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El impacto ambiental de las actividades físicas desarrolladas en el 

medio natural. Factores que determinan su mayor o menos incidencia

 

*Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Diplomada

en Magisterio de Educación Primaria: Especialidad de Educación Física

Doctora en Educación por la Universidad Complutense. Profesora

en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid

**Licenciado en Educación Física. Doctor en Actividades Físicas y Deporte

por la universidad Politécnica de Madrid. Profesor Titular de la Facultad

de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid

***Licenciado en Educación Física. Profesor Titular de Escuela Universitaria

en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid

Elena Ramírez Rico*

Juan del Campo Vecino**

César Fernández-Quevedo Rubio***

quevedo@edu.ucm.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          En este artículo se hace una primera aproximación al tema del impacto ambiental que producen las Actividades Físicas en el Medio Natural sobre los espacios que les sirven de soporte, analizando los factores que inciden en que el grado de presión sobre el medio sea mayor o menor, siendo los tratados, entre otros, el tipo de deporte o actividad, la especialidad dentro de dicho deporte y el ámbito en el que se enmarca determinado deporte.

          Palabras clave: Impacto, aventura, naturaleza, medio ambiente.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 164, Enero de 2012. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Son innumerables los términos que se vienen utilizando para denominar al conjunto de prácticas que utilizan como soporte el medio natural, sin embargo, en los últimos tiempos, dentro de lo que podríamos denominar el ámbito educativo, que cada vez está teniendo más aceptación, se esta convirtiendo en el vocablo de uso más común, el de “Actividades Físicas en el Medio Natural”.

    Iniciamos el artículo que nos ocupa con esta puntualización, en torno al término que cataloga estas prácticas, para señalar que es tal la importancia que cobra el espacio físico donde tienen lugar todas estas actividades que incluso se incluye en el título de las mismas.

    Defendemos que el medio natural no sólo representa el lugar material donde se puede realizar la acción sino que, en la práctica, constituye el elemento básico que otorga autentico sentido a la misma. Sobre este planteamiento, no acabamos de entender la urbanización de estas actividades; la práctica en espacios artificiales -rocódromos, canales, pistas de esquí- puede ser de utilidad para la adquisición o perfeccionamiento de determinados gestos técnicos, pero en ningún caso ofrece las sensaciones que da el medio natural; sus sonidos o silencio, sus paisajes, sus olores, su constante evolución, su majestuosidad o nuestra inferioridad, etc., todo esto nunca lo va poder ofrecer ninguna instalación artificial. Las “prácticas urbanizadas” pueden ser un complemento, pero pierden la esencia de las Actividades Físicas en el Medio Natural.

    Por ello valorando, nunca en el grado que merece, la importancia que tiene el Medio Natural, entendemos que es de suma importancia analizar y conocer en que medida las Actividades Físicas en el Medio Natural inciden en el deterioro del marco que las sustenta y da sentido.

    Cualquier actividad humana, por insignificante que parezca, tiene sus efectos: positivos o negativos, sobre la naturaleza. Las Actividades Físicas en el Medio Natural no son una excepción, es más, dado el auge que han adquirido en los últimos tiempos, sus efectos pueden resultar más agresivos de lo que se piensa.

    Es cierto que difícilmente las consecuencias que tiene la práctica de las Actividades Físicas en el Medio Natural van a ser semejantes a las que resultan del funcionamiento de la industria o la construcción, pero no es menos cierto que resulta contradictorio el hecho de que aquellos que, supuestamente, sienten atracción por el medio natural sean quienes provoquen su deterioro. Casi podría decirse que éticamente es más reprochable el comportamiento de estos últimos.

    En resumen, hemos de reconocer que las actividades que nos ocupan tienen un efecto sobre los espacios que las acogen, algunos beneficiosos, como los recursos económicos que generan y revierten en su conservación, de hecho la aparición de estas actividades ha supuesto la recuperación de zonas rurales condenadas al abandono, y otros negativos que se traducen en el deterioro ambiental y se reflejan en un detrimento de la calidad de vida. Pero, ¡cuidado!, “Dañar el medio es atentar contra nuestra salud”.

