LAS CONTRADICCIONES DEL FUTBOL BRASILEÑO - Jocimar Daolio     
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Otro ejemplo de la popularidad del fútbol es la fidelidad de los hinchas hacia sus equipos. Aunque no esté pasando por una buena racha o que el equipo descienda a segunda división, el hincha nunca se cambia de equipo.Copa del Mundo 1970 Sufre con él, justificando cuando ésto ocurre, volviéndose todavía más fanático. En Brasil, esa fidelidad viene desde el día del nacimiento, cuando el niño recibe un nombre, una religión y un equipo de fútbol del cual va a ser simpatizante por el resto de su vida. Fidelidad que está expresada en la habitación de la maternidad, cuando los padres cuelgan un par de botines y un uniforme en miniatura, representando al equipo de fútbol de la familia. A lo largo de la infancia, hay un continuo proceso de inculcación de valores y hábitos positivos sobre el equipo de la familia y negativos en relación a equipos adversarios. De esta manera se aprende en nuestro país a hinchar por un determinado equipo de fútbol, a diferencia de los equipos de voleibol o basquetbol que, representando a empresas, cambian de nombre cada temporada.

Para explicar el papel que el fútbol juega en Brasil, estamos sosteniendo que existió una combinación entre las exigencias técnicas del fútbol y las características socio-culturales del pueblo brasileño. El fútbol sería, al mismo tiempo, un modelo de la sociedad brasileña y un ejemplo en donde ella se representa. En otras palabras, el fútbol se constituiría, por un lado, en una imagen de la sociedad brasileña y, por otro, en un ejemplo que le permitiría expresarse. El hombre brasileño se conduce en la vida como en un partido de fútbol, con chances de ganar o perder -y algunas veces empatar-, teniéndose que confrontar con adversarios, teniendo que respetar ciertas reglas, manteniendo el respeto por una autoridad constituida, jugando dentro de un tiempo y un espacio, marcando y sufriendo goles, haciendo jugadas de categoría y cometiendo errores fatales. Luego de una derrota, existiría siempre la chance de recuperarse en el próximo partido.

Es en ese sentido que Roberto DaMata -un estudioso del fútbol como fenómeno cultural brasileño- afirma que cada sociedad tiene el fútbol que merece, pues deposita en él una serie de cuestiones y demandas que le son relevantes. De esta manera, el fútbol brasileño no es simplemente una modalidad deportiva con reglas propias, técnicas determinadas y tácticas específicas; no es simplemente la manifestación lúdica del hombre brasileño; ni tampoco es el opio del pueblo, como prefieren considerarlo algunos. Más que todo éso, el fútbol es una forma que encontró la sociedad brasileña para expresarse. Es una manera que tienen los brasileños de expresar sus características emocionales profundas, tales como pasión, odio, felicidad, tristeza, placer, dolor, fidelidad, resignación, coraje, debilidad y muchas otras.

Pero no es en el fútbol que el viril hincha llega hasta las lágrimas, tanto de alegría como de tristeza?. ¿No es en el fútbol que la gente aprende que después de una serie de derrotas llegará una redentora victoria?. ¿No es en el fútbol que se aprende que no se puede festejar antes que el juez anuncie el final del juego?. ¿No es en el fútbol que se aprende que no se debe subestimar al adversario?.. ¿No es en el fútbol que muchas veces todas las emociones se mezclan caóticamente llevando a enfrentamientos físicos entre hinchas contrarios?.

Con todas las contradicciones posibles, el fútbol brasileño es una forma de ciudadanía. En este sentido no es ni bueno ni malo, verdadero o equivocado, expresión generosa del pueblo brasileño o su opio. Constituye una forma de expresión de la identidad nacional. Es, por lo tanto, dinámico, al reflejar a la propia sociedad brasileña. Las manifestaciones dentro de un estadio de fútbol, ya sea de la hinchada, ya sea de los jugadores, o de los dirigentes y periodistas, no pueden ser analizadas desvinculadas de todas las demás cuestiones nacionales. En este sentido, la violencias de los hinchas, muchas veces exacerbada, no puede ser explicada en forma simplista como manifestación de algunos marginales, como quieren algunos periodistas deportivos. Ella se constituye en expresión de la violencia de la sociedad brasileña muchas veces reprimida en diversas ocasiones. En ese sentido la cuestión más pertinente parece ser: qué es lo que sucede con la sociedad brasileña últimamente que genera tantas expresiones de violencia en los estadios de fútbol?.

