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Sistema de actividades físicas para aminorar el efecto del estrés

postraumático en la violencia doméstica de las mujeres de la 

Zona 71 del Consejo Popular Centro del Pueblo, en Ciego de Ávila

 

Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte

Facultad de Ciego de Ávila

(Cuba)

Lexander Martín San Miguel

pff_jose@cfisica.unica.cu

 

 

 

 

Resumen

          El presente trabajo aborda el desarrollo de un estudio sobre las influencias de la actividad física para aminorar el efecto del estrés post traumático en la violencia doméstica de las mujeres de la Zona 71 del Consejo Popular Centro del Pueblo, en Ciego de Ávila. En este artículo nos referiremos a algunas definiciones de la violencia y sus influencias para con las personas objeto de estudio, así como a otros elementos a considerar en la reinserción social de estas, abordaremos como a través de actividades físicas se puede dar solución a esta problemática. Los métodos empleados para la realización de este trabajo fueron: Teóricos, Empíricos y Matemático Estadístico. En la primera parte se abordan aspectos referentes a la violencia desde el contexto sociohistórico, así como la metodología empleada en el diagnóstico de las necesidades para combatir el problema.

          Palabras clave: Violencia. Estrés postraumático. Actividades físicas.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 147, Agosto de 2010

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Introducción

    La violencia es uno de los problemas sociales más importantes que se manifiesta en todo el mundo, según datos del informe de la OMS (2004), cada año más de 1,6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida violentamente. Los expertos en salud pública señalan que esos datos no son sino la punta del iceberg, puesto que la mayor parte de los actos violentos se comete puertas adentro y quedan sin registrar.1

    El mismo Informe señala que las mujeres son las que corren más riesgos en entornos domésticos o familiares. Casi la mitad de las mujeres que mueren por homicidio son asesinadas por sus maridos o parejas actuales o anteriores, un porcentaje que se eleva al 70% en algunos países. Aunque es difícil obtener cifras exactas debido a la falta de registros, según los datos disponibles, una de cada cuatro mujeres será víctima de violencia sexual por parte de su pareja en el curso de su vida. La mayoría de las víctimas de agresiones físicas se ven sometidas a múltiples actos de violencia durante largos períodos. En una tercera parte o en más de la mitad de estos casos se producen también abusos sexuales. En algunos países, hasta una tercera parte de las niñas señalan haber sufrido una iniciación sexual forzada.

    Desde el inicio de la década del 70, la violencia contra la mujer tiene registrado una creciente atención y movilización. El problema incluye diferentes manifestaciones, como: asesinatos, violaciones, agresiones físicas y sexuales, abusos emocionales, prostitución forzada, mutilación genital, violencia racial, por causa de dote o por opción sexual. La violencia puede ser cometida por diferentes perpetradores: compañeros, familiares, conocidos, extraños o agentes del Estado.

    La discusión de la violencia de género comienza a desarrollarse en América Latina a finales de los años sesenta del siglo XX, donde contribuye de manera decisiva a visualizar el fenómeno como un problema social (no sólo individual), de orden público (no únicamente privado), de competencia de los tribunales, y que exige políticas públicas con obligaciones específicas para las instituciones.

    Durante más de dos décadas, varios países de la región latinoamericana intentaron hacer "visible" la violación y el hostigamiento sexual; más tarde, en la década de los noventa del siglo pasado, se ocuparon de visualizar la violencia doméstica o intrafamiliar y una serie de prácticas ancestrales como la mutilación femenina, el infanticidio de niñas y el asesinato a mujeres.

