Inteligencia Emocional vs.
Inteligencia Social: datos para
un estudio con deportistas

Antonio Hernández Mendo
Susana Guerrero Manzano
José Francisco Arjona Arcas

mendo@uma.es
(España)

Universidad de Málaga

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 23 - Julio 2000

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Introducción

    En este estudio nos propusimos enfrentar el concepto de Inteligencia Social e Inteligencia Emocional y comprender las posibles relaciones existentes con "Estados de Humor". Para lo cual se realizo un trabajo de campo con deportistas de la Comunidad Andaluza. Para ello, minutos antes de entrar en competición se les aplicaron dos cuestionarios con los que reconocer el estado de humor del deportista en el momento de entrar a competir y el uso o "gestión" que habitualmente hace de sus emociones.

    ¿Cuál es el papel que juegan las emociones en la vida de las personas? y más concretamente, ¿qué aportan las emociones al rendimiento y a la motivación en los deportistas?. Entrar a definir y a revisar todo el cuerpo teórico de las emociones y la motivación sería imposible en este trabajo, por tanto partiremos de una noción, ampliamente compartida por los teóricos, admitiendo que "Emoción" es un estado que nos mueve o dirige hacia o inhibe de ... y que afecta tanto a las cogniciones como a la conducta y al propio estado biológico de los sujetos.

    Por tanto, las emociones ejercerán una clara influencia en la voluntad de acción,es decir, en la motivación. Las emociones han surgido de la interrelación de los organismos con el entorno, en el proceso de aprendizaje y en el desarrollo filogenético de la especie y nos han servido no sólo para interpretar nuestra amplia gama de interrelaciones, sino además para expresarlas y comunicarlas a los otros y a nosotros mismos. Es pues, la expresión del conocimiento del entorno a través de la experiencia y de sus relaciones con nosotros.

    Cada emoción nos predispone de un modo diferente ante la experiencia, nos indica una dirección, que en el pasado nos ayudó a resolver una situación concreta o nos advirtió y ayudó a interpretarla. Son las emociones las que nos alertan del riesgo inmediato de una situación o de las posibilidades de éxito o fracaso para su afrontamiento, incluso del estado biológico de nuestro organismo. Pero las emociones forman parte de nuestra vida psíquica junto a las cogniciones, no puede hablarse de dos formas distintas de interpretación de la experiencia de la realidad, están íntimamente relacionadas; incluso autores como Izard, Kagan y Zajonc (1985), entre otros, que defienden la primacía de las emociones, sostienen esta interrelación.

    Así pues, conocer nuestra vida emocional, saber interpretar nuestras emociones, "gestionarlas" con eficacia, podrá aportarnos un mayor control a nuestra conducta y por tanto, como dice Daniel Goleman en su libro "La Inteligencia Emocional" (Goleman, 1997)," ... nos ayudará en la toma racional de decisiones, porque nos orientan (las emociones) en la dirección adecuada para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la 'fría lógica'".


Inteligencia Emocional vs. Intelegencia Social

    Johnson-Laird en su libro "El ordenador y la mente" (Johnson-Laird, 1990), plantea un nuevo paradigma acerca de los modelos computaciones y de la importancia que tiene en estos las emociones. En esa misma líne Howard Gardner (Gardner, 1988) comienza a plantear una visión de la inteligencia que cristaliza en un modelo plural de inteligencia en el que se superaba una noción restringida y hermética de la inteligencia medida como CI, o inteligencia académica exclusivamente, ampliándola a otras habilidades y aptitudes de los seres humanos tan importantes y relevantes para su desarrollo global y para el conocimiento de la personalidad, entre ellas la llamada "Inteligencia Intra e Interpersonal". La Inteligencia Interpersonal consiste en la capacidad de comprender a los demás (concepto próximo a la empatía), mientras que la intrapersonal nos permite configurar una imagen exacta de nosostros mismos (Gardner,1998).

