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Libros, Fútbol y Café

Esta mesa se llevó a cabo durante la Jornada Fútbol, Cultura y Sociedad:
Imágenes y palabras,
organizada por el Instituto Histórico de la Ciudad
de Buenos Aires y el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte,
Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en el Centro Cultural General
San Martín, Buenos Aires, abril de 2000
(Argentina)

Horacio González
Juan Sasturaín
Walter Saavedra
Ariel Gravano (coord.)

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000

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Ariel Gravano

    Bien, vamos a empezar con un lugar común. El puntapié inicial de este panel... lo deben haber dicho ya en todos los otros paneles, supongo, pero es precisamente esto lo que tiene que ver con las palabras, con los símbolos, con cierto tipo de lenguaje que encontramos en los libros, que encontramos en las palabras dichas en un café, en una reunión entre amigos e incluso entre enemigos y en algo que constituye el eje de estas reuniones, de estos encuentros que es el fútbol. "Libros, fútbol y café" han sido las palabras que se tomaron como disparadores para escuchar a gente que está en una arena de signos respecto al fútbol que es importante porque tiene mucho que ver con lo que rodea y con lo que nutre al fútbol, como fenómeno cultural, como fenómeno masivo, como fenómeno popular. Vamos a escuchar entonces a Horacio González, a Juan Sasturaín y a Walter Saavedra. Mi nombre es Ariel Gravano. Yo voy a actuar de coordinador. La idea es que ellos expongan mas o menos en quince minutos una primera ronda y que luego la palabra pase a manos del conjunto, tanto ellos como ustedes y que puedan reflexionar a partir de esta primera ronda de manifestaciones iniciales. Voy entonces a dar la palabra a Horacio González, que él mismo va a titular sus reflexiones.


Horacio González

    Recibo el pase para tomar la expresión que de entrada nos conduce al tema, porque efectivamente, el relato futbolístico es una fuente primordial de inspiraciones, modelo, puente tendido hacia todos los relatos que no consideramos futbolísticos y que no había porque tildar así. El mundo está lleno de relatos, entre otros los futbolísticos. Pero en el relato futbolístico hay un drama que tiene una localización inmediata en su comienzo, por eso una palabra muy risible, no suele ocurrir en un relato, salvo en la Biblia que también es fuente maestra de relatos. Y con esto digo que el relato futbolístico ha tenido un comienzo que surge de un momento primordial, antes del cual no hay nada. Es cierto que hay otras voces. Estamos acostumbrados a ver todo lo que se habla antes de un partido, pero el momento inicial, la puesta de la pelota en juego, origina un momento especial de la voz, un momento a partir del cual una "nada" anterior inmediatamente se puebla de una necesidad intencional digamos, que se plantea imposible, es decir, traducida en el relato. Y esto, una voz atormentada, todo lo que ocurre en un lugar que tiene una fuerte visibilidad.

    En algún modo el relato del fútbol anuncia, y quizás su vigencia notable presupone, el hecho de que se propone efectivamente la representación imposible. De todos modos, el hecho de que el relato del fútbol esté en decadencia no sé si podría preanunciar finalmente, si se quiere ya lo estamos viendo, la propia decadencia del fútbol. Todos podemos recordar los viejos, los antiguos relatores, que pertenecen al ciclo de la radio y estos relatores estaban condenados a la tragedia de un relato que continuamente persistía en no poder contener a su objeto, su objeto movedizo, nervioso, apelotonado, lleno de circunstancias, de acciones que se superponen y por lo tanto superan la capacidad de la voz para contenerlos, superan la capacidad de la estructura silábica del lenguaje, de la estructura proposicional del lenguaje, digamos. Entonces el fútbol es un tipo de actividad humana que si tiene la esencia del juego es precisamente porque rompe y aniquila los modelos de la relación del habla con el tiempo. El fútbol tiene una temporalidad que continuamente desafía al lenguaje y por eso de algún modo, tiene un profundo encanto y yo asocio eso a su profunda tragedia de proponer un relato imposible. De eso vivieron los grandes relatores, los que yo recuerdo de mi adolescencia y sin duda digamos, buena parte de nuestra educación sentimental, de nuestra educación política y de nuestra educación literaria proviene de esos relatos que poblaban la tarde de las grandes ciudades con un soporte técnico como era la radio que te permitía el drama de la voz invisible persiguiendo esa empresa desmesurada de formular categorías del tiempo para los enunciados que finalmente me parecía que llegaba a la dificultad irresoluble de ese desafío. Esa escuela de los grandes relatores se ha perdido por razones comprensibles. Ha cambiado el modo en que percibe el fútbol las ciudades. Sin embargo sigue habiendo toda esta clase de relatos alrededor del fútbol y sigue habiendo una literatura del fútbol que por razones que no me animaría a identificar en una forma tan rápida,(no sé si fácilmente identificable) sigue siendo un viejo arcón de relatos, sigue siendo un viejo álbum, con un anaquel de metáforas que aún están disponibles, guiando el resto de los relatos como si fueran la locomotora central de los relatos.

