efdeportes.com
Seguridad en los natatorios. Una responsabilidad que incumbe a todos

 

Licenciada en Ciencias de la Educación

Profesora Nacional de Educación Física

Entrenadora de Natación

Julia Fulugonio

juliafulugonio@yahoo.com.ar

(Argentina)

 

 

 

 

Resumen

          El siguiente artículo analiza los aspectos relacionados con la seguridad en las clases de natación. Para ello se estudia no sólo el rol del guardavidas, sino principalmente el papel que desempeña el docente en relación a la seguridad en su clase, en un medio tan particular como es el medio acuático. Se pondrá el acento en la importancia de incluir estos temas en la formación del futuro profesional y a su vez en la posibilidad de incluir estos contenidos en los programas de las escuelas de natación. Para ello se divide el artículo en tres ejes de trabajo: El profesor y el guardavidas comparten el espacio de trabajo, las herramientas para el profesor de Educación Física y la inclusión de técnicas de salvamento y nociones de seguridad en los programas de enseñanza de las escuelas de natación. Se proponen algunos circuitos de habilidades para desarrollar estos contenidos y algunos conceptos claves para favorecer la toma de conciencia y mejorar así nuestras prácticas profesionales. Algunos conceptos legales y un listado no acabado de normas de seguridad ayudan a enmarcar el trabajo y la responsabilidad que requiere el desempeño de la tarea docente en los natatorios.

          Palabras clave: Seguridad en el medio acuático. Profesor. Guardavidas. Formación docente. Escuela de natación. Normas de seguridad.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 171, Agosto de 2012. http://www.efdeportes.com

1 / 1

Introducción

    La seguridad en los natatorios no es un asunto que comprometa sólo al guardavidas, sino también a los profesores y aún a todos los usuarios de las instalaciones. (Gabrielsen, 1969) Es decir, que no sólo el guardavidas debe velar por la seguridad de los que asisten a un natatorio, sino que también los profesores y los propios usuarios deben conocer, respetar y difundir las pautas de seguridad. Quisiera en este artículo profundizar el análisis sobre la responsabilidad de cada uno de los actores mencionados a la hora de prevenir accidentes o prestar asistencia en caso de ser necesario. Por otra parte, veremos cómo este tema puede vincularse con los objetivos de las escuelas de natación, en el marco de la ampliación del espectro de contenidos a desarrollar en las mismas.

    Cuando pensamos en el medio acuático como ámbito educativo, solemos centrar la atención en la natación como único contenido a enseñar. En general, resulta suficiente para la sociedad que nuestros alumnos aprendan a nadar correctamente las cuatro técnicas de nado. Pero el agua brinda un abanico de posibilidades mucho más amplio. Otros deportes acuáticos (waterpolo, nado sincronizado, clavados y aguas abiertas), así como también otras actividades acuáticas (gimnasia, rehabilitación, bebés, buceo, pre y post parto, salvamento, etc.), son algunas de las áreas en las que los profesores de Educación Física podemos y debemos desempeñarnos.

    En los programas de actividades acuáticas correspondientes a cualquier escuela de natación, debería proponerse la enseñanza de esta amplia gama de posibilidades con el fin de acrecentar el acervo motor de sus alumnos, buscando una intervención positiva en la conducta motriz del sujeto. Bajo esta mirada más abarcadora, quisiera proponer que los temas vinculados con la seguridad y las técnicas de salvamento sean incluidos como contenidos a desarrollar con los alumnos de las escuelas de natación. Para que ello sea viable, los profesores deben recibir la capacitación adecuada. La propuesta es entonces, formar al docente para que vivencie y comprenda la importancia de adquirir estas herramientas.

    El objetivo principal de este artículo es ayudar a los docentes a la toma de conciencia acerca de la importancia de adquirir los conocimientos y habilidades vinculados con la seguridad en los natatorios. De esta manera se aspira a que ellos puedan, a su vez, transmitir dichos conocimientos y habilidades, ampliando el bagaje motor de sus alumnos, mediante un adecuado proceso de transposición didáctica (Chevallard, 1997).

    El medio acuático posibilita un desarrollo armónico e íntegro del individuo, siempre que sepamos aprovechar el potencial que dicho medio posee, evitando la exposición a situaciones displacenteras o de riesgo. Debemos tener en cuenta que el agua no es el medio natural del hombre, por eso es siempre menester manejarse con respeto y cuidado. Pero, aunque sabemos el riesgo que implica trabajar en este medio, no debemos permitir que el miedo domine nuestro accionar, ya que todos sabemos que el “miedo es mal consejero” y nos impide actuar con serenidad.

