EL ESTADIO DE PACAEMBU. Plínio José Labriola de C. Negreiros     
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Así, le corresponde al nuevo prefecto de Sao Paulo, retomar la construcción del estadio municipal, teniendo en vista que aquella obra reemplazaría sus supuestas funciones. En verdad, el estadio debía tener una función más amplia que servir apenas de escenario para las disputas deportivas; debía simbolizar la importancia que el poder público y sectores de la sociedad paulista -y también brasileña- daban a las actividades físicas, debidamente organizadas y dirigidas por el Estado. Debía demostrar el vigor físico que los paulistas habían alcanzado, como también el que podrían conseguir. De esta manera, se estaba frente a la construcción de un monumento, capaz de expresar concepciones acerca de los caminos que el país precisaba seguir.

En este sentido, el empeño de la administración municipal fue importante. El estadio soñado de los años '20 y proyectado en 1936, no era el mismo que tuvo en 1938 un nuevo momento en la historia. El proyecto inicial fue modificado, las instalaciones del estadio fueron ampliadas. Las obras se aceleraron, porque la ciudad, según la prefectura de Sao Paulo, necesitaba aquella obra. Al mismo tiempo que se festejaba la conclusión del estadio municipal, se intentaba mostrar como esa gran obra estaba vinculada con una concepción de ciudad; todavía más, con la concepción de espacio urbano del prefecto Prestes Maia. O sea, por más que el deseo de construir un estadio proporcional al tamaño de la ciudad viniese de otra época, y que el inicio de la construcción estuviese ligado a otra administración, se vinculaba el estadio municipal con un contexto mayor. El estadio era parte de un proyecto amplio de ciudad. En ese sentido, se dijo:

Aunque le cabe al prefecto Fabio Prado el mérito de la iniciativa de la gran plaza de los deportes que ahora se inaugura, no queda la menor duda que el mérito de su construcción definitiva así como del completo equipamiento y confort con que se encuentra provisto el Estadio Municipal, le cabe al prefecto Prestes Maia, cuya obra administrativa comprende todos los sectores de la remodelación urbana de Sao Paulo, ocupándose de los problemas vitales de la comunidad paulista.8

Y, a pesar de la cercanía con Sao Paulo, se volvió fundamental mostrar que la construcción del estadio municipal superó los límites de la ciudad. Fue una obra de referencia para el resto de Brasil y para toda América del Sur. Esa no poca importancia para la ciudad de Sao Paulo puede ser confirmada por la fiesta de inauguración del estadio municipal, una verdadera síntesis de una época.

Momentos previos a la inauguración, se reforzaba la idea de la función del estadio como albergue de manifestaciones de carácter cívico. El Dr. Paulo de Campos, asesor del prefecto Prestes Maia, disertó en este sentido:

"'En esta oportunidad, con mi objetivo absolutamente orientado hacia la grandiosidad de la obra -que realmente encierra majestuosamente, en sus entrañas de acero y hormigón armado- el secreto que influirá en el cuerpo y en el espíritu de la juventud sana para formar la fibra de la que se deberá revestir, los músculos, la belleza, el temperamento y el carácter de la futura raza brasileña (...)
(...) Que cesen todas las luchas, y, sobre todo, las bendiciones de un único Dios, cristiano, se hermanen todos los partidos, para que, con espíritu patriótico, unidos, caminemos todos, como peregrinos, en dirección a la meta donde se forjará, para el futuro, de manera amigable, la pujanza y la gracia, la destreza y el espíritu de una nueva raza, aún más fuerte'"
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Si el gasto de energía para la construcción del monumental Estadio de Pacaembú fue algo muy significativo para la época, los festejos de la inauguración no podrían haber sido menores. Importaba para Sao Paulo mostrar su fuerza hacia el resto del país. De la misma forma que Brasil mostraría ese poderío hacia los otros países sudamericanos. Los organizadores de la apertura oficial del Estadio de Pacaembú prepararon una gran ceremonia de apertura. Además de la presencia del una gran cantidad de público asistente, que ocuparían cada lugar del estadio, era necesario organizar a los deportistas que participarían del desfile inaugural. De esta manera, acerca de ese desfile, en una de las instrucciones editadas por la Dirección de Deportes se puede leer:

