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Jugar al Bowling solo: el deterioro del capital social en Norteamérica
Una entrevista con Robert Putnam


Reducciones similares son apreciables en el número de voluntarios que se introdujeron en las organizaciones cívicas, como los Boy Scouts (menos del 26 % desde 1970) y la Cruz Roja (menos del 61 % desde 1970). ¿Qué pasa con la posibilidad de que esos voluntarios simplemente cambien su lealtad [Fin pág. 69] hacia otras organizaciones? La prueba está en que el voluntariado permanente (en oposición al ocasional) está disponible para el Departamento de Trabajo de Investigaciones del Caudal de Población entre 1974 y 1989. Estas estimaciones sugieren que el voluntariado tuvo una gran declinación de aproximadamente un sexto en los últimos 15 años, desde el 24 % de adultos en 1974 hasta un 20 % en 1989. La multitud de auxiliares de Cruz Roja y de líderes de Boy Scouts, ahora desaparecidos en acción, aparentemente no fueron reemplazados por una igual cantidad de nuevos reclutas de algún otro lado.

Las organizaciones fraternales han presenciado también una sustancial caída en las membresías durante los '80 y '90. Las membresías cayeron significativamente en otros grupos, como el de Leones (12 % menos desde 1983), los Elks (18 % menos desde 1979), los Shriners (27 % menos desde 1979), los Jaycees (44 % menos desde 1979) y los Masons (39 % menos desde 1959). En definitiva, después de la expansión generalizada a lo largo de este siglo, muchas de las principales organizaciones civiles han experimentado una sorprendente, sustancial, rápida y simultánea declinación en las membresías desde la última década o dos.

La más caprichosa y, sobre todo desconcertante, parte de la evidencia acerca de la falta de compromiso social en la Norteamérica contemporánea que he descubierto es ésta: hoy, más que nunca antes, muchos más americanos juegan al bowling, pero el bowling de ligas organizadas cayó vertiginosamente en la última década más o menos. Entre 1980 y 1993 el total del número de jugadores de bowling en Norteamérica se incrementó un 10 %, mientras la liga de bowling decreció en un 40 %. (A fin de que ésto no sea un simple ejemplo trivial, se debería observar que cerca de 80 millones de americanos fueron a jugar al bowling aunque sea una vez durante 1993, aproximadamente un tercio más de los que votaron en 1994 en las elecciones del Congreso, y apenas la misma cantidad que alega ir a la Iglesia en forma regular. Incluso después del derrumbamiento en la liga de bowling de los años '80 cerca del 3 % de los adultos juegan al bowling en ligas). El crecimiento del bowling solitario amenaza el sustento de los propietarios de las pistas de bowling, ya que aquellos que juegan en las ligas consumen tres veces más pizza y cerveza que quienes juegan sin compañía, y el dinero que produce el bowling está en el consumo de pizza y cerveza y no en los bolos y los zapatos. El amplio significado social, de cualquier modo, yace en la interacción social e incluso ocasionalmente en las conversaciones civiles por encima de la pizza y la cerveza a las que renuncian los jugadores solitarios. Tanto así el bowling aporree o no las votaciones a la vista de los americanos, los partidos de bowling ilustran todavía otra forma de desvanecimiento del capital social.


Tendencias opuestas
En este punto, sin embargo, debemos confrontar un serio contra-argumento. Tal vez, las formas tradicionales de organización cívica corrompidas que hemos estado rastreando, han sido reemplazadas por nuevas y vibrantes organizaciones. Por ejemplo, las organizaciones nacionales gubernamentales (como el Club Sierra) y los grupos feministas (como la Organización Nacional de la Mujer) crecieron rápidamente [Fin pág. 70] durante los años '70 y '80 y ahora cuentan con cientos de miles de miembros tributarios. Y un ejemplo aún más dramático es la Asociación Americana de Personas Retiradas (AARP) que creció exponencialmente de 400.000 miembros con cédula en 1960 a 33 millones en 1993, transformándose (luego de la Iglesia Católica) en la organización privada más longeva del mundo. Los administradores nacionales de estas organizaciones están entre los más temidos cabilderos de Washington, en gran parte a causa de sus masivas listas de correo de sus presumiblemente miembros leales.

