EL FUTBOL ES UNA HOGUERA DE PAJA: LA "PROFECIA" DE GRACILIANO RAMOS - Soares / Lovisolo     
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ANEXO
TRAZOS AL AZAR

Roberto Fontanarrosa El escritor afirmaba que
Brasil no tenía
vocación para el deporte,
y si para la zancadilla

GRACILIANO RAMOS

Se piensa en introducir el fútbol, en nuestra tierra. Es una propuesta que, ciertamente, será bien recibida por el público, que, de ordinario, adora las novedades. Va ser, por algún tiempo, la manía, la locura, la idea fija de mucha gente. Con excepción tal vez de uno que otro tuberculoso, completamente imposibilitado de aplicar el más mínimo puntapié a la pelota de goma, va a haber por ahí una excitación, un furor de mil demonios, un entusiasmo de hoguera de paja capaz de durar no más de un mes.

Pues qué!. La cultura física es algo que está entre nosotros totalmente descuidada. Tenemos deportes, algunos propiamente nuestros, bautizados patrióticamente con buenos nombres en idioma de negro, de cuño regional, pero por desgracia están abandonados por la débil juventud de hoy. Más allá del inútil juego de jugar a dar patadas y de algunos golpes y empujones sin valor que, de buena voluntad, intercambiamos unos con otros, cuando somos niños, no realizamos ningún ejercicio. Somos, en general, fruncidos, esmirriados, delgaduchos, de una pobreza de músculos lamentable.

Además en nuestro organismo la sección que más se desarrolla es la oreja, gracias a los tirones maternos, pero no está comprobado que ésto sea un desarrollo necesario. Para qué sirve ser una persona orejuda?. El burro también posee considerables apéndices auriculares, lo que no impide que lo consideren, injustamente, el más estúpido de los bichos. (...) Físicamente hablando, somos una verdadera miseria. Blandos, flojos, abatidos, tristes... una lástima!. Párpados caídos, labios descoloridos, una flojedad generalizada que hace de nosotros un ser desencajado, incipiente, con aire de que de repente, insulso y encogido, la frase menospreciante que se fue divulgando: Me consta.

Necesitamos fortalecer la piel, que la inacción volvió fláccida; los nervios destruidos, excitantes; los huesos que el mercurio quebró.

Consolidar el cerebro y bueno, aunque sea un órgano que, de ordinario no tengamos necesidad de utilizar. Fortalecer el músculo es ideal. Convencer a un adversario con argumentos substanciosos no es malo. Poder convencerlo con un gordo puño cerrado delante de la nariz, peludo y amenazador, es excelente. (...)

Para llegar al deficiente resultado de transformar la grasa en fibra, ahí viene el fútbol.

Pero por qué el fútbol?

No sería, por fortuna, mejor que la juventud se estimule en juegos nacionales, sin mezcla de extranjerismo, las trompadas, el garrote, el cuchillo de punta, por ejemplo?. No es que me repugne la introducción de cosas exóticas entre nosotros. Pero disfruto de investigar si ellas serán asimilables o no.

En caso afirmativo, que sea muy bienvenida la institución foránea, fecundémosla, saquemos de ella un hijo híbrido que pueda vivir acá en casa. De otro modo, resignémonos a insultar tradiciones de los sertanejos y de los de tierra adentro. Sin embargo, nos parece que el fútbol no se adapta bien a estas zonas de tierra adentro. Es ropa prestada, que no nos sirve.

Para que una costumbre intrusa pueda establecerse definitivamente en un país es necesario, no sólo que concuerde con la idiosincracia del pueblo que la va a recibir, sino que el lugar a ocupar no esté en poder de otro más antiguo de cuño indígena. Es necesario, entonces, que ocupe un lugar un vacío, como dice el refrán.

Y el fútbol no cumple ninguna función, pues ya tenemos como muy conocida la pelota de paja de maíz, que nuestros queridos habitantes de zonas alejadas juegan con una habilidad que dejaría al más experimentado sportman británico de capa caída. (...)

Tenemos deportes en cantidad. Para qué mezclarse con cosas extrañas?

El fútbol no va andar, tengan la seguridad. No sirve el argumento de que gana terreno en las capitales importantes. No nos confundamos.

Las grandes capitales están en el litoral; ésto aquí es diferente, es el sertón.

