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El hincha y el futbolista: masculinidad y deseo homosexual
en el cine durante la década peronista (Argentina, 1946-1955)
Omar Acha

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 55 - Diciembre de 2002

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    El club barrial es la masculinidad convertida en institución, y es también es la pureza frente a la corrupción de la gran ciudad. Si ésta permite un ejercicio de un deseo sexual menos ligado a las constricciones de una pequeña comunidad,2 el barrio suburbano era el último reducto de la resistencia a la modernidad. Los clubes chicos, como aquel por el cual hincha el Ñato, poseen las características atribuidas al suburbio respecto de las calles céntricas de la gran ciudad. En el barrio el fanatismo futbolístico incluye una relación muy estrecha con “los muchachos”. El gran equipo de un club adinerado es impersonal.

    Pues bien, Suárez juega su primer partido y obtiene un éxito total. A la salida del partido donde se consagró Suárez, el Ñato levanta el botín de Suárez en una pose fálica y lo besa. Entre todos los hinchas lo alzan, lo palmean, lo idolatran.

    A pesar del “bombeo” de algunos compañeros en el segundo partido, en el partido tercero y final Suárez salva al cuadro del descenso. Desde la tribuna un grupo de dirigentes de un club importante lo ven y deciden comprarlo para su equipo. Utilizan para convencer a Suárez, que al principio se resiste, los encantos de una mujer hermosa. 3 Lo llevan a cenar a un restaurante lujoso y cae bajo la seducción de la mujer.

    El barrio comenta la “traición” de Suárez, pero el Ñato no lo cree. Va a intentar detener a Suárez para que siga en el club, pero cuando éste le dice que ha aceptado el ofrecimiento, el Ñato nada puede hacer, y se queda sin palabras, decepcionado, en la vereda desde donde ve partir a su amigo con la mujer seductora. Aunque la hermana del Ñato llora por el abandono que de ella hizo Suárez, pero aquel lo disculpa, diciendo que no le quedaba otra oportunidad. El Ñato deniega la traición evidente de su “creación” (como lo llama), lo sostiene contra todas las infracciones a las reglas que compartía. 4 Suárez traicionó al club, el valor más alto que el Ñato declamaba, y también a su propia hermana.

    Sin embargo, Suárez es inocente, le dice aquel a la joven abandonada por la mujer pérfida que sedujo a su novio. El hincha no puede aceptar que otro lamente como él la pérdida del ídolo. “¿Qué te pasa a vos?”, le dice a su hermana, “¿vas a llorar por ese falluto? ¡Qué importa un desengaño! Mirame a mí, lo quería tanto como vos, más que vos. Y ¿lloro acaso?” (71:00). El Ñato se cree más perjudicado por el abandono porque su amor por Suárez era más potente que el de su hermana. 5

    La imposibilidad de sobreponer la fidelidad al club al amor por Suárez se reafirma cuando llega el momento en que el equipo que éste integró recientemente tiene que jugar contra su cuadro anterior. Nadie confía en Suárez, que seguramente -dicen- jugará contra el club que ahora defiende y por ende traicionará otra vez. el Ñato asegura que no lo hará, y escuchan una audición radial por la cual va a hablar el jugador. Cuando anuncia que a pesar de todo por contrato debe jugar ese partido, solamente el Ñato esboza una defensa: Suárez habría aceptado jugar para ir a menos y favorecer a su antiguo equipo. Llegado el partido, Suárez golea al club del Ñato, y contra toda la tribuna y contra la pasión por su club, sigue defendiendo la integridad del varón que adora y que quiere más que la hermana.

    No existen límites para el amor del Ñato por Suárez. No es cierto que en El hincha se muestre el fanatismo de un simpatizante de fútbol por su equipo. Lo que realmente aparece representado es la ligazón libidinal de un varón por otro. La película muestra que la fidelidad al club depende del investimiento libidinal de objeto homosexual.