    Por eso hay otros ámbitos del fútbol, como son los bares. Me pongo a pensar que pasa en un bar después de un partido, y ahí el relato recupera aquello de simultaneo que ha perdido, da la impresión que el gran desafío del relato en simultaneidad con el fútbol se ha perdido ( no es necesario que mencione a los relatores que hoy intentan recuperar lo que de algún modo pertenece a la memoria gramática de un país). La Argentina es un país de fútbol y tiene en su memoria gramática grandes gritos del fútbol, grandes momentos agónicos vinculados a la voz futbolística. Hay cuatro o cinco relatores en la televisión actual que intentan recuperarlos y me parece que sus intentos, pienso en uno de ellos que me parece interesante, no pasan forzosamente de cierto aspecto caricaturesco. La modulación de la voz, la forma de gritar el gol, están demasiado atravesadas por el modelo de la visualización futbolística que hoy propone la televisión, de modo tal que inevitablemente se excede en los aspectos paródicos, el relato tiene cierto aspecto clonesco y quizás ésto no le conviene a la tragedia del fútbol. El fútbol pierde efectivamente su tragedia en este nuevo relato y adquiere cierto aspecto circense que quizás lo remite a un espectáculo aún mas antiguo que el fútbol. Igual el circo no es mucho más antiguo, pero no de la impresión que el ideal de tragedia de las grandes ciudades, a las cuales el fútbol sirve aún hoy de una manera tan elegante, sea satisfecha por este modelo de relato que la televisión ha astillado casi definitivamente. Esta perdida cultural, creo que todos la sentimos en nuestra propia habla cotidiana, porque me da la impresión que se ha empobrecido enormemente el habla de los argentinos a partir de la caída, del ocaso vamos a decir, que no es el ocaso de los ídolos cristianos, pero es un gran ocaso para una sociedad que se haya perdido esa gran disputa dialéctica entre la representación de un juego y el modo desesperante y agónico con el cual la palabra intentaba detenerlo místicamente en un lugar esencial, fijado en la memoria colectiva, ¿no?.