    El objeto de este trabajo es aportar alguna idea que contribuya a reducir, aunque sea en mínima medida, el impacto ambiental que producen las Actividades Físicas en el Medio Natural. Para ello se centra el documento en conocer de que forma estas actividades inciden en el medio.

    Del mismo modo que no es posible corregir un defecto en la técnica de ejecución de un gesto deportivo si no se sabe que se está cometiendo, no se pueden corregir comportamientos negativos para con el medio si se desconocen sus efectos. Una vez conocidos causas y efectos resulta factible arbitrar acciones que minimicen el impacto.

Factores que determinan el Impacto Ambiental de las Actividades Físicas en el Medio Natural

    Sí analizamos los efectos que producen estas actividades sobre el medio, resulta evidente que los mismos y su grado de intensidad van a ser muy diferentes, variando en función de toda una serie de factores que enumeramos y comentamos a continuación:

1.     El Tipo de deporte o actividad

    Bajo la denominación de Actividades Físicas en el Medio Natural se integran un gran número de heterogéneas actividades, indudablemente con muy distintos efectos sobre el medio ambiente natural en que se desarrollan. Pero, reconocida esta diferencia, debemos señalar que dado los diversos espacios que utilizan, resulta muy complicada la catalogación de las mismas según el grado de impacto que producen, ahora bien, si es posible expresar algunas consideraciones de carácter general.

    Jackson (1986) examinó el efecto que la participación en dos tipos de actividades –appreciative activities y consumptive activities- tenía sobre el comportamiento y actitud medio ambiental de los practicantes, donde se veía que las “actividades apreciativas” –senderismo, camping, etc. son más respetuosas que las “actividades consumistas” –caza y pesca-.

    También, de forma general, podemos afirmar que aquellas que utilizan energía auto generada siempre van a resultar más respetuosas con el medio que las que se valen de artefactos mecánicos motorizados.

    Y por último, las que requieren de grandes infraestructuras y acondicionamiento del espacio –pistas de esquí-, también se pueden incluir entre las más perjudiciales. En realidad somos de la opinión que cuando para realizar una actividad son necesarias importantes obras previas, la misma no debería catalogarse como Actividades Físicas en el Medio Natural, pues su práctica tiene lugar sobre espacios artificiales, aunque se construyan en medio del más bello entorno.

    Esta idea no es ni mucho menos original, ya en el año 1923, D. Constancio Bernardo de Quirós (en Rincón, 1989) expresaba lo siguiente:

    “los esquiadores son mundanos a quien la montaña no interesa por sí misma. Sobre una pista artificial, con un fondo de telones pintados y en una atmósfera de Palacio de Hielo, seguirán practicando sus ejercicios, con tal de moverse en una vida social, alegre y confiada, con la exótica indumentaria y atavíos recomendados en catálogos de objetos de sport más exigentes. ¿Cuan distintos del verdadero montañero que recorre las sierras en pequeños grupos silenciosos, vestidos de tonos oscuros, tendiendo a confundirse con la gente del país, enamorado activa y contemplativamente de las diversas manifestaciones de la montaña” (p. 18).

    Esto era lo que se pensaba, hace casi un siglo, de una disciplina que, por aquel entonces, carecía de remontes mecánicos, donde el acondicionamiento de la pista se producía como resultado del deslizamiento de los propios esquiadores y la nieve caía del cielo.

2.     La Especialidad dentro de dicho deporte

    Dentro de un mismo deporte se pueden practicar muy distintas especialidades, cuyos respectivos impactos pueden ser bien diferentes.