Las nuevas organizaciones masivas son llanamente de gran importancia política. Desde el punto de vista de las conexiones sociales, éstas son lo suficientemente diferentes de las clásicas "organizaciones secundarias", lo que nos creó la necesidad de inventar un nuevo rótulo: tal vez, "asociaciones terciarias". Para la vasta mayoría de sus miembros, el único acto de membresía consiste en escribir un cheque para pertenecer u, ocasionalmente, leer algún boletín informativo. Sólo unos pocos atienden a las reuniones de dichas organizaciones, y la mayoría improbablemente se encuentre alguna vez (a sabiendas) con algún otro miembro. El vínculo entre dos miembros del Sierra Club es menor que el vínculo entre dos miembros de un club de jardinería y más que el vínculo entre dos fanáticos de Red Sox (o tal vez dos propietarios devotos de Honda): ellos se arraigan en un mismo equipo y comparten los mismos intereses, pero pasan desapercibidos de la existencia de cada uno de los otros. Sus ligaduras, en resumen, son símbolos comunes, líderes comunes y tal vez, ideales comunes, pero no lo son uno al otro. La teoría del capital social argumenta que las membresías asociacionales deberían, por ejemplo, incrementar la confianza social, pero esta predicción es mucho menos sincera en consideración a los miembros de las asociaciones terciarias. Desde el punto de vista de las conexiones sociales, la Fundación de Defensa Ambiental y una liga de bowling no se encuentran en la misma categoría.

Si el crecimiento de las organizaciones terciarias representa un potencial (pero probablemente no real) contraejemplo para mi tesis, una segunda tendencia, opuesta, es representada por el prominente crecimiento de las organizaciones sin fines de lucro, especialmente, las agencias de servicios sin fines de lucro. Este así llamado tercer sector incluye todo, desde Oxfam y el Museo Metropolitano de Arte hasta la Fundación Ford y la Clínica Mayo. En otras palabras, a pesar de que la mayoría de las asociaciones secundarias son benéficas, muchas agencias sin fines de lucro no son asociaciones secundarias. Identificar las tendencias en la dimensión del sector benéfico con las tendencias de las conexiones sociales sería otro fundamental error de concepto7.

Una tercera potencial contratendencia es mucho más relevante para una valoración del capital social y los compromisos civiles. Algunos investigadores calificados han argumentado que las últimas décadas fueron testigo de la rápida expansión de los "grupos de soporte" de varias clases. Robert Wuthnow afirma que íntegramente el 40 % de los americanos declara "estar actualmente involucrado con pequeños grupos que se encuentran regularmente y proveen soporte o se preocupan por aquellos que participan de los mismos"8. Muchos de estos grupos están religiosamente afiliados, pero [Fin pág. 71] muchos otros no. Por ejemplo, cerca del 5 % de la muestra gentilicia doméstica de Wuthnow afirma participar regularmente en un grupo de auto-ayuda, tales como Alcohólicos Anónimos, y un porcentaje parecido dice pertenecer a grupos de debate literario y clubes de pasatiempos.

Los grupos descriptos, encuestados por Wuthnow, representan una importante forma de capital social, y necesitan ser tenidos en cuenta en cualquier apreciación de las conexiones sociales. Por el otro lado, típicamente no juegan el mismo rol que las tradicionales asociaciones cívicas. Como Wuthnow enfatiza,

Los pequeños grupos no deben conformar una comunidad de gran auge tan efectivamente como a muchos de sus proponentes les gustaría que fuera. Algunos pequeños grupos simplemente proveen una ocasión a los individuos de fijar su atención en ellos mismos en presencia de los demás. El contrato social que aglutina a los miembros conjuntamente asegura solamente la mayor languidez de las obligaciones. Ven si tienes tiempo. Habla si así lo sientes. Respeta la opinión de los demás. Nunca critiques. Quédate en silencio si fuiste decepcionado.... Podemos imaginar que estos pequeños grupos realmente sustituyen a las familias, al sentido de la hermandad, y al más hondo afecto a la comunidad, que deberían requerir los compromisos de siempre cuando, en efecto, no lo hacen9.

Todas estas tres contratendencias potenciales, - las organizaciones terciarias, las organizaciones benéficas y los grupos de soporte – necesitan de alguna manera ser puestos en la balanza contra el desgaste de las asociaciones civiles convencionales. Una forma de hacerlo es consultando la Encuesta General Social.

Dentro de todas las categorías educacionales, la membresía asociacional declinó entre 1967 y 1993. Entre los que cuentan con estudios académicos, el número promedio de membresías de grupo por persona cayó desde 2.8 a 2.0 (una declinación del 26 %); entre los graduados de escuela secundaria, el número cayó de 1.8 a 1.2 (32 %); y entre aquellos que recibieron menos de 12 años de educación, el número cayó de 1.4 a 1.1 (25 %). En otras palabras, en todos los niveles educacionales (y consecuentemente sociales) de la sociedad americana, y contando todas las clases de membresías de grupos, el número promedio de membresías asociacionales ha caído aproximadamente una cuarta parte en el último cuarto de siglo. Sin controles para los niveles educacionales, la tendencia está lejos de ser clara, pero el punto central es el siguiente: más americanos se encuentran, hoy como nunca antes, en circunstancias sociales que fomentan la implicación asociacional (educación superior, edad media, etc.) pero sin embargo agregadamente la membresía asociacional parece estar estancada o en decadencia.

