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Siglo XXI: nuevos valores, nuevas profesiones.
Una perspectiva del ocio deportivo en la
naturaleza integrado en el turismo

   
Faculdade de Ciências do Desporto e de Educação Física
Universidade do Porto, Docente del Gabinete de Sociologia do Desporto;
Fundação para a Ciência e a Tecnologia
Ministério da Ciência e Tecnologia
Portugal, Becaria de Doctorado
 
 
Ana Luisa Pereira
Maria Joana Félix

analp@fcdef.up.pt
(Portugal)
 

 

 

 
Comunicação apresentada no VII CONGRESO FES, realizado em Salamanca, 20 a 22 de Setembro de 2001.

 Resumen
    Empezando con una análisis de la sociedad occidental actual, la llamada sociedad postmoderna, y basada en los nuevos valores que emergen de ella, se pretende analizar el surgir de nuevas profesiones y áreas profesionales en el ámbito del ocio deportivo en la naturaleza, y realzar su papel en la llamada “industria del siglo XXI”: el turismo.
    Las modificaciones económicas, sociales y políticas del siglo pasado, resultantes de la radicalización de los principios de la modernidad, han creado nuevos valores, en donde se destacan el hedonismo, el consumismo, el gusto por el riesgo, la superación y la exaltación, el individualismo, la busca de las orígenes y consecuentemente la busca de la naturaleza y los valores ecológicos. Esto tiene como consecuencia la busca creciente de actividades de ocio deportivas, y en la naturaleza.
    El turismo, considerado por muchos autores una de las principales actividades económicas del mundo, acompaño la evolución de la sociedad, lo que se puede comprobar en las múltiplas nuevas formas que esta actividad viene asumiendo recientemente, de donde resaltamos el “Eco-Turismo”, el “Turismo de Aventura”, el “Turismo en Espacio Rural”, y el “Turismo en la Naturaleza”. Esto resulta en el aparecimiento y desarrollo de nuevas profesiones y áreas profesionales como sean las empresas de “Deporte y Aventura” o los animadores deportivos en hoteles y resortes, lo que coloca dos cuestiones que nos parecen fundamentales: la formación profesional de los individuos, y el encuadramiento legal de la actividad.
    Palabras clave: Turismo. Nuevas Profesiones. Actividad Física en la Naturaleza. Valores. Postmodernidad
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 50 - Julio de 2002

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    Para mejor entender el funcionamiento y el aparecimiento de determinadas actividades de la sociedad contemporánea occidental, a saber, las que están conectadas con el turismo y el deporte, concretamente el ocio deportivo, es fundamental que intentemos comprender el cambio axiológico que está naturalmente subyacente a ella. De hecho, se nota una creciente mudanza de valores en la sociedad contemporánea, lo que se puede notar particularmente en la búsqueda de nuevas prácticas deportivas, cuya reflexibilidad se confirma a través de la forma como éstas se desarrollan.

    Así, es natural que las diferentes prácticas deportivas se contextualicen en el tiempo o en el espacio, dado su carácter reflexivo inherente al espacio socio-cultural que las envuelve, ya que como sabemos, el “deporte comporta en sí mismo un sistema de valores, una ética que le concede la preponderancia en la sociedad actual” (Pereira, 1996: 51) designada por algunos autores de posmodernidad, a saber Gervilla (1993), Lipovetsky (1994), Bétran (1995), Touraine (1994), Lozano (1989, cit.p/ Gervilla, 1993), “manteniendo así un sentido antropológico, pero acompañando la mutabilidad constante inherente al hombre” (Pereira, 1996: 51).

    Pues bien, la posmodernidad surge, a mediados del Siglo XX, como consecuencia de una radicalización de lo que habrá sido la modernidad, esto es, en el momento en el que ésta deja de ser un proyecto válido, la inestabilidad da lugar a la mudanza. De esto resulta que, los cambios económicos, sociales y políticos que están irrumpiendo en la sociedad, hicieron emerger un nuevo cuadro axiológico más, según el resultado de esos mismos cambios. En esta perspectiva, y teniendo como base el cuadro de valores expuesto por Gervilla (1993), podemos decir que valores anteriormente «mejor clasificados», son ahora sustituidos por otros «más valorados». De este modo, más que el esfuerzo, es importante que se sienta y busque el máximo placer en lo que se hace. El hedonismo es, por efecto, uno de los valores más significativos en la sociedad actual.

    Consecuentemente, otros valores adquieren más notoriedad, o sea, vivimos en una época en la que cada uno quiere expresarse de un modo lo más eficaz posible, intentando sobresalirse de los demás, procurando, en este sentido, la personalización. Como tan bien refiere Augé (1994:44), “el individuo pretende ser el mundo”, lo que de cierta forma justifica toda la necesidad de producción y desarrollo individual y de auto-realización. Inherente a ese proceso de personalización, la búsqueda del placer asume un papel fundamental en la cultura posmoderna, en la que el individuo adquiere un estatuto de centralidad. A este propósito, Camps (1996), considera que no podemos olvidar que el individualismo es una de las consecuencias de la modernidad, favorecida por el cambio antropológico que coloca el individuo en el centro del saber, lo que “legitima la afirmación de la identidad personal de acuerdo con los valores de una sociedad personalizada donde lo que importa es que el individuo sea él mismo” (Lipovetsky, 1983: 12).

