Lecturas: Educación Física y Deportes
Revista Digital
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LAS ACTIVIDADES FISICAS EN LA NATURALEZA EN LAS
SOCIEDADES OCCIDENTALES DE FINAL DE SIGLO1

Alvaro Sicilia Camacho (España)
asicilia@ualm.es

Universidad de Almería


Resumen
El artículo, respondiendo a su título, pretende analizar el incremento, diversificación y caracterización que están adquiriendo las prácticas físicas en la naturaleza dentro de las sociedades occidentales de final de siglo. Desde un enfoque dialéctico, y en forma de ensayo, pretendo vincular las características de estas sociedades con el tipo particular de práctica física, al que denomino Actividades Físicas en la Naturaleza (AFN).
Con este objetivo principal, inicio mis argumentos desde unas ideas introductorias, dirigidas a explicar cómo las modificaciones, fundamentalmente económicas y sociales, ocurridas a partir de mitad de siglo en las sociedades occidentales, han traído unas importantes modificaciones en la manera de entender el mundo. Estos cambios en la concepción y modos de vida de las personas han tenido influencia en todos y cada uno de los ámbitos sociales en los que nos desenvolvemos los seres humanos. A partir de esta base, mi interés para esta ocasión, es el de mostrar la relación que encuentro entre estos cambios sociales, y el vertiginoso incremento que la práctica física en la naturaleza ha tenido en las últimas décadas. Precisamente, una de las últimas consecuencias en estas prácticas ha sido su institucionalización, motivada por la mercantilización a la que se encuentran sometidas las sociedades occidentales.
En general, el origen de la particular filosofía de las nuevas prácticas físicas, puede situarse en el conflicto suscitado entre el modo de vida constrictivo que impone las nuevas sociedades occidentales y la ruptura de los moldes racionalistas, que actúan de oposición a las condiciones en las que se desarrolla nuestra propia existencia.
Palabras clave: Práctica física. Actividad física en la Naturaleza. Postmodernidad.


Introducción. Características de las sociedades postmodernas
Actualmente definir de un modo preciso el fenómeno de la postmodernidad es difícil, en la medida en que su término ha sido utilizado para designar contenidos muy dispares, tales como una corriente de pensamiento, un estilo de vida, una tendencia artística o incluso una forma de ser. Estamos, como ha afirmado Gervilla (1993), ante un "término heurístico" que debe buscar sus limitaciones con el concepto de la modernidad.

Mientras que para la mayoría de los autores vivimos un periodo de oposición, ruptura, distanciamiento con lo que significó la modernidad, y por lo tanto con los valores que se iniciaron a través de la Ilustración en el S. XVIII; otros han mantenido que más que un agotamiento de estas formas se está llegando a su radicalización y universalización, y así completándose un proceso (V. Giddens, 1993).

Se ha venido afirmando que el paso de la producción industrial a la postindustrial, y la decadencia gradual de la hegemonía y el etnocentrismo de occidente son dos pilares claves para explicar el tránsito de la era moderna a la postmoderna. Sin embargo, debemos tener en cuenta que de un lado, el proceso industrial y el de servicios han mantenido una evolución similar en cuanto a las relaciones que presenta entre productor y consumidor, dándose una producción de servicios industrializada2 . Con ello, Harris (1992), pone de manifiesto que la segunda etapa (postmodernidad) es una consecuencia de la primera (modernidad). De otro lado, la decadencia de la hegemonía de occidente no ha sido vista por Giddens (1993) como una disminución de la influencia de las instituciones que entonces surgieron, sino más bien el resultado de una extensión mundial de esas instituciones.

Con las anteriores argumentaciones, tal vez podamos poner en tela de juicio la esencia de un mundo postmoderno, o al menos los límites de su existencia. De lo que no creemos dudar es de la sensación de que, en la vida cotidiana, las personas comienzan a romper con la productividad racionalista, la concepción positivista y en general con los valores de verdad establecidos, lo que nos lleva a pensar que estamos en un verdadero pensamiento e ideología postmodernista, el cual busca unas nuevas soluciones para los problemas mundiales agravados con la modernidad (conflictos bélicos, destrucción del medio ambiente, delincuencia, racismo, desigualdades sociales, etc.).

