La Nuestra. "El Hombre que está solo y espera"
y la cultura futbolística de los argentinos

Marcelo Massarino (Argentina)
mmassarino@mixmail.com
Periodista
Lecturas: Educación Física y Deportes | http://www.efdeportes.com/
revista digital | Buenos Aires | Año 5 - Nº 18 - Febrero 2000

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Raúl Scalabrini Ortiz

     Raúl Scalabrini Ortíz escribió en 1931 "El hombre que esta solo y espera", obra con la que "comienza a construir su teoría de la idiosincrasia argentina y porteña"1 . Poco tiempo antes, el 6 de septiembre de 1930, había sido derrocado el presidente constitucional Hipólito Yrigoyen y comenzó así una larga serie de golpes militares. Scalabrini Ortíz vio con preocupación el curso de la vida política argentina: "Los conservadores manejaron durante muchos años al país como cosa propia... Cicatearon la opinión del pueblo, trampearon votaciones sin que el pueblo contuviera su voracidad y su fullería. Se enriquecieron y se entremezclaron a los terratenientes antiguos y respetados... los conservadores ensorbecidos, supusieron que el país les pertenecía, y entraron en confabulaciones con los capitales extranjeros. Se hicieron abogados de empresas, directores de ferrocarriles, accionistas de capital inconfesable... Y caducaron, lamentablemente".2

     Un grupo de intelectuales (entre ellos Scalabrini Ortíz) se plantearon una salida de corte nacional que no respondiera a los intereses del capital extranjero. Posteriormente se nuclearon en el grupo de opinión F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina)3 .

     El objetivo de este trabajo es relacionar el concepto de "espíritu de la tierra", elaborado por S. Ortiz, con la manera en que se construyó en el ámbito futbolístico un estilo de juego típicamente argentino. De esta manera vamos a relacionar dos ámbitos de singular importancia: el intelectual y el futbolístico. A lo largo de la historia los intelectuales y el fútbol tuvieron una larga serie de desencuentros. De todas maneras, aquellos hombres que estudiaron la problemática social sin disociar las manifestaciones populares vinculadas al deporte, siempre observaron en el escenario futbolístico un lugar de cultivo de tradiciones, costumbres y comportamientos que hacen a la conformación de una sociedad moderna.


Por qué el fútbol
     La elección del deporte, concretamente fútbol, como objeto de estudio forma parte de un debate abierto en las ciencias sociales. El antropólogo Eduardo Archetti afirma que "los intelectuales de izquierda, los historiadores profesionales y los científicos sociales han tenido, por lo general, una relación problemática con el deporte, y no sólo en la Argentina. Si el deporte debía ser estudiado y analizado era para desmitificar su uso por parte del Estado y de las clases dominantes en el proceso de adoctrinamiento de las masas masculinas y la juventud con el objetivo explícito de despolitizarlas y adecuarlas al trabajo alienado, a la competencia, al fanatismo, al nacionalismo, al sexismo, a la violencia irracional a la sumisión de las jerarquías sociales existentes y al autoritarismo, al culto desmedido de los ídolos y a la aceptación sin crítica de los valores capitalistas dominantes (...) Nadie puede negar que los elementos de manipulación ideológica y de disciplinamiento son concomitantes a la practica deportiva. Pero esto implica reducir el campo social y simbólico de las prácticas deportivas y del deporte (...) El deporte no sólo revela aspectos cruciales de lo humano, no sólo refleja algunas de las estructuras de poder existentes en determinada institución, sino que es, fundamentalmente, una parte integral de la sociedad. El deporte permite reflexionar sobre lo social y los mecanismos básicos de creación de identidades."4

     Por otro lado, el sociólogo Roberto Di Giano sostiene que "se ponen en juego en el fútbol muchos elementos que permiten leer algunos aspectos de la sociedad argentina y sacar conclusiones sobre ella".5

     El trabajo de relacionar las elaboraciones intelectuales que hizo Raúl Scalabrini Ortiz sobre la realidad argentina en "El hombre que está solo y espera" con elementos del fútbol argentino, nos va a permitir un mayor conocimiento de nuestra sociedad. De allí que podemos visualizar como los elementos que conforman el arquetipo del porteño, del hijo de esta tierra, del criollo, descendiente biológico de inmigrantes, se reflejan en el proceso de construcción de la identidad futbolística argentina.


