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Acerca de la popularización del deporte y de los nuevos deportes
Roberto Velázquez Buendía

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 38 - Julio de 2001

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    Paralelamente, desde el mundo comercial, comienza a ofrecerse toda una gama de productos de distinto tipo (aparatos, cremas, sistemas dietéticos, prendas especiales...) capaces de favorecer la mejora de la estética corporal, frecuentemente presentados y avalados por personalidades del mundo del deporte. Por un lado, empiezan a anunciarse productos cuya utilización, se dice, aumenta los efectos «embellecedores» de la actividad física; por otro, se presentan otros productos de los que se afirma o se deja entrever que su uso reproduce tales efectos sin necesidad de llevar a cabo dicha actividad, evitando así los esfuerzos y sacrificios que pueda imponer la misma. En ambos casos se va contribuyendo a la consolidación de una mentalidad que contempla la actividad física y deportiva de manera instrumental, en la que se asocian sus posibles beneficios y efectos corporales con la estética personal.

    En resumidas cuentas, puede decirse que es cierto que el fenómeno de la popularización de la práctica deportiva comenzó a extenderse de manera significativa desde mediados del presente siglo bajo los presupuestos del Estado del bienestar, que adoptó, al menos en teoría, los planteamientos idealistas del deporte amateur, y que contribuyó, en buena medida, a paliar algunos de los efectos negativos sobre la salud corporal, mental y social, causados por las condiciones de vida existentes en las sociedades urbanas industrializadas. Pero también puede decirse que la práctica deportiva popular fue configurándose bajo el influjo del deporte de alta competición, más o menos profesionalizado, asumiendo en buena parte sus modos y valores  que, a su vez, en su mayor parte, eran reflejo de los predominantes en las sociedades industrializadas con economías de mercado , sus símbolos y rituales, y sus formas de organización, lo que supuso una importante limitación para el acceso a la práctica deportiva de los sectores de la población menos capacitados motriz o económicamente.

    Puede afirmarse igualmente que la práctica popular del deporte, de la mano de instituciones públicas, semi-públicas y privadas, ha ido llevando a cabo funciones de reproducción y legitimación de la ideología dominante, incorporando en la realidad de la práctica deportiva  como idea y como actividad  los valores, estructuras y desigualdades sociales y económicas existentes en las sociedades occidentales industriales. En este sentido también se ha de tener en cuenta que la popularización de la práctica del deporte se ha visto traspasada desde sus inicios por la acción de empresas comerciales y publicitarias que han contribuido a moldearla de acuerdo con sus intereses económicos. Así, la práctica deportiva aparece como un producto de consumo diversificado y adaptado a las necesidades y estilos de vida de las clases sociales y a su disponibilidad de tiempo libre y de capital económico y cultural, bastante alejado en muchos aspectos de los presupuestos éticos, morales y biológicos que impulsaron dicha práctica como actividad apropiada para disfrutar de una mayor calidad de vida y de un mayor bienestar personal y social.

    El avance del deporte moderno, desde comienzos de siglo, es comparable al de otros aspectos de la vida moderna, constituyendo parte de un modelo de desarrollo que ofrece prosperidad económica, crecimiento demográfico, civilización, cultura, conocimientos científicos..., pero también lleva aparejado desigualdad, individualismo, destrucción, consumismo, discriminación, corrupción... (Mandell, 1986:286).

    Así, el deporte moderno se ha ido configurando como una amalgama de intereses, símbolos, rituales, valores e ideologías que lo han convertido en un sistema legitimador, impulsor y cohesivo de las diferentes fuerzas políticas, sociales y económicas que interactúan y que hacen posible la vida moderna.

    Como indica Mandell (1986:287 y ss.), si bien el deporte moderno contiene en su interior mensajes ideológicos donde prima la igualdad, el éxito verificable, el mérito y la democracia, la realidad de estos valores debe ser puesta en entredicho, tanto en el caso del deporte como en el de la vida moderna. En efecto, la relación existente entre el tipo de deporte que se practica o se admira y el nivel socioeconómico que se posee; la frecuente dependencia que tienen los deportistas de sus «conexiones» y de la buena relación «política» con la burocracia deportiva, con los dirigentes y con los técnicos, respecto a su trayectoria deportiva; la violencia dentro y fuera de los terrenos de juego; la utilización de drogas y de medios y métodos extradeportivos para conseguir la victoria; la primacía del deporte masculino..., constituyen una muestra de aspectos que contradicen los valores señalados anteriormente.