    Ahora bien, para que la clase sea un espacio de aprendizaje efectivo, y no se convierta en un ámbito peligroso, los profesores debemos estar siempre atentos a la seguridad de nuestros alumnos. Las propuestas de las actividades no deben resultar un riesgo para la integridad física de los que participan de la clase, ya que si se pone en peligro a los alumnos, cualquier aprendizaje carecerá de sentido. Esta observación cobra mayor relevancia en el caso del docente de Educación Física que se desempeña en el área de las actividades acuáticas. En estos casos, los cuidados y precauciones deben multiplicarse ya que un descuido o un golpe en el agua puede acarrear un riesgo mucho mayor y las consecuencias pueden ser más graves.

    A continuación se ofrecen una serie de herramientas conceptuales y prácticas relacionadas con este tema. Se trata de brindar, a modo de orientación, un conjunto de normas básicas de seguridad y técnicas de salvamento que el profesor debe dominar para desenvolverse satisfactoriamente en sus clases. El docente debe, asimismo, transmitírselos a sus alumnos, para que ellos también dispongan de las herramientas y conocimientos necesarios para hacer de las piletas un espacio lo más seguro posible.

Tres ejes de trabajo

    Como ya mencionamos anteriormente, los actores más involucrados en velar por la seguridad en las piletas son el guardavidas, el profesor y el alumno. Todos son responsables, sin embargo cada uno cumple un rol diferente y tiene un grado de responsabilidad distinto. Para comprenderlo mejor, trabajaremos sobre tres ejes que analizaremos en forma separada, pero sin olvidar que en realidad se presentan simultáneamente en el transcurso de nuestra tarea:

I.     El profesor y el guardavidas comparten el espacio de trabajo.

II.     Las herramientas para el profesor de Educación Física.

III.     Inclusión de técnicas de salvamento y nociones de seguridad en los programas de enseñanza de las escuelas de natación.

I.     El profesor y el guardavidas comparten el espacio de trabajo

    A diferencia de otros ámbitos de desempeño del docente (como el patio, el gimnasio o los espacios al aire libre), en la pileta no trabajamos solos. Los profesores que trabajan en el área de las actividades acuáticas se desenvuelven en el mismo espacio de trabajo que el guardavidas La presencia de los mismos durante el transcurso de las clases nos obliga a profundizar aún más el análisis de la situación. Ambos profesionales comparten también algunas funciones y por ello puede dificultarse, en algunas circunstancias, la convivencia. Lo ideal sería que se comprenda que, si bien ninguno debe interferir en la tarea del otro, todos trabajamos con los mismos objetivos. Para optimizar el trabajo en el natatorio es importante que exista buena predisposición y un buen diálogo entre ambos profesionales.

    Cuando concurrimos a un natatorio con un grupo por primera vez, el profesor o el coordinador debería consultar con el guardavidas sobre las normas de seguridad específicas de esa pileta. A su vez debe comunicarle cuáles son las características de ese grupo (si saben flotar y se desplazan en forma autónoma en la parte profunda, si tienen experiencias previas, si alguno tiene mucho miedo, etc.) y qué tipos de actividades vamos a realizar, sobre todo en la parte profunda de la pileta y con grupos numerosos. Veremos de esta manera, cómo la buena comunicación entre el profesor y el guardavidas facilita la tarea y ayuda a convertir el espacio de trabajo en un lugar más seguro.

    Para evitar malos entendidos y optimizar el desempeño de todos es necesario conocer qué funciones y qué ámbito de acción pertenece a cada profesional. Para ello, mencionamos las funciones generales del guardavidas:

  • Velar por la seguridad del usuario;

  • Velar por el cumplimiento de las normas de higiene y seguridad;

  • Prevenir accidentes;

  • Auxiliar en caso de accidentes.

    El guardavidas es la autoridad responsable de la seguridad y prevención, tanto en la playa como en los natatorios. Tengamos en cuenta que su obligación es de medios y no de resultados. Esto significa que ellos no están obligados a tener un resultado determinado, sino a poner toda su diligencia al momento de cumplir sus funciones específicas. Por consiguiente, no son responsables de que la víctima no haya podido ser rescatada con vida, siempre que demuestren que actuaron con diligencia y pericia. Es importante considerar que el guardavidas también cumple un importante rol educativo al transmitir a los usuarios la importancia del cumplimiento de las normas de higiene y seguridad.