Tal vez, la confusión de conceptos pueda derivarse de no querer apreciar el hecho de que la "postmodernidad" engloba diferentes realidades. Al respecto, Pérez Gómez (1998) afirma que este término hace referencia, al menos, a tres ámbitos de la realidad:

  1. De un lado, los cambios producidos en lo económico, social y político, traducidos principalmente por la globalización de la economía de libre mercado, la extensión de la democracia como sistema de gobierno y la proliferación de una nueva tecnología de la comunicación, que sitúa la información en el principal bien de intercambio y poder, puede entenderse como "postmodernidad" o "condición postmoderna", si bien, otros autores prefieren entenderlo como una radicalización de la modernidad (Harris, 1992; Giddens, 1993).

  2. Estas condiciones de la postmodernidad han derivado en una manera de ver el mundo, en una cultura que determina muchas de las formas de actuar individual y socialmente, formas que se han agrupado bajo la denominación de "postmodernismo".

  3. Por último, existe una "filosofía postmoderna" que recoge el conjunto de críticas que se han ido construyendo hacia las condiciones económicas, sociales y políticas que hoy día gobiernan nuestras vidas, así como hacia las consecuencias que ellas están dejando en las formas de sentir y actuar de nuestros jóvenes.
De cualquier forma, considerando globalmente las condiciones materiales, las maneras de actuar o las formas de pensar y sentir, es decir, aunando todo el complejo espectro de la postmodernidad, podemos intentar marcar unas características que lo resuman y que nos permita abordar el contexto económico-político, social y cultural en el que se desenvuelve actualmente la práctica deportiva dentro y fuera de las instituciones educativas, además de ayudar a apreciar las características de nuestras relaciones con el medio natural. Con esta idea, diremos que la postmodernidad significa3 :
  1. Una globalización de las economías nacionales, funcionando dentro de un juego de libre mercado. Las sociedades, en cualquier tipo de sector productivo, no pueden permanecer pasivas observando esta tendencia globalizadora de la economía. La respuesta inmediata es la fusión, absorción o compra de otras sociedades, a través de la cual adquieren un mayor tamaño y una mayor competitividad.

    En el ámbito financiero, la asociación de la entidad Alemana Deutsche Bank y la Norte Americana Bankers Trust les permtió liderar la banca en cuanto a activos se refieren. En la rama del automóvil, la fusión de la casa Daimler y Chrysler disparan nuevos acuerdos entre otras marcas, tales como Volkswagen o BMW, que buscan desesperadamente la fusión con Rolls Royce. Recientemente, en el mundo de la comunicación, la empresa Británica Vodafore se hace con la Norteamericana Airtouch creando el primer grupo mundial de telefonía móvl. Entre los últimos acontecimientos, la creación del Euro y la consolidación del Banco Central Europeo son, a todas luces, muestras de las transformaciones a las que se van incorporando algunas de las economías nacionales. Precisamente, a raíz de estos hechos se sitúa la reciente fusión realizada en España entre el Banco Santander y el Banco Central Hispano. Sin lugar a dudas, asistimos a una ola de fusiones y alianzas entre las empresas que quieran sobrevivir en unos niveles cada vez más competitivos. En este contexto, el significado de las múltiples operaciones de fusión no debe ser entendido como el intento por disputar sólo el liderazgo del sector, sino en general el de competir dentro del propio sistema económico, dadas las posiciones hegemónicas que muchas de estas entidades mantienen en otros segmentos económicos.