    Otros autores han reformulado el concepto clásico de inteligencia, como Robert Stenberg (Stemberg, 1997) o Thorndike que han hablado de la "Inteligencia Social". Este concepto para Thorndike (1920) que incluye la idea de la habilidad para: (a) entender a otros y (b) actuar o comportarse prudentemente en relación a otros. Esta definición interpreta la inteligencia social como proveedora de una apreciación cognitiva de otros sin acción necesaria por parte del que la percibe y además como una acción orientada.

    De acuerdo con Marlowe(1986) la construcción de la inteligencia social ha tenido numerosos problemas tanto de definición como psicométricos. El amplio número de definiciones indica que puede ser una construcción multidimensional. Sin embargo no ha existido una evidencia psicométrica hasta hace poco que apoye la hipótesis de que la inteligencia social es distinta de la inteligencia verbal. Marlowe(1986) lleva a cabo un estudio empírico del que se deriva un modelo multidimensional de inteligencia social. A través del uso de técnicas de análisis factorial, se identificaron cinco factores de inteligencia social. Encontró que los cinco factores eran independientes de la inteligencia verbal y abstracta.

    Investigadores en educación y psicología han hipotetizado durante algún tiempo la existencia de un factor único de habilidades con respecto al contexto social. Este factor de habilidades es denominado como inteligencia social o competencia social. La inteligencia social es la habilidad para entender los sentimientos, pensamientos y comportamientos de las personas, incluido uno mismo, en situaciones interpersonales y actuar apropiadamente de acuerdo a ese entendimiento. Se compone de una serie de habilidades para resolver problemas que permite al individuo encontrar y/o resolver problemas interpersonales y crear productos sociales útiles (Marlow, 1985). La inteligencia social puede ser por tanto comparada con la competencia social.

    Con respecto al uso de la definición, el campo de la inteligencia general se caracteriza por la ausencia de una definición admitida universalmente (Green, 1981). En cuanto a la inteligencia social, se pueden identificar cinco definiciones interrelacionadas pero distintas. Una es una definición motivacional que ve la competencia como una capacidad del organismo para desarrollar metas y luego generar actividad dirigida a las metas. Una definición de competencia muy relacionada con ella la auto-eficacia, es decir, la esperanza de un individuo de alcanzar el éxito y la maestría personal. Otra definición de competencia es la habilidad de realizar acciones que crean refuerzos positivos o eliminan refuerzos negativos; en otras palabras, la competencia es una habilidad. Una cuarta definición de competencia está centrada en la actuación. Desde este punto de vista la persona competente es efectiva desarrollando comportamientos sociales beneficiosos, por ejemplo, alcanzando objetivos, etc. Finalmente, la competencia, se define como cualidades de la personalidad que se demuestran en los modelos organizados de funcionamiento cognitivo, afectivo y/o comportamental. Diversos investigadores han desarrollado modelos conceptuales de competencia social que combinan dos ó más de estas definiciones (Meichenbaum, Butter y Gruson, 1981; O'Malley, 1977; Tyler, 1978; White, 1974). Los diversos trabajos de Marlowe (1984, 1985) ha permitido desarrollar un modelo de inteligencia social que comprendía cuatro dominios: interés social (preocupación por otros), eficacia social, habilidades de empatía (la habilidad de entender cognitiva y afectivamente a otros) y habilidades de desarrollo social (comportamientos sociales observables).

    La gran variedad de definiciones de inteligencia social indica que ésta puede ser un constructo multidimensional. Scarr (1981) admitía la posibilidad cuando argumentaba que la competencia intelectual estaba interrelacionada con características motivacionales y de ajuste. Una investigación empírica de la multidimensionalidad es por tanto imperativa si se va a avanzar para aclarar la definición.