II.     Las herramientas para el profesor de Educación Física.

    Como enunciábamos en la introducción del artículo, la seguridad es una tarea que incumbe tanto al guardavidas como al profesor. Por ello, las nociones básicas de seguridad y salvamento deben estar presentes en cualquier programa de formación docente, ya que éstas constituirán herramientas de trabajo para que el profesor optimice su tarea. A pesar de esto, no debemos perder de vista que la tarea del profesor de ningún modo reemplaza la tarea del guardavidas, sino que ambos profesionales deben trabajar en equipo, asistiéndose mutuamente.

    En caso de un accidente en el agua el profesor debe contar con los conocimientos y herramientas necesarias para resolver la situación de la manera más idónea posible. Por ello en las instituciones de formación docente, deben desarrollarse estos temas con los futuros docentes, procurando generar en ellos la conciencia necesaria para que puedan desenvolverse con confianza y responsabilidad. Muchas de estas habilidades tienen como fundamento teórico, aumentar el acervo motor del profesor, para proporcionarle un mayor dominio del cuerpo en el agua y por consiguiente una mayor posibilidad de resolver una situación conflictiva de la mejor manera posible. Al incorporar este nuevo concepto en la formación del docente no debemos olvidar que el rol del profesor nunca reemplaza las funciones del guardavidas, pero consideremos que muchas veces el auxilio que puede ofrecer el profesor es más inmediato que el del guardavidas, ya que el profesor está en contacto más directo con su grupo de alumnos, mientras que el guardavidas debe vigilar varios grupos a la vez.

    Frente a un accidente o una situación de rescate, el docente debe mantener siempre la calma, lo que le permitirá: un mejor análisis de la situación, no agitarse más de lo inevitable y transmitir tranquilidad. Asimismo, para no correr peligro él mismo y no “duplicar” el riesgo, debe tener en cuenta las siguientes pautas:

  • El auxiliador toma a la víctima y no a la inversa.

  • Si dispone de elementos, acercará en primer lugar el elemento, interponiendo el elemento entre la víctima y el auxiliador.

  • Proteger el cuello pegando mentón al pecho.

    Ante un accidente, el profesional competente debe actuar frente al problema de manera eficiente, para lo cual su concentración debe ser activa durante toda la jornada laboral. A continuación se presenta un análisis psicológico de la secuencia de actuación en caso de un accidente: (Peresenda, 2003)

  1. Percepción del problema: a través de los sentidos, principalmente la vista (por ejemplo, para detectar movimientos desesperados de los brazos “buscando la superficie”) y el oído. Para ello, la atención debe ser:

    • externa: para percibir estímulos del medio externo

    • extensa: para cubrir toda el área

    • mantenida: durante toda la jornada de trabajo

    • selectiva: para poder discriminar entre “falsas alarmas” y un pedido real de auxilio

  2. Análisis de la situación: analizar prioridades, peligros adyacentes, etc.

  3. Toma de decisiones, y establecer el orden en que deben llevarse a cabo.

  4. Ejecución de las acciones elegidas (secuencia de acciones ante un accidente).

  5. Evaluación de lo sucedido: considerar qué se puede mejorar para la actuación en una próxima situación de accidente y/o rescate.

III.     Inclusión de técnicas de salvamento y nociones de seguridad en los programas de enseñanza de las escuelas de natación

    Muchos de los conceptos y técnicas de salvamento y seguridad mencionadas en esta guía pueden y deben ser trabajadas con nuestros alumnos, niños, adolescentes y adultos, en cualquier programa completo de una escuela de natación. Algunas de las técnicas de salvamento deberán adaptarse a la edad, la capacidad motora y cognitiva de los alumnos, y se pueden trabajar en forma jugada o acompañando el desarrollo de las capacidades físicas. He trabajado de esta manera incluso con niños de muy corta edad y, adaptándome a sus intereses y capacidades, considero que siempre ha sido muy fructífero.

    La adquisición de estos contenidos les permitirá un mayor dominio de su cuerpo en el agua, atendiendo no sólo a un objetivo educativo, sino también a una finalidad utilitaria en cuanto al cuidado y conservación de la propia vida en una situación límite. A su vez, pueden serles útiles para saber cómo actuar si se produce un accidente en su presencia y por algún motivo su ayuda resulta más útil que la del adulto responsable (por ejemplo, por cercanía a la víctima).

