Energía, motivación, emoción,
activación, ansiedad y estrés como
conceptos complementarios

Hiram M. Valdés Casal
hiran@df.sol.com.br
(Cuba)

Profesor Titular en el Instituto Superior de Cultura Física, La Habana
Universidad de Brasilia, Brasil

     Resumen
    El presente trabajo es un esfuerzo para diferenciar ciertos conceptos que, a su vez, los consideramos complementarios. En la actualidad algunos autores prefieren no usar algunos de ellos y, en este sentido, el término estrés es el más utilizado. Sin embargo, intentamos demostrar que el concepto de estrés tiene su valor dentro de la ciencia, sobre todo por el carácter multidisciplinario que implica, pero que no sustituye otros conceptos más tradicionales como emoción o ansiedad. También insinuamos que algunas de estas preferencias están amparadas en razones metodológicas más que teóricas propiamente dichas. Las tendencias a la “medición” que se han producido fundamentalmente en la psicología norteamericana tienden -aunque no sea un propósito explícito- a que la complejidad sea evitada, sobre todo cuando se trata de diferencias cualitativas, que muchas veces se relacionan con la subjetividad.
    Palabras clave: Energía. Estrés. Motivación. Emoción. Activación. Ansiedad.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 21 - Mayo 2000

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Introducción

    No se necesita mucha perspicacia para entender que la psicología tiene una multitud de conceptos según sus diferentes desarrollos teóricos que a menudo son contradictorios o, también, sinónimos, de manera tal que se sustituyen unos por otros. Es un reflejo de su nivel de desarrollo como ciencia... y también de su complejidad.

    Ultimamente la emoción parece haber muerto, siendo alegremente sustituida por el estrés. Este último ha hecho un matrimonio por interés con la ansiedad y se aprovecha de ello para sustituirla en momentos cruciales y obtener reconocimiento.

    La activación quedó simplemente referida a la teoría del arousal y de la motivación: - si te vi no me acuerdo!!.

    La energía no puede ser obviada, pero nadie se toma la molestia de explicar su paso de la comilona y el metabolismo a la psicología.

    Sinceramente pienso que hay que reflexionar con más profundidad, lógica e histórica, sobre estos conceptos pues son importantes en el aparato conceptual de la psicología y sirven para indicar cosas diversas.

    Este es mi objetivo en el siguiente artículo.

    No es la primera vez que me refiero al tema (Valdés, 1996,1998), pero cada vez que lo hago me siento mejor preparado para comprender las ambigüedades.

    No se si me acompañarán en la lectura, porque la posición actual puede ser bien cómoda.

    Tampoco se si al final me acompañarán en las conclusiones. Pero esto sería bueno si el desacuerdo fuese razonado.

    Por supuesto que aunque este es un tema de la Psicología, lo es también y mucho, de la Psicología del Deporte, por la naturaleza e intensidad de las emociones con que no enfrentamos en este campo.


Energía y Motivación

    Energía es un concepto bien definido en su ciencia madre: la física. Energía es la capacidad de realizar trabajo. En la mecánica el trabajo se determina por su equivalente mecánico: la fuerza que mueve un cuerpo un espacio determinado. Todas las formas físicas de energía tienen la capacidad de hacer trabajo en forma de este equivalente mecánico, lo cual les da su unidad.

    Por supuesto, es un principio que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

    Cuando se realiza el análisis en el plano biológico, encontramos que cierta parte de la energía biológica contenida en los alimentos que el hombre consume es transformada en energía biológica, tanto para el mantenimiento de todos los sistemas de conservación autónomos, como para el movimiento mecánico, o para la realización de trabajo psíquico.

    El problema consiste en que no basta que un organismo tenga a su disposición energía biológica; puede estar repleto de energía y no realiza ningún movimiento. Por ejemplo en el autismo o la depresión profunda. A veces puede manifestarse movimiento, pero sin alguna direccionalidad; por ejemplo en las convulsiones epilépticas.

    También puede ocurrir, por supuesto, que un alto nivel de energía se mantenga contenido por el sujeto, quien, preso de una fuerte emoción, impide voluntariamente su manifestación exterior.

