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El nacimiento del fútbol profesional argentino:
resultado inesperado de una huelga de jugadores
Julio D. Frydenberg (Argentina)
Profesor de Historia. Universidad de Buenos Aires
alaju@speedy.com.ar

Trabajo presentado en el IIº Encuentro de Deporte y Ciencias Sociales Facultad de Filosofía y Letras - UBA
Organizado por el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte - 6 de noviembre de 1999


Vélez Sársfield, 1931
Equipo de Vélez Sársfield que venció a San Lorenzo 4 a 3, el 11/10/31 ya en los comienzos de la era profesional
Foto: La Historia de Vélez Sársfield, Comisión de Asuntos Históricos. Buenos Aires, 1980

Resumen Hacia principios de 1931 los jugadores de fútbol de la liga oficial organizaron una huelga exigiendo la libertad de contratación con cualquier club, sin que para esto fuera necesaria la autorización de las instituciones. Durante el transcurso del conflicto aparecieron otros sectores sumados a los huelguistas: los dirigentes de los clubes; el estado, cuya actuación fue demandada por distintos grupos interesados; y el público –como referencia final, a la cual recurrían todos participantes. El torneo fue suspendido y el curso que siguió la huelga fue desconcertante para muchos de los participantes. Los jugadores no obtuvieron la libertad de cambiar de club, pero se les otorgó el "premio" de percibir una suma de dinero por jugar al fútbol. El resultado final –deseado o no- fue la instauración del profesionalismo.
Palabras clave: Fútbol Argentino. Orígenes del profesionalismo. Huelga de jugadores.


I

En momentos en que terminaba la temporada de fútbol de 1930, en abril de 1931 los jugadores de fútbol de la liga oficial, la Asociación Amateur Argentina de Football (AAAF) organizaron una huelga exigiendo la libertad de pasar de un club a otro sin la necesidad de la autorización de ambos clubes. Es decir, querían que se acepte la posibilidad de cambiar de club contando sólo con la aprobación del nuevo club que los recibirían.

Hasta entonces existía un sistema mediante el cual un jugador podía pasar de club con el consentimiento de ambas instituciones -no existía el pase libre. Si el jugador abandonaba su club y recalaba en otro sin el consentimiento del de origen, debía ser sancionado: no podía jugar en la categoría a la que pertenecía durante un período de dos temporada. Este castigo fue llamado "cláusula cerrojo o candado". Un acuerdo "de caballeros" entre los dirigentes de los clubes impedía la sustitución de la cláusula cerrojo por el pase libre.

Cuando la huelga se inició, al finalizar el torneo de 1930, la Asociación debía cumplir un compromiso de jugar un partido con la selección paraguaya en Asunción. Debido a que muchos jugadores seleccionados no se alistaron en el equipo nacional, plegándose a la huelga, fueron sancionados con la suspensión de su fichaje. Así, la lucha de los jugadores pasó a tener dos reivindicaciones: el pase libre y la amnistía para los jugadores penalizados.

Desde hacía muchos años el fútbol oficial estaba dominado por el llamado profesionalismo encubierto o amateurismo "marrón". Los mismos traspasos de jugadores tenían, en buena parte de los casos, causales económicas y no lealtades o afinidades afectivas. Si bien la práctica se generalizó desde principios de la década del '20, apareció mucho antes, y era tema de debate permanente en el país y en la Europa Continental1 .

El pago a los deportistas podía hacerse al estilo de un premio después de cada partido o sumado a un pago mensual en dinero. Consecuentemente, todo esto producía serios problemas administrativos a las entidades, que debían dejar constancia de las salidas así como de las entradas en dinero de sus respectivas contabilidades y balances. Otra forma muy difundida era la de ubicar al jugador en una institución pública o privada en la que aparecía como empleado, pero a la cual jamás asistía2 .

