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Educación Física inclusiva en el ámbito de las aulas estables

 

Licenciada en Ciencias de la actividad física el deporte (UPV-Vitoria)

Profesora de Educación Física y Primeros Auxilios en bachillerato

Monitora en Federación de Deporte Adaptado de Bizkaia

Isabel de Poza Gutiérrez

isabeldepoza@gmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          El presente artículo aborda desde un parecer ensayístico la cuestión de las personas con discapacidad y su derecho a la igualdad educativa. Para ello, realiza un recorrido sobre el concepto de discapacidad, tomando como eje la educación en escuelas estables

          Palabras clave: Discapacidad. Educación. Derecho. Escuelas estables.

 

          Este artículo fue producido en el marco del Curso Discapacidad y Educación Física: un abordaje desde los Derechos Humanos. Docente a cargo: Emiliano Naranjo.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 196, Septiembre de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Se calcula que hay actualmente en el mundo 650 millones de personas que viven con discapacidad. Si tenemos en cuenta el aumento de la población mundial por un lado, y los avances en el campo sanitario causantes de una mayor esperanza de vida, es bastante previsible que el porcentaje de personas que sufran una discapacidad en el futuro vaya incrementándose con el paso de los años. Es precisamente a medida que avanza la edad cuando van surgiendo discapacidades de muy diversa índole. En otras palabras, todas y todos los que pasamos por el planeta somos susceptibles de tener una discapacidad en uno o varios momentos de nuestra vida, de forma temporal o permanente.

    Si atendemos a la realidad de un entorno cercano, nos encontramos con que en España, según datos de un estudio del INE (Instituto Nacional de Estadísticas), en 2008 había 3,85 millones de personas con discapacidad, o dicho de otro modo, 85,5 personas de cada mil tenía una discapacidad. Según este estudio, el 67,2% de estas personas presentaban limitaciones para moverse o trasladar objetos, el 55,3% tenía dificultades relacionados con las tareas domésticas y el 48,4% aseguraba tener problemas con las tareas de cuidado e higiene personal. Llama la atención la lectura de estos datos, ya que más de la mitad de las personas con diversidad funcional no llega a cubrir como cualquier otra persona funciones básicas de la vida diaria como pueden ser trasladarse a de su casa a otro lugar, ducharse, o poner la lavadora. O dicho de otro modo, no consiguen ser autónomos para realizar su propia vida.

    Llegados a este punto surgen varias cuestiones a partir de los datos recogidos: si las personas con discapacidad no consiguen ni siquiera realizar tareas básicas de la vida cotidiana...¿Cómo podrán acceder a otro tipo de situaciones más complejas como ser escolarizados o matricularse en estudios superiores, conseguir un empleo lejos de su casa o participar del ocio con sus vecinos, amigos y familiares?, ¿por qué motivo nuestra sociedad hace que las personas con discapacidad parezcan ciudadanos de segunda y a la vez grita a los cuatro vientos que todos somos ciudadanos iguales y con los mismos derechos? ¿Realmente los poderes públicos hacen todo lo posible para garantizar a este colectivo una vida digna y en igualdad de derechos y de acceso?

    Si nos centramos en el entorno educativo, también encontramos datos significativos: según el estudio anteriormente citado un 97,2% de los niños con discapacidad de entre 6 y 15 años se encontraban escolarizados durante el curso 2007/2008 de los cuales un 19,1% estaban matriculados en centros de educación especial, el 32,2% se encontraban en la escuela ordinaria sin ningún tipo de apoyo, y el 45,9% también en escuela ordinaria en régimen de integración.

    En efecto, llama la atención que menos de la mitad de los alumnos con diversidad funcional estén integrados con el resto de sus compañeros y que un número importante ni siquiera tenga acceso a los apoyos necesarios por parte de la administración. ¿Acaso no deberíamos tener todas y todos el mismo derecho a participar en cada uno de los ámbitos sociales en igualdad de condiciones? Simplemente es una cuestión de justicia y de derechos humanos. A lo largo del siguiente trabajo ahondaremos en estos conceptos y en la realidad que envuelve al mundo de la discapacidad dentro del ámbito educativo y en el proceso evolutivo que se ha dado a lo largo de la historia de la educación, desde la segregación hasta los modelos de inclusión y el modelo de aula estable.

Evolución del concepto de discapacidad

    Existen muchos modelos a través de los cuáles se puede explicar la noción o concepto de discapacidad a lo largo de la historia. Este concepto es variable en cuanto al sentido que se le ha atribuido con el paso de los años y en todas las explicaciones posibles existe un factor común: el prisma ideológico, económico y social a través del que observaba cada una de las sociedades desde la Grecia Clásica hasta nuestros días. Si queremos ahondar en el ámbito educativo, es imprescindible hacer un recorrido por la evolución histórica del concepto de discapacidad para luego observar esas diferencias conceptuales en los diferentes modelos de escuela. Quizás así podamos entender un poco mejor el punto en el que nos encontramos hoy en día.