    Engañado por la mujer que lo sedujo, Suárez entra en decadencia como jugador por la vida disoluta a que ella conduce y en la que él participa. Quien separa al hincha del futbolista es una mujer. La relación hincha-futbolista se hace efectiva en la exacta medida en que uno u otro están separados de un cuerpo femenino. En el caso del Ñato, se trata de la imposibilidad de casarse (y de consumar el matrimonio, y en el caso de Suárez, de tener relaciones sexuales con una mujer. Con su novia del barrio, la hermana del Ñato, había un vínculo desexualizado y la imagen de ésta es extremadamente recatada y religiosa (luce un enorme crucifijo), mientras que cuando "traiciona" al club y a la hinchada tiene un vínculo manifiestamente erótico con una mujer calculadora y falaz.

    El Ñato no acepta jamás la infidelidad de su crack. Luego del primer partido, para festejar, sus amigos lo esperaban a cenar, a las 10 de la noche, y a las once (otra vez esa hora significativa) lo va a buscar a su casa, suponiendo que está hablando con su hermana. Allí se entera que fue a una boîte a cenar con los dirigentes de otro club. Al verlo salir junto a varias personas, el Ñato le dice que lo estaban esperando. Entonces es la mujer rubia la que replica que Suárez “ya cenó”, y se lo lleva.

    La escena puede leerse, como se sabe, de diversas maneras. Una es que Suárez “se vendió” a otro club o que “fue engañado”. Ambas lecturas son ciertas, pero el cierre al acto (donde Suárez podría haber abandonado a sus acompañantes e ido a cenar con la hinchada) lo hace una mujer. Es entonces que la decisión de Suárez no es sólo la preferencia por la promesa del ascenso social sino también por una persona del otro sexo. Dejar el Victoria y acceder al sexo de mujer son una misma cosa.

    Lo que es importante en la traición de Suárez es la compulsa de fidelidades que entonces se instala, porque entonces se hace evidente que el amor por el club y el amor por el jugador no coinciden necesariamente. La elección del Ñato no deja dudas: "Bueno ¡basta!, -responde a sus amigos- a Suárez lo hice yo y estoy orgulloso de su triunfo, aunque sea en un club grande. Yo siempre voy a ser hincha del Victoria, pero lo quiero a Suárez y yo sé que él también me quiere en el fondo" (60:00:05) 6.

    El artilugio de sostenimiento de Suárez es una tarea que en psicoanálisis se denomina denegación. En efecto, si es cierto que el crack es la creación del hincha que lo inviste de su deseo y su apoyo, sin el jugador estelar el fanático pierde toda razón de ser. No es sorprendente que sin el amor homosexual el fútbol se desvanezca en el aire. La existencia de este deporte sin los lazos de amor es históricamente insostenible. En lenguaje freudiano, el fútbol es un vínculo libidinal de meta inhibida. La partida de un crack provoca un desinvestimiento del hincha que sólo puede ser suturado por otro cuerpo-objeto.

    La pérdida del objeto de la mirada desconstituye -si así puede decirse- la consistencia del hincha como hincha (lo que va de suyo, porque no se puede ser hincha del vacío, y hemos visto que nadie es realmente fanático de un club sino por ósmosis7) y lo anonada. Ante esa pérdida del placer de la mirada, la reacción es rechazar la falta en Suárez porque ello arrastra la evidencia de una carencia propia que cubre la refracción de la mirada que se experimenta -inconscientemente- al mirar al jugador.

    Al conocer el embuste que la mala mujer (tiene otro amante), el Ñato, la novia del hincha y “los muchachos” van a buscar y rescatan a Suárez de sus nuevas y traicioneras amistades. Recuperado, Suárez es vendido a Europa para jugar en los grandes equipos. Sin casarse con la hermana del Ñato, Suárez parte para Europa, para jugar entre otros hombres y ser observado por tribunas compuestas por espectadores europeos. La despedida mientras el barco parte es impresionante: El Ñato sufre más que su hermana, con quien Suárez se ha reconciliado. Su rostro muestra el sufrimiento de una despedida que acepta porque es la más útil para el futuro de Suárez. El Ñato sacrifica el goce de verlo por el amor de objeto que lo apasiona.