Desmembrada por un tipo de grupo, la tendencia descendente está más marcada en los grupos relacionados con la Iglesia, las uniones laborales, las organizaciones fraternas y de veteranos, y los grupos de servicio en la escuela. A la inversa, las afiliaciones en los grupos profesionales han crecido en los últimos años, aunque menos de lo que podría haberse previsto, determinando abruptamente una alza en los niveles ocupacional y educacional.

Esencialmente, las mismas tendencias son evidentes tanto pare hombres como para mujeres en el ejemplo. En resumen, la evidencia disponible examinada [Fin pág.72] confirma nuestra conclusión temprana: el capital social americano en las formas de asociaciones cívicas se ha erosionado significativamente a lo largo de las últimas generaciones.


El buen sentido de la hermandad y la confianza social
Noté enseguida que la más fácilmente accesible evidencia cuantitativa en las tendencias en las conexiones sociales involucra escenarios formales, tales como el cuarto oscuro, la Cámara de los Estados Unidos de Norte América o la PTA (Asociación de Padres y Maestros). Una brillante excepción es tan ampliamente discutida que requiere un pequeño comentario: la forma más fundamental de capital social es la familia, y la evidencia masiva del desapego de los vínculos dentro de la familia (tanto extendida como nucleada) es bien conocida. Esta tendencia, por supuesto, es realmente consistente – y puedo ayudar a explicarlo – con nuestro tema de descapitalización social.

Un segundo aspecto de capital social informal del que, por casualidad, tenemos razonablemente datos secuenciales confiables, involucra al sentido de la hermandad. En cada Encuesta General Social desde 1974 a los encuestados se les preguntó con qué frecuencia pasan una tarde haciendo sociales con un vecino. La proporción de americanos que se socializan con sus vecinos más de una vez al año ha declinado lenta pero firmemente en las últimas dos décadas, desde el 72 % en 1974 al 61 % en 1993. (Por otro lado, la socialización con amigos que no viven en el mismo vecindario parece estar en aumento, una tendencia que refleja el crecimiento de las conexiones sociales con base en los lugares de trabajo).

Los americanos están también muy desconfiados. La proporción de americanos que dice que puede haber más gente confiable cayó por más de un tercio entre 1960, cuando el 58 % eligió esta alternativa, y 1993, cuando sólo el 37 % lo hizo. La misma tendencia es aparente en los grupos educativos, efectivamente, porque la confianza social está también correlacionada con la educación, y como los niveles educacionales han crecido abruptamente, la disminución global en la confianza social es mucho más aparente si tenemos en cuenta la educación.

Nuestra discusión a cerca de las tendencias sobre las conexiones sociales y los compromisos cívicos ha asumido tácitamente que todas las formas de capital social que hemos abordado están coherentemente relacionadas ellas mismas entre los individuos. Esto, en verdad, es cierto. Los miembros de las asociaciones están mucho más propensos que los no miembros a participar en política, a pasar tiempo con los vecinos, a manifestar confianza social, etc.

La correlación cerrada entre la confianza social y las membresías asociacionales es cierta no sólo a través del tiempo y entre los individuos, sino también entre los países. Evidencias desde 1991 de Encuestas de Valor Mundial demuestran lo siguiente10:

  1. En 35 países de los encuestados, la confianza social y los compromisos sociales están fuertemente correlacionados; cuanto mayor es la densidad de membresías asociacionales en una sociedad, mayor es la confianza de sus ciudadanos. La confianza y los compromisos son dos facetas del mismo factor fundamental – el capital social. [Fin pág. 73]

  2. Norteamérica se encuentra aún en un escalón relativamente elevado por encima de los standards nacionales en ambas dimensiones de capital social. Aún en los años '90, luego de varias décadas de desgaste, los americanos están más confiados y más comprometidos que las personas en muchos otros países del mundo.

  3. Las tendencias del último cuarto de siglo, sin embargo, aparentemente han movido a los Estados Unidos por debajo en el ranking mundial de capital social. El reciente deterioro en el capital social de Norteamérica fue lo suficientemente importante que (si ningún otro país cambió su posición mientras tanto) otro cuarto de siglo de cambios en la misma proporción, llevaría a los Estados Unidos, apenas pronunciándolo, hacia el punto medio entre dichos países, lo que es apenas equivalente a Corea del Sur, Bélgica o Estonia, actualmente. La declinación de dos generaciones en la misma proporción dejaría a los Estados Unidos en el nivel en que hoy se encuentran Chile, Portugal, y Eslovenia.


