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Libros, Fútbol y Café
Horacio González, Juan Sasturaín, Walter Saavedra y Ariel Gravano (coord.)

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000

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    Bueno, yo quise jugar al fútbol y no me dio el piné, no me dio el cuero. Jugaba cuando era adolescente. Cuando vine a los 18 años a Buenos Aires del interior. Para mi el fútbol, como bien dice Horacio, era un fenómeno radial. Yo era hincha de Boca y sigo siendo hincha de Boca, como lo era mi viejo, y ahí no hubo ninguna posibilidad de opción, como tampoco la tuvieron mis hijos. Tiene razón Horacio en eso y eso no es una imposición. Eso se da naturalmente. Es muy grosero lo que estoy diciendo. Pero bueno, se da. Y yo vine en el año '63 a estudiar. Vine a estudiar letras y a jugar fútbol, a probarme en San Lorenzo. A hacer las dos cosas juntas. Al poco tiempo tuve que dedicarme a escuchar los partidos y a seguir la campaña de Boca en los sesenta, que fue una campaña muy hermosa en la época de Valentín hasta Madurga. Tuve durante muchos años un sueño recurrente, el único sueño que me acuerdo que he tenido, que volvía, que es un centro pasado, algo que más o menos pasa en el fútbol. Yo venía por la izquierda, y venía un centro pasado de derecha. Supongamos que caía dentro del área y vos venís de 10, posición de 10. En ese instante pensas en qué carajo vas a hacer, si le vas a dar como viene, con una zurda que no es la tuya, porque sos derecho y entrás por ahí, ó intentarás bajarla para amagar, agarrar para adentro y resolver de otra manera. Bueno, nunca en el sueño se resolvió. Y son cosas que nunca pude resolver, y probablemente por eso nunca pude jugar al fútbol al nivel que correspondía. Esa relación con el fútbol es de algún modo la misma relación que con la literatura. Siempre vienen centros pasados y algunos como yo no saben si darle ó no darle, ó pararla. Bien. Abandonado el fútbol como posibilidad concreta de juego, hay un cuento muy lindo de Marquitos Mayer en el libro: "Los cuentos del fútbol argentino", que es una antología muy linda, que se llama "Ver o jugar", que habla precisamente de esa diferencia porque el que ve es una experiencia y el que juega es otra experiencia absolutamente diferente. Bueno, yo me dediqué a ver fútbol y a jugar a verlo. En algún momento, como otras zonas de la experiencia muy íntimas del afecto, cuando llegó el momento de escribir digamos, -me pasó con alguna otra cosa, me pasó con las historietas, y me pasó precisamente con el fútbol también- insensiblemente caí en el fútbol como objeto de escritura. Escribí sobre fútbol, eso que no había podido jugar. Y he ido pasando por distintas etapas. Yo creo que los primeros textos sobre fútbol los escribí a fines de los '70, me parece. Alguna cosa para el humor..., seguro sobre los relatores. Era sobre la poesía de los relatores. Unos lugares comunes, pero bueno, La nube de fotógrafos de Fioravanti, El alto fuera de Lalo Pelliciari, Los lugares comunes de Alfredo Aróstegui, todos relatores de la época de los '50, Los míticos uruguayos, inclusive Muñoz el "nombrador", como lo llamábamos. Es decir que me dediqué a escribir sobre fútbol. Y escribí una serie, que después se juntó en "El día del arquero", era un poco la ética de..., un poco definir la condición humana de..., esto suena tan grotesco, pero, bueno , la afirmación primera era "Nadie tiene vocación para ser marcador de punta". El que le gusta el fútbol no nace queriendo ser marcador de punta. Puede haber un primer corte que es jugar o ser arquero. Porque ser arquero ya es otra cosa absolutamente distinta. El arquero juega al fútbol pero de otra manera, es el único que la agarra con la mano. Pero nadie nace con vocación de ser marcador de punta. Uno termina como marcador de punta, que es lo que habitualmente a todos nos pasa. Terminamos en algún lugar, terminamos con alguna mujer. No terminamos con aquel modelo ideal, consciente o inconsciente, que habíamos construido. Y uno termina con la camiseta número 4 puesta, pero no es la que uno hubiera elegido.