    Cuando Suárez se va Europa a jugar al fútbol, cuando el Ñato le dice que lo va a ir a despedir al puerto, Lina le advierte: "Yo te acompaño Ñato, eh?, tengo miedo a que te me embarques con él" (83:00). La respuesta es tan deudora del amor homosexual como la inconsciente claridad con que su novia “sabe” de la atracción de su novio por el amigo: "A mí era el fútbol que no me dejaba casar, pero ahora que se fue Suárez se acabó el fútbol para mí (...) El hincha que yo tenía adentro se murió... se fue Suárez, si a veces me da vergüenza pensar lo imbécil que he sido..." (84:00). Como intenté mostrar, lo que aquí hay que despejar es que sea el fútbol el obstáculo al deseo heterosexual. La auténtica valla es la pulsión homosexual que fundamente la condición de hincha.

    Desaparecido Suárez, la pasión futbolística del Ñato se apacigua: acepta casarse con su novia. El obstáculo para su relación heterosexual ha desaparecido. Pero lo interesante es que también ha muerto su fanatismo de hincha. Su pasión por el equipo “de sus amores” era en realidad la expresión subordinada de su pasión homosexual por Suárez. Sin éste, la relación de sumisión a la suerte del club carece de importancia. Sin la ligazón libidinal, la atracción del objeto conciente -el club- es destruida. El auténtico objeto de deseo ya no está en el horizonte. La institución, sin el deseo, se desvanece en el aire, es un edificio inerte, una cancha sin cuerpos que admirar, sin ídolos por los cuales hinchar.

    Treinta segundos antes de finalizar el film, el Ñato y su novia caminan conversando sobre su futuro matrimonio. Sin embargo, la película termina con el Ñato gritando desaforadamente, con la cara emocionada por un objeto de su pasión. Pues bien, mientras caminaba con su novia, en un terreno baldío ve a un adolescente jugar al fútbol. Observándolo, el Ñato se queda tieso, obnubilado por lo que ve, y corre hacia el joven Cardozo. Le pregunta si quiere probarse como jugador en el club y renace su pasión. El Ñato encuentra un nuevo objeto de deseo homosexual, y solamente a través de ello retorna a su pasión futbolística. Esta repetición de la relación con Suárez y el fanatismo deportivo que es su consecuencia muestran que, en El hincha, la elección homosexual de objeto es una precondición de la masculinidad aparente del amor futbolístico. Feliz, el hincha acaba en la narración del film en el ejercicio de su mayor placer, es decir, mira.

    Ahora bien, la narración de El hincha debe ser leída en paralelo con otro emprendimiento del año 1951 donde estuvo involucrado E. S. Discépolo: las charlas con Mordisquito. Para comenzar, un Mordisquito, un contrera, aparece en el film. “'No sé de qué se trata... ¡pero me opongo lo mismo!'”, apunta el “hombre común” que sostiene la voz de Discépolo. 8 En El hincha, el Ñato interpela a un eterno inconformista: "Pero vos ¿por qué gritás Venenito?, ¿vos no sos contra de Suárez?". 9

    También esos monólogos transmitidos por la radio oficial del Estado estuvieron encuadrados en una retórica futbolística que vimos en la alocución del cierre de candidatura de Perón. Después de narrar la triplicación de la marina mercante, y decir que "En estos momentos la flota de tu país es la tercera del mundo": "Y en el campeonato del mundo, nosotros (¡los que ahora marchamos terceros!...), entonces nos debatíamos en el último puesto de la tabla allí donde arde pavorosamente la fogata del descenso ¡Y ahora, terceros! Terceros y en pleno embalaje de amor y de esperanza, escalando posiciones, como dicen los cronistas y... perdóname que reduzca los problemas de Estado a una comparación dominguera, pero el subconsciente me ha llevado a estas metáforas que huelen al pastito del área penal. ¿Y sabés por que... el subconsciente? ¡Porque hace años y años, esto tan importante y precioso, esto que ahora es una patria... era realmente un club! Olvidate qué camiseta usaba, qué colores tuvo y cuántos goles le hicieron. Brillan de otra manera los colores de hoy”. 10

