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Un juego exclusivo de mujeres: las Birllas de Campo (Huesca).
Proceso de deportivización del juego tradicional

Licenciada en Educación Física.
Profesora en el I.E.S.
Primo de Rivera de Calatayud (Zaragoza)

Inma Canales Lacruz
bromato@eresmas.com
(España)

Resumen
    El juego de las birllas, un juego exclusivo de mujeres, era considerado antaño la musa de las tardes dominicales de la localidad de Campo (Huesca). Concepción alterada en el contexto actual en el que se enmarca; el mismo juego, pero interpretado de distinta forma según el tiempo histórico que se analice. Es este un periodo de inflexión en el que las comunidades pirenaícas están modificando aceleradamente sus estructuras tradicionales para adecuarse a tiempos modernos, y por lo tanto, el juego de las birllas también sufrirá un respectivo proceso de evolución.
    Esta investigación pretende averiguar las posibles funciones sociales de género que el juego de las birllas ejercía sobre la sociedad que denominamos tradicional, y como se ha ido modificando paralelamente a la transformación que está sufriendo todo el contexto pirenaico.
Palabras clave: Juego tradicional. Transformación pirenaica. Funciones sociales de género. Sociedad tradicional.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 25 - Setiembre de 2000

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Sumario

  1. Consideraciones preliminares.

  2. La mujer en el ámbito pirenaico.

  3. Las birllas: un juego exclusivo de mujeres.

  4. El aprendizaje del juego de las birllas.

  5. La transformación de la mujer en el ámbito pirenaico.

  6. Proceso de deportivización del juego de las birllas. Nueva realidad en torno al juego de las birllas.


1. Consideraciones preliminares

    El juego de las birllas es un juego de bolos (birllas) exclusivo de mujeres, en el que se enfrentan dos equipos formados de dos a tres mujeres, y cuyo desenlace viene determinado cuando uno de los dos equipos consigue seis manos o jugadas.

    Campo está inscrito en la comarca Alta Ribagorzana (Pirineo aragonés), a mitad de camino de la carretera que une Graus con Benasque. Muy próximo se halla el monte Turbón de 2492 metros, encontrándose Campo a unos 691 metros de altitud. Ubicado en el valle de Benasque, surcado por el río Esera, en el que a la altura de Campo se puede apreciar un ensanchamiento de dicho valle.

    Esto va a posibilitar que, a diferencia del resto de localidades vecinas, en Campo se halla desarrollado la agricultura, sobresaliendo incluso por encima de la ganadería. La mayoría de las informantes, por no decir todas, procedían de casa de labradores, como ellas particularmente las definían

    Instrumento clave para esta investigación ha sido el trabajo de campo, y especialmente el tratamiento de las fuentes orales, las cuales, me han proporcionado testimonios histórico-culturales que han enriquecido extraordinariamente la información del estudio. El aproximarme a esta manifestación lúdica a través de sus protagonistas, en este caso las mujeres que juegan o jugaron en el pasado, posibilita que me incorpore a la praxis por la vía personal, siendo partícipe de la cotidianeidad de estas mujeres, de sus singularidades, de sus ilusiones, de sus tristezas,... albergando con ello, todo aquello que rodea al juego, y que normalmente se omite por desinterés científico.

    Esta metodología fenomenológica se ha visto cubierta con entrevistas en profundidad dirigidas a mujeres que jueguen o hayan jugado anteriormente a las birllas. Del total, se puede discernir dos grandes grupos en cuanto al factor de la edad: el grupo de mujeres mayores, establecido a partir de los 60 años, siendo la informante de mayor edad una mujer de 82 años; y el de las jóvenes, cuya representante más joven era una mujer de 40 años. El hecho de no entrevistar a mujeres menores de 40 años se debe a que no hubiera resultado significativo, ya que sólo en alguna ocasión muy puntual se puede observar alguna joven participar en el juego.


2. La mujer en el ámbito pirenaico

    Nos encontramos con un grupo social en donde han estado fuertemente marcados los roles de género. Una sociedad muy compartimentada, producto de esa división de género. Esta división sitúa al varón ante la producción de bienes para el consumo; figura en la que recae todo el poder y decisión de la familia, dominante de la esfera pública. En contrapartida, la mujer se dedica a las tareas del hogar; un espacio estrictamente privado (Lisón Huguet, J., 1984).

    Como acertadamente definen Kay Martin y Woorhies: "la mujer es un apéndice social de sus padres y maridos" (1978), siempre supeditada al asesoramiento y protección de los hombres, que controlan todas las cuestiones que influyan en el funcionamiento de la casa, siendo nula la representatividad femenina desde la perspectiva pública. Es el hombre la máxima expresión de poder que guía y sustenta la economía familiar.

