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El Triatlón: Propuesta Práctica como alternativa en los
Juegos Deportivos Municipales de la Comunidad de Madrid. Parte I
Jose Manuel Hernández Soriano, Manuel Gómez López y Carlos Román Lorente

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 50 - Julio de 2002

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    En esa línea, Hahn (1988) habla de tres tipos de programas de entrenamiento con los niños, según sus aptitudes e intereses:

  • Un programa de aprendizaje.

  • Un programa de rendimiento.

  • Un programa de rehabilitación.

    El primer programa debe ser común a todos aquellos niños que acuden a una sesión de entrenamiento. Todos necesitan aprender determinados ejercicios motores, sea cual sea su objetivo deportivo, al contrario ocurre con el segundo y el tercer tipo de programas que señala Hahn. Sólo unos pocos jóvenes que no niños, seguirán un programa de entrenamiento de rendimiento, con sus exigencias, centrando su objetivo en alcanzar la “excelencia deportiva”.

    En el tercer caso, serán pocos, también, quienes precisen de él. Los niños se encuentran en la edad de crecimiento y algunos de ellos padecen problemas físicos que les impiden un desarrollo y un rendimiento normal.

    La práctica de la actividad física permite detectar muchos de estos defectos y en consecuencia corregirlos. Por tanto, el principal objetivo del entrenamiento infantil y juvenil será dotarles de una buena condición física, que mejore su calidad de vida y que será necesaria, en muchos casos, para su futuro deportivo. Hay que tener en cuenta que el entrenamiento nunca será neutral sino que influirá en el desarrollo físico y el crecimiento de los niños, beneficiándoles o perjudicándoles.

    La introducción en el deporte, por ello mismo, debe comenzar con una primera etapa de familiarización y sólo posteriormente se entrará en una etapa de especialización, que de ser correcta desembocará en el alto rendimiento, si así se quiere.

    El entrenamiento del joven debe ser como una preparación para el deporte de élite, pero nunca como un entrenamiento de élite.

    La función del mismo se establecería, de este modo, en dotar de la base física necesaria al futuro deportista, introducirle convenientemente en uno o varios deportes e influir en su desarrollo.

2. Riesgos y ventajas del entrenamiento con jóvenes y niños

    El entrenamiento con jóvenes y niños no es neutral (influirá positiva o negativamente ) existiendo unos riesgos muy claros si no se practica deporte de una forma adecuada y, también unas ventajas.

    Ante todo, la práctica de actividad física, es positiva y absolutamente necesaria a partir de cierta edad, pues de lo contrario se perderán posibilidades de expresión motora que no se podrán desarrollar posteriormente de igual manera. El objetivo del entrenamiento es influir en el desarrollo del rendimiento deportivo y supone una sobrecarga que posibilita futuras adaptaciones orgánicas y musculares y eso, en principio, cabe pensar que será positivo.

    En un entrenamiento normal, regular y generalizado o multidisciplinar siempre son mayores las ventajas que los riesgos:

  • Produce un mayor nivel de actividad infantil.

  • Produce un aumento generalizado del movimiento coordinado.

  • Sienta las bases para el aprendizaje y rendimiento posterior.

  • Expansiona las posibilidades motoras.

  • Permite al niño formarse una imagen deportiva en general y de su deporte en particular.

  • El entrenamiento permite una mejor adaptación a la competición.

  • Aumenta el crecimiento.

  • Puede corregir defectos físicos que pudiera existir.

  • Permite una integración progresiva en la sociedad.

  • Aumenta el nivel de responsabilidad social.

  • Supone un aprendizaje para el éxito o el fracaso deportivo y social.

  • Potencia la creación y regularización de hábitos.

  • Contribuye a desarrollar el placer por el movimiento.

  • Anula las limitaciones del sedentarismo.

  • Sirve de estímulo para la higiene y la salud.

    Así, las ventajas podrían agruparse en tres grandes grupos: a) de carácter físico b) de carácter específicamente deportivo c) de carácter psicosocial.


a. De carácter físico

    Aquí se incluiría la mejora en la movilidad infantil, su mayor grado de actividad y el aumento generalizado del movimiento coordinado y la expansión de las posibilidades motoras.

    El ser humano precisa del movimiento para su desarrollo óptimo, de lo contrario, como dijo Darwin, supone atrofiar determinados órganos. En este sentido, las condiciones de la vida moderna no favorecen, en absoluto, el progreso de las capacidades físicas del niño/a, sino su sedentarización. Andar y correr están en la base de la evolución de nuestra especie, algo paralizado por los avances tecnológicos modernos. El deporte es pues un magnífico vehículo que favorece este desarrollo físico.