    Acciones tan sencillas como las que se numeran a continuación, pueden resultar muy útiles en caso de un imprevisto: Empujar al compañero hacia el borde, arrojarle un elemento flotante (tablita, flota flota, pelota) avisar al profesor o guardavidas, no exponerse a una situación de peligro para no “duplicar” el riesgo. También podemos enseñarles y hacerles practicar algunos remolques sencillos (por ejemplo nadador cansado, doble axila, en banda, doble mentón), adaptándonos, como decíamos, al desarrollo de sus capacidades físicas. Se recomienda trabajar estas técnicas en distancias cortas y con un compañero de peso y tamaño similar.

    Debemos aclarar a nuestros alumnos (en especial si se trata de niños) que el aprendizaje de estos contenidos no los convierte en guardavidas o “superhéroes” y que es importante dejar actuar a los profesionales responsables para no provocar un mal mayor.

    Más allá de las técnicas y maniobras específicas de salvamento, las normas de seguridad conforman un eje transversal en todo programa de actividades acuáticas, que se puede trabajar planificadamente, cuando los alumnos presenten alguna inquietud y/o cada vez que la situación lo amerite. Podemos hacerlo a través de actividades donde los alumnos deban aplicar esas normas, o en charlas que les permitan una toma de conciencia al respecto. No resulta suficiente enseñar a nadar, sino que el profesor debe transmitir estas normas y principios (respeto, cuidado, seguridad en sí mismo) a sus alumnos. No olvidemos que los docentes somos un referente ineludible para nuestros alumnos. Por ello, no alcanza con transmitir verbalmente las pautas y normas de seguridad sino que también es importante que el docente las cumpla, ya que el ejemplo que brinda el docente es la mejor forma de transmitir estas pautas de conducta, higiene y seguridad.

Cuestiones fundamentales a atender desde el marco legal

    Siendo uno de los objetivos principales de este artículo, ayudar a la prevención de accidentes en el agua, considero pertinente incluir algunos aspectos legales cuyo conocimiento pueden favorecer a la tarea docente. Quizá algún mal accionar podría evitarse con sólo tomar conciencia de que existen estas dos figuras legales: delito y abandono de persona.

    Un delito puede ser de dos tipos:

  • por omisión: negativo (por ejemplo: no prestar auxilio)

  • por comisión: positivo, por acción, por hacer (por ejemplo: robar, matar)

    En caso de delito por comisión, el hecho puede ser cometido con dolo (con intención) o con culpa (sin intención). El segundo caso, delito por comisión con culpa, comprende:

  • negligencia: falta de precaución, indiferencia

  • imprudencia: obrar que lleva implícito un peligro

  • impericia: obra con errores, no sabe lo que debe saber

    Se considera “abandono de persona” a las siguientes situaciones:

  • colocar a una persona en situación de desamparo

  • alejarse de una víctima que no puede valerse por sí misma

  • dejar solo a un grupo de alumnos que tenemos a nuestro cargo

    Para evitar inconvenientes no olvidemos que es ilegal llevar insignias o distintivos de un cargo que no se ejerce (por ejemplo, que el profesor use la vestimenta con la que se reconoce a los guardavidas: shorts rojos, remeras o camperas con una cruz roja o insignias de las escuelas de guardavidas). Por otra parte, considero oportuno aclarar que no es punible causar un mal para evitar otro mayor. Por ejemplo, si al intentar sacar a una persona de la pileta que se está ahogando o no puede salir por sus propios medios, lo golpeamos o lastimamos involuntariamente, ello no es punible.

    Aun teniendo presente todo lo dicho hasta ahora, ¿por qué las cosas pueden salir mal? A pesar de tomar muchos recaudos, a veces pueden ocurrir accidentes a causa de factores que van más allá de nuestra competencia. Los motivos de los accidentes pueden dividirse en cuatro grupos, teniendo en cuenta el agente que provoca el accidente:

  1. Infraestructura: mal diseño, fallas en la construcción, falta de inspección, falta de mantenimiento.

  2. Política de manejo: errónea filosofía operacional, falta de reglas y regulaciones, falta de seguimiento de reglas establecidas.

  3. Personal: falta de aplicación y refuerzo de reglas, ausencia de instrucciones, entrenamiento o capacitación inadecuados.