Algunos de los que reflexionaron en torno al nacimiento del profesionalismo en el fútbol argentino vieron unidos por una línea causal única, como el desenlace de un mismo conflicto, las reivindicaciones de los deportistas en huelga y la profesionalización del fútbol3 . En realidad, no parece haber existido conexión alguna entre ambos fenómenos. No existió una relación causal directa entre la huelga y la decisión de decretar el profesionalismo, a no ser que se crea, tal como se ha sostenido en el pasado, que el profesionalismo apareció para frenar las extremas exigencias de los jugadores4 . Cabe subrayar la superposición de dos conflictos: la huelga, por un lado, y el que giró en torno a la decisión de organizar el profesionalismo, este último en medio de una lucha enconada entablada entre los mismos dirigentes del fútbol.

Fueron conflictos cruzados así como lo fueron sus derivaciones. Finalmente, quedaron satisfechos casi todos los reclamos: se otorgó el pase libre y se impuso el profesionalismo. Pero tal como suele suceder en los procesos sociales las nuevas realidades emergen de forma muy distinta a los planes y las voluntades.

Tal vez, relatar la secuencia en la cual se fueron dando los hechos podría arrojar más claridad: a la preexistencia de cláusula cerrojo y el marronismo le sucedieron las pretensiones de los jugadores y convocatoria a una Asamblea general de la Asociación Mutualista de jugadores de football; de esa reunión partieron los jugadores en una marcha hacia la Casa Rosada para concretar una reunión previamente solicitada y pedir la mediación del nuevo presidente, quien aceptó hablar con un periodista y vocero de los huelguistas5 . El General y Presidente Provisorio Uriburu demostró darle poca importancia al tema y lo derivó al Intendente Guerrico, quien citó a los presidentes de los clubes para el 27 de abril. En esa reunión, les dijo que la "huelga y el profesionalismo estaban unidos", y conminó a los dirigentes a resolver los problemas6 .

Si bien la polémica - dentro del marco de los dirigentes del fútbol- entre amateuristas y profesionalistas había aparecido desde los inicios de la década del '10, desde hacía algunos años distintos grupos de dirigentes venían trabajando con la idea de organizar una liga profesional7 .

Luego del encuentro con los gobernantes y la presión ejercida por los jugadores, la abrumadora mayoría de los dirigentes de los treinta y ocho clubes de la primera división de la Asociación estaban definitivamente en favor del profesionalismo, pero la lucha giró en torno al modo de concretarlo. Los clubes más poderosos tomaron la delantera suponiendo que el desarrollo del espectáculo -condición necesaria para el profesionalismo- necesitaba de una liga de pocos y poderosos. Así, construyeron su propia federación, la Liga Argentina de Football (LAF). Esta entidad -ilegal a los ojos de la FIFA- armada por una quincena de clubes, impuso el profesionalismo sin pase libre. Elaboró un contrato tipo y rápidamente puso en marcha el nuevo sistema.

La vieja Asociación Amateur, que quedó vaciada y sólo habitada por clubes más chicos y con pocos recursos, declaró inmediatamente abolida la cláusula que impedía el pase libre de jugadores entre clubes, junto con una amnistía total. Así, la Asociación de futbolistas consideró "ganada" y consecuentemente resuelto el conflicto que había dado origen a la huelga.


II

Conviene poner el acento en la singular participación del Estado, al analizar la situación planteada por los jugadores y la consiguiente solución a lo que pareció en algún momento un callejón sin salida.

En principio, es notable el interés de los todos los protagonistas por la opinión y la acción estatal. Los jugadores recurrieron abiertamente al jefe del Estado proponiéndole juegue de mediador en el conflicto. Los canales entre los dirigentes de los clubes y de las ligas oficiales estuvieron abiertos con funcionarios de distintos niveles, en un eterno ida y vuelta. La relación entre Estado y dirigentes de liga puede vincularse al similar origen social y familiar de los personajes. Pero además, con la actuación del Presidente Marcelo T. de Alvear en 1926, laudando diferencias entre las dos asociaciones existentes para logra la unión de ambas, el fútbol se transforma en materia gobernable8 .

Nos encontramos en una situación en la cual la voz del Estado era solicitada y muy bien recibida por todos sectores. Los jugadores no estaban organizados en torno a ninguna bandera política general, y siguiendo el tono de la época radical, vehiculizaron su protesta a través de los despachos oficiales, cumpliendo así el Estado su papel de mediador y árbitro en los conflictos sociales9 .