    En lo que a la construcción de género se refiere, citar la responsabilidad materna en cuanto a la educación de los hijos. Las niñas moldeadas bajo el cincel de la obediencia a un futuro marido, son controladas y cuestionadas en todos y cada uno de sus comportamientos, sobre todo por parte de la madre, que proyecta en sus hijas los hilos invisibles de la estructura patriarcal. Pilar explicaba el control de su madre: "Ella me tenía preta, agobiada. Salíamos de la escuela a las cuatro de la tarde y me estaba esperando allí, y nos íbamos juntas al huerto".

    Una educación fundamentada en una moralidad represiva, castrante, en la que la niña con obediencia ciega llevaba a buen término aquello que le mandasen, sin cuestionarlo, sin recaer en la más mínima duda. "Si antes te daba vergüenza, te venía la regla y no se enteraba ni la madre... una vergüenza, una vergüenza horrorosa. A mi madre la quise con todo mi corazón... pero faltaba confianza. Tenías miedo, no se... es que nos criaron de una manera... nos decían que no hiciésemos las cosas porque te condenabas... tenías terror".


3. Las birllas: un juego exclusivo de mujeres

    Todas y cada una de las informantes hacen referencia a la exclusividad femenina del juego de las birllas, fruto de una tradición que delimita y remarca las actividades fundamentadas en una desigualdad sexual. Esta exclusividad no es motivo de polémica, ni entre las jugadoras, ni entre la población masculina de la localidad de Campo, si no que, es un aspecto más que define unas características implícitas en el juego, que lo distinguen y le dan identidad.

    En un marco como el que ha hemos visto, sustentado bajo una desigualdad sexual es percibido con gran naturalidad el hecho de que los hombres no jueguen. "Nada, los hombres como estaban acostumbrados no protestaban ni nada....pero sabes que pasa, que ahora, igual va una mujer al bar que un hombre, y entonces no. Todos los hombres se iban al bar y las mujeres no podía ir. Ellos allí y ellas allá. Al igual que ellas no podían ir al café, ellos no podían jugar a las birllas". Es así como reflexionaba Pilar ante las condiciones antiguas con las presentes.

    El que las birllas sea un juego exclusivo de mujeres no resta para que en alguna ocasión algún hombre haya participado. Aunque de forma muy puntual y nunca constante, existe en la memoria de las informantes momentos excepcionales en los que jugaron los hombres.

    Resulta un orgullo que el sexo considerado tradicionalmente más débil, menos apto para realizar cualquier ejercicio físico, tenga en una actividad física como es el juego de las birllas un modo de expresión, un vehículo de comportamiento social. Algunas informantes me contaban las aproximaciones que con relevante prepotencia llevaban a cabo ciertos hombres, y que en vistas de sus evidentes fracasos, resultaban motivo de burla para las allí presentes. "Se hacen los interesantes, se creen que tienen más fuerza, y no es fuerza, es la picardía. Tiran y no tiran ninguna. Eso para nosotras es una risa".

    Es de gran importancia analizar los destellos de cierta complicidad que se detectan entre un público masculino, que aunque no muy numeroso siempre presente, y las mujeres, protagonistas del evento. Un espectáculo, las birllas, por su emoción y por su praxis palpable; las protagonistas, mujeres que dibujan corporalmente el argumento de una historia. Una historia que es interpretada en el escenario de la calle, a ojos de los presentes, admiradores en silencio, delatados por sus miradas expectantes. Ellas, conscientes de que son observadas, se recrean, expresan sutilmente sus deseos más escondidos de ser contempladas, bajo el refugio de una actividad lúdica. "...estaban allí sentados en los café y salían fuera y se nos miraban. Claro, como igual tenias que lanzar, y llevabas faldas largas y estás en la pose y te subías la falda... y miraban".

    Como ya cité al principio de este epígrafe, las birllas ofrecen un protagonismo a las mujeres que la estructura social le restringe, sobre todo antiguamente, cuando una latente desigualdad sexual reducía a la mujer en el mayor del anonimato, circunscribiéndola a un espacio doméstico, impregnando de nulidad su papel social. En el pasado, las tardes de los domingos resultaban los únicos momentos en los que las mujeres tomaban el relevo social de sus maridos y padres, siendo foco de atracción para una población que descansaba de las duras faenas diarias. En esta actividad extradoméstica, las mujeres podían expresarse en libertad, sabedoras que los lazos de dependencia se desvanecían en ese pequeño espacio, en ese preciso momento, y que ellas eran las dueñas, exhibiendo su dominio sobre una actividad que se transformaba en un espectáculo, bañado de alegría y emoción, actuando con la iniciativa que su individualidad le permitía.


4. El aprendizaje del juego de las birllas

    Quizá se este uno de los pasajes más conmovedores en lo que al juego de las birllas hace referencia, debido a que el recuerdo de la madre, modelo y maestra de una actividad que cumplía una función de rito de paso en el desarrollo de las niñas para alcanzar su madurez social, está presente en los discursos de las informantes.