Inmigrantes y criollos
     En el comienzo de su obra, Raúl Scalabrini Ortiz se dirige al lector y le enuncia lo que llama el espíritu de la tierra: "Si por ingenuidad o fantasía le es enfadoso concebirlo, ayúdeme usted y suponga que el 'espíritu de la tierra' es un hombre gigantesco. Por su tamaño desmesurado es tan invisible para nosotros, como lo somos nosotros para los microbios. Es un arquetipo enorme que se nutrió y creció con el aporte inmigratorio, devorando y asimilando millones de españoles, de italianos, de ingleses, de franceses, sin dejar de ser nunca idéntico a sí mismo (...) Ninguno de nosotros lo sabemos, aunque formamos parte de él... Solamente la muchedumbre innumera se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son. La conciencia de este hombre gigantesco es inaccesible para nuestra inteligencia. No nos une a él más cuerda vital que el sentimiento"6 .

     La elite dominante imaginaba un país agroexportador con una sociedad forjada desde la cultura anglosajona, aunque veía con buenos ojos que llegaran al país inmigrantes de otros lugares de Europa que fueran modificando la fisonomía social de la época. Italianos y españoles desembarcaron en el puerto de Buenos Aires en busca de una América de trabajo y paz.

     La confluencia de las corrientes inmigratorias que llegaron a la Argentina no hicieron del porteño una síntesis construida con cuotas dosificadas de cada una de ellas. El porteño es para Scalabrini "una combinación química de las razas que alimentan su nacimiento". El hombre de Buenos Aires tiene una idiosincrasia que va construyendo desde la tierra que lo vio nacer: "es el tipo de una sociedad individualista, formada por individuos yuxtapuestos, aglutinados por una sola veneración: la raza que están formando". La conformación del arquetipo argentino forma un "abismo" entre el hijo porteño y su progenitor porque "la continuidad de la sangre se quebró": no es su descendiente, sino que es "hijo de su tierra", "es hijo de la ciudad".7

     El fútbol fue traído al Río de la Plata por los ingleses y practicado en la zona portuaria. Al mismo tiempo, los británicos lo jugaron en sus instituciones deportivas y educativas en forma restringida, sin criollos. La comunidad inglesa tenía como paradigma en la formación del sportman los preceptos del fair play. Al respecto "es interesante observar que lo 'criollo' se define a partir de la predominancia de apellidos españoles e italianos. Lo 'criollo' pasa a ser una fundación de los hijos de inmigrantes 'latinos'. Los hijos de inmigrantes 'ingleses' nunca fueron concebidos como 'criollos', no se transformaron en 'criollos' jugando al fútbol".7

     Así como el porteño es hijo de la tierra argentina, aunque sus padres biológicos hayan sido los inmigrantes, el fútbol fue traído desde el otro lado del océano Atlántico pero transitó un camino diferente de la mano del criollo. José Marial señala que "Si Oscar Wilde fue el primer escritor francas nacido en Irlanda, se puede afirmar también que el fútbol es un deporte argentino practicado por primera vez en Inglaterra. No se trata por cierto de una modalidad impresa a un juego o de una adaptación. Es algo más. Es la recreación de un deporte bajo el espíritu y la personalidad de un demiurgo porteño. En el fútbol se expresa el hombre de Buenos Aires, con elocuente comodidad: allá están la sobriedad de sus recursos, la agilidad de su inteligencia y la elegancia de un estilo personalísimo. En las filigranas de un partido, está documentándose un ballet de plástica geometría, bailado en el filo de una tarde tumultuosa."8