    Sin ir más lejos, volviendo al tema del esquí; cuando se hace referencia a este deporte, la inmensa mayoría de los presentes se figura una pista de esquí con sus remontes y un elevado numero de practicantes deslizándose pendiente abajo, y es que ésta es la especialidad más popular, pero también, con diferencia, la menos respetuosa para con el medio.

    A este respecto Pedraza (1988), referido a la ampliación de las infraestructuras en la Sierra Madrileña comenta que “No parece congruente que, lo que se promociona como “una actividad en contacto con la Naturaleza”, sea utilizado para transformarla radicalmente; como ya ocurriera con la playa para degradar el litoral, parece que el esquí es el Pretexto para modificar masivamente ciertos sectores de la montaña” (p. 11).

    Además del esquí alpino, por todos conocido, existen otras especialidades mucho menos impactantes como: el esquí nórdico, para cuya práctica, en óptimas condiciones, sólo se requiere trazar sobre la nieve una huella que desaparece a la vez que lo hace la nieve, o el esquí de travesía, que tan sólo necesita que haya la suficiente nieve en las montañas para que los esquís puedan deslizarse sobre ella.

    Evidentemente las dos especialidades enumeradas en último lugar requieren de un esfuerzo físico que no exige el esquí alpino, esta es la razón que justifica su escasa presencia, pero también se debe a la falta de promoción que se hace de las mismas. Hoy en día son pocos los Centros Educativos que no incluyen en el curso la “Semana Blanca”, dedicada exclusivamente al esquí alpino y, últimamente, al descenso con tablas de snowboard, pero ¿cuántas experiencias en el esquí de fondo se llevan a cabo? Díaz (2007), envió a la sección de Cartas de la Revista Grandes Espacios un texto que invitaba a los profesores de Educación Física a reflexionar sobre los efectos que, a largo plazo, produce la Semana Blanca en las zonas de montaña; según cita, la asistencia de miles de escolares concluye con la formación de muchos futuros esquiadores que demandan más estaciones y, ante este mercado, la industria no encuentra límites que frenen sus intereses económicos. Aumentando la demanda de determinadas prácticas se aumenta el impacto. En los Centros escolares debe cuidarse mucho que tipo de actividades se promocionan.

3.     El ámbito en el que se enmarca determinado deporte

    Partiendo de la idea de que una misma práctica puede tener tres orientaciones diferentes: educativa, recreativa o competitiva, así como combinar unas y otras, podemos generalizar que, entre todas las actividades que se practican en el medio natural, sus respectivas manifestaciones de tipo competitivo son las que más impacto ocasionan al medio; no por la actividad en si misma, sino por el acondicionamiento que requieren, la intensidad de la presión ejercida en un escaso espacio de tiempo y el numeroso público que atraen.

    Así siguiendo a Angulo y Gutiérrez de Ojesto (2001) “El desarrollo de ciertos deportes, sobre todo durante la organización de competiciones, requiere, además del espacio de práctica, otros espacios adicionales, con un grado de dependencia variable según la especialidad deportiva, que se denominan Espacios Complementarios, vinculados directamente a la práctica deportiva o auxiliares a ésta (espacios para los espectadores, los medios de comunicación, los organizadores, etc.). Es evidente que el acondicionamiento o la existencia de dichos espacios complementarios conllevan un impacto medioambiental específico y adicional (p.24).

    Pensemos en una carrera de Mountain-bike, los efectos más evidentes no los produce el paso de una y otra bici por el circuito, que generalmente discurre aprovechando caminos ya compactados, sino: el numeroso publico que de forma incontrolada se dispone en los alrededores del recorrido para tener la vista deseada de la carrera, ocupando terrenos que no han sufrido presión con anterioridad, y la utilización de los espacios escogidos para salida y llegada, donde, además de instalar las infraestructuras necesarias, hay que reservar espacio para que aparquen todos los vehículos de la organización y de los diferentes equipos participantes.