"La Dirección de Deportes del Estado de S. Paulo, en colaboración con la Prefecturía Municipal, llevará a cabo, en ocasión de la inauguración de Pacaembú, un gran desfile, como obertura de la temporada deportiva que se realizará en el mismo, haciendo todos los esfuerzos para que sea imponente y que cale profundamente en el espíritu brasileño y de las Américas, volviéndose digno de la opulencia del estadio, del funcionamiento de S. Paulo y para la gloria de Brasil. Es el inicio de una nueva era deportiva.10

Con mucha semejanza con las experiencias nazi-fascistas, se programó una gran manifestación de masas, un espectáculo, con la explícita preocupación para que la fiesta 'cale hondo en el espíritu brasileño y de las Américas', o sea, la imponencia del estadio debería asociarse a la imponencia de Sao Paulo, de Brasil, de América, como a un emocionante desfile de apertura. Pero no se trataba sólo de un mero espectáculo deportivo, porque contaría con la presencia del prefecto emprendedor y planificador, Prestes Maia, que comenzaba a manejar a Sao Paulo como una metrópoli, y por eso precisaba de obras de gran impacto. También la presencia del Interventor Adhemar de Barros, que conmemoró junto con la inauguración del Estadio Municipal el segundo año de gobierno, siempre intentando satisfacer al dictador Vargas. Este, como invitado especial, también venía a conmemorar los dos años de la intervención de Adhemar de Barros, además de una serie de encuentros con el empresariado paulista, y con otros sectores de la sociedad paulista. En fin, se organizaba un espectáculo político, utilizando al deporte como disparador.

Por otro lado, con la llegada del día de la inauguración del Estadio de Pacaembú, el día 27 de abril de 1940, el gobierno de Sao Paulo incluso aprovechaba para mostrar como esa nueva construcción tenía un significado muy especial para el país, asociando una vez más las prácticas físicas, el patriotismo y los progresos devenidos de la economía industrial. En un artículo del Estado de Sao Paulo, ya sobre la intervención de DEIP, se lee:

"Se inaugura hoy el Estadio Municipal de Sao Paulo, en el valle de Pacaembú. En el simple enunciado de este hecho se encierra todo el sentimiento de una antigua y grandiosa aspiración que finalmente se convierte en realidad. Es la educación física de Sao Paulo, de Brasil, por tanto, que conquista, después de una larga y ansiada espera, una obra sin la cual estaba forzosamente incompleta, por la cual puede pretender, por fin, alcanzar toda la excelencia constructiva por la cual desde principio de siglo viene constantemente trabajando."11

O sea, ese estadio simplemente venía a ocupar una vacío, ya que Sao Paulo crecía desde el inicio del siglo, y su nuevo orden económico exigía esa gran plaza de deportes, en nombre de la eficiencia. Al mismo tiempo, se consideraba al estadio como una divisoria de las aguas en la historia de las actividades físicas de la ciudad:

"Para algunos el Estadio podrá significar un punto de llegada, apenas, el punto final de una evolución que se perfecciona, completándose, pero para los que tienen conocimiento de nuestras realidades más íntimas él constituye, de hecho, un punto de partida. Es el inicio de una nueva era, en la cual viene a coincidir, para después seguir paralelas, la iniciativa particular y la acción de los poderes públicos. Tenemos, en la obra de Pacaembú, un indicador que representa un ejemplo y que vale, también, como el mejor de los estímulos. Vemos, finalmente, que la gimnástica y los deportes no son más olvidados o despreciados o sólo recordados por los administradores para satisfacer nuevos y pesados impuestos y sin que se reciba del propio gobierno el mayor, y más que ésto, el mejor de los instrumentos para construir la propia grandeza, al mismo tiempo efecto y causa del progreso del Estado y del país."12

Es muy interesante como los términos evolución y progreso son utilizados en todo momento, siempre con la perspicacia de mostrar cómo Brasil se había transformado desde la transición política de 1930. Y el poco apoyo de gobiernos anteriores a los deportes, revelaba, para los que dirigían los deportes en los finales de los años 30, una fuerte contradicción. Por una razón muy simple: no existía progreso económico sin un respaldo físico; de ahí el papel estratégico de la educación física y de los deportes. Por eso la afirmación de que el nivel de los deportes en Sao Paulo revela, al mismo tiempo, efecto y causa de progreso. Y otras cuestiones se presentaban en este artículo, probablemente salido de los gabinetes de la Dirección de Deportes:

