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Los usos del fútbol en democracia

Licenciado en Sociología
(UBA)

Roberto Di Giano
robertod@efdeportes.com
(Argentina)

    El objetivo de este trabajo es analizar el paso de pautas de comportamientos y creencias que realizó el gobierno menemista a través del fútbol, con el fin de afianzar el nuevo modelo societario luego del proceso inflacionario que desbordó al gobierno radical. Es que se pusieron en juego en estos acotados funcionamientos discursivos (que exaltan y desechan sin mucho pudor los variados elementos que intervienen en el fútbol) ciertos componentes del proyecto político, económico y social que diseñaron para el país los sectores predominantes de la sociedad.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 26 - Octubre de 2000
Trabajo presentado en el IIIº Encuentro Deporte y Ciencias Sociales y
1as Jornadas Interdisciplinarias sobre Deporte. UBA - 13 al 15 de Octubre 2000

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    A fines del siglo XIX, un fecundo estudioso de los fenómenos sociales argentinos, el médico alienista José María Ramos Mejía, retrataba el mundo social que lo rodeaba, como un ambiente en donde reinaba la mediocridad dejando las capas medias y bajas, irresponsablemente, que los destinos del país lo decidiera un pequeño grupo de privilegiados. Así, este sector social que confundía, con mucha frecuencia, su propio interés con el interés público, vivía de manera rutinaria distanciado de las verdaderas preocupaciones y modalidades de vastos sectores de la población, que , lamentablemente para ellos, no podían definir tendencias políticas, económicas y sociales firmes.

    Un siglo después, el diagnóstico de este improvisado sociólogo volvería a tener vigencia como consecuencia de los profundos cambios registrados en la sociedad argentina en estos últimos años, que llevó a que amplias franjas de la población se encuentren cada vez mas desactivadas y dispersas. De esta manera una mayoría que se ha vuelto apática, cedió terreno ante una elite política y económica, que es la que decide los destinos del resto fomentando una falsa imagen de dinamismo.(muy lejos está el modelo económico y social impuesto por ella de tender al desarrollo de todas las regiones y sectores sociales del país).

    Es que el menemismo, una versión “aggiornada” del peronismo, introdujo en la tradición cultural de este movimiento cuya génesis se remonta a mediados de la década del cuarenta, muchos elementos de ruptura (fundamentalmente los que estaban mas sólidamente ligados a la posibilidad de poner límites, por lo menos en parte, a las injusticias sociales). Y a partir de su nuevo entramado, ya definitivamente alejado de principios igualitaristas, sedujo eficazmente a los grupos económicos predominantes del país, imposibilitados ahora de poder tejer alianzas con la corporación militar que había abandonado la escena política en el año 1983, poco tiempo después de su rotundo fracaso en la guerra de Malvinas (de allí que la política económica llevada a cabo por el menemismo fuera muy similar a la fijada bajo la dictadura).

    El peronismo de nuevo cuño, paradójicamente, se quedó así con las bases económicas y sociales de los regímenes que lo habían enfrentado y desalojado del poder históricamente. Lo que se articuló entonces, fue una singular coalición dominante que logró la subordinación inmediata de los sectores populares, que por varias décadas habían adherido, mayoritariamente, a un movimiento como el peronista que se había caracterizado, entre otras cosas, por mantener encendido un antagonismo social con los sectores liberales de nuestro país (siempre teñidos éstos por la ansiosa búsqueda del capital extranjero y los organismos financieros internacionales).

    Esta alianza que se estableció entre el poder político democrático y los grandes poderes económicos, pudo desactivar muy rápidamente las esperanzas depositadas en una política de fuerte contenido social, avaladas ellas por lo que siempre ha simbolizado el peronismo en el imaginario colectivo, porque lo que se había expandido como prioridad en la población era una demanda primitiva de orden, para salir, aunque sea a cualquier costo , de los efectos negativos de un proceso inflacionario que había desbordado al gobierno radical1 (Es bueno recordar que dicho partido no quiso revelar claramente a la sociedad, quienes habían producido esa suerte de golpe económico, porque lo que pretenderán en un futuro es seducir a esos grupos predominantes de una manera mas “inteligente”, para afirmarse en el poder sin tantos contratiempos).

    A partir de entonces, la misma fórmula económica que se ha propuesto como solución a las mas diversas crisis, y que a pesar de haber cosechado reiterados fracasos en las últimas décadas no ha perdido su eficacia ideológica, ya que vuelve a insistirse con la misma cantinela: para salir de la crisis hay que implementar políticas de ajuste (obviamente, ajuste de los sectores populares ya que los sectores dominantes siguen, mas bien, incrementando su fortuna). Y este ajuste viene avalado por una supuesta ortodoxia liberal, y sobre todo por la falta de contemplaciones, que la dota de la aparente eficacia propia de las soluciones drásticas.


Menem y el fútbol de elite

    Desde su posición de privilegio el presidente Menem fue tejiendo rápidamente redes con la selección nacional de fútbol, tratando de capturar a la opinión pública a partir del acontecer deportivo. Es así que, al poco tiempo de asumir su mandato, el gobierno, organizó un partido de fútbol con una propuesta solidaria: la recaudación del mismo se destinaría a los mas desposeídos.

