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Malnutrición y disfuncionabilidad motora en el anciano

   
Profesores de la Universidad del Deporte de Ciego de Ávila.
Facultad de Cultura Física.
(Cuba)
 
 
Lic. Ricardo Arencibia Moreno
arencibia@cfisica.unica.cu  
Lic. Néstor Aguilar González
nestor@cfisica.unica.cu
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 69 - Febrero de 2004

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Introducción

    El proceso de crecimiento y desarrollo de los seres humanos se inicia desde el mismo instante de su concepción, desplegando el conjunto de sus atributos anatómicos y fisiológicos como parte de la manifestación de su ontogénesis, así, en el claustro materno y en un período relativamente acelerado, se forma el nuevo ser y progresa la marcha de su reloj biológico, gradualmente se dirige a la senescencia y la muerte, como culminación de toda existencia viva, siendo el hombre el único ser con conciencia de ello.

    Luego, el tránsito por la infancia y la juventud y al adulto sexualmente maduro y en plena pujanza reproductiva, cumplimenta etapas en la que se gesta y desarrolla un estilo de vida (10) y cobra su precio en las condiciones con que alcanza la ancianidad y la longevidad, de hecho, el hombre es lo que ha construido o ha impuesto a su cuerpo, considerando que las vías de su desarrollo se encuentran directamente relacionadas con el ambiente y que prácticamente todas las enfermedades crónicas no transmisibles tienen un determinante higiénico sanitario y nutricional.

    Así, "... un buen estado de nutrición es esencial para una elevada calidad de vida, y los alimentos contribuyen a ello a través de mecanismos psicológicos y sociales, además de físicos". (15),

    En la actualidad, la estructura etárea poblacional en la Tierra muestra variaciones entre las diferentes regiones geográficas, así respecto al adulto mayor se conoce que la proporción de ancianos crece más rápidamente en los países en vías de desarrollo (Sur) que en los desarrollados (Norte), y se pronostica que para el año 2020 constituyan el 70% de la población en el planeta, con un valor neto estimado superior a los 700 millones de personas, muy por encima de los 318 millones esperados para las regiones industrializadas (Norte) (16).

    Lo anterior destaca la enorme significación que adquiere este sector poblacional en el contexto general del mundo y de sus respectivos países, con un elevado grado de diversidad biosocial que los convierte en seres vulnerables a diferentes factores situacionales estresante de su medio ambiente, además de ser un grupo clave como centro de atención de los servicios de salud y de las organizaciones de bienestar social, sin por su parte realizar un aporte material sostenible.

    Generalmente se acepta que ancianos y niños son los grupos humanos más vulnerables, particularmente los primeros son susceptibles a desarrollar estados de malnutrición (1) (11) que los conducen a deficiencias proteico-calóricas o la obesidad (14), afectando negativamente su forma física y, por tanto, su autonomía (4) y en general la calidad de su vida.

    Evidentemente el anciano, aún con sus limitaciones, constituye un ser social por lo que desglosar un rosario de posibles causas de la malnutrición energético nutrimental, solo representa una manera de acercarnos al problema: separando las partes del todo, lo que significa que todas y cada una de ellas, con un mayor o menor valor de incidencia, contribuyen de manera integrada al estado de nutricional del mismo.

    A continuación analizamos la relación de la malnutrición proteica-energética o energético-nutrimental del anciano y su vínculo con las capacidades motrices vistas desde el estado de disfuncionabilidad motriz generado por las alteraciones del sistema osteomuscular asociado al envejecimiento.


Desarrollo

    La nutrición de los seres humanos constituye un proceso predominantemente ecológico, he influenciado por factores de diversa índole (8), por tanto la relación envejecimiento-estado nutricional, no constituye una enfermedad, sino un estado biosocial que comprende:


I. El estado fisiológico.

  • Deterioro de la estructura morfofuncional de los órganos y sistemas de órganos.

  • Alteraciones endocrinas.

  • Variaciones de los patrones metabólicos.

  • Depresión del sistema inmunológico y manifestación de enfermedades crónicas no transmisibles.

  • Afecciones neurológicas.

  • Variaciones de la composición corporal.

  • Pérdida o depresión de actividades físicas.


II. El estado psicológico.

  • Organización personal en cuanto a distribución del tiempo.

  • Dificultades para expresar emociones y recibir afectos.

  • Deterioro y/o pérdida de la autoestima.

  • Depresión psicológica.

  • Disminución de las funciones mentales por pérdida de la memoria a corto y largo plazo.

