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Acerca de la popularización
del deporte y de los nuevos deportes

  Universidad Autónoma de Madrid
(España)
Roberto Velázquez Buendía
roberto.velazquez@uam.es

 

 

 

 
Resumen:
    Dada la gran amplitud y complejidad que se encierra en la expresión "deporte moderno", ya sea considerada desde su significado conceptual, o bien, desde las diferentes formas de práctica socio-cultural a que alude, todo intento de aproximación teórica y de análisis crítico ha de verse precedido por una elección de perspectiva de análisis y por una acotación del campo de estudio. En este sentido, en el marco del deporte moderno, se presentan en este artículo, en primer lugar, algunas consideraciones críticas acerca del proceso que ha dado lugar a la popularización de la práctica deportiva y de los intereses socio-políticos y económicos que la han propiciado. En segundo lugar, se expone una reflexión, también con un sentido crítico, sobre algunas cuestiones relativas al significado y a las funciones que cumple el deporte en la actualidad considerando dos ejes de análisis, el configurado por el deporte como espectáculo, y el que tiene que ver con la idea del deporte como práctica para todos.
    Palabras clave: Popularización del deporte. Funciones del deporte. Deporte espectáculo. Deporte para todos. Deporte profesional. Deporte recreativo. Mercado deportivo. Deporte de clase. Mujer y deporte. Reproducción ideológica. Nuevos deportes. Deportes alternativos.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 38 - Julio de 2001

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    A pesar de los orígenes aristocráticos y elitistas que cabe atribuir al deporte moderno, su evolución como concepto y como práctica ha sido paralela a su diversificación y a su extensión a todas las capas sociales. No obstante, si bien puede decirse que en la actualidad constituye una práctica intercultural e internacional  como actividad y como espectáculo  difundida entre muy amplios sectores de la población de una gran cantidad de países, la cual tiene lugar con independencia de la posición social de las personas y de su nivel económico, también puede decirse que el deporte adquiere diferentes formas y significados, coherentes con los valores y necesidades de las personas involucradas en la práctica deportiva de una u otra forma. Ello es así hasta tal punto que en la última década estamos asistiendo a una proliferación de nuevas formas de práctica deportiva que rebasan los ámbitos oficiales, y que parecen tratar de dar respuestas a necesidades para las que las formas tradicionales de práctica deportiva se vuelven inadecuadas o insuficientes.

    En este sentido, la reflexión en torno a las posibles causas y factores que han propiciado la gran extensión (o popularización) y diversificación de la práctica deportiva hace surgir interrogantes cuyo planteamiento  y sus correspondientes respuestas  no debería ser obviado, especialmente por las personas vinculadas al campo de la enseñanza deportiva con propósitos educativos, en tanto que muchos de ellos les llevarán a plantearse y a analizar el significado y funciones sociales de aquello que constituye el objeto de su enseñanza, conocimiento que es esencial para una práctica autónoma y responsable (ética y socialmente). Así, por ejemplo, ¿cabe considerar entre tales causas y factores a la existencia de una supuesta bondad intrínseca del deporte, generadora de beneficios en las personas que lo practican? ¿Se trata de la capacidad que posee en sí mismo el deporte para satisfacer determinadas necesidades sociales y personales? ¿Quiénes son en realidad los principales beneficiarios de la práctica deportiva multitudinaria? ¿El valor y atractivo del deporte radica en que responde a un ideal moral de vida transferible a otros ámbitos de la vida cotidiana? ¿A qué se debe el gran interés de determinadas instituciones públicas y empresas privadas por intervenir en el mundo del deporte y por influir en su desarrollo?....

    En los siguientes apartados se exponen algunas consideraciones suscitadas por cuestiones de este tipo, y por otras de un orden similar, con el propósito de tratar de contribuir a la existencia de un mayor conocimiento y comprensión del fenómeno sociocultural en que se ha convertido el deporte, y, por ende, a una mayor toma conciencia del significado y funciones del deporte en tanto que objeto educativo.