    Para hablar de movimiento humano intencional y dirigido tenemos que entrar en la Psicología.

    La energía biológica se pone a disposición del movimiento cuando existe la motivación; esto es, necesidades en el interior del sujeto y también objetos metas en el polo externo. Por supuesto estos objetos no tienen que tener un carácter material; ni tampoco tienen que estar presente, en tanto el hombre puede recrearlas en su imaginación. A este proceso que canaliza la energía y le da dirección lo llamamos motivación.

    Las necesidades pueden ser de muchos tipos; biológicas, cognitivas, afectivas, sociales, etc. Unas tienen más relación con lo biológico, otras son más dependientes del medio social, aunque en el ser humano todas están de alguna manera relacionada con la evolución cultural filo y ontogenética.

    Uno de los problemas en el estudio de la motivación es que se confunde con la emoción, pues históricamente se atribuye a la primera el efecto de dar “fuerza” a la conducta y no sólo dirección. Aunque los procesos son inseparables, la “fuerza” - en rigor la energía- va a ser aportada por el proceso emocional correlativo a la motivación.

    Lo anterior es un buen ejemplo de la contradicción que a veces ocurre entre el “experimentalismo” y el sentido común. Si no podemos separar experimentalmente procesos que se dan íntimamente unidos, entonces la conclusión no es que nuestros experimentos son deficientes por algún motivo, sino que es imposible separar los procesos y que merecen un concepto que los englobe. Aunque nos estemos refiriendo a facetas diferentes de lo que ocurre y que nos interesa diferenciar.

    Sin este proceso (motivación) que relaciona íntimamente lo biológico con lo cultural, social e histórico; sin este proceso psicológico no es posible hablar de movimiento intencional o, al menos, específicamente direccionado.

    Mucho menos sería posible señalar que los procesos psicológicos (percepción, imaginación, memoria, planeamiento, etc.) se utilizan para transformar el medio (realizar trabajo).

    Todo esto tiene una sensacional lógica sistémica: no es posible separar a la persona, como subsistema, del sistema en que esta inmersa.


Motivación y Emoción

    Hace ya bastantes años Gordon Allport (1971) -un hombre genial por la precisión y el carácter dialéctico de sus definiciones, al que me hubiera gustado mucho conocer- definía así la relación entre emoción y motivación: “ En lo que concierne a la personalidad, diremos que la emoción es la tonalidad subjetiva de las motivaciones que son bloqueadas o puestas en conflicto y también de las que realizan repentinos e inesperados avances en dirección a su objetivo”. Y añade algo que diferencia bien los conceptos de emoción y motivación: “Siendo nuestro propósito estudiar la estructura permanente de las motivaciones, omitiremos el estudio de la emoción o estado de excitación que frecuentemente las acompaña”.

    Esto resulta bien claro si pensamos en que si intentamos canalizar la energía a partir de un proceso psicológico que llamamos motivación, tiene que haber alguna forma de transducción de esta energía biológica en energía psicológica. Y aunque no hay un transductor simple, si hay un proceso complejo con el mismo fin.

    Para avanzar un ejemplo de las múltiples confusiones que quisiéramos evitar, veamos el siguiente botón de muestra:

    “Desde una perspectiva psicológica el estrés es definido como un proceso que ocurre cuando el individuo percibe un desequilibrio entre alguna demanda física o psicológica y sus recursos para encarar la demanda en una actividad considerada importante” (Gould et al., 1993).

    Por qué estrés y no emoción?, pudiéramos preguntar con todo derecho. O es que el concepto estrés debe sustituir definitivamente al de emoción?.

    Dada la causa del surgimiento de la emoción que nos señala Allport debemos continuar que la emoción es una reacción psicobiológica del individuo con facetas subjetivas y psicológicas, así como con facetas biológicas bien definidas.

    Ardila (1973) nos ofrece una definición muy clara de emoción cuando dice: “Emoción es un estado de gran excitación, acompañado de cambios viscerales y glandulares, que se manifiesta en forma de patrones complejos de comportamiento; estos cambios pueden estar o no orientados hacia la consecución de metas”.

    Por supuesto el estar orientados o no hacia la consecución de una meta es función de la motivación como se señalo anteriormente.