Tal como se vio arriba, huelga y profesionalización fueron dos problemas que pesaban sobre el fútbol oficial pero sin relación de causa efecto alguna entre ellos. Los jugadores jamás pidieron el profesionalismo, que por lo demás, jamás debatieron en sus asambleas. Los dirigentes recibieron delegaciones de jugadores y se mostraron cerrados a cualquier acuerdo sobre el pase libre. Pero apareció el Estado. Los jugadores en su pintoresca marcha hacia la Plaza de Mayo y entrevistándose con el jefe del Gobierno Provisional. El Intendente Guerrico reuniéndose con los dirigentes de los clubes. En ese encuentro el funcionario unió las dos cuestiones en un solo haz.

El argumento que dominó la reunión entre el alcalde y los dirigentes se basaba en la creencia de que el profesionalismo era deseado por los jugadores. Pensaban que con el conflicto tenía raíces económicas. En definitiva con el profesionalismo, los huelguistas lograrían cobrar más dinero que hasta entonces, y consecuentemente, desecharían el pedido del pase libre10 .

El funcionario conminó a los presidentes a aprovechar la situación del conflicto huelguístico para hacer algo que, por un lado solucionaría la huelga y, por otro, provocaría un cambio notable en la del fútbol oficial, beneficiando a las instituciones.

Tal vez de manera un tanto inesperada para el propio funcionario, la iniciativa produjo en los dirigentes un efecto de liberación de viejas ataduras y prejuicios respecto de la instauración del profesionalismo. El Intendente logró la unidad de los dirigentes de clubes más importantes bajo el paraguas que él mismo brindaba al incentivar la llegada del profesionalismo. Es decir, dio permiso, legitimando la opción por el deporte profesional, como paso necesario para destrabar el conflicto huelguístico y a la vez, reorganizar el espectáculo deportivo.

Los hombres que dirigían el Estado, desde una posición estratégica y formando parte del bloque de poder, ven y actúan direccionalizando al conjunto social11 . La actuación de Guerrico es definitoria para apurar, dar una orientación y una definición a los problemas planteados. Un pequeño esfuerzo, un pequeño gesto ayudó a resolver lo que para los dirigentes del fútbol se presentaba como un dilema. Con una maniobra -tal vez sólo posible desde el lugar que une la (necesaria) pertenencia a una parcialidad y jerarquía estatal- disciplinó, reagrupó a los dirigentes, apuró la reorganización del espectáculo y destrabó la huelga.

Así, a través de su actuación en la serie de reuniones - públicas o secretas- el Estado legitimó la postura en favor del profesionalismo y lo ligó al conflicto de los jugadores12 . De ahí en más los dirigentes no dudaron. Con el tiempo, y durante la misma década los lazos entre los clubes y el Estado se hicieron más fuertes, girando siempre sobre la base de la constitución y desarrollo del gran espectáculo13 . A partir de ese momento, entre los dirigentes, la polémica amateurismo o profesionalismo pasó un segundo plano. Y esto no debería considerarse un detalle irrelevante. La dirigencia de los clubes de fútbol arrastraba el peso de una tradición que emparentaba la práctica deportiva al ideal del fair play y del amateurismo. El profesionalismo tuvo, en líneas generales, "mala prensa". Se pensaba que su llegada implicaría la puerta de entrada de los peores males dentro del inmaculado mundo del deporte14 . . No fue casualidad la aparición de una serie de justificaciones los días posteriores a la creación de la LAF. En la prensa escrita pueden leerse declaraciones en las que los dirigentes sostenían que dedicarían parte de las entradas al mejoramiento de instalaciones, que promovían el profesionalismo para mejorar el espectáculo, que serían los primeros en velar por la deportividad de los jugadores y la imparcialidad en el juego, etc.


III

El Intendente mostró el camino que destrabó el trance. Encauzó la acción de los dirigentes y los comprometió a resolver el problema con urgencia.