    Todos estos acontecimientos, derivados de una flexibilización económica y globalización general, están rompiendo las bases de la identidad nacional. No obstante, ante esta globalización, surge, de forma un tanto contradictoria, la búsqueda de identidades más locales, atendiendo a diferencias étnicas, religiosas o lingüísticas. Podría afirmarse que el estado comienza a ser demasiado pequeño para resolver los problemas de ámbito mundial, pero excesivamente grande para tratar los asuntos más locales. Así, la globalización económica ha sido un paso decisivo para la globalización en otros ámbitos, tal y como podemos ir apreciando a través de los acontecimientos ocurridos en la última década. Las modificaciones mundiales en el ámbito militar, cultural y hasta judicial parecen haber comenzado un continuo y agitado camino4. Aún así, en los tiempos actuales, podemos considerar que el mundo es una comunidad, a pesar de que todavía carezcamos de unas formas definidas de organización y de la legislación mediante la cual pueda gobernarse y juzgarse una comunidad (Mead, 1997).

  2. Una debilidad de la razón, especialmente a raíz de los acontecimientos ocurridos en el S. XX, donde queda demostrada que la razón tiene también puntos oscuros y graves errores. La felicidad prometida a través de los proyectos racionalistas no ha llegado por igual a todos y a todas partes. La pérdida de confianza en la ciencia llega a todos los ámbitos de la vida. A la persona de la calle recientemente le aseguraban que un determinado tipo de alimento perjudicaba seriamente la salud, a los dos días parece que ese mismo producto no sólo no perjudica, sino que hasta puede beneficiar la salud de la persona que lo consume.

  3. Una primacía de la rentabilidad sobre la productividad, donde se valora los resultados que podamos conseguir a corto plazo, eliminando las apuestas presentadas a largo plazo. La máxima podría ser la de vivir el presente, sin importar el pasado o el futuro.

    Así, prestando atención a la producción de bienes y servicios, podremos apreciar que se ha venido primando una relación tecnológica entre productor y consumidor, dejando olvidados los antiguos lazos que unían a ambos. Lo que prima en la nueva sociedad es la optimización económica del servicio, aunque para ello deba sacrificarse el sistema social que había primado la producción (V. Harris, 1981). Las escuelas no dejan de ser fiel retrato del sistema de producción postindustrial. La riqueza que proporcionaba el trabajo entre discípulo y maestro se ha perdido, confundiéndose en muchas ocasiones al consumidor con el producto. Los medios de comunicación colocan la calidad de los centros educativos en función de sus resultados académicos. Las cifras se barajan sin ninguna otra consideración que la mera puntuación sobre una escala predeterminada. A profesores y alumnos se les pide rentabilidad, medida por el número de aprobados que es capaz de conseguir. (Sicilia, 1998)

  4. Consecuencia de la anterior característica, podemos afirmar que nos rodea una visión pragmática de la vida. Se busca el placer inmediato que cueste poco esfuerzo y por la vía más rápida, sin apenas pararse a valorar sus consecuencias. Se vislumbra detrás de todo esto la lógica de la racionalidad instrumental impuesta desde la modernidad. El principio de la economía de esfuerzo y máxima rentabilidad rodean nuestras vidas.

  5. Pérdida del fundamento absoluto. Nos encontramos ante una desvalorización de los valores supremos. El relativismo anuncia la existencia de una pluralidad de razones en lugar de una única razón. Como afirma Gervilla (1993) más que vivir en una sociedad sin valores convivimos con los valores de unos y otros, lo que hace difícil distinguir con claridad el valor del antivalor. Nos encontramos ante un cambio en los valores que rigen las actuaciones de los jóvenes, lo absoluto deja paso a lo relativo, la unidad a la diversidad, lo objetivo a los subjetivo, el esfuerzo al placer, lo fuerte a lo "light", la sacralización a la secularización, la razón al sentimiento, la ética a la estética, la certeza al agnosticismo, la seguridad al pasotismo, etc. La pérdida de fundamento significa la desmitificación, la desacralización y el derrumbamiento de los viejos ídolos. El relato ha perdido su credibilidad (V. Lyotard, 1994). Como afirma Colom y Melich (1993), la persona queda difuminada en el grupo, en el sistema, lo que influencia las relaciones de alteridad, la comunicación y por tanto la educación.