    A partir de ese texto, que se llamaba "Elementos para una teoría de un marcador de punta" y el texto del "Día del arquero", se me dio por escribir por ese lado del fútbol. Entonces escribí "El olfato de gol: un instinto perdido", es decir, sobre los distintos puestos, lo que era los lugares sociales, los lugares psicológicos de cada puesto. El espacio de laburo, el espacio de creatividad y después el otro mundo alrededor. Después escribí sobre otro personaje fronterizo, como es el juez de línea, ¿no es cierto?, el lineman. Otro que jamás pudo haber elegido un oficio tan puteable. Nadie puede haber tenido jamas vocación de lineman. Sí de árbitro, que es otra cosa. Pero de lineman, no. En fin. Bueno, es decir hay una primera zona que escribí con muchísimo placer que fue la vinculada con ... esta especie de , no me animaría a decir teorizaciones ni nada, pero bueno, es un poco divagar sobre esos aspectos del fútbol. Después en algún momento, escribiendo ficción, como en algunas historietas como Perramus o como en algunas de las novelas, apareció el fulbito, como no podía ser de otra manera. Aparecieron los jugadores. Y apareció la condición del futbolista. De los cuentos de fútbol hay un cuento que a mi me gusta mucho, que quiero mucho, que se llama "Campitos" y que el protagonista no es un jugador sino un canchero, el cuidador de una cancha y la historia de Campitos es la historia del origen del concepto de semillero. Es decir, "Campitos" es un ingeniero agrónomo y descubre alguna vez que existe cierta correlación entre los cultivos de distintas zonas del país y de donde vienen los jugadores. En algún momento, todos sabemos que Newell's y Central están llenos de jugadores, los Batistuta y todos esos son los tanos bien alimentados de la Pampa gringa, ¿no es cierto?, sur de Santa Fe, sur de..., todos los apellidos tanos que pueblan a Newell's y a Central desde hace tantos y tantos años, provienen de allí. Bueno, a partir de ese delirio, Campitos desarrolla toda una teoría, descubre que el lúpulo, la cebada cervecera coincide con la aparición de cierto tipo de jugadores, hace un relevamiento, yo no les voy a contar el cuento, pero Campito descubre que Corbata tendría que haber sido, de acuerdo a los cálculos, Corbata tendría que haber sido defensor. Porque no daba, no le da. Y que el loco Houseman tampoco entra en ninguno de los esquemas de lo que él ha descubierto. Es decir, como los patafísicos, descubre que la verdad en última instancia está en las excepciones, entonces, de algún modo, para evitar que pase lo que está pasando, todas esas conclusiones Campito jamás las divulga, porque supone un mundo en el cual se puedan programar los jugadores. Bien, en fin, me puse a escribir cuentos sobre..., con personajes de fútbol, en algunos casos. Y la tercera experiencia, que es la que estoy viviendo de algún modo ahora que jamás había pensado hacerla, es que me convertí por suerte, por suerte para mí porque es un laburo que me gusta y que me tratan bien, en periodista deportivo. Y yo no soy periodista deportivo, me da vergüenza decirlo, yo laburo en el suplemento, en la sección deportes del Diario Página 12, pero no me siento periodista deportivo. No he hecho reportajes como se debe, hay montones de cosas que no se hacer y que necesito de los..., tengo por suerte muy buenos compañeros que lo hacen, pero tengo la suerte de ir a la cancha gratis y de escribir sobre fútbol cuando me dejan, que es lo mejor que le puede pasar a uno. Tener un laburo en el cual esté tantas horas haciendo su trabajo. En alguna época nos dedicábamos a pelearnos con Sebrelli. ¿Por qué?, porque con Borges no..., no..., para qué nos íbamos a pelear con el maestro. Con Sebrelli era más fácil. Porque por izquierda o por derecha, si todavía esas categorías sirven para algo, aparecía anatomizado el fútbol como el ámbito de la estupidez, de la alienación, para la izquierda ocupaba el lugar de la religión, según el análisis, el famoso apotegma de Marx, que después la palabra apotegma se llama leperón, como opio, como opio de los jueves. Y por el lado de Borges la filosa definición de qué interés pueden tener 22 hombres grandes, tontos, corriendo detrás de una pelota. La palabra boludo es la que se aplica habitualmente en estos casos. Bueno, cuando uno asume que uno es el número 23, que es más grave todavía porque ni siquiera juega sino que escribe sobre eso, más allá de que uno admite los razonamientos, la lógica y la verdad de muchas de las cosas saludables que se dicen en contra del fútbol, hay una verdad que está sustentada en el hecho de que a uno el fútbol le gusta. Lo que uno trata de definir, para encontrar justificativo a lo que hace y no demasiadas contradicciones, es qué es lo que uno hace y porqué lo hace. ¿En qué lugar, todavía, en esta actividad tan bastardeada, tan infame, tan repugnante, como es la que vemos muchas veces en las canchas de fútbol, el lugar donde puede pasar continuamente lo peor, hay un espacio en que la pasión, el amor, el gusto y el placer nos convocan, y del cual volvemos cada vez con algo. Bueno, con eso, con ese residuo, y con el sentido de ese residuo es que tratamos de hacer esto que he dicho muy gruesamente, es literatura. No sociología. No, no, literatura, escribir sobre ese espacio que Horacio creo que describió con mucha perspicacia. Bueno, gracias.


