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La difícil incorporación de la mujer española
a la 'locura' velocipédica del siglo XIX

   
* Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y
profesor de la Facultad de Ciencias de la Actividad
Física y del Deporte de Castilla y León.
 
* Licenciada en Educación Física y
profesora de la Facultad de Ciencias de la Actividad
Física y del Deporte de Castilla y León.
 
Eugenio Izquierdo Macón*
María Teresa Gómez Alonso**
ineeim@unileon.es
(España)

 

 

 

 
     Este trabajo de investigación fue presentado como ponencia, "Acotaciones a la participación femenina en el boom velocipédico de finales del siglo XIX en España", en el IV Congrés de les Ciències de l'Esport, l'educació Física i la Recreació. Generalitat de Catalunya/Departamento de Presidencia e Institut Nacional d'Educació Física de Catalunya. Lérida, 24-27 de noviembre, 1999.

 
Resumen
    En este estudio se expone como fue la participación femenina a la "locura" velocipédica apreciada en la última década del siglo pasado, con motivo de la aparición de la bicicleta. Partiendo de lo anecdótico que pudo resultar su relación con la bicicleta, nos interesa sobre todo considerar las limitaciones habidas a su utilización.
    Palabras clave: Mujer. Bicicleta. Deporte. Higiene. Ciclismo.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

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1. Introducción

    El entusiasmo general despertado por la bicicleta, inicialmente denominada velocípedo, entre los componentes de la clase media urbana y de la alta sociedad, provocó un auténtico boom durante la última del siglo XIX, refiriéndose en todas partes a esta época como la de la "locura" o "manía" velocipédica. Este medio de transporte individual abría un inmenso campo de posibilidades relacionadas con el ocio sumamente atrayentes para la época, en una doble vertiente: turística o recreativa y competitiva. En España, la bicicleta prendería con tal fuerza que llega a ser considerada, entre otros por Viada o Valserra, como la gran precursora de la moderna actividad deportiva.1

    La mujer española se incorporó a la práctica ciclista, aunque, como en el caso del varón, en unas proporciones que distan bastante de las adquiridas en el extranjero. Y así, mientras en el extranjero dio lugar a asociaciones e, incluso, periódicos de y para mujeres ciclistas, aquí la presencia de la mujer será minoritaria y con frecuencia asociada a un familiar masculino. A tenor de los esporádicos sueltos que podemos encontrar en las páginas de los periódicos ciclistas y deportivos de la época dando noticia sobre la aparición de distinguidas señoritas, bien aprendiendo a montar en bicicleta en pistas de aprendizaje, bien paseando en sus bicicletas por calles y parques de las principales ciudades, o bien participando en algunos concursos de carreras, podemos inferir que se trata de una incursión casi anecdótica en aquellos lugares de mayor arraigo ciclista.

    Al lado de estas señoritas pertenecientes a las más ilustres familias locales, es conveniente destacar la presencia de otra índole de mujeres, la mayoría de ellas insertas dentro del mundo del espectáculo (teatro, zarzuela, etc.), cuyos retratos es frecuente encontrar en las portadas y páginas interiores de los periódicos ciclistas madrileños, El Veloz Sport y El Deporte Veocipédico. Se trataría de mujeres que gozarían del grado de independencia suficiente como para pasearse "solas".

    El deporte, desplegado y vinculado al universo masculino, en exacta replica reproductora de los derroteros sociales, se extenderá también entre las mujeres. Las relaciones de la mujer con el deporte estarán sujetas a la transformación del empleo de su tiempo libre y a su paulatina lucha por conseguir sus derechos y acceder a las actividades reservadas al elemento masculino. El acceso femenino al deporte será consecuente con las distintas situaciones sociales de la mujer marcadas por el cumplimiento de unas funciones domésticas y de dedicación al marido y los hijos, que la excluían de toda actividad deportiva e incluso cultural, aún poseyendo medios económicos. Toda salida de la norma sufrirá una cortapisa tanto desde el género masculino como del femenino. En España, la escasa presencia de la mujer a principios del siglo XX estará vinculada a la aristocracia y alta burguesía -con muchas excepciones entre las mujeres de clase media-, que por sus posibilidades económicas, educativas y de acceso a la información proveniente del extranjero, incorporaron hábitos deportivos que iban desde la hípica al criquet, el golf, la gimnasia, el tenis o el esquí en principio como una moda, más tarde como ocio, después como vínculo de reunión social y por último como deporte en sí mismo.2

