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Barrabravas en Argentina: concepciones tradicionales 

frente a un nuevo modelo de intervención violenta

 

Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Maestra en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM, México

Candidata a Doctora en Ciencias Políticas y Sociales

Orientación Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México

Natalia Isabel D’Angelo

natidangelo@gmail.com

(Argentina)

 

 

 

 

Resumen

          El presente artículo aborda el problema de la inadecuación de los sentidos más difundidos sobre la violencia en el fútbol. Esto es producto de la convivencia de viejas concepciones acerca de las acciones de los públicos exaltados en el fútbol y nuevos problemas asociados a la acción violenta de las barrabravas. De este modo, se produce una suerte de polisemia cargada de contradicciones, que muestra a las barrabravas como entidades caóticas, portadoras de irracionalidad y caos, al tiempo que se les adjudica otra serie de calificativos que suponen acciones planeadas y actores con capacidad de utilizar la violencia en términos racionales e instrumentales. En este sentido, el artículo propone la revisión de elementos teóricos presentes en las concepciones que se encuentran presentes en la prensa y son una propuesta de interpretación a la luz de las evidencias sobre el tipo de inserción en el espacio sociopolítico argentino.

          Palabras clave: Barrabravas. Violencia fanática. Masas. Organizaciones. Redes.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 17 - Nº 168 - Mayo de 2012. http://www.efdeportes.com/

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La violencia: la vieja aliada del fútbol argentino

    La violencia en el fútbol argentino no es un fenómeno novedoso, ha estado presente desde su llegada e implantación a fines del siglo XIX; ha permanecido durante el amateurismo, y no logró resolverse durante su etapa profesional que iniciada en el año 1931. Sin embargo, en los últimos años, el problema se propagó y adquirió una centralidad inusitada. Este incremento se dio junto a un notorio cambio en las formas de violencia y una ampliación de los espacios de actuación por parte de quienes participan de la producción de daños. De este modo, la transformación más notoria y evidente permite afirmar que los enfrentamientos, que en principio podríamos denominar como “de tipo tradicional”, caracterizados por episodios producidos en el espacio del estadio o en sus inmediaciones, entre parcialidades contrarias, han descendido notablemente para dar lugar a otro tipo de eventos violentos en los que se supera el terreno de la rivalidad deportiva trasladando la confrontación a otros ámbitos y a otros rivales. Estas nuevas formas de confrontación violenta en donde se detecta la participación barrabrava pero que escapan al espacio y tiempo de la actividad deportiva, y en buena medida, también lo hacen respecto a cuestiones derivadas del propio deporte, exigen de nuevos planteos e interpretaciones sobre el actor y su relación con el entorno, así como también sobre los móviles que dan sentido a sus intervenciones y las formas en que lo hacen. Todo ello supone mover el eje de interpretación de aquello centrado en lo deportivo y entender al actor como parte de una red mayor, por medio de la cual ha trascendido el espacio en el que se gestó. Ello conduce a un replanteo de la utilidad de algunas categorías y obliga a repensar los enfoques con los cuales abordar el problema.

    A partir de registrar una serie de notas periodísticas sobre episodios de violencia en el fútbol argentino, se encontró en ellos, una notable presencia de elementos que responden a concepciones sobre el comportamiento colectivo que hacen énfasis en la propensión a la pérdida individual de racionalidad, cuando el individuo se encuentra sumido en masas. De modo que estos elementos conforman una suerte de esquema conceptual que domina el entendimiento sobre los actores violentos en el fútbol argentino. El problema, más allá de aceptar o no, la validez de esas concepciones sobre el comportamiento colectivo, está en que los fenómenos que se engloban en la llamada violencia en el fútbol, tienen variadas manifestaciones y protagonistas lo que hace imposible validarlos en una misma y única categoría. Con frecuencia, lo que se nomina como eventos violentos en el fútbol incluye a participantes que no son homologables. Por empezar, podría decirse que es posible distinguir, al menos, a dos sectores dentro del público futbolero que participan de diverso modo en acciones violentas. Por un lado se encuentran los grupos organizados que pertenecen a la hinchada, calificados por algunos autores como “hinchas militantes” (Archetti, 1985; Moreira, 2006; Salerno, 2006) que constituyen el sector expresivo de la tribuna, que acompaña con cantos, banderas a su equipo y que se caracteriza por desarrollar un tipo de violencia verbal y descalificativa frente al adversario deportivo, por sobre la física. Con frecuencia, éstos son aislados en términos analíticos de los sectores violentos, sin embargo no siempre permanecen al margen de los actos de violencia que ocurren en los estadios y en sectores próximos. Pero en todo caso, su participación se restringe al terreno deportivo. Por otro lado, se encuentra el sector claramente identificado con la violencia: las barrabravas. Éstos detentan un arco de repertorios violentos mayor al de los hinchas militantes, como se verá más adelante. A menudo este aspecto es pasado por alto para presentar toda violencia como sinónimo de barrabrava y todo evento violento como producto de ésta. Con ello se da lugar a una yuxtaposición de calificativos que generalmente apuntan en direcciones contrarias. En consecuencia, el discurso periodístico, presenta a la violencia en el fútbol desde un punto de vista parcial, en el que se mezclan actores, situaciones y concepciones de los mismos, en una sola visión simplificada y confusa. O aún peor, cuando los distingue lo hace a partir de una visión extremadamente idealizada y carente de referente real del hincha por sobre el barrabrava.1