    Contextualicemos pues a lo largo de la historia las distintas corrientes. El Modelo de Prescindencia de la Grecia Clásica y de Roma, se sujetaba a dos características esenciales: por un lado se consideraba que la discapacidad era un castigo de los dioses por un pecado cometido por los padres o una advertencia, es decir, existía una justificación religiosa de la discapacidad. Por otro lado, se consideraba a las personas según la utilidad que tenían para la sociedad en la que vivían, por lo tanto una persona con discapacidad no tenía nada que aportar a su sociedad y su vida no merecía ser vivida, por lo que la práctica del infanticidio era habitual para evitar que las niñas y niños con discapacidad congénita fuesen una carga para la sociedad. En el caso de que la discapacidad fuese detectada a posteriori, su lugar dentro de la sociedad era realmente muy precario, siendo en su mayoría destinados a la mendicidad o al mundo del entretenimiento.

    Durante la Edad Media, la práctica de infanticidio fue desapareciendo por motivos de corte religioso, ya que los valores cristianos inculcaron respeto por la vida de todo ser humano, aunque muchos morían por falta de recursos. A diferencia de la Edad Antigua, en esta época sí ocupaban un lugar en la sociedad: la marginación. Era un grupo social necesario para la práctica de la caridad promovida por la religión cristiana y las doctrinas de Jesús. Es durante ésta época cuando comienzan a aparecer los primeros asilos y orfanatos con el fin de ponerles al servicio de Dios más adelante. El hecho de que viviesen de la caridad y de las limosnas de personas ricas, hizo que las diferencias de clase social fuesen cada vez mayores.

    Cabe reseñar la obra que Luis Vives realizó en el siglo XVI en los Países Bajos que, desde una mezcla de valores clásicos de corte humanista y cristianos, consiguió discriminalizar la mendicidad y trató de enseñar oficios a los pobres y mendigos con el fin de buscar su utilidad dentro de la sociedad, incluyendo a las personas con discapacidad. Todo desde una perspectiva no solo privada, sino desde los municipios y desde el sector más público. Esto sería el preludio al modelo rehabilitador que surgiría entre los siglos XIX y XX. Este modelo buscaba la cura o “reparación” de las partes dañadas para refuncionalizar a las personas con el objetivo de incluirlas dentro de la sociedad como parte activa y útil. Mediante tratamientos médicos y la institucionalización de las niñas y niños que no eran “normales” se buscaba su integración en la sociedad, si bien es cierto que se les privaba de su niñez, coartándoles de experimentar relaciones esenciales como las que se dan en el juego, o la protección de sus seres queridos. Era sin duda una forma cruel de exclusión social.

    En la línea de Luis Vives, surgió la labor de Ponce de León a mediados del siglo XVI, que en el monasterio de San Salvador de Oña en Burgos enseñó a hablar a un sordomudo, con lo que se puso en práctica por primera vez en la historia la Educación Especial a través de un método revolucionario: la sordomudística. Poco a poco esta forma de concebir la educación fue traspasando fronteras y discapacidades, y durante los siglos XVIII y XIX se concibió la educación especial entendida en términos actuales, en su inicio para niñas y niños sordos y con diversidades funcionales visuales y siguiendo por los que tenían discapacidades intelectuales.

    A finales del siglo XX (principios de los 70) surge el modelo social de la discapacidad, mediante el cual hay un cambio de paradigma, descentralizando la discapacidad como origen del “problema” y trasladándolo a la propia sociedad y su modo de ver a dichas personas. Se podría decir que el concepto de discapacidad es creado por la misma sociedad por no ser prestadora de los servicios y apoyos necesarios para paliar los efectos de la discapacidad para vivir una vida digna. Por ello se comienza a reivindicar la autonomía de las personas con discapacidad y surge el movimiento de vida independiente como derecho humano y fundamental.

Modelos de escuela

    El tratamiento que se ha llevado a cabo a lo largo de la historia al concepto de discapacidad ha sido claramente el principal motor ideológico a la hora de concebir la forma en la que educar a las niñas y niños con discapacidad. El concepto de escuela, a su vez, ha ido evolucionando desde los modelos más restrictivos y etiquetadores hacia el modelo de escuela inclusiva que se intenta poner en práctica en la actualidad.

    De esta forma, se pasó de la escuela basada en un modelo del déficit a principios del siglo XX y durante varias décadas al actual modelo de escuela inclusiva, donde todos los alumnos se suponen en igualdad y susceptibles de ser educados en el mismo espacio aunque con diferentes objetivos y adaptaciones en el curriculum para atender las necesidades derivadas de la diversidad funcional.

