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El deporte como práctica cultural ante el reto de la 

igualdad de oportunidades en la sociedad del siglo XXI

 

Doctorando en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

Diplomado en Maestro: Educación Física

Universidad Autónoma de Madrid

Andrés Montero Gómez

andresmontego@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          El deporte, a lo largo de la Historia, ha sido utilizado como un medio de distinción entre sexos y clases sociales. Actualmente, este hecho está remitiendo en nuestra sociedad debido a una serie de acontecimientos que favorecen la práctica deportiva a casi la totalidad de los ciudadanos y ciudadanas. Esta relación dicotómica en la utilización del deporte como práctica cultural muestra cómo éste puede convertirse, en unas u otras manos, en un reproductor de las desigualdades sociales o en un transformador hacia la igualdad de oportunidades.

          Palabras clave: Igualdad de oportunidades. Deporte. Discriminación social. Reproductor social. Transformador social.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 132 - Mayo de 2009

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Introducción

    Es un hecho innegable que el deporte es uno de los prácticas culturales que más se ha extendido en las últimas décadas en nuestra sociedad. Su grado de aceptación y seguimiento por parte de las masas sociales lo han convertido en un entretenimiento que está al alcance de todas las personas. Esto es debido, tanto al número de practicantes como a seguidores incondicionales que no lo practican. En definitiva, consumidores deportivos que sustentan un negocio creciente que no en todos los momentos históricos fue tan cercano como en el momento actual.

    El deporte ha sido manejado como una práctica con la que se han delimitado las diferencias de sexo y clase social durante décadas. Como hemos mostrado anteriormente, en la actualidad la realidad deportiva es muy diferente a la de hace algunos años (o siglos) atrás. Este cambio es debido a una serie de sucesos que han facilitado el acceso a la práctica y el consumo deportivo. Algunos de estos sucesos son, entre otros, la creación de empresas que facilitan y acercan los servicios deportivos a los ciudadanos y ciudadanas o la lucha por la igualdad de oportunidades entre sexos y clases sociales.

    El deporte, a simple vista anodino por tener como base el juego, propio de la edad infantil, ha jugado en el pasado y juega en el presente un papel crucial para transmitir una serie de valores sociales. Diversos autores (Devís Devís, 1996; Velázquez Buendía, 2001; Montero, 2008) muestran el verdadero poder del deporte como instrumento para reproducir la ideología y los valores predominantes en la sociedad o para transformarlos.

La igualdad de sexos en la práctica deportiva: una utopía del pasado convertida en realidad

    A lo largo de la historia del deporte, los hombres han defendido a toda costa que el deporte lleva inherentes unos valores de virilidad como recoge Carroll (1986, en Hargreaves, 1993:123): “se debería, una vez más, prohibir la participación deportiva de las mujeres: ellas son las verdaderas defensoras de los valores humanistas que emanan del hogar, los valores de la ternura, el amor y la compasión, y este importantísimo papel no debiera ser trastocado por los valores militares y políticos inherentes al deporte. Asimismo, el deporte no debiera silenciarse con valores humanistas: es el foco viviente para la gran virtud de la virilidad”. En esta cita se observa la discriminación sexual que siempre ha existido en el mundo del deporte hacia la mujer, incluso actualmente aunque sea de una manera algo encubierta.

    Aunque actualmente esto está cambiando poco a poco, consideramos que un apoyo importante para que esta situación cambie y se consiga una igualdad real entre sexos sería que los medios de comunicación se involucrasen en este ámbito. Es en este punto donde Hargreaves (1993:126) recrimina el proceder de los medios de comunicación en lo que se refiere al deporte, aludiendo a que la atención que se le presta al deporte femenino en ellos es mínima y cuando lo hacen, primero hacen referencia a su condición de mujeres y, después, a la de atletas. No pretendemos recriminar la actitud, en este caso, de los medios sino utilizar su capacidad de convicción frente a la sociedad para que hombres y mujeres sean identificados como iguales en el ámbito deportivo, lo que, irremediablemente, afectaría a los demás ámbitos de la vida social, lo que desembocaría en un cambio en la sociedad que ayudaría al desarrollo de una cultura en la que la igualdad entre todas las personas sería tal que podrían sentarse unas nuevas bases orientadas hacia el respeto a la dignidad humana.

