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ISSN 1514-3465

 

Las representaciones periodísticas de la carrera París-Madrid

(1903) y los debates sociales sobre la velocidad automovilística

The Press Representations of the Paris-Madrid Race (1903) and the Social Debates on Automobile Speed

As representações jornalísticas da corrida Paris-Madrid (1903) e debates sociais sobre a velocidade do automóvel

 

Matteo Arias Díaz

matteo.arias.diaz@ehess.fr

 

Maestrante en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS, París)

del programa Territoires, Espaces, Sociétés, 2024-2026

Licenciado en Historia por la Universidad Iberoamericana (Ciudad de México)

Asistente de investigación en El Colegio de México (Ciudad de México)

Asistente de investigación en el programa UNAM-Conahcyt (Ciudad de México)

(Francia)

 

Recepción: 01/06/2025 - Aceptación: 15/08/2025

1ª Revisión: 30/07/2025 - 2ª Revisión: 11/08/2025

 

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Cita sugerida: Arias Díaz, M. (2025). Las representaciones periodísticas de la carrera París-Madrid (1903) y los debates sociales sobre la velocidad automovilística. Lecturas: Educación Física y Deportes, 30(328), 46-66. https://doi.org/10.46642/efd.v30i328.8410

 

Resumen

    Recientemente las ciencias sociales y humanas han concedido mayor importancia al automovilismo y al concepto de velocidad como objetos de estudio pertinentes para la comprensión de distintas problemáticas actuales. Como parte de este creciente interés, las prácticas deportivas automovilísticas han motivado diversos análisis sobre las transformaciones sociales, geográficas, jurídicas y culturales desprendidas de la velocidad automovilística. Sin embargo, estas investigaciones tienden a soslayar el complejo proceso por el que la rapidez de los coches se fue insertando en las sociedades del cambio del siglo XIX al XX. Con el fin de visualizar esta cuestión, la carrera París-Madrid de 1903, responsable de cambios fundamentales para el devenir del deporte automovilístico, constituye un estudio de caso pertinente debido a que en este evento confluyeron numerosos debates que rodeaban a este medio de transporte en sus primeras etapas de desarrollo. Para ello, el objetivo de esta investigación consiste en examinar las representaciones periodísticas sobre esta carrera en la prensa deportiva y no deportiva de las ciudades de París y de Madrid. Las contradictorias interpretaciones del periodismo, además de ser sintomáticas de las discusiones sociales que despertaba la velocidad de los automóviles, ponen de manifiesto la historicidad de este fenómeno.

    Palabras clave: Velocidad. Automovilismo. Carrera. Representaciones. Debates. Prensa.

 

Abstract

    In recent years, the social and human sciences have dedicated greater importance to motorsport and the concept of speed, arguing its relevance for the understanding of several current problematics. As part of this growing interest, motorsport practices have been the subject of various analyses of the social, geographical, legal and cultural transformations resulting from automobile speed. However, these studies tend to neglect the complex process by which the unprecedented speed of automobiles was inserted into societies at the turn of the 19th to 20th century. In order to visualize this question, the Paris-Madrid race of 1903, responsible for fundamental changes in the evolution of motorsport, is a pertinent case study, since this event was at the confluence of several debates that were generated around this vehicle in its early stages. To this end, the aim of this research is to examine the journalistic representations of this race in the sports and non-sports press in the cities of Paris and Madrid. The contradictory press interpretations, in addition to being symptomatic of the social discussions aroused by the automobile speed, highlight the historicity of this phenomenon.

    Keywords: Speed. Motorsport. Race. Representations. Debates. Press.

 

Resumo

    Recentemente, as ciências sociais e humanas têm dado maior importância ao desporto automóvel e ao conceito de velocidade como objetos de estudo relevantes para a compreensão de diversas questões atuais. No âmbito deste crescente interesse, as práticas do automobilismo têm motivado diversas análises sobre as transformações sociais, geográficas, jurídicas e culturais decorrentes da velocidade dos automóveis. No entanto, estas pesquisas tendem a ignorar o complexo processo pelo qual a velocidade dos automóveis se incorporou nas sociedades na viragem dos séculos XIX e XX. Para lançar luz sobre esta questão, a corrida Paris-Madrid de 1903, responsável por mudanças fundamentais no futuro do desporto automóvel, constitui um caso de estudo pertinente, uma vez que convergiu para inúmeros debates em torno deste modo de transporte nas suas fases iniciais de desenvolvimento. Para tal, o objetivo desta pesquisa é examinar as representações jornalísticas desta corrida na imprensa desportiva e não desportiva das cidades de Paris e Madrid. As interpretações contraditórias da imprensa, para além de serem sintomáticas das discussões sociais suscitadas pela velocidade dos automóveis, evidenciam a historicidade deste fenómeno.

    Unitermos: Velocidade. Automobilismo. Corrida. Representações. Debates. Imprensa.

 

Lecturas: Educación Física y Deportes, Vol. 30, Núm. 328, Sep. (2025)


 

Introducción 

 

    La carrera de automóviles París-Madrid de 1903 sigue resonando en la actualidad como un evento fatal que cambió el deporte del motor. El trágico desenvolvimiento de esta prueba la ha establecido como un punto de inflexión importante para el desarrollo del automovilismo de principios del siglo pasado (Orselli, 2009). De igual manera, los investigadores en ciencias sociales y humanas coinciden en que en este acontecimiento confluyeron gran parte de los fenómenos sociohistóricos asociados a la conflictiva inserción del automóvil en las sociedades del tránsito del siglo XIX al XX (Studeny, 1995). Por lo tanto, remitirse a este evento de mayo de 1903, como propone este artículo, resulta pertinente para explorar la diversidad de transformaciones ligadas a la emergencia de la velocidad automovilística.

