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La percepción subjetiva del esfuerzo como parte
de la evaluación de la intensidad del entrenamiento

   
Licenciado Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
Doctorando en CC. de la Actividad Física y Deporte.
Facultad de Formación del Profesorado y Educación. U.A.M.
 
 
José María Moya Morales
jmmmorales@mixmail.com
(España)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 73 - Junio de 2004

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1. Introducción

    El trabajo, de forma muy general, aborda la cuestión del establecimiento de controles, de forma directa e indirecta del esfuerzo que realiza el atleta en un determinado trabajo. La aportación de métodos psicológicos determinados puede colaborar en la fiabilidad de los resultados llamados psicológicos, como percepciones, sentimientos, que no son cuantificables de forma precisa, por lo que es propio participante ha de ir controlando y descubriendo en cada momento. Dentro de estos métodos se encuentran la observación, el flicker (o medición de la frecuencia crítica de fusión ocular), el empleo del Perfil de estados de Ánimo (POMS), escalas autovalorativas o la Evaluación del Esfuerzo Percibido (a través de la escala de Borg por ejemplo).

    Son sistemas de sencilla utilización y que resultan muy provechosos para el control sistemático del entrenamiento.

    Ya centrándonos concretamente en uno de esos aspectos, anteriormente comentados como es la Evaluación del Esfuerzo Percibido, decir que, el volumen y la intensidad del entrenamiento, son dos variables esenciales para controlar el proceso de preparación de los deportistas.; y por ello, deben emplearse procedimientos e instrumentos que permitan evaluarlos lo mejor posible. En algunos deportes (por ejemplo, casi todos los individuales en la alta competición), esta evaluación es uno de los cometidos más habituales de los entrenadores, los preparadores físicos y los médicos deportivos, mientras que, en otras especialidades (por ejemplo, casi todas las de equipo), es una cuestión que se ignora o apenas se considera. La incorporación del conocimiento psicológico, en el primer caso, puede enriquecer el método que se suele utilizar para evaluar estas dos variables; y en el segundo caso, facilita el desarrollo de esta faceta, según sean las necesidades y limitaciones de cada deporte.


2. Evaluación del volumen e intensidad del entrenamiento

2.1 Evaluación del volumen

    La evaluación del volumen de trabajo en el entrenamiento, puede realizarse, según los casos, considerando, independientemente, variables como el tiempo de los ejercicios del entrenamiento, las distancias que los deportistas recorren, el peso que levantan o le número de repeticiones que hacen; aunque se debe tener en cuenta que algunas combinaciones entre estas variables (por ejemplo, número de repeticiones y tiempo), proporcionan una medida de intensidad que también puede ser utilizada. Así, además del volumen, determinado por alguna de ellas (por ejemplo, el número de repeticiones), se podrá evaluar la intensidad si se considera la interacción de ambas (por ejemplo, será más intenso un ejercicio con veinte repeticiones en tres minutos, que otro con las mismas repeticiones en seis minutos).

    En cada deporte y tipo de entrenamiento, el entrenador debe decidir cuál es la medida que mejor le sirve para evaluar el volumen. Si es el tiempo, podrá registrar el que se haya dedicado a cada ejercicio y, posteriormente, hallar el total de tiempo de entrenamiento de cada sesión y periodo concreto. Por ejemplo, un entrenador que utilice instrumentos como las tablas comparativas de lo previsto y realizado, además de señalar los contenidos tratados en la sesión de entrenamiento o en le conjunto de un microciclo, podrá añadir el tiempo empleado en cada contenido y obtener, así, una medida válida del volumen de entrenamiento.

    En la misma línea, el entrenador puede registrar las distancias recorridas, las repeticiones realizadas u otras medidas de volumen que, en cada caso, resulten apropiadas. Por ejemplo, en un equipo de baloncesto, las distancia recorrida por cada jugador en un ejercicio de carrera continua o los tiros a canasta realizados en una sesión de trabajo específico (en ambos casos, sin límite de tiempo)


2.2. Evaluación de la intensidad

    Por su parte, según Buceta (1998), la evaluación de la intensidad puede realizarse, fundamentalmente, por tres vías complementarias que son más o menos apropiadas y viables, en función de las necesidades y circunstancias de cada deporte y deportista o grupo de deportistas; son las siguientes:

  • La valoración subjetiva que puede hacer el entrenador;

  • La valoración objetiva a través de diversas medidas;

  • La valoración subjetiva que puede realizar el propio deportista.


2.2.1. Valoración del entrenador

    En algunos deportes, resulta apropiado que el entrenador aprenda a utilizar escalas subjetivas de 0-5 o 0-10 puntos, para reflejar el grado de intensidad que, a su juicio de experto, tienen los distintos ejercicios del entrenamiento.