    En los bares perdura algo que tiene elementos problemáticos del relato. Me parece que existe la cargada, y lo que es mucho más contemporáneo que se llama la gastada, que son dos movimientos muy parecidos. Sin embargo, la cargada es una expresión argentina de los años '40, en los años anteriores esto mismo correspondía a la expresión "titeo" que debe venir de la revolución francesa, que es humillar a alguien. Es decir, asociado a la suerte de un perdedor, así como otro puede estar asociado momentáneamente a la suerte de un victorioso, entonces, a cualquier relación microscópica, menuda, en un bar, se representa a través de ese nosotros futbolístico esta relación mutante entre la cargada y la gastada, que son aquellos que insólitamente se ven asociados a una bandería, a la suerte de su equipo de fútbol. Esto merece mayor análisis. Pero antes quiero decir que la expresión gastada también me parece parte de la decadencia del idioma de los argentinos, porqué la idea de cargada, que era ponerle algo a alguien, algo que no correspondía, es algo que indica, vamos a decir así, la vida misma; ponerle algo a alguien que alguien cree no tener es aquello que un interlocutor digamos, su compañero de trabajo en el diálogo, inevitablemente está destinado a hacer. Siempre le ponemos algo a alguien, lo cargamos y le revelamos algo que no querría saber, es decir, algo que de todas maneras todos somos, es decir, oscuramente peores de lo que imaginamos, oscuramente mas ridículo de lo que imaginamos y los bares tienen la función de revelar eso. Creo que vamos a los bares porque no nos resignamos a creer que seamos tan interesantes y tan aceptables como quizás soñamos, para destruir democráticamente nuestros sueños están los bares argentinos, los pocos que quedan, para aceptar el juego enorme de la cargada. Cuando se dice gastada es como una decadencia también, porque cargar es, de algún modo, la generosidad de incorporarle a alguien lo que no tiene y hacerle ver otra cosa que quizás no se quiera ver. Pero es momentáneo porque los partidos no tienen fin, el fútbol no tiene fin, ¿no?. En cambio la gastada es un trabajo mas insidioso. Creo que es así como nos hemos convertido los argentinos; seguimos produciendo el movimiento de la humillación con la futura generosidad de que el humillado después nos humillará después a nosotros, pero al gastar hay una idea del raspe, indica cierta agresividad en las relaciones que es lo que se nota en los bares cuando las personas son cargadas o gastadas respecto a las performances de un equipo.

    Esto quiere decir también algo muy interesante, casi es maravilloso, que el fútbol le permite mantener a uno una identificación extraña en un momento de escasas identificaciones. Cuando alguien dice ustedes, ese alguien es alguien que pertenece al conjunto de banderías , de emblemas, de escuditos. El fútbol es muy imaginativo y como las naciones del siglo XIX con sus banderas de todos colores y sus lemas, el fútbol tiene esos escuditos, que seguramente vienen de algún tipo de festividad medieval, de la plaza pública medieval. Los escuditos son muy simples, casi todos tienen el mismo diseño. Es un diseño antiguo, quizás de los años '20, de los años '10; Club Atlético Independiente, Club Atlético Platense, con dos o tres colores, estrellitas, hay una cierta ingenuidad, un candor en eso y sin embargo vemos de inmediato lo terrible que tienen, porque alguien que se incluye en ese "nosotros", quizás ni siquiera jugó , muy probablemente tampoco haya ido a la cancha y quizás ni siquiera lo vio por televisión al partido del equipo en cuyo "nosotros" está incluido. Pero eso supone una gran fatalidad y esa fatalidad tiene todos los toques del destino, digamos, que también supone una especie de habitación, de domicilio insoportable pero inevitable. Eso lo sabe todo hincha. Incluso lo sabe aquel que ha activado su biografía, ese modo que tienen, fácil los demás de donde agarrarlo. Pero el que esquiva ese modo, piensa que puede ser mi caso, no recordaba que nadie me haya cargado porque mantuve una enigmática nebulosa de mis pertenencias en ese campo, no en otros, pero ese es el que permite efectivamente, que basta que uno entre en un bar, apenas pasa la puerta y aparece ese "nosotros" e inmediatamente las personas son capturadas por un relato que ya no está mas en ese relato maestro de las tardes de fútbol, pero que está ahí en esos lugares que tienen esa oscuridad de las personas que se gastan a si misma. Eso es fuente generadora de relatos, porque un relato siempre es el lugar donde un yo piensa en sus desventuras.