Partiendo del marco teórico que entiende al fútbol como expresión de la sociedad brasileña, es posible comprender las contradicciones presentes en este deporte. Contradicciones que en un análisis apresurado y descontextualizado reflejarían la pobreza o la falencia del fútbol brasileño, llevando a posturas extremas de que se debe terminar con el fútbol o reemplazarlo por modalidades consideradas más civilizadas. De hecho, algunas personas se refieren al fútbol como un deporte arcaico, primitivo, oponiéndolo a modalidades más modernas. Ahora, el fútbol brasileño, como cualquier otro fenómeno nacional es y siempre será aquello que la sociedad haga de él, aquéllo que los actores involucrados -simpatizantes, dirigentes, prensa, etc.- vayan constantemente actualizando en él y con él. El fútbol no es diferente de la sociedad brasileña, sino que está junto a ella, expresándola y actualizándola, tal vez mostrando algunos aspectos que nosotros tenemos dificultad de enfrentar y preferiríamos ocultar.

Brasil es el único país que participó en todas las Copas del Mundo y el único tetra-campeón. Su fútbol es respetado y temido por otras selecciones. Somos el principal exportador de jugadores del mundo, jugadores que han ganado reconocimiento en varios países. Tenemos los más grandes estadios del mundo. Entretanto, esas grandiosas cifras contrastan con campeonatos internos extremadamente desorganizados, con equipos que llegan a jugar hasta tres veces en la misma semana. El salario promedio de los jugadores brasileños es bajo, contrastando las enorme sumas que perciben los jugadores de los equipos grandes con los salarios ridículos de la gran mayoría de los profesionales diseminados por todo el país. La gran mayoría de los equipos brasileños está endeudada, retrasando permanentemente el pago a los jugadores. Muchos equipos no consiguen mantener a su plantel de profesionales durante un año, cesando todos los jugadores y el técnico al final del campeonato. Muchos políticos utilizan el fútbol para conseguir votos, invirtiendo en algunos equipos en períodos electorales y dejándolos desmantelados luego de las elecciones.

La evasión de impuestos se vuelve práctica común en casi todos los estadios, provocando burlas y abucheos cada vez que se anuncia en los partidos la cantidad de público que abonó su entrada, que siempre es menor que los que nuestros ojos pueden ver. No son extraños los casos de sobornos a árbitros, jueces de línea y hasta jugadores para "fabricar" resultados.

La selección brasileña es el blanco de importantes emprendimientos, en el intento de conquistar el inédito título de pentacampeón de fútbol. Los métodos científicos de entrenamiento físico, técnico y táctico, de apoyo psicológico a los atletas, de cuidados médicos y odontológicos, de atención nutricional a los atletas, son contradictorios con un director técnico extremadamente supersticioso, que se considera predestinado al éxito y se burla de las contribuciones científicas al deporte. Lo más interesante es que el componente supersticioso en el fútbol está reforzado por la propia prensa y es practicado constantemente por los jugadores e hinchas. En ese sentido un director técnico como Zagalo combina más con la hinchada brasileña que Parreira, técnico campeón del mundo en 1994 y partidario de los métodos científicos en el entrenamiento. Además, es importante recordar que Claudio Coutinho, director técnico de la selección brasileña en la Copa del Mundo de 1978, en Argentina, fue incomprendido por intentar dar cientificidad al fútbol brasileño, integrando la técnica de nuestros atletas con los aportes de la fisiología y de investigaciones en el área del deporte.

