efdeportes.com
Las voces del fútbol en la ciudad

   
Lic. en Lingüistica (UBA)
Integrante del Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte
SEUBE, FFyL, UBA (Argentina)
 
Lelia Gándara
leliagandara@yahoo.com.ar

 

 

 

 
Trabajo presentado en las Jornadas "Las Ciudades y el Fútbol" . Organizado por el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires y Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Buenos Aires, agosto de 2001
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

1 / 1

    Como lingüista y analista del discurso, desde hace unos años me ocupo de estudiar el discurrir de nuestra sociedad relacionado con el fútbol a través del análisis de prácticas discursivas tales como los cantos de cancha, los graffiti, los chistes sobre fútbol y el lenguaje cotidiano.

    El fútbol trae a la superficie algunas representaciones del imaginario que no son fácilmente observables en otras prácticas sociales. Dice Roberto DaMatta1:

"El fútbol brasilero puede ser estudiado como capaz de provocar una serie de dramatizaciones del mundo social. Uno de los trazos esenciales del drama es su capacidad de llamar la atención, revelar, representar y descubrir relaciones, valores e ideologías que pueden estar en estado de latencia o de virtualidad en un sistema social dado."

    El terreno del discurso sobre el fútbol es un terreno muy fértil para analizar esas representaciones. Porque el uso del lenguaje es constitutivo de las identidades, las relaciones sociales y los sistemas de creencias y conocimientos.

    El discurso admite diversos acercamientos. Norman Fairclough2 plantea que es posible realizar un abordaje del discurso desde tres ángulos: en tanto texto, mediante un análisis centrado en el material lingüístico, en tanto práctica discursiva, con un abordaje centrado en la pragmática y la acción comunicativa, y en tanto práctica social, mediante un análisis macrosociológico, donde se toma en cuenta la relación con las estructuras sociales.

    Éste es el enfoque con el que yo vengo trabajando, considerando que nos puede proporcionar una mirada sobre un aspecto que precisamente por estar omnipresente corre grandes riesgos de atravesar todo análisis sin ser objeto de reflexión: el nivel del discurso. Junto a las posibilidades que ofrece, este enfoque presenta una dificultad que está relacionada con el hecho de ubicarse un espacio teórico intersticial, en esta disciplina que ha sido considerada por la lingüista brasilera Eni Orlandi como una disciplina "del espacio intermedio".

    Los estadios son un lugar de producción y reproducción de identificaciones simbólicas. Personalmente, dirigí mi atención no principalmente al discurso de los medios o de los dirigentes y jugadores, sino sobre todo al discurso de los espectadores, los hinchas, los mensajes que circulan en la tribuna y fuera de la cancha, los que aparecen en las paredes de los barrios, los que surgen en los chistes en circulación. Además de los intertextos conscientes o inconscientes del discurso cotidiano con el fútbol, ya que, por ejemplo, en conversaciones que no tienen nada que ver con lo futbolístico, utilizamos expresiones como "patear en contra", "ponerse la camiseta", "es un golazo", "es un gol en contra", "quedar en orsay", "a Fulano le faltan algunos jugadores" o "¡qué jugador!".

    Porque el fútbol ocupa un lugar prominente en el discurso corriente y en la vida cotidiana, aún para quien no se interese en absoluto por los partidos del domingo o por la tabla de posiciones. A continuación voy a presentar una síntesis de algunas observaciones efectuadas en mi trabajo.