     Entonces aún el fútbol (y no creo que ningún otro deporte, ni ninguna otra actividad humana) sigue permitiendo eso que parece tan gratuito puesto que se remonta a lo inexplicable; el acto por el cual alguien es de un equipo. Se remonta a lo inexplicable porque en general son herencias imposibles de descubrir y cuando esa herencia desvía al destino familiar, es mundo sin herencias y sin legados, sin legados culturales muy notorios, aunque por cierto los hay en todos los terrenos que uno puede imaginar, pero los del fútbol tienen esa particularidad: son legados estrictos de padres a hijos y sin embargo nadie piensa que puede ser una imposición insoportable. Son algo cuyo origen no se puede explicar; porqué se es de Boca, porqué se es de Huracán. El origen de esa explicación no se puede descifrar simplemente porque tiene un absoluto equivalente universal, es decir, por la misma razón porque alguien es de Fiorentina o de Parma y en ese sentido es un lugar mas oscuro donde si uno se propusiera investigar que ocurre reconocería que realmente se encontró con que es un hombre de creencias, pero al mismo tiempo estas creencias no tienen una explicación espontanea, vinculada a lo que habitualmente nos gustaría suponer de las explicaciones, un cierto juego de la razón; el fútbol no es irracional pero es algo que, de algún modo, continuamente está solicitándole al mundo de las identidades donde nace la razón, que moderen sus esfuerzos para capturar las personas porque ese tipo de identidad las ha capturado de otro modo y no creo que pueda explicar esto. Como todos sabemos estoy dando una versión lírica de algo que tiene aspectos terribles, demoníacos, mercantiles y que pertenece a una especie de neocapitalismo futbolístico que recorre todo el mundo y que no creo que sea del agrado de nadie y que continuamente pone a esta gran actividad al borde de su disolución, al borde de su conversión en un juego de gladiadores mecanizados sometidos a las grandes fuerzas económicas que son la fuente de las grandes injusticias que todos conocemos, ¿no?. El fútbol tiene la particularidad también de llevarnos a pensar eso, siempre y cuando ese pensamiento no sea producto de una incapacidad para ver lo que tiene el fútbol de singularidad, es decir, de ser la llave maestra de relatos, muchos de los cuales están en extinción y otros extrañamente perduran.

    Bueno, y en el minuto que me falta quiero decir algo que, en realidad, es lo que quería decir. La literatura del fútbol es una gran literatura y en la Argentina tiene grandes cultores, si bien no los conozco a todos. Me parece que en el fútbol, estos misterios de la identidad, este "nosotros", es una enorme volatilidad, una cosa tan difusa que uno no puede entender cómo alguien tenga que cargar un penal errado, una pelota que pegó en el poste, una gambeta mal hecha, y la tiene que cargar uno en el drama de una mesa donde toma café en la desteñible soledad que comparte con otro. Entonces esto es de una gran envergadura, tiene que ser cargados por personas muy frágiles. Entonces el fútbol es eso que se nos pierde, y que continuamente se nos aleja, inaprensible, y que sin embargo está ahí, en la mesa del bar. Tenemos que hacernos cargo del penal que erró Grillo en el partido con Bánfield, pongo deliberadamente un ejemplo de gran anacronismo, o un gol de Boyé. Entonces, hacerse cargo de eso es realmente un misterio para mí, y de ese misterio sigue viviendo el fútbol. Bueno, la gambeta, la finta, son signos de lo irrepetible, que aún suelen ser perseguidos y festejados, y ahí creo que tiene que ver, digamos, la literatura, o la literatura en sus temas más encumbrados, digamos, que también, en su movimiento, en su fraseo, en el aliento de su voz, tiene la idea de una finta irrepetible, de una gambeta, palabra evidentemente que proviene de otros idiomas, pero que también pertenecen hoy a la vida cotidiana del lenguaje argentino. Quiero entonces concluir con el ejemplo de la literatura futbolística que ha hecho Juan Sasturain. Quizás no sea su mejor lector, pero he leído sus libros y sus crónicas sobre el fútbol y me parece que al apoderarse de su objeto característico, el fútbol, encuentra en ese objeto el tesoro más preciado para ver como se soluciona la literatura, eso es lo que caracteriza el modo en que Juan forja a las criaturas del fútbol en su propio idioma literario, destinado a registrar que es el fútbol como una tragedia que continuamente encumbra, y cuando de esa tragedia se produce un deshilachamiento, una disgregación, una decadencia, las criaturas que parecían poderosas parecen frágiles, los esfuerzos mayúsculos aparecen como esfuerzos traicionados y ahí se encuentran las criaturas dignas de piedad, la compasión del escritor, o sea, todos los movimientos morales de la literatura aparecen en la literatura futbolística. Lo veo en la literatura que ha construido Sasturain, que es una gran literatura argentina que no es fácil leer, porque uno no sabe dónde leerla. Porque uno supone que no la lee del mismo modo como lo lee a James Joyce y no lo lee del mismo modo como se lee un diario, por eso también tiene el destino del fútbol, la literatura del fútbol; no saber certeramente su origen y no saber certeramente cuál es su mundo moral. Y sin embargo es un mundo moral muy fuerte. Es el más fuerte de los mundos morales. No en el sentido del moralismo, porque, por cierto, muy moral no es, sino en el sentido de que busca a la criatura humana como un manojo de fragilidades y en esa caída está permanentemente el aprendizaje. En ese enredo que hace que las ilusiones aparezcan como ilusiones perdidas, ahí, en la literatura del fútbol encuentra la fragilidad de la figura humana, y al mismo tiempo mueve al espectador, mueve al escritor y mueve al lector a preguntarse ¿qué hago con este hombre caído? Como ven, esa es la poderosísima pregunta de la literatura futbolística y lo veo en todo lo que ha hecho Juan. Justamente, aquello que nos lleva a preguntarnos la más terrible, la más difícil, que es esa pregunta, y que se ve también cuando se juega un partido que nos interesa, ¿qué hago yo con este hombre caído?. Bueno, era eso.