Sao Paulo sin un estadio era realmente incompleto, pero ese Estadio no pasaría, tal vez, de ser una obra meramente suntuaria si no fuese por el meticuloso cuidado y decidido esfuerzo que el poder público está desarrollando para ubicar a la fisiocultura en su verdadero lugar, poniéndola al mismo nivel de interés y apoyo que ya venía mereciendo, desde hace tiempo, que la educación intelectual y moral. Antes de estar terminado el Estadio tuvimos a la Dirección de Deportes, extendiendo su acción no sólo a la capital, hasta ahora casi la única beneficiada, sino también al interior, desde donde para esta ocasión convergen la fuerzas vivas de la tierra y de la raza, como luego lo veremos, en el gran desfile en que millares de deportistas de todos los rincones de Sao Paulo, y de otros Estados y de algunas naciones continentales amigas estarán unidos y disciplinados, vinculándonos con un único objetivo que no será solamente el de las competiciones deportivas y sí en ellas entrar y de ellas salir con lealtad y entusiasmo, sea cual fuera el resultado.13

Las autoridades paulistas vinculadas al deporte tenían razón cuando afirmaban que no alcanzaba un estadio, por más grande que fuese, para diseminar el gusto por las prácticas deportivas. Y la Dirección de Deportes realizó este trabajo de hacer llegar el deporte a todo el estado de Sao Paulo; es claro, con sus objetivos y a su modo. Pero el hecho es que ese organismo del gobierno estatal ejerció casi un papel de abanderado -conforme el término que eran muy utilizado en la época- en relación a los deportes. En sus métodos de trabajo, siempre con una fuerte marca de centralización, respaldada por una amplia y detallista legislación. Así, el Estadio de Pacaembú era apena un sector de un trabajo mucho más amplio que se realizaba, buscando llevar las actividades físicas a todos los paulistas. A pesar de que, la mayor parte de las personas consideraba estar frente a un gran estadio de fútbol, el más grande y el más confortable de Sao Paulo; la mayor parte de los espectadores, muchos vinculados al fútbol, no conseguían ver al Estadio de Pacaembú como un centro deportivo. Y, de hecho el Pacaembú quedó marcado por recibir importantes partidos de fútbol, con grandes plateas.

Por otro lado, por más que el interventor de Sao Paulo desease capitalizar la construcción del estadio para su provecho, despreciando la actuación de Prestes Maia, otra persona sería la gran atracción de la fiesta de apertura de Pacaembú: el presidente Getúlio Vargas, invitado para presidir la solemne inauguración. Vargas no vino exclusivamente para la fiesta, pero fue el momento más importante de su visita a Sao Paulo.

En relación a la fiesta en si, las descripciones encontradas en los periódicos resultaron muy parecidas a las de un importante partido de fútbol. Como los propios organizadores de los festejos lo exigían, las ceremonias del nuevo estadio debían ser compatibles no sólo con su tamaño, sino también y sobre todo con la importancia que los deportes habían adquirido en la vida del país. Ya no se trataba de una actividad de uno pocos jóvenes de la élite, que por afición, dedicaban parte de su tiempo para correr y transpirar. Ahora la cuestión era estratégica; los destinos del país se encontraban en manos de las actividades físicas. Su importancia era tan grande, que le atañe al poder político realizar una inversión enorme. Además de eso, la ciudad, ahora en la era industrial, también necesitaba de amplios espacios para que las actividades físicas pudiesen ser practicadas en las mejores condiciones posibles. De esta manera, no se ahorraron palabras de emoción y satisfacción frente al monumento entregado a los paulistanos, que en verdad era para todos los brasileños. Así hablaban los periódicos sobre esos festejos:

"La inauguración oficial del Estadio Municipal de Sao Paulo, que se realizó en la templada y luminosa tarde de ayer, constituyó un espectáculo de inédita belleza y sano entusiasmo, henchido de alegría y legítimo orgullo para los ojos y el espíritu de toda la multitud allí presente en las ceremonias de apertura de la majestuosa plaza que le da la preeminencia en América del Sur, por lo menos en esta cuestión"14

