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El Judo como práctica de autodefensa en Educación Física:
una aproximación a sus contenidos básicos
Julián Espartero Casado y Carlos Gutiérrez García

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 50 - Julio de 2002

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    En definitiva, los desplazamientos propios de la defensa personal exigen de un gran equilibrio dinámico, que permita en todo momento reaccionar en un tiempo mínimo ante cualquier tipo de agresión, posibilitando tanto la defensa -esquiva, bloqueo, huida, etc. como el contraataque -anticipación, contra, neutralización, etc..


III.3. El movimiento del cuerpo (TAI SABAKI)

    El tai sabaki “es el término que usamos para denominar el control del cuerpo, que abarca principalmente movimientos giratorios, que deben ser rápidos y fluidos. El cuerpo debe moverse con ligereza y no debemos perder el equilibrio en ningún momento” (Kano, 1989: 39). Kawaishi (1963: 10) señala que “con esta expresión nos referimos al movimiento del cuerpo, de los pies y de las caderas, girando juntos, y que permiten al judoka más fácilmente atacar o resistir en la postura natural y fundamental, la shizen-hontai”. Por su parte, Uzawa (1981a: 12 y 18) explica “(...) TAISABAKI (...) se utiliza para esquivar los ataques del adversario y que consiste en girar el cuerpo apoyando un pie, que actúa como eje de la circunferencia que se forma al girar sobre dicho eje y así puede uno desplazarse hacia la derecha, la izquierda, hacia adelante, y hacia atrás ... Para esquivar cualquier ataque de un adversario ante todo hay que utilizar el TAISABAKI, ayudándose de la mano que actúa como si barriera con la palma, o dando un golpe de Tegatana-ate con ésta”.

    Así pues, el término shin tai remite a todos aquellos desplazamientos cuyo objetivo es cubrir o mantener una distancia, mientras que tai sabaki serían los movimientos cuya intencionalidad es esquivar el ataque del agresor, atacar o contraatacar.

    La importancia del tai sabaki se refleja en el principio estratégico de No Soku, que señala que es necesario “Saber desplazarse y esquivar con prontitud, eficacia y equilibrio (Tai-Sabaki)” (Santos, 1987: 133). Así, un correcto movimiento permitirá la defensa a la vez que una buena posición para poder realizar el contraataque.

    Asimismo, en este contexto de las acciones de respuesta ante un ataque, y en términos generales, cabe diferenciar el Go-no-Sen, que “es un movimiento que se utiliza contra la energía que el compañero ha dejado en movimiento al iniciar un ataque. Algunos creen que el contraataque es un aspecto menor del Judo, que no es nada. Por el contrario es el Judo más puro que utiliza racionalmente, con una oportunidad perfecta, la energía del agresor para volverla contra él” (Jazarín, 1996: 123). De otra parte, se encuentra el Sen-no-Sen, “muy poco conocido y menos practicado, es un contraataque hecho, no después del ataque como el Go-no-Sen, sino antes de la mínima intención de ataque. (...) esto supone una percepción extraordinariamente fina, una disponibilidad total, una atención vigilante sin contracción alguna y, finalmente, una rapidez de ejecución poco corriente” (Ibídem). Por último, el Tai-no-Sen, que “es la percepción del ataque en el mismo momento que se produce, desencadenándose la reacción al mismo tiempo. Ataque y respuesta son simultáneos” (Santos, 1987: 101).

    A mayor abundamiento, estas consideraciones son proverbialmente ilustradas por Sacripanti (1989: 71-79) y resultan ser concisamente compendiadas por Molina y Villamón (2000: 180-181), al señalar que “la iniciativa es la manera de aprovechar la energía cinética y el momento angular propio y del adversario. Siguiendo la antigua clasificación japonesa distingue tres formas básicas de aprovechar estos elementos en judo: el principio Sen (la iniciativa), el Go no sen (el contraataque de la iniciativa) y el Sen no sen (iniciativa contra iniciativa). El principio Sen se aprovecha mediante varias acciones: ataque directo con la propia técnica especial (tokui waza); ataque repetido con la misma técnica cambiando el ángulo de ataque; ataque repetido combinado sucesivamente con otra técnica (renzoku waza) en la misma dirección que la primera técnica (nami sen), en dirección opuesta a la primera técnica (gyaku sen) o en dirección lateral a la primera técnica (yoko sen); ataque y variación en otra dirección a causa de una defensa anticipada de uke (renraku waza); ataque siguiente a una finta (damashi waza). El principio Go no sen parte de los principios defensivos de: romper, blocar (go), evitar, esquivar (chowa), ceder, adaptarse (yawara) o resistir, contrarrestar hacia otra dirección (ura), para seguidamente realizar el ataque. El principio Sen no sen es la acción más delicada de aplicar porque las dos iniciativas están presentes simultáneamente en ambos miembros de la pareja.

    Consiste en anticiparnos perceptivamente al ataque del adversario respondiendo al mismo con nuestro propio ataque". Bajo estas premisas, las posibilidades de realizar uno u otro tai sabaki siguen siendo muy numerosas, y dependerán del dominio que tenga de ellas la persona en cuestión.