 

    Este texto deriva de la investigación de una tesis de maestría enfocada en la examinación del proceso por el que las interpretaciones de la velocidad automovilística se han modificado con el paso del tiempo. Para los intereses de este texto, la carrera París-Madrid representa un foco de irrupción de sentido muy valioso para visualizar los debates que suscitaba el naciente automovilismo. Por ello, es pertinente preguntarse por la manera en que estas discusiones ejemplifican el complejo proceso por el que la inédita velocidad automovilística se fue insertando en las sociedades contemporáneas. Para responder a este cuestionamiento, el objetivo de esta investigación consiste en examinar las representaciones periodísticas sobre esta carrera en la prensa deportiva y no deportiva de las ciudades de París y de Madrid.

 

    Como dispositivo teórico-metodológico, se emplea la categoría heurística de “representaciones”, la cual hace referencia a las significaciones emitidas por los actores sociales de un sistema comunicativo específico. Las representaciones, tal como las entiende el sociólogo Stuart Hall, conectan sentido, lenguaje y cultura al momento de significar un fenómeno (Hall, 2014). Representar, por ende, implica usar el lenguaje para decir algo con sentido sobre el mundo, partiendo de diversas concepciones socioculturales que componen al lugar de enunciación de los agentes sociohistóricos. Tomando en cuenta lo anterior, las representaciones elaboradas por la prensa sobre la prueba de París-Madrid en 1903 constituyen una puerta de acceso muy prolífica. Esto se debe a que estas textualidades fungieron un rol vital en la difusión del automovilismo, así como en la implementación gradual de los coches en los imaginarios sociales gracias a los procesos de socialización de estas publicaciones periódicas. Si bien no es posible asegurar que los periodistas reflejaran la totalidad de las significaciones sociales que circulaban en la opinión pública, resulta factible pensar este tipo de producciones de sentido como una caja de resonancias de algunas de las formas más representativas en que la velocidad automovilística era interpretada por los actores sociales del periodo observado.

 

    La selección de la prensa examinada en este artículo responde a la necesidad de recolectar diferentes perspectivas de las publicaciones de mayor difusión y relevancia en su época, fruto del considerable número de ejemplares que imprimían estos periódicos, tanto en Madrid como en París, así como de su carácter precursor en el caso de la prensa deportiva seleccionada (López de Aguileta, 2008; Livois, 1965; Bourg, 1996). Estas fuentes hemerográficas, de cientos de miles de ejemplares impresos anualmente, fueron obtenidas de la Biblioteca Nacional de Francia y de la Biblioteca Nacional de España. Aunque sus tendencias sociopolíticas no sean estrictamente relevantes para los fines de esta investigación, es pertinente explicitarlas para caracterizar estas publicaciones. En este artículo se analizan, para el caso madrileño, los diarios de La Época (1849-1936; de tendencia conservadora y monárquica) y El Imparcial (1867-1933; de inclinación liberal), así como la publicación mensual deportiva Gran Vida. Revista ilustrada de Sports (1903-1929). En cuanto a la prensa parisina, se examinan los célebres diarios Le Journal (1892-1944; de tendencia republicana más conservadora) y Le Petit Parisien (1876-1944; de tendencia republicana más popular), así como la publicación deportiva más famosa de aquellos años L’Auto (1900-1944). Aunado a la consulta de estas fuentes, este texto incluye imágenes provenientes del semanario ilustrado La vie au grand air (París, 1898-1922) que fortalecerán el análisis realizado.

 

    Este artículo se organiza en cuatro partes. Primero, se incluye un breve estado de la cuestión con el fin de identificar los ejes temáticos más relevantes sobre el automóvil y la velocidad como objetos de estudio. En segundo lugar, se desarrolla una sucinta contextualización del automovilismo hasta llegar a la carrera de París-Madrid de 1903. En esta sección se describen los puntos clave del desarrollo del deporte del motor para entender qué impulsaba los debates sociales en torno a la velocidad automovilística. Posteriormente, el artículo problematiza el estudio de caso señalado, comparando las producciones de sentido elaboradas por la prensa deportiva y no deportiva de París y de Madrid, como se fijó en el objetivo central de este texto. Este contraste revela las diferentes representaciones que pululaban en torno a la emergencia del automovilismo, resaltando el impacto que generaba la inaudita velocidad de este medio de transporte. Finalmente, se analizan las consecuencias más importantes que tuvo esta carrera para el devenir del automovilismo, poniendo el acento en las críticas generadas hacia la rapidez de este vehículo.

 

Velocidad y automóvil: metamorfosis e historicidad 

 

    El concepto de velocidad constituye hoy en día un tema de creciente interés para la investigación en ciencias sociales y humanas. Los investigadores se aproximan a este tópico con una gran diversidad de enfoques, resaltando no sólo su carácter multipolar, sino la influencia que ha tenido para la conformación de las sociedades modernas y contemporáneas. (Rosa, 2013; Levine, 2006)

 

    Diversos especialistas coinciden en señalar que la velocidad del mundo actual, reflejada a partir de la aceleración tecnológica (Silveira Silva, y Rodrigues, 2023) moldea las formas de vida de los grupos humanos (Leal Aderaldo, 2020). Como parte de un tiempo social acelerado, es decir, en constante aumento de velocidad (Chistyakov, 2022; Marques, 2022), los análisis críticos del capitalismo también suelen recurrir a la examinación de la creciente rapidez de las actividades humanas (Fisher, 2009), abarcando desde inicios del siglo XX hasta la era digital actual. (Wajcman, 2020)