     "Todos los sistemas europeos procuran hacer de un hombre un instrumento de relojería", afirma Scalabrini Ortíz, en su "Libreta de apuntes" de "El hombre que está solo y espera". Si en el fútbol podemos mirar algo de la sociedad, el europeo trae una idea futbolística de espíritu colectivo que soslaya al futbolista en la búsqueda de un andamiaje de conjunto. Del otro lado el criollo "irresponsable ante la prudencia europea", el que tiene "facilidad para salir de apuros, para encontrar recursos en si mismo", es el que improvisa una gambeta para desairar al rival robusto y corpulento. Le muestra la pelota y lo estafa con un amague, pero no es reprobado por el engaño sino aplaudido por la multitud.

     Eduardo Lorenzo, "Borocotó", fue el periodista más importante de la revista El Grafico, una publicación semanal que en la década del 20 formaba opinión, especialmente en lo que respecta al fútbol. Borocotó lo definía con las siguientes palabras: "Espectáculo moderno, de acción continuada, de belleza apasionante y de improvisación continua de situaciones, condimentado con ese granito de pimienta criolla, nuestro ingenio lo acondicionó para poder gustarlo. Lo necesitaba, y podemos asegurar que las habilidades criollas son las que decidieron ese amor que le profesamos. De por sí solo, aquel fútbol ingles muy técnico pero monótono no habría logrado ejercer la influencia requerida por el espíritu de nuestras multitudes. Carecía de ese algo t'pico que nos llega a lo hondo, que nos enronquece la voz en un grito que surge del corazón cuando la pelota es recogida por la red temblorosa; y tuvimos que adornarlo con el dribbling que encandila las pupilas que es patrimonio de estas tierras..."9

     Eduardo Archetti explica la visión que Eduardo Lorenzo tenía del fenómeno social que significaba este deporte en 1928: "Borocotó acepta que el mundo rioplatense y sus equipos nacionales de fútbol están llenos de hijos de inmigrantes, hijos de europeos, pero éstos ya son bien criollos. Para Borocotó las raíces están evidentemente en la Pampa, y de esa manera presenta lo que era comúnmente aceptado en esa época: la imagen pastoral de lo nacional. Sin embargo vemos el arrabal a través del tango y muchos de sus jugadores de fútbol nacidos allí que harán famosa a la ciudad de Buenos Aires. La pampa y el arrabal aparecen unidas casi del mismo modo que en la representación de lo nacional que hace Borges. Las diferencias existen ya que Borocotó acepta el tango 'quejumbroso', o se el tango no querido por Borges, y define al fútbol como algo bien argentino y rioplatense."10

     Para Arturo Pérez Peña "El fútbol es un deporte ingles, en su actual estructura, que llega a nuestras tierras, toma carta de ciudadanía y adquiere de inmediato una peculiaridad individualista que se resuelve y expresa en la 'gambeta'. La 'gambeta' es una institución porteña -la versión deportiva del tango- que consiste en una filigrana hecha con las piernas mediante la cual, un jugador determinado, prescindiendo de sus compañeros de equipo, se solaza en desconcertar a su enemigo ocasional. En Inglaterra el juego es de conjunto, hay un lugar señalado para cada jugador y cada jugador debe estar en su lugar; aquí no, un jugador se enfrenta con su adversario, mejor aun, lo chista, lo invita, y cuando el otro acepta el reto, comienza a bordar sobre el verde césped de la cancha intrincadas figuras. Va y viene sobre un metro cuadrado como un bailar'n de tango (obsérvese la similitud de la terminología: el futbolista le 'da un baile a su rival', el bailarín 'gambetea' el tango, la muchacha del tango 'gambeteaba la pobreza en la casa de pensión.')".11


Tango y Fútbol: Fervor de Buenos Aires
    El fútbol y el tango van construyendo su identidad en forma paralela. Ambos contienen elementos que en este trabajo se entiende que conforman el espíritu de la tierra. Para Scalabrini Ortíz "las letras de tango marcan de más en más la trascendencia de una pequeña metafísica empírica del espíritu porteño". El baile y el juego es una preocupación para los intelectuales de la época que indagan en los puntos de contacto entre una danza abundante en figuras y el juego de toque, la gambeta, los cortes y quebradas.