    Estas escalas, pueden aplicarse, a nivel retrospectivo, después de la sesión de entrenamiento, pero es preferible que se usen justo después de cada ejercicio (Buceta, 1998), para que el entrenador pueda valorar mejor la intensidad de cada contenido y evite realizar una evaluación global que podría estar afectada por su percepción de la intensidad en los ejercicios que más le hayan impactado.

    En la tabla siguiente, se expone un ejemplo de hoja de registro que los entrenadores pueden emplear para realizar, in situ, sus estimaciones sobre la intensidad de los ejercicios del entrenamiento; y tener, posteriormente, una visión de conjunto del trabajo desarrollado, relacionando el orden de los ejercicios, a su contenido concreto, el tiempo empleado en cada caso (o el número de repeticiones realizadas) y la intensidad estimada del esfuerzo de los deportistas.


(Buceta, 1998)


2.2.2 Valoración objetiva de la intensidad

    Una segunda vía para la evaluación de la intensidad, incluye la utilización de procedimientos que permitan obtener medidas objetivas como la tasa cardiaca, el ácido láctico u otras que constituyan indicadores válidos. Puesto que el objetivo principal de esta valoración, es disponer de datos sobre la intensidad del entrenamiento diario, es importante que estos procedimientos de evaluación puedan aplicarse fácilmente, sin alterar el funcionamiento normal de los deportistas.

    En esta línea, sencilla y útil, los deportistas pueden aprender a tomar sus pulsaciones y hacerlo antes y justo después de cada ejercicio; pero será mejor, cuando las condiciones de la actividad lo permitan, utilizar pulsómetro durante todo el entrenamiento o, al menos, en algunos ejercicios. Las medidas objetivas que proporcionan los pulsómetro, resultan muy valiosas para evaluar y controlar la intensidad del esfuerzo en cada fase de una sesión de entrenamiento.

    Asimismo, en algunos casos, pueden emplearse medidas objetivas de rendimiento que permitan valorar la intensidad del esfuerzo: básicamente, manteniendo constantes un tiempo, una distancia, un peso o un número de repeticiones, y observando otra de estas variables (sobre todo, cuando la variable constante o la que se observa, es el tiempo).

    Por ejemplo, pensando en un deportista que, en el último test, trabajando al máximo de sus posibilidades en ese momento, ha recorrido una determinada distancia, en un tiempo concreto; se puede considerar que este tiempo, en esta distancia, corresponde al 100% de intensidad y que, por tanto, es el punto de partida para establecer una relación entre los tiempos que se registren en los entrenamientos y la intensidad que correspondería a cada unos de ellos. Otro ejemplo podría ser este mismo deportista, pero utilizando las variables tiempo y distancia al revés. En esta ocasión, el tiempo se mantiene constante y se observa la distancia que el deportista recorre en ese intervalo.

    Ahora bien, para poder confiar en estas medidas, es importante que, el entrenador controle otras variables que podrían influir en ellas; fundamentalmente, la motivación, el estado de ánimo y el nivel de fatiga de los deportistas. En el caso de la motivación, deben mantenerse constantes estrategias, como dar explicaciones previas, establecer objetivos, utilizar programas de contingencias, etc. Respecto al estado de ánimo, también se recomiendan mantener estrategias apropiadas para mantener un nivel óptimo respecto al ideal de la competición. Y en lo que concierne al nivel de fatiga, debe controlarse el momento del entrenamiento y la carga de trabajo acumulada, siendo aconsejable utilizar escalas de cansancio percibido que indiquen el estado en el que se encuentra el deportista.


2.2.3. Valoración subjetiva del deportista: escalas de esfuerzo percibido

    La tercera vía, y en la que está centrada este trabajo, para la evaluación de la intensidad, es la estimación subjetiva del propio deportista, del esfuerzo que realiza (o que ha realizado en cada ejercicio del entrenamiento.

    Universalmente se acepta a la frecuencia cardiaca (FC) como recurso para determinar la intensidad del esfuerzo y efectuar el control de las cargas, pero surgió la necesidad de conocer la opinión del atleta, es decir, cómo valora la repercusión de ésta sobre su organismo (Borg, 1970; en Barrios Duarte, 2002). De ahí la estimación del esfuerzo que tuvo que realizar para cumplir con las tareas encomendadas. La valoración REP es una descripción del conjunto de sensaciones que se producen, y que parten de señales fisiológicas periféricas, cardiorrespiratorias y metabólicas: tensión en músculos y articulaciones, estado de los sistemas energéticos, concentración percibida del lactato, etc. (Arruza, 1996; en Barrios Duarte, 2002). Se trata de una dimensión nueva, de carácter psicofisiológico pero subjetiva, que complementa y enriquece la información del proceso de entrenamiento. Ella ayuda a la toma de decisiones para favorecer la adaptación.