    A modo de hipótesis puede plantearse que la confusión se origina en el hecho de aglutinar bajo los términos del análisis del comportamiento colectivo tanto a hinchas militantes como a barrabravas. Y en efecto, el aparente caos que genera la participación multitudinaria en actos violentos y la imposibilidad de discriminar a los grupos comprometidos en ese accionar, lleva a que parte de los análisis se inclinen por recurrir a categorías derivadas de las teorías de la psicología de masas. Sin embargo, el análisis detallado de episodios puede mostrar la inconveniencia de esta simplificación. En este sentido, este trabajo se plantea distinguir las acepciones que están detrás de cada concepción acerca de este actor para finalmente proponer una lectura acorde a las características actuales del fenómeno. Para ello se recurre a un análisis de materiales de la prensa escrita a partir de los cuales se exponen una serie de contradicciones que tiñen los discursos referidos a las barrabravas en pos de rescatar y reconstruir algunos elementos sobre los cuales partir para la re-conceptualización de éstas.

Rasgos de las teorías del comportamiento colectivo en los discursos de la prensa

    Durante muchos años, la violencia el fútbol respondió a un patrón de rivalidad futbolístico que se enmarcaba en pasiones desmesuradas y por lo tanto los eventos violentos se presentaron como impulsos irracionales de las muchedumbres exaltadas y movidas de forma unívoca hacia la violencia. Por ejemplo, el diario La Nación señalaba:

    Ya se sabe que toda explosión apasionada en la muchedumbre tiene su origen en los gestos de disconformidad y las protestas airadas con que los jugadores reciben casi sin excepción los fallos que les son adversos. Son esos gestos incultos y antideportivos –que por profesionales debían ya adquirir una mayor noción de mesura y discreción- el origen real o indubitable de los desagradables tumultos que empañan tan a menudo las jornadas futbolísticas. (La Nación, 15 de agosto de 1932, citado en Fabbri, 2008: 32)

    Estas afirmaciones se pueden analizar a la luz de las propuestas que dentro de las ciencias sociales se conocen como teorías del comportamiento colectivo, cuyo centro de atención se orientó hacia el estudio del comportamiento de las masas o psicología de las masas. En particular, en este párrafo se pone de manifiesto la visión del fenómeno de las muchedumbres de acuerdo con la teoría del contagio, la cual sostiene que los individuos en estos contextos sufren la pérdida de la autoconciencia, lo que provoca un descenso en la resistencia social acompañada de un incremento de la conformidad con el grupo.

    Desde las primeras versiones, estas teorías se caracterizaron por ver en las masas un fenómeno carente de virtudes. Para autores como Le Bon y Tarde, las masas eran portadoras de caos e irracionalidad (Melucci, 1980). Así, el primero las definió como un sujeto mentalmente inferior por la facilidad con que reaccionan por efecto contagio dando lugar a conductas expresivas y de tipo agresivas que se activan por de tres mecanismos: 1) contagio mental; 2) sugestión, lo cual convierte a la masa en autónoma y acrítica; 3) anonimato lo que lleva a que los individuos cambien de conducta por la facilidad que le otorga el entorno al no sentirse identificado (Le Bon [1895], 2004). Estas ideas constituyen la base de una enorme producción teórica desde disciplinas como la piscología social y la sociología. Y pesar de no ser ideas gestadas para explicar el caso particular del comportamiento violento en el deporte, se las ha utilizado en reiteradas ocasiones a propósito de los episodios violentos en el fútbol, tanto a través de trabajos académicos como mediante el lenguaje de los reportes periodísticos.