    Las mayoría de las teorías que intentan explicar la emoción hacen alusión a diferentes estructuras del sistema nervioso, las cuales posiblemente estén relacionadas, en algún grado, con las emociones.

    La teoría de Cannon-Bard (1915, 1928) afirma el papel del hipotálamo. La teoría de Papez-MacLean (1937, 1949) señala mecanismos corticales a cargo de la experiencia emocional. Mientras el hipotálamo es responsable de la expresión de las emociones, la experiencia emocional esta relacionada con los impulsos que el giro cingulado recibe del hipotálamo y que son enviados a distintas áreas del córtex cerebral. La teoría de Lindsley (1951), da importancia a la formación reticular y se ha dado en llamar teoría de la activación (arousal). Según ella los impulsos sensoriales, sean viscerales o somáticos llegan a la formación reticular donde se integran y se distribuyen en el hipotálamo donde estimulan el centro diencefálico de alerta.

    Con toda certeza, el hipotálamo, el sistema límbico, la formación reticular y la corteza cerebral así como las conexiones que se establecen con el sistema nervioso autónomo, la médula y córtex suprarrenal y el tálamo, tienen que ver directamente con las sustancias que provocan las manifestaciones subjetivas y objetivas de la emoción.

    No es descabellado pensar que los diferentes centros hipotalámicos determinan el aspecto cualitativo de las emociones, mientras que su intensidad está relacionada con la formación reticular, en tanto que ella adquiere su sentido y su tinte cultural a nivel cortical.

    Los cambios viscerales, glandulares y circulatorios, están determinados por la entrada en el torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina), ACTH, epinefrina, norepinefrina, cortisol y otras sustancias, muy relacionadas con las estructuras citadas anteriormente, que provocan aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, elevación de la presión arterial, incremento de la dilatación bronquial, vasodilatación periférica y vasocontricción interna y aumento de la lipólisis, dilatación pupilar, temperatura de la piel, contracción y relajación de esfinteres, etc.

    En realidad, la ciencia aún no ha podido determinar con exactitud la participación relativa de las distintas estructuras biológicas que funcionan para dar lugar a la emocionalidad, ni la especificidad de la combinación de estas y otras sustancias, que determinan la especificidad de diferentes emociones, aunque algunos patrones se van revelando en la investigación.

    Por ejemplo en la cólera y la agresividad la noradrenalina se triplica y la adrenalina se duplica. Cuando los estados psíquicos como la ansiedad y la inseguridad se viven pasivamente la adrenalina se triplica y la noradrenalina se duplica. En estados psíquicos que se vivencian con displacer como la derrota o la fuga el nivel de cortisol aumenta (trabajos citados por de Flores y Valdés, 1985).


Emoción, Activación y Ansiedad

    La activación fue convertida en teoría por Lindsley (1951). La activación esta en relación con el efecto que crea la emoción al ser activado el centro diencefálico de alerta por los impulsos de la formación reticular que van a ser redistribuidos en el córtex, produciendo una alerta generalizada.

    Duffy (1962), debido a la gran confusión reinante, en su criterio, entre motivación y emoción, propuso no referirse más a estos conceptos y explicar todos aquellos fenómenos de carácter “emocional” utilizando el concepto de activación. Una negación metodológica.

    Esta es una confusión verdadera que aparece en las teorías de la motivación que sólo aprecian el polo interno de la motivación y lo caracterizan biológicamente. De ahí surgen los “drives”, o también la libido freudiana. Por supuesto en estas formas de instinto, energía y dirección se unen .

    Sin embargo, hay un concepto del que sólo se habla en el libro de Duffy de 1961 una sola vez, referido a la conformación de dos grupos y la medición de la resistencia psicogalvánica. Se trata del concepto de ansiedad.

    Esto resulta bien sospechoso, si consideramos que la ansiedad es una manifestación típicamente “emocional”, de las que Duffy trataría de englobar en el concepto de activación. Ante todo, porque la ansiedad es una reacción emocional que, sin dudas, actúa a veces como motivación; confusión entre motivación y emoción que es muy atacada por la autora.