    Además, permite aportar otros aspectos generales a la maduración infantil, pues además de contribuir globalmente a su crecimiento, permite corregir defectos físicos que de otro modo difícilmente podrían detectarse con una actividad sedentaria con sus secuelas posteriores durante la vida adulta.

b. De carácter específicamente deportivo

    En un primer momento tienen menos importancia, pero con posterioridad la buena iniciación motora permitirá que los entrenamientos posteriores alcancen unos resultados más notables.

    Son ventajas derivadas de las primeras y, sobretodo, de la expansión o aumento de las posibilidades motoras que permiten, por ejemplo, sentar las bases para el aprendizaje y rendimiento posterior.

    La práctica regular de uno o más deportes permite al niño formarse una imagen deportiva en general y de su deporte en particular. Esto es lo que en muchos manuales técnicos se denomina “ fase de familiarización ”, término que viene a resumir, de algún modo, el objetivo del entrenamiento en las primeras fases: introducir al niño en ese deporte, que conozca su estructura, sistema de organización y, por supuesto, los aspectos técnicos - tácticos básicos.

    Este punto es importante en la propia identificación y conformación de la “propia imagen del niño” y su especialización, ya que se trata de la captación de los movimientos que debe desarrollar de forma continuada yendo desde la imagen general del deporte, a la imagen de su deporte y a la imagen de los componentes del mismo. Otra cuestión importante es la adaptación a la competición que mediante el entrenamiento se va consiguiendo. Al fin y al cabo, el fin fundamental del entrenamiento es el logro del máximo rendimiento en la competición. En el caso del niño no en ese momento, pero sí en el futuro. El entrenamiento, no es sino una “competición en potencia“ o “competiciones reducidas y controladas”. Las situaciones planteadas en el entrenamiento deben ser cada vez más similares, a las de la competición.

c. De carácter psicosocial

    Es uno de los valores que muchos autores sitúan en el deporte y que, aún no siendo una actividad específicamente educativa o ajena al propio mundo educacional en sí mismo, como señala Vázquez (1988 ), contribuye a la formación de los jóvenes (Cagigal, 1979 ).

    La primera ventaja psicosocial que la práctica del deporte lleva consigo es la creación de un “hábito“ , a través del cual pueden lograrse otras ventajas o alcanzar objetivos sociales, como la integración progresiva en la sociedad, ya que esta práctica continuada obliga a llevar una vida metódica, a cumplir unos horarios concretos, a respetar “ normas y reglamentos “ y a relacionarse con sus compañeros y con sus contrarios deportivos. Ahora serán normas deportivas, pero posteriormente normas sociales para las que estará más preparado.

    Uno de los hábitos más interesantes a los que contribuye la práctica de la actividad física son los de limpieza e higiene, algo para lo que todos los niños son reacios y al que obliga el deporte.

    Supone en definitiva, un nivel de responsabilidad social superior, a otros niños a otros niños o jóvenes que no practiquen deporte y que no podrán ejercitarse en ese cometido. Impulsa también un nivel de desarrollo de la concentración y atención disciplinaria y cooperativa en la ejecución de sus tareas, al tiempo que es un aprendizaje extraordinario para el éxito o el fracaso porque en la vida habrán muchas situaciones en que se pondrán en juego la capacidad de reacción de una persona frente a las adversidades.

    Estas cuestiones tendrán primero un carácter deportivo, pero después adquirirán un carácter netamente social.

    Una de las mejores contribuciones sociales del deporte puede ser ésta, por cuanto no hay cuestión mejor que saber recuperarse de las derrotas, continuar entrenando y luchar por volver a ganar. Eso en una sociedad tan competitiva como la nuestra es fundamental.

    Finalmente el placer por el movimiento (Bouet, 1974) y la huida del sedentarismo, puede incluirse como una extraordinaria ventaja. La creación del hábito de la práctica, lleva inherente un placer que se convierte en necesidad. Sólo los que han practicado deporte pueden saber, de verdad, lo que se siente.

    Si no hay frustraciones o fracasos que han marcado a los niños, el placer por el movimiento permanece y hace que se practique toda la vida, contribuyendo, así, al mantenimiento de lo que los clásicos como Galeno o el renacentista Mercuriales denominaban “ estado de la buena forma “.

