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A propósito de la salud en el fútbol femenino:
inequidad de género y subjetivación

  Universidad de Antioquía.
Instituto Universitario de Educación Física. Medellín
(Colombia)
Luz Elena Gallo Cadavid
Luis Alberto Pareja Castro
lucepareja@epm.net.co

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 33 - Marzo de 2001

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Para llegar a ser un creador, en efecto, no basta cultivarse, es decir, integrar a la propia vida
espectáculos y conocimientos, sino que es preciso aprehender una cultura a través del libre movimiento
de una trascendencia: es preciso que el espíritu, con todas sus riquezas se proyecte hacia un cielo nuevo vacío, al cual
le corresponde poblar, pero si miles de lazos tendidos le retienen en tierra, su impulso se rompe

Simone de Beauvoir


Introducción

    Este artículo surge de la investigación que actualmente desarrollamos como estudiantes de la Maestría en Salud Colectiva en la Universidad de Antioquia: Salud e Identidad en el Fútbol Femenino de Medellín Colombia, con un enfoque hermenéutico.

    En este escrito se desarrollan dos aspectos fundamentales que se relacionan con la salud en las mujeres futbolistas de Medellín: el primero hace referencia a la inequidad de género como categoría de análisis y en el segundo trata el aspecto de la subjetivación de las mujeres en el proceso de afirmación como sujetos.


La inequidad de género

    Para abordar el problema de la inequidad de género es preciso partir de una aproximación conceptual, por separado, de las categorías género e inequidad, para luego relacionarlas con el fútbol femenino.

    Las feministas norteamericanas desarrollan la categoría de género a partir de las décadas de los 60 y 80, consolidándose como una categoría social. Al respecto Marcela Lagarde (1994) dice: "las desigualdades sociales entre hombres y mujeres no están biológicamente determinadas sino socialmente construidas"

    Además, Elsa Gómez (1993, 1) define el género como:

La red de rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que, a través de un proceso de construcción social, diferencia a los hombres de las mujeres. Esta construcción tiene las siguientes características: es histórica, y, como tal, se nutre de elementos que por ser mutables en el tiempo y en el espacio son también susceptibles de modificación mediante intervenciones; es ubicua en el sentido que permea la micro y la macroesfera de la sociedad a través del mercado de trabajo, el sistema educativo, los medios de comunicación, la religión, el aparato político, la recreación, la familia, las relaciones interpersonales, la salud y la misma personalidad; y es jerárquica porque la diferenciación que establece entre hombres y mujeres, lejos de ser neutra, valida las características y actividades asociadas con el hombre y la mujer.

    El género permite entender que los hombres y las mujeres nos construimos como seres sociales a partir de los caracteres biológicos de cada sexo y, como categoría metodológica, interpreta la feminidad y la masculinidad con relación a las representaciones, símbolos, normas y valores que las sociedades elaboran desde de la diferencia sexual.

    La inequidad, según Breilh (1996, 19), es una categoría social que expresa las contradicciones sustanciales de poder que enfrentan los grupos existentes en una sociedad, donde la apropiación y reproducción del poder ocurre en tres dominios de distinta generalidad y peso determinante: las relaciones de género, las relaciones sociales (de clase) y las relaciones étnicas. La fuente primigenia de toda inequidad es la apropiación del poder: la patriarcal por parte de los hombres sobre las mujeres, la de la riqueza que dio origen a las clases sociales y la de los grupos étnicos históricamente situados en desventaja estratégica.

    En este sentido, las relaciones de género son construcciones culturales que surgen históricamente a partir de las diferencias sexuales entre los hombres y las mujeres, pero en las sociedades patriarcales éstas se generan, en mayor medida, por los aspectos biológicos, fundamentadas en relaciones de poder y dominio en todos los ámbitos de la reproducción social: el trabajo, la vida familiar y cotidiana, el deporte, el quehacer político, entre otros.

"Vivir en el mundo patriarcal significa que
más allá de nuestra voluntad y de nuestra conciencia,
que las mujeres y los hombres
ocupamos espacios vitales jerarquizados,
cumplimos con funciones y papeles,
realizamos actividades,
establecemos relaciones
y tenemos poderes o carecemos de ellos,
de maneras prefijadas por la sociedad
y con márgenes estrechos y rígidos"
Marcela Lagarde (1994)

    El patriarcado es una forma de organización cultural que ha moldeado y controlado la sociedad y se caracteriza por la autoridad, impuesta desde las instituciones, de los hombres sobre las mujeres. Para que se ejerza esta autoridad, el patriarcado domina la organización social y reproduce ideologías de poder y dominación de los hombres sobre las mujeres. La ideología que sustenta este orden cultural, fue explicada por Hegel por medio de las relaciones amo y esclavo y le sirvió posteriormente a Simone de Beauvoir, como esquema de análisis de la relación hombre- mujer. 1