    El segundo gran problema para los investigadores de la inteligencia social, ha sido la confusión entre la inteligencia social y la inteligencia académica (verbal y cuantitativa) (Keating, 1978; Walker y Foley, 1973). Esta confusión significa que la distinción y la coherencia empírica del dominio de la inteligencia social no ha sido bien establecido. Desde que la estructura de la inteligencia social fue propuesta en 1920 por Thorndike, los intentos de medir la inteligencia social no han tenido éxito. El análisis factorial de los primeros test muestran que el peso de la varianza estaba en el factor verbal y en la habilidad de memoria y una pequeña evidencia de varianza única que se pudiera identificar como "inteligencia social". Sticker (1982) informó que muchos de los test posteriores padecieron el mismo problema, es decir, pasar por alto sustancialmente la habilidad intelectual general. Aunque teórica e intuitivamente razonable no se ha encontrado un dominio distinto de la inteligencia social. Analizado el por qué, Keating (1978) habló de la posibilidad de que el formato de las medidas de la inteligencia social activaba un escenario académico. Green (1981) también argumentaba que el razonamiento verbal era invadido debido al uso de medidas de papel y lápiz. Keating también argumentaba que los investigadores de la inteligencia social han utilizado una definición demasiado estrecha del constructo al fallar en la enfatización de la ejecución social.

    Un gran fracaso, por tanto, de los investigadores de la inteligencia social en el pasado fue la falta de habilidad para establecer la distintividad de la inteligencia social. Sin embargo estudios recientes han mejorado en cuanto a los problemas metodológicos de estudios anteriores y ofrecen un mayor apoyo a la independencia del constructo.

    Examinando la hipótesis de Keating, Marlow y Bedell (1982) investigaron más a fondo la independencia del constructo de la inteligencia social. Como medida de la inteligencia social utilizaron el Minnesota Multiphasic Personality Inventory (MMPI), la subescala SI (introversión social). Seleccionaron la subescala SI porque se había encontrado que era equivalente a una conducta de rol-play y podía funcionar como predictor de habilidad social. También su formato de verdadero-falso minimizaba la necesidad de habilidad académica. Para determinar la relación entre la inteligencia social y la inteligencia general, Marlowe y Bedell correlacionaron las puntuaciones con la inteligencia abstracta y verbal de Shipley-Hartford en una muestra de 479 sujetos adultos psiquiátricos. Encontraron correlaciones significativas (r=-.003 y .009 respectivamente). Basados en estos resultados, Marlowe y Bedell argumentaron que la inteligencia social es un dominio distintivo que puede ser enmascarado por escritura, lectura y otras habilidades académicas.

    Un segundo estudio sobre esta cuestión fue realizado por Ford y Tisak (1983). Utilizaron cuatro medidas de inteligencia académica y seis medidas de inteligencia social. Ford y Tisak, igual que Marlowe y Bedell, definen la inteligencia social como una actuación social efectiva. Las medidas de Ford y Tisak de inteligencia social eran por lo tanto seleccionadas para medir actuación social. Basados en los resultados de dos muestras por un total de 620 personas, los resultados de Ford y Tisak apoyaban la posición de que la inteligencia social es un dominio distintivo. En términos de evidencia de discriminantes convergentes validados, encontraron que las correlaciones intra-factores de la inteligencia social de las dos muestras era mayor que las correlaciones inter-factores con medidas académicas. A través de un análisis factorial también identificaron un factor de inteligencia social. Finalmente un análisis de regresión indicó la significación de cuatro variables como predictoras de una medida de conducta de competencia social eran variables de la inteligencia social. Estas variables explicaban el 31% de la varianza. El resto de las variables explicaban únicamente el 1% de la varianza.

    Estos dos estudios apoyan la hipótesis de que la inteligencia social es una inteligencia distinta de la inteligencia académica general (verbal y numérica). Aparentemente en el pasado la inteligencia social ha sido unida a la inteligencia general por el tipo de medida usado y la definición operacional del constructo. Si la inteligencia social se define en términos de efectividad social y se mide con instrumentos que no la confundan con los requerimientos de la habilidad académica, el constructo es distintivo e identificable.

    Pelechano, Matud y de Miguel han planteado un modelo de "Inteligencia Socio-cultural", en el que incluyen, igualmente, dos tipos de elementos: los intrapersonales, aquellas capacidades que nos permiten detectar los problemas personales de uno mismo encontrando los medios adecuados para ofrecer vías de solución y los interpersonales como la detección de los problemas de índole personal que plantean los demás.