    El individualismo resultante, promueve y establece una serie de relaciones entre los nuevos valores emergentes en nuestra sociedad. Por otro lado, lo mismo es resultado de una moral subjetivista, en la que todo vale, donde no se distingue el bien del mal, no existiendo por eso espacio para la culpabilidad, entendiéndola como el no cumplimiento de un deber. Más que una ética, impera la estética, que juntamente con la fragmentación moral, genera valores de afectividad, sentimiento, placer, narcisismo, novedad, aculpabilidad. Asimismo, subyace a todo este conjunto axiológico una serie de actitudes que confluyen en un marasmo de relativismo, esto es, en la búsqueda individual de placer, de auto-realización, denotándose un aumento del consumo en muchas áreas de la actividad humana que permiten la concretización de ese intento.

    La proliferación de actividades libres, en las que la audición del cuerpo es un aspecto importante, sin que exista preocupación con la competición, está unida a una preocupación creciente del hombre en encontrar sus orígenes, para dar un sentido a su vida, como afirma en sus obras Mircea Eliade (ver Eliade, 1987 y Eliade, s/d). En esa búsqueda de las orígenes, el hombre siente la necesidad de una reaproximación con la Naturaleza, con su Naturaleza (Garcia, 1995). Estas cuestiones se reflejan en todas las áreas de la vida humana y el Deporte no es excepción.

    La cultura posmoderna al legitimar el individualismo hedonista unido al placer del consumo, hace con que nuevas actividades físicas y deportivas surjan y adquieran un lugar de destaque. De hecho, las actividades físicas practicadas en la naturaleza, cuyo desarrollo envuelva emoción, riesgo, placer, sensación de límite, han tenido un incremento que no puede ser desvalorado, sino todo lo contrario. Lo que nos confirman Miranda, Lacas y Muro (1995:13), cuando afirman que “...los nuevos deportes y actividades físicas en la naturaleza aparecen junto a los nuevos paradigmas centrados en la autorrealización personal y la mejora de la calidad de vida que quieren sustituir a los de competición y tensión”. También Bétran y Bétran (1995: 113) las consideran como “actividades que se sitúan y comulgan con los nuevos valores sociales de la posmodernidad”.

    Quiere esto decir, que valores relacionados con el esfuerzo, rendimiento y sacrificio, inherentes a una práctica deportiva reflexiva y que transcurra de aquella que es la cultura moderna, se quedan casi fuera de moda. Lipovetsky (1983: 54) refiere que el “esfuerzo ha dejado de estar de moda”, así que las actividades que proporcionen al individuo sensaciones de planar, en una especie de “trip sensorial y pulsional” (idem: 23), donde el placer corporal se sobrepone a una idea de victoria, que sean libres de horarios fijos (para los entrenamientos, por ejemplo), transmitiendo así la sensación valorada de libertad y libre de compromiso, tienen un papel cada vez más preponderante en el seno de la sociedad contemporánea. Paulatinamente se van sustituyendo las actividades cuyas obligaciones están unidas a los conceptos de sacrificio y dedicación para la victoria a alcanzar. Por otro lado, son deportes que permiten contestar a la lógica mercantilista y tecnológica de nuestro tiempo.

    Siendo que el consumo y la ansiedad por la novedad caracterizan, sin duda, nuestra sociedad, es entonces posible, a partir de estas prácticas, corresponder, por un lado, a esa lógica economicista, y por otro lado, a la lógica de la auto-expresión reflejada en el desarrollo de la «imagen de marca» ofrecida por la tecnologización, no sólo de los materiales, pero también y naturalmente por toda una panoplia de accesorios publicitados. Además, en su mayoría, estas actividades deportivas pueden practicarse individualmente, teniendo como ventaja el «entrenar» cuando se quiere y puede, lo que está en perfecta consonancia con el individualismo, valor en aumento en la jerarquía axiológica contemporánea.

    La naturaleza es, entonces, el escenario cada vez más procurado para estas actividades deportivas, en un espacio que se pretende abierto, cuya variabilidad se contrapone a la clausura del cotidiano, lo que es reiterado de nuevo por Miranda, Lacas y Muro (1995:60), que consideran “la variedad del entorno natural como contraposión a un orden mecanicista y monótono”. La propia promoción de las actividades, por parte de las empresas que las desarrollan, es en el sentido de demostrar a las personas que ellas necesitan de evadirse de la rutina y del «stress» diario y así dejarse invadir por la emoción del riesgo y aventura.