    En el campo de los estudios del deporte, ha sido frecuente el uso de los términos e implicaciones valorativas derivados de las teorías del comportamiento. Por ejemplo, refiriéndose a la capacidad de producir disturbios, Javaloy señala que la “turba o multitud expresiva” es la que mejor caracteriza al público que asiste a espectáculos deportivo. Estas turbas se caracterizan por conductas de tipo catártico, propias de las actividades de tiempo libre. Las experiencias de victorias o derrotas pueden provocar en estas turbas una extrema excitación que puede conllevar a la pérdida de autocontrol y con ello favorecer comportamientos desinhibidos e irracionales (Javaloy, 1997). Otros autores destacan el efecto de despersonalización y pérdida de responsabilidad que otorga la muchedumbre en los espectáculos de fútbol, facilitado por: a) un nivel elevado de activación motivacional y emocional y b) un gran número de espectadores (Zimbardo, 1970, citado en Hernández Mendo, 2001a). Así, señalan que la contemplación del espectáculo futbolístico “…dentro de una muchedumbre hace que los espectadores pierdan sentido de responsabilidad.” (Hernández Mendo, 2001a)

    Aún en la propuesta de lo que se ha dado en llamar la Escuela de Leicester, también se pueden encontrar elementos derivados de las teorías del comportamiento colectivo. Dado que en todo espectáculo de ocio se busca provocar emociones, siempre existe la posibilidad de que los miembros de esta multitud dejen de autocontrolarse “y que se comporten de forma desordenada y violenta” (Dunning, 1999: 182). El contexto del fútbol es propicio dadas las identidades que se encuentran comprometidas en la disputa deportiva y que se trasladan al público a partir de su identificación con cada una de las partes. La pérdida del autocontrol, por lo tanto sucede con mayor asiduidad en este contexto dado el compromiso que las aficiones ponen en el espectáculo, es decir un compromiso con lo que existe en juego. La violencia de este modo, resultaría de la activación de ese compromiso por medio de la identificación con las partes que disputan el juego. La propia tensión que se despliega en el juego es un elemento suficiente para romper el equilibrio “entre la rivalidad amistosa y la rivalidad hostil”. En estos casos, la violencia desatada es una violencia no instrumental, por lo tanto más cercana a la violencia irracional, a una violencia propia de quienes no son capaces de reprimir sus impulsos y por lo tanto tienden a dirimir sus diferencias por medio de prácticas violentas (Dunning. Et al, 1995). O en los términos de Elias, propia de quienes no han asimilado completamente el proceso de la civilización (Elias, 1995).

El problema de la asimilación del discurso de la psicología de las masas al fenómeno barrabrava argentino

    A menudo ciertos aspectos de las interpretaciones acerca del comportamiento colectivo en general y de la capacidad de exaltación de los públicos de los espectáculos deportivos en particular, son retomados de forma asistemática y contradictoria para referirse en general al público violento en Argentina, sin distinción. Sin embargo, el análisis del fenómeno barrabrava muestra sendos elementos diferenciadores respecto de lo que podría ser una “entidad social carente de organización”, y esto quedó claramente expuesto desde el mismo origen del fenómeno como tal. En efecto desde que apareció el término, sobre finales de la década de los años 50 del siglo pasado, la noción de barrabravas respondió a la necesidad de nominar una nueva forma de intervención violenta en el fútbol vinculada a actores con cierto grado de organización, a diferencia de los eventos anteriores percibidos como reacciones más o menos espontáneas del público exaltado (Clarín, 2000-05-15). Sin embargo, pese a esta nueva característica, permanecieron vigentes esquemas de valoración que tenían que ver con entender a esa violencia como producto de la acción de masas. De este modo, aún en nuestros días, se perciben esquemas interpretativos contradictorios y superpuestos en la forma de englobar los fenómenos vinculados a la violencia en el fútbol. Una de las formas más frecuente con que se evoca a las barrabravas es a través de la frase “los violentos de siempre”. Se trata de una fórmula cargada de desprecio y que deja entrever una cuota de resignación en relación a la vigencia de episodios violentos en el contexto del fútbol. Así, se hace mención a un tipo de actor que ha estado presente en el escenario deportivo del fútbol desde tiempo indefinido para provocar desmanes y otros incidentes violentos, y lo seguirá estando. Pero como se ha visto, mientras que los hechos de violencia han sido protagonistas en el escenario del fútbol argentino desde sus orígenes, las barrabravas tienen un origen posterior, con lo cual, la frase abona aún más en la confusión con que el periodismo trasmite juicios sobre los actores violentos del fútbol. A continuación se exponen algunos ejemplos.

