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Sobre el juego y el jugar,
algunas reflexiones en torno a las variables
"forma" y "modo" como categorías de análisis

   
Docente de la Universidad del Comahue
(Argentina)
 
 
Víctor Pavía
victorpavia@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 
    Este artículo incluye observaciones y señalamientos producto del intercambio fecundo con colegas como Cecilio Castro de España e Ivana Rivero de Argentina, entre otros. Su contenido forma parte de un libro de pronta aparición.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 76 - Septiembre de 2004

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    En otros artículos (muchos de ellos publicados en esta misma revista) comentaba que había sido revelador para mí darme cuenta finalmente que quien dice "juego" puede querer decir muchas cosas y que tal frondosidad semántica ha llegado a provocar no pocos malos entendidos. En los ambientes educativos, por ejemplo, "juego" puede muy bien ser significado como contenido, recurso metodológico, actividad (por mencionar sólo las representaciones más comunes y próximas entre sí). Y aún cuando los docentes digamos "juego" solamente desde el punto de vista de actividad, esta puede asumir formas tan diversas que no tiene en común con otra actividad llamada por otro docente también juego, más que ciertos rasgos. Rasgos que, parafraseando a Wittgenstein, apenas alcanzan a veces para otorgarles entre sí un cierto aire de lejano, contingente y arbitrario parentesco. Esos rasgos esenciales suelen tener que ver con la forma (vale decir, con la estructura de la actividad), pero también con el modo (vale decir, con la actitud del sujeto que participa de ella). Hecho que dificulta el análisis y no sólo eso. Co-fundir forma y modo a contribuido a desdibujar aún más muchas de las ya de por sí imprecisas definiciones de juego elaboradas para el consumo rápido. Atento a lo expuesto, credo prudente explicitar cuál es el juego que nos tiene ocupados en los últimos años.

    Luego de trabajar durante un largo periodo en la observación de juegos rurales (antecedente vital del actual proyecto) en los últimos años me interesado en particular sólo por cierto tipo de juego que lejos está de representar la totalidad del universo lúdico. Por el contrario, configura un conglomerado restringido a partir de que implican algún grado de compromiso corporal con un componente de actuación en el contexto de la regla. Juegos en los que el cuerpo y el movimiento devienen protagonistas esenciales de una situación claramente identificada por los jugadores como ficticia; situación que los habilita a disfrutar del "fingir auténticamente", dado que allí se actúa (aún creativamente) de acuerdo a lo esperado, en tanto la acción sigue reglas más o menos explícitas que configuran (a la vez que son configuradas por) un acto recreativo de sesgo autotélico. Ahora bien - y vuelvo al párrafo superior - si digo "cuerpo y movimiento", "contexto de reglas" "fingimiento auténtico", "sesgo autotélico", es porque estoy pensando (y no confundiendo) en una forma de juego pero también en un modo de jugar.

    Quizá convenga aclarar que, al menos desde la perspectiva de nuestro trabajo, la "forma" pertenece al orden estricto de la actividad (el "juego" como sustantivo) y el "modo" pertenece al orden estricto del sujeto (el "juego" como verbo: yo juego). De más está decir también, que "forma" y "modo", constituyen variables fundamentales para caracterizar el juego que nos interesa. Es en honor de esa importancia que me demoraré en una breve consideración de tales categorías, aún cuando el desguace provisorio que voy a practicar sea sólo formal; en el terreno de lo fáctico, la relación forma/modo configura - al menos para el análisis interpretativo - una relación en espejo.

