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La formación del futbolista en sentido amplio. ¿Realidad o ficción?

 

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (Universidad Autónoma de Madrid)

Especialización en Metodología de Alto Rendimiento en Fútbol por la Universidad de Oporto, Portugal

Diplomado en Magisterio de Educación Física (Universidad Autónoma de Madrid)

Máster en Innovación, Evaluación y Calidad en Educación Física (Universidad Autónoma de Madrid)

Coordinador de fútbol base del C.F. Liceo Sport

Rubén Sánchez López de Toro

ruben.football@hotmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          Hablamos de formación deportiva en sentido amplio, cuando la formación del futbolista adquiere intencionalidad educativa. Para ello, parece necesario evidenciar explícitamente una dimensión educativa, junto a las dimensiones (táctica, técnica, física y psicológica) que definen el nivel de rendimiento en fútbol, al igual que en otros deportes. Pensamos que, si la interacción de estas cuatro dimensiones determina el rendimiento del futbolista, la idea pasa por otorgar la importancia que merece a la dimensión educativa, pues es ésta, la que contribuirá notablemente en la permanencia de los resultados competitivos a lo largo del tiempo.

          Palabras clave: Futbol. Formación. Educación deportiva. Talento.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 17 - Nº 168 - Mayo de 2012. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    ¿Cuántos “chicos que lo tienen todo” para ser futbolistas se pierden por el camino hacia el éxito? ¿Cuántos jugadores despuntan en categorías inferiores y más tarde desaparecen? ¿Cuántos jóvenes jugadores sudamericanos llegan con la etiqueta de estrella a las grandes ligas europeas y no terminan por revelar su potencial?

    Temporada tras temporada podemos apreciar una gran cantidad de “chicos que lo tienen todo” para triunfar en este deporte, y que no logran cumplir su sueño. El principal problema, es que aunque parezca que lo tienen todo, no lo tienen, pues en muchas ocasiones, carecen de las orientaciones adecuadas y de una buena educación deportiva. Una educación deportiva que les permita entender la magnitud de la que puede llegar a ser su profesión.

    En cuanto se supera la edad de los quince años, son muchos los chicos talentosos que se pierden, y pocos los que consiguen entender que para llegar a la élite es necesario cuidarse. Algunos piensan que no pasa nada por acudir a un entrenamiento habiendo dormido tres horas, pero todo acaba por pasar factura. El compañero que durmió ocho horas tendrá más probabilidades de llegar a la cima. Jugadores profesionales que no parecían revelar un gran talento en su infancia, fueron capaces de asimilar su profesión, entendiendo que para poder disfrutar, primero hay que sufrir y renunciar a muchas cosas; pues como expone Garganta (2007), por mucho talento que tengo un niño, solo después del entrenamiento podrá ser jugador de fútbol.

    Y es que se antoja muy difícil poder sujetar a chicos adolescentes, que de la noche a la mañana, tienen de todo. Por ello, parece indispensable la construcción de un modelo de formación deportiva, en el cual, la dimensión educativa adquiera cierto protagonismo.

Fútbol: ¿odio o pasión?, ¿marginación o exaltación?

    “Cuando salían de la cancha, los abucheos y silbidos dedicados a Martín fueron de película. Benja no estaba en ánimo de festejar el triunfo, aunque en las duchas los demás cantaban a grito pelado y todos lo abrazaban por aquel golazo fenomenal. Benja no podía dejar de pensar en Martín. La otra noche, en la pizzería, le había dicho: Cuando te enfrentes al arco, tira con ganas, así me luzco. Bueno, y él había tirado con ganas. Cómo iba a imaginar que a un golero como Martín la pelota le fuera a pasar por entre las piernas. Benja bien sabía que, de aquí a la Polinesia, para un golero eso significaba la vergüenza universal. ¿Estaría el agente europeo en la tribuna? ¿Cómo podía el bueno de Martín tener tanta mala suerte?” (Benedetti, 1989)

    Hace tiempo, pude ver un reportaje muy interesante, sobre el fallecimiento de Mario Benedetti, uno de los grandes escritores del siglo XX. En dicho reportaje se mostraba el fútbol como la gran pasión de esta persona tan culta, desmarcándose de ciertas opiniones públicas en las que se reconoce al fútbol como el deporte por excelencia de la gente violenta e inculta. Esta circunstancia ha propiciado que el fútbol sea considerado por multitud de personas el eje de muchos de los problemas de violencia en el deporte, pues tal y como manifiestan Garganta y Pinto (1997), es posible constatar la existencia de significativas “resistencias” a nivel del reconocimiento del potencial educativo y formativo que esta modalidad, como materia de enseñanza y entrenamiento, encierra. Tal hecho, no ha pasado desapercibido en el ámbito educativo, produciéndose cierto movimiento de “marginación” hacia el fútbol entre numerosos docentes del área de Educación Física en educación primaria y secundaria, y a su vez, en diversos planes de estudios de formación universitaria.