La identidad en juego

    La primera constatación que se puede hacer en relación al discurso del fútbol es que si algo está en juego es la identidad. La identidad vinculada a lo territorial. En primer lugar en lo que hace a la identidad nacional, ya que la impronta del fútbol produce un encuadre de buena parte de la sociedad detrás del equipo que representa al país en los partidos internacionales. Allí se evidencia le rol del fútbol como espacio de construcción de la identidad de nación. En los medios de comunicación, pero también en los discursos de la vida cotidiana, se plasma la metáfora de la derrota o la victoria deportiva como una derrota o victoria del conjunto de la sociedad. En un procedimiento que hace pensar en lo que Lakoff denominara metáforas ontológicas, se corporifican entidades más o menos abstractas como "país" o "sociedad", en los jugadores de la selección: es el país el que corre detrás de la pelota. Es "Argentina" quien "gana" o "pierde". Mediante la figura retórica de la sinécdoque (que consiste en tomar la parte por el todo), los jugadores de la selección pasan a ocupar el lugar del país en su conjunto. Hay un estereotipo que podemos llegar a escuchar en cualquier rincón del mundo: "Argentina... ¡Ah, Maradona!", que muestra los alcances de esta metonimia de reconocimiento que permite anclar un país a una persona... que es un jugador de fútbol.

    El alineamiento del conjunto social frente al adversario hace emerger en los partidos por la copa del Mundo una reivindicación nacionalista que no es fácil observar en otras manifestaciones sociales. Y sabemos que esta carga simbólica ha sido aprovechada en manipulaciones como la que intentó la dictadura militar en el año '78, al buscar encuadrar al conjunto de la sociedad detrás de la bandera del mundial, mientras el asesinato, el secuestro y la tortura eran prácticas cotidianas llevadas a cabo por los mismos militares que esperaban desde la tribuna conseguir algún aval a través de la copa.

    Pero además, el discurso del fútbol es constitutivo de la identidad vinculada a aspectos de identificación y pertenencia muy enraizados en el individuo: el "ser de (tal club) desde la cuna", como se dice en los cantos de cancha, y "llevarlo dentro del corazón". La pertenencia se estructura fuertemente en ese "Soy de Huracán", "Soy de Racing". Un "ser de" que enseña la voz del adulto al chico desde muy temprano y que está por lo general motivado por la identificación familiar, por la tradición, por lo barrial. Es una metáfora inicial de pertenencia relacionada al cuadro de fútbol.

    En particular, el discurso futbolero en el graffiti permite observar las relaciones del fútbol con procesos identitarios barriales y la marcación del territorio. La mayor parte de los barrios de Buenos Aires son territorios identificados con equipos: como lo muestra Julio Frydenberg en sus investigaciones, la historia del barrio y la del club se entretejen. La marcación territorial mediante el graffiti juega allí un rol particular. Podemos superponer al mapa de los barrios de la ciudad un mapa de los cuadros de fútbol obteniendo una geografía futbolera muy elocuente: Argentino Juniors en La Paternal, All Boys en Floresta, Vélez en Villa Luro y Liniers, Boca en La Boca, Atlanta en Villa Crespo, Chacarita Juniors en Chacarita, Racing e Independiente en Avellaneda, Huracán en Parque Patricios, Platense en Núñez, Ferro en Caballito, Nueva Chicago en Mataderos, etc.

    Este mapa se materializa en una marcación de cada territorio mediante las pintadas de los hinchas del barrio. La competencia por el espacio en la pared mediante tachaduras, superposiciones, el deseo de "COPAR TODO" (como dicen algunos graffiti barriales), funciona como una metáfora de la competencia en la cancha. Y en el mismo sentido funciona la ansiedad por llegar hasta donde nadie llega para dejar la inscripción del nombre, los colores o el escudo del club del que se es hincha: desde la cima del Cerro Uritorco, en Córdoba (donde hay un graffiti de COLON del que tenemos registro fotográfico) hasta el muro de Berlín (donde se registró un graffiti de un cuadro de fútbol argentino).

    En una época en que lo que prima es la anomia y la crisis de identidad, por la falta de redes sociales, de representantes legítimos, de valores en los que sentirse reflejado, el fútbol parece cubrir ese vacío, esa sed de identidad y pertenencia a un colectivo.


Nosotros y los otros

    Una de las cosas que llamó poderosamente mi atención cuando comencé a estudiar los cantos de cancha que iba recopilando, son las representaciones del propio bando y del adversario que se construyen en el estadio.