    Como explicación del poder patriarcal de los hombres sobre las mujeres se encuentra el argumento naturaleza/cultura (Turner.1984,150 & Lorite. 1987, 56& Amorós. 1985,159 & Beauvoir. 1989, 89), que coloca lo femenino en la categoría de lo natural - biológico - y lo masculino en la categoría social, asociada o valorada como superior. De esta manera, a los hombres se les considera liberados de las funciones naturales para que desarrollen actividades públicas y creen un entorno cultural, mientras que a las mujeres se les inscribe desde una posición, una función y una mirada que eran y son inseparables de su naturaleza. Además, por "naturaleza" el hombre pertenece al mundo exterior y la mujer al mundo interior, relacionando así, la dicotomía naturaleza/cultura, con la dicotomía exterior/interior, en tanto, se asocian las actividades exteriores para los hombres y las interiores para las mujeres.

    Sin embargo, estas relaciones de dominio y poder patriarcal de la sociedad, en la dicotomía naturaleza/cultura y en el sistema sexo/género, también se expresan en el deporte, como hecho cultural, ya que la participación de la mujer en él está mediada por las representaciones sociales instituidas que otorgan todavía el dominio, control y poder a los hombres, "en mayor medida en algunos deportes que han sido denominados socialmente como masculinos, como por ejemplo el fútbol, el rugby y el hockey" (Elias & Dunning, 1995, 327).

    En Colombia, el fútbol ha sido tradicionalmente un deporte de dominio masculino. Y se dice que las mujeres, al optar por esta práctica, no hacen mas que masculinizarse y pierden la feminidad, además, son censuradas, señaladas y discriminadas. En el caso de Medellín, aquellas mujeres que se aventuran a jugar fútbol se les califica de marimachos y de lesbianas, aspectos éstos que alteran su salud.


La salud en las mujeres futbolistas: resignificando lo subjetivo

    Con el advenimiento de la modernidad se empezaron a ejercer mecanismos de control y regulación sobre las sociedades con la lógica de la racionalidad instrumental, y del mismo modo, la salud se ha cuantificado con medidas biológicas que definen la normalidad o anormalidad de un sujeto, y que aún hoy se consideran como los parámetros o reglas que determinan la salud. Como consecuencia, la salud no se valora a partir de la dimensión subjetiva de las personas, como son las capacidades humanas, las sensaciones de bienestar, armonía, equilibrio, la posibilidad de satisfacer necesidades, el poner la vida como centro de preocupación. Además, las manifestaciones de salud también dependen de las representaciones sociales que le otorgan los sujetos en un momento dado al proceso salud enfermedad, haciendo que la salud sea un proceso dinámico que tiene un carácter de historicidad, y que hace, que dentro de una misma sociedad, se tengan condiciones y sentidos de salud diferentes.

    Gadamer (1996, 123) afirma que subsiste el hecho que es la enfermedad y no la salud la que se objetiva, porque la salud no permite que se le establezcan valores estándares establecidos sobre la base de promedios y de mediciones para catalogar de normal o anormal un sujeto. Por esta razón, señala además, que: "si la salud no puede medirse, es en realidad porque se trata de un estado de medida interna (en el sentido de lo apropiado, lo mesurado) y de coincidencia con uno mismo". Es decir, la salud no permite ser observable sino que "permanece oculta" y se revela por medio del bienestar, de la armonía, en el hecho de sentirnos bien consigo mismos, con el otro y con el entorno, en tanto permite mostrarnos ante la vida con entusiasmo, emprendedores, y dispuestos, venciendo las resistencias cotidianas.

    Una tendencia teórica de la salud que rescata el sujeto es la que nombra Luis Weinstein (1998) quien sitúa la salud como el conjunto de capacidades de un individuo o de un colectivo que permiten la expresión de la salud como goce, comunicación, creatividad, autocrítica, crítica, autonomía y solidaridad. Estas capacidades expresan en sí mismas posibilidades de desarrollo, las cuales son producto de la interacción entre el individuo y las condiciones sociales y, al desarrollarse, permiten que el sujeto aumente su potencial de salud, el desarrollo personal y la autorrealiza-ción.

    Expresiones de algunas mujeres futbolistas de Medellín2 dan cuenta de la salud, entendida desde una dimensión subjetiva, por la imposición de roles y creación de estereotipos impuestos por esta sociedad, y por el dolor y sufrimiento a los cuales se ven sometidas por el hecho de estar en un terreno que socialmente se ha otorgado al dominio masculino:

"… Sí, culturalmente si hay diferencias de que unos deportes están hechos para hombres y otros para mujeres entre ellos el fútbol, y la mujer que juegue fútbol al igual que la que juegue otro tipo de deportes como bruscos tienen un señalamiento cultural, realmente es una censura, entonces ya como que la identidad sexual es otra, como que no eres femenina..."