    En cuanto a los riesgos del entrenamiento, los enunciaremos en los siguientes puntos:

  • Sobrecarga.

  • Defectos físicos derivados de la práctica deportiva.

  • Cambios en el metabolismo.

  • La práctica del entrenamiento es fácilmente manipulable.

  • Múltiples abandonos entre quienes comienzan muy pronto.

  • Desadaptación social.

  • Exceso de sistemas autoritarios.

  • Excesiva repetición y empleo de métodos analíticos.

  • Utilización excesiva del refuerzo.

  • Desequilibrios psíco-físicos.

  • Limitación del desarrollo posterior y anulación de otros campos de acción.

  • Aumento de la agresividad infantil.

  • Exceso de responsabilidad.

    De este forma, también podríamos subdividir los riesgos en tres grupos:

  1. Riesgos derivados de la sobrecarga del entrenamiento.

  2. Riesgos de manipulación y desadaptación social.

  3. Riesgos metodológicos y trastornos de aprendizaje.

    En el primer grupo nos encontramos con la parte contraria a la de las ventajas que pueda tener el entrenamiento infantil o juvenil: los producidos por la sobrecarga que el entrenamiento puede suponer por sí mismo , además del que provoca una excesiva aplicación de las cargas. Quizás son los riesgos más graves, desde el punto de vista de la salud y los más graves, también, para la vida posterior del adulto.

    Pero de todas formas, hay que matizar que el entrenamiento como tal no tiene porqué provocar estos problemas, sino su incorrecta aplicación.

    La propia sobrecarga o el exceso de entrenamiento que muchas veces se produce en los jóvenes, resultado de aplicar teorías del entrenamiento no adecuadas para ellos o de la traslación literal de sistemas de entrenamiento de los adultos a los niños. Ello puede, producir además, determinados defectos físicos derivados de una actividad física inadecuada o con excesivas repeticiones que provocan sobrecargas musculares y óseas.

    Es lo que ocurre habitualmente, aún teniendo cuidado, con elementos corporales débiles, tales como los ligamentos y los tendones de las rodillas o los tobillos, principalmente.

    El entrenamiento también provoca, como ha quedado demostrado en diversos estudios ( Drinkwater, 1991 ) cambio en el metabolismo de los niños, retrasos en la aparición de menstruación de las adolescentes, problemas de eneuresis, de estatura, etc...

    Y es que, la práctica del deporte en los niños es fácilmente manipulable. Es una de las causas que han provocado el descenso de las edades de acceso al alto rendimiento (Hahn, 1988; Drinkwater, 1991).

    Es lo que se ha llamado “el efecto robot“, que consiste en la mayor obediencia y el menor espíritu crítico que a esas edades tienen los niños, lo que permite a los entrenadores aplicar sus métodos con menos dificultades.

    La manipulación de los niños a estas edades se produce, principalmente, por parte del padre y del entrenador. El primero porque deposita en el hijo sus esperanzas de “triunfar en la vida”, y , en el caso del segundo, porque puede pretender alcanzar un buen currículum a costa de la susceptible explotación de las posibilidades motoras del niño.

    Este aspecto viene a sumarse a otros riesgos de carácter social, tales como el abandono de la práctica física a edades tempranas, producto entre otras cosas de las posibles lesiones por sobrecargas y por exceso de responsabilidad, y la desadaptación social que se produce por una atención predominante hacia el deporte y su entorno que deja de lado otras parcelas formativas u otras “amistades” necesarias para ampliar el abanico de integración del deportista. El grupo deportivo puede convertirse, si no se corrige, en un grupo marginal que sólo vive para ello en su propio “gueto”.

    El exceso de responsabilidad que supone la práctica del deporte y, sobretodo, la participación en competiciones por debajo de los 12 años es una de las causas determinantes del abandono de los practicantes. Muchos niños jóvenes no son capaces de aguantar la responsabilidad de esa participación y abandonan.

    Otro tipo de riesgos alude a las dificultades del aprendizaje y al empleo excesivo de determinados métodos de trabajo o de estrategias de la práctica.

    Así, la repetición exagerada de los mismos movimientos, el uso de sistemas analíticos o de las técnicas de refuerzo pueden producir, además de problemas de carácter físico, lagunas en la adquisición de las técnicas o de los patrones de ejecución, difíciles de corregir posteriormente.

