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La educación en valores a través
de la educación física y el deporte

   
Profesor de Educación Física.
Minglanilla, Cuenca
 
 
Arturo González Segura
portera69@hotmail.com
(España)
 

 

 

 

 
Resumen
    Este trabajo pretende centrarse en la formación afectiva del alumno, para lo que se hace necesario realizar un marco teórico sobre la formación de valores con especial referencia a la E.F. y el deporte. Ésta es la base para abordar el papel del docente como agente socializador y algunas consideraciones al respecto.
    Palabras clave: Valores. Formación. Educación. Actitudes. Deporte. Educación Física.
 
Abstract
    We focus on the effective education of the student, and we study the theoretical frame about "teaching in values", providing special attention to P.E. and sport. This is the basis to study the teacher's role as a socializing agent.
    Keywords: Values. Education. Attitudes. Sport. Physical Education.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 94 - Marzo de 2006

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1. Introducción

    Uno de los problemas que se encuentra el profesional del área es conocer en qué aspectos del alumno puede influir dado que la educación, hoy en día, pretende una formación global, relativa a conocimientos, procedimientos y actitudes. Por tanto, es necesaria una educación moral del alumno, siendo el profesor de Educación Física uno de los mayores afectados por esta educación, por lo que no le falta fundamentación al hecho de considerar a la E.F. como un instrumento tanto transmisor como hacedor de valores.

    Nadie cuestiona, por tanto, que la E.F. en general, y todos sus contenidos, cada uno incidiendo en un aspecto más o menos concreto del alumno, transmite y forma valores, como toda realización humana.

    Y así en Educación Física no solo se abordan aspectos conceptuales (aspectos técnicos y tácticos de los deportes; concepto, tipo y principios del acondicionamiento físico,...) o procedimentales (práctica de actividades en el entorno natural; vivenciar el método continuo de desarrollo de la resistencia,...); si no que es parte inherente al área (y en mayor cuantía a otras) el hecho de que ésta ayuda a formar a la persona, en sus valores, creencias, opiniones,...


2. Del deporte educativo al deporte espectáculo

    Superada la época de menosprecio en la formación corporal, hemos entrado en otra en la que el deporte y todas las manifestaciones de actividad física, sobre todo las vinculadas con la ocupación del tiempo libre, ocupan un lugar significativo en nuestras vidas. Pocos son los que cuestionan que con el deporte se enseñe algo (otra cosa es el contenido de dichas enseñanzas).

    Y así han ido surgiendo dos vertientes antagonistas: el deporte espectáculo y el deporte como medio de educación o formación integral, como ya vislumbraba Cagigal en sucesivas obras (1979, 1981).

    Muchos son los autores que las diferencian de forma inequívoca (Contreras Jordán y col., 2000; Domingo Blázquez, 1985; Hernández, 1989) y sin embargo otros autores como Gutiérrez Sanmartín (2003) se posicionan afirmando que existe una "invasión constante de los modelos profesionalizados del deporte adulto sobre los objetivos del deporte infantil, mucho más educativos"


3. Los valores educativos y la Educación Física

    Los profesionales de la enseñanza no reciben la formación necesaria para formar valores ni, por tanto, saben cómo potenciarlos. Además existe una contradicción entre lo que la educación propugna y lo que la sociedad manifiesta (Gutiérrez Sanmartín, 2003), hecho éste en el que profundizaremos a lo largo del texto.

    Y así Camps (1994) planteó ¿vale la pena enseñar e inculcar valores morales a unos niños y niñas que deberán moverse y destacar a ser posible en una sociedad que no respeta ni cuenta con tales valores? A la que le sumo ¿la responsabilidad de solucionar la crisis de valores recae sobre legisladores, escuelas y profesores, o sobre toda la comunidad escolar? No podemos pensar que el profesorado es una panacea que remediará el mal ejemplo de toda la comunidad, de todas sus omisiones, conscientes o no.

     Existen dos formas para transmitir valores: Enseñar actitudes inconscientemente, la forma preponderante, ya que no olvidemos que la enseñanza no es neutra, está cargada de las convicciones de los educadores; o bien, hacerlo de forma planificada y estructurada, posibilidad más cercana a los postulados humanistas de nuestros currículos. Pero surge aquí una duda entre los autores: la necesidad o no de crear un área con peso específico en el currículo que aborde la enseñanza de éstos, ya que también son necesarios los contenidos conceptuales. Autores como Puig (1992) han afirmado que ésta sería el lugar idóneo para reflexionar sobre la realidad cotidiana, las normas sociales vigentes, las acciones de los jóvenes y su coherencia con los principios y normas propios,... Pero ésta no ha de ser la meta de la educación en valores, no pudiendo solamente quedarse en razonamientos o reflexiones, si no que además han de trascender a los comportamientos. Y cabe plantearse también cuál es el papel de la misma, pudiéndose afirmar que no es una meta de la educación, sino una necesidad: muchos problemas que se presentan en el centro escolar o en casa pueden (y deben) atribuirse a los valores (o mejor, a la falta de ellos), habiendo comprobado autores como Raths, Harmin y Simona (1982; citado por Gutiérrez Sanmartín, 2003) que estos problemas de conducta se ven disminuidos en intensidad y frecuencia si se desarrollan valores en los niños/as problemáticos.