Walter Saavedra

    Siento que tengo una coincidencia con Juan porque adentro mío también hay un muerto que es el futbolista que no pude ser. Por eso me identifico tanto con esa otra frase de Fontanarrosa: "Yo no tuve éxito en el fútbol por dos razones: primero, mi pierna izquierda, y segundo, mi pierna derecha". Así que abreviando fue más o menos así como nació en mí el relator de fútbol, que es ese el laburo mío, el relator de fútbol de radio. Y me dejó muy inquieto Horacio, pero muy inquieto me dejó, que después le voy a preguntar a Dante Zavatareli, que está por ahí, que conoce mucho de esto, si tiene razón Horacio, cuando habló de la decadencia del relato, y no elípticamente me estuvo diciendo a mí "Buscate otro laburo", pero sí tiene razón Horacio cuando habla de las exageraciones en el relato, de las desviaciones y de los barbarismos que solemos cometer los narradores en nuestra transmisiones de fútbol. Y de nuestra histeria también, fíjense que en una pared de mi casa yo escribí una frase creyendo haber sido muy original: "hacer el amor, y gritar un gol es llegar al orgasmo". Por eso detesto el cero a cero. Bueno yo, en realidad, quería hablar del tema de la literatura y el fútbol, ¿no?, de ese maridaje que existe entre la literatura, la música y el fútbol. Yo siempre pensé que el intelecto y el fútbol se trataban de "usted", y a mí me incomodaba, y dije: "Bueno, es hora de que comiencen a tutearse" y entré a buscar elementos que me desmintieran ésto, y algunos encontré, pero me lo desmintieron de manera parcial.

    Es decir, empecé a buscar la relación entre el fútbol y la música y la literatura, y de verdad que esa relación existe desde el fondo de la historia. Pero ¿qué pasa?, da la impresión que hace 30, 40 años atrás, esa relación era una especie de relación de amantes furtivos, ¿no?. No era algo declarado, y la impresión que tengo es que en estos últimos 10 años, por redondear, han comenzado a tener otra relación, es decir, creo que ya se tutean. Fíjense si no, quienes han escrito sobre fútbol: Bioy Casares y Borges, por ejemplo, parece increíble. Horacio Quiroga, ¿se acuerdan aquel uruguayo que escribió esos cuentos que después no te dejaban dormir allá, en la Selva Misionera. Bueno, Osvaldo Soriano, el Negro Fontanarrosa, Roberto Santoro - desaparecido -, Don Diego Lucero, (que más allá de ser considerado un periodista deportivo y haber sido jugador de Nacional de Montevideo también era un exquisito escritor). Bueno, el Negro Dolina y el poeta Héctor Negro, por ejemplo. Carlos Ferreira, que es periodista y es también poeta, Gustavo Saccomano, Juan Sasturain, que tiene cosas realmente bellísimas. Juan José Panno, y hablo de un lado y del otro del río, Benedetti, Galeano, y me voy más allá, y hablo de Brais Echenique, de Julio Ramón Riveiro, de Roa Bastos. Es decir, tal vez yo estaba equivocado cuando pensaba que no existía una relación entre la literatura y el fútbol.