    En términos generales puede decirse que la histórica existencia y persistencia de esta segregación de la mujer en el deporte de la que venimos hablando se ha basado en las creencias y discursos tradicionales sobre el papel social de las mujeres orientado al matrimonio y a la maternidad, así como sobre los valores, actitudes y modos de conducta que son propios del sexo femenino, radicalmente opuestos a los que debían caracterizar a la actividad deportiva. (Hargreaves, 1993, en Velázquez Buendía, 2001). Esta autora expone que los hombres tienen acceso a un número mayor de actividades que las mujeres, sin embargo, consideramos que esta idea ha quedado en parte obsoleta, ya que, actualmente, la evolución de la sociedad hacia nuevas formas de ocio han contribuido a la creación de nuevas empresas de ocio deportivo que han ofrecido un amplio abanico de servicios físico-deportivos para cubrir la demanda generada por los ciudadanos/as e, incluso, generando necesidades deportivas antes inimaginables para el gran público.

    Este cambio se ha producido por la visión mercantil de los empresarios que han visto a las mujeres como un sector de población potencialmente consumidor de deporte y de todo lo que rodea al mismo (productos, espectáculos deportivos, etc.). La ampliación del mercado de consumidores aumenta las ganancias de las empresas dedicadas al mundo del deporte (marcas deportivas, gestores de servicios deportivos, etc.) y en consecuencia han facilitado desde estas esferas, entre otras, la introducción de la mujer en este campo.

    Otro aspecto que ha contribuido a destruir este falso mito sobre la incompetencia o falta de capacidad de la mujer para realizar práctica deportiva ha sido, en gran medida, la lucha histórica de las mujeres y la concienciación, en mayor o menor medida, de la sociedad corroborando que la práctica deportiva no está reservada a los hombres, sino que el sexo femenino puede aportar lo mismo que éstos en dicho campo. Para Bochetti (1996, en Puig i Barata 2001:76) “conseguir que la diferencia que ha existido siempre pero que ha sido oprimida y ocultada haya sido reconocida socialmente es fruto de un “combate” en la esfera pública”. Así, Puig i Barata (2001:68) habla de que “innegablemente hay una cultura deportiva femenina”, aunque está de acuerdo con Hargreaves en que ésta no goza ni de la valoración social ni de la centralidad que tiene la masculina, especialmente en las estructuras del deporte tradicional. Por otro lado, y atendiendo a la afirmación de Puig i Barata, creemos que para conseguir la igualdad en el ámbito deportivo no es acertado pensar en una cultura deportiva propia del sexo femenino, ya que esto implica que la cultura deportiva entre hombres y mujeres es diferente, por lo que si fuera así, nunca podría consolidarse una sociedad en la que unos y otras fueran considerados como iguales, al menos, en este ámbito.

    Evidentemente, queda mucho camino por recorrer para llegar a conseguir la igualdad en cuestión de sexo, debido al lastre machista que ha arrastrado la sociedad a lo largo de la historia. No obstante, es un hecho que la mujer tiene cada vez más peso en todos los ámbitos de la vida (cultural, político, económico, etc.) y por supuesto en el del deporte, que al ser una práctica cultural, refleja el sentir de la sociedad en la que se encuentra inmerso.

Acercamiento social del deporte

    Tras revisar la literatura relacionada con el tema de la igualdad en el deporte hemos encontrado paralelismos entre las diferencias que se producen en el deporte entre hombres y mujeres, por un lado, y las distintas clases sociales por otro lado. Nos referimos a que hay una serie de deportes que en su inicio han sido considerados como aptos para unos y no aptos o poco accesibles para los otros. Estas diferencias se han tratado de encubrir de unas u otras maneras, tratando de ser sutiles en el tratamiento de la prohibición o restricción de la práctica de estos deportes.