  6. Una cultura de la apariencia. Existe una preocupación excesiva por la estética, el culto al cuerpo y la superficialidad. El consumismo se apodera de nosotros, tratamos de acumular los últimos productos con la única finalidad de situarnos en una escala social más alta. A cada momento queremos cambiar de casa, coche, moto, etc. Nos imponen estar a la última moda, lo que nos supone tirar la ropa del año pasado para comprar las prendas con las nuevas líneas, colores o formas. En general, la obsesión por la imagen que presentaremos ante los demás, guía, y en ocasiones, determina, nuestras vidas.

  7. En último lugar, una de las características claves de la postmodernidad viene determinada por el fuerte desarrollo tecnológico permitido por el triunfo de las vías telemáticas. Las nuevas formas de comunicación han conseguido una relación importante con la transformación de la intimidad dentro del contexto de la vida cotidiana, rompiendo las estructuras espacio-temporales antes mantenidas. Con ello, la persona extraña, lejana, pierde el sentido de hostil o enemiga. Se producen situaciones jamás pensadas, como por ejemplo, el hecho de poder llegar a conocer mejor a una persona que vive a miles de kilómetros, y que nunca hemos visto, que a nuestro vecino que lleva 15 años viviendo a nuestro lado.

    La nueva tecnología de la información lleva a un nuevo modelo mental para conocer la realidad, los datos y las imágenes son extraídos de diferente forma, el recuerdo y la memoria va desapareciendo. La televisión, y más recientemente el ordenador, van disminuyendo la comunicación socio-afectiva (V. Colom y Melich, 1993)5 .


Cultura y práctica deportiva a final del s. XX
A partir del S. XVIII la predominancia de la racionalidad frente a las creencias ha permitido, gracias al constante desarrollo científico y tecnológico, alcanzar un nivel elevado de bienestar social. Los cambios introducidos por la ciencia han sido apreciados en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida y en las relaciones que hasta entonces manteníamos con el entorno.

Desde el inicio de la modernidad, el sistema de producción industrial se ha convertido en el eje principal de interacción con la naturaleza. Si en épocas anteriores la vida de las personas iba unida a los caprichos de la naturaleza, a la disponibilidad de sus fuentes, a partir de este momento el binomio tecnología-ciencia ha conseguido transformar la naturaleza configurando determinados "entornos creados" (Giddens, 1993), donde los seres humanos desarrollan sus actividades. El control del medio ha llegado a tal extremo que la acción del hombre no sólo ha logrado la configuración de grandes núcleos urbanos, sino que ha colocado bajo su dominio todo tipo de espacios naturales.

Algunas personas podrían preguntarse: si desde el inicio de la modernidad se ha posibilitado el disfrute de la naturaleza con ciertos niveles de seguridad, ¿por qué la práctica física generalizada en este medio no se produce hasta bien avanzada la modernidad?. La respuesta la creemos encontrar básicamente asociada a dos hechos. En primer lugar, debemos reconocer que desde la revolución industrial uno de los logros más deseados ha sido el incremento del tiempo libre, conseguido fundamentalmente gracias a los avances de la tecnología y a las continuas reivindicaciones sociales a las que han estado sometidos los grupos de poder. No obstante, esta reducción del tiempo de trabajo, por sí, no creemos que haya propiciado un incremento considerable de la práctica física a mitad de siglo. El aumento ha ido haciéndose visible a medida que el sistema de producción ha evolucionado hacia una condición postindustrial6 . Y es que como afirma Cuenca (1996), el tipo de descanso mantiene una relación con el periodo de trabajo. Mientras que un descanso pasivo tiende a recuperar de un cansancio físico, más propio del periodo industrial, el descanso activo se dirige, sobre todo, a eliminar la fatigabilidad mental del trabajo postindustrial7 .

Son numerosos los autores que ante la disminución del trabajo físico que ha conllevado la postmodernidad, mantienen la necesidad de compensarlo con momentos de actividad física intensa de cara a evitar transtornos físicos y psicológicos. Feixa (1995), ha planteado como nuestra cultura ha restringido las manifestaciones públicas de emoción fuerte, y como precisamente, a medida que ha aumentado el control social y el autocontrol, también se han visto aumentadas las formas periódicas de descontrol, o de locura simulada.