    Como "forma" interpretamos la apariencia singular de un juego específico; su configuración general; lo que lo expresa como totalidad organizada y empuja a los jugadores a respetar determinados requisitos de presentación y desarrollo (en sentido directo, formalidades). Requisitos nada pueriles, ya que confirman el sentido propio de un tipo de juego determinado (su estructura profunda y menos explícita) y las reglas básicas consecuentes (su estructura externa más explícita). Sin perjuicio de múltiples variaciones y/o adaptaciones, es la "forma" lo que identifica diferenciando, por ejemplo, "rayuela" de "escondida", en un contexto dado. Como el espacio y los objetivos de este artículo no dan para extenderse mucho, sólo quiero hacer sobre la forma dos señalamientos más que interesan particularmente a nuestro trabajo. Primero, que en los procesos de conservación/transformación (tan fácil de observar en los juegos tradicionales populares), es la estructura de superficie la que más cambios suele acusar. Estos cambios están en línea con el interés de los jugadores de negociar aspectos puntuales del juego (fundamentalmente a partir del desarrollo de lo que Piaget llama la conciencia autónoma de la regla). La estructura profunda, si bien no se encuentra ayuna de tales tensiones, suele mostrarse más estable. Quizá porque la autonomía respecto de la regla y las negociaciones consecuentes que aquella genera, suele tener un límite entre los jugadores: que no se cambie el sentido propio del juego elegido (lógica de desarrollo, objetivo, fuente de emoción, etc.); dicho con otras palabras: que más allá de acuerdos y adaptaciones, una "rayuela" siga pareciéndose a una rayuela y no a otra cosa. El segundo señalamiento tiene que ver con que, en tanto tal, la forma (con sus componentes estructurales profundos y de superficie) circunscribe y regula la acción de los jugadores, volviendo previsible - al menos hasta un punto - el desarrollo de un juego dado. Esta es una cualidad nada despreciable que invita a pensar porqué la "forma" (más que el "modo") es la mimada de muchas propuestas didácticas .

    Comparada con la "forma", el "modo" es más subjetivo, más eventual, más lábil. Por lo tanto, menos pre-visible para el observador externo. Quizá sea esta cualidad la que lo ha llevado a ocupar el lugar de la Cenicienta en los discursos didácticos. Por analogía con el mundo de la gramática, llamamos "modo" a la manera particular que adopta el jugador de ponerse en situación de juego, de acoplarse a la actividad propuesta. Claro que no es una manera cualquiera, sino una libremente elegida que expresa una perspectiva personal2 . Sobre el modo hagamos también dos señalamientos muy condensados. El primero es que, aunque suene a verdad de Perogrullo, esa libertad de elegir no "opera" aislada de un contexto social e histórico; en ese sentido es lícito suponer que el modo reproduce y a la vez produce matices de un jugar aprehendido del entorno cultural compartido. Vale decir: no es un proceso sólo de adentro hacia fuera. El segundo señalamiento tiene que ver con el hecho que, en tanto tal, el modo se emparenta hasta un punto con la actitud (ya que supone un grado de hiperespecificidad conductual más o menos estable, en el marco de lo aprobado y desaprobado); también con la intención (ya que es posible conjeturar que va en sintonía con la satisfacción de una necesidad singular). Consecuentemente, el modo pone en juego componentes cognitivos y afectivos y es el resultado de una relación biyectiva entre lo colectivo y lo individual cuyo análisis supera por el momento los alcances de nuestro trabajo.

    Resumamos entonces: "forma" y "modo", constituyen dos variables fundamentales para caracterizar el juego que aquí interesa. La "forma" pertenece al orden estricto de la actividad (su estructura superficial y profunda), mientras que el "modo" pertenece al orden estricto del sujeto (su manera particular de vivir la situación). Estas variables nos están ayudando por el momento a repensar una didáctica del jugar, mientras que una cuestión todavía pendiente para nosotros es analizar con más detalle cómo interactúan, suponiendo que existen interferencias y "permeabilidades" entre modo, forma y contexto (físico, grupal, cultural, social).

    Por el momento, ese es el rumbo de nuestras inquietudes. Inquietudes que, como muchas veces lo hemos subrayado, nos han llevado a preguntarnos menos qué es el juego y más qué es jugar; menos qué se puede enseñar a través de él (la pregunta emblemática del eficientismo didáctico) y más que hay que saber para jugar de un modo determinado. Preguntarnos también si es posible un modo más lúdico que otro de jugar en un juego, tomando de la tautología la energía suficiente para interpelar con fuerza ciertas versiones gibarizadas de "juego" en la escuela.

Notas

  1. Una muy buena introducción a esta problemática puede encontrarse en Sarle (2001); capítulo: "El juego como estructura didáctica. La construcción de formatos". Sobre negociación de la regla ver Pavía Et. Alt. (1994); capítulo: "Poder jugar, aspectos de una negociación cotidiana".

  2. En gramática, modo es el accidente del verbo que expresa el punto de vista de la persona que habla con relación a la acción referida; puede ser indicativo, subjuntivo y también imperativo.

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