 

    En este sentido, los medios de transporte y, en concreto, los automóviles son considerados como vectores adyacentes a las transformaciones sociohistóricas derivadas del fenómeno de aceleración mencionado (Desportes, 2005; Faugier, 2020). De ahí que el concepto de movilidad también haya incrementado su importancia recientemente (Sheller, 2017). De este otro término se desprenden dos cuestiones cruciales que permean los estudios del automóvil más recientes. Por un lado, están aquellos que resaltan la manera en que este medio de transporte se ha erigido desde el primer tercio del siglo XX como factor clave para la configuración de las formas de sociabilidad y las actividades cotidianas, así como para la planificación urbana (McKenzie, 2020; Braun, y Randell, 2023). Por otro lado, en los últimos años los investigadores han comenzado a interrogarse por otras formas de movilidad urbana, en detrimento de la hegemonía automovilística (Postorino, y Sarné, 2020; Monteiro, 2023). Estas cuestiones no sólo son indicativas del interés generado recientemente hacia los automóviles como una problemática vigente, sino también de la pertinencia que tiene para la investigación actual el estudio del impacto de la velocidad automovilística en la conformación de las sociedades contemporáneas, como propone este texto.

 

    Con esto en mente, poner el acento en los automóviles como objeto de estudio se explica por su vínculo particular con la velocidad (Faugier, 2018), entendida esta última como un socio-sistema que se apoya en un vehículo, una infraestructura, una serie de prácticas sociales y un sistema común de significaciones (Faugier, 2015). Si bien los caballos, las bicicletas, los ferrocarriles o los aviones también se insertan en esta lógica (Studeny, 1995), la dimensión deportiva de gran popularidad de los coches hace de este vehículo un instrumento privilegiado. Además, los investigadores coinciden en comprender a los automóviles como un factor que transformó las prácticas sociales de los agentes históricos mediante su velocidad individualizada (De Lima Pinto, 2020) y como un sistema socio-técnico en el que confluyen aspectos culturales, económicos, urbanos, jurídicos e incluso políticos. (Sousa, 2013; Requena, 2015)

 

    Respecto a la relación entre velocidad y objetos técnicos, se pueden identificar dos grandes ejes temáticos, como parte de un estado de la cuestión. En el primero se encuentran los estudios que analizan las alteraciones de las nociones de movimiento, espacio y tiempo a partir de los siglos XVII, XVIII y XIX fruto de la paulatina inserción de la velocidad. La emergencia de la rapidez en las sociedades modernas y contemporáneas se explica no sólo a través de los medios de locomoción (ferrocarril, bicicleta, automóvil y avión), sino también mediante el desarrollo de múltiples innovaciones tecnológicas como los relojes, las mejoras en los instrumentos de medición (Verdier, 2020), el telégrafo o la luz eléctrica. (Galison, 2005)

 

    Adicionalmente, estos factores contribuyeron a un estrechamiento del mundo, en el que espacio y tiempo parecieron comenzar a contraerse (Santos, 1993). En este sentido, la velocidad mecanizada favoreció el surgimiento de otro entendimiento del tiempo y espacio, mutando la percepción de lo cercano y lo lejano (Warf, 2014; Vicent-Geslin et al., 2015). De esta forma, el trazado de caminos, las actividades económicas, la movilidad urbana y el desplazamiento de la información mutaron significativamente (Campbell de Oliveira, y Wiltgen, 2020). En este punto también se inserta la emergencia de las nociones de puntualidad y de simultaneidad horaria ligadas a la aceleración progresiva de la modernidad (Zerubavel, 1982). Estos elementos son relevantes porque muestran que los medios de transporte, como los automóviles, han catalizado, a partir de finales del siglo XIX, cambios fundamentales en la conformación del mundo contemporáneo, como el espacio urbano (Dupuy, 1995), la organización social y las prácticas culturales. (Guigueno, y Delpirou, 2008)

 

    El segundo gran eje temático se compone de aquellos autores que concentran su atención en la historicidad del concepto de velocidad. Este punto es central para este artículo porque demuestra que este fenómeno no siempre ha sido interpretado de la misma forma. Esto es, la velocidad ha conocido diferentes significaciones a lo largo del tiempo. Es precisamente esta polisemia lo que permite a Christophe Studeny postular su tesis de la invención de la velocidad (Studeny, 1995). Para el historiador francés, esta se inventa en la modernidad como consecuencia de una búsqueda progresiva de agilizar el movimiento, de desplazarse cada vez más rápido. Con ello, este nuevo factor se fue naturalizando progresivamente entre los agentes históricos (Faugier, 2018). Este fenómeno es aún más notorio considerando el carácter novedoso de la rapidez automovilística durante el cambio del siglo XIX al XX, lo cual explica que este vehículo condensara en sus primeros años diversas controversias en la opinión pública. (Desportes, 2005)

 

    Estos dos ejes temáticos son la base de los múltiples cambios provocados por la introducción de la velocidad automovilística. Tras su aparición en el último cuarto del siglo XIX, el llamado coche sin caballos –cuya nomenclatura es síntoma de su irrupción– causó una reconfiguración urbana importante, con nuevas infraestructuras, normas, rutas y señalizaciones en el espacio público (Sennett, 2010). Igualmente, debido a que los caminos no estaban pensados para la circulación vehicular, los peligros de conducir a más de 30 km/h eran enormes, con volcaduras y choques (Flonneau, 2008). Esta cuestión no sólo aplicaba para quienes se hallaban detrás del volante, sino para quienes transitaban el espacio público. Los peatones no estaban habituados a apartarse ante el paso de un automóvil (López Quintáns, 2021) ni tampoco existían semáforos o señalizaciones peatonales en los albores del siglo XX. (Desportes, 2005)