    El modelo del déficit iba directamente unido al modelo rehabilitador de la discapacidad, donde las personas se estigmatizaban debido a una o varias patologías diagnosticadas por un médico y se formaban grupos homogéneos etiquetados. La Educación Especial en aquel momento se entendía como una forma de rehabilitar a estas personas en contextos separados de la Educación convencional, creando espacios segregados con objetivos muy distintos a los del curriculum de la escuela ordinaria.

    Por suerte, una serie de factores hicieron que poco a poco se fuesen superando estos modos de concebir la educación de las personas con discapacidad, aunque señalaré dos por su importancia: por un lado la adquisición de un nuevo modelo (el modelo social) que hizo que muchos países comenzasen a desarrollar experiencias de inclusión en sus servicios sociales. El modelo social de la discapacidad asumía que era la sociedad la que, por las barreras tanto arquitectónicas como de pensamiento, aumentaba o disminuía el grado de discapacidad de una persona. Es evidente que una persona en silla de ruedas no tiene el mismo grado de autonomía en el desierto que en una ciudad con las adaptaciones necesarias tales como las aceras rebajadas. Y por otro lado la aparición del concepto de Necesidades Educativas Especiales (NEE), cuyo origen partió del informe Warnok en Gran Bretaña, que promovió un cambio de paradigma a la hora de establecer los objetivos y de llevar a cabo las evaluaciones, cada vez más centrada en los procesos de aprendizaje.

    En este sentido, y centrándonos en el caso de la educación en España, ya en el año 85 se trató de implantar el modelo nórdico de aporte de los recursos y apoyos necesarios para incorporarles a la escuela ordinaria. Más tarde la LOGSE (1990) incorpora artículos en los cuales se habla de integración y normalización escolar y se especifica que sólo se derivará a centros de educación especial en caso de que el centro no pudiese atender convenientemente las necesidades de las niñas y niños con discapacidad. La lógica y, sobre todo, el incumplimiento de algunos de los derechos humanos especificados en la Declaración Universal de Derechos Humanos pedían a gritos una nueva vuelta de tuerca en la ley educativa: el hecho de que todos los seres humanos somos libres e iguales en dignidad y derechos (art. 1), la no distinción fundada en la condición jurídica de las personas (art. 2), y el derecho a la educación, cuyo objeto será el pleno desarrollo de la personalidad humana (art. 26), hacían necesaria una mayor evolución hacia una educación más inclusiva. La pregunta era la siguiente: ¿cómo se puede formar la personalidad de futuros integrantes de una sociedad si se les educa al margen de ella?

    Actualmente la LOE (2006) garantiza una serie de derechos educativos que dan respuesta a la reflexión que surgía de la anterior ley educativa. Esta nueva legislación promueve la equidad como garante de la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa y la no discriminación, y la transmisión y puesta en práctica de valores.

    Pero cuando parece que todo el alumnado va a formar parte de un mismo ámbito educativo surge una nueva experiencia educativa, las aulas estables.

Las aulas estables, un camino intermedio entre la escuela segregadora y la escuela inclusiva

    Es un hecho que ha existido una clara evolución en el tratamiento de las personas con discapacidad en el ámbito educativo desde la segregación en centros específicos hasta el actual modelo de integración en centros educativos ordinarios. Pero, aunque han surgido muchas experiencias en cuanto a formas de adaptación del currículo para llevar a cabo la tarea educativa de la forma más individualizada posible, también han ocurrido grandes dificultades a la hora de concluir dicha inclusión del alumnado con las discapacidades más graves en el aula ordinaria. Los propios docentes y profesionales encargados de desarrollar dichas adaptaciones se han encontrado con numerosas dificultades en la puesta en práctica, y la realidad de los centros han hecho que se llegara a lo que hoy son las llamadas Aulas Estables, aludiendo que no hay que olvidar los objetivos generales establecidos para las diferentes etapas educativas.

    Por definición en documentos oficiales, las aulas estables “son aulas que se crean en centros ordinarios para dar respuesta a aquel alumnado gravemente afectado que no puede compartir el currículo ordinario, aún con las adaptaciones pertinentes, o sólo puede compartirlo en una parte mínima”.

    Hay una serie de características que definen al aula estable y que se detallan a continuación:

  • Cada aula tiene asignado un tutor, cuya especialidad es Pedagogía Terapéutica (PT). Además cada aula cuenta con un auxiliar para desarrollar tareas asistenciales, entre otras.

  • El número de alumnos por aula, dependiendo de las discapacidades suele ser de 5 alumnos, aunque existen algunas con 6 y con 4.

  • El curriculum se adapta de manera muy significativa.

  • Necesita una dotación material y equipamiento específico para desarrollar el currículo.

  • Tiene un espacio físico propio integrado en el centro ordinario, en el cual se planifica y realiza parte de la tarea educativa.