    Hace algún tiempo atrás el Diario La Nación presentó, bajo el titular “Los violentos de siempre”, un Editorial en la cual se expresaba una profunda preocupación por la creciente violencia en el fútbol y la libertad con que se mueven sus protagonistas: las barrabravas. En esta publicación se reflexiona sobre una jornada cargada de hechos de violencia entre los que se destacan: 1) la muerte de un joven que recibió una bala al trasladarse junto a un grupo de hinchas a ver un partido de su equipo2; 2) una gresca protagonizada por barrabravas rivales que dejó como saldo a una joven que fue herida al ser interceptada por un proyectil3; 3) el feroz enfrentamiento de dos fracciones de una misma barra de fútbol4. Todos estos episodios se unen en el relato y se califican con los mismos términos, a pesar de tratarse de eventos de diferente naturaleza:

    Luctosa, aberrante, demencial. Cualquiera de esos adjetivos calzaría como anillo al dedo para calificar la jornada futbolística del fin de semana pasado, en la cual y por derivación de episodios vinculados con esa actividad, hubo un saldo de dos muertos, tres heridos de consideración, varios tumultos y alrededor de 180 detenidos (…) la violencia en todos sus matices y variantes se ha transformado en uno de nuestros mayores problemas, esos actos de absurda barbarie redondearon la existencia de la situación crítica. (La negrita es mía). (La Nación, 2008-03-19)

    Como es fácil de advertir, los episodios se califican con términos cercanos a los esquemas teóricos que conciben a la violencia como producto de arrebatos irracionales, baste sólo considerar vocablos como “demencial” “absurda barbarie” para corroborar esta afirmación. En los dos primeros casos, se trata de episodios que responden a los esquemas conocidos de confrontación entre barrabravas es decir, responden a un a un patrón de rivalidad clásico en el fútbol argentino, del cual autoridades y público en general tienen conocimiento, y a estas alturas existen dispositivos de seguridad pública diseñados para minimizar su ocurrencia. El tercer episodio rompe con el esquema conocido pero sin embargo, se equipara a los anteriores en cuanto a la forma en que es calificado inicialmente, aunque luego el propio artículo presente elementos que contradicen la primera afirmación:

    “(…) en la Boca, dos bandos de integrantes de la tristemente célebre barra brava local dirimieron diferencias mafiosas a golpes, cuchilladas y tiros…” (La Nación, 2008-03-19). Queda claro que aquí se presentan varios componentes relativos a formas de intervención violenta de las barrabravas que difieren con respecto al modelo de la violencia fanática, el cual refería al enfrentamiento de grupos, quienes a través de sus adscripciones identitarias construyeron antagonismos con una o más alteridades y desarrollaron diversos modos de enfrentamiento, desde verbal hasta el físico, en el marco del cotejo deportivo o en sus confines cercanos en términos especio-temporales. Al contrario, lo que se presenta en el enfrentamiento de la barrabrava de Boca ilustra una forma de dirimir conflictos que se encuentra en auge desde hace algunos años, y que se muestra como el principal rasgo de violencia asociado a las barrabravas en la actualidad. Así, se verifica que son más los episodios de violencia que se producen por luchas internas que aquellos enfrentamientos hostiles típicos del modelo fanático de violencia en el fútbol. Por ejemplo, desde el año 2000 hasta abril de 2012, se registraron 72 muertes en el fútbol argentino, 31 de las cuales corresponde a ajustes de cuenta por internas de las barrabravas, es decir, el 43%. Ese porcentaje, se dispara al 71% desde el 2007 a la fecha. En particular, es llamativo, que en el año 2009 las 8 muertes vinculadas al fútbol que se sucedieron, respondieron en su totalidad a este nuevo patrón de violencia, lo mismo sucede con las muertes que se han registrado en lo que va del año 2012 (Salvemos al Fútbol, 2012). Quizás sea apresurado sacar conclusiones en una serie de años tan pequeña, pero la comparación con el tramo histórico anterior, permite sospechar que los indicios son claros como para pensar en una tendencia que ha llegado para quedarse, a menos que se tomen medidas para evitarlo.