Las ciudades vomitan gente de otras razas o que pretenden ser de otras razas; no somos más o menos agresivos, con manchas de sangre mezclada con la de los esclavos.

En las ciudades los viciosos elegantes consumen opio, cocaína, morfina; por aquí hay personas que todavía fuman marihuana. (...)

Extrañezas no ingresan fácilmente en la tierra de las espinas. El fútbol, el box, el turf, nada funciona.

Desarrollen los músculos, muchachos, obtengan fuerza, enderecen la columna vertebral. Pero no es necesario ir lejos, en procura de exquisiteces que tienen nombres que ustedes saben pronunciar.

Recuperen los deportes regionales que han estado abandonados: el palo, la alegría, la pulseada, la carrera pedestre, tan útil a un ciudadano que se dedica al arriesgado oficio de hurtar gallina, la corrida de boyas, el salto, andar a caballo y, sobre todo, el rengo, la zancadilla.

Arrastrarse!. Este, sí, es el deporte nacional por excelencia!

Todos nosotros vivimos más o menos de dar una zancadilla unos con otros. Luego en las clases de primaria nos habituamos a apelar a las piernas cuando nos falta la confianza en el cerebro, y es la zancadilla lo que nos salva.

En la vida práctica, está claro que aumenta la natural tendencia que poseemos para aprovecharnos eficientemente de la canela. En el comercio, en la industria, en la letras y las artes, en el periodismo, en el teatro, en otros lugares, la zancadilla triunfa.

Cultiven la zancadilla, amigos!

Y si alguno de ustedes tuviera vocación para la política, entonces sí, y que la certeza de vencer con auxilio de ella. Es ahí que ella llega a su máxima expresión. No hay político que no la practique. Desde S. Exa. o señor presidente de la República hasta el más panzudo e idiota coronel de plaza, de esos que usan zapatos de trenza, pómulos fláccidos y hombre fuerte de la Guardia Nacional, todos los salvadores de la patria tienen la habilidad de hacer una zancadilla en el momento oportuno.

Muy útil, si señor.

Dedíquense a la zancadilla, muchachos

.oOo.

Esta crónica fue publicada por primera vez en "O Índio", en Palmeira dos Índios (AL), en 1921, con el seudónimo de J. Calisto.




Notas
1 . Profesor de la Universidad Federal de Espírito Santo.
2 . Profesor del programa de Post-Graduación en Educación Física de la Universidad Gama Filho y profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la UERJ
3 . El texto íntegro fue tomado de una publicación realizada por el periódico O Estado de Sao Paulo, en el Cuaderno D/Especial-Domingo, el 17 de abril de 1994, pág. 2, en ocasión del año que aconteció la última Copa del Mundo. El artículo consta en el anexo para que el lector pueda consultarlo en caso que juzgue necesario.
4 . Este temor de incorporar elementos de la cultura extranjera puede ser vivido como pérdida de la propia identidad, entretanto, la gran paradoja de Brasil es que el fútbol, elemento cultural importado, fue utilizado como elemento constructor de la identidad brasilera.
5 . Obsérvese que Graciliano hace críticas a las personas que desean disimular o se quieren parecer a otra raza. Graciliano se refería, probablemente, a los mestizos y mulatos que deseabam hacerse pasar por blancos, así asumía una postura crítica en relación a aquellos que no asumíam su identidad étnica o racial. El texto no permite afirmar que el autor esté despreciando la tesis del blanqueamiento, en boga en la época, entre tanto, la imagem multirracial de la sociedad es tomada como elemento constructor de la identidad (agresivos, negritud y esclavos). Ver Skidmore, Thomas - O Brasil visto de fora, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1994 - que trabaja con los constructores de la identidad nacional por medio del discurso de las razas, especialmente en el capítulo I - Construyendo una identidad nacional, pp. 7-88.
6 . Cf. Hochman, Gilberto. Regulando os efeitos da interdependência: sobre as relações entre saúde pública e construção do Estado (Brasil de 1910-1930), In: Estudos Históricos, nº 11- Os Anos 20, jan-jun, 1993.
7 . Cf. Herschemann e Lerner. O Futebol e o Jogo de Bicho na Belle Époque Carioca. Rio de Janeiro: Diadorim, Ed., 1946. Cap. 3.
8 . Cf. Carvalho, José Murilo. Os bestializados: O Rio de Janeiro e a República que não foi. São Paulo, Companhia das Letras, 1987.



Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998
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