 

    De esta manera, uno de los elementos más relevantes ligados a la metamorfosis sociocultural que provocó este vehículo se relaciona precisamente con su inédita rapidez (Studeny, 1995; Duffy, 2009). Simplemente las condiciones materiales y los mismos actores sociales no estaban acondicionados para estos vehículos. Como muestra de esto, ya el 16 de octubre de 1900, el diario deportivo L’Auto hacía patente en su primera edición su asombro por el apresuramiento del mundo, diciendo: “Vivimos mejor y vivimos más rápido que antes”, gracias al automóvil y “su velocidad desmedida” (L’Auto-Vélo, 16 de octubre de 1900, p. 1). Aquí se hace patente el impacto que la velocidad automovilística tuvo en las interpretaciones del mundo de los agentes históricos. Esto es, como parte de la creciente aceleración, los actores sociales fueron adquiriendo conciencia de que la vida parecía ir más rápido gracias a diferentes innovaciones entre las que se encontraban los coches. En este punto también vale la pena reflexionar sobre el hecho de que la aparición de la prensa automovilística a finales del siglo XIX también es un síntoma de cómo estas prácticas culturales se convirtieron paulatinamente en un espectáculo público de gran envergadura, agrupando fanáticos y lectores muy ávidos sobre esta nueva forma de velocidad. (Bourg, 1996)

 

Los antecedentes de París-Madrid: las primeras prácticas deportivas automovilísticas 

 

    La primera era dorada de las carreras de automóviles se halla en los años veinte y treinta del siglo pasado. En este periodo las competencias en Europa y Estados Unidos adquirieron una gran popularidad y, sobre todo, se profesionalizaron gracias a la conformación de un gremio de pilotos (Borzakian, y Ferez, 2010) y a la estandarización de determinadas normas de competición (Moreau, 2016). Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, las carreras contaban con una idiosincrasia amateur: las organizaba algún mecenas, los nacientes clubes automovilísticos o los mismos conductores, que seguían el ejemplo del ciclismo predecesor. (Borzakian, y Ferez, 2010)

 

    Desde sus inicios, estos vehículos se revistieron de prestigio, volviéndose símbolos de riqueza y modernidad. Las élites aristocráticas (barones, duques, condes…) y burguesas (banqueros, profesionistas, industriales…) veían en los coches una fuente de estatus social (Moreau, 2016). Por esta razón, aunado a su elevado precio, la conducción de estos vehículos estaba reservada para un grupo muy reducido de personas (Gartman, 2004). Este punto subraya que el emergente automovilismo estaba integrado principalmente por hombres adinerados –tras el volante, en el aparato organizativo de las carreras y en los primeros clubes de automovilistas–, lo cual refuerza las condiciones amateurs y exclusivas de este sector. (Saint-Martin, 1989)

 

    A su vez, debido al carácter novedoso de este vehículo y de sus prácticas deportivas, gran parte de las primeras carreras se desenvolvían en el espacio público. Considerando la inadecuación de los caminos y la falta de experiencia de los actores sociales involucrados, esto suponía un riesgo mayúsculo para los automovilistas. La falta de medidas de seguridad en los vehículos, la ausencia de señalizaciones en los caminos, el constante polvo y el lodo de las rutas, etc., eran factores de peligro continuo. Pero también el automovilismo representaba una amenaza considerable para los espectadores, que buscaban situarse muy próximos de los bólidos (Bihl, 2018; Avendaño, 2023). La falta de condiciones de seguridad del automovilismo naciente constituye, de hecho, uno de los ejes centrales de muchos de los debates que causó la accidentada París-Madrid, como se verá más adelante.

 

    En los años 1890, el fervor que despertó entre algunos entusiastas la nueva velocidad individualizada de los automóviles (Caballero Sánchez et al., 2015) llevó a que se empezaran a organizar las primeras competiciones, a conformar algunas publicaciones deportivas dedicadas y a fundar los primeros clubes, como, el más antiguo, el Automobile Club de France (ACF) en 1895 o el Real Automóvil Club de España (RACE) en 1903 (Flonneau, 2008). Este tipo de organizaciones agrupaban a los conductores –representándolos desde una entidad regulada–, establecían ciertas reglas de lo que se podía considerar como el “buen conducir” y organizaban algunas carreras con otros clubes. (Moreau, 2016)

 

    La primera competición automovilística se desarrolló en Francia, con la prueba París-Ruan de 1894, cuya máxima no era la velocidad, sino la fiabilidad (Flonneau, 2008). En efecto, la rapidez no era un criterio esencial al principio de estas prácticas, sino dar a conocer al público estos nuevos carros que prescindían de los caballos. Posteriormente, en la carrera París-Burdeos-París de 1895 se añadiría el criterio de la velocidad, incrementando el atractivo de estas competiciones (Caritey, Jarrige, y Marchal, 2012). Luego, en 1896 sucedió la carrera París-Marsella-París, que ya dio muestras del aumento de la distancia recorrida por los automóviles. A continuación, en 1898 se realizó la primera carrera internacional con París-Ámsterdam, aunado a un considerable incremento de la velocidad de los coches (Tabla 1). Después de la prueba de París-Burdeos de 1899, nació la Copa Gordon Bennett (1900-1905) en Francia, impulsada por el dueño del New York Herald, confirmando el impulso globalizador del deporte del motor (Dauncey, y Hare, 2010).