Tal vez la principal característica del fútbol brasileño sea la rica combinación entre el juego colectivo y el individualismo de nuestros atletas. El fútbol, como deporte colectivo, exige una táctica grupal para que un equipo obtenga ventaja sobre otro. Para éso es necesario que un equipo mantenga la posesión de la pelota y la haga circular, intentando engañar al adversario, ubicándose ventajosamente para conseguir llegar al objetivo. Pero éso no garantiza que el equipo convierta goles y gane el partido. De hecho, en muchos partidos se produce un claro dominio por parte de uno de los dos equipos sin que ésto resulte una ventaja en término de puntos. Puede también acontecer que un equipo que disponga menos tiempo la pelota triunfe en el partido. Esto es porque, además de una dinámica táctica de equipo, es necesario el individualismo de los jugadores para vencer a la defensa adversaria. Ahora, si los dos equipos juegan rígidamente dentro de patrones tácticos exhaustivamente entrenados, los partidos finalizan siempre empatados. Por lo tanto, es necesario que uno o más jugadores, en algún momento del partido, se liberen del esquema táctico de equipo y realicen alguna jugada individual. Esa osadía puede resultar en fracaso y hasta en derrota, pero también puede tener éxito y resultar una jugada de gran belleza plástica y hasta en gol y victoria para el propio equipo.

¿Será que la característica principal del fútbol brasileño no se debe a la feliz combinación entre táctica colectiva y táctica individual?. O, dicho de otra manera, no hay relación entre el individuo y el grupo, sino atrevimiento individual para liberarse de las imposiciones del juego colectivo?. Es obvio que éso puede llevar al modelo del "jugador morfón", aquél que sólo piensa en sí mismo y no se preocupa por el éxito del equipo. Sería una distorsión, una exacerbación de la necesidad de conciliación entre el juego individual y colectivo. Si éso fuera cierto, podríamos suponer que esa característica del fútbol brasileño, contrastando virtuosismo técnico individual con la anarquía táctica colectiva, se debe a la propia forma del brasileño de manejarse en el mundo, transgrediendo y logrando ventaja de la expresión individual sobre el plano colectivo. Podemos aquí recordar el aspecto pícaro típicamente brasileño. Como una gambeta en el fútbol, el pícaro es aquel que tiene que buscar la forma de conseguir dinero, para lograr alguna ventaja, para sobrevivir a pesar de las adversidades, para conseguir, al fin, marcar goles. Es obvio que él precisa del grupo, pero él no anula su expresión individual frente al colectivo. Si éso puede no ser siempre beneficioso, tanto en el fútbol como en la vida en la sociedad, termina dando la idiosincracia del propio estilo de juego brasileño: osado, individualista, poco afecto a las tácticas colectivas y, muchas veces, fascinante, toda vez que genera jugadas y jugadores interesantes.

Ya que estamos hablando de aparentes contradicciones en el fútbol brasileño, no podemos dejar de hablar de los ídolos que el fútbol genera. Un deporte con esta popularidad, que ocupa un enorme espacio en los medios de comunicación de masas, crea continuamente nuevos héroes, que serán endiosados por las personas, envidiados, imitados por los niños y servirán como modelo de conducta. Pelé fue y todavía es un ídolo producido por el fútbol, como lo fueron también Zico, Roberto Dinamita, Rivelino, Sócrates, Toninho Cerezo... y, hoy, Ronaldinho. Pero también son ídolos creados por el fútbol Edmundo y Romario, jugadores que, a pesar de su indudable capacidad técnica, son personas polémicas, que se implican en peleas, dentro y fuera del campo, discusiones con periodistas, escándalos y actitudes, en su gran mayoría polémicas. Edmundo es conocido como "animal", apodo que se debe no tanto a su categoría como jugador, sino por sus actitudes intempestivas. Es interesante recordar que la carrera de Edmundo, que siempre estuvo marcada por conductas polémicas, no impidió su transferencia a otros equipos. Por el contrario, siempre fue aclamado e idolatrado por los hinchas, hecho que sugiere una identificación con el crack.

Hay una contradicción apenas aparente en el hecho de que el fútbol brasileño genera ídolos como Ronaldinho, por un lado, y Edmundo, por el otro. Representan las dos caras de la misma moneda de los deseos humanos: ser al mismo tiempo, tranquilo y rebelde, dócil y feroz, bueno y malo, humano y animal. Eso es posible en el fútbol, que, como fenómeno cultural brasileño, es construido y actualizado justamente para servir de soporte a esas demandas de la población brasileña. Es en este sentido que decimos que el fútbol es la expresión de la sociedad y que cada sociedad tiene al fútbol como un espejo de sí misma.

Otro tema del fútbol digno de análisis es su dificultad para aceptar cambios en las reglas, generando también lo que llamamos una falsa contradicción. Porque, al mismo tiempo que algunas transformaciones son necesarias para mejorar el desarrollo del juego, ellas no se realizan de hecho, existiendo resistencias de la hinchada, de los dirigentes, de los jugadores, de técnicos y periodistas.