"… A las mujeres que jugamos siempre nos hacen una comparación con jugadores masculinos eso… Higuita, pueden decir un René, un Valenciano, por ejemplo a mí me comparan con el Pibe, es como si la mujer no pudiera tener identidad por ella misma, de que es una mujer jugando fútbol…"

"… Hay comentarios que me dan rabia porque me siento discriminada por ser mujer y porque la sociedad no se ha hecho a la idea de que las mujeres puedan jugar deportes como el fútbol, parece que nos vieran débiles. ..."

"… Socialmente me siento más mal, pues yo no me quiero quedar sola y que de pronto me saquen o me rechacen porque piensen que yo soy del otro lado [lesbiana], entonces eso para mí si es muy grave..."

"…Hasta que decidí que no más, que no jugaba más, y no jugaba porque ya empecé a trabajar en una Institución y entonces ya me daba pena que la gente me preguntara que deporte practicaba y yo dijera que el fútbol, entonces empecé a mentir porque me daba pena y porque de pronto me echaran del trabajo, yo sufría mucho por esto y porque mi felicidad era jugando fútbol…"

    Estos testimonios son indicadores de desigualdades que corresponden, en buena parte, a inequidades de género que se dan en el deporte, producto de una sociedad patriarcal, en donde se manifiesta un problema de salud en las mujeres que quieren desempeñar roles diferentes a los asignados por la cultura, porque si bien jugar fútbol para las mujeres representa una ruptura social contra un sistema injusto, inequitativo y dotado de significación masculina, al mismo tiempo, limita el desarrollo de sus capacidades humanas.

    Al respecto dice Simone De Beauvoir (1989, 381-382) :

A veces se opone el "mundo femenino" al universo masculino, pero hay que volver a subrayar que las mujeres no han constituido nunca una sociedad autónoma y cerrada, sino que han sido integradas a la colectividad gobernada por los machos, donde ocupan un lugar subordinado … las mujeres se han esforzado siempre… hoy en los clubes, salones, talleres [espacios deportivos], en ligarse para afirmar un "contrauniverso", pero todavía lo plantean desde la entraña misma del universo masculino. Y de allí proviene la paradoja de su situación, pues pertenecen al mismo tiempo al mundo viril y a una esfera que se opone a este mundo. Encerradas en ésta, e investidas por aquél, no pueden instalarse con tranquilidad en ninguna parte, su docilidad se acompaña siempre de un rechazo.


Subjetivación

    El fútbol femenino es un espacio que cobra significado y sentido para las mujeres futbolistas y esto les permite "el paso de individuos a sujetos sociales". A manera de hipótesis, se podría decir que las mujeres futbolistas buscan en el fútbol un espacio para afirmarse como sujetos sociales, y esta es una acción capaz de cambiar la imagen del deporte y la cultura.

    La idea de sujeto, como unidad indisoluble, la combina Touraine (1993) en tres aspectos fundamentales: la resistencia a la dominación; el amor por sí mismo, donde el individuo se plantee la libertad como condición principal de su felicidad; y el reconocimiento de los demás como sujetos y el apoyo que otorgue a la mayoría la mayor cantidad de oportunidades posible de vivir como sujetos. Estos tres aspectos los construye el individuo una vez se reconoce como sujeto, de tal manera que al transformar la individualidad de la identidad del yo en subjetivación se da un paso al sujeto social.

    Según Touraine ( 1993, 269), la subjetivación es la penetración del sujeto en el individuo y por consi-guiente la transformación parcial, del individuo en sujeto. Es lo contrario del sometimiento del individuo a valores trascen-dentes: antes, el ser humano se proyectaba a Dios; en adelante, en el mundo mo-derno, es el ser humano quien se convierte en el fundamento de los valores, puesto que el principio central de la moral es la libertad, una creatividad que es su propio fin y se opone a todas las formas de dependencia.

    Parece ser, con respecto a la resistencia a la dominación que estas mujeres futbolistas se otorgan un espacio para trascender los límites que le ha impuesto la sociedad patriarcal que "ha enseñado a la mujer a aceptar la autoridad masculina y por tanto, la renuncia a criticar, examinar y juzgar por su cuenta" (Beauvoir, 1989, 384)

    Es decir, el fútbol femenino representa, al parecer, una forma de empoderamiento social de las mujeres donde se muestra una acción de emancipación para liberarse de las ataduras. Puesto que toda monopolización del poder genera inequidad y subordinación, y toda concentración de poder y dominio van en contra del sentido de lo humano, la lucha de estas mujeres es por la equidad de género y un atreverse a vencer la resistencia frente al poder masculino en el fútbol.


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