 

    En 1901 y 1902 se celebraron las carreras de París-Berlín y París-Viena, respectivamente. Por último, París-Madrid fue la gran prueba del año de 1903 (Gardes, 1996). Los eventos de estos últimos años reafirmaban la creciente presencia de este deporte en las grandes capitales europeas. Asimismo, debido a los avances técnicos –disminución del peso y aumento de la potencia–, la rapidez media de los vehículos de esta última carrera ya había superado los 100 km/h, quintuplicando la rapidez alcanzada en 1894 (Tabla 1).

 

Tabla 1. Velocidad media de las carreras automovilísticas hasta 1903

Año

Carrera

Velocidad media (km/h)

1894

París-Ruan

21

1895

París-Burdeos-París

24

1896

París-Marsella-París

25

1898

París-Ámsterdam

44

1899

París-Burdeos

48

1900

París-Toulouse-París

64

1901

París-Berlín

71

1903

París-Madrid

105

Fuentes: Studeny (1995), Flonneau (2008)

 

    Siendo la preminencia parisina evidente para estos primeros diez años del deporte del motor (Flonneau, 2008), es pertinente abordar el caso español para una mejor contextualización de la prueba París-Madrid. Los especialistas del tema coinciden en que el automovilismo ibérico es un fenómeno tardío, teniendo lugar décadas después (López Carrillo, 1996; García Ruiz, 2001). Esto se debió principalmente a la reducida cantidad de coches matriculados y a la falta de desarrollo de la industria automotriz a principios de la centuria pasada (López Quintáns, 2021). Aunque, lo cierto es que sí es posible encontrar una emergente pasión por el automovilismo en suelo español (Gil-de-Arriba, y Larrinaga, 2023), lo cual se refleja principalmente a través de algunas publicaciones, tales como Los Deportes, revista quincenal ilustrada (Barcelona, 1897-1910), El Automovilismo Ilustrado (Barcelona, 1899-1905) y Gran Vida, revista ilustrada de Sport (Madrid, 1903-1929) (López de Aguileta, 2008). También en estos años emergieron en España el Automóvil Club de Barcelona y el Real Automóvil Club de España (RACE) en 1903. Justamente el RACE reconoce hoy en día que nació “el deporte del motor en España con la carrera París-Madrid en 1903”. (Real Automóvil Club de España, 2025)

 

    Con el fin de situar la carrera de París-Madrid también es importante destacar que el desarrollo del deporte del motor a finales del siglo XIX y principios del XX estuvo acompañado de una serie de cuestionamientos sociales respecto a la amenaza que representaban los coches para la seguridad pública (Jackson, 2009). De ahí las críticas constantes a los accidentes vehiculares (Fridenson, 1991; Boltanski, 1975). A título de ilustración, Nuria Rodríguez Martín analiza el desfile en 1904 de una carroza con forma de féretro con un conductor caracterizado como la muerte y una pasajera disfrazada de víctima mortal en las fiestas del Carnaval en Madrid (2017). En Francia, por ejemplo, es posible hallar diversas publicaciones que denunciaban “el gran peligro de estas carreras de velocidad” (Marchis, 1904, p. 23). Precisamente este punto da paso al estudio de caso propuesto para este artículo.

 

La carrera París-Madrid: entre las críticas y el asombro 

 

    El 24 de mayo de 1903, el Automóvil Club de Francia (ACF) y el Real Automóvil Club de España (RACE) celebraron la carrera París-Madrid. Se trataba de una prueba planificada durante varios meses (La Época, 4 de mayo de 1903, p. 2). En la capital española, la posibilidad de organizar un evento deportivo internacional de esta dimensión –con cientos de participantes corriendo sobre los caminos públicos– era vista, por los entusiastas de este deporte, como una oportunidad inigualable para el necesario impulso de la industria automotriz hispana. Aún más contemplando la participación de Francia, cuna del automovilismo una década atrás.

 

    Por el contrario, en Francia la carrera despertaba ciertos escepticismos, pues la prueba de París-Berlín de 1901 había causado enorme indignación (Gardes, 1996) con los terribles accidentes reportados (Le Petit Parisien, 29 de junio de 1901, p. 3). Razón por la que la enardecida opinión pública en 1901 generó numerosas críticas contra quien autorizó la carrera: el presidente del consejo de ministros Waldeck-Rousseau (1899-1902). Cabe destacar que tanto este como su sucesor Émile Combes (1902-1905), quien autorizó la competición de París-Madrid, fueron grandes entusiastas de las prácticas automovilísticas (Orselli, 2009). De hecho, una vez que asumió Combes su cargo, este publicó en abril de 1903 una circular que instruía a los prefectos franceses a dejar de lado “toda prescripción que se tradujera en una cierta hostilidad contra el nuevo modo de locomoción”. (Orselli, 2009, p. 241)

 

    París-Madrid se trataba de una carrera de gran envergadura con sus más de 1000 km y cientos de miles de espectadores reunidos (Le Journal, 25 de mayo de 1903, p. 1). Además, la prueba aglutinaba a varios conductores de renombre, tales como los hermanos Louis y Marcel Renault, este último ganador de la carrera París-Viena de 1902; a Camille Jenatzy, el primer hombre en alcanzar los 100 km/h en 1899 con su coche eléctrico La Jamais-Contente y futuro conquistador de la Copa Gordon Bennett de 1903; a Henry Fournier, vencedor en 1901 de la prueba París-Berlín; a Léon Théry, el futuro ganador de las copas Gordon Bennett de 1904 y 1905, entre otros (La Época, 18 de mayo de 1903, p. 2). La carrera se repartió en tres fases: París-Burdeos (24 de mayo), Burdeos-Vitoria (25 de mayo) y Vitoria-Madrid (26 de mayo). (El Imparcial, 5 de mayo de 1903, p. 2)