    Una imagen de la política como evento multitudinario y unitario es lo que modela representación del 17 de octubre en las charlas contra Mordisquito. Una experiencia de la masividad que aparece como imposible de resistir. Pero no es sólo eso, sino que el cemento que hace consistir a la fidelidad política es en primer término el amor. Describiendo el 17 de octubre, dice: “¡No, a mí no me vas a decir que no te acordás... de aquella noche! Fue la noche de la desesperación, del amor y la promesa.... Pero la desesperación terminó y el amor sigue y las promesas se cumplieron”. 11

    Este es el molde en que también su imaginada la experiencia del hincha. Pero también hay marcas de la película que están inspirados en ciertas representaciones de alusiones claramente peronistas.

    Aquí nos hallamos en el lábil y sobredeterminado mundo de lo inconsciente. ¿Fue consciente hacer de un Suárez desplazado del equipo titular un Perón privado de su libertad a partir del 12 de octubre?

    Luego de un "bombeo" por sus compañeros de equipo, Suárez es sacado del equipo titular. Entonces el Ñato organiza una protesta callejera para obligar al presidente del club a que lo reincorpore. “Hay que hablar enseguida con el presidente del club”, dice a sus compañeros. “Pero son las once, debe estar durmiendo”, repone Lina. La respuesta no permite dilaciones: “A la calle compañeros, hay que salvar a Suárez y al Victoria”. Convencidos, el grito de los hinchas es "¡Queremos a Suárez!".

    Pues bien, las analogías con el acontecimiento mítico fundador del peronismo son claras. La hora, cercana a la medianoche, en que Perón se presentó en los balcones de la Casa de Gobierno es la misma que señala el reloj de la casa del presidente del club que acepta la inclusión de Suárez en el equipo si su competidor no trabaja bien en los entrenamientos. En segundo lugar, el “¡Queremos a Perón!” es el patrón del que se copia la protesta por Suárez. 12

    Sin embargo, ni las estructuras de El hincha condicen con las que arman las charlas de Mordisquito ni la ideología que trasunta el film se acomodan fielmente a las posiciones oficiales del régimen para el que Discépolo trabajaba fervoroso.

    La posición de sujeto de Suárez no se acomoda sin residuos a la ideología donde Perón era el hacedor de la realidad. Precisamente, la tarea de la reformulación del polimórfico evento del 17 de octubre, ya claramente en 1951, estaba subordinado al jánico ente soberano Perón-Estado peronista. La abulia de Suárez no sería conscientemente aceptado por el régimen.

    Tampoco el discurso sobre el fútbol se llevaba bien con la búsqueda de la producción que ya desde 1948 inundaba la política de comunicación del gobierno. Cuando la madre le dice al Ñato que no vaya a presionar a los dirigentes del club para a la mañana siguiente tiene que ir a trabajar, le responde con vehemencia: "¡Qué taller, ni qué trabajo!... ¡Y los colores, el club! ¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?” (14:40).

    ¿Cómo superar el registro de las conjeturas? Quizás la única marca irrefutable del “contexto” peronista sea la presencia del Estado en la exigencia del examen prenupcial que el Ñato debe hacerse cada vez que se acerca un casamiento posible. Me parece, sin embargo, que la textura de deseos y devociones que transitan entre El hincha y otros productos culturales del peronismo clásico definen una experiencia social donde estos temas no estaban alejados de los sentidos más íntimos de la época.