    En este encuentro participaron los mejores futbolistas de nuestro país, y también Carlos Menem quién con su ritmo cansino llegó a jugar todo el partido. Así, su actuación marcaría un nuevo estilo, una forma novedosa de hacer política a partir de exhibirse corporalmente en un campo de juego.

    Posteriormente, días antes de iniciarse el campeonato mundial de 1990 que se desarrollaría en Italia, Menem firmó un decreto para que asumiera como embajador deportivo del país el brillante jugador Diego Maradona con la finalidad de propagar las virtudes de la “revolución productiva”.2 Es interesante resaltar que esta consigna modernizadora había sido utilizada como título en el libro que Carlos Menem escribiera con su compañero de fórmula Eduardo Duhalde antes de llevarse a cabo las elecciones presidenciales y luego sería repetida hasta el cansancio por los políticos vencedores.

    En lo referente, específicamente, a la actuación de la selección nacional en el campeonato de fútbol realizado en Italia, hay que mencionar que el equipo estuvo a cargo del director técnico Carlos Salvador Bilardo quien se ha caracterizado, desde su mas temprana etapa de jugador, por imprimirle un fuerte signo dramático a un juego como el fútbol.

    Bilardo, quién había asumido sus funciones en el año 1983, luego que cesara en sus funciones el anterior entrenador César Luis Menotti, le insertó, a esa superposición de estilos que demostró ser muy eficaz para lograr resultados durante el mundial de 1978 (pero no para desarrollar un juego pleno de virtudes técnicas y sutilezas como proponía con su arsenal de palabras el director técnico Menotti) una mayor rigurosidad en el plano táctico y organizativo. En base a ello el experto intentó que en la práctica deportiva nativa, poco o nada quede librado al sentido del juego, a la improvisación, encerrando así a los futbolistas en un abanico muy limitado de posibilidades que, por lo tanto, vieron domesticados en alto grado sus inclinaciones espontáneas. De allí que en ese entramado cerrado sólo había lugar para que pueda filtrarse en la cancha un rapto de genialidad de algún jugador superdotado, como es el caso de Diego Maradona (un héroe de características solitarias alrededor de cuya magia siempre giró la actuación de la selección nacional, aunque esta vez no alcanzara las mas altas cumbres como en el mundial de México, otorgándole así momentos breves de belleza a un deporte convertido en monótono.3

    El placer, entonces, fue reducido aun mas que en el período liderado por Menotti, sobre todo si se lo relaciona con el torneo mundial disputado en España en el año 1982 cuando el orden que se había conseguido en la Argentina, bajo la atenta mirada militar, se relajó en buena medida. Y esto se logró en provecho de valores fuertes como la disciplina, el esfuerzo físico y la búsqueda obsesiva de la victoria distanciada de la belleza colectiva, sellando así una modernidad futbolística que cada vez nos resultaba mas ajena.

    De allí que haciendo un balance sobre la actuación de la selección nacional en el campeonato mundial desarrollado en Europa, Carlos Bilardo se ocupara de resaltar lo siguiente:

“...Lo importante es que no defraudamos porque las cosas se hicieron con gran disciplina...”4

    Es que el director técnico argentino había impuesto en el campo deportivo una lógica que se encontraba alejada de los elementos más vitales y originales de nuestra cultura futbolística. De esta manera, a la comunidad deportiva del país no le quedó otra posibilidad que solidarizarse con los aspectos más superfluos de la práctica, como son los resultados.


Las voces del poder

    El presidente Menem recurrió a la más que vulgar (y lamentable) función modeladora de este deporte y encumbró a los jugadores de la selección, luego que estos derrotaran al equipo italiano y pasaran así a disputar la final del campeonato mundial, como ejemplos a imitar por todos los argentinos. De esta manera se intentó predisponer a la población para que hiciera todos los esfuerzos necesarios con el fin de que se pudiesen llevar a cabo cambios económicos y sociales que desde la nueva perspectiva adoptada por el primer mandatario (muy distante de la presentada en la campaña electoral) eran considerados valiosos ya que le valió la total aceptación de los mas poderosos adversarios del peronismo de ayer (tanto internos como externos):

“...Tuvimos 11 titanes dentro de la cancha. Ahora necesitamos 33 millones de titanes para sacar a la Argentina de su situación...”5

    Con la incorporación al universo futbolístico de significados que provienen de la esfera política, el presidente de los argentinos pretendió imponer a los diversos actores sociales, una creencia que esté más de acuerdo con la requerida por la disposición económica. De allí que los mensajes producidos por Menem fueran reforzados por Camdessus, titular del Fondo Monetario Internacional, uno de los principales organismos al cuál la política económica del menemismo había decidido subordinarse:

“...Ustedes tienen once héroes(...) en Roma y tienen que utilizar su ejemplo para tener constancia, coraje y consecuencia en el sacrificio que implica el plan económico...”6

    Así, también a través del fútbol, el deporte de mayor relevancia para los argentinos, los grandes personajes del mundo económico intentan delinear conductas y prescribir comportamientos. (Pero es bueno aclarar que esas demandas de austeridad y dedicación abnegada al trabajo terminan siendo absorbidas por una mayoría, porque la minoría que se beneficia con las políticas diseñadas a nivel mundial por dicho organismo financiero seguirá disfrutando de sus privilegios).

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