    Asimismo, no puede decirse que el desarrollo del deporte moderno haya llevado el bienestar a las masas, ni que haya conducido a la fraternidad entre los diferentes pueblos y culturas, o que haya arrinconado al racismo (Mandell, 1986:288). Tampoco puede afirmarse que haya eliminado de su seno la discriminación de la mujer o que proporcione un referente ético y moral a la juventud y a los ciudadanos. Y sin embargo, el deporte moderno, desde su aparición, se ha llegado a convertir en un fenómeno socio-cultural de especial importancia que, como tal, no ha dejado de aumentar, especialmente en los últimos tiempos. Cabe pues interrogarse acerca del significado, valor y funciones sociales que cumple actualmente el deporte y que hacen de él una manifestación cultural, política y económica de primera magnitud.


2. Consideraciones en torno al significado y funciones del deporte en la sociedad actual.

    En un trabajo anterior (Velázquez Buendía, 2001) se aludió en varias ocasiones a diversos autores (Cazorla Prieto, 1979:141 y ss.; Mandell, 1986:142 y ss.; Elias, 1992:52 y ss.; Bordieu, 1993:61...) que han puesto de manifiesto que el deporte moderno en sus orígenes se constituyó como una práctica propia de las elites sociales que incorporaba características, significados y finalidades particulares.3 Ahora bien, su progresivo crecimiento e internacionalización, su gran desarrollo y difusión como actividad profesional, su enorme popularización como espectáculo y como práctica entre todas las clases sociales, la instrumentación socio-política y económica que se ha hecho del deporte..., constituyen algunos de los aspectos que, como se ha visto en el apartado anterior, han contribuido a hacer del deporte un fenómeno social y cultural de gran magnitud, que presenta múltiples dimensiones y perspectivas de análisis, pudiéndose encontrar en cada una de ellas diversos significados, características y finalidades, en algunos casos totalmente diferentes.

    Este apartado tiene por objeto situar algunos de los análisis que se han presentado anteriormente, relativos al significado y funciones del deporte, en el marco de la sociedad actual, estableciendo dos ejes de reflexión y análisis. El primero de ellos estará constituido por el deporte como espectáculo, y se aludirá, de forma crítica, a algunos aspectos del significado, formas y funciones sociales, económicas y políticas de esta vertiente del deporte, tanto desde el punto de vista del papel de los protagonistas como desde el de los espectadores. El segundo girará en torno al deporte como práctica popular, y se presentará un breve análisis y valoración de algunos de los presupuestos, efectos y características que sustentan la importancia social que se da a la realización de este tipo de actividad. En este segundo caso, las consideraciones se centrarán sobre todo en las formas que adopta tal forma de práctica deportiva, en sus pretendidos efectos sobre la salud y el aprovechamiento del ocio, y en el significado y funciones que cumple esta orientación de la práctica deportiva.


2.1. El deporte como espectáculo

    Si bien, como se ha indicado anteriormente, pueden existir dudas razonables respecto a que la práctica deportiva pueda ser considerada realmente, en términos generales, como una actividad de masas, 4 tales dudas se disipan totalmente en lo que se refiere al interés de las masas por el deporte como espectáculo (ver, por ejemplo, Mandell, 1986:287; Alcoba López, 1987; García Ferrando, 1990:109 y ss.). En efecto, es tal el interés de grandes sectores de todas las capas sociales de la población por esta vertiente del deporte, tanto como espectadores directos como consumidores de información deportiva, que no sólo ha dado lugar a la construcción de enormes estadios, a la aparición de una importante cantidad de prensa especializada y de programas informativos de televisión sobre deporte, a la creación de canales de televisión dedicados exclusivamente al deporte..., sino que también ha llevado, recientemente, a que las cadenas de televisión incorporen en sus noticiarios diarios, junto con el presentador general, a un presentador especializado en temas deportivos.