    La ansiedad sale del lenguaje cotidiano para entrar en la ciencia con Freud. En el psicoanálisis freudiano la ansiedad es un concepto dinámico fundamental, como también lo fue posteriormente en la psicosomática y en la psicodinamia norteamericana, movimientos ambos de inspiración psicoanalítica.

    En primer lugar resalta el carácter desagradable de la vivencia subjetiva de ansiedad, que no puede ser definida pero que todos conocemos de primera mano: de nuestra propia subjetividad, la cual en este trabajo reconocemos como algo indudable.

    Debemos contraponer esto con la observación de que altos niveles de emoción, es decir una alta activación del sujeto, puede ser vivida placenteramente. Uno de los primeros en constatar este hecho fue Maslow, quien describió las llamadas “experiencias cumbres”. También lo ha constatado Csikszemtmihalyi (1975) en lo que ha llamado “experiencia de flujo”. Todos podemos apreciarlo bien claramente en el deporte, casi cotidianamente.

    En segundo lugar, la ansiedad esta relacionada con algo que resulta amenazante, interna o externamente, para el individuo. Esta amenaza y la ansiedad resultante se convierten en una motivación, en tanto llevan al sujeto a hacer algo: sobre el medio o sobre si mismo.

    De aquí se desprende que el sujeto siente la necesidad - o cuasi necesidad , (Lewin, 1935)- de actuar sobre el medio intentando cambiar aquello que lo amenaza en la situación, o va a enfrentar internamente la amenaza o simplemente va a reaccionar “freudianamente”, es decir, con alguno de los mecanismos de defensa que incluyen la represión.

    En realidad, la ansiedad se asocia con comportamientos inadaptados, poco eficaces, de bajo nivel de rendimiento, como concepto clave.

    Pudiéramos hablar de los montos o manifestaciones cuantitativas de la ansiedad y la activación, pero preferimos en realidad señalar los aspectos en que son cualitativamente diferentes, lo cual es mucho más coherente con el desarrollo histórico de los conceptos, además de apuntar hacia una faceta básica del psiquismo en tanto subjetividad.

    Pienso que no es lo mismo enfrentar al mundo como desafío y con optimismo que enfrentarlo como amenaza y con pesimismo: son dos manifestaciones cualitativamente diferentes del proceso y están relacionadas, cuando están bien diferenciadas, con diferentes grados de eficacia en el comportamiento.

    Es fácil confundir la activación y la ansiedad cuando cualquiera de las dos se manifiesta en sus más bajos niveles. Pero cuando aumentan, comienzan a ser diferenciables tanto por los que nos comunica el individuo en relación con su subjetividad (amenazas, miedo) como por el contenido deletéreo de la ansiedad para el rendimiento.

    Otro aspecto donde pudieran llegar a confundirse es en muy altos grados de activación que no se acompañan con una descarga de la misma en la conducta; entonces el rendimiento empieza también a deteriorarse.

    Quiere decir que ansiedad y activación pueden tocarse en los extremos, pero eso no nos da derecho a suponer su identidad entre ambos puntos.

    El efecto desorganizador de la conducta puede explicarse a partir de conocidas hipótesis, por el ejemplo la Easterbrook ( 1959) sobre los distractores, que estarán presente tanto en la ansiedad como en la muy alta activación, con implicación negativa para el rendimiento.

    Un poco que esto se reconoce cuando comienza a hablarse de ansiedad cognitiva y ansiedad somática (Davidson y Schwartz, 1976). La primera es considerada la concientización de los efectos displancenteros; mientras la segunda se define como la percepción de la activación fisiológica. Evidentemente esto es mantener el concepto de ansiedad aplicado fuera de su connotación histórica. Y de todas maneras aparece sin explicar, si no echamos manos de la amenaza, el carácter displacentero de la llamada ansiedad cognitiva.

    Otra distinción que se ha hecho es diferenciar el estado de ansiedad del rasgo de ansiedad (Cattell, 1963 y Spielberger, 1989). Otra vez se confunde la emocionalidad, la emotividad característica de un sujeto -muy relacionada con lo que psicológicamente llamamos temperamento- con la ansiedad.

Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 21   sigue Ü