III. 4. La distancia (MA AI)

    Un aspecto que ha de considerarse especialmente al enseñar defensa personal es el referido a la distancia de combate, ya que muestra diferencias significativas respecto de la práctica cotidiana del judo. Efectivamente, en este último los enfrentamientos se desarrollan con ambos contendientes agarrados en una distancia nula o casi nula, denominada distancia corta (tchika ma), que, como se explicará a continuación, no es la más adecuada para afrontar una situación de posible agresión. Por el contrario, en una situación potencialmente peligrosa la distancia entre atacante y persona atacada puede ser muy diferente. Así, puede mediar una relativa gran distancia (to ma), en la que se deberían caminar varios pasos para alcanzar al contrario, o una distancia media (ma), en la que se debería dar un paso para situar al rival en el radio de acción del ataque (Santos, 1987). De hecho, el mantenimiento de una distancia adecuada se configura como un importante principio estratégico -Ichi Gan- que consiste en “Saber apreciar y mantener la distancia más conveniente (Ma-ai)” (Íbídem: 133).

    De estas tres distancias, como regla general, la distancia corta resultará ser la más desventajosa, ya que es posible lanzar un ataque sin que sea necesario realizar un desplazamiento previo, con lo cual el tiempo de reacción del que dispone la persona agredida se reduce notablemente. En esta situación es fundamental la anticipación sobre cualquier acción del agresor, ya que, si se espera a su ataque, el contraataque, muy posiblemente, llegue tarde.

    Por el contrario, las distancias media y larga permiten un mayor tiempo de reacción y preparación del contraataque. En este sentido, Uzawa (1981a: 13) señala que “Cuando se quiere usar la fuerza del contrario tiene que tocar éste nuestro cuerpo; si no queremos que use su fuerza es mejor estar lejos de él. Sin embargo, en el caso contrario, cuando se quiere atacar al adversario, no debemos estar tan cerca de él que le toquemos; entonces la mejor MAAI es la distancia de un paso, es decir, una distancia tal que con adelantar un paso podamos tocarle; y el mejor momento para aplicar las técnicas es cuando se responde al contrario que adelanta un paso en su ataque”.

    Por tanto, la mínima distancia que debería tratar de mantenerse en una situación potencialmente peligrosa sería aquella que impida al agresor realizar el ataque sin tener que desplazarse. No se trata de una distancia fija, sino que ésta dependerá de factores tales como dimensiones antropométricas del atacante o el empleo de armas o implementos (navaja, cuchillo, palo ...) que puedan aumentar el alcance de su ataque.


III.5. La mirada (METSUKE)

    Otro aspecto que diferencia sustancialmente la práctica habitual del judo de la práctica orientada a la autodefensa es la importancia de la mirada, a la que se atribuía una gran importancia en el ámbito marcial. En el primer caso, el continuo contacto que se establece entre los dos judokas resta importancia al sentido de la vista, ya que éste se ve suplido por el sentido del tacto. Esto no es siempre así en el caso de la defensa personal, porque si bien se producen muchas agresiones en las que existe un continuo contacto corporal (agarres, proyecciones, presiones con objetos, etc.), también hay muchas otras en las que el mismo es puntual (puñetazos, patadas, golpes con objetos, etc.), siendo, por otra parte, habitualmente más traumático y, por tanto, más peligroso. Además, será el encargado de enviar información sobre la posible presencia de otros agresores, la existencia de alguna vía de escape o de algún objeto que pueda utilizarse para la defensa.

    Pero fuera de estas consideraciones, digamos, utilitaristas, no es este el único motivo por el que hay que prestar especial atención a la mirada, sino también por las importantes implicaciones psicológicas que ésta lleva asociadas. De tal manera que la mirada ha de acompañar a la postura en la afirmación de una tranquilidad y una seguridad en sí mismo.

    Son varios los autores que apuntan la zona de los ojos como la más adecuada para fijar la mirada. Laserre (1961: 72) afirma “LOS OJOS: estarán fijos en los del adversario, no perdiéndole de vista ni un momento”. De esta manera, como explicaba el maestro Mataemon (en Draeger, 1973: 106-107), pueden verse las intenciones del rival: “Considera los ojos del enemigo como si fueran las ventanas de su mente, y aprende a ver lo que intenta hacer antes de que lo haga, mirándolo en sus ojos”.

    No obstante, sin contradecir a los primeros, Uzawa (1981a: 13) matiza sus afirmaciones, señalando que “tenemos que estar atentos principalmente a la cara del adversario mirándole principalmente a los ojos pero sin dejar de observar todo nuestro alrededor; aunque cambiemos la postura al desplazarnos, nuestra vista estará dirigida a los mismos sitios”.

    En relación con esto último, un error habitual es fijar la mirada en el segmento corporal o el instrumento con el que se puede ser golpeado, debido a que entonces no se presta atención al resto de la persona del atacante -especialmente si éste mueve con rapidez dicho segmento o instrumento, aumentando la distracción-, que puede realizar otras acciones.