    Después tenemos el tango, la música, Cadícamo se inspiró mirando el arco del triunfo para escribir "qué arco más debute pa' un gol de la fiera", por Bernabé Ferreira. Vicente Grecco le compuso a Racing, Agustín Bardi le compuso a Independiente, Alfredo D'Angelis le compuso a Bánfield. Gardel, Gardel le cantó a Pedro Ochoa, el "crack" de la ficción, y también le cantó a Domingo Tarasconi, aquel de Boca, capaz de hacer de media cancha un gol. Rubén Juárez le canta a Racing, a su Racing, está "el sueño del pibe", tuvieron sus propios tangos Onsari, Mumo Orsi, Pancho Varallo, Antonio Sastre, Moreno. Es decir, que hay una relación.

    La impresión que tengo es que parece que hace 30 años atrás, por ejemplo, no quedaba bien decir: "A mí me gusta el fútbol. Yo soy futbolero", y ser paralelamente un denominado "intelectual", ó un escritor. Parece que no quedaba bien. Ahora la impresión que tengo es que las cosas han cambiado y fenomenales escritores y poetas hablan sin rubor del fútbol, y el fútbol es nuestra cultura. El fútbol es nuestra cosa de todos los días. Podemos ser ateos o creyentes, pero de una u otra manera todos tenemos el fútbol metido en el léxico. Y si no, por ejemplo, ¿cómo se explica que un tipo hablando con otro en el bar le diga: "Mi mujer me agarró en "orsai"?. Es decir, el idioma del fútbol, - yo entiendo que el fútbol tiene un idioma propio - está vinculado al idioma común y a cada una de las acciones de nuestra vida, de nuestra cotidianeidad. Dijo Scalabrini Ortiz: "El domingo porteño es tristemente célebre por su tedio. Ahora, por lo menos, están los profesionales del fútbol". Y Homero Mansi, cuando escribió "Che, bandoneón", expresó:

"... y esas ganas tremendas de llorar, que a veces nos inunda sin razón y el trago de licor que obliga a recordar si el alma está en orsai, che, bandoneón"

    Y ¡Albert Camus!, oigan, Albert Camus dijo: "Lo que más se a la larga acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol". Albert Camus jugaba, creo que de arquero, en Argel, en la Universidad de Argel, y el fútbol para él era un elemento fundamental para su educación, o para completar su educación. Eduardo Galeano, bueno..., Eduardo Galeano también futbolero uruguayo, ha escrito cosas muy lindas. Lo que más..., Galeano ha escrito entre otras cosas: "Han pasado los años y a la larga he terminado por asumir mi identidad. Yo no soy más que un mendigo del buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico: Una linda jugadita, por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club ó el país que me lo ofrece". Y también le han cantado al fútbol..., Don Alfredo Zitarrosa, ¡la pucha!, ¡de pie señores!. Don Alfredo Zitarrosa cantó "Garrincha", un bellísimo candombe de Manuel Picón, donde no lo nombra a Garrincha en ningún momento. Garrincha es solamente el título de la canción, y es bellísimo. Bueno, Serrat, Serrat escribió y le cantó a Kubala, a Ladislao Kubala. Miren de quiénes estamos hablando. Ahora, más hacia acá en los tiempos Jaime Ross, Lalo de los Santos, que escribió "Vuela Aldo, vuela", por aquella palomita de Aldo Pedro Poy en aquella final que Central le ganó a Newell's y también en el otro tema "Canción de Rosario", tema de Rosario, Lalo de los Santos hace un par de referencias al Fútbol: "Rosario es el Parque Independencia". O habla de un domingo de Newell's y Central.

    ¿Quiénes más le han cantado al fútbol? Alejandro del Prado que escribió "La marcha de la pelota", Peteco Carabajal, que se inspiró después de aquel gol de Maradona a los ingleses para escribir y cantar la "Canción del brujito", por Maradona. Antonio Tarrago Ross, Los Piojos, Calamaro, Copani y un trío impresionante, Vinicius, Toquinho y María Creusa que cantaron y grabaron "Copa do Monde". Bueno, quería decir eso. En realidad yo tendría que estar de aquel lado y no de este, porque yo disfruto mucho de lo que exponen y lo que cuentan tanto Horacio como Juan, pero yo quería hablar de esto porque me ha marcado a mí en la vida, porque me ha obligado a buscar cosas que tengan que ver con el fútbol y con la literatura, porque me gusta la literatura y me gusta el fútbol, y pensar que tal vez yo estaba equivocado, que es mucho más estrecha la relación de lo que yo creía. Gracias.


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revista digital · Año 5 · N° 27 | Buenos Aires, noviembre de 2000  
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