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ISSN 1514-3465

 

Motricidad Humana: desde una trascendencia inmanente

Human Motricity: from an Immanent Transcendence

Motricidade Humana: de uma transcendência imanente

 

Raúl Acosta Sepúlveda*

racosta@ulagos.cl

Alex Cárdenas Guenel**

alexcardenas@live.cl

Jean Paul Rannau Garrido***

jeanrannauga@santotomas.cl

 

*Académico de la Universidad de Los Lagos

Profesor de Estado en Educación Física

Máster en Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación.

**Encargado de Cultura de la Ilustre Municipalidad de Puerto Octay

Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales

Licenciado en Educación. Magíster en Comunicación

Doctorando en Filosofía

***Académico de la Universidad Santo Tomás

Profesor de Educación Física. Magíster en Educación, mención

Currículum y Comunidad educativa

(Chile)

 

Recepción: 14/07/2020 - Aceptación: 18/03/2022

1ª Revisión: 13/12/2021 - 2ª Revisión: 09/03/2022

 

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Cita sugerida: Acosta Sepúlveda, R., Cárdenas Guenel, A., y Rannau Garrido, J.P. (2022). Motricidad humana: desde una trascendencia inmanente. Lecturas: Educación Física y Deportes, 27(288), 139-147. https://doi.org/10.46642/efd.v27i288.2445

 

Resumen

    El presente artículo tiene por objeto reinterpretar la Motricidad Humana conforme a sus elementos constitutivos esenciales: corporeidad, percepción, movimiento, intencionalidad-consciencia, espacialidad y temporalidad. El ser humano en tanto que sujeto motricio proyecta su accionar en base a tales elementos. No obstante, su manifestación debe entenderse mediante una relación indisoluble entre trascendencia e inmanencia. Pues, en toda experiencia humana, como en la experiencia de nadar, se manifiesta una trascendencia inmanente que determina el ser que somos en cuanto ente motricio.

    Palabras clave: Motricidad Humana. Experiencia. Trascendencia. Inmanencia.

 

Abstract

    The purpose of this article is to reinterpret Human Motricity according to its fundamental constitutive elements, namely: corporeity, perception, movement, intentionality-consciousness, spatiality and temporality. The human being as a motrice subject projects his actions based on such elements, for example in the experience of swimming. Well, its manifestation necessarily occurs through an indissoluble relationship between transcendence and immanence, that is, as an experiential manifestation of the being that we are in the becoming of an immanent transcendence.

    Keywords: Human Motricity. Experience. Transcendence. Immanence.

 

Resumo

    Este artigo visa reinterpretar a Motricidade Humana segundo seus elementos constitutivos essenciais: corporeidade, percepção, movimento, intencionalidade-consciência, espacialidade e temporalidade. O ser humano como sujeito motor projeta suas ações a partir de tais elementos. No entanto, sua manifestação deve ser compreendida por meio de uma relação indissolúvel entre transcendência e imanência. Pois bem, em toda experiência humana, como na experiência de nadar, manifesta-se uma transcendência imanente que determina o ser que somos como entidade motora.

    Unitermos: Motricidade Humana. Experiência. Transcendência. Imanência.

 

Lecturas: Educación Física y Deportes, Vol. 27, Núm. 288, May. (2022)


 

Introducción 

 

    En primer término, no es menor el hecho de que la raíz del asombro que sintieron los presocráticos se hallase en relación a la experiencia del movimiento. Tal experiencia fue determinante en la Grecia Antigua, puesto que allí, en base a la razón, surgieron preguntas fundamentales acerca de la naturaleza de las cosas. La concepción griega del movimiento, en tanto que va más allá de una mera kínesis, se corresponde con el cambio o la variación (Marías, 1991). Es decir, el asombro de los griegos acaece en lo que cambia o varía.