  • Se comparten los espacios comunes de recreo o comedor entre otros, así como de horarios y calendario escolar.

    Uno de los fines generales de la LOGSE se trata de la educación integral e individualizada del alumnado, por lo que, si tenemos en cuenta las necesidades educativas especiales que presentan algunos alumnos con discapacidad, podríamos pensar que el aula estable es un buen recurso para garantizar la individualización que necesitan para desarrollar muchas capacidades y aprendizajes.

    Pero el hecho de que un alumno forme parte del aula estable, en teoría, sólo debería servir como recurso para algunos casos, es decir, nunca se debería cuestionar la posibilidad de conseguir una integración total o parcial (en áreas concretas). En caso de encontrar la opción de que un alumno de aula estable pueda compartir el currículo ordinario debería ser objetivo primordial potenciar y desarrollar dicha tarea a modo inclusivo con el resto del grupo, aunque, por desgracia, esto no suele ser así en el día a día de los centros educativos, y en el caso de la asignatura de Educación Física en concreto, en muchas ocasiones la tarea de inclusión queda sujeta a la buena voluntad de los docentes y no por derecho.

    Si enfocamos esta experiencia desde el modelo social de la discapacidad, se podría decir que es la propia sociedad, y, en este caso más concreto la comunidad educativa y los poderes públicos, los que aún siguen creando guetos dentro de lo que, curiosamente, se denomina escuela inclusiva. Como se hace referencia anteriormente, en muchos casos es necesario crear adaptaciones en el currículo para individualizar los criterios, los ritmos de aprendizaje, los contenidos etc., pero, probablemente, con más apoyos externos la mejora en cuanto a la inclusión de estos alumnos en el aula ordinaria sería ostensible, aunque es cierto que habría que tener en cuenta que ciertas materias encierran una complejidad en cuanto a objetivos relacionados con los contenidos en muchos casos inalcanzables para parte del alumnado de aula estable, y en ese sentido debemos ser realistas.

    Volviendo a lo más cercano, al área de Educación Física, es una realidad que en los centros no se incluye al alumnado de aula estable dentro de las sesiones, si bien es cierto que es un área en el que, con los apoyos humanos adecuados, y la formación en deporte adaptado y actividad física adaptada por un lado y sensibilidad por parte del profesorado hacia la inclusión, seria viable la acción inclusiva. Pero en la práctica estos alumnos no son incluidos en las programaciones ordinarias, siendo en su mayoría derivados a fisioterapeutas (volvemos una vez más al modelo rehabilitador de la discapacidad), o bien se quedan en la propia aula desarrollando otras actividades, existiendo excepciones que, como se ha señalado anteriormente, quedan sujetas a la buena voluntad del docente en cuestión.

    Si todo alumno tiene derecho a horas de actividad física dentro del horario lectivo, es por derecho que el alumnado de aula estable debe tener las mismas horas que el resto de sus compañeros. Son precisamente los poderes públicos, en este caso el ámbito educativo, los que deben proporcionar los apoyos necesarios que se apuntaban anteriormente: personas que asistan en vestuario o dentro de la propia actividad, formaciones específicas para el profesorado de Educación Física, actividades de sensibilización para el alumnado general, etc., y para ello se deben destinar los fondos necesarios, para crear una sociedad justa y en igualdad de oportunidades desde todos los ámbitos de la vida.

    Como se alude en la LOGSE, “La educación permite, en fin, avanzar en la lucha contra la discriminación y la desigualdad, sean éstas por razón de nacimiento raza, sexo, religión u opinión, tengan un origen familiar o social, se arrastren tradicionalmente o aparezcan continuamente con la dinámica de la sociedad”.

    Hagamos de esta declaración de intenciones una realidad.

Bibliografía

  • Chávez Penillas, F. La construcción social de la discapacidad. REDI.

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  • http://lauragomezeducacionespecial.blogspot.com.es/2010/03/historia-de-la-educacion-especial-en.html

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  • http://www.hezkuntza.ejgv.euskadi.net/r43-573/es/contenidos/informacion/dig_publicaciones_innovacion/es_neespeci/adjuntos/18_nee_110/110019c_Doc_IDC_aulas_estables_e.pdf

  • http://www.ine.es/revistas/cifraine/1009.pdf

  • http://www.upv.es/ccoo/Legislacion/General/logse.htm

  • Naranjo, E. Inclusión y justicia: el sentido de la educación contemporánea. Entrevista a Emiliano Naranjo. EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Nº 170, 2012. http://www.efdeportes.com/efd170/inclusion-y-justicia-entrevista-a-emiliano-naranjo.htm

  • Organización de las Naciones Unidas (ONU) ¿Qué es un Derecho Humano? Carta de derechos humanos.

  • Palacios, A. Modelos de Discapacidad. REDI.

  • Vallejos, I. Modelo social y médico.

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