 

Figura 1. El arranque de París-Madrid en Versalles

Figura 1. El arranque de París-Madrid en Versalles

El pie de foto describe que más de 100 mil personas partieron de la capital francesa para presenciar este evento. Además de la exaltación del entusiasmo generalizado, la imagen confirma la presencia de autoridades públicas y del cercano seguimiento periodístico. Es llamativa la ausencia de separaciones u otras medidas preventivas. Fuente: La Vie au grand air, 29 de mayo de 1903, p. 343. (gallica.bnf.fr / BnF)

 

    Durante los días previos al evento, el entusiasmo era palpable en España respecto a la llegada de los automovilistas. En contraste con la exaltación pública, la prensa no deportiva de Madrid relató con detalle algunos incidentes sucedidos, sobre todo, los atropellos y los volcamientos de los conductores participantes (La Época, 18 de mayo de 1903, p. 2; El Imparcial, 27 de mayo de 1903, p. 1). Estas descripciones son indicativas de que los accidentes vehiculares atraían la atención de los periodistas debido a su carácter inaudito, pero también controversial. Desde luego, esta dicotomía entre fascinación y repudio es señal de la compleja inserción de la velocidad automovilística en las sociedades del cambio de siglo.

 

    La carrera arrancó el 24 de mayo en Versalles (Figura 1). No obstante, la prueba fue suspendida por el gobierno francés en su primera fase, en Burdeos, por los reportes de numerosos heridos y accidentados (Caritey, Jarrige, y Marchal, 2012) (Figura 2).

 

Figura 2. Los accidentes de París-Madrid

Figura 2. Los accidentes de París-Madrid

Incidentes observados con asombro y curiosidad por los espectadores y participantes de la carrera. Se muestran volcaduras, choques, caídas en zanjas y fallas mecánicas. Este tipo de sucesos eran utilizados por los detractores del automovilismo para enfatizar los riesgos asociados a las emergentes prácticas automovilísticas. Fuente: La Vie au grand air, 29 de mayo de 1903, p. 347. (gallica.bnf.fr / BnF)

 

    Al día siguiente, luego del accidentado inicio, El Imparcial imprimía el titular: “Los automóviles. La industria de la muerte”; más abajo, “París-Madrid. Sangriento fracaso”. Aseveraba:

    Esta fiebre de velocidad que hace recorrer a 200 automóviles […] a una marcha de 100 por hora, ha contagiado al público. En Madrid no se habla de otra cosa que, de esta carrera fantástica y absurda, llena de peligros, cuyas primeras víctimas añaden el trágico pavor de la muerte al interés de tanto incidente, de tanta sorpresa y de tanta aventura. Apenas ha salido de París la legión de automóviles, cuando llegan noticias de muertes, de choques, de carruajes destruidos, de hombres destrozados. (El Imparcial, 25 de mayo de 1903, p. 1)

    Los calificativos de “absurda”, “fantástica” y “destrozados” revelan una patologización de la “fiebre de velocidad”. Los automovilistas eran suicidas-homicidas que superaban “los límites de lo racional” con sus velocidades excesivas (El Imparcial, 26 de mayo de 1903, p. 1). Además, la prensa no deportiva hacía ver a este tipo de prácticas como un “peligroso y frívolo recreo de ricos ociosos”, al afirmar:

    Como cada vez aumentan las velocidades, crecen en la misma proporción los peligros. Un automóvil disparado á la vertiginosa marcha de alrededor de cien kilómetros por hora, no es ya una máquina guiada por una inteligencia humana, sino un proyectil que arrastra consigo á algunos hombres, que lo mismo pueden quedar hechos un informe montón de carne destrozada ante cualquier obstáculo de la carretera […]. (La Época, 25 de mayo de 1903, p. 1)

    De nuevo, los calificativos asignados en estas representaciones de la velocidad son bastante críticos. En consonancia con lo anterior, al otro lado de los Pirineos, el 26 de mayo aparecía el titular de “La carrera de la muerte” por parte de Le Journal. Este diario atacaba duramente a la rapidez automovilística, llamándola el “Demonio de la Velocidad”. Sentenciaba: “Todo hombre tiene el derecho de arriesgar su vida y la carrera de la muerte tiene su vértigo, pero nadie tiene el derecho a arriesgar la vida de los otros” (Le Journal, 26 de mayo de 1903, p. 1). Esta demonización de la rapidez es igualmente un signo muy ilustrativo de la aversión que despertaba este nuevo objeto técnico. La publicación del 26 de mayo de Le Petit Parisien continuaba con la misma línea. Los terribles accidentes producidos no debían permitirse; decía: “Ningún deporte, por más útil que fuera, puede convertirse en un peligro público” (Le Petit Parisien, 26 de mayo de 1903, p. 1). Estas representaciones muy críticas sobre el automovilismo no sólo evidencian el carácter conflictivo de este deporte en los albores de la centuria pasada, sino las polémicas que se desarrollaban como base en las asociaciones conceptuales entre riesgo, peligro y velocidad.