  4. Usuarios: desconocimiento de reglas y regulaciones, incumplimiento de las reglas, falta de habilidad física, conducta inadecuada, presencia de factores limitantes como uso de drogas o alcohol, desconocimiento de limitaciones y/o patologías físicas.

Propuestas prácticas para trabajar en la pileta

    Aquí se proponen dos circuitos para evaluar el dominio de algunas de las capacidades y maniobras relacionadas con la seguridad y salvamento en el agua. Este tipo de evaluación nos puede brindar información con respecto a la capacidad del alumno, tanto de nuestras escuelas de natación como de los profesorados, de resolver una situación de accidente en caso de que sea necesario. Son sólo dos ejemplos que pueden servir de modelo para armar circuitos o formas de evaluación que se ajusten a las necesidades del grupo de alumnos. Propongo a los lectores buscar más variantes o combinaciones apelando a los conocimientos y creatividad de cada profesional. Sugiero la lectura de Bucher (1995), Guerrero Luque (1993) y Vilte (1994) como autores que pueden ayudarnos a pensar mayor variedad de juegos o ejercicios.

  • Circuito de supervivencia:

    1. desde la parte baja del natatorio, 25m de nado subacuático (12m + 12m saliendo una vez a respirar)

    2. 1’ de flotación con: brazos en la cintura (30”), un brazo fuera del agua, codo en la superficie (15” con cada brazo)

    3. 25m de nado con piernas cruzadas

    4. 25m de una técnica de remolque a elección

    5. 1’ de flotación con ropa (remera o buzo y short o pantalón)

  • Circuito de salvamento:

    1. entrada al agua: salto de pie sin meter la cabeza en el agua

    2. crol con la cabeza fuera del agua y golpe de riñón para sumergirse

    3. búsqueda de un objeto en el fondo y trasladarlo hasta el borde

    4. 12m de un remolque + 12m de otro remolque a un compañero

    5. sacar a la víctima del agua (que no puede salir por sus propios medios)

Estrategias de seguridad para el uso de los natatorios

    A continuación se ofrece una selección de normas que, a mi criterio, ayudan a prevenir accidentes. Para ello es importante respetarlas y hacerlas respetar. Por supuesto que son pautas generales que no necesariamente se adecuan a todos los natatorios o medios acuáticos. Tampoco pretende ser una lista acabada, aunque extensa, ya que siempre podrán agregarse nuevas pautas para mejorar el uso de las piscinas.

  1. Antes de entrar al agua, conocer las normas locales y los niveles de profundidad de la pileta.

  2. Respetar las zonas señalizadas como zonas de peligro o profundas.

  3. Nunca nadar solo (siempre en presencia de alguien que pueda socorrernos o pedir ayuda).

  4. Que el niño sepa nadar no excluye la vigilancia responsable del adulto.

  5. No correr alrededor de la pileta (si resbala, puede golpearse la cabeza y caer inconciente al agua).

  6. El nadador tiene “derecho de paso” con respecto al que está entrando al agua.

  7. Nadar por el lado derecho del andarivel.

  8. No confiarse únicamente de los elementos flotantes con un alumno que no sabe flotar. Dichos elementos pueden desinflarse, invertir su posición y la de su usuario, o el usuario puede zafarse involuntariamente del mismo.

  9. El agua más fría tiende a provocar más calambres.

  10. La permanencia de una persona en el agua debe finalizar cuando la persona comienza a enfriarse (ver color de los labios, de la piel, temblores)

  11. Si hay sinusitis o infección de oído medio u otras afecciones nasales, no zambullirse reiteradamente de pie.

  12. Transmitir hábitos de higiene personal: ducha antes de entrar al agua, secarse bien al finalizar la clase.

  13. Evitar nadar dentro de la hora posterior a una comida importante, una actividad extenuante o cuando se haya transpirado mucho.

  14. No entrar al agua de una pileta descubierta con tormenta eléctrica.

  15. No jugar a empujar a otros al agua.

  16. No “jugar” a pedir auxilio o a ahogarse.

  17. No usar el trampolín o plataforma sin la debida autorización y vigilancia.

  18. El docente nunca debe dar la espalda al espejo de agua.

  19. Controlar el tipo y condiciones del piso (resbaladizo), el tipo de borde, si el agua está turbia (permite poca visibilidad del fondo y dificulta las maniobras de rescate) y la temperatura del agua antes de iniciar cada clase.