    Eventos de esta naturaleza ponen en primer plano el componente organizativo y racional de las barrabravas por sobre cualquier concepción que pudiera ligarlas a masas amorfas e irracionales. Las nuevas situaciones responden a un patrón que nada tiene en común con aquélla violencia tradicional, por más que algunas lecturas insistan en enumerarlas como un evento más dentro de la larga tradición de violencia en el fútbol.

Nuevas formas de violencia barrabrava y redes de viabilidad

    En esta nueva situación las confrontaciones internas se visibilizan por medio de modalidades más extremas, en relación al uso de la fuerza, y una ampliación del espacio ya no restringido al del estadio y sus alrededores. Por ejemplo, es notorio el crecimiento de episodios en donde las víctimas son atacadas en sus entornos cotidianos: en las inmediaciones de sus casas, transitando por las calles, etc. Por citar algunos ejemplos, Guillermo de la Canal, integrante de la barrabrava del Club Estudiantes de La Plata, murió de una herida de bala en su domicilio en mayo del 2006. El asesinato está vinculado a una interna de la barrabrava (Clarín, 2006-05-02). Gonzalo Acro, víctima de asesinato por una feroz interna de la barrabrava de River Plate, fue atacado a la salida del gimnasio al que asistía de modo cotidiano en agosto del 2007 (Olé, 2007-08-08). Cristian Ponce, miembro de la barrabrava del Club Boca Juniors fue asesinado en la puerta de su casa el 24 de enero de 2009 (Clarín, 27-01-09). Estos, entre otros tantos casos recientes, permiten detectar un profundo cambio en las condiciones y móviles que están detrás de los hechos de violencia en el fútbol argentino.5

Gráfica 1. Muertes en el fútbol argentino de acuerdo a causas 2000-2011

    Como se señaló al inicio, los eventos englobados en la categoría violencia en el fútbol involucran sucesos de diversa naturaleza, aún cuando se los restrinja a la contabilidad de las muertes. Esas causas han abarcado hechos tan disímiles como los muertos por enfrentamiento entre bandas rivales, así como por abuso policial (una de las causas más añejas y persistentes en este terreno), accidentes producto de la negligencia de quienes deben brindar buenas condiciones para el espectador, o causas que se engloban en “otro” que remiten a problemas de salud preexistentes que se desatan en medio de un partido. Todas estas, aquí son tomadas como parte del modelo tradicional de disputa, aunque una revisión más cuidadosa podría discriminarlas y tomar en cuenta solo aquellas que tienen que ver efectivamente con combates violentos entre barrabravas o hinchadas de fútbol. La gráfica, no obstante agrupa dentro de una variable dicotómica a aquello que es producto del nuevo conflicto de lo que no lo es y por lo tanto, se incluye a más de una causa en ello. Así, la variable “nuevo modelo”, toma en cuenta a los muertos producto de batallas intra-barras, que como se aprecia en la gráfica, es la principal causa muerte en el fútbol desde el año 2001.

    Si a estos datos, se agregan las estadísticas que muestran los organismos de seguridad (más allá de los de problemas que se esconden en la delimitación de la situación por ellos abordada) que dan cuenta de una notable disminución de hechos de violencia en los estadios y sus inmediaciones (ámbito de cobertura de tales organismos) parece claro que el ámbito deportivo ya no constituye el único espacio, ni siquiera el principal, de confrontaciones derivadas del fútbol. La tabla 2, presenta los datos del Comité Provincial de Seguridad Deportiva (Co.Pro.Se.De.) desde su fundación en el año 2003 hasta el año 2010.

Gráfica 2. Evolución de la violencia en espectáculos deportivos período 2003-2010 (en la Provincia de Buenos Aires)

    Como puede observarse, en los datos del Co.Pro.Se.De. existe una notable tendencia a la disminución de los conflictos en el marco espacio temporal abarcado por los operativos de seguridad, mas si se toman en cuenta los datos de la gráfica 1, ello no significa que el problema de la violencia en el fútbol sea menor.