    En este sentido, por ejemplo, es difícil de creer el enorme interés que se ha despertado entre grandes sectores de la población masculina por informarse de, en palabras de Sánchez Ferlosio (2000:469), "las más banales minucias sobre el fútbol", hecho que ha dado lugar a que el campo de noticias sobre el mundo del deporte se haya extendido "... a toda suerte de relaciones, amistades, enemistades, declaraciones, agravios o querellas entre los clubes, los directivos, los entrenadores, los jugadores y hasta los masajistas". No es por tanto de extrañar que dicho autor (2000:470) llegue a situar este afán informativo al mismo nivel que el que tiene un gran sector de la población femenina por los asuntos del «corazón»  haciendo equivalentes, en cierto sentido, la prensa deportiva y la prensa del «corazón» , y acabe por aludir a "la innegable evidencia de la muy acentuada distribución entre hombres y mujeres en cuanto al interés preferencial por los avatares del llamado corazón o por los ires y venires del balón".

    Volviendo al tema que nos ocupa, conviene interrogarse por las causas que han hecho de esta faceta del deporte (deporte-espectáculo) un fenómeno social de primer orden, con una capacidad de convocar a millones de ciudadanos de distintos pueblos y culturas, muy por encima de la que pueden tener otros hechos socio-políticos y económicos mucho más importantes para la vida de un país.

    En primer lugar, cabe considerar la actitud del espectador en el mismo sentido que lo hace Cazorla Prieto (1979:59). Si bien dicha actitud puede considerarse como físicamente pasiva, interiormente es contenedora de situaciones emocionales, en ocasiones de gran intensidad, que surgen como consecuencia de los avatares del juego y de lo que representa. En este mismo sentido también se pronuncia Magnane (en Cazorla Prieto, 1979:59) cuando trata de explicar la magnitud que alcanza el espectáculo deportivo a partir de "... el conjunto de sentimientos, el proceso de identificación con los protagonistas  por otra parte ídolos del estadio , y, en resumidas cuentas, la capacidad de gozar o de sufrir, esto es, de ser persona, que el acontecimiento que toma por base el deporte depara".

    Si, además, se tienen en cuenta las propias características escenográficas del espectáculo deportivo y la esencia de lo que tiene lugar en el mismo, se amplían las posibilidades de comprender la atracción que dicho espectáculo ejerce sobre los espectadores y espectadoras. En este sentido, como Elias (1992:64) pone de manifiesto, se ha de tener presente que la escenografía del deporte está diseñada para producir emociones y tensiones controladas sin los riesgos que pueden conllevar otras situaciones excitantes de la vida cotidiana. Así, según este autor, la contemplación de una pugna deportiva permite a los espectadores experimentar plenamente la emoción de un combate, sentir vivamente la ansiedad, el miedo o la desesperación que puede surgir a lo largo del mismo, pero sin asumir sus peligros, lo que aumenta enormemente el placer de contemplar la lucha experimentando efectos catárticos y liberadores. Tales efectos se derivan del hecho de que las competiciones deportivas permiten una confrontación directa entre seres humanos, con la determinación de victorias y derrotas, sin que nadie salga dañado físicamente, lo que, por identificación, permite reforzar la propia valía y autoestima de forma vigorizadora y purificadora sin sentir mala conciencia o remordimientos.

    Dando un paso más allá, Dunning (1992:266 y ss.) trata de explicar la gran importancia que ha alcanzado el espectáculo deportivo a partir de la acción conjunta de tres aspectos de la emergente configuración social moderna: el hecho de que el deporte ha cobrado fuerza como una de las principales fuentes de emoción agradable, el hecho de que se ha convertido en uno de los principales medios de identificación colectiva, y el hecho de que ha llegado a constituirse en una de las claves que dan sentido a la vida de muchas personas.