Difícilmente se sepa o se sabrá su hubo exageración o no por parte del periodista. No importa. Con o sin exageración, es común que estas ceremonias causen emociones especiales. También, todo el proceso de organización de esos festejos partió de esa premisa: emocionar a los que participasen o simplemente asistiesen al desarrollo de las actividades de inauguración. El desfile, la ceremonia con las banderas, la entrega del Distintivo de Juventud Paulista, el cantar del himno, la armonía de los movimientos, los uniformes, entre otras características, fueron puestos con la exclusiva función de emocionar. El periodista continuaba describiendo aquel momento:

"Pocas veces, aseguramos, nos será posible presenciar una fiesta como esa, en que tan armoniosamente se entrelazaron, para la admiración de cuantos asistieron, las ondas multicolores de legiones de jóvenes mujeres que pugnan por el perfeccionamiento eugénico de la raza, en las pistas y piscinas de Sao Paulo, de cada municipio paulista, de Río de Janeiro y de las naciones hermanas del continente; las suaves melodías del alma en flor de nuestra gente; los acentos viriles de nuestros himnos y, sobre todo, marcial y unánime, ese fuerte entusiasmo cívico del cual todos participaron, en la creencia de que algo nuevo se conmemoraba con la inauguración del Pacaembú.
(...)
Atribuir a la fisiocultura una trascendencia, no mayor, pero si semejante al valor que se le da a la educación intelectual y moral de nuestro pueblo, esto es lo que significa la materialización del Estadio Municipal de Sao Paulo. Y en él, ayer, con la presencia del sr. Presidente Getúlio Vargas, srs. Interventores Adhemar de Barros y el Comandante Amaral Peixoto, sr. Gobernador Benedito Valladares, sr. General Mauricio José Cardoso, prefecto Prestes Maia, d. José Gaspar d'Affonseca e Silva, y otras autoridades civiles y militares del país, con a una asistencia calculada en más de 80 mil personas, desfilaron millares de jóvenes varones y mujeres deportistas, que dan el mejor ejemplo de sus esfuerzos al mejoramiento de sus condiciones físicas, morales e intelectuales."
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De hecho, la fiesta fue organizada para emocionar. De la misma manera, la inauguración del Pacaembú fue un gran acto cívico político de alcance nacional, al invitar al presidente de la república y a los interventores, pasando por las delegaciones extranjeras y por representantes de numerosas ciudades de Sao Paulo y de otros estados. Más que emocionar, la ceremonia pretendió mostrar la fuerza de un régimen, consustanciado en la propia construcción monumental; además de materializar concepciones como orden, armonía, unidad y belleza. En ese sentido, es posible hacer una analogía con las manifestaciones políticas realizadas durante la Alemania nazi, guardando, obviamente las debidas distancias como experiencias contemporáneas, pero históricamente distantes. Alcir Lenharo habla de ese momento en Alemania produciendo la política en tanto espectáculo. Así, afirma Lenharo:

"Cualquier ocasión podía ser utilizada como recurso de movilización popular en las calles y de compromiso político de las masas...
(...)
La clave de la organización de los grandes espectáculos era convertir a la propia multitud en pieza esencial de esa misma organización. En las formaciones y los desfiles por las calles o en las manifestaciones de masas, estáticas, en plazas públicas, la multitud se emocionaba de manera contagiosa, participando activamente de la producción de una energía que los acompañaba después de los espectáculos, redistribuyéndola día a día, para escapar a la monotonía de su existencia y prolongar la dramatización de la vida cotidiana.
(...) El uso del uniforme, común entre los militantes nazis, servía para disimular las diferencias sociales y proyectaba la imagen de una comunidad cohesionada y solidaria. El impacto de la política en la calle en forma de espectáculo intentaba menoscabar a los que se encontraban fuera del espectáculo, segregarlos, hacerlos sentir fuera de la comunidad maravillosa a la que deberían pertenecer.
(...)
Cada acontecimiento era preparado minuciosamente por el propio Hitler. Cada entrada en escena, la marcha de los grupos, los lugares de los invitados de honor, la decoración general, flores, banderas, todo estaba previsto (...)
(...)
Entre los grandes templos construidos por el nazismo para la política en forma de espectáculo, el mayor de todos, concebido para albergar cien mil personas, es el Zeppelinfeld, en Nürenberg, construido por Speer, en 1935 (...)
Las canciones cantadas por la multitud en la presencia de constantes fanfarrias ampliaban considerablemente el entusiasmo de todos..."
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Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998
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