    Así, principalmente en México, Brasil y Perú, algunas mujeres tomaron por su cuenta la atención de otras, víctimas, en concreto, de violación. Crearon centros que brindaban atención psicológica, generalmente combinada con asesoría legal. Estamos hablando de un momento en el que la legislación sobre violación en nuestros países y los mecanismos institucionales para su denuncia era incipiente e inadecuada. Por ello, en paralelo, algunas mujeres se dieron a la tarea de revisar las disposiciones legales y hacer las primeras propuestas de reformas.2

    Hoy se sabe que el esfuerzo no ha sido en vano. Por una parte, se cuenta ya con una serie de documentos internacionales que obligan a los países que los han firmado a implementar medidas para hacer frente a la violencia de género. Por lo menos entre los organismos que componen el sistema de Naciones Unidas, se ha logrado consenso en torno a la importancia del problema y a la necesidad de hacerle frente. Entre tales documentos internacionales se puede mencionar algunos como:

  • En 1985 culmina la Década de la Mujer, declarada por la ONU;

  • La Convención Interamericana para Prevenir, Punir y Erradicar la violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará), 1994;

  • Y la Declaración de la OMS de 1998 y 2002;

  • Declaración de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, celebrada en Pekín, en 1995;

  • El 25 de noviembre, fue instituido en América Latina como el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.

    En Cuba, las primeras políticas públicas de combate a la violencia contra la mujer aparecen alrededor de la década del 80, con la creación de las casas de orientación para la mujer en la mayoría de los municipios del país, con la intención de ofrecer ayuda y comprensión por parte de especialistas a diferentes tipos de problemáticas de orígenes diversos.

Desarrollo

    El campo de la educación física y el deporte tiene mucho para aportar a la temática de la violencia contra la mujer, desde un punto de vista a proponer acciones preventivas, de asistencia a las mujeres en situación de violencia y también un trabajo educativo que interfieran en los patrones sexista/machista.

    La realización regular y sistemática de una actividad física ha demostrado ser una práctica sumamente beneficiosa en la prevención, desarrollo y rehabilitación de la salud, así como un medio para forjar el carácter, la disciplina, la toma de decisiones y el cumplimiento de las reglas beneficiando así el desenvolvimiento del practicante en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

    El término género está absolutamente consolidado e introducido desde hace tres décadas en la investigación académica, en los estudios feministas y en los medios de comunicación, y por tanto cuando se habla de género en la actualidad la comunidad científica internacional no hace referencia a aspectos gramaticales ni sus contenidos semánticos, es un término de concepto eminentemente político.

    Cuando se habla de género se está haciendo referencia a relaciones sociales, a diferencias culturales, a la “construcción cultural de la diferencia sexual”, elaborada en cada tiempo y en cada sociedad concreta de una manera diversa. A relaciones de desigualdad y de subordinación a lo largo de la historia entre mujeres y hombres, es decir, de una forma más exacta y afinada, a relaciones patriarcales; pues se presenta como componente de todas las relaciones sociales. Porque la diferencia sexual subordinada constituye uno de los más potentes mitos de las diferentes culturas, y la más interiorizada de las ilusiones colectivas, ya que sirve para afianzar el orden general de las sociedades.3

    Se plantea que los orígenes de la desigualdad de género se resumen en intentar demostrar la superioridad física y mental de los hombres sobre las mujeres, las distintas explicaciones que fueron propuestas en el transcurso de la historia humana intentan justificar esta desigualdad. Las posiciones sustentadas se radicalizan alrededor de dos tipos de explicación. Teorías de explicaciones biológicas se oponen a aquellas que explican la desigualdad de género apenas como un fenómeno cultural. Las primeras defienden un determinismo biológico que se origina en el dimorfismo sexual y en las especificidades del género en la función reproductiva de la especie.

    Esta especialidad de género estaría acompañada, en la mujer, por un desarrollo racional inferior al del hombre, en beneficio de una mayor afectividad que condiciona su comportamiento a patrones desiguales e inferiores de los hombres. Establece un cuadro de inferioridad e irracionalidad en la mujer que la incapacitaría de tomar decisiones de importancia, pero que la convertiría apta para hacer actividades sencillas, sin mayores responsabilidades. En esa perspectiva la mujer no tendría las condiciones de tomar decisiones sobre problemas de sobre vivencia, en este caso se volvería dependiente del otro género.