  20. Mantener ordenado el material pedagógico alrededor de la pileta para no obstaculizar el paso.

  21. Recomendar el uso de ojotas tanto alrededor de la pileta como en los vestuarios para no resbalarse y por una cuestión de higiene.

  22. No zambullirse de cabeza ni de pie en la zona baja de la pileta.

  23. El docente debe preparar el material que va a utilizar durante la clase antes del inicio de la misma, para no descuidar a sus alumnos cuando éstos ya hayan ingresado al natatorio.

  24. Cuando se arman los grupos por niveles, ante la duda, “nivelar para abajo”.

  25. Las reglas del lugar deben estar claramente legibles aún para personas con dificultades visuales.

  26. Adecuar las instalaciones para personas en sillas de ruedas.

  27. Limitar el uso de la pileta en función de: edad, altura, sobrepeso, historia médica, condición física, limitaciones por uso de drogas o alcohol.

  28. No permitir el uso de ropas inadecuadas, joyas, anteojos.

  29. Hacer respetar los lugares indicados para los ingresos y egresos del natatorio.

  30. En aguas abiertas (mar, lago, río) se agrega: no saltar hacia aguas no conocidas, no atravesar nadando un río caudaloso, no nadar o bucear cerca de embarcaciones, no usar sobrecargas, no ingresar con tormentas eléctricas.

A modo de conclusión

    Es sabido que la clase de natación, al llevarse a cabo en un medio como el agua, ofrece un componente lúdico intrínseco, ya que, el sólo hecho de estar en el agua suele resultar placentero y agradable, más allá de la actividad que se esté realizando. Basta ver la alegría con que los niños acuden a la clase de natación o esperan ansiosos la hora de pileta en las colonias de vacaciones. Y cómo cuesta, a veces, “arrancar” a los chicos del agua cuando damos por finalizada la clase. El contacto voluntario con el agua de un natatorio o de un medio natural (el mar, un río o un lago), genera bienestar siempre y cuando la persona no detecte alguna situación de peligro o incomodidad. Los profesores debemos aprovechar estas condiciones que nos ofrece el agua, para hacer de la clase un espacio de aprendizaje positivo, tratando de evitar situaciones en las que el alumno pueda sentirse incómodo o en situación de riesgo.

    Para finalizar, quisiera resaltar que el principal propósito de este artículo es favorecer la concientización acerca de la importancia de cuidar la seguridad en los natatorios, ya que ésta sería el primer paso para prevenir accidentes. Primer paso necesario, pero no suficiente. Luego, la importancia de una capacitación adecuada y completa para los profesores. La cadena se completaría si los docentes son capaces de transmitir estos principios a sus alumnos, para lo cual se hace necesario diversificar los contenidos a enseñar en las escuelas de natación. Esto sería posible si pudiéramos ampliar la mirada acerca del alcance que pueden tener las clases de natación en la formación integral del individuo.

    Recordemos que la responsabilidad frente al menos capacitado, al más pequeño o al más necesitado es irrenunciable para cualquier ser humano, lo cual tiene un valor educativo, moral y social que se relaciona con el cuidado de la propia vida y la vida del otro. Los profesores de Educación Física no sólo formamos cuerpos, sino que formamos seres humanos íntegros, y la enseñanza en valores (como el cuidado de la vida), debe ser un eje central y transversal en nuestra tarea. Este artículo intenta ser un disparador, y como tal, una invitación a seguir pensando y debatiendo sobre el tema.

Bibliografía

  • Bucher, W. 1000 ejercicios y juegos de natación y actividades acuáticas. Ed. Hispano Europea, 1995. Barcelona.

  • Chevallard, Y. La transposición didáctica. Del saber sabio al saber enseñado. Aique 1997. Buenos Aires.

  • Gabrielsen, A. Deportes acuáticos. Cap. 9. Hispano Europea. 1969. Barcelona.

  • Guerrero Luque, R. Guía de las actividades acuáticas. Paidotribo. 1993. Buenos Aires.

  • Peresenda, D. Salvamento acuático, cap. 7. R y C Editora, 2003. Buenos Aires.

  • Vilte, J. y Gómez, J. La enseñanza de la natación. cap. 7.2. Editorial Stadium, 1994. Buenos Aires.

Otros artículos sobre Actividades Acuáticas

  www.efdeportes.com/
Búsqueda personalizada

EFDeportes.com, Revista Digital · Año 17 · N° 171 | Buenos Aires, Agosto de 2012  
© 1997-2012 Derechos reservados