    La pugna entre hinchadas está atravesada por el trazado de una frontera imaginaria que divide el universo en dos campos enfrentados: nosotros y los otros. De un lado de esa escena discursiva se encuentra lo percibido como prestigioso y deseable, y del otro, lo digno de desprecio.

    Las categorizaciones que se ponen en juego en esa divisoria de aguas muestran al "otro" como extranjero proveniente de un país "pobre" (boliviano, paraguayo), homosexual (puto) o como alguien que cumple un rol sexual pasivo, realiza trabajos o cumple roles socialmente devaluados o denostados (basurero, quemero, tripero) , es pobre o marginal (villero) , es discriminado por su raza (negro) o por su religión (judío) , está sometido a una condición de supuesta "inferioridad", feminizado o infantilizado (hijos nuestros) , o incluso directamente "no existe" . Hay una reafirmación de la identidad del colectivo de pertenencia que se estructura socavando la identidad del otro a través de la descalificación y la humillación, negando su sexualidad, su adultez y su autonomía ("hijo bobo") , su valor y hasta su propia existencia ("no existís").

    Aunque no todo esto sea explícito en el discurso de los cantos de cancha, los aspectos valorizados por contraposición a los anteriores se estructuran en categorizaciones relativas a: la masculinidad ("macho") , tener un rol sexual activo, ser "blanco", no ser pobre, tener un rol dominante, tener coraje, profesar un sentimiento de amor y fidelidad al equipo (el aguante, lo contrario a ser "amargo"), ser argentino, la capacidad de violencia virtual o efectivamente ejercida, y la capacidad de festejo y de descontrol.

    Ahora bien, las dos hinchadas enfrentadas pertenecen a la misma comunidad y no hay prácticamente diferencias raciales, étnicas, religiosas o económicas relevantes entre ellas que justifiquen el trazado de esta frontera simbólica. Nos encontramos frente a un trabajo de transformación simbólica de la realidad, sustentado en ciertas formaciones discursivas vigentes.

    Por otra parte, sería equivocado -y aterrador- suponer que si hay miles de hinchas gritando en las canchas cantos racistas, homófobos o antisemitas, eso significa que adhieren literalmente, en toda la carga significante, a esos contenidos. En realidad, están poniendo en práctica estrategias identitarias que suponen la contraposición categorial y el acento está en el efecto perlocutorio (dicho en términos de la pragmática) de los insultos.

    Es decir que el discurso así construido, en particular el asociado a la práctica discursiva del insulto, parece no tener un valor indexical en relación al hablante.

    Recordemos que la noción de indexicalidad ha sido utilizada originalmente en etnometodología, y luego en otras disciplinas. Brevemente, diremos que la indexicalidad de un enunciado es la propiedad por la cual ese enunciado revela algo, dice algo acerca del hablante y de la situación o el contexto en que tiene lugar.

    Los insultos son palabras que han sufrido un vaciamiento semántico para adquirir su valor a partir de un rasgo axiológico, es decir un juicio de valor. Sin embargo, la selección de esos rasgos axiológicos es un producto social y cultural.

    En el caso de los insultos, comprobamos una vez más que la libertad de los hablantes es mucho más limitada de lo que creemos, ya que muchos enunciados se nos presentan como "cartas forzadas". La selección de un insulto sólo puede realizarse dentro de un repertorio socialmente establecido en el que innovar resulta casi imposible: no podemos elegir insultar a alguien diciéndole por ejemplo "romboidal" o "anaranjado". El repertorio de insultos existentes está vinculado (retomando la noción de Michel Foucault) a una formación discursiva, es decir aquello que "puede y debe ser dicho (…) a partir de una posición dada en una coyuntura dada"3. La sociedad en la que vivimos, con su entretejido social, económico y político, es el sustrato de ese imaginario que impregna nuestro decir y nos constriñe a él como si fuera una camisa de fuerza. En el discurso futbolero se reproduce en buena medida un patrón ideológico dominante en nuestra sociedad, y no es un discurso que individualmente pueda ser elegido, negado o modificado. Es decir que si bien no se puede afirmar que exista una indexicalidad de ese decir colectivamente construido respecto al hablante como individuo, sí la hay respecto a la sociedad en la que se produce y reproduce ese discurso.