La violencia y sus manifestaciones sociales

    La palabra violencia está originada del latín Violenta, que significa: violencia, carácter violento o bravío, fuerza. El verbo Violare significa tratar con violencia, profanar, transgredir. Tales términos deben ser referidos a Vis, que quiere decir fuerza, vigor, potencia. Profundizando más, la palabra vis significa la fuerza en acción, el recurso del un cuerpo para ejercer su fuerza y por tanto la potencia, el valor, la fuerza vital.4

    Según el diccionario Aristos, violencia es la “acción o efecto de violentar, de empreñar fuerza física (contra alguien o algo) o intimidación moral contra (alguien); acto violento, crueldad, fuerza”. En el aspecto jurídico, el mismo diccionario define el término como el “constreñimiento físico o moral ejercido sobre alguien, para obligarlo a someterse a la voluntad de otros; coaccionar.

    La Organización Mundial de Salud (OMS), define violencia como: “La imposición de un grado significativo de dolor y sufrimiento que se puede evitar”. Pero algunos especialistas afirman que el concepto es mucho más amplio y ambiguo que una sencilla constatación de que violencia es una imposición de dolor, la agresión practicada de una persona contra la otra, hasta porque el dolor es un concepto muy difícil de ser definido.5

    Es muy difícil conceptuar la violencia, principalmente por ser ella, muchas veces una forma propia de relación personal, política, social y cultural, o una resultante de las interacciones sociales, o un componente cultural naturalizado.

    Engels (1981) valora la violencia como un acelerador del desarrollo económico. Mao Tsé-Tung la trata como garantía del poder político “el poder nace del cañón de un fusil”. Sastre (1961) la analiza en el universo de escasez y de la necesidad.6

    Muchos autores utilizan el pensamiento de Marx y Engels para justificar la importancia de este fenómeno en el desarrollo histórico “la historia es quizá la más cruel de las diosas que arrastran su carreta triunfal sobre montones de cadáveres, tanto durante las guerras como en los períodos de desarrollo pacífico” en verdad, para esos autores la violencia tiene un papel secundario. El que traería el fin de la vieja sociedad serían las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, el estado sería el instrumento de violencia y represión por excelencia a favor de las clases dominantes.

    Freud presenta varias interpretaciones del tema, primeramente asocia la violencia a la agresividad instintiva del ser humano, lo que lo inclina a matar y hacer sufrir a sus semejantes. En un segundo momento la define como un instrumento para arbitrar conflictos de interés, siendo un principio general de la acción humana frente a situaciones competitivas.

    En una tercera posición va a la idea de construcción de “identidad de intereses”. Esta identidad que haría aparecer vínculos emocionales entre los miembros de una comunidad humana. Estos conflictos serían intermediados en las sociedades modernas por el derecho y la ley, y la comunidad de intereses por la identidad y búsqueda del bien colectivo.

    Estudios de Chesnais y Burke reafirman la idea de que no se puede estudiar la violencia fuera del ámbito de la sociedad que la produjo, porque ellas se nutren de acontecimientos políticos, económicos y culturales traducidos en las relaciones cotidianas que, por ser construidos por determinadas circunstancias pueden ser por ella destruidos y superados.

    En la medida en que definen la violencia como “una relación humana”, se comprende también como un comportamiento aprendido y cultural que pasa a hacer parte de los patrones axiológicos dándole una falsa impresión de ser parte de la naturaleza biológica de los seres humanos. Por lo tanto, la violencia necesita ser interpretada por varias facetas, de forma ínter ligada, en redes y por medio de los eventos en que se expresa, repercute y reproduce.

    Todos los autores citados tienen en común la clareza de considerar la violencia como un problema social e histórico. Sin embargo teniendo en cuenta la naturaleza social de este trabajo se considera como la definición más adecuada la que plantea Domenach el cual cita el hecho de: “que la violencia está inscrita y arraigada en las relaciones sociales, no pudiendo ser considerada nada más que una fuerza exterior que se impone a los individuos y las colectividades, encontrándose una dialéctica entre víctima y victimario”.