    En segundo lugar se sitúan las prácticas recreativas, las cuales, por quedar en manos del mundo empresarial, superpone los beneficios económicos a cualquier otro condicionante. Si la clientela desea conducir “Quads” por zonas de media montaña, se moverán todos los hilos necesarios para conseguir las autorizaciones necesarias. Los daños al medio, provocados por estos vehículos, no entran en el capitulo de gastos de la empresa, toda la sociedad correrá con ellos en el futuro.

    Y el último lugar es ocupado por las manifestaciones de orientación educativa que, dada su finalidad formativa, no debieran, en ningún momento, desviarse hacia formas de uso del medio natural consumistas, aunque algún caso se puede observar.

    En general, salvo contadas excepciones, como la “Semana Blanca”, las actividades desarrolladas con escolares suelen ser de bajo impacto, y es que, además de que suelen utilizar espacios acondicionados, pocas son las actividades que se desarrollan dentro de espacios de especial protección, fundamentalmente por la distancia a que suelen hallarse.

    Angulo y Gutiérrez de Ojesta (2001) tras el análisis de diferentes estudios, apuntan que son los deportistas federados quienes ponen más cuidado en minimizar los efectos de su presencia, resultando este comportamiento, más respetuoso para con el medio, de la información de que disponen y el conocimiento que han adquirido con la práctica continuada.

    Esta afirmación no contradice la clasificación presentada, pues en la misma se hace referencia a las competiciones y no a los deportistas que de forma individual o en pequeños grupos hacen sus prácticas. Evidentemente, deben de ser éstos últimos quienes manifiesten comportamientos más respetuosos para con el medio.

4.     La formación y conciencia ambiental

    La actitud de los sujetos es un factor determinante de la incidencia que una misma actividad puede tener sobre el medio natural. Es muy importante observar que la mayor parte de los usuarios de los espacios naturales son esencialmente de origen urbano (Casado, 1998), están poco habituados al medio y desconocen los efectos que producen sus acciones.

    Por ello es importante una sólida formación de los responsables que se han de encargar de guiar a estos grupos. Los monitores, profesores o guías que conducen grupos por el medio natural deben, no sólo tener unos conocimientos básicos sobre el impacto ambiental que provoca la actividad que viene realizando y las formas de reducirlo, sino que han de estar capacitado para informar de ello a todos los miembros del grupo que lideran.

    Priest y Gass (1997) hacen una relación de las competencias que debe poseer un “Outdoor Leader”. En su listado, estos autores, distinguen entre aquellas que consideran tangibles, evidentes y fácilmente evaluables –Hard skills-, las que no resultan tan evidentes –Soft skills- y las que dan consistencia y facilitan la correcta combinación de las anteriores habilidades –Meta skills; pues bien, en el primer grupo, y entre las competencias básicas que sirven de base a todo el edificio incluyen las “habilidades medioambientales” (figura 1).

Figura 1. The effective outdoor leadership wall (with skills listing).

    Destacamos el trabajo de estos autores por considerar que las habilidades medioambientales constituyen, junto con las habilidades técnicas y de seguridad, la base del muro que, una vez finalizada la obra, tendrá como resultado un excelente dirigente para todo este tipo de actividades.

    Los trabajos de Kimmel (1999) y Schwartz y Silva (1999) también defienden la necesidad de formar medioambientalmente a los responsables de todas estas prácticas. Todos ellos coinciden en que es necesario que los “Guías” conozcan el impacto que produce el desarrollo de su actividad así como la forma en que ha de actuar para minimizar el mismo, pero los trabajos de Priest y Gass (1997) y Schwartz y Silva (1999) van más allá y abogan por la necesidad de enseñar las técnicas de disminución del impacto a los participantes para que estos las puedan aplicar de forma autónoma e individual.