  • Pérdida o disminución de la asertividad.

III. El estado social.

  • Dificultades con la red de apoyo social (pérdida o carencia de amigos y familiares en quien confiar), soledad y aislamiento.

  • Rechazo social y/o social-familiar.

  • Pérdida de la solvencia económica.

  • Marginalidad.

    Ahora bien, los estudios transversales sobre grupos poblacionales de la tercera edad muestran que el proceso de envejecimiento se caracteriza por una alteración de la funcionabilidad motriz y del rendimiento físico, con reflejo en su estado nutricional, así como la pérdida de la capacidad de adaptación y reorientación de los órganos, y deterioro del individuo hasta su muerte, sin embargo, los estudios longitudinales sobre la misma temática, señalan que tal depresión no implica una declinación significativa del estado funcional, e incluso nutrimental, al avanzar la edad, por lo que se han desarrollado los conceptos de envejecimiento "habitual" y "satisfactorio" (7).

    El envejecimiento habitual se acepta como el proceso en que la declinación fisiológica se ve acentuada con el incremento de la edad, actuando diversos factores que convergen en problemas de salud, relacionados a enfermedades crónicas no transmisibles, patologías varias y uso de polifármacos, la influencia de malos hábitos sanitarios y tóxicos, sedentarismo y hábitos nutricionales con inadecuado consumo de alimentos en su cantidad y calidad que conllevan a la pérdida de la funcionabilidad motora, la independencia, la autonomía y la asertividad, siendo un estado diferenciable, del menos regular envejecimiento satisfactorio en el que aún cuando existe depresión de funciones se mantiene una calidad de vida elevada en sus aspectos biológicos, psicológico y social. (7).

    En el envejecimiento habitual los procesos degenerativos se evidencian de manera relativamente inmediata en la funcionabilidad motora y el estado nutricional, apareciendo variaciones de manera particular en sistemas de órganos como el locomotor, los aparatos sensitivos y motores del sistema nervioso, así como los sistemas cardiorrespiratorio y metabólico, los que inciden sobre sus capacidades motrices de tipo condicional, coordinativa o de movimiento, que al no ser innatas necesitan de la ejercitación para su conservación y desarrollo.

    De lo expresado se desprende que cualquiera de las variaciones morfofisiológicas asociadas con el envejecimiento que repercutan negativamente sobre las capacidades motrices del individuo afectan su funcionabilidad motora y, por tanto, se erigen en barreras progresivas que afectan la adquisición, preparación-consumo y establecimiento de reservas de alimentos; a la vez, un estado nutricional deprimido afecta el adecuado funcionamiento del sistema osteomuscular, actuando a manera de círculo vicioso o de retroalimentación positiva, donde una ingesta alimentaria deficitaria determina una respuesta adaptativa dirigida a la disminución de las actividades físicas o del peso corporal, situación catalogada de indeseable por Porrata. (13).

- ¿Cuáles son los cambios más significativos del sistema osteomuscular en el envejecimiento habitual? ¿Cómo influyen sobre el actuar físico del individuo?

    La estructura anatómica de los seres humanos muestra cambios declinatorios en diferentes etapas de su vida, particularmente alrededor de los 45 años alcanza su máxima altura, ocurriendo a continuación una disminución progresiva del tamaño alcanzado (6), situación más acentuada y significativa entre las mujeres.

    Las modificaciones de la talla están vinculadas con las variaciones que se introducen en la postura como consecuencia de una mayor flexión de las caderas y las rodillas, la disminución de la altura de los cuerpos vertebrales y las alteraciones que sufren los discos entre ellos, con tendencia al encorvamiento de la columna vertebral.

    Tal deformación de la columna se asocia además a una degeneración articular y al desarrollo de una cifosis dorsal, inducida por la tendencia a conservar el equilibrio, introduciendo para ello modificaciones voluntarias y conscientes a la postura base, cuando las afecciones morfológicas del envejecimiento conducen, de una manera gradual, a la pérdida de aquel; por otro lado, la falta de tono muscular, induce y acentúa una lordosis cervical y/o lumbar provocada por la propia alteración en la postura base (2), de esta manera, el individuo acusa rigidez en las cinturas escapular y pélvica, con dificultades en el movimiento.