 

    Ahora bien, al añadir la comparación a la prensa deportiva, emergen elementos bastante interesantes para el análisis. Los periodistas deportivos resaltaban la importancia de estas prácticas para los progresos de la industria automotriz, pero también ponían sobre la mesa conceptos como libertad o modernidad. En este sentido, el automovilismo era interpretado como una forma de liberación del ser humano de sus anclajes terrenales. (Studeny, 1995)

 

    El diario L’Auto, más allá del interés manifestado por todos los preparativos relativos a la prueba, hizo escasa mención de los accidentes acontecidos. Incluso, este periódico intentó contravenir los reportes de la prensa no deportiva reprochando “[…] varios años de campañas violentas contra los conductores donde los más mínimos accidentes fueron denunciados y magnificados a gusto en muchos periódicos que parecían llevar el odio sólo a la locomoción […]” (L’Auto, 26 de mayo de 1903, p. 1). Este punto no es menor, pues alude a que los sectores sociales críticos con estas prácticas deportivas magnificaban los incidentes vehiculares. Siguiendo esta línea, el 26 de mayo, lamentando la prohibición de la prueba en España, L’Auto se lanzaba a desmontar algunos titulares falaces como los de “carrera sangrienta”, “crimen abominable” o “la marcha a la muerte” de otras publicaciones de la prensa “automobilophobe” (con fobia hacia el automóvil). (L’Auto, 27 de mayo de 1903, p. 1)

 

    Esta cuestión es relevante porque denota el choque interpretativo que tenían en estos años las representaciones periodísticas sobre la velocidad, ya sea inclinándose por la condena o por la apología. Como se ha mencionado, esta dicotomía entre la fascinación y el repudio es sintomática del complejo proceso de inserción de este fenómeno a inicios del siglo XX, lo cual explica el contraste semántico al momento de representar a la rapidez de los coches. Por otro lado, tampoco resulta descabellado ver en estos esfuerzos de la prensa deportiva por contener el pánico como una forma de mantener en pie la posibilidad de organizar en el futuro más carreras sobre la ruta, cuestión que no terminaría ocurriendo, como se verá más adelante. Por ello, es posible entender por qué, dentro de esta polisemia confusa sobre la rapidez del automovilismo, la prensa deportiva combatiera los calificativos de “locura” o “irracionalidad”.

 

    De manera similar, los periodistas deportivos madrileños de Gran Vida apostaron por resaltar el gran valor que París-Madrid tenía para el desarrollo de la economía y de la industria automotriz. Razón por la cual lamentaban que se hubiera suspendido el evento, sin llegar a suceder en suelo español. Así, en consonancia con L’Auto, reprochaban a la prensa no deportiva haber incitado injustificadamente los ataques contra la velocidad automovilística, a la que veía como un símbolo de progreso (Gran Vida, 1° de julio de 1903, p. 30). Dicho de otra forma, la velocidad automovilística estaba lejos de ser ese instrumento de muerte y peligro público al que se referían los periodistas no deportivos. A partir de estos choques discursivos es que es posible inferir el carácter conflictivo del desarrollo del automovilismo y de la inédita rapidez de los coches.

 

Las consecuencias de la carrera París-Madrid 

 

    Una vez interrumpida la prueba en Burdeos, hubo consecuencias de diversa índole en Francia, país donde sí sucedió la carrera y donde acontecieron los cambios de mayor relevancia para los fines de este artículo. A partir del 25 y 26 de mayo de 1903, la prensa de ambas capitales reportó el estallido de acalorados debates en la arena política francesa, exigiendo la prohibición de las carreras sobre la ruta, es decir, en el espacio público.

 

    A su vez, en los medios trascendió que un diputado francés cuestionó fuertemente al presidente del consejo de ministros, Émile Combes, por haber autorizado el evento (El Imparcial, 27 de mayo de 1903, p. 1). De hecho, posterior a esto, el presidente de la Tercera República Francesa, Émile Loubet, recibió una carta en junio de 1903 del propio Combes con la intención de promover nuevas normativas al tránsito sobre los caminos y de establecer nuevas regulaciones a la circulación de los automóviles (Flonneau, 2008; Orselli, 2009). Estas discusiones en la cámara francesa confirman un punto clave descrito anteriormente.

 

    La cúpula política gala ya era consciente de los peligros de la velocidad, como había mostrado la igualmente accidentada prueba de París-Berlín de 1901. Pero al final se autorizó la carrera de 1903 por motivos principalmente económicos, buscando impulsar la industria automotriz a través de estas prácticas (Le Journal, 27 de mayo de 1903, p. 1). Esto último tiene aún más sentido al considerar, como ya se mencionó, la pasión de Émile Combes hacia esta actividad. Este punto descubre los inicios de la progresiva introducción del automovilismo en las esferas económicas y políticas de las sociedades contemporáneas.

 

    En cuanto al automovilismo per se, este se vio obligado a abandonar el espacio público, lo cual era objeto de numerosas polémicas. No es casualidad que la Copa Gordon Bennett de julio de 1903 se celebrara en un circuito cerrado en Irlanda, debido a las restricciones puestas por el gobierno inglés (Gran Vida, 1° de julio de 1903, p. 35). Además, la siguiente carrera organizada por el ACF no fue sino hasta 1906 con el Gran Premio de Francia en un autódromo en Le Mans. Sin duda alguna, el legado de París-Madrid era muy problemático como para convencer a las autoridades de celebrar grandes eventos deportivos en el espacio público. Por ello, esta prueba constituyó un parteaguas para el desarrollo del automovilismo en años venideros, subrayando la importancia de la seguridad pública y el control de la circulación de los coches, lo que llevó a la construcción de autódromos en años venideros. (Caritey, Jarrige, y Marchal, 2012)

 

    Otra de las consecuencias de esta carrera fue la intensificación de los esfuerzos de las autoridades por regular el tránsito vehicular y por reformar los caminos para hacerlos más seguros, neutralizando el peligro del lodo y del polvo. Para ello, una de las medidas tomadas fue la creación en junio de 1903 por parte del gobierno francés de la Commission extraparlementaire de la circulation des véhicules automobiles (Orselli, 2009). El objetivo principal de esta comisión era anteponer la seguridad pública a los valores individualistas promovidos por la velocidad automovilística, con restricciones y límites a la circulación vehicular.