1. La popularización de la práctica deportiva: una perspectiva crítica

    Puede decirse que la posibilidad de acceso a la práctica deportiva para todas las capas sociales de la población surgió a partir de un proceso que comenzó alrededor de principios del siglo XX en algunos países industrializados o en vías de industrialización (especialmente en Inglaterra y en Estados Unidos), difundiéndose posteriormente por el resto de países occidentales, de maneras muy diversas, y con diferentes e irregulares ritmos de crecimiento y expansión. Ahora bien, es tal la aceleración en extensión y profundidad que dicho proceso experimenta a mediados de dicho siglo, que el fenómeno de la popularización de la práctica deportiva puede situarse históricamente a partir de esta fecha. En efecto, muchos autores (Cazorla Prieto, 1979:161 y ss.; Mandell, 1986:273; Barbero González, 1993:30...) coinciden en señalar que el desarrollo del deporte y la popularización de la práctica deportiva como fenómeno sociocultural, tal y como se entiende en la actualidad, surge en el período de reconstrucción que siguió a la segunda guerra mundial, de la mano del gran desarrollo y crecimiento económico que tiene lugar a partir de dicho periodo y de la aparición e implantación del llamado Estado del bienestar.

    Como expone Cazorla Prieto (1979:166), el declinar del Estado liberal y de sus esquemas público-abstencionistas da lugar a una nueva forma de Estado concebida y sustentada en la igualdad de derechos políticos, sociales y económicos de los ciudadanos y ciudadanas, cuya acción política debe dirigirse a proporcionar a la población un crecimiento económico equilibrado con el bienestar individual y social. Esta nueva actitud estatal asume en sus presupuestos constitucionales enunciados que aluden a la protección del medio ambiente, a la defensa de los consumidores, al acceso de todos los ciudadanos a la cultura..., como líneas de acción política que deben llevar más allá de un bienestar social cuantitativo (en el sentido económico de posesión de bienes materiales). Es en este contexto político-social donde el deporte y la práctica deportiva emerge como un importante aspecto representativo de la idea de calidad de vida que preside los presupuestos del Estado del bienestar.

    Así, en torno a la década de los años sesenta proliferan campañas nacionales y transnacionales de participación deportiva  como la de "Deporte para todos" o, también en nuestro país, la del "Contamos contigo"  cuya finalidad explícita era la de movilizar a todos los sectores de la población hacia la práctica de una actividad presentada oficialmente bajo su forma "ideal" (amateur) y con la que se trataba de caracterizar y ofrecer un estilo de vida saludable, activo y ejemplar, desde un punto de vista moral y social.

    En lo que se refiere al ámbito del "deporte escolar", estas campañas institucionales de popularización de la práctica deportiva, se desarrollaron bajo el influjo del modelo que representaba el deporte de alta competición, asumiendo, en buena medida, sus formas de realización (sistemas de entrenamiento, rituales de la competición, clasificaciones...), sus modos de organización (federaciones, asociaciones, categorías, sistemas de competición...) y sus valores (importancia de la victoria, necesidad de disciplina, orientación al rendimiento...).

    Asimismo, de forma paralela, tales campañas despertaron la atención del mundo empresarial y comercial al ofrecer la posibilidad de abrir nuevos mercados a los que atraer a una gran masa de potenciales consumidores de artículos y material deportivo, lo que incrementaba enormemente las posibilidades de obtención de beneficios, hasta entonces circunscritos sobre todo al ámbito del deporte como espectáculo.

    Tales aspectos fueron condicionando en gran medida la orientación y desarrollo de la práctica deportiva popular entre la población adulta y la escolar, poniendo paulatinamente en entredicho muchos de los presupuestos que la sustentaban como un medio de alcanzar una mejor calidad de vida y un mayor bienestar personal y social, y que, al menos teóricamente, habían motivado el apoyo de las instituciones y poderes públicos.

    En relación con la primera cuestión planteada, se ha de tener en cuenta que la "filosofía" del deporte amateur se encontraba en un proceso de decadencia que comienza a tener lugar en los años treinta, a partir de los Juegos Olímpicos de Berlín, debido al significado y sentido socio-político y económico que comenzaron a tener desde entonces las grandes manifestaciones deportivas (Barbero González, 1993:29). La necesidad de victorias y los requerimientos cada vez más exigentes del deporte de alta competición, en creciente auge y popularidad, junto con las elevadas recaudaciones obtenidas en los espectáculos deportivos (Meynaud, 1972:38), iban provocando una evolución general hacia el profesionalismo, de forma abierta o encubierta, asumiendo los principios que caracterizaban al mundo laboral en la sociedad industrial. Los campeones eran presentados casi como héroes  y, por tanto como modelos a imitar  que a través de su abnegación, sacrificio, esfuerzo y trabajo habían conseguido tener éxito y ascender en la escala social, lo que, por otra parte, contribuía, como señala Barbero González (1993:50), a justificar y a reforzar las ideas de jerarquización y de posibilidad de promoción social. Al mismo tiempo, determinados conceptos, tales como «clasificación», «récord», «rendimiento», «victoria»..., saturaban de manera hegemónica la realidad del deporte, restringiendo su significado al de una actividad física que hace de la competición su esencia y de los resultados su sustancia.