    De hecho, las curvatura de la columna vertebral forman parte inseparable del conjunto de sustentación, siendo el resultado mecánico de la compensación antigravitatoria y consecuencia directa del trabajo muscular en el proceso de verticalización filogenético, hasta lograr la postura y movimiento bípedo, en relación con ella, el sector "resorte bípedo vertebral" (IX vértebra toráxica hasta el cóccix), representa el factor principal para lograr la independencia y estabilidad contra la acción gravitacional y la conservación del equilibrio, donde la relación articular directa hace que dicho sector dependa mucho de la conformación estructural de la cadera y condiciona de manera indirecta la acomodación funcional del pie (9).

    Así, según se adopte una conducta espacial de angulación con carácter sistemático, que implique una inadecuada postura base desde la posición bípeda o sentada, incidente sobre la columna o sus curvaturas, se verá afectado el sector de resorte bípedo espacial, las proyecciones gravitacionales y las interacciones del sistema, haciendo a la estructura vertebral muy susceptible a las hernias discales, por su condición de soporte del tronco y mantenimiento del equilibrio (9).

    De hecho, la sustentación antigravitacional vertical del cuerpo humano resulta un sistema continuo de interacciones entre la masa corporal, la incidencia gravitacional, la energía potencial y el equilibrio entre las fuerzas de tensión, y se resume sobre un punto de la masa corporal responsable del mantenimiento equilibrado de la conducta espacial: el centro de gravedad corporal (CGC), situado aproximadamente por delante de la columna vertebral entre la V vértebra lumbar y la primera vértebra sacra, que en los ancianos y bajo las condiciones de deterioro señaladas, se da una situación muy inestable y por tanto, de incidencia sobre el equilibrio y la conservación de la postura en estado estático o en movimiento.

    Por otro lado, los músculos se deterioran de manera progresiva, relacionado con la disminución del volumen de las células (miocitos), la tendencia al sedentarismo y, en general, el desuso muscular, que provoca el decremento del número y tamaño de las fibras musculares y con ello de la fuerza física.

    Particularmente las fibras musculares rápidas de tipo II (IIa :resistencia al cansancio, y IIb cansancio rápido), disminuyen más que las fibras tipo I (citológico/funcional: lentas "infatigables") (5), teniendo esto un significado especial si consideramos que las de tipo IIa son de contracción rápida y utilizan como fuente energética procesos anaeróbicos (glicólisis), confiriendo gran resistencia al cansancio, especialmente en actividades físicas o entrenamientos deportivos donde se manifiesten capacidades motrices condicionales como la resistencia a la velocidad o a la fuerza.

    Sin embargo, de acuerdo al tipo de potencia física relativa que soporten las IIa se adaptarán metabólicamente al tipo IIb (predominio anaeróbico: potencia máxima), en cambio, si la carga de entrenamiento es de carácter aeróbico, como en las funciones motrices de gran potencia a moderada que realizan los ancianos que se ejercitan, especialmente en la resistencia de larga duración (8 a 30 minutos) o con tendencia al sedentarismo, tienden a sufrir modificaciones metabólicas hacia la de tipo I, que por demás son las más pequeñas (1,730 µ2) y predominan con el avance de la edad.

    Además, el músculo pierde elasticidad, agua y minerales, esto provoca que sea más propenso a rupturas y distensiones de las miofibrillas, al mismo tiempo, decrece la reserva de folatos, cuyo papel de liberadores de energía crea las condiciones necesarias para todo movimiento físico (12), por otro lado, las unidades motoras reducen su densidad, propiciando la fatiga y a padecer lesiones musculares por sobreuso (2), algo curioso representa que entre los 30 y los 80 años se pierde un 30 a 40% de la masa muscular, situación que no es de carácter lineal y se acelera con la edad, y se encuentra asociado tanto al decremento de la actividad física como a la modificación de las fibras musculares hacia el tipo I.

    La actividad de las unidades motoras está determinada tanto por las dimensiones del cuerpo de la motoneurona como por el grosor de su axón y por el número de fibras musculares que integren la unidad motriz, resultando que mientras mayor sea el cuerpo neuronal más grueso será su axón y mayor la cantidad de fibras musculares que inerva, lo que trae como consecuencia que cada músculo, según sus dimensiones, está integrado por unidades motrices grandes y pequeñas, por tanto su disminución en número o densidad constituye un factor de deterioro de la motricidad del anciano, ya que en la medida en que sea mayor el número de unidades potencialmente activables en un músculo más elevada será la tensión que éste desarrolle.

    Los músculos que intervienen en la ventilación pulmonar se debilitan y los tejidos de la caja toráxica se tornan menos elásticos, consecuentemente los pulmones no se expanden como en edades anteriores, afectando el proceso ventilatorio con la consiguiente disminución en el suministro de oxígeno a los tejidos y órganos.