    Los primeros recuerdos del juego siempre relatan la exclusividad en cuanto a la participación de las abuelas y de las mujeres mayores, descartando por tanto, la intervención de las niñas. Era un juego de mujeres mayores, por lo que la única alternativa de las más pequeñas, era el de observar en silencio e inmóviles para no molestar el desarrollo del juego, ya que cualquier perturbación significaba la expulsión inmediata.

    En algunos casos tenían un juego de birllas más pequeño destinado a las niñas. Éstas, lo colocaban cercano al lugar donde jugaban las mayores para así acudir en caso de duda sobre la resolución de alguna de las jugadas. Sólo cuando las mujeres habían terminado sus partidas entraban en juego las niñas que habían estado toda la tarde mirando el transcurso del juego. "Uy... tenías que ser una discípula obediente porque ellas eran muy exigentes, y si lo hacías mal, te daban unos gritos, como si estuvieras haciendo un examen. Luego, cuando nos dejaban, estaban siempre vigilándonos, teníamos buena enseñanza". De esta forma, las niñas que habían permanecido al lado de sus madres, podían poner en práctica todo lo que habían aprendido observando, y así, bajo la tutela de éstas, el proceso de aprendizaje se desarrollaba desde edades muy tempranas. Como tampoco existía una gran diversidad de pasatiempos que realizar, podía resultar entretenido mirar el juego de las mayores, fijándose y aprendiendo la composición de las jugadas.

    Un hecho transcendental que se debe citar en este proceso es el momento por el cual las niñas accedían a jugar con las mujeres mayores, paso que difícilmente puede entenderse sin el papel que ejercía la madre, verdadera introductora y embajadora de la nueva jugadora ante el grupo. En caso de que faltase alguna jugadora que completar el juego eran elegidas las hijas de las presentes. También podía ocurrir que, por cualquier motivo la madre se tuviese que ausentar antes de terminar la partida, entonces le sustituía la hija. "El primer día que me dejaron mi madre estaba jugando, y yo le dije que quería jugar con las mayores. Entonces mi madre dijo que se tenía que marchar y así le pude sustituir. Pero de eso hace muchos años.... yo tendría ocho, diez años. Entonces aquello era un cosa grande".En esta cita de Aurora se refleja el importante papel de la madre en la integración al juego de mayores. El incluir a una niña en el juego adulto poseía connotaciones de consideración social, ya que significaba que su nivel de juego era el adecuado para participar conjuntamente con ellas. Consideración que llenaba de orgullo a las niñas que suspiraban por alcanzar la mayoría de edad que permitiese ese acceso al mundo de los adultos. De ahí, el gran interés por parte de las niñas para poner toda la atención en las indicaciones de sus maestras, para aprender y ser admitidas cuanto antes en el juego de mayores.

    La niña al observar con curiosidad la pasión de su madre, la imitación y el querer agradarla resultaban estímulos suficientes para aproximarse al conocimiento del juego. "Yo aprendí con esa ilusión por mi madre, porque ella tenía mucha ilusión por jugar. Para intentar agradarla". Obtener el aplauso de la madre, la atención de ésta en su aprendizaje, sus explicaciones, sus rectificaciones,... eran muestras de un trato especial madre e hija en un contexto patriarcal, el cual, siempre ha cuidado con especial mimo el amor entre madre e hijo, ya que éste, deberá ser una figura de poder, el que tome las decisiones y de órdenes dentro del ámbito familiar.

    Rememorar las birllas significa recuperar el recuerdo sentimental de la madre, siempre presente en sus vidas, como modelo a imitar, como maestra incansable transmisora de sabiduría. "Yo le tengo mucho cariño a este juego porque mi madre lo vivía también mucho, viene como de herencia". En algunas de mis informantes se podía detectar el especial brillo de sus ojos cuando parodiaban alguna de las jugadas que sus madres dominaban con maestría, "mi madre sabía mucho, se arrodillaba, y tiraba con una sal.... mamá era muy pequeñeta, muy majeta ella...".

    La aproximación a las birllas requiere obligatoriamente mención especial de aquellas abuelas que dominaban de forma absoluta, edad de oro del juego, del que se cuentan relatos impregnados de un halo mítico, en el que su dominio por el juego era tal, que estaba bañado de gran rivalidad entre las participantes.

    Las birllas han sido testigo del paso de unas generaciones en el que han adaptado su forma de vida ante las posibilidades que el entorno les ha ofrecido. Una población adscrita a un espacio, y que sumidos al transcurso del tiempo, han sufrido un constante cambio. En este proceso vivo, el juego de las birllas ha resultado igualmente modificado, y por tanto, es portador de las características que definen a esta población. Aproximarse a las birllas significa conocer las señales de identidad que configuran la personalidad de todo un pueblo, y que posibilita la diferenciación con respecto a otras poblaciones.