    Así, no es raro que un «santuario», como la naturaleza, sea «invadido» por una serie de infra-estructuras por parte de estas (nuevas) empresas que desarrollan las Actividades Físicas en el Entorno Natural (AFEN). Éstas, tienen, desde luego, como ventaja, ese mismo escenario, pues los locales elegidos son siempre más o menos exuberantes a fin de proporcionar a sus clientes una atmósfera rica en todos sus sentidos. Lo que hace con que su «popularidad» sólo tenga como tendencia aumentar, una vez que, subyacente a todos los valores inherentes al individuo de esta sociedad (anteriormente mencionados), emerge otro que lo encuadra naturalmente en esta necesidad de «reencuentro con sus orígenes»: la ecología. Nos queda entonces la idea que es fundamental reflexionar y actuar de un modo éticamente correcto con la naturaleza, y una de las formas encontradas para tal, es vivirla por su máxima contemplación, y tener momentos de aventura, donde la «naturalización y el retorno a las orígenes» se mantienen (aunque imaginaria y utópicamente) constantes.

    Así, la implementación y desarrollo de las AFEN, por parte de las instituciones privadas (o no), está generalmente asociada a la moda y al consumo, esto es, se escogen destinos considerados turísticos cuyo éxito está más o menos asegurado. Es, por tanto, natural que las nuevas formas de Turismo que han surgido en los últimos tiempos incluyan actividades vinculadas a la Naturaleza y a la Cultura. Aparecen cada vez más denominaciones como “Turismo de Naturaleza” o “Eco-Turismo”, “Turismo en Entorno Rural”, “Turismo Cultural”, y aún “Turismo de Aventura” y “Turismo Deportivo”, denominaciones ésas que nos sugieren inmediatamente la referida búsqueda de las orígenes, sean culturales, sean naturales del individuo. Y cada vez más, también, nos parece que el individuo desea dejar de ser un mero espectador, para participar activamente lo que le es ofertado. Como nos dice Maria Calado, el turista “no es pasivo, él no puede ser apenas un espectador (...). Él tiene que ser de una forma lúdica (...) en el sentido de la participación activa (...) introducido en el propio tema” (Calado, 1992, 30). El turista moderno desea hacer parte de la acción, probar, vivenciar situaciones y momentos únicos. Sólo así podrá sentir esa aproximación a su naturaleza, que tanto busca y, vivir en pleno los valores emergentes de la sociedad de la cual hace parte. Lo que viene de encuentro a lo que Bétran y Bétran (1995: 108) afirman: “ con los nuevos cambios culturales ideológicos y tecno-económicos de la era posmoderna que dan paso a la sociedad posindustrial surgen las actividades físicas de aventura en la naturaleza (AFAN), que representan los nuevos valores sociales acordes con la ideología de esta época: consumismo, acercamiento a la naturaleza, individualismo, hedonismo o cuerpo informacional”.

    Nos parece que está clara y evidente la identificación de las Actividades Físicas en el Entorno Natural (AFEN) con los nuevos valores de nuestra sociedad. Es creciente y está cada vez más visible la relación que se va creando entre la propagación de las AFEN y su integración en los servicios relacionados con el Turismo, hasta porque en las dos actividades (que se conectan y se «confunden») se denota la integración (casi) perfecta de la sociedad consumista de nuestra época.

    El Turismo, además, transcurriendo del capitalismo, empieza a organizarse a partir de mediados del Siglo XIX, transformándose en actividad de masas, asumiendo una importancia socioeconómica significativa, a partir de mediados del Siglo XX (Trigo, 1993). Muchos han sido los factores responsables por este boom del Turismo: los progresos tecnológicos, que han permitido mejorías en los medios de transporte, vías de comunicación y producción industrial; nuevos recursos a nivel de las ingenierías y arquitectura que “han revolucionado la construcción civil” (Idem, 18:19); los aumentos de la calidad de vida y del tiempo libre, este último como consecuencia de factores como la reducción del horario de trabajo, la antelación de la jubilación, el retraso en la entrada en el mundo del trabajo y el aumento de los días de vacaciones pagados; y los nuevos valores adoptados por la sociedad denominada posmoderna, anteriormente ya mencionados. Así, el Turismo, al constituirse como una de las más importantes características de la “civilización de la humanidad en el final del Siglo XX” (Vieira, 1997, 21), será sin duda una de las principales actividades económicas del Siglo XXI.

    El Turismo es una actividad económica del sector terciario, pero, a partir de los cambios en los valores de la sociedad en la posmodernidad, con el incremento del “culto” del ocio, podremos ya considerarlo como haciendo parte de un cuarto grupo de actividades económicas, que incluye todas las actividades vinculadas al ocio: las actividades cuaternarias (Khan, cit. por Vieira, 1997).

    A finales del Siglo XX, la dimensión del Turismo mientras actividad económica, era, según el World Travel & Tourism Council, muy significativa, previéndose en esos momentos que hasta 2006 se alcanzarían valores de la orden de los 7,1 trillones de dólares de volumen de negocios y 385 millones de puestos de trabajo (periódico Jornal de Notícias, 11/8/97). Ya en 1992, Lucas Pires afirmaba que en el año 2000, el Turismo sería seguramente la mayor industria europea (Pires, 1992), lo que vino a reforzarse por todos los análisis y previsiones de la Organización Mundial del Turismo (OMT). El Turismo asume, así, hoy, una dimensión mundial de relevante importancia.


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