    Los huesos, faltas de tensiones regulares se debilitan en su grosor, a la vez que se incrementa la pérdida de osteína y calcio, se hacen quebradizos y de cicatrización lenta, generándose mucho desgaste óseo y disminución de los cartílagos alrededor de las articulaciones, con disminución de líquido lubricante en las mismas.

    Hay disminución en la actividad osteoblástica, decremento de la masa ósea y reducción del grosor de la cortical, particularmente en las mujeres la pérdida de los estrógenos termina con el efecto inhibidor de la hormona sobre los osteoclastos. Se produce osteoporosis (pérdida de la masa ósea en la composición normal del hueso) típicamente en caderas, fémures y vértebras. También puede aparecer osteomalacia (falla en la calcificación de la matriz ósea y acumulación de hueso no calcificado) lo cual se asocia a déficit de vitamina D.

    Las modificaciones morfofuncionales descritas, propician una tendencia a la disminución de la funcionabilidad motora, asociada con el deterioro del sistema osteomuscular, la disminución de la intensidad de respuesta de los reflejos osteotendinosos, el decremento de la fuerza y la inestabilidad del equilibrio, con afección de la capacidad funcional general y limitando la coordinación del movimiento.

    Consecuentemente, se tiende gradualmente a la disminución del número de actividades físicas y la modificación de la marcha, acortamiento y enlentecimiento de los pasos, prácticamente sin levantarlos del suelo y con dejación del balanceo de los brazos como en edades anteriores, como respuesta adaptativa a evitar el cansancio, los dolores osteomioarticulares y las sensaciones de falta de aire ocasionadas por acciones físicas que sobrepasen la potencia moderada en los mejores casos.

    El corazón disminuye la frecuencia cardíaca, así como la cantidad de sangre que impele en cada ciclo, lo que resulta en un menor volumen máximo a transportar y la presión sanguínea arterial media aumenta e impone una mayor carga de trabajo fisiológico, por otro lado, las modificaciones degenerativas de las paredes vasculares determinan una vasoconstricción con agravamiento de la situación anterior, un gran número de capilares sanguíneos se obstruyen por lo que se interfiere el intercambio metabólico a nivel del miocito y en general celular.

    Lo anterior está asociado a un aumenta en tamaño y peso del corazón, asociado con el incremento del grosor de ambos ventrículos, en respuesta a la resistencia periférica incrementada del adulto mayor, además a nivel miocárdico se deposita lipofucsina, hay degeneración celular con infiltraciones grasas que comprometen al sistema excitoconductor, además de que puede aparecer infiltración amiloide (incremento de los depósitos de colágeno que provoca fibrosis y por ende rigidez ventricular. El endocardio se adelgaza difusamente, las válvulas presentan calcificaciones y el tejido conductor tiene pérdida progresiva de su actividad marcapasos.

    El corazón del anciano es en términos generales capaz de mantener adecuadamente un gasto cardíaco suficiente para suplir las necesidades del paciente, pero su adaptación al estrés se reduce paulatinamente con el paso de los años.

    Evidentemente que la funcionabilidad motriz del anciano se ve comprometida por la pérdida de sus posibilidades morfofuncionales e incluso por las condiciones psicosociales que lo estresan, sufriendo una involución gradual de las capacidades físicas condicionales, coordinativas y de movilidad.


Conclusiones

    Las modificaciones osteomusculares en la tercera edad propician una tendencia a la disminución de la funcionabilidad motora, tal deterioro implica el decremento de la intensidad de respuesta de los reflejos osteotendinosos, de la fuerza muscular y la inestabilidad del equilibrio, con afección de la capacidad funcional general, limitando la coordinación del movimiento, consecuentemente se tiende gradualmente a la disminución del número de actividades físicas.

    El estado nutricional y la funcionabilidad motriz en el envejecimiento habitual, se integran en un círculo vicioso, donde el deterioro orgánico se erige en factor conducente al sedentarismo y depresor de la búsqueda, almacenamiento o consumo de alimentos en cantidad y calidad adecuada; a su vez, una pobre ingesta nutrimental, tanto en su cantidad como calidad, limita las incorporaciones necesarias de nutrientes, lo que se traduce en una condición metabólica adaptativa indeseable que afecta tanto la propia condición motriz del anciano como su composición corporal, por tanto, la disfuncionabilidad del anciano puede erigirse, en momentos, en causa y/o en consecuencia de la malnutrición.


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