    Para actuar como un profesional medioambientalmente implicado no basta con planificar el recorrido por caminos ya trazados, y durante la marcha seguir por el mismo camino aunque encontremos algún charco, es necesario explicar porque actuamos de este modo, no vayan a pensar los participantes que esta forma de actuar, pisando los charcos que encontramos a nuestro paso, es el resultado de una vuelta a la infancia. Los asistentes deben saber que, disponiendo de buenas botas, no hay problemas con atravesar pequeños charcos, mientras que rodearlos aumenta considerablemente el ancho del camino, que a fin de cuentas no es más que un espacio lineal completamente degradado por el continuo golpeo de las suelas de las botas de los senderistas.

    Debería de ser obligatorio, en los distintos cursos para formación de monitores, sean generales –Monitor de Tiempo Libre- o específicos de una actividad – Monitor Deportivo, incluir la mayor información posible sobre el impacto ambiental que produce la práctica de estas actividades, e incidir en la importancia de transmitir, junto con las técnicas propias de la actividad, unos conocimientos básicos a sus futuros pupilos relativos al impacto ambiental, pues en muchas ocasiones el problema ambiental que generan los practicantes radica en el escaso conocimiento.

    La ignorancia es uno de los factores más perjudiciales. Sin conocimiento del daño, todo es válido, pero siendo conscientes de los efectos de determinadas acciones la cosa puede ser bien diferente.

    Hasta hace algunos años resultaba muy complejo transmitir estos conocimientos, debido a la dificultad que existía para encontrar cualquier información de este tipo. Pero en la última década han sido muchas las investigaciones que se han interesado por este tema, poniendo a disposición de aquellos que la requieran todo tipo de información, desde la más técnica a la más popular. Ya no hay justificación para obviar este bloque de contenidos.

5.     Intensidad y frecuencia de la práctica.

    Repasando la historia de estas actividades observamos que, si bien, algunas tienen su origen a principios de este siglo, como el senderismo, el esquí o la escalada, y otras nacen a mediados de los setenta, todas ellas, desde las más clásicas a las más recientes, sufren una acelerada expansión en los años ochenta, atrayendo a un gran número de personas.

    Todas estas prácticas, hasta hace algunos años monopolio de unos pocos, actualmente están en auge, aumentando de forma vertiginosa el número de personas que se desplazan al medio natural, principalmente en fines de semana y periodos vacacionales (Casado, 1998; Olivera Beltrán, 1995 y Miranda, Lacasa y Muro, 1995). Este hecho es resultado de la confluencia de diversos factores que pasamos a enumerar:

  • Considerable aumento del tiempo libre y de ocio.

  • Mayor nivel económico de los individuos que viven en los países industrializados.

  • Valoración del medio natural, como espacio generador de salud.

  • Necesidad de escapar de la ciudad.

  • Desarrollo tecnológico, que permite el diseño y construcción de nuevos ingenios para el ocio y la creación de nuevas modalidades deportivas.

  • Cambio de una filosofía Ascética, en la que se promueve un cuerpo energético logrado con el esfuerzo, a una filosofía Hedonista que proclama como meta la consecución del placer, la vivencia de sensaciones; velocidad, riesgo, equilibrio, etc.

  • El hecho de que, en su mayoría y, sobre todo en la fase de iniciación, sean actividades que no requieren de una fuerte preparación física.

  • Todas estas actividades se pueden realizar de forma esporádica. De hecho a veces se habla de ellas como “deportes de temporada”, debido a la posibilidad de ir realizando unos u otros en función de la época del año; en verano windsurf, en invierno esquí; para primavera y otoño la escalada y la bicicleta.

  • Pueden practicarse tanto en solitario como en grupo. No requieren la formación de equipos, cualquiera puede coger su piragua e irse a palear por el lago.

  • No necesitan los practicantes estar inscritos en ninguna institución que regule su práctica mediante licencias, reglamentos, etc.

  • Son continuas las campañas de promoción que incitan a estas prácticas. Si analizamos quienes controlan estas actividades veremos que la mayoría están gestionadas por empresas privadas que, por supuesto, tratan de aumentar su cartera de clientes.