 

    Por otro lado, no es menor que tanto en la Antigüedad clásica como en el Medioevo, predominara una concepción dualista de la realidad, heredada de los planteamientos de Platón y la tradición judeocristiana. Tal concepción del hombre como realidad escindida entre cuerpo y alma, también está presente en la Modernidad. Inclusive, aún existe cierto vestigio de dualismo en la praxis contemporánea. No obstante, la perspectiva dualista del ser-humano comienza a modificarse mediante una fenomenología experiencial, que reinterpreta la realidad de un cuerpo vivido que constituye la apertura de la percepción del mundo y, que crea el mundo, mediante un otorgar sentido a la existencia. Esto conlleva reconocer tanto la corporalidad de la conciencia como la intencionalidad corporal (Merleau Ponty, 1993), en donde el ser-humano viene a ser una unidad indisoluble, a saber, una sustantividad psico-orgánica. (Zubiri, 1974)

 

    En este sentido, se sitúa la Motricidad Humana como ciencia que se fundamenta en base a determinados elementos constitutivos, tales como: la corporeidad, la percepción, el movimiento, la intencionalidad-consciencia, la espacialidad y la temporalidad (Benjumea, 2010). Así, pues, se reinterpreta la Motricidad Humana conforme a sus elementos constitutivos fundamentales, en base a una relación indisoluble entre trascendencia e inmanencia, toda vez que el ser-humano se manifiesta experiencialmente como sujeto motricio, en el devenir de una trascendencia inmanente.

 

    Cabe señalar que la reinterpretación, en tanto que volver a interpretar los fundamentos de la Motricidad Humana, tiene su relevancia como tarea hermenéutica constante y progresiva, en la necesidad de alcanzar una auténtica comprensión de la misma. Pues, los límites y posibilidades de la reinterpretación de la Motricidad Humana, se enmarcan en una trascendencia inmanente sobre la determinación de sus elementos constitutivos, que en su unidad estructural, y por ende sistémica, le permiten su completa configuración y distinciones específicas, proyectadas en la acción como dimensión humana.

 

En torno a la Motricidad Humana 

 

    En base a los elementos constitutivos de la Motricidad Humana (corporeidad, percepción, movimiento, intencionalidad-consciencia, espacialidad y temporalidad), cabe considerar, en primer término, que la corporeidad es un elemento central, en tanto que el cuerpo se encuentra inmerso en un mundo de significados que son vivenciados mediante una relación dialéctica del estar en el mundo. El cuerpo posee un significado intrínseco de lo humano que se manifiesta en una realidad dinámica de interacción con el mundo y la otredad. Por su parte, la percepción es una experiencia bio-cultural de reconocimiento, interpretación y significación de las múltiples sensaciones adquiridas (Vargas, 1994), en donde cabe su posibilidad de expansión desde un horizonte de sentido que proporciona la lingüisticidad de la experiencia del mundo (Cárdenas, 2020). A su vez, el movimiento si bien está asociado con el acto motor y toda una organización neuroanatomofisiológica, en cuanto acción, no obstante, existe un movimiento intencional que se manifiesta en la consciencia de un cuerpo presente como situación originaria, en donde el pensamiento emerge de la consciencia del cuerpo, generando una apertura experiencial que otorga sentido al movimiento (Sérgio, 2006). Es así como la intencionalidad es inseparable del acto en cuanto acción generadora de matrices constitutivas del ser bio-cultural que somos (Toro, 2006). Todo esto, se sitúa en una dimensión espacio-temporal, en donde la espacialidad acontece como experiencia de construcción social respecto de una orientación, estructuración y organización espacial; en tanto que la temporalidad, envuelve a la experiencia presente interna del sujeto respecto del pasado y el futuro. (Benjumea, 2010)

 

    De este modo, la Motricidad Humana se constituye como un complexus, o tejido en conjunto. Pues, la complejidad, según Morin (2001) es “un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple” (p. 32). Lo motricio en sentido holístico, se manifiesta bajo la complejidad de las múltiples funciones y relaciones de sistemas y órganos de lo humano, que en cuanto sujeto de conocimiento, y no así objeto, se presenta como un fenómeno extraordinariamente complejo. Así, pues, es posible generar una apertura experiencial llena de sentido, desde la convergencia de los elementos fundamentales que constituyen la Motricidad Humana.