IV. Conclusiones

    Para la inmensa mayoría de los fanáticos del fútbol en la Argentina, a diferencia del Ñato, el placer escópico y el obtenido en la discusión sobre fútbol no es incompatible con el deseo heterosexual. En las reuniones de varones de cultura mediana, dos temas son los más transitados: mujeres y fútbol. Se supone que ambos temas poseen características diversas. Las mujeres son objetos del deseo sexual: los varones charlan sobre tal o cuál mujer, sobre sus logros amatorios, sobre las carencias o valores sexuales de ciertas hembras. Cuando en la misma reunión pasan a hablar de cuerpos masculinos, la sexualidad pareciera desaparecer: se conversa sobre la formación del equipo, de la capacidad de conducción del número cinco, de la gambeta del nueve, de la pegada del once. Pero también se habla del “aguante” del dos, de “los huevos” del tres, de lo maravilloso que es el diez. En nuestra opinión, las condiciones del placer escópico conducido por el fútbol en El hincha señala el núcleo libidinal de estas conversaciones, que versan sobre el deseo sexual, transitando desde el heterosexual al homosexual. Podría hipotetizarse que la discusión sobre mujeres suele ser un antídoto contra la evidencia del deseo heterosexual de la charla sobre fútbol.

    Durante las presidencias de Perón, la circulación de discursos sobre el deporte como el que hemos visto en El hincha, contribuyeron a conformar una subjetividad “nacional” donde la adscripción pasional a un club era una condición de la subjetividad masculina. Hemos tratado de ver, en las expresiones mismas de esta afirmación de la masculinidad, cómo su fundamento operativo y narrativo era sostenido en la continuidad y las peripecias del deseo homosexual.

    En esas bases se sostenía la función ideológica de la masculinización de los varones que si bien cruzaba en diversos grados las clases sociales, era un componente decisivo en la elaboración política del “peronista”, identificado como obrero y como macho. Precisamente en la tematización más extendida de la representación de la pasión masculina por excelencia, en el fútbol, es donde vemos la articulación homoerótica sin la cual no existió la identificación entre masculinidad y deporte. En esa conexión práctica e ideológica es donde podemos comprobar algo que en otros terrenos se ha teorizado: que la consistencia de la heterosexualidad normativa y compulsiva sólo puede existir a través de operaciones imaginarias de institucionalización que reposan en un presunto deseo heterosexual, pero que en tanto que deseo no se limitan al objeto-causa de deseo, sino que fluye con la fuerza de las plurales creaciones del deseo sexual en las urbes modernas. En fútbol en la Argentina de la hegemonía peronista, no se distingue de esta condición sino por la fuerza con la cual contrasta la asignación ideológica (donde el estado tuvo mucho que ver) del machismo reinante con las prácticas homoeróticas que rigen la circulación de los deseos en un foco nuclear de la afirmación de la heterosexualidad. El deseo homosexual es la clave, en nuestra opinión, para comprender las peculiaridades narrativas de El hincha. Con este examen, se iluminan en nuevos trazos las modalidades enunciativas que en los relatos implicados en otras películas como Pelota de trapo o en El hijo del crack, tematizaban el acceso del niño al mundo viril del fútbol.

    La identificación futbolística es homóloga -pero no idéntica- a la identificación política. En el nacimiento de la fidelidad peronista se configuró una relación imaginaria de cada varón con Juan Perón como objeto de deseo. ¿Puede seguirse una historia del placer visual, del deseo escópico, de la imaginería y política de la representación del peronismo? Lo que es indudable es que la afirmación de Eva Perón de que los descamisados “creyeron aún antes de ver” (las realizaciones de un gobierno dominado por Perón) no puede ser tomada literalmente.

    En ese investimiento por el cual Perón era cargado por las mociones masculinas de sus admiradores, de sus seguidores, se conjugaban numerosas vetas de la experiencia individual de cada uno de ellos. La relación con el padre, con los amigos de la infancia, con el policía, con el médico. Bajo modalidades que eran peculiares en cada caso pero que obedecían a delimitaciones que son relativamente fijas o lábiles en cada sociedad, el otro aspecto de la dicotomía en la que se asentaba la diferencia sexual también tallaba en estas complejas operaciones. Las figuras femeninas, como la madre, la hermana, la esposa o la novia también se introducían en esta dialéctica para afectar las relaciones imaginarias.


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