    Serían John Mayer y Peter Salovey, quienes en 1990, plantearon el modelo y definición de Inteligencia Emocional abarcando cinco componentes o dimensiones y que no son dominadas todas con la misma pericia por las personas:

  1. El conocimiento de las propias emociones, la capacidad de reconocer un sentimiento en el momento en que aparece.

  2. La capacidad de controlar las emociones, adecuándolos al momento.

  3. Capacidad de motivarse uno mismo, autocontrol emocional, capacidad de demorar la gratificación y sofocar la impulsividad. (Modelo del "Estado de Flujo" de Csikszentmihalyi).

  4. Reconocimiento de las emociones ajenas, (empatía).

  5. El control de las relaciones, habilidad para relacionarse con las emociones ajenas, eficacia interpersonal (Habilidades Sociales).

    Podemos llegar a aproximarnos a las características que definirían la inteligencia emocional como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, perseverar en el empeño a pesar de las frustraciones, controlar los impulsos, diferir las gratificaciones, conocer y regular nuestros estados de ánimo y emociones y la capacidad de empatizar con los demás.

    Ser consciente de los sentimientos e intentar transformarlos van unidos, tomar consciencia de un estado negativo conllevará el intento de desembarazarnos de él.

    Así, Mayer propone tres estilos de personalidad según la forma de atender o tratar las emociones: la personas consciente de sí misma, la persona atrapada en sus emociones y las que aceptan resignadamente sus emociones.

    Podríamos pues, distinguir dos tipos de capacidades o dimensiones en el constructo Inteligencia Emocional, aquellas que definiríamos como "intrapersonales" que podrían responder a los siguientes factores o variables:

  1. Reconocer las propias emociones o "Atención" a las mismas cuando se presentan, saber reconocer los sentimientos teniendo conciencia de ellos.

  2. "Claridad" en la percepción de nuestras emociones.

  3. "Reparación" de las emociones, manejo, gestión de los sentimientos disminuyendo la angustia, la ansiedad o la depresión.

    Otros componentes o variables, que un gran número de autores incluyen en este mismo constructo, se refieren a dimensiones "interpersonales" y varían en su número y definición dependiendo de los diferentes autores; sí parece que algunas de ellas se repiten de unos a otros, pudiendo destacar la "Empatía" (aptitud para ponerse en el lugar del otro, comprender a los demás e interpretar las emociones de los otros), las "Habilidades Sociales" (un amplio constructo perfectamente definido por multitud de autores) y la "Motivación" (fundamentalmente la intrínseca, aquella que nace del propio sujeto y que no depende de refuerzos o recompensas externas al mismo).

    Nos detendremos, de las variables interpersonales, en ésta última, que si bien no son objeto de este estudio -sólo hemos contemplado las variables intrapersonales- la motivación intrínseca al estar muy ligada al control del impulso y la demora de la gratificación estaría íntimamente relacionada con alguna de las variables intrapersonales como podría ser con la "Reparación de las emociones" y fundamentalmente por la importacia y la amplia implicación que tiene para los deportistas y probablemente por servir como nexo de unión entre las aptitudes que ayudan a desarrollar una adecuada inteligencia emocional y las características intrapersonales.


El Reto Optimo. Estado de "Flujo"

    Entendemos por "Motivación Intrínseca", aquella que promueve o mantiene la conducta "per se", por el placer de su ejecución. Pero para que se mantenga o perciba la actividad como intrínsecamente motivada han de darse una serie de caracerísticas: los estímulos o situaciones han de ser moderadamente complejos, aquellos que provoquen un alto o bajo conflicto perceptual no serán interesantes intrínsecamente. La novedad, las situaciones estimulares nuevas también favorecerán el interés frente a las actividades excesivamente repetitivas, que no aporten novedad. Por último el desafío debe estar centrado en un margen en el que la dificultad de la tarea no esté por debajo de las capacidades del sujeto, ni excesivamente por encima, es decir, el nivel de habilidad de una persona ha de verse retado, pero no de forma inalcanzable respecto a la dificultad de la tarea.


Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 23   sigue Ü