    Respecto a sus modos de organización, cabe señalar que el deporte moderno se fue estructurando en redes federativas y asociativas conectadas geográficamente (ámbito local, regional, nacional, internacional) y por niveles (divisiones, categorías...), las cuales permitían controlar la práctica deportiva oficial en todos sus niveles y ámbitos, determinar las normas de las competiciones y los requisitos que debían reunir los participantes, supervisar el cumplimiento de los reglamentos y sancionar las infracciones, regular el funcionamiento de los clubes deportivos y las adscripciones de los jugadores...

    En este contexto de organización y funcionamiento, la práctica deportiva popular  o "deporte para todos"  tiende a configurarse de manera mimética con el deporte de alta competición, impregnándose en buena parte de sus formas de práctica y de sus rituales, de sus valores y formas de recompensa, y de sus modos de organización. La respuesta de la población a las campañas propagandísticas fue muy importante, en términos cuantitativos y absolutos, en los diversos países de Europa en que tuvieron lugar, incrementándose sustancialmente a lo largo de la década de los sesenta. Ahora bien, en términos relativos tal respuesta puede considerarse como mediocre  como señala Meynaud (1972:17 y ss.) y como puede apreciarse en los datos que dicho autor aporta  debido a la inadecuación, limitaciones y enfoque de dichas campañas, por lo que, al menos en este periodo, sería precipitado calificar al deporte como una práctica de masas.

    En efecto, si por un lado se trataba de ir estimulando la participación de la población a través de los supuestos beneficios que se atribuían a la práctica deportiva en sí misma, por otra, la imagen enormemente competitiva, selectiva y dura que se transmitía de la misma a través de los cada vez más omnipresentes medios de comunicación y el creciente valor social otorgado al éxito y a la victoria, contradecía, en términos generales, la idea de que era posible una práctica deportiva abierta a todas las personas. Igualmente, la importancia adquirida por los resultados y las recompensas externas se oponían a la formación de una mentalidad participativa que valorase la propia práctica en sí misma, y de una motivación interna que encontrase recompensa sobre todo en el esfuerzo realizado y en el placer obtenido durante el juego.

    Asimismo, la dependencia institucional y burocrática de la práctica deportiva popular organizada, con toda su secuela de inscripciones de equipos estables, de compromisos regulares de asistencia, de normas de equipamiento personal, de aspectos formales de la competición, de publicidad de las clasificaciones y resultados..., limitaba las posibilidades de participación popular y contribuía a hacer de la práctica deportiva una actividad seria y rutinaria, poco apropiada para situarla en los momentos de ocio de manera espontánea, lúdica y recreativa.1

    También se ha de considerar, de acuerdo nuevamente con Meynaud (1972:24), la falta de adecuación de los métodos educativos y la insuficiencia cuantitativa y cualitativa de los profesores para despertar en el alumnado hábitos positivos hacia la práctica de actividades deportivas, así como también la dispersión y poca utilidad de los esfuerzos realizados en este sentido por las organizaciones deportivas centradas en el campo del deporte extraescolar.