    A partir de las aportaciones de Bloom (1972) comienza a entenderse la necesidad de una formación integral de las personas, en todos los dominios o ámbitos que él identifica: cognitivo, afectivo y psicomotriz. La formación corporal es necesaria en una educación integral. Siendo ésta sobre todo educación del movimiento, pero no solo el aparente, objetivo, cuantificable a partir de las ciencias experimentales; también el movimiento intencionado, no solo biológico, por tanto, también psicológico y sociológico.

    Ya de esta triple consideración de lo que supone la educación del movimiento, subyace la idea de la necesidad, para una formación integral a través de la educación física, de la utilización de los tres tipos de contenidos existentes (B. Vázquez, 1989; Gutiérrez Sanmartín, 2003; Contreras Jordán, 1998). El currículo así lo entiende y las funciones que otorga a la E.F. como área obligatoria se corresponden con el movimiento "biológico" (función anatómico funcional, función higiénica), el movimiento "psicológico" (función de conocimiento, función agonística, función hedonista, función compensadora, función catártica) y el movimiento "sociológico" (función estética-expresiva, función comunicativa y de relación), aunque la mayoría no se refieren a uno solo de ellos. Y así B. Vázquez (2001; citada por Gutiérrez Sanmartín, 2003) señala que en la Educación Física actual se fundamenta en una concepción multifuncional del movimiento humano, dando origen a tres paradigmas del movimiento, que a la vez son resultado de las diversas consideraciones que ha recibido el cuerpo humano en E.F.: cuerpo expresivo (representada por el bloque de contenidos de la Expresión Corporal), cuerpo máquina (representado sobre todo por el bloque de contenidos de Condición Física, contenido hegemónico de la E.F., en palabras de Contreras Jordán (1998)) y cuerpo como entidad psicosomática.

    Por tanto, tras la reforma LOGSE, se considera el tratamiento del dominio o ámbito afectivo a través de los temas transversales y de contenidos introducidos en el currículo pero son necesarias, de acuerdo con Devís Devís (1996), propuestas claras que vayan más allá de la formalidad burocrática. Superar la barrera entre ilusión y realidad se convierte en un objetivo ya no solo propiedad del profesorado, sino también de los legisladores. No olvidemos que aunque no venga recogido dentro de ningún currículo de E.F. de forma explícita, una función propia sería la "moralizadora", iniciada ya en Inglaterra en el Siglo XIX y sus "Public School" y, si retrocedemos más, en la Italia del Siglo XV en la "Casa Giocosa".

    Cabe preguntarse ahora si estas funciones son propias de la educación física. En este sentido aparece la obra de Arnold (1991; citado por Arnold, 1997) y las tres dimensiones de la Educación Física que consideran sus funciones intrínsecas e inherentes (dimensiones "acerca" y "en") y extrínsecas (dimensión "a través"), o sea, que servirían a otras funciones ajenas a la escuela. En los siguientes capítulos lo abordaremos en profundidad.


4. El profesorado como formador en valores

     Posiblemente el capítulo más importante, por su pragmatismo que le convierte en una verdadera herramienta útil para el profesorado: las consideraciones para una verdadera educación en valores en nuestra área.

    La educación no es neutra. Y por tanto, toda conducta de un profesor o profesora incidirá en el desarrollo psicológico del receptor y por consiguiente influirá en su formación integral, en su desarrollo personal. No olvidemos que, sobre todo en las primeras edades, el/la alumno/a aprende por imitación y el profesor/a, es un modelo para él/ella. Si el profesor constantemente ofrece refuerzos negativos y críticos, siendo poco cordial con el alumnado "torpe" (con problemas de autoestima, normalmente), rápidamente éste aprenderá su propia incompetencia. La competencia percibida del alumno (ver en este sentido a Ruiz Pérez, 1994) depende, en gran medida, de lo que aprenda del profesor. El refuerzo positivo no solo aumentará la competencia percibida del alumnado, si no que también aprenderá el valor hedonístico de la práctica físico - deportiva. Trepat (1995; en D. Blázquez, 1995) considera que a menor edad, mayor será la influencia del comportamiento ético del educador sobre el educando, ya que el aprendizaje de éste está supeditado al docente o entrenador.

    Y así no se imponen los valores en el profesor, si no que éste los adquiere durante su vida, tanto profesional como personal. Una vez clarificados cuáles son los que éste considera para la E.F. y el deporte, debe realizar las propuestas educativas oportunas. La formación del alumnado será más coherente si existe coherencia entre ideales, valores, normas, actitudes, del profesorado, y lo que éste plantea en sus sesiones. Por ejemplo, un profesor espera del alumno que cumpla con sus obligaciones, respetando las reglas de un deporte, a los alumnos/as, siendo puntual,... Pues éste ha de ser coherente entre lo que predica y lo que realiza

    Algunas consideraciones para el docente, que deberían convertirse en objetivos pedagógicos, serían:

  • Permitir que el grupo progrese hacia la competición cooperativa, ayudando en la puesta en práctica de los contenidos procedimentales (Devís y Peyró, 1992)

  • Facilitar el conocimiento, la comprensión y el análisis de los elementos socio - afectivos que pueden frenar el avance del grupo, como por ejemplo la competencia entre pandillas y la agresividad (Devís y Peyró, 1992)

  • Evitar el establecimiento de diferencias entre los hábiles y los menos hábiles.