    Claro que esto no debe entenderse como un transporte mecanicista, que vería al lenguaje como mero reflejo del acontecer social. La realidad es mucho más compleja. Las prácticas discursivas y la acción comunicativa forman parte del acontecer social.

    Podemos detectar el efecto de ciertas evoluciones que sufre la escena social a partir del análisis del discurso colectivo en el fútbol. Particularmente, por ejemplo, en las categorías que entran en juego en los insultos, donde se puede constatar la pregnancia de las formaciones discursivas sobre el lenguaje. Así, por ejemplo hace 25 años no era común insultar al equipo o la hinchada contraria llamándolos bolivianos o paraguayos. La inclusión de estas dos categorizaciones tiene su correlato en transformaciones del imaginario que a su vez se vinculan a la presencia creciente de inmigrantes bolivianos y paraguayos en nuestro país y la generalización de valorizaciones xenófobas acerca de estos inmigrantes. Tampoco era común utilizar la palabra villeros para insultar a la hinchada enemiga. Cabe preguntarse si se han producido cambios en la percepción social de las villas o de los villeros para que esto suceda. Es posible, aunque por ahora es solamente una hipótesis, que el hecho de ubicar al "villero" del lado de la vereda contraria en el juego de las identificaciones tenga que ver con el debilitamiento de los lazos de solidaridad y de cohesión social. Y que el surgimiento de fenómenos como la "cumbia villera" sea un reposicionamiento en el imaginario, vinculado al lucro marketinero con lo "distinto" y lo "marginal".4


Imágenes del hincha

    Por último quisiera presentar un estudio de caso, un ejemplo de lectura de la construcción identitaria en el que aparecen algunos estereotipos comunes del imaginario del fútbol y otros condimentos que tienen que ver con el cruce con lo barrial y con las características específicas del género discursivo graffiti.

    Se trata de una serie de fotos de la obra de un grupo de graffiteros del barrio de Villa Crespo5.

    Aquí es muy interesante observar el sincretismo y la riqueza del intertexto, es decir las referencias a otros discursos.

    En primer lugar, vemos la imbricación de la identidad futbolera con la identidad barrial: aparecen la calle Velazco y "Gurru" (la calle Gurruchaga), el barrio (Villa Crespo), los nombres de barras barriales (Lo Pibe). Y encontramos toda la simbología propia de Atlanta: escudo, colores, nombre.

    En segundo lugar, hay un intertexto con el rock: la referencia a Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, la lengua de los Rolling Stones y la referencia a ATTAQUE 77. La práctica identitaria más voluminosa de los graffiteros en la Capital Federal gira en torno a estos dos ejes, el fútbol y el rock. Cruces que también encontramos en otros discursos de cancha: la barra de Racing, por ejemplo, usa el apelativo los RacingStones.

    Luego, podemos observar algunos ejes que se perfilan en el discurso de los hinchas, y que tienen que ver con construcciones como el desafío, la rebelión, el descontrol. En la 2° foto, arriba a la derecha, vemos un detalle de la primera foto, donde se ve la reproducción de algunos clichés gráficos de la violencia simbólica de la hinchada, como la lápida o el ataúd con el nombre del contrario: el Bicho, dice en una, y en las otras, Chaca, Argentinos Juniors, All Boys y "los putos de la B".