    Por otra parte, la propia oferta propagandística del deporte como posibilidad de promoción social, realizada desde instituciones públicas y privadas, puede dar una idea del sentido con el que muchos jóvenes aficionados entendían y accedían  entienden y acceden  a la práctica deportiva, la mayor parte de las veces tratando de emular a sus ídolos. Una propaganda mistificadora por cuanto que, tal y como señala Mandell (1986:281), los atractivos premios y las enormes ganancias de los pocos triunfadores siempre han ocultado el triste y desolador panorama ofrecido por los candidatos infinitamente más numerosos que fracasan en el empeño, la mayor parte de ellos totalmente, lo que en muchos casos ha constituido una auténtica tragedia personal.2

    La gran difusión y creencia en la posibilidad de promoción social a través de los éxitos en el deporte puede vincularse, en buena medida, con la idea de que de una gran masa de practicantes surgirían casi de forma natural los deportistas de elite (planteamiento conocido como teoría de la pirámide). Ello puede explicar, al menos en parte, el apoyo de los poderes públicos a la propagación de la práctica deportiva popular y las formas con las que durante mucho tiempo se planificaron las estructuras deportivas nacionales, con la esperanza de obtener campeones que pudieran representar y obtener trofeos y prestigio para el propio país en los torneos internacionales. Si bien, como afirma Cazorla Prieto (1979:111), este planteamiento piramidal pudo tener validez como mucho hasta los años sesenta, los niveles alcanzados por la alta competición a partir de la aplicación de los conocimientos científicos y tecnológicos a superdotados lo convirtieron en inadecuado, insuficiente y anacrónico como medio de formar deportistas de elite.

    Volviendo a la segunda cuestión mencionada anteriormente, relativa al hecho de que la popularización de la práctica deportiva popular dio lugar a una creciente proliferación de intereses económicos en torno a la misma, que también contribuyó a la identificación de las formas, modos y valores de dicha práctica con los que predominaban en el mundo de la alta competición, cabe también hacer algunas consideraciones.

    Como consecuencia de la propia dinámica del mercado, la necesidad de captar a los potenciales consumidores de artículos y de material deportivo condujo a la aparición y desarrollo de estrategias publicitarias basadas en la asociación de determinadas marcas comerciales con los ídolos deportivos del momento y, por consiguiente, con sus éxitos y valores. En otras palabras, desde la aparición de lo que se ha llamado deporte para todos, las empresas comerciales y publicitarias han utilizado la popularidad y prestigio de los campeones deportivos, y el contexto de la alta competición, como medios de obtener la atención del público, explotando el poder de seducción de tales aspectos para incrementar las ventas de unos productos especializados dirigidos a grandes sectores de la población cuyas necesidades de consumo difieren radicalmente de las existentes en el mundo de la elite deportiva.

    Asimismo, si por un lado el escaparate para la promoción y venta de marcas y productos deportivos dirigidos a consumidores «aficionados» giraba en torno al deporte de alta competición y a sus campeones, por otro era difícil no asumir la identificación que implícitamente se hacía entre una y otra forma de práctica deportiva en cada mensaje publicitario, lo que, por extensión, supone también la identificación de los modos y valores que debían predominar en ambas dimensiones deportivas (aficionada y de elite).

    En este sentido puede decirse que las estrategias publicitarias utilizadas no sólo han aprovechado la tendencia de muchas personas a imitar la conducta, hábitos y actitudes de los ídolos del deporte para aumentar las ventas de los productos deportivos, sino que también han contribuido a que la práctica deportiva popular asumiera las formas, modos y valores predominantes en el deporte de alto rendimiento.

    Otro tanto se podría decir en relación con la comercialización de toda una serie de productos cuya vinculación con el mundo del deporte se sitúa más allá de lo estrictamente deportivo, en la órbita de las modas y estéticas corporales. A partir de mediados de este siglo comienza a tener lugar lo que Laguillaumie (1978:61) denomina una «cultura del cuerpo», caracterizada por la revalorización social de lo corporal  más concretamente, de la apariencia corporal  como muestra de buena salud, bienestar, éxito y posición social.

    Sin entrar aquí en el análisis de este fenómeno sociocultural, que el autor citado llega a conceptuar como civilización del cuerpo (1978:64), sí interesa llamar la atención sobre la relación que se establece desde diferentes ámbitos sociales, políticos y económicos entre la práctica de actividades físico-deportivas y la estética corporal, relación que trata de ser demostrada y puesta de manifiesto en su máximo esplendor por la difusión de las imágenes corporales de los deportistas de elite. Así, el deseo de tener una buena apariencia física no sólo se va convirtiendo en un móvil que lleva hacia la práctica de actividades físico-deportivas sino que, además, se asumen las formas y métodos de dicha práctica como un reflejo de las que tienen lugar en el mundo de la alta competición.


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