  • Considerar que la A.F. y el deporte, tanto escolar como extracurricular, son hábitos saludables y que deben situarse como hábitos o conductas habituales, incluyéndolos dentro del estilo de vida (Gutiérrez Sanmartín, 1995)

  • Prestar atención no solo al resultado, también al proceso de aprendizaje.

  • Concienciarse de que las expectativas que el docente tiene sobre el alumnado influirán sobre el alumnado.

  • Se evitará la transmisión sistemática de valores, promoviendo la reflexión, ya que en la vida los jóvenes deberán elegir, valorar por si mismos, y deberán orientarse de forma acertada tanto en su vida personal, como social.

  • Conseguir que el alumnado vea a las sesiones de nuestra área no como un medio de demostrar superioridad sobre los demás, evitando que la agresividad sea una cualidad valorada. No obstante, las conductas agresivas (que aparecen al querer demostrar esa superioridad) son un medio de poder, de alcanzar un mayor nivel jerárquico en el grupo.

  • Evitar que la competición se equipare con superioridad, ya que no son pocos los que consideran a la victoria dependiente del fracaso de otros.

  • Ayudar a superar el antagonismo competición y cooperación, a partir del respeto tanto de los compañeros como de la normativa del juego, es como se alcanzará una plena satisfacción y se conseguirá que el juego tenga sentido.

  • Creatividad frente estructuras de juego que imitan los valores de una sociedad competitiva como la nuestra, proporcionando más actividades cooperativas que competitivas (Gutiérrez Sanmartín, 1995)

  • Comentar en clase las incidencias acaecidas en los grandes espectáculos deportivos y reflexionar acerca de la repercusión que éstos tienen en los medios de comunicación y su influencia sobre la población.

  • Las clases serán el lugar ideal para fomentar la colaboración y solidaridad, respetando no solo la opinión del resto, sino también los diferentes niveles de habilidad existentes. Los conflictos son inherentes a las relaciones humanas y éstas deberán ayudar a clarificar posturas, intereses y valores. El docente solo intervendrá en aquellos en los que no sean capaces de resolverlos por sí mismos.

  • Evitar planteamientos que favorezcan o permitan cualquier tipo de discriminación, ya sea sexista, racial o física. Para ello será necesario considerar los contenidos típicamente femeninos a un mismo nivel que los masculinos. No olvidemos que la educación mixta supuso la supresión de lo femenino, como forma de acabar con esa discriminación, universalizando el modelo masculino.

  • Actuar con coherencia, como ya se ha comentado, evitando, por ejemplo, ser intransigentes en un momento y permisivos en otro para la misma situación. Ya que, en palabras de Gutiérrez Sanmartín (2003) los alumnos y deportistas necesitan un código de conducta al que atenerse, y éste debe tener cierta coherencia.

  • Evitar la infracción de las normas, que por otro lado han de ser definidas con claridad y con la suficiente flexibilidad de acuerdo al nivel del grupo.


5. Conclusiones

    Estaremos de acuerdo que la transferencia de los valores educativos de la Educación Física y el deporte no se hacen espontáneos; están supeditados a la pedagogía Se debe educar en sentido amplio, educar para que los alumnos y alumnas se conviertan en ciudadanos capaces de alcanzar un sentido de realización personal (Gutiérrez Sanmartín, 1995). De manera que no es suficiente con poner a practicar A.F. y deporte y esperar que surjan valores positivos en el alumnado.

    Todo lo contrario, esta forma de actuar ("juego libre" para muchos docentes) ha derivado en el enaltecimiento de valores no deseables en educación, como la discriminación, la falta de solidaridad, el individualismo,...El deporte en sí mismo no es ni bueno ni malo, es nuestra sociedad la que le otorga un sentido u otro, y como dice Huxley (1969, citado por Gutiérrez Sanmartín, 1995), bien utilizado el deporte puede enseñar resistencia y estimular el juego limpio y el respeto por las normas, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses propios a los del grupo; mal utilizado, el deporte puede estimular la vanidad personal, el deseo codicioso de victoria y el odio a los rivales. Tratemos, inmediatamente, de propiciar con nuestras acciones la primera acción, aunque en muchos casos se vaya en contra de lo que impera.

    Se hace necesario actuar de forma planificada y estructurada, teniendo presente que a diferentes valores deben corresponderles planteamientos heterogéneos, partiendo de la clarificación de posturas en el docente, para evitar incoherencias como comportamientos o actitudes dispares ante una misma situación.


Bibliografía

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  • Vázquez, B. (1989) "La Educación Física en la Educación Básica" Ed. Gymnos. Madrid.

  • VV.AA. (1992) "El aprendizaje y la enseñanza de las actitudes" Ed. Santillana. Madrid.

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