  • Se han convertido en una importante fuente de ingresos para el mundo rural.

  • En la actualidad hay una gran movilidad. Con los vehículos de hoy las distancias no existen.

    Es este rápido aumento de practicantes, consecuencia de los factores enumerados, el que provoca la alarma de algunos colectivos ecologistas, respecto al efecto que sobre el medio puede tener la presencia de estos nuevos deportes, dando lugar al incremento de los trabajos relativos al tema. Cuando la asistencia de visitantes era escasa, el impacto, evidentemente, era mínimo, por ello su estudio no despertaba interés alguno, pero ahora, que el número de personas que ocupa estos espacios naturales es muy superior, y que por tanto originan importantes daños, el tema ya comienza a llamar la atención de los investigadores.

    Casado (1998), citando datos del Patronato de Uso y Gestión del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, cifra el número de personas que visitan dichos parajes en aproximadamente un millón cada año. En el mismo trabajo muestra otros dos informes: Uno de la Asociación de Amigos de la Sierra de Guara que afirma que el número de personas que descendieron por sus barrancos desde mediados de junio hasta finales de septiembre en el año 1993 fue de 23.000. Y otro del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón que señala en 2000 personas diarias el número de usuarios que descienden por los barrancos de la Sierra de Guara.

    Los datos mostrados reflejan con exactitud lo que comentábamos respecto al acelerado incremento de la presión ejercida por estas actividades y la necesidad de tomar medidas de prevención que minimicen el impacto de las mismas. En este sentido y comprobando que el reparto en la afluencia a unas zonas y otras es muy desigual, están tomándose medidas en la línea de limitar el número de vehículos que tienen acceso a determinadas áreas; por ejemplo en el caso de Madrid, en La Pedriza no pueden entrar más de 500 coches al día. (Múgica y de Lucio, 1992) o en el Puerto de Navacerrada y Valdesquí se prohíbe el acceso con coches particulares desde el momento en que las plazas de aparcamiento están completas.

    Y es que si todas las zonas naturales han visto aumentar excesivamente el número de visitantes, en aquellas que se encuentran en las proximidades de las grandes ciudades el incremento ha sido mucho más evidente.

    En relación al caso de la Sierra de Guadarrama, que se haya tan sólo a 60 Kms. de la Capital de España, Pedraza y Centeno (1992) comentan este hecho, apuntando la tendencia que existe a concentrarse en determinados espacios, que son los que más sufren el efecto de la proximidad a la gran ciudad ya que “En la Sierra de Guadarrama el peligro es casi siempre el mismo: estar demasiado cerca de Madrid. Eso hace que los madrileños acudan a la Sierra en un número enorme y cualquier problema se multiplica con mucha facilidad. (...). Los excursionistas no provocan demasiados problemas porque son pocos, solo hay problemas en unos pocos lugares que todos se empeñan en visitar (p.141).

    Directamente relacionado con la Intensidad y la frecuencia, tratados en este apartado, hay que hablar de la marcada temporalidad de algunas prácticas, ya señalada al hacer referencia a los “deportes de temporada”. Evidentemente son numerosas las prácticas que tienen un carácter estacional, al estar limitadas por las condiciones metereológicas. El caso más notable es el del esquí, concretamente el del esquí alpino, que una vez cerrada la temporada deja una serie de espacios, muy deteriorados en lo que al suelo se refiere, desolados y solitarios, y es que ¿a quién le puede gustar pasear por una montaña despojada de todo elemento natural? y ¿qué puede encontrar allí la fauna de la zona? En estas zonas, hecho el daño principal con su acondicionamiento, la presión es considerablemente más intensa en la temporada de invierno. El caso de las otras especialidades del esquí es bien distinto, una vez acabada la estación invernal, la presencia de esquiadores se ve sustituida por la de excursionistas. La presión es menos intensa y más regular a lo largo del año.