    Hasta este momento hemos expuesto la problemática de la mujer en torno al mundo del deporte. Como decíamos anteriormente, el deporte como práctica cultural ha seguido la ideología dominante, es decir, excluía a la mujer de todos los aspectos sociales y culturales de importancia, hasta hace relativamente poco tiempo. En este sentido, las clases sociales bajas han sido tratadas del mismo modo que las mujeres. Con esta afirmación nos referimos a que no han tenido una opinión relevante en ningún ámbito importante de la sociedad (político, económico, etc.) y que incluso, en el ámbito deportivo, eran relegados de esta práctica, ya que era un disfrute reservado sólo a unos cuantos. En esta línea, algunos autores (Cazorla Prieto, 1979; Mandell, 1986; Elías, 1992; Bordieu, 1993) han puesto de manifiesto que el deporte moderno en sus orígenes se constituyó como una práctica propia de las élites sociales que incorporaba características, significados y finalidades particulares. De esta manera, el deporte como aspecto cultural, en ocasiones ha estado destinado al disfrute de unos cuantos mientras que para otros ha significado un medio de vida. Varios años atrás, algunos deportes se han percibido con un cierto aire clasista, como si se intentase levantar una barrera para mostrar hasta donde podía llegar la gente de a pie y donde empezaba el deporte para la gente acomodada.

    Sin embargo, las empresas dedicadas al ocio deportivo, mencionadas con anterioridad, han provocado un cambio en la manera de ver estos deportes considerados como “clasistas”, ya que mediante la oferta de servicios deportivos por parte de estas empresas se ha conseguido romper la barrera que impedía el acceso a estos deportes a las clases sociales “no dominantes”.

    Este cambio ha supuesto el acercamiento de los deportes clasistas a todo el estrato social, que han empezado a ser consumidos por todos los sectores de la población. Así, deportes como el esquí, el padel o el golf, entre otros, han pasado de ser practicados por unos pocos a ser deportes más asequibles para cualquier ciudadano/a. Así lo expone Velázquez Buendía (2001) cuando dice que “a pesar de los orígenes aristocráticos que cabe atribuir al deporte, su evolución como concepto y como práctica ha sido paralela a su diversificación y a su extensión a todas las capas sociales”.

    Es evidente que seguirá habiendo clubes privados destinados a la realización de deportes considerados clasistas hace unos años, como el golf, padel o esquí, pero esto no significa que el deporte practicado en esos clubes privados sea diferente al que puede practicar cualquier persona en un espacio habilitado para el disfrute de estos deportes anteriormente mencionados, por poner un ejemplo. Se ha pasado de considerar ciertos deportes como un factor que otorgaba prestigio a utilizarlo como un eje para el acercamiento a la igualdad social.

    Siguiendo con esta línea argumental, podemos decir que la práctica deportiva, actualmente, no sólo es exclusiva de las personas que tienen un gran poder adquisitivo. Será el poder económico de la persona y, por supuesto el tiempo libre del que dispone, el verdadero discriminador para que haya una mayor o menor práctica deportiva, pero no una práctica diferente a las personas que están por debajo en la escala socio-económica, ya que en la actualidad la mayoría de los ciudadanos/as puede practicar cualquier deporte por un precio asequible. Es decir, el deporte no será un instrumento que marque las diferencias de clase, como se utilizaba desde hace casi dos siglos hasta hace pocos años.

    Por lo tanto, como hemos expuesto, partiendo del deporte como práctica cultural, éste puede ser utilizado de dos maneras diametralmente opuestas: como agente de reproducción social o como transformador social. De acuerdo con Devís Devís (1996:37), “el deporte se configura como un objeto cultural que cumple funciones ambivalentes, incluso contradictorias: la de producción y reproducción ideológica de los valores y estructuras sociales, políticas y económicas dominantes, y la de transformación de tales valores y estructuras”.