    Participar directamente en las birllas favorece el concebirse descendiente de una cultura, perteneciente a una sabiduría que ha propiciado la continuidad de unas gentes a lo largo del tiempo. "Puedo entender mi vida sin las birllas fuera de Campo. Pero en Campo no". Este hecho es evidente para aquellas mujeres que no son hijas del pueblo, que una vez casadas se han trasladado al de sus maridos. Para estos casos, el juego posee connotaciones de hermanarse con una cultura, bajo la cual, no han sido educadas, pero que adoptan como propia una vez instaladas en la nueva población.

    Al ser un juego tan antiguo, en el que ya sus abuelas y madres jugaban, y como ya hemos visto, transmitido y enseñado principalmente por la madre, se convierte en una expresión cultural muy fidedigna de patrimonio heredado, al que ellas se acogen y se sienten fielmente unidas por un aspecto emocional, siempre en constante recuerdo de su madre. "Es un juego tan antiguo que te recuerda a tus padres, a tus abuelos ".

    Para cerrar este punto y a modo de resumen, me gustaría citar dos puntos claves que se suman para reforzar la idea de función social del juego sobre esta población rural pirenaica.

  • El acceder al juego de mayores suponía la consagración de una cierta madurez social, catalogando por ello al juego, como un rito de paso para las niñas en su construcción social.

  • El que la madre fuese la guía en este aprendizaje reforzaba el vínculo entre madre e hija, ya que no sólo era la transmisora de las tareas domésticas, sino que la madre se convertía en cómplice y compañera en los momentos de ocio.


5. La transformación de la mujer en el ámbito pirenaico

    Las condiciones actuales a las que se enfrenta la mujer en el ámbito rural difieren enormemente de un pasado no tan lejano, debido a la transformación radical de la socioeconomía pirenaica. Una estructura social fundamentada en la agricultura y ganadería, actualmente economía residual, sustituida por una economía terciaria, potenciada por la afluencia progresiva del turismo a estas áreas montañosas.

    Estas transformaciones sociales han traído consigo un cambio en los roles de género. Aunque inamovibles algunos esquemas educacionales, sobre todo entre la población mayor, se desvanece tenuemente la acentuada desigualdad social en la que se fundamenta la sociedad patriarcal. La incorporación de la mujer al mundo laboral, alentado por un sector terciario que desarrolla una amplia gama de posibilidades, en la que la mujer posee condiciones óptimas para su integración, en actividades tales como hostelería, comercio, administración, educación...,descubren una alternativa para la población femenina del entorno pirenaico. De esta forma, la reclusión en el ámbito doméstico es progresivamente cuestionado por una población joven que renuncia a las formas tradicionales de gestionar los bienes de consumo.

    Ante esta revolución pacífica se está instaurando un reconocimiento a la condición de mujer que antiguamente no existía, fruto de unos valores tradicionales que lo aceptaban como natural. Es evidente la consideración progresiva del trabajo femenino frente al masculino. Pero esto sólo ha sido posible en el momento que la mujer se ha incorporado al mundo laboral. Los primeros retazos de este proceso de transformación se iniciaron con la llegada de las primeras empresas, dispuestas a aprovechar los recursos naturales que ofrecía la particular orografía pirenaica, en beneficio de la generación de energía, cada vez más requerida por la demanda de la sociedad de consumo, que exponencialmente aumentaba sus necesidades. Estas promotoras empresas llegaron aproximadamente en la década de los veinte, y paulatinamente se fueron incorporando otras por toda la extensión montañesa. Todo esto catapultó una serie de cambios que transformarían el paisaje pirenaico, y que aún en la actualidad, se están introduciendo innovaciones a pasos agigantados. Las centrales hidroeléctricas requerían construcciones, mejora de comunicaciones, servicios,... aspectos que pusieron en funcionamiento una turbulencia de transformaciones que invadieron el silencio pirenaico.

    La subsistencia va desapareciendo y el dinero va dejar de ser un bien escaso, imbuyéndose esta cambiante sociedad a un mercado cada vez más accesible. Las cabezas de ganado descienden considerablemente, las tierras se abandonan, y muchas son las familias que optan por el éxodo a emplazamientos urbanos. Un entorno desolado, repleto de pueblos fantasmas, tesoreros de la memoria colectiva, pero que aunque sumidos en un sueño, son resucitados por una arrebatadora ola turística que ejerce su impulso desde la década pasada. Este paisaje marchito se está convirtiendo en un focus turístico de primera magnitud, trayendo consigo todo un entresijo de ventajas, pero también de problemas que todo sistema socioeconómico incipiente acarrea.

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