    Por su parte, los métodos utilizados son considerablemente diferentes a las grescas multitudinarias del modelo anterior. En estos casos, cuando se trata de asesinatos, son pequeños grupos los encargados de ultimar a la víctima quien generalmente es atacada en condiciones de indefensión. Junto a estas formas de violencia que caracterizan el accionar barrabrava en la actualidad, hay que sumar todo aquello relativo a las cadenas de complicidades que les garantizan accionar libre y nutrido de recursos. En este sentido, la vinculación de las barrabravas con actores influyentes dentro del negocio del fútbol y más allá de éste, es una de las condiciones, sin las cuales no podría entenderse el fenómeno de acuerdo a las manifestaciones del presente.

    Las barrabravas en Argentina han resultado a tal punto rentables dentro de un circuito de transacciones oculto, que involucra a la política local (a través de dirigentes de partido, funcionarios de gobierno) y la política dirigencial de los clubes, que en la actualidad, existe un nivel de reconocimiento oficial para algunas barrabravas por sobre otras dentro de los clubes, que se produce por distintos medios operados por las dirigencias en el marco de redes más amplias. De este modo, obtener el reconocimiento como barrabrava oficial de un club, supone de cierta destreza o suerte personal, de los altos mandos, para hacerse de los contactos necesarios que avalen su posición dentro de esa red. De este modo, se conforma una red que compromete en diverso grado a autoridades de distinto orden y nivel de operatividad. Aquí están presentes las autoridades de los clubes, políticos locales de variada influencia sobre actores y procesos de gobierno, autoridades policiales y por supuesto, cúpulas barrabravas. Dentro de esta red circulan bienes y servicios también amplios y diversos que impactan en la organización del cotejo deportivo así como también en más de una decisión política. La reciente experiencia de la ONG denominada “Hinchadas Unidas Argentinas” no hace más que mostrar cómo opera el reconocimiento oficial. Esta ONG, que por primera vez expuso de forma pública y abierta la vinculación de las barrabravas con el poder político, se gestó (y así fue reconocido por sus protagonistas) para promover apoyos al gobierno a cambio de pasajes al Mundial 2010, bajo la condición de mantener la calma en el fútbol. El acuerdo se suscribió entre operadores del partido de gobierno y una docena de barrabravas de la primera división del fútbol local, para luego ampliarse a otras categorías. Cumplido su objetivo, la ONG se mantiene aunque su vinculación al gobierno se haya debilitado. Sin embargo sí permanece la opción de recurrir a estas organizaciones para solicitar servicios de propaganda, apoyo, o respaldo, ya sea a políticos, dirigentes, sindicalistas, entre otros. Para las barrabravas contar con el acceso a estos personajes no sólo supone una puerta abierta a un rentable negocio personal, sino que al mismo tiempo garantiza favores inmejorables que se reflejan en el tratamiento que reciben por parte de la justicia y las fuerzas policiales entre otros. De este modo, el circuito comercial abarcado por las barrabravas, facilitado y hasta promovido por autoridades políticas y dirigenciales es sumamente amplio. Incluye porcentaje de jugadores, manejo de comercio informal del club, con todo lo que ello implica. Fuera de él, como ya se citó se encuentra el rubro que tiene que ver con la prestación de servicios políticos, de modo tal que la obtención de ganancias para estas organizaciones se encuentra a la mano de sus requerimientos. Todo esto repercute en grandes ganancias para quienes controlan e integran la barrabrava, razón por la cual ese control se ha convertido en un motivo de disputas frecuentes. En este sentido, se trata de un problema de naturaleza claramente diferente al presentado bajo las categorías de las teorías previamente presentadas. Así, por ejemplo se puede ver con claridad que la raíz de esta confusión radica en presentar bajo una misma rúbrica diversos episodios de violencia que responden a modelos diferentes de intervención sobre el espacio deportivo. Algo semejante se trasluce en artículos académicos sobre el tema, en donde se cita, de manera acrítica, que hacia los años 80s el término barrabrava va a abarcar tanto calificativos como relativos a su carácter bárbaro, bestial, como así también a su matriz mafiosa, organizada y delincuencial (Conde, 2006: 32).