    Por un lado, sin duda, como dice Velázquez Buendía (2001), “puede afirmarse que todavía existen formas de discriminación deportiva que relegan a un segundo plano el deporte femenino y que tratan de mantener ideológicamente la total supremacía masculina en el campo de la actividad física y del rendimiento deportivo”. Incluso podríamos hablar de cierta discriminación de clase en algunos casos concretos (clubes deportivos). Por otro lado, como apunta Cazorla Prieto (1979), el deporte ha sido utilizado y se ha convertido en un importante medio de protesta. Velázquez Buendía (2001) va un poco más allá cuando expone “que el prestigio y la popularidad del deporte de élite han contribuido en la evolución positiva de algunos problemas que se dan en la sociedad, ayudando a que se produjera una disminución del racismo, introduciendo nuevas y desconocidas culturas que han servido para entenderlas algo mejor e, incluso para la aproximación de las clases sociales”.

    De esta manera, y concluyendo con una cita de Velázquez Buendía (2001) hemos comprobado que, “por un lado es cierto que el espectáculo deportivo está orientado hacia la producción y reproducción ideológica de los valores y estructuras sociopolíticas y económicas dominantes en las sociedades modernas, lo que contribuye a que tenga lugar una sutil acomodación y control “consentido” de los grupos subordinados de la sociedad. Pero, por otro lado, no es menos cierto que el espectáculo deportivo también contiene un importante potencial para la transformación de la sociedad que ha sido y será aprovechado como medio para estimular la resistencia y la lucha en tales grupos, y para alcanzar mayores cotas de igualdad, justicia y bienestar social”.

Conclusiones

    El deporte ha sido utilizado como una práctica de reproducción y cambio social a lo largo de su existencia. Debemos, sus consumidores, gobernarnos por la reflexión crítica y entender, que más allá de ideologías partidistas para las que ha sido usado, el deporte puede y debe ser utilizado para reproducir los aspectos sociales positivos y para transformar aquellos otros que son negativos.

    Hace siglos, incluso hace pocas décadas, nadie podía pensar que el deporte llegase a ser practicado por mujeres. Un pensamiento de este tipo hubiera sido considerado como una utopía. Sin embargo, y remitiéndonos a la práctica deportiva femenina actual, podemos afirmar que las utopías son barreras que hay que intentar superar, como ha ocurrido en este caso. No obstante, entendemos que aún queda camino por recorrer para alcanzar la igualdad de oportunidades entre sexos en cualquier ámbito de la vida en el que incluimos, por supuesto, el deportivo.

Bibliografía

  • BORDIEU, P. (1993): "Deporte y clase social" (primera publicación en 1978), en Brohm J.M. et al. (1993): Materiales de sociología del deporte, pp. 57-82. (J.I. Barbero González, comp.) La Piqueta. Madrid.

  • CAZORLA PRIETO, J.M. (1979): Deporte y Estado. Labor. Barcelona.

  • DEVÍS DEVÍS, J. (1996): Educación física, deporte y curriculum. Investigación y desarrollo curricular. Visor. Madrid.

  • ELIAS, N. (1992): "Introducción", en Elias, N. y Dunning, E.: Deporte y ocio en el proceso de la civilización, pp. 31-82. Fondo de Cultura Económica. Madrid (ed. original en 1986).

  • HARGREAVES, J. (1993): “Problemas y promesa en el ocio y los deportes femeninos”, en Brohm, J.M. et al. (1993): Materiales de sociología del deporte (pp.109-132) (J.I.Barbero, comp.). La Piqueta. Madrid.

  • MANDELL, R.D. (1986): Historia Cultural del Deporte. Bellaterra. Barcelona.

  • MONTERO GÓMEZ, A. (2008): Educar al alumnado en el respeto hacia sus compañeros a través del deporte: un deber moral y legal del docente de Educación Física. EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Nº 125. http://www.efdeportes.com/efd125/educar-al-alumnado-en-el-respeto-hacia-sus-companeros-a-traves-del-deporte.htm

  • PUIG i BARATA, N. (2001): “La situación de la mujer en el deporte al iniciarse el siglo XXI”, en Deporte y Cambio social en el umbral del siglo XXI. Investigación Social y Deporte, nº 5, vol. II (pp. 67-80). Esteban Sanz. Madrid.

  • VELÁZQUEZ BUENDÍA, R. (2001) Acerca de la popularización del deporte y de los nuevos deportes. EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Nº 38. http://www.efdeportes.com/efd38/popul.htm

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