 

    En su carácter experiencial, la Motricidad Humana implica un determinado hacer. La experiencia en cuanto hacer, nos acaece de un modo tal que nos transforma en el andar. El andar implica un modo de orientarse a partir de un trasfondo de sentido. En efecto, la Motricidad Humana conlleva la interrogante acerca de cuál es el camino a elegir y cuál es el modo de recorrerlo, lo cual determina nuestro modo de ser. El ser-humano, se encuentra en un proceso dialéctico de constante autorrealización, mediante un estar siendo en situación que afecta nuestra existencia; es un estar situado en la finitud de la experiencia, como límite y posibilidad, que nos constituye frente a la ambigüedad e incertidumbre de la existencia, conforme al ser finito que somos, esto es, seres de carne y hueso. Nuestra condición humana es de un modo escindida, la cual se manifiesta en el desarraigo existencial o en el extrañamiento del mundo, desde la continua reflexión de nuestra naturaleza, como un “poner en suspenso”, es decir, tomando distancia autorreflexivamente de sí mismo. Esto es un orientarse respecto de un sentido como posibilidad de trascendencia, que no puede ser de un modo definitivo o absoluto, puesto que el ser humano está en una continua realización, en las distintas situaciones y relaciones, las cuales se hallan sujetas a una condición espacio-temporal. Por ende, toda posibilidad de trascendencia sólo es posible de comprender desde lo inmanente. (Mèlich, 2008)

 

Desde una trascendencia inmanente 

 

    Pero, ¿qué quiere decir trascendencia e inmanencia? La trascendencia, es un pasar a un otro lado, significa un sobrepasar o superar algo. Esto pareciera ser, en cierto modo, algo exterior al ser-humano, y por tanto, inalcanzable. No obstante, la trascendencia acaece en la propia configuración de un mundo relativo a la esencia del ser-humano, lo cual es constitutivo y originario de la subjetividad del sujeto. Ser sujeto es trascender (Muñoz, 2015). La trascendencia comporta un carácter teleológico, como energía que permite el movimiento intencional como forma de superación (Sérgio, 2006). En otras palabras, cabe una forma de ver el mundo situado en su historia, en lo educativo, cultural y social, en base a una trascendencia. Por su parte, la inmanencia, en cuanto estado de permanencia, hace referencia a lo que es interior o intrínseco de algo. Es la subjetividad corpórea que reclama el ser visibilizada y comprendida desde la carne interior que somos, o sea, desde una hermenéutica encarnada (Jaramillo, 2013). En este sentido, la Motricidad Humana como fenómeno de la complejidad, atiende a la comprensión del ser humano desde una relación dialéctica e inmanente de todas sus dimensiones en comunicación con el mundo. De algún modo, el valor principal es la “acción” que constituye pensamiento, emoción, intención y convivencia, y que se sitúa en y más allá de la práctica de un movimiento (Sérgio, 1999). Por ello, la trascendencia debe evitar excluir o invisibilizar la inmanencia de las múltiples formas de vivenciación de la corporeidad (Hurtado, 2008). Vale decir, la Motricidad Humana como manifestación del ser que somos en el mundo, puede ser concebida desde una fusión horizóntica entre trascendencia e inmanencia.

 

    En el momento en que la trascendencia deja de concebirse exclusivamente en base a lo exterior y lo superior, pasa a constituirse en la realización total y plena de la inmanencia (Antonelli Marangi, 2013). Es decir, la inmanencia deja de ser aquello otro distinto de la trascendencia, en tanto que ambas formas, trascendencia e inmanencia, ocurren mediante una interrelación continua. De ahí que el ideal común que emerge del encuentro con los otros pertenezca al dominio de la trascendencia inmanente, en tanto que el ideal está más allá del tiempo individual, a saber, se halla circunscrito más bien a un tiempo y territorio social (Carretero, 2009). Esto podría representarse en términos de una imagen geométrica, en donde la trascendencia inmanente es como un triángulo equilátero proyectado hacia arriba dentro de una circunferencia, vale decir, el triángulo entendido como trascendencia y, la circunferencia como inmanencia; ambas formas situadas bajo una indisoluble relación.