Rango o rating de esfuerzo percibido

    En la literatura científica especializada se conoce por las siglas REP (rango de esfuerzo percibido), RPE (Rating of Perceived Effort) o escala de Borg. Su creador fue el fisiólogo sueco Gunnar Borg.

    El autor ha aplicado la escala para monitorear el entrenamiento de altura en triatletas y en medio fondistas y ha observado resultados provechosos. La escala mantiene una elevada correlación con la FC (Borg, 1970 y Arruza, 1996 en Barrios Duarte, 2002), de ahí que se haya sugerido incluso su empleo para la determinación de las zonas de trabajo. En el entrenamiento cotidiano constituye un valioso complemento de la información que brinda FC.

    El instrumento consiste en una tabla con números entre 20 y 6, colocados verticalmente y acompañados de valoraciones cualitativas entre muy, muy fuerte y muy, muy ligero (Borg, 1970; en Barrios Duarte, 2002). Se sabe que las valoraciones de un atleta se encuentran influenciadas por el nivel deportivo, el grado de preparación, el estado de salud, la motivación por la actividad y otros factores. La aplicación es muy sencilla, aunque se requiere tener en cuenta algunos principios como la toma estrictamente individual y no emitir criterio alguno, para que las evaluaciones no sean desvirtuadas. Puede emplearse tanto para tareas específicas dentro de la sesión de entrenamiento, como para evaluar la sesión en su conjunto. Puede integrarse a mediciones de FC, lactato, flicker, tiempos, urea, etc. La estimación se realiza respecto al cuerpo en general o a partes específicas donde actúe mayormente el trabajo que se ejecuta, pongamos como ejemplo el esfuerzo percibido en las piernas (RPE - P).

    En la elaboración inicial de la escala, se observó que añadiéndole un cero al valor de esfuerzo percibido, se podría obtener una estimación aproximada de la tasa cardíaca (por ejemplo una puntuación de 8 equivalía a 80 pulsaciones por minuto, 15 a 150, etc.), pero posteriormente, no se ha podido corroborar esta equivalencia, aunque sí una relación lineal entre le esfuerzo percibido y la tasa cardíaca, que aconseja la utilización de esta medida subjetiva para evaluar y controlar la intensidad del esfuerzo en el entrenamiento, en la dirección mostrada por Arruza, (1996, en Buceta, 1998), en su interesante estudio con judokas españoles.

    Como apunta Pollock (1988, en Buceta, 1998), la relación más precisa entre el esfuerzo percibido y la tasa cardíaca, puede establecerse, en cada caso concreto, de forma individualizada. Así, se puede llegar a saber, por ejemplo, que para el deportista-X, la puntuación 15 en la escala de esfuerzo percibido, suele coincidir con una tasa cardíaca de 150-160 pulsaciones por minuto, mientras que para el deportista Y, la misma puntuación equivale a una tasa de 140-150 pulsaciones y que, con el deportista Z, es difícil establecer una relación fiable entre estas dos medidas. Esta información, puede ser muy valiosa para interpretar la información que aporta la escala, en cada caso particular.

    Aunque tras un periodo corto de práctica, la utilización correcta de la escala de esfuerzo percibido de Borg, puede estar al alcance de la mayoría de los deportistas, trabajar con le continuo 6-20, es más complejo que hacerlo con un continuo más habitual como 0-10; y de hecho, el propio Borg (1982, en Buceta, 1998), aún prefiriendo el continuo original (6-20), también contempla esta posibilidad.

    En realidad, teniendo en cuenta que el objetivo inicial de conseguir equivalencias estandarizadas entre las puntuaciones de esfuerzo percibido y las pulsaciones por minuto, parece difícil de alcanzar, y que, en todo caso se sitúa en un segundo plano, detrás del establecimiento de relaciones individualizadas en cada caso concreto, puede ser más apropiado que, al igual que respecto a otras experiencias internas, los deportistas aprendan a utilizar una escala de esfuerzo percibido con un continuo de 0-10, en la que 0 represente la percepción de ausencia de esfuerzo y 10 la percepción del máximo esfuerzo posible.

    Para cada deportista, la utilización de esta escala más sencilla, junto a la tasa cardíaca u otras medidas fisiológicas que se estimen oportunas, permitirá establecer una relación particular entre el esfuerzo percibido y los indicadores objetivos considerados.

    Además de ser más sencillas para calcular las puntuaciones correspondientes, otra ventaja añadida de las escalas 0-10 puntos, es que, a partir de ellas, resultan más fácil transformar la puntuación de esfuerzo percibido (por ejemplo, 7) en el porcentaje de intensidad máximo posible (por ejemplo, 70 %), facilitando el autocontrol de la intensidad durante el entrenamiento.