    En relación con el primer aspecto, Dunning argumenta que debido al alto grado de «rutinización» y civilización, y a la existencia de tensiones y controles multipolares, hechos característicos de las sociedades urbanas industrializadas, los ciudadanos se encuentran presionados cotidianamente para ejercer un gran control emocional sobre sí mismos. Ello hace que surja la necesidad  especialmente intensa en dichas sociedades  de actividades recreativas como los deportes que permitan aliviar la rutina y el control emocional, aunque sea de forma limitada y controlada.

    Asimismo, dicho autor considera que dadas las conductas y comportamientos rituales que se pueden observar en algunos grupos de espectadores durante las manifestaciones deportivas multitudinarias, las cuales frecuentemente transcienden los límites espaciales y temporales del propio espectáculo, no sería exagerado afirmar que para tales grupos el deporte ha llegado a ser una actividad cuasi religiosa que, al menos hasta cierto punto, viene a llenar el vacío dejado en la vida social por el declive de la religión.

    Por último, Dunning alude al carácter «oposicional» que por naturaleza presenta el espectáculo deportivo para tratar de explicar el enorme auge que éste ha adquirido como centro de la identificación colectiva. Para este autor tal carácter «oposicional» no sólo favorece la formación y diferenciación de identidades grupales  «nosotros» y «ellos», «dentro del grupo» y «fuera del grupo»  sino que además el enfrentamiento permite reforzar la unidad del grupo y los lazos de unión entre sus integrantes frente a la presencia de otro grupo, pudiendo tener lugar este hecho en el ámbito local, regional o nacional. Por tanto, de acuerdo con Dunning (1992:268) y con Cazorla Prieto (1979:63), puede decirse que el espectáculo deportivo actúa como un factor de identificación que da cohesión a los grupos sociales, función que se hace especialmente importante cuando se trata de ciudades complejas e impersonales, como son las grandes urbes.

    Precisamente esta misma posibilidad que ofrece el deporte a los individuos para establecer lazos de identificación colectiva a diferentes niveles (local, regional, nacional...), junto al orgullo, popularidad y prestigio social que conlleva la consecución de victorias y trofeos, ha sido y es aprovechada por los poderes públicos en beneficio de intereses políticos de diversa índole (ver, por ejemplo, Cazorla Prieto, 1979:217 y ss.; Meynaud, 1972:237 y ss.; y Brohm, 1993:50 y ss.).

    Esta intervención de los gobiernos en las cuestiones deportivas ni constituye un hecho reciente, como se expuso anteriormente, ni se ha limitado a una mera instrumentación social del espectáculo deportivo. En efecto, como señala Sánchez Ferlosio (2000:472), "... el Estado, y especialmente en su moderna concepción nacionalista, condenado a la deletérea servidumbre de la necesidad de «prestigio», ha erigido las victorias deportivas internacionales en títulos de prestigio nacional tan valiosos como otros cualesquiera". Así, los posibles beneficios políticos derivados de los éxitos deportivos locales, regionales o nacionales, han llevado en la actualidad a los poderes públicos a un decidido y cada vez mayor apoyo normativo y presupuestario al deporte de alto nivel.5

    Por ello mismo, parafraseando al autor antes citado, dado el interés privado que tiene el deporte, por multitudinario que sea el "interés del público" que llegue a despertar, nunca podrá convertirse en "interés público" (como es el caso de las cuestiones sociopolíticas relacionadas con sanidad, educación, agricultura...), pero sí, en cambio, en "interés del Estado".

    Algo similar sucede con la cuestión de la comercialización del espectáculo deportivo y con la mercantilización de la figura del deportista, aspectos de los que tampoco puede decirse que constituyan fenómenos recientes, como se pudo ver en el apartado anterior. Ahora bien, el aumento de la penetración del mundo empresarial y económico en el mundo deportivo que ha tenido lugar en las dos últimas décadas es de tal envergadura, que sin ella no sólo no se habría llegado a los niveles actuales que posee el deporte de alta competición, y el profesionalismo de los deportistas6, sino que tampoco el espectáculo deportivo constituiría el fenómeno social que es, ni tendría la magnitud que posee hoy en día (García Ferrando, 1990:205).


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