Primera carrera ciclista de mujeres en Francia, celebrada el 1 de noviembre de 1868 en Burdeos.
Es un clásico que podemos encontrar en cualquier libro sobre los orígenes del ciclismo.
Esta en concreto esta sacada del libro de Beeley, S. (1992)
A History of Bicycles. Studio Edtions. London. p. 26

    En España hubo algunas mujeres pioneras que montaron en bicicleta desoyendo necias precauciones, que hasta hace poco fueron causa de que miraran con inconcebible prevención el uso de la bicicleta. Y es que si ser ciclista no fue nada fácil, ser mujer y ciclista debió resultar más engorroso todavía en una sociedad como la que cerraba el siglo pasado. La mofa, el menosprecio y la crítica maledicente de los reaccionarios, tiznaron de atezados matices el telón de fondo de su incorporación velocipédica, no en vano lo se disputa es un episodio más de la lucha de la mujer por su emancipación. Sobre la figura de la mujer, significativamente considerada como "sexo débil", trenzaban toda una amalgama de consideraciones médicas y morales, sibilinamente imbricadas en la mentalidad de la época, que daban sustento a los distintos papales que estaban llamados a desempeñar varones y mujeres, ambos separados por una barrera "natural" erigida sobre la diferenciación sexual. Consideraciones además valedoras del orden jerárquico patriarcal donde la mujer se mantuviera en su estado "natural" de sometimiento al marido. En este estado su "carrera" más importante no será otra que el matrimonio y la meta los hijos.

    Por otra parte, la idea de debilidad física de la mujer funcionaría como una ley "natural" que negará toda oportunidad para alcanzar su desarrollo físico, estigmatizado como no femenino, dificultándola para poder participar en las competiciones deportivas por inapropiado3 .

    De esta manera, ausente de los clubes ciclistas que por estos años empiezan a proliferar por la geografía española, en su inmensa mayoría únicamente formados por hombres, si bien se contempla la posibilidad en algunos casos de abrir la afiliación a niños y mujeres, su presencia se reduce a unas pocas mujeres paseando en sus bicicletas acompañadas de un hermano, padre o marido y a una singular incursión en la competición.


2. Acotaciones médico-morales a la práctica velocipédica de la mujer

    Las observaciones morales y médicas que se objetaron a la práctica de la mujer a la bicicleta, si bien no negaban tajantemente su incorporación, la limitaban y retraían, y consecuentemente, debieron incidir en su práctica minoritaria. Por lo menos así lo pensaba Pollés y Vivó en 1898, futuro presidente de la Unión Velocipédica Española. Para éste, una de las principales diferencias de nuestro ciclismo con el extranjero y, en buena media, razón de nuestro estancamiento se debía a la escasa participación de la mujer. Allí, argumentaba, la vemos crecer ágil y robusta dedicada, en todas las edades, a la práctica moderada y constante de ejercicios corporales, exenta de ridículas preocupaciones y preparada para engendrar hombres de raza superior4 .

    El ciclismo se había amparado para su propagación en su alto valor higiénico. En el caso de la mujer cumpliría una finalidad eugenésica, la de transmitir un cuerpo vigoroso y sano a sus hijos. El ciclismo, según el Dr. J. Championiere, a diferencia de otras prácticas deportivas, tenía la ventaja de poder practicarse justo en el momento que más se necesitaba, cuando se convertían en mujeres y se casaban. El ciclismo reportaba en la mujer una serie de beneficios en su organismo y desarrollaba ciertas cualidades morales y de carácter tales como la paciencia, la sobriedad, la tenacidad, etcétera5 . Cualidades que, como vemos, son las tradicionalmente atribuidas a la mujer como las idóneas para el correcto desempeño de sus funciones de abnegada madre y fiel esposa.