¿Por qué el capital social estadounidense se está erosionando?
Como hemos visto, algo ha sucedido en Norteamérica en las últimas dos o tres décadas que disminuyó los compromisos cívicos y las conexiones sociales. ¿Qué podría ser? Aquí hay varias posibles explicaciones junto a la evidencia inicial de cada una.

La importancia de la mujer dentro de la fuerza laboral
En estas mismas dos o tres décadas, muchos millones de mujeres americanas pasaron de sus casas a empleos remunerados. Esta es la principal razón, aunque no la única, por la que las horas de trabajo semanal del promedio americano crecieron significativamente durante estos años. Parecería ser muy plausible que dicha revolución social hubiese disminuido el tiempo para la construcción del capital social. Para ciertas organizaciones, como la Asociación de Padres y Maestros, la Liga de Mujeres Votantes, la Federación de Clubes de Mujeres y la Cruz Roja, esto es casi con certeza una parte importante de la historia. La declinación tajante en la participación cívica de las mujeres parece haber comenzado en la década del 70; las afiliaciones en este tipo de asociaciones "de mujeres" virtualmente se han disminuido a la mitad desde fines de los años '60. Por el contrario, la mayor declinación de participación en las organizaciones "de hombres" ocurrió casi diez años más tarde. La declinación total hasta hoy fue de aproximadamente un 25 % para las organizaciones típicas. Por otro lado, los datos del sondeo significan que el decaimiento añadido para los hombres es virtualmente tan grande como el de las mujeres. Es lógicamente posible, por supuesto, que la declinación masculina quizás representa un efecto golpe de la liberación femenina, como un abarrotamiento fuera de lugar, pero estudios presupuestados sugieren que más maridos de esposas trabajadoras han asumido sólo una pequeña parte de las tareas del hogar. En resumen, algo más además de la revolución femenina parece mentir, detrás del desgaste del capital social.

Movilidad
La hipótesis replanteada. Numerosos estudios de implicancia organizacional han demostrado que la estabilidad residencial y tales efectos relacionados como el dominio del hogar están asociados [Fin pág. 74] con mayores compromisos cívicos. La movilidad, como frecuente replanteo, tiende a desestabilizar los sistemas arraigados y toma tiempo para una erradicación individual para plantar nuevas raíces. Parece plausible que el automóvil, la suburbanización y el movimiento hacia el Sun Belt han reducido el desarraigo social del promedio americano, pero una dificultad fundamental con esta hipótesis es aparente: la mejor evidencia demuestra que la estabilidad residencial y el dominio del hogar en Norteamérica modestamente han crecido desde 1965, y están seguramente ahora más altas que en los años '50, cuando los compromisos cívicos y las conexiones sociales por nuestras medidas eran definitivamente más elevadas.


Otras transformaciones demográficas
El campo de acción de los campos suplementarios ha transformado la familia americana desde 1960 – menos matrimonios, más divorcios, menos chicos, más bajos salarios reales, etc. Cada uno de estos cambios quizás da cuenta de la disminución de los compromisos cívicos, desde el matrimonio muchos padres de clase media están más involucrados socialmente que otras personas. Además, los cambios a escala que han pasado rápidamente por la economía americana en estos años – ilustrados por el reemplazo de los almacenes de la esquina por el supermercado, y ahora tal vez el de los supermercados por la compra electrónica en casa, o el reemplazo de las empresas comunitarias por el paso avanzado de las firmas multinacionales – pueden haber derrumbado los materiales e incluso las bases físicas para los compromisos cívicos.

La transformación tecnológica del ocio
Hay una razón para creer que las tendencias tecnológicas profundamente asentadas están "privatizando" o "individualizando" nuestro uso del tiempo libre y de esta manera desestabilizando muchas oportunidades para la formación del capital social. El más obvio y probablemente el más poderoso instrumento de esta revolución sea la televisión. Estudios realizados en los años 1960' demostraron que el crecimiento del tiempo invertido mirando televisión destronó a todas las otras formas en que los americanos pasaban sus días y sus noches. La televisión hizo a nuestras comunidades (o más bien, lo que nosotros experimentamos como nuestras comunidades) más amplias y superficiales. En el lenguaje de la economía, la tecnología electrónica facilitó que los gustos individuales sean satisfechos más completamente, pero al costo de las externalizaciones sociales positivas, asociadas a las formas más primitivas de entretenimiento. La misma lógica se aplica al reemplazo del vodevil por las películas, y ahora al de las películas por el VCR. Los nuevos cascos de realidad virtual que pronto nos pondremos para entretenernos en total aislamiento son meramente la última extensión de esta tendencia. ¿Acaso la tecnología ha clavado una cuña entre nuestros intereses individuales y los intereses colectivos? Esta es la cuestión que parece ser digna de ser explorada más sistemáticamente.


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revista digital · Año 4 · Nº 16 | Buenos Aires, octubre 1999