    Para todos los efectos, la guerra, el hambre, la tortura, el asesinato, el prejuicio, la violencia se manifiesta de varias maneras. En la comunidad internacional de derechos humanos, la violencia es comprendida como todas las violaciones de los derechos civiles (vida, propiedad, libertad, de ir y venir, de consciencia y de culto); político (derecho a votar y ser votado, tener participación política); sociales (habitación, salud, educación, seguridad); económicos (trabajo y pago) y cultura (derecho a mantener y manifestar su propia cultura). Las formas de violencia, tipificadas como violación de la ley penal, como asesinatos, secuestros, robos y otros tipos de crimen contra la persona o contra el patrimonio, forman un conjunto que se acordó llamar violencia urbana, porque se manifiesta principalmente en el espacio de las grandes ciudades. No es posible dejar a un lado, por lo tanto, las diferentes formas de violencia existentes en el campo.

La violencia contra las mujeres

    La percepción social de la violencia contra la mujer es histórica y en este sentido, a lo largo del siglo, viene transformándose en función de la lucha política de la misma. Esa lucha desnaturalizó ese tipo de violencia, convirtiendo visible y, más recientemente, calificando como una violación de los derechos humanos y como un comportamiento criminal, debiendo ser encarada justamente de esta manera por los profesionales que tratan con esas víctimas. La violencia de género tiene un fuerte componente cultural, que no es fácilmente superado por medio de leyes y normas.

    La reflexión histórica nos proporciona claves, explicaciones y las necesarias contextualizaciones relativas a la existencia de la violencia de género en las sociedades pasadas y presentes; igualmente, nos permite analizar los aspectos ideológicos, culturales y socioeconómicos de las mismas; y plantear, consecuentemente, la necesidad de que las políticas públicas llevadas a cabo contra ellas, deben desarrollarse – para lograr una mayor efectividad - desde una perspectiva de género que arranque de estas reflexiones culturales.

    Y para esto, es necesario partir del presupuesto inicial de que se trata de abordar esta cuestión tanto desde una perspectiva pública como privada, y en este sentido, es necesario explicar la interrelación que ha existido históricamente entre estos dos espacios o esferas – la pública y la privada -, para poder plantear con mayor rigor medidas, actuaciones y alternativas. Así, desde la historia del género se pueden contemplar diferentes aspectos históricos y culturales conformadores de la caracterización de dicha violencia; aspectos como, por ejemplo, normas y pautas socioculturales y universos simbólicos patriarcales, modelos de roles de feminidad y de masculinidad; y finalmente, la articulación de la esfera privada y la esfera pública en clave femenina y masculina respectivamente.

    Por ello, puede resultar significativo introducir el tema con las siguientes palabras de la Declaración de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, celebrada en Pekín en septiembre de 1995:

  • La violencia contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder, históricamente desiguales, entre hombres y mujeres, que han conducido a la discriminación contra las mujeres y a impedir su pleno desarrollo. La violencia contra las mujeres a lo largo de su ciclo vital tiene su origen en pautas culturales, en particular, en los efectos perjudiciales de unas prácticas tradicionales o consuetudinarias, y de todos los actos de extremismo relacionados con la raza, el sexo, la lengua y la religión, que perpetúan la condición inferior que se asigna a las mujeres en la familia, en el local de trabajo, en la comunidad y en la sociedad.

  • La Declaración contra la Violencia de Género adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1993, y la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres de 1995, son los referentes más sólidos del compromiso internacional a favor de la protección del derecho de las mujeres a su integridad física, a su dignidad, a su libertad y su emancipación. En este documento se define la violencia de género como una violación de los derechos humanos que engloba no solo maltratos físicos, si no que engloba también cualquier acto que tenga o pueda tener como resultado un mal o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, incluyendo las amenazas de estos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad. Se trata también, por tanto, de violencia psicológica y moral, menos tangible y más sutil, consistente en actos o conductas dirigidas a la desvaloración, humillación o descalificación, agresiones verbales o chantaje emocional. Es decir, todos aquellos actos que mantenidos desde una cultura sexista y patriarcal no respetan la voluntad la individualidad y la libertad personal.7

    El concepto de violencia contra las mujeres es muy amplio y comprende diversos tipos de violencia: la violencia doméstica (que puede ser psicológica, sexual, física, moral y patrimonial), la violencia sexual, el abuso y la exploración sexual de mujeres adolescentes o jóvenes, el asedio sexual en el trabajo, el asedio moral, el tráfico de mujeres, la violencia institucional.