Los presidentes de los clubes de la AAAF quedaron con la tarea15 . Rápidamente, se dividieron en dos grupos. El primero quedó constituido por la mayoría de los clubes más poderosos, por su caudal societario y de boletería. Las cabecillas de este grupo propusieron un modelo de liga profesional "cerrada", solo integrada por pocos y grandes. Los "rupturistas" o "cerrados" obraron rápidamente y con cierta agilidad. Aprovecharon la oportunidad para dar varios golpes simultáneamente: terminar con la ilusión del pase libre y decretar el profesionalismo. Todo en un movimiento, junto con la creación de una superliga de pocos. Obviamente, para el cambio de las estructuras orgánicas del fútbol federado, no se consultó ni a los socios de los clubes, ni a los jugadores16 .

El segundo grupo de entidades, se formó por los clubes marginados de la LAF y que quedaron en la AAAF. En su mayoría, no eran menos profesionalistas que aquellos, sólo que permanecieron fuera del gran juego. Sin el concurso de las grandes instituciones era impensable abandonar el amateurismo. Ese relegamiento implicó la muerte de varios de esos clubes, o por lo menos, de la práctica del fútbol competitivo dentro de estas instituciones17 .

Respecto del profesionalismo, los dirigentes veían sus beneficios y sus perjuicios. Los primeros implicaban el blanqueo de una situación administrativa intolerable, en la cual, los clubes debían manejar varios sistemas contables paralelos. Además, suponían que con el cambio de sistema, podrían manejar los montos de los pagos a los jugadores, es decir establecer topes para los pases, primas y contratos: una ilusión.

Ideológicamente implicaba un paso riesgoso. Como se vio arriba, el profesionalismo podía aparejar el relajamiento de lo que quedaba por relajar en materia de conductas deportivas dentro de las canchas: un peligro.

A poco tiempo de avanzar la huelga y esbozada la decisión de la nueva organización del fútbol, apareció un fantasma. Un empresario teatral fundó la "Corporación Argentina de Jugadores de Football", a través de la cual se disponía a generar un poco claro emprendimiento mezcla de "empresa, club y equipo", ofreciendo contratos a jugadores con la intención de participar del torneo. Ante esta situación, la Asociación Mutual de Jugadores se declaró en contra de la firma de contratos de sus afiliados con tal personaje. Paralelamente, los dirigentes se inquietaron ante esta aparición: una operación que desde fuera de los clubes intentaba colarse en el universo de competidores, con el sólo y claro objeto de participar de un negocio. A través de varias declaraciones en la prensa, los dirigentes difundieron sus posiciones. En principio, sostuvieron que la aparición del llamado "capitalista" era una estratagema de los jugadores para presionarlos. Luego, cuando la asociación de jugadores declaró no ver con buenos ojos a dicho personaje, los dirigentes sostuvieron la intención de impedir la participación de emprendimientos por el estilo dentro del mundo del fútbol.

Probablemente este empresario haya visto lo mismo que los dirigentes. Una veta, una generosa y extraordinaria posibilidad de entrada de dinero realizada a través de una inversión de relativa significación. En realidad, nadie sabía muy bien cual sería la relación entre la inversión (comprar los pases y arreglar los contratos con los jugadores) y los futuros ingresos. No obstante, y a pesar de algunas dudas, se suponía que se estaba abriendo la puerta a un nuevo escenario económico. En buena medida el optimismo era razonable.

La novedad del profesionalismo, en el marco de la creación de una nueva liga, generó una especie de beneficio económico extraordinario para los clubes más ricos. La LAF quedó fuera de la FIFA, que reconocía como liga oficial a la AAAF, lo cual, habiendo sido deseado o no, generó una ganancia excepcional. La nueva LAF no pagaba el pase de los jugadores por primera vez contratados a ninguna institución, o por lo menos no estaba obligada a ello. Con la escisión, se había roto de hecho el antiguo pacto de caballeros y se había generado otro nuevo, esta vez sólo con los caballeros de los clubes que integraban la LAF. Es decir que, un club como River interesado en contratar a un "crack" como Carlos Peucelle, no negociaba con el club de origen del jugador, el Sportivo Buenos Aires, que no pertenecía a la LAF, sino que lo hacía directamente con el jugador18 . Los dirigentes de la nueva liga establecieron un convenio secreto en el cual se obligaban a no quitarse jugadores entre ellos durante el primer año de vida de la nueva entidad profesional.


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revista digital · Año 4 · Nº 17 | Buenos Aires, diciembre 1999