 

Sobre la experiencia de nadar 

 

    Ahora bien, ¿cómo podríamos concebir la trascendencia inmanente desde una particular manifestación de la Motricidad Humana? Quizás, la experiencia de nadar, en cuanto experiencia del hacer, pudiera mostrarnos algo al respecto. Pues, la experiencia es un viajar de la conciencia cuyo andar, en este caso, es una forma de despliegue en que el sujeto que nada, a saber, un nadador, tiene la posibilidad de volverse experimentado. Pues, la corporeidad confiere un sentido a la experiencia del estar inmerso en una determinada forma sustancial de la materia, como es el agua. A su vez, por medio de la percepción, hay un reconocer, interpretar y significar las múltiples sensaciones que ocurren en un desplazamiento circunscrito dentro de una dimensión espacio-temporal. Asimismo, hay un movimiento intencional que se expresa en lo corporal en forma implícita, consistente en generar la menor resistencia posible al avance o, en otras palabras, una corporalidad de la conciencia que es determinada por la hidrodinámica. De ahí que, por ejemplo, en el estilo crol sea fundamental la acción de los brazos (entrada, agarre, tirón, empuje y recobro), la acción de las piernas (batido ascendente y descendente), la posición del cuerpo (alineación horizontal, alineación lateral y rotación) y, la respiración (en su forma efectiva de inhalar y exhalar), entre otras tantas consideraciones técnicas. Inclusive, no es menos cierto que el nadar en aguas abiertas, como por ejemplo, en el Lago Llanquihue, alrededor de la península de Centinela de la comuna de Puerto Octay-Chile (véase Foto 1), se pueda manifestar el despliegue de una particular experiencia de sentido, por cuanto que al estar inmerso en un determinado espacio que se corresponde con la finitud circundante de lo motricio y, desde la situación sentipensante del estar nadando en un determinado espacio en la inmensidad del cosmos, ciertamente, conlleva un particular “asombro” del propio existir. Esto además tiene relación con la manifestación de un sentir de plenitud respecto de una experiencia que no está más allá, sino aquí y ahora, es decir, como fenómeno de la vida misma en su autenticidad.

 

Foto 1. Península de Centinela, Puerto Octay-Chile

Foto 1. Península de Centinela, Puerto Octay-Chile

Fuente: AChilepoh (2018)

 

    En efecto, la experiencia de nadar se corresponde con una orientación que tiende a pasar de un lugar a otro, es decir, implica un sobrepasar o superar algo, lo cual acaece en la subjetividad del sujeto que configura su mundo desde tal vivencia. Nadar es trascender. Pues, su posibilidad radica en una energía que le permite superarse en torno a un movimiento intencional, o en otras palabras, en base a una trascendencia. Pero, la experiencia de nadar, implica a su vez un permanecer con referencia a algo que es intrínseco al propio sujeto que experimenta la acción misma de nadar; porque, nadar es también una experiencia interna del sujeto que nada. Por tanto, la acción de nadar implica una relación dialéctica de trascendencia e inmanencia. En otras palabras, el nadar es una experiencia de trascendencia inmanente.

 

Inconclusión 

 

    Pues bien, el ser que somos en el mundo, puede concebirse desde la esencia de la Motricidad Humana, es decir, conforme a sus elementos constitutivos: corporeidad, percepción, movimiento, intencionalidad-consciencia, espacialidad y temporalidad. Toda experiencia humana, como sucede en la experiencia de nadar, se despliega necesariamente en base a tales elementos. Pero, tal manifestación experiencial se despliega mediante una indisoluble relación entre trascendencia e inmanencia, lo cual se corresponde con el fenómeno de la vida misma. Es así como la reinterpretación de la Motricidad Humana desde una trascendencia inmanente, es también una forma de concebir la vida bajo una genuina gratitud de experienciar la vida en cuerpo presente, otorgándose la posibilidad de un reencantamiento de lo concreto. En efecto, la experiencia de nadar puede concebirse como una particular manifestación de la Motricidad Humana que se despliega desde una trascendencia inmanente y que por tanto determina el modo de ser en tal vivencia.

 

Referencias 

 

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