    La violencia doméstica no es un fenómeno social nuevo, encierra cuestiones culturales y socialmente construidas a lo largo de los siglos, reafirmando la dominación del más fuerte dentro del grupo familiar. Caracterizado por cualquier acción u omisión basada en el género que cause a la mujer muerte, lesión, sufrimiento físico, sexual o psicológico y daño moral o patrimonial en el ámbito de la unidad doméstica, en el ámbito de la familia o cualquier relación íntima de afecto, en la cual el agresor conviva o tenga convivido con la ofendida, independientemente de cohabitación. La violencia doméstica contra la mujer comprende también:

  • La violencia física: se entiende como cualquier conducta que ofenda su integridad o salud moral. Puede suceder de varias formas como: pegar, golpear, abofetear, quemar, apuñalar, asfixiar, tentativa de homicidio, entre otros.

  • La violencia psicológica: es una de las violencias más difíciles de ser detectada, entendida como cualquier conducta que le cause daño emocional y disminución de la auto-estima o que le perjudique y perturbe el pleno desarrollo o que permita degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenazas, humillación, manipulación, aislamiento, vigilancia constante, persecución contumaz, insulto, chantaje, ridiculización, exploración y limitación del derecho de ir y venir o cualquier otro medio que le ocasione daño a la salud psicológica y a la autodeterminación;

  • La violencia sexual: es entendida como cualquier conducta que está relacionada con la acción de presenciar, mantener o participar de relación sexual no deseada, mediante intimidación, amenaza, coacción o uso de la fuerza; que lleve a comercializar o a utilizar, de cualquier modo, su sexualidad, que la impida de usar cualquier método contraceptivo o que la fuerce al matrimonio, al embarazo, al aborto o a la prostitución, mediante coacción, chantaje, soborno o manipulación; o que limite o anule el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.

  • La violencia patrimonial: se entiende como cualquier conducta que configure retención, substracción, destrucción parcial o total de sus objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos o recursos económicos, incluyendo los destinados a satisfacer sus necesidades.

  • La violencia moral: entendida como cualquier conducta que configure calumnia, difamación o injuria.

    La violencia sexual se define: “La acción que obliga a una persona a mantener contacto sexual, física o verbal, o participar de otras relaciones sexuales con uso de fuerza, intimidación, coerción, chantaje, soborno, manipulación, amenaza o cualquier otro mecanismo que anule el límite de la voluntad personal. Manifestándose como: expresiones verbales o corporales que no son del agrado de la persona; toques y caricias no deseadas; exhibicionismo; prostitución forzada; participación forzada en pornografía; relaciones sexuales forzadas – coerción física o por miedo del que venga a ocurrir”.

    La violación (o relación sexual forzada), es obligar a la mujer a la conjunción carnal, mediante violencia o grave amenaza. La connotación de conjunción carnal es, comúnmente, restricta al coito vaginal, pero algunos consideran como violación todo el acto de penetración oral, anal o vaginal, utilizando el pene u objetos, y cometido a la fuerza o sobre amenaza o cuando la víctima es incapaz de tener una evaluación adecuada.

    Y las siguientes consecuencias para la salud mental:

  • Desorden de estrés post traumático

  • Depresión

  • Ansiedad

  • Disfunción sexual

  • Desórdenes de la alimentación

  • Desorden de personalidad múltiple

  • Desorden obsesivo compulsivo

    La violencia doméstica se transforma en una epidemia invisible cuando:

  • No se registra adecuadamente.

  • No se reconoce como problema de salud pública.

  • Solo se reconocen algunas de sus manifestaciones.

  • Se reduce a un problema privado e individual de la familia y no se toma como un asunto de la sociedad.