    Bajo los confusos términos que se utilizan para referir a las barrabravas se puede advertir que las mismas quedan comprometidas con acciones que por un lado abarcan un uso irracional y desbordado de la fuerza física (“salvaje”, “bárbaro”, “demencial” como se lee entre algunos de los calificativos), y por otro lado, se les imputa un cariz mafioso que remite a un uso racional y planificado de la fuerza física.

    La modalidad de violencia intra-barrabrava difumina los límites que daban especificidad a sus intervenciones violentas. De este modo, se da lugar a un modelo, en buena medida, contrapuesto aquél primer modelo de violencia en el fútbol. La tabla 1 presenta los principales rasgos que distinguen a uno y otro.

Tabla 1. Modelos de violencia en el fútbol

    En el nuevo modelo de violencia barrabrava, las muertes son buscadas con deliberación y tienden, con mayor frecuencia, a ocurrir dentro de las propias barras. La fuente de ganancias asociadas al manejo de las principales tribunas futbolísticas ha hecho de las posiciones de liderazgo una fuente de conflicto creciente que se manifiesta en el aumento sostenido de las muertes por ajuste de cuenta. Así, mientras que dentro del modelo tradicional cada uno de los elementos refería a situaciones de juego o derivaciones de las rivalidades producidas por éste, el nuevo modelo amplía el arco de asuntos involucrados en la violencia traspasando la frontera de lo deportivo a lo político y lo económico.

    Sin negar la existencia de enfrentamientos de tipo tradicional en los cuales las barrabravas siguen participando, la creciente incidencia de hechos vinculados a las internas violentas de las barrabravas, habilita la posibilidad de plantear la idea de que el modelo “de violencia fanática” ha dejado de ser central en el campo de los problemas vinculados a la violencia en el fútbol. Sin embargo, en buena parte de la prensa argentina, las barrabravas siguen siendo presentadas de manera confusa a partir de dos esquemas de interpretación distintos y contradictorios. Por un lado, como parte de multitudes exaltadas, mientras que del otro lado, pueden ser vistas como grupos altamente organizados. Una posible respuesta a esta situación podría deberse al peso de las nociones tradicionales de las barrabravas asociadas a fanáticos pasionales, aún cuando esta concepción nunca logró captar el fenómeno barrabrava, ni si quiera en su origen.

Barrabravas en red: agenda para entender el nuevo modelo de violencia en el fútbol

    Al partir de un cambio en el funcionamiento de las barrabravas en el que se destacan como actores organizados (ya no masas irracionales) cuyo funcionamiento se garantiza por medio de vínculos con el entorno político, las viejas concepciones parecen perder definitivamente razón de ser.

    La perspectiva que aquí se propone y privilegia, tiene que ver con el enfoque de redes como un marco interpretativo próspero para el análisis de este fenómeno. En este sentido el énfasis se traslada a la comprensión del fenómeno barrabrava, entendida como una organización cuya posibilidad de funcionar tal y como se observa hoy en día, está dada por la existencia y prosperidad de las relaciones que establezca hacia afuera de la misma. En este sentido, el análisis de redes provee un punto de partida fructífero para entender iluminar e interpretar las relaciones que quedan comprometidas en el funcionamiento de las barrabravas y su importancia en el marco de la sociedad argentina. Entender a las barrabravas como integrantes de una red social supone atender al conjunto de relaciones que unen a diversos actores sociales junto a los bienes y servicios intercambiados por ellos. En este sentido, se rescatan y analizan las propiedades que las personas y los grupos cumplen dentro de la estructura de la red, y en particular de aquellos que concentran posiciones de poder dentro de las mismas a partir de las cualidades de sus vínculos. Pero fundamentalmente, adoptar esta perspectiva supone interrogarse sobre el carácter y morfología de esta red. Conocer la forma en que se estructura permitirá dotar al análisis de elementos para entender de qué manera se lleva a cabo la interpenetración entre distintas esferas del mundo social, político y productivo, que se encuentran comprometidas en su funcionamiento. Y con base en ello entender por qué hasta ahora ha resultado un problema condenado moralmente, pero alentado con prácticas concretas desde esferas del poder.