    Este movimiento de “marginación” que está sufriendo el fútbol en el ámbito educativo, únicamente propicia más ignorancia sobre el potencial de este deporte. Y es que, en realidad debería ser obligatoria la formación de “actores y espectadores críticos” tanto en la escuela como en clubs deportivos, a partir de formadores con una buena formación. Paradójicamente, mientras parte de nuestro sistema educativo fustiga al fútbol en España, en otros países cuidan y miman a sus deportes más populares y arraigados dentro de este contexto.

    Y es que el fútbol ha alcanzado una popularidad sin precedentes en todos los rincones del mundo, arrastrando ese bendito problema, que es fenómeno de masas, y se constituye como el deporte preferido de nuestra sociedad. Aquí en España, todo el mundo habla de fútbol, y todo el mundo “sabe” de fútbol; lo que conduce a que el fútbol sea un deporte maltratado desde el punto de vista formativo, pues parece que cualquiera puede “sentarse en un banquillo”. Sin embargo, es sencillo apreciar que son todavía pocos, los que lo hacen desde la planificación y la coherencia. Garganta (1993) refiere que, las metodologías de enseñanza son cosa rara y las que existen constituyen materia casi ofensiva para aquellos que insisten en la idea de que, en el fútbol, todo está inventado.

    De ahí, que vivamos en una sociedad en la que todo el mundo tiene como segunda profesión entrenador de fútbol. Es por esto, por lo que el fútbol asume este papel sumiso en la actualidad. Pienso que ya es hora de darse cuenta que, aquellos aficionados que utilizan el fútbol como medio para desfogar su ira en forma de violencia, fueron “personas”, que con seguridad no recibieron una formación deportiva en sentido amplio, y por ello jamás pudieron educarse deportivamente, pues la formación deportiva es mucho más que la educación deportiva, pero nada sin ella.

¿Qué idea de formación deportiva queremos transmitir?

    “No tiene sentido tratar de empujar el río o acelerar la vendimia. El granjero que está deseoso de ayudar a que sus cultivos crezcan y sale por la noche y tira de los tallos nuevos de una planta, inevitablemente acaba por pasar hambre” (Jackson y Delehanty, 1995)

    Cada club puede tener su idea y filosofía de cómo formar un futbolista, pero hay aspectos indiscutibles e incuestionables que deberían ser de sentido común. Formar futbolistas, es un proceso largo y complejo porque estamos tratando con personas, y no con objetos. Esto es olvidado por muchos “profesionales”.

    La formación, en sentido global, es enseñar un conjunto de contenidos con una orientación e intención coherente. Cuando la formación está mal orientada nos lleva a la deformación. La deformación es ese tipo de formación desvirtuada, es decir, negativa. Cuando el concepto formación se relaciona con el concepto deporte, en general, o futbol en particular, no puede desligarse de estos aspectos. Por eso, el proceso de formación en fútbol tiene que estar orientado hacia contenidos de tipo educativo, de preparación y de competición, por este orden de relevancia; que respondan a unos objetivos bien definidos. Según Castejón (2004), en la educación deportiva se encuentran todos aquellos aspectos que hacen que los sujetos tengan una formación que va más allá de la simple práctica.

    Por tanto, desde mi punto de vista:

Formación = Educación + Preparación + Competición

Figura 1. El proceso de formación deportiva en un sentido amplio

    Si es la calidad del entrenamiento y de la preparación las que pueden asegurar, en gran parte, la calidad de los resultados competitivos (Garganta, 2008); será la calidad de la educación, la que asegure la cantidad de calidades, es decir, la permanencia de estos resultados. Por tanto, y una vez más, la formación del futbolista es más que su educación, pero sin educación, ya no podemos hablar de formación en sentido amplio. Tendremos que hablar de otra cosa…

    Valdano (1987) afirma que el entrenador de jóvenes futbolistas que sepa entender la magnitud docente de su función, entenderá que el fútbol es un vehículo de refinamiento cultural tan bueno como cualquier otro, digan lo que digan aquellos que lo desprecian porque no lo conocen, que lo subestiman porque no lo entienden. Esto nos lleva a presagiar que, cuando nos orientamos por la victoria en procesos formativos ligados al fútbol base, estamos caminando hacia la deformación; pues hay que tener en cuenta que el proceso de formación acontece en un marco intencional (dentro del club-equipo), pero tiene un claro sentido social (formar jugadores de fútbol, a la vez que personas competentes y autónomas, ya que con suerte 1 de cada 10.000 niños, llegará al estrellato, pero los otros 9.999…).