    En la tabla siguiente, puede observarse la hipotética equivalencia aproximada, ent4e cuatro medidas de intensidad: la escala propuesta por Borg; las pulsaciones por minuto; una escala de 0-10 puntos; y el porcentaje de intensidad máxima posible.

    Cualquiera que sea la escala que se utilice, lo cierto es que estos instrumentos pueden ser de gran ayuda en el proceso de evaluación del entrenamiento. Entre sus ventajas, cabe destacar que son pocos costosos y fáciles de incorporar al entrenamiento, sin entorpecer su funcionamiento habitual; al tiempo que constituyen en interesante, fiable y útil indicador de la intensidad del esfuerzo, que proporciona un valioso feedback inmediato de l propia ejecución, fortalece la percepción de autocontrol, aporta información muy valiosa al entrenador y ofrece un dato que, en algunos casos, puede servir para valorar el progreso de los deportistas.

    Es más, incluso en los caso que no se encuentre una relación lineal entre las puntuaciones de esfuerzo percibido y las medidas objetivas de esfuerzo (por ejemplo la tasa cardíaca), pueden plantearse interesante hipótesis.


Buceta, 1998

    Como es lógico, también puede ocurrir, que al deportista le resulta difícil utilizar estas escalas de manera fiable, en cuyo caso se podrá optar entre "invertir" en su entrenamiento esta habilidad, o prescindir de esta medición para la evaluación de la intensidad.


3. Conclusión

    En el entrenamiento en general, y en los que la fatiga tenga una importancia especial, como son los de resistencia, la percepción de la fatiga debe ser controlada de manera concreta.

    Se ha demostrado que los factores fisiológicos tienen una mayor influencia sobre la percepción de la fatiga que los psicológicos (Borg, 1982; en Osorio Lozano, 2001).

    Es muy posible, como piensa Borg (1970) en Barrios Duarte (2002), que todas estas sensaciones se vean integradas en una determinada estructura con el objeto de percibirlas como una sensación total. De todas formas, el estudio de la percepción del esfuerzo ha sido llevado a cabo, tanto por fisiólogos como por psicólogos y médicos deportivos.

    Borg (1970) en Barrios Duarte (2002) ha confeccionado unas escalas que permiten valorar la percepción del ejercicio y que posteriormente modificó, acortando el número de grados desde 20 en la primera a 10 en la última.

    Estas escalas obtienen correlaciones lineales muy altas con otros indicadores, como la intensidad del ejercicio y la frecuencia cardiaca (r: 0,80 - 0,90). No obstante, trabajos posteriores realizados por Morgan (1981), en Osorio Lozano (2001), demuestran que la escala es más de naturaleza acelerada que lineal.

    Se han valorado diferentes métodos para el control psicológico del entrenamiento en los deportes de resistencia, y se han realizado sugerencias específicas respecto a su empleo en las condiciones del trabajo cotidiano.

    Resulta conveniente emplear un sistema de métodos de naturaleza psicológica, cuyas informaciones se complementen y ofrezcan una visión lo más completa posible de la gama de consecuencias que provoca el fenómeno de la adaptación a las cargas. Pueden incluirse las observaciones, las autovaloraciones y la aplicación de test estandarizados.


Bibliografía

  • Arruza, J, et al. (1996) Esfuerzo percibido y frecuencia cardiaca: el control de la intensidad de los esfuerzos en el entrenamiento de Judo. Revista de Psicología del Deporte, 9 - 10: 29 - 40.

  • Barrios Duarte, R. (2002) Consideraciones sobre métodos de control psicológico en el entrenamiento de resistencia. http://www.efdeportes.com, revista digital. Año 8, nº 45. Buenos Aires.

  • Borg, G. (1970) Perceived Exertion as an indicator of somatic stress. Scandinavian Journal of Rehabilitation Medicine, 3: 82-88.

  • Borg, G. (1978) Subjetive aspects of physical and mental load. Ergonomics. 3: 215 - 220.

  • Borg, G. (1982) Psychophysical bases of perceived exertion. Medicine and Science in Sports and Exercise, 14, 337-381

  • Buceta, J.M. (1998) Psicología del entrenamiento deportivo. Dykinson,. Madrid

  • Morgan, WP. (1981) Psycholophysiology of self-awareness during vigourous physical activity. Research Quartely Exercise and Sport. 52, 385-427.

  • Ossorio Lozano, D. (2001) La influencia motivadora del entrenamiento integrado sobre la percepción del esfuerzo en el entrenamiento aeróbico. http://www.efdeportes.com, revista digital. Ano 7, nº 41. Buenos Aires.

  • Pollock, M.L. (1988) Prescribing Exercise for fitness and adherence. En R. K. Dishman (ed.) Exercise Adherence: Ist Impact on Public Health. Champaing, IL: Human Kinetics.

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