un peligro inexistente, el conocimiento por parte del profano puede traer una desilusión e insatisfacción por la actividad, al convertirse, en un instante, la realidad en pura ficción o juego. En el otro sentido, la existencia de un conjunto de peligros, no detectados o valorados previamente, puede traer consecuencias más graves, pues permite poner en cuestión no sólo las lagunas del conocimiento del experto, sino la insuficiencia del propio sistema.

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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999