    Cuando los modelos de formación deportiva se desarrollan orientados únicamente por el deporte de alto rendimiento, es deber de los clubs y formadores cambiar esta situación. ¡Tienen que luchar por la transformación!

    Muchas veces hay que plantearse si ganar un partido, vale tanto como perder la sonrisa de un niño, su ilusión por el fútbol. Según un estudio de Torregrosa y cols. (2008), el papel del entrenador es determinante en el compromiso y la diversión de los futbolistas jóvenes; así como vital a la hora de reducir el riesgo potencial de abandonos.

Educación deportiva, ¿escalafón principal de la formación deportiva?

    “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol” (Camus, 1957)

    Muy posiblemente el mito de que el deporte constituye una práctica esencialmente educativa ha contribuido a que muchos planteamientos de enseñanza deportiva se centren casi exclusivamente en la promoción de aprendizajes técnico-tácticos (Velázquez, 2002). Hay que entender por tanto, que no puede existir educación deportiva, si no existe un modelo de formación deportiva, sobre el que se asiente dicho proceso.

    Según Julio Garganta (1983), se debe programar en base a tres tipos de objetivos: objetivos de formación, preparación y competición. Cuándo este autor hace referencia a los objetivos de formación, está refiriéndose a lo que aquí entendemos como educación deportiva. Se ha querido dar este matiz porque, formar a un jugador de fútbol es ayudarle a desarrollar todas sus capacidades, entendiendo este proceso como algo interminable. Los objetivos de preparación se redactan a principio de temporada con la intención de enseñar un conjunto de aspectos ligados al fútbol, teniendo en cuenta diversos aspectos, entre los que podemos destacar: el contexto y la filosofía del club, la concepción del entrenador, la edad y el nivel de pericia de los jugadores. Los objetivos de competición engloban por un lado, aquellas metas que debe de alcanzar el equipo al final o durante la temporada; y por otro lado, aquellos contenidos que utilizamos durante los entrenamientos con el fin de trabajar los errores producidos en el último partido y superar al adversario del siguiente encuentro. En este caso, la preocupación es enseñar un saber jugar adaptativo a las necesidades que demanda cada partido.

    De este modo, los objetivos sobre los que se debe regir el proceso de formación deben ser invertidos del alto rendimiento al deporte base. Es decir, mientras en alto rendimiento el principal objetivo es la competición deportiva, en las etapas de base se debe situar la formación de la persona como objetivo principal, es decir, lo principal de este proceso de formación es la educación deportiva; y es lo que diferenciará al formador del entrenador. Esto es algo que también apunta Luis Fradua (2004) cuando afirma que, cuanto más alejados estamos del objetivo final de ser jugador profesional, más importancia se debe dar a la formación.

Figura 2. Objetivos del entrenador (fútbol profesional) y objetivos del formador (fútbol base) por orden de relevancia

    Como ya hemos visto, desde nuestra idea, los conceptos de formación deportiva y educación deportiva, son dos conceptos diferentes, pues para que exista educación deportiva, es necesaria una formación deportiva cuyo objetivo principal sea la formación de la persona en todas sus capacidades (cognitivas, motrices y morales). Dicho de otro modo, la educación deportiva debe de ser para la formación deportiva, lo que los cubiertos son para la mesa en nuestra cultura. Pues los cubiertos además de lucir con su presencia, son utensilios que debe utilizar todo comensal. Por tanto, y siguiendo a Castejón (2004), la educación deportiva implica un respeto por la práctica deportiva con beneficio para la persona que lo ejerce, como para las personas que lo quieran ejercitar.