III. 6. La respiración (IBUKI)

    En las artes marciales, así como en muchas otras prácticas de origen oriental relacionadas con el cuerpo, el espíritu y la salud, se le concede una gran importancia a la respiración. Tal es el caso, por ejemplo, del yoga, el zen o el masaje shiatsu.

    Por lo que respecta a la defensa personal, debe señalarse cómo la amenaza de una agresión supone un incremento de la actividad del organismo a nivel general, y para que este incremento sea posible se requiere de un mayor aporte de oxígeno a las células. Dos de los mecanismos que posibilitan un mayor aporte de oxígeno están directamente relacionados con la ventilación pulmonar: el aumento de la frecuencia respiratoria y el incremento del volumen respiratorio. Además, desde un punto de vista de la técnica de la defensa personal, se recomienda comenzar la acción (por ejemplo un golpeo) cuando los pulmones, tras una inspiración, están llenos de aire, y espirar durante la realización de la misma (espiración que se producirá de forma explosiva, a la vez que se emite el ki ai, que se explica en el siguiente apartado). La aplicación de las técnicas será más efectiva si el agresor ha finalizado su espiración o se encuentra en fase de inspiración5. La preparación para el ataque, por otra parte, se realiza a partir de una inspiración.

    Pero, quizás, el aspecto más importante de la respiración en relación a la defensa personal es aquel que la vincula a la estructura psicológica de la persona. En este sentido, debe reseñarse que la respiración es un proceso involuntario, regulado a través del centro nervioso respiratorio, que a su vez se divide en área inspiratoria, área espiratoria y área neumotáxica. Ello no obstante, este proceso involuntario puede ser en parte voluntario, ya que existen conexiones entre este centro respiratorio y centros nerviosos superiores, regidos por la voluntad. De hecho, todas las personas son conscientes de que pueden tener un gran control sobre su respiración. Ante una situación de agresión, se produce, como se señaló anteriormente, una activación general del organismo. Las consecuencias, a nivel psicológico, pueden ser, según las personas, nerviosismo, pérdida del control, histeria, angustia, exaltación, etc., que se reflejan en la respiración mediante la adopción de un tipo de respiración alta o diafragmática. Esto puede ser percibido por el agresor, que advierte que provoca miedo en su víctima. Por el contrario, una respiración baja, profunda y relajada indica un estado de calma y de pleno dominio del estado de ánimo personal que, incluso, al ser advertido por el agresor, pudiera hacerle desistir de su intento. Por consiguiente, ante una agresión -y en la línea de lo expuesto en los apartados de postura, desplazamientos, movimientos del cuerpo, distancia y mirada-, la respiración debe manifestar un total equilibrio personal, para lo cual la misma habrá de ser de tipo diafragmática.

    En definitiva, la respiración, frente a un intento de agresión, juega un importante papel en un doble sentido. En primer lugar, porque gracias a ella se pueden dominar las reacciones que, de forma inconsciente e incontrolada, se producen tanto en el cuerpo como en la mente de la persona objeto del ataque, posibilitándose entonces el responder positivamente a las mismas. En segundo lugar, porque una correcta respiración manifiesta un estado de ánimo con repercusiones, por lo general, negativas para el agresor.


III. 7. El grito (KI AI)

    Ki ai significa, literalmente, “unión de los espíritus” (Villamón, 1999b: 321). Kawaishi (1963: 138) lo define como “una especie de grito más o menos estridente que emana de bajo vientre o tanden, punto de concentración de toda la energía física y mental del individuo.

    Corresponde más a una espiración completa y rápida que a un verdadero grito y constituye una autoexaltación para actuar inmediatamente y definitivamente, liberando toda la energía que almacena el cuerpo. Accesoriamente, el grito intimida al adversario y le paraliza durante breves momentos”.


III. 8. Las técnicas (WAZA)

    En un contexto, como es el de la defensa personal, en el que obviamente no existe una reglamentación -como acontece en el ámbito deportivo-, sino que lo que se halla en juego es la integridad personal e, incluso , la propia vida, hablar de técnicas es ciertamente complicado. La literatura existente prevé una gran cantidad de técnicas de defensa, que se escapan a cualquier intento de clasificación. Así, en una rápida enumeración, se describen defensas mediante proyecciones, inmovilizaciones, luxaciones, estrangulaciones, ataduras, golpes, presiones, pellizcos, paradas, defensas con cuerdas, palos, porras, fusiles, armas blancas, etc. Todas ellas serán válidas en la medida que sean capaces de proporcionar una buena defensa a la persona que es atacada. No obstante, y tal y como se dijo con anterioridad, serán las propias técnicas del judo las que marquen la pauta del desarrollo de este apartado.

    En este sentido, es sobradamente conocida la clasificación que de las técnicas de judo realiza Kano (1989) (Esquema 1), que si bien no es completa (faltan, por ejemplo, técnicas de bloqueo de golpes), sí que es más que suficiente para proporcionar a cualquier persona una gran capacidad de autodefensa.


Esquema 1: clasificación de las técnicas de judo de J. Kano

    A su vez, en el Esquema 2, se muestran los fundamentos de cada uno de estos grupos de técnicas, los cuales ineludiblemente deben cumplirse si se pretende que las mismas sean efectivas.


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