 

    Asimismo, es interesante comprobar que, en el corto plazo, la aversión hacia el automovilismo, la autofobia, se mantuvo con firmeza (Studeny, 1995). Pudiera parecer exagerado utilizar este término, pero las representaciones de prensa de 1903 y 1904 muestran que, en efecto, una parte de las interpretaciones que se generaban en torno a la velocidad automovilística partían del temor o de la aversión (Prud’homme, 2001). Como reportó L’Auto el 3 de diciembre de 1904, la persecución y la crítica social a los propietarios de los vehículos había alcanzado límites insospechados, obligando a algunos automovilistas a crear la Liga de Conductores para poder defenderse de los cuestionamientos que recibían (L’Auto, 3 de diciembre de 1904, p. 3). Otro ejemplo de la antipatía generada hacia estos vehículos se encuentra en la fundación en 1907 de la Societé Protectrice contre les excès de l’automobilisme. Se trataba de un grupo de abogados y civiles muy críticos con los accidentes vehiculares en París, que reprochaban las imprudencias de los conductores. Por ello, su máxima era normar la peligrosa rapidez con límites de velocidad y establecer regulaciones a los excesos de los conductores. (Fridenson, 1991; Jackson, 2009)

 

Conclusiones 

 

    La carrera París-Madrid es una gran muestra de la íntima relación entre el automóvil y la velocidad, fruto de sus grandes espectáculos y su dimensión deportiva de creciente relevancia a inicios del siglo pasado. El conjunto de representaciones periodísticas examinadas en esta investigación revela cómo la inédita rapidez de los coches, además de causar asombro, se recubría de valoraciones escépticas o muy críticas.

 

    Las publicaciones hemerográficas de las capitales de España y Francia ilustran que algunos actores sociales en el cambio del siglo XIX al XX consideraban al automóvil como una máquina peligrosa. Es por eso que su rapidez excesiva debía ser neutralizada, sometida mediante normas o dispositivos de seguridad. De ahí que se representara a este fenómeno mediante conceptos como fiebre, peligro o demonio; o que a los automovilistas se les mostrase como homicidas-suicidas, locos arrolladores e imprudentes ociosos. Estas asociaciones conceptuales son una muestra clara de la compleja integración de la velocidad automovilística y del deporte motorizado a principios del siglo XX.

 

    A su vez, las diferentes maneras en que el periodismo representó a París-Madrid muestran que el automovilismo era un terreno de disputa semántica constante. Los periodistas deportivos promovían eventos de esta naturaleza entre sus entusiastas lectores, mostrando al deporte del motor como un símbolo de progreso y modernidad; mientras que los periodistas no deportivos se decantaban por la polémica, redactando alarmantes titulares. Este contraste discursivo condensa algunos de los debates sociales que provocó la introducción de la velocidad automovilística en las sociedades contemporáneas. Con esto, es posible afirmar que las representaciones periodísticas analizadas son sintomáticas de su época, develando el carácter histórico del automovilismo en sus orígenes, con significados cambiantes a lo largo del tiempo.

 

    Asimismo, cabe destacar el rol central que tuvo esta carrera para el devenir del automovilismo y de los automóviles en general. Los desafortunados accidentes que dejó París-Madrid fungieron como catalizador de una serie de cambios que se implementarían progresivamente. Entre estos se encuentra el hecho de prohibir el desarrollo de estos eventos en el espacio público, teniendo que trasladarse a circuitos o rutas cerradas. De igual manera, esta trágica carrera puso el acento en la importancia de desarrollar nuevas regulaciones, tanto para los clubes de conductores como para la circulación citadina. Esto último se refleja en el gran impulso que adquirieron en años venideros las nacientes medidas de seguridad, las normas de tránsito, la renovación de los caminos y los esfuerzos por mejorar el estado de las rutas, combatiendo el lodo y el polvo. Así, es posible concluir que los albores del siglo XX comprenden un periodo en que la velocidad automovilística dio lugar a profundas transformaciones jurídicas, geográficas, sociales y culturales.

 

    Finalmente, es esencial remarcar que este artículo abona a la comprensión de las múltiples transformaciones causadas por la integración gradual de la rapidez de los automóviles en las sociedades del tránsito del siglo XIX al XX. Como señalan diferentes autores, este medio de transporte desencadenó una revolución de amplio espectro de distintas esferas sociales. Dentro de este apartado se deben incluir también las contradictoras representaciones de la velocidad puesto que estas evidencian un cambio profundo en la comprensión del mundo por parte de los agentes sociohistóricos. En efecto, este proceso forma parte de la aceleración progresiva de las sociedades modernas y contemporáneas. Este fenómeno ha sido responsable del surgimiento de nuevas formas de vida y de interacción de los seres humanos con su entorno. Por lo tanto, es fundamental para las ciencias sociales y humanas profundizar en el concepto de velocidad para una mayor comprensión de diversas problemáticas actuales relacionadas con este factor. Como un medio para llevar a cabo esto último, se encuentran los automóviles como objeto de estudio. De esta forma, con este texto se reafirma la pertinencia y necesidad del análisis de estos vehículos, pensándolos no como un objeto técnico aislado, sino desde las sociedades en que emergieron y a partir de la metamorfosis que han provocado.

 

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Lecturas: Educación Física y Deportes, Vol. 30, Núm. 328, Sep. (2025)