  • Cuando se naturaliza y por tanto no nos asombra, no nos conmueve.

Importancia de la actividad física

    Para analizar la importancia de la actividad física es necesario tener en cuenta su definición, la que esbozamos a continuación después de haber consultado diferentes textos.

    Conceptos:

  • La Actividad Física es el movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, del que resulta un gasto del metabolismo basal. Se puede medir en Kilocalorías, Kilojulios, consumo de oxigeno o en múltiplos de metabolismo basal (MET); otro indicador significativo es la frecuencia cardiaca.

  • Actividad física sistemática persigue el desarrollo físico multilateral de quienes la practican, incidiendo positivamente en el alcance adecuado niveles de salud física y mental.

    La realización regular y sistemática de una actividad física ha demostrado ser una práctica sumamente beneficiosa en la prevención, desarrollo y rehabilitación de la salud, así como un medio para forjar el carácter, la disciplina, la toma de decisiones y el cumplimiento de las reglas beneficiando así el desenvolvimiento del practicante en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

    La actividad física y la práctica deportiva en general, históricamente han sido vistas como un acontecimiento importante en la vida de los pueblos, con períodos de exaltación y regresión como ocurrió en la Edad Media. En tiempos primitivos, el hombre debía sobrevivir en ambientes hostiles, donde imperaba la ley del más apto por lo cual debía desarrollarse y mantenerse en buen estado físico; con el correr de los tiempos esta necesidad de aptitud física fue perdiendo importancia y el ser humano se ha adaptado a prácticas, contrarias a su naturaleza, que le han conducido a mantenerse inactivo físicamente.

    La actividad física regular al producir una mejoría en las funciones orgánicas, parece producir una sensación de bienestar psíquico y una actitud positiva ante la vida, lo cual a su vez repercute en forma positiva en el área somática. Al desarrollar un mejor dominio del cuerpo, una mayor seguridad y confianza en su desenvolvimiento ante las tareas cotidianas.

    Se ha determinado que quienes practican en forma regular cualquier ejercicio o actividad física, tienen una mejor respuesta ante la depresión, angustia, miedo y decepciones, y por otro lado, se fortalecen ante el aburrimiento, tedio y cansancio.

    El fortalecimiento de la imagen del propio cuerpo y el concepto personal fortalecen la voluntad en la persistencia de mejorar y le ofrece a la persona, una sensación de realización, independencia y control de su vida, a la vez que se estimula la perseverancia hacia el logro de fines.

    La participación en actividades físicas, permite combatir emociones negativas como miedo, agresión, ira, y así mismo, puede proporcionar a la mujer las herramientas para hacer frente a estas tendencias, aprendiendo a controlar sus emociones.

Notas

  1. Organización Mundial de Salud. El Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, 3 de octubre de 2004.

  2. Bedregal, X. 1991b. Anexo Jurídico. In: Hilos, Nudos y Colores en la Lucha Contra la Violencia Hacia las Mujeres (X. Bedregal, I. Saucedo, F. Riquer, org.), pp. 207-248, México, DF: Centro de Investigación y Capacitación de la Mujer.

  3. Castillo-Martín, M y de Oliveira, S. (2005). Marcadas a hierro Violencia contra la mujer, Una visión multidisciplinaria, pp. 20-30. Brasília.

  4. Gregório, Sérgio B (1999). Violencia. Disponible en: http://www.ceismael.com.br/artigo/artigo097.htm [2008, 20 de enero]

  5. 49a Asamblea Mundial de la Salud, WHA49.25 Prevención de la violencia: una prioridad de salud pública. OMS/OPS, junio de 1998. Disponible en: http://www.serasa.com.br/guiacontraviolencia/violencia.htm

  6. Marx, C y Engels F, (1980) Obras Completas Editorial Ciencias Sociales, La Habana. Cuba.

  7. Castillo-Martín, M y de Oliveira, S. (2005). Marcadas a hierro Violencia contra la mujer, Una visión multidisciplinaria, pp. 20-30. Brasília.

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