    A la hora de tener en cuenta el impacto ambiental de las Actividades Físicas en el Medio Natural hay que añadir, a la temporalidad obligada de algunas prácticas, el efecto de la climatología sobre la afluencia de practicantes que realizan actividades atemporales como: el senderismo, la bicicleta de montaña, etc., que manifiesta un considerable incremento en la temporada de primavera y verano.

    Otro factor que incluimos en este apartado es la duración, por estar estrechamente relacionado con la intensidad. El hecho de que una actividad se prolongue más allá de una jornada implica añadir al impacto producido por el desarrollo de la práctica en sí misma otros asociados, derivados de la necesidad de pernoctar en el medio.

6.     La capacidad de carga

    En cuanto a la capacidad de carga, hay que observar la existencia de ecosistemas de muy diferente fragilidad. Una misma acción tiene consecuencias bien diferentes en función de la capacidad de absorción del impacto que posea el ecosistema. Es necesario y obligado realizar estudios de impacto ambiental antes de comenzar cualquier actividad empresarial, ya que hay que tener en cuenta que “El grado de impacto provocado por la actividad deportiva dependerá, por tanto, de las condiciones de fragilidad o vulnerabilidad del territorio en el que se desarrolle está, de forma que una misma actividad deportiva causará un impacto de mayor gravedad allí donde la vulnerabilidad sea mayor” (Angulo y Gutiérrez de Ojesta, 2001, 21). Así como siguiendo a Farias y Torrebadella (1995) nos recuerda que “a diferencia de los equipamientos deportivos convencionales los equipamientos o recursos naturales han de respetar un límite de uso o explotación, actualmente denominado desde una perspectiva ecológica como ‘capacidad de acogida’” (p.47).

    Afortunadamente, en los últimos años, las Comunidades Autónomas exigen este estudio antes de otorgar las licencias que permiten la explotación de dichos espacios.

    Aunque también es cierto, y se está viendo con la apertura de las últimas estaciones de esquí y la ampliación de algunas de las ya existentes, que cuando el beneficio económico, a corto plazo, es alto, el impacto sobre el medio desaparece o se minimiza sobremanera en los informes confeccionados.

7.     La reversibilidad del impacto

    Generalmente, siempre que se relaciona los usos recreativos de los espacios naturales con la degradación del medio ambiente nos viene a la mente la idea del abandono de toda clase de basuras y desperdicios; pues bien, aunque el impacto estético resultante de esta forma de proceder sea considerable y muchas de las campañas informativas institucionales se dirijan a frenarlo, esta no es, en modo alguno, la manifestación más perjudicial para el medio natural, de hecho, basta con una jornada de limpieza para recuperar la situación original.

    Mucho más dañinos y menos reversibles son los efectos producidos por la alteración del paisaje que ocasionan las grandes obras de ingeniería, la modificación de las condiciones del suelo producidas por el paso de vehículos, la tala de bosques, etc. Como se puede ver en la figura 2 se resaltan actividades y características que hacen que sea mayor o menor el impacto sobre el medio natural.

Figura 2. Grado de impacto ambiental. Elaboración propia

Conclusiones

    En este documento hemos recogido los distintos factores que determinan el grado de impacto que ejercen las Actividades Físicas sobre el medio natural, dando con ello alguna orientación en relación al comportamiento y la forma de actuar que constituirían una forma de comportamiento responsable para los interesados en la práctica de estas actividades.

    Sin embargo para dar una mayor información y, sobre todo, que la misma resulte más eficaz es necesario un conocimiento más profundo y específico de los efectos concretos que tiene cada actividad.

    Por ello, es nuestra intención completar esta exposición en artículos posteriores relativos al impacto que producen las diferentes actividades y la forma de minimizar dichos efectos; y sobre la utilización de las Actividades Físicas en el Medio Natural como instrumento para la concienciación medioambiental de los practicantes.

Bibliografía

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