Precisamente, fue Nobert Elias (1992) quien argumentó de que el proceso de civilización había traído un control sobre las manifestaciones de violencia en las vidas de los ciudadanos, y que ello tuvo una incidencia importante para la nueva configuración del deporte. El autor, entendió que el proceso de civilización no se definía por el grado de control que la sociedad podía ejercer sobre los fenómenos naturales o sobre las relaciones humanas, factores que sí apuntarían a un mayor o menor desarrollo tecnológico y científico por un lado, y social, por otro. El nivel de civilización alcanzado por una sociedad, según Elias, debería determinarse por el grado de autocontrol que cada uno de sus miembros haya llegado a aprender. Al respecto, el deporte y las actividades figurativas en general, deben contemplarse con una función social, tal vez tan importante como la que realiza el trabajo y las situaciones de control impuestas por la sociedad. Dentro de esta explicación, es donde puede entenderse que, para los ciudadanos del mundo desarrollado, las actividades en la naturaleza, y particularmente las actividades de aventura, proporcionan oportunidades de vivir emociones, que complementan las tensiones sin emoción que producen las rutinas recurrentes de la vida social.

Una vez conseguida la necesidad de ocupar un tiempo de ocio, es por lo tanto cuando las prácticas deportivas han ido ocupando un lugar más o menos destacado, en función de la oferta presentada, y de las posibilidades de su autorrealización8 . Así, no ha sido hasta las últimas décadas cuando las fuertes ofertas de AFN han calado en la mayoría de las sociedades occidentales. Precisamente, este tipo de prácticas físicas ha sido vista como un posible sustituto de las prácticas deportivizadas imperantes durante la modernidad, pues de lo que se trata ahora es de un tipo de prácticas recreativas diferentes al ámbito competitivo del deporte, donde el medio utilizado para su desarrollo, la motivación, los fines perseguidos, y en general las condiciones de práctica cambian ostensiblemente (Olivera, 1995). Sin embargo, lo cierto es que, aunque la socialización de este tipo de prácticas es relativamente reciente, y su institucionalización hoy día es escasa, tenemos ya unos claros ejemplos de deportivización en algunas de estas prácticas, materializada por una clara normativa y un sistemático organigrama asociativo, en algunos casos de tipo federativo. Véase sino el caso de la orientación en la naturaleza, o el de las actividades subacuáticas. En algunos de estos casos, la deportivización y su difusión ha venido de la mano de la tecnología. La escalada representa un claro ejemplo. Por un lado, ha surgido una tendencia a alejarlo de la propia naturaleza, a través de la práctica y celebración de competiciones en los microclimas que representan los rocódromos, De otro lado, la práctica en la propia naturaleza se acompaña de un amplio apoyo tecnológico. (Acuña, 1996).

Ante estas evidencias, más que una ruptura con la deportivización, apreciamos un importante cambio en la concepción de entender el deporte, producida por las propias modificaciones que ha traído el nuevo proceso de producción en las sociedades occidentales. En esta línea, Olivera y Olivera (1995), han definido algunas tendencias que rigen las prácticas deportivas de final de siglo:

  1. Aumento de la práctica de los deportes individuales sobre los colectivos.
  2. Adaptación de los deportes más tradicionales en busca de formas más recreativas y participativas.
  3. Universalización mercantilista en todos los ámbitos del deporte.
  4. Elección de la práctica deportiva fuertemente influenciada por las "modas" establecidas.
  5. Tendencia hacia un carácter más hedonista que ascético en el deporte. Las competiciones consideradas light consiguen un aumento considerable, donde el nivel es muy heterogéneo y se valora más las relaciones sociales que el rendimiento.
  6. Tendencia hacia la eliminación del entrenamiento , la jerarquía y la planificación del deporte.
  7. Aumento considerable del número de modalidades deportivas practicadas.

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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999