Una propuesta de objetivos de educación deportiva

    Todo club deportivo debe programar un modelo de actuación coherente, en el cual se asienten las bases de un proceso de formación deportiva bajo una cuidada línea de trabajo, que se conserve en todas las categorías. Para aventurarse en este propósito, se deben definir los objetivos generales que configuren la dimensión educativa a la que antes hacíamos alusión y que den sentido al proceso de educación deportiva en la formación deportiva del futbolista. De este modo, se expone a continuación una serie de objetivos a modo de ejemplo:

  • Conectar la participación del niño o niña en su equipo con el desarrollo de su moralidad, a partir de la potenciación de valores morales y sociales, tales como, el respeto, la generosidad, la cooperación. (Arnold, 1986; 1991: 55)

  • Considerar al niño o niña como lo más importante y no la actividad que realiza (en este caso el fútbol).

  • Fomentar un espíritu de juego limpio (fair play).

  • Potenciar el carácter educativo del fútbol, desarrollando la formación del niño o niña educativamente y futbolísticamente.

  • Implicar a la familia en el proyecto del club, pues es una entidad fundamental para la socialización del niño o niña, en el proceso de formación deportiva. Como señala Coca (2008), en el entendimiento mutuo de la tarea que desarrollan padres y entrenadores, el primer beneficiado va a ser el niño, y también el primer perjudicado si la acción entre unos y otros no es solidaria.

  • Considerar y valorar todos los agentes inmersos en el proceso de formación deportiva: educadores/entrenadores, público, padres, árbitros, etc.

  • Establecer una filosofía de formación deportiva en su sentido amplio, relativizando los resultados y promoviendo la participación.

  • Propiciar un clima democrático a través del diálogo, la reflexión crítica, el planteamiento de cuestiones morales y el debate en grupo.

  • Transmitir un sentimiento de pertenencia al club.

    Estos objetivos determinan la coherencia de la programación y representan el “mínimo” desde donde comenzar a “andar”. Deben ser comunes en todas las categorías de base de un club deportivo, y por ello conocidos, tanto por los formadores, como por los niños y sus familias. Si la coherencia de la programación está marcada por los objetivos presentados que pertenecen fundamentalmente a la dimensión educativa; la progresión de dicha programación a lo largo de las categorías, se ve afectada por los objetivos de preparación y competición que hacen referencia a las dimensiones táctica, técnica, física y psicológica. Estos objetivos deben ir variándose de acuerdo al grado de desarrollo de los niños y niñas, púes no se puede permitir que un equipo sea dirigido cada temporada, por un “entrenador” que desconoce casi por completo lo que se ha hecho con este conjunto de niños o niñas en la temporada anterior y que a su vez, se limite a enseñar unos contenidos sin una conexión lógica en el entramado del club.

Conclusión

    Hemos querido subrayar el papel de la dimensión educativa dentro del proceso de formación de futbolistas. Nuestro planteamiento sostiene que, si la interacción de las dimensiones táctica, técnica, física y psicológica determinan el rendimiento del futbolista, la idea pasa por otorgar la importancia que merece a la dimensión educativa, pues es ésta, la que garantizará la permanencia de los resultados competitivos a lo largo del tiempo.

Figura 3. Dimensiones del juego que determinan el rendimiento del deportista

    Para trabajar la dimensión educativa, es necesario poner en práctica una serie de contenidos que potencien aquello que buscamos, entre los que se pueden destacar, el respeto por todos los agentes que intervienen en la práctica deportiva (compañeros, adversarios, árbitros, entrenadores, familiares, etc.), la aceptación y valoración del reglamento, el jugar de forma limpia, el diálogo con los jugadores tanto a nivel individual como grupal, la reflexión crítica y constructiva, el planteamiento de cuestiones morales y el debate en grupo.

    Por ello, muchos formadores deben sobrepasar aquella barrera en su pensamiento que les impide apreciar la educación deportiva como parte importante del proceso de formación deportiva, y no como un itinerario desechable en la formación del futbolista. El punto de referencia implica dejar de cuestionarse si “formar personas o futbolistas” y comenzar a trabajar sobre el “formar personas y futbolistas”, ya que el “saber ser y estar” y el “saber y saber hacer” siempre deben ir de la mano, como si fueran dos organismos mutualistas, es decir, la relación entre uno y otro produce beneficio para ambos, conduciéndonos a un “saber jugar”.

Bibliografía

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  • Torregrosa, M. y Cols. (2008) El clima motivacional y el estilo de comunicación del entrenador como predictores del compromiso en futbolistas jóvenes. Psicothema. Vol. 20, Nº 2, 254-259pp.

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