Lecturas: Educación Física y Deportes
Revista Digital
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EDUCACION CORPORAL EN EL NIVEL POLIMODAL
Ricardo Crisorio


E inicio

2) Que la Educación Corporal no puede confiarse, ni siquiera en parte, a los clubes deportivos, gimnasios u otras instituciones no escolares que ofrecen actividades corporales.

Aunque es común, incluso entre los especialistas en educación física, asimilar la educación corporal a la práctica de la gimnasia o del deporte, que han ganado espacio en las sociedades modernas merced al afán del cuerpo modélico y de la juventud eterna, es evidente que la educación corporal no puede reducirse a la práctica deportiva o al ejercicio corporal.

Los clubes deportivos no ofrecen servicios educativos a los niños y adolescentes que militan en sus divisiones inferiores sino que intentan desarrollar específicos talentos motores para servirse de ellos en el presente o en el futuro. La lógica de la institución deportiva es una lógica de éxito y victorias que tiene por fin necesario la explotación de la capacidad psicomotriz específica para la práctica de un deporte u otro. Es lógico que los clubes deportivos quieran formar deportistas que funcionen en esta lógica. En cambio, no es lógico exigirles una intención educativa porque no son instituciones educativas.

Tampoco el deporte "social", categoría que prácticamente no existe en nuestro país, cubre el espacio de la educación corporal. Pese a la confianza en las virtudes salubres y formativas del deporte y, por extensión, de todas las actividades corporales, las prácticas deportivas y, en general, las prácticas corporales, no garantizan por sí mismas salud ni educación. Practicadas sin los conocimientos, recaudos y actitudes correspondientes, las actividades corporales pueden ser, más que saludables, nocivas: un sinnúmero de tobillos, rodillas y espaldas rotas o deformadas lo atestiguan. Igualmente pueden ser, más que educativas, deformantes ética y moralmente: no pocos sentimientos de rivalidad, de superioridad y discriminación, por no mencionar otros más graves, se generan en los campos deportivos. Piénsese, si no, en el fenómeno de los barrabravas, hooligans, etc.

El deporte institucionalizado actual, por otra parte, ha abandonado los ideales de caballerosidad y juego limpio, para reemplazarlos por la competencia exacerbada en el afán de vencer al otro.

Los gimnasios privados tampoco tienen, ni tienen porque tener, preocupaciones educativas. Se mueven en una lógica comercial, es decir, de mercado, ofertando según las demandas de los clientes, o generando en los clientes las demandas, de mágicos sistemas para bajar de peso, para estar en forma, para vivir eternamente, para ser siempre joven, etc.

La educación corporal no es deporte ni gimnasia igual que no es matemática ni ciencias naturales. De allí que sus lógicas no sirvan para comprenderla y que sea necesario valorarla con una lógica apropiada, que permita contemplar sus características disciplinares y asumir los compromisos que acarrea a la escuela transformada.

3) Que es un compromiso ineludible de la escuela preservar y mejorar la salud orgánica de los alumnos. Aunque el "cuerpo" no puede reducirse al organismo, el organismo existe y compete, también, a la educación corporal. Es decir, hay una dimensión orgánica que no es posible descuidar u olvidar aún cuando su atención diste mucho de ser la única o fundamental preocupación de la educación corporal. Este compromiso se extiende -debe extenderse- a la totalidad del tiempo de escolarización, incluida la escolarización no obligatoria, pues conlleva un compromiso social.

Es ciertamente previsible, si las autoridades educativas liberan este espacio a la decisión institucional, que las escuelas privadas continúen utilizándolo para educación física (ninguna escuela argentina ofrece más horas de educación física que las escuelas privadas inglesas o bilingües) mientras que las escuelas públicas no ofrecen ninguna garantía de esta elección. Igualmente, es previsible que los alumnos adinerados podrán concurrir a gimnasios privados para trabajar, supuestamente, por la formación de su salud orgánica y responder, en realidad, como ya lo hacen, al modelo corporal vigente. En cambio, los adolescentes de escasos recursos económicos no dispondrán de ninguna de las dos opciones. De este modo, la educación pública se habrá desresponsabilizado de la salud de la población adolescente que atiende y habrá profundizado la desigualdad de oportunidades en este campo.

Confiar en las alternativas gímnicas o deportivas ofrecidas por las instituciones no formales, como se ha visto, no remedia la cuestión sino que, por el contrario, puede contribuir a empeorarla. Si estimamos inadecuada la oferta de clubes y gimnasios, en general, ésta se torna tanto más inapropiada cuando se desciende en la calidad del servicio. En general, no es equivalente el servicio de los gimnasios privados ubicados en zonas residenciales al que pueden ofrecer los gimnasios ubicados en las zonas suburbanas. Del mismo modo, no es equivalente la práctica deportiva que puede realizarse en algunos clubes de ciudades importantes, a la que puede hacerse en clubes o centros de fomento del Gran Buenos Aires. Además, no se encuentran clubes ni gimnasios en las zonas rurales. Con todo esto, la desigualdad de oportunidades en relación con las prácticas corporales y motrices no hace más que profundizarse.

4) Que las prácticas corporales educativas tienen un carácter compensador de las actividades intelectuales.

Este aspecto fue señalado por los fisiólogos del siglo XIX mucho antes de que las sociedades modernas conocieran el estrés. Los desarrollos en fisiología, los estudios sobre las enfermedades cardiovasculares, sobre el estrés, etc., no han hecho más que confirmar los beneficios de la práctica corporal como compensación del trabajo intelectual y del sedentarismo. No se trata ya de la atención de la salud con criterio de prevención de futuras anomalías, sino de la atención de la salud presente de los alumnos y alumnas. El movimiento corporal está de por sí reducido en la escuela: tres horas didácticas por cada treinta o más de trabajo intelectual. No debería suprimirse en el comienzo mismo de la juventud, sobre todo cuando el discurso educativo enfatiza la salud y la calidad de vida, el equilibrio entre el trabajo y la recreación. No podríamos justificar esta decisión en la presunta generación de hábitos de práctica corporal en nuestros alumnos y alumnos cuando, como hemos visto, no existen en la sociedad sino contadas ofertas de educación corporal cierta, las cuales, además, no están al alcance de todos.

Estos cuatro compromisos: con el aprendizaje de su propio cuerpo y movimiento, con la salud presente y futura de los alumnos y alumnas y con la equidad en la distribución de los beneficios de la educación corporal, resultan ineludibles para la escuela transformada.

Es también ineludible una transformación de la educación física actual, que le permita asumir estos compromisos. Pero este reconocimiento de la necesidad de un cambio en la educación física escolar no puede constituir un pretexto para limitar su presencia en el Nivel Polimodal.

Los cimientos de ese cambio han sido echados en los CBC del área pero su construcción no puede limitarse a ellos. Es preciso avanzar en propuestas superadoras, no sólo a nivel curricular sino también a nivel de la organización del área en las instancias institucionales.

La propuesta de una educación corporal para el Nivel Polimodal es una manera de marchar en esa dirección, a condición de que ella sea correctamente entendida.

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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999