Conclusiones

    A lo largo de este trabajo, se pudo verificar que el uso de categorías pertenecientes a las teorías del comportamiento de las masas parece no responder del todo bien a ninguno de los modelos de confrontación barrabrava arriba reseñados, dado que no puede equipararse la acción del público futbolero con la noción de masas en tanto entidad social indiferenciada y movida por fuerzas irracionales. Por un lado, pierde validez cuando se trata de acciones que se originan por la rivalidad de los espectadores en donde entran en juego aspectos racionales como la defensa del honor futbolístico el cual constituye un bien altamente valorado por los integrantes de las parcialidades futbolísticas (lo que se ajustaría al modelo clásico de violencia en el fútbol). Por otro lado, se vuelve totalmente inoperante frente a las nuevas situaciones de disputa en las que se involucran las barrabravas, ya no centradas en la defensa de una identidad agraviada por la derrota o la injusticia en un fallo arbitral. Nada de lo que aparece en las teorías del comportamiento colectivo permite explicar a las barrabravas de acuerdo con el nivel de organización y de inserción dentro del campo social y político tal como aparecen en la actualidad y por lo tanto las categorías que derivan de ellas deberían ser erradicadas del vocabulario periodístico con el que son presentados los hechos.

    En el marco del nuevo modelo de violencia barrabrava, los problemas que de allí emergen ya no se remiten a los confines de lo estrictamente deportivo, sino que se trata de un fenómeno organizado y sostenido a partir de intereses en los que se involucra la política partidaria argentina. Aún cuando el periodismo se encarga con frecuencia de señalar y denunciar los elementos más escandalosos de esta forma de operar que caracteriza a las barrabravas, no dejan de recurrir a los viejos esquemas de interpretación, con lo cual, no terminan de proyectar un discurso claro y coherente sobre el fenómeno. Por lo tanto, la mirada sobre el tema y las medidas que deban tomarse al respecto, desde los sectores interesados en combatir el crecimiento de este fenómeno deberá tender a debilitar los mecanismos que propician la vinculación exitosa entre estos actores, entre otras canales de acción posible.

Notas

  1. En realidad, el mismo discurso periodístico, cuando distingue los tipos de actores que conforman al público futbolero, suele exaltar las virtudes del hincha verdadero sobre las bajezas de las barrabravas, de un modo en el que el primero es la cristalización de lo verdadero y lo deseable en contra de lo segundo. Ambas presentaciones son dos caras de una misma moneda, puesto que pasan por alto la armónica convivencia que ambos sectores pueden mantener con base en la aceptación y validación del otro.

  2. Emanuel Álvarez de 21 años, simpatizante del club Atlético Vélez Sarsfield, concurría junto a un grupo de hinchas a presenciar un partido de su equipo, cuando en el camino el micro en el que se trasladaba fue atacado a balazos. El joven Emanuel resultó fatalmente herido (Olé, 2008-03-15).

  3. Refiere a la gresca protagonizada por barrabravas de clubes rivales de la provincia de Mendoza (Godoy Cruz e Independiente de Rivadavia) durante la cual, la adolescente Jessica Johana Leiva, de 13 años, recibió un disparo. La joven se encontraba en la puerta de su domicilio cuando fue interceptada por la bala que la hirió. (La Nación 19-03-08; Clarín 18-03-08).

  4. Se trató de un enfrentamiento entre grupos rivales pertenecientes a la barrabrava del club Boca Juniors.

  5. Aquí es preciso apuntar, que como consecuencia de este nuevo patrón, las muertes que se vinculan a las internas de las barrabravas no siempre arrojan como víctimas a integrantes de estas organizaciones. En enero del año 2012, por ejemplo, tres jóvenes fueron confundidos con integrantes de una fracción de la barrabrava de Newell’s Old Boys, y fueron ultimados a manos de un barra que pretendía vengar una previa agresión a su hijo (Carabajal, 2012-01-04). Otra de las víctimas de estas guerras fue el oficial Serio Rodríguez, quien fue baleado en el medio de una batalla entre sectores de la barrabrava del Club Estudiantes de La Plata, en el año 2010. También puede agregarse a la lista al remisero Orlando Sosa, que resultó muerto tras un ajuste de cuentas por la muerte de un barrabrava del club Huracán en el año 2009.

Bibliografía

  • Archetti, Eduardo (2003) Masculinidades. Fútbol, tango y polo en la Argentina. Editorial Antropofagia, Buenos Aires

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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 17 · N° 168 | Buenos Aires, Mayo de 2012  
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