    Por contra, para el Dr. Codina Castellví6 la relación de la mujer con la bicicleta pasaba por diferentes etapas en función de la evolución de su vida sexual y, en definitiva, del papel para el que estaba llamada a desempeñar.Durante la niñez no existía ningún inconveniente para el empleo del velocípedo dado el período de letargo en que se encuentra la vida sexual. En cambio, la llegada de la pubertad suponía que, por las funciones especiales de su aparato sexual, estaría expuesta con suma frecuencia limitada en el cumplimiento de sus quehaceres, exposición y limitación desconocidas en el hombre por parte de su aparato sexual.

    Mientras la mujer permaneciera soltera, aunque Codina Castellví reconoce que el ejercicio velocipédico podía reportar buenos resultados empleándolo con un fin higiénico, se vería obligada a suspender esas prácticas higiénicas durante la menstruación, si no quería exponerse a una serie de contratiempos dependientes principalmente de una gran pérdida favorecida o provocada por la excitación propia de un trabajo exagerado de los miembros inferiores. Cuando fuese madre, durante la gestación, Codina Castellví será de la opinión de interrumpir toda actividad velocipédica por temor a provocar un aborto, favorecido por la actividad sostenida de los miembros inferiores o por una caída. Y durante la lactancia, serían tantas las ocupaciones de la mujer, que no podría, sin faltar a su cumplimiento, dedicarse a un ejercicio que, por muy higiénico, le robaría un tiempo precioso. Por lo que,

    "Dado el alto concepto que la mujer nos merece y que ya hemos expuesto, si quiere cumplir sus sagrados deberes de buena esposa, mejor madre y superior ama de gobierno, sin necesidad de acudir al empleo del velocípedo, tiene en su marido, en sus hijos y en su casa bastantes ocupaciones que atender, parte de las cuales le servirán de inmejorable ejercicio físico, y a la parte restante de ejercicio cerebral, obteniendo de tal suerte aquel equilibrio representante genuino de la salud. Además, por su género de vida y por la clase de sus ocupaciones, rara vez se ve obligada á rendir trabajos cerebrales sostenidos, que son los que con mayor urgencia y premiosidad indican la prescripción de ejercicios físicos para restablecer la armonía tan necesaria entre los músculos y el cerebro7.

Brillante cartel modernista del anuncio del "Salón Pedal" realizado por Alexandre de Riquer
conservado en el Museo de Arte Moderno de Barcelona, con una mujer montando
en bicicleta. Está tomado del n° 44 de la revista Los Deportes, 31-XII-1899.


3. Objeciones morales y estéticas a la adopción del traje ciclista

    Consideraciones de tipo moral y estéticas también recaerían sobre el traje ciclista que, lejos de pasar por un asunto baladí, resultó ser uno de los inconvenientes en el acceso de la mujer a la bicicleta. Razones higiénicas y de bienestar habían impulsado a las ciclistas al abandono del traje usual de largas faldas y corset, bastante incómodo y peligroso para montar en bicicleta, para adoptar un atuendo más racional que dejaría al descubierto sus tobillos y piernas, provocando el consiguiente escándalo de moralistas. Ante este reconcomio, se debía poner especial cuidado en el asunto del traje, a fin de que no se las confundiese con aquéllas que tomaban el ciclismo como un modo de exhibirse.

    Hasta tal punto el tema del traje no se puede considerar en modo alguno frívolo cuando en Barcelona Sport en un artículo titulado "La moral y la bicicleta", se admite como una posible causa del retraimiento del ciclismo femenino a las preocupaciones morales que suscitaba. "La moral -se dice- no ha de inmiscuirse para nada con las ciclistas, que al fin se ven obligadas á adoptar el traje masculino, no para lucir las piernas, como cree mucha gente bobalicona y estúpida, sino para hacer un ciclo saludable"8 .

    En este sentido, de nuevo Codina Castellví recomienda la utilización de este traje especial por razones higiénicas, empero no lo debía ver muy decoroso cuando presuponía que por su recato, su pudor y su modo de ser le impedirían usarlo en público para circunscribirse a sitios privados, posesiones particulares, etcétera9 .


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