    Estos problemas pueden ocasionar una limitación en los aprendizajes posteriores, principalmente provocados por el hecho de que una especialización temprana puede hacer perder el sentido de la globalidad de los movimientos o de las diversificadas “situaciones” que pueden llegar a plantearse en la actividad concreta de un deporte.

    En definitiva, la práctica del deporte debe realizarse con las debidas garantías y conocimientos. Y si así se hace las ventajas aumentan y los riesgos disminuyen.


3. Ventajas y riesgos de la especialización precoz

    La especialización deportiva precoz es una realidad que debe ser asumida y cuya responsabilidad debe recaer sobre los profesionales del deporte. Esta puede traducirse simplemente en la conservación y la mejora de la salud del niño a través de la actividad física, utilizando sus cualidades naturales, sus aptitudes, para lograr una mayor y mejor armonía de su cuerpo con el entorno, y esto sin perjuicio de que en función de un bagaje genético específico, un ambiente idóneo y una correcta programación de su actividad física por parte de personal experto, de forma racional, sistemática y sobre todo voluntaria, un niño decida iniciar un camino específico en un área deportiva concreta que le lleve en un futuro a la posibilidad de alcanzar el alto nivel.

    Así, una detección de habilidades básicas que permitan seleccionar y orientar a los jóvenes hacia una especialización determinada o grupo de deportes, permitirá no solamente mayores logros deportivos, sino también evitar el fracaso deportivo y la lesión.

    Debemos distinguir bien entre la especialización precoz, la exigencia de altos rendimientos deportivos en edades tempranas y la detección precoz de talentos. Para ello es necesario recordar los conceptos antes enunciados de edad biológica y cronológica, pues es la primera la que marcará el grado de exigencia a que se puede someter a un niño, y además debemos tener presente que una detección de talentos aún llamándole precoz, está comprendida hasta edades de 15 años e incluso más avanzadas.

    Para que el efecto del entrenamiento no afecte negativamente el desarrollo armónico del niño, hemos de respetar varias premisas:

Entrenamiento adaptado a la edad biológica: Debemos tener en cuenta que un niño no puede sacar provecho de la práctica de una actividad determinada si su nivel global de destreza neuromuscular no está a la altura de la tarea, es decir, la maduración juega un papel importantísimo en el aprendizaje de las habilidades ontogenéticas. Esto nos indica que la práctica que se posterga hasta el momento que se está preparado para realizarla es mucho más eficaz que la prematura, pero la edad a que cada niño está preparado para cada actividad motriz es muy específica. La especialización precoz ayuda al desarrollo de las habilidades motrices ontogenéticas, en particular de carácter psico-social o específico, pues dependen en gran medida de las oportunidades disponibles para practicarlas y de las condiciones de motivación e incentivo existentes (premios, competiciones). Por otro lado, los efectos de la práctica no se transfieren de un período de edad a otro, en ausencia de la práctica correspondiente, porque las pautas originales de la coordinación neuromuscular se distorsionan por culpa de los profundos cambios que experimentan la fuerza, el tamaño y las proporciones del cuerpo. Además, el aprendizaje motor de tipo más complejo depende de la inteligencia sensoriomotora y no guarda relación con las aptitudes motrices generales ni con la capacidad física, lo cual nos invita a desarrollar en el niño determinadas habilidades, aunque su nivel de éxito no sea satisfactorio.

    Existen grandes diferencias individuales en cuanto a la aparición de aptitudes locomotrices en los niños, que vienen determinadas por factores genéticos y por características temperamentales. Estas aptitudes motrices generales se relacionan positivamente con factores como la mesomorfia, la madurez esquelética y el desarrollo de la musculatura abdominal. Sabemos que en el cerebro aparecen funciones cuando maduran estructuras y no antes. Estas estructuras aumentan su conectividad, su mielinización, su tamaño. Las diferentes etapas siguen un orden inalterable, que pueden adelantarse o retrasarse, pero nunca aparecerá antes que otra ni después. La estimulación es, pues, un factor que actúa sobre la evolución del cerebro, al actuar sobre su maduración.

Un aprendizaje precoz de la técnica: Sentando las bases de una correcta utilización del cuerpo, con una buena armonización y economía de gestos, de forma que consigamos situar al niño frente a sus posibilidades y alejarlo de posibles lesiones y evitar el fracaso deportivo, es decir la frustración y el abandono definitivo de la practica deportiva.

Entrenamiento planteado de forma racional: Huyendo de la improvisación y dejándolo solamente en manos de personal especializado.


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