Juan Sasturain

    Voy a contar cosas mías, no me animo a teorizar, ni a hablar demasiado. Voy a contar un par de cositas mías que me han pasado con el fútbol, ó con la literatura y que me pasan. El otro día en Radar, el suplemento de Página/12, donde laburo, hay una seccioncita donde le preguntan a los que escriben o tratan de escribir, que otra vocación han tenido o que les gustaría ser si no hubieran sido lo que son. Me tocó que me hicieran esa pregunta y todos ya sabían lo que a mi me hubiera gustado, tal vez no como sustituto de lo que soy o lo que trato de ser, pero evidentemente me hubiera gustado, me hubiera encantado jugar al fútbol. Me hubiera gustado ser un jugador de fútbol como a muchos de mi generación. Al Negro Fontanarrosa cuando le hacen esta pregunta dice: "Yo escribo, sí, pero bueno, cuando yo era chico, yo soñaba con ser Ermindo Onega, no con ser Cortázar". Y por un desfasaje muy habitual que se produce entre este tema del fútbol, que ha sido retomado por ámbitos que habitualmente no lo tomaban y entonces hay unos problemas de código, de lenguaje y todo, ¿no?, esta declaración. este texto que estaba contando yo en cierto momento, en un texto, un texto sobre.... el guión de la película sobre el gordo Soriano, un video sobre el Gordo, yo contaba eso para hablar de Soriano, de la vocación de Soriano, fútbol también y la literatura. Entonces cité al Negro Fontanarrosa que decía y yo suponía que el Gordo Soriano igual, primero había soñado con ser jugador de fútbol y que la literatura había venido después, de otra manera, había entrado por la puerta del fondo, etc., etc. Entonces cité, oralmente como ahora, dije la ...., la cita, dije lo que decía Fontanarrosa, y cuando se desgrabó eso, Fontanarrosa aparece diciendo que él había soñado con ser el "Indio Nega". O sea que aquel que desgrabó, con muy buena intención y evidentemente con buen criterio, no tenía la mas reputísima idea de quién era Ermindo Onega. Sí sabía quien era Cortázar. Tal vez la diferencia entonces está que entre el que desgrabó y Soriano y Fontanarrosa es que saben quien es Cortázar y quien es Ermindo Onega también. Yo , el indio Nega no sé quien es. El indio Falunga si, pero el indio Nega, no. Bueno, en ese lugar de cruce y no es casual que aparezca Fontanarrosa o Soriano porque con otro, con otros compañeros que tenemos, que hemos tenido y tenemos ciertas cosas en común, está esa vocación de jugar al fútbol, ¿no?. Así que primero que nada te gusta el fútbol, pero te gusta el fútbol porque te gustó jugar al fútbol y uno de tus sueños fue jugar al fútbol en primera y tener camiseta. Miguelito Rep hizo un dibujo de ..., para ilustrar eso, hizo un dibujo de un Boca que yo adiviné por la deformación que era un Boca del '58 o '59, me puso de 9 ahí, me puso en lugar de Pepino Borello. Es un dibujo bárbaro.

Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 27   sigue Ü