     Es interesante resaltar al respecto como Homero Guglielmini refleja el baile del tango en la forma de jugar que tiene el criollo, cuando explica: "En Parque Patricios rebrotará el tango veterano, acaso con los cortes y quebradas de los buenos viejos tiempos, y sobre la cancha de la milonga se reiterará el floreo ágil, sinuoso, compadrito, que hemos visto ejecutar alrededor de la pelota. Porque al fútbol y al tango se les ocurre a veces la pifiada compadrita que hacen resbalar la pelota y el taco en zumbón amago. Fiesta argentina por esencia en que entran a tallar su cuarto a espadas la pista de la pampa, la agachada del tango, el vistear del criollo, la travesura del porteño, el calor macizo de la hinchada, ese es el fútbol, el fútbol con sus banderolas enloquecidas en el cielo, con sus pies de danzarín en el suelo".12


El potrero y la calle adoquinada
    La ciudad de Buenos Aires, según Scalabrini Ortiz, tiene una "facultad catalíptica de las corrientes sanguíneas". La geografía porteña es el ámbito donde el hombre de Buenos Aires "enfoca su devoción a las cosas porteñas, a su exploración y multiplicación. La ciudad es para él un ente vivo. (...) El amor del porteño a su ciudad cela su presente y se expande hasta el futuro: es un amor de padre y una pasión de amante."13

     Es en la ciudad donde el "pibe" aprende a jugar al fútbol. Los ámbitos son varios: el primero y principal es el baldío, el potrero. A medida que la gran urbe crecía y los espacios verdes eran ocupados por edificios, la calle empedrada fue el espacio donde los chicos creaban una forma de jugar el fútbol y dominar la pelota.

     El crecimiento urbano fue hostil para los jóvenes que buscaban una cancha donde asentar un club que representara al barrio. El profesor de Historia Julio D. Frydenberg analizó la relación entre la ciudad y el fútbol en su trabajo "Espacio urbano y práctica del fútbol, Buenos Aires 1900-1915". Allí explica que "la práctica del fútbol estuvo integrada, desde su inicio, por una serie de vivencias que lo transformaron en un escenario en el que se ponían en juego muchos de los valores básicos amasados por una buena porción de los grupos sociales. En este sentido el fútbol fue una experiencia dotada de una potencia nada común. Esa fuerza se expresó en la generación de lazos identitarios que tuvieron un correlato inmediato con el proceso de formación de la ciudad. El fútbol ayudó a armar la identidad vecinal y la porteña. A través de la participación en el drama social del fútbol, en la experiencia de la competencia, de la vivencia de las relaciones solidarias y horizontales, se fue diseñando la ciudad y las representaciones que de ella se constituyeron."14

     "A pesar de la fuerte presión originada en el crecimiento urbano (loteos, propiedad de la tierra) uno de cuyos efectos fueron los traslados, la fuerza del apego simbólico del fútbol dio un novedoso resultado: la existencia en la ciudad de una enorme cantidad de clubes con sus canchas. Se produjo así, un extraño fenómeno y una de las peculiaridades de la asimilación del fenómeno del deporte moderno a la ciudad moderna". Después de señalar las numerosas mudanzas y traslados, Frydenberg sostiene: "Todo este movimiento es incomprensible si no se atiende al aspecto generacional que muestra a aquellos jóvenes buscando un lugar propio en una sociedad volátil. Una generación -en muchos casos hijos de inmigrantes- que deseaban mostrarse, distinguirse, en este caso expresado abiertamente en lucha por un terreno (espacial y simbólico), y mediante prácticas y valores propios".15


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