    En la foto de abajo a la derecha se ve al personaje que está en el foco narrativo, pisando una loza con los nombres Chaca, Argentinos Juniors, Chicago y All Boys, seguidos de la inscripción QEPD. De las manos del personaje chorrea sangre. Volviendo arriba a la derecha, vemos los mensajes sugeridos en la secuencia de números 22, 14, 79. En la clave de los sueños remiten al loco, al borracho y al ladrón respectivamente. En las dos fotos de la izquierda está presente la referencia a la droga: el símbolo de la planta de marihuana. (recordemos que en los cantos de cancha, la hinchada reivindica el alcohol, la droga y la locura como valores asociados al "aguante").

    Luego, hay otro tipo de intertexto con la simbología punk y carcelaria que son los cinco puntos que aparecen dos veces, incluidos dentro de una de las caras de un dado, pero cuya significación es "muerte a la policía".

    En lo que hace al mensaje verbal, aparecen lugares comunes del graffiti de temática futbolera como "VILLA CRESPO MANDA" y "VILLA CRESPO CAPO", "ATLANTA COPA". Y algunos mensajes agregados, que dado el carácter polisémico de la imagen buscan anclar algunos significados: por ejemplo, en la primera foto, encima de donde dice Villa Crespo Capo, hay una especie de humo dibujado con la inscripción: "se está haciendo humo". Recordemos que según Roland Barthes el mensaje verbal desempeña principalmente dos funciones respecto del mensaje icónico: la función de anclaje (que consiste en fijar la cadena flotante de los significados posibles generados por el carácter polisémico de la imagen, seleccionando uno de esos significados posibles) y la función de relevo, por la cual el texto complementa el significado de la imagen, como sucede en los comics. En muchos graffiti, al igual que en el ejemplo, el mensaje verbal secunda al despliegue de la imagen, funcionando como una guía de lectura, o como anclaje, es decir proporcionando instrucciones para su interpretación.

    Observamos también las guerras entre hinchadas y barrios, que se evidencian en la irrupción de diversas voces mediante tachaduras y superposiciones (All Boys capo, dice encima del escudo de Atlanta en la foto de abajo a la izquierda). Y, aunque tal vez no se distinga en la foto, encima del escudo de Atlanta en la primera foto se puede ver una svástica tapada por la pintura y la inscripción "hijos de puta" al lado, escrita seguramente por otra mano.

    Finalmente, cabe destacar la relación con la estética de la historieta, evidente en el parecido que presenta el personaje que aparece en la Figura 2 con el personaje del comic "EL Cazador".

    El valor indexical del discurso de los graffiteros de Velazco está referido a un cruce de identidades y, retomando la caracterización que Christian Bomberger6 hace de este tipo de prácticas, a una serie de "pasiones ordinarias": la hinchada, el barrio, la música, una estética.


Notas

  1. R. DaMatta, Esporte na Sociedade: Um Ensaio sobre o Futebol Brasileiro, in DaMatta, Roberto e outros. "Universo do Futebol: Esporte e Sociedades Brasileira". Rio de Janeiro. Pinakotheke, 1982. p. 29.

  2. Fairclough, N. (1993). Discourse and Social Change. Cambridge - Oxford: Polite Press, Blackwell Publishers.

  3. Cfr. Foucault (1969), "La arqueología del saber".

  4. Respecto al discurso del humor relacionado al fútbol, un campo en el que comencé a trabajar más recientemente, los chistes de fútbol se refieren en su mayor parte a la oposición ganar/perder, y sus variaciones paradigmáticas: poder/no poder, ascenso/descenso, la A/la B. Luego están los chistes que tienen que ver con las conexiones metafóricas asociadas a las características asignadas a cada club y los juegos de palabras con los nombres de jugadores.

  5. Agradezco el material fotográfico proporcionado por Tulio Guterman.

  6. C.f.: Christian Bromberger (dir.) (1998) Passions ordinaires. Paris: Bayard.


Otros artículos de Lelia Gándara
sobre Fútbol | Estudios Sociales

  www.efdeportes.com/
http://www.efdeportes.com/ · FreeFind
   

revista digital · Año 7 · N° 43 | Buenos Aires, Diciembre de 2001  
© 1997-2001 Derechos reservados