¿Alguien recuerda el basquetbol sin la anotación de los tres puntos?. ¿O el voleibol y el tenis sin el "tie break"?. Estas fueron nuevas reglas que hicieron que la dinámica del juego de esos deportes fuese cambiada para mejor. En relación a ésto, el viejo deporte bretón continúa básicamente con las mismas reglas de cuando fue creado hace más de cien años. Durante la realización del torneo Río-Sao Paulo de 1997 se experimentó con limitar el número de faltas de cada equipo, reglamentándose, a partir de ésto, con la pena de un tiro libre sin barrera. Ya hubo propuestas de aumentar el valor del gol, de utilizar dos árbitros, de modificar para más o para menos la duración del tiempo de juego, además de otras ideas.

Si aceptamos, una vez más, que el fútbol es el depositario de características culturales de la sociedad brasileña, todavía inconscientemente, podemos proponer que un cambio en las reglas reconociendo la modernidad en el fútbol, haría que perdiera el carácter incierto, casual, irreverente, improbable. ¿No será que justamente eso lo que la sociedad desea e imagina en el fútbol?.

Un equipo técnicamente inferior, con un poco de suerte y una buena defensa, puede ganarle a un equipo superior, hecho que difícilmente suceda en el voleibol, por ejemplo, donde un equipo mejor preparado impone su superioridad técnica. Un jugador sin virtuosismo consigue superar su carencia técnica por medio del esfuerzo físico y escogiendo una posición correcta para jugar. En el fútbol, las reglas permiten a los jugadores la posesión de la pelota por un tiempo indeterminado, favoreciendo la habilidad del jugador y permitiendo que sea irrespetuoso con el equipo adversario, desmoralizándolo. La hinchada conoce de estas cosas y comienza a gritar "ole". Esa característica de posesión de la pelota permite a la vez, a diferencia de otros deportes, la "especulación". O sea, el llamado anti-juego en otras modalidades, en el fútbol es incorporado por las reglas, mientras acontezca con la pelota en juego.

El papel del árbitro de fútbol también presenta características interesantes. A diferencia de otras modalidades, que incluyen dos o más árbitros y mesa de control con responsabilidades en la administración del tiempo de juego y de las faltas, en el fútbol el árbitro es el dueño y señor del juego, con plenos poderes para marcar faltas, prohibiciones, dando o no descuento en el tiempo de juego, decidir rápidamente si hubo ventaja en una acción por parte de un jugador que sufrió una infracción, pudiendo desatender las señas de sus auxiliares. Ese poder absoluto del árbitro de fútbol contrasta con la dificultad que él tiene para marcar todo correctamente y, frecuentemente, comete errores. Errores que perturbar a los jugadores y a la hinchada, provocan altercados, expulsiones y agresiones, a la vez que, al mismo tiempo, vuelven al árbitro humano y falible. A la postre, él podrá también equivocarse favoreciendo a nuestro equipo, y en ese momento será perdonado por los errores anteriores.

El debate que hemos planteado a lo largo de este texto intenta comprender al fútbol como impregnado en la sociedad y la cultura brasileñas, expresando características y deseos de identidad nacional, más que implícitamente. Las tradicionales reglas del fútbol, que los brasileños y la FIFA -además, dirigida hace más de veinte años por un brasileño- se resisten a modificar parecen reflejar la idiosincracia brasileña de jugar y vivir, permitiendo la osadía, la irrespetuosidad, la picardía, el carácter incierto de las acciones, la superstición, la imprevisibilidad, la voluntad y la ambigüedad.

Es en ese sentido que hablamos de las contradicciones del fútbol brasileño, apenas aparentes si intentamos comprender la lógica cultural de este importante fenómeno nacional. No es Brasil el país de los contrastes y las ambigüedades?. Un país que, en el decir de Roberto DaMata, mezcló todas las razas y erigió a la mulata a la condición de modelo nacional de belleza. Un país cuyo pueblo consigue conciliar creativamente la superstición con la religiosidad y la ciencia. Un país que, entre el no y el si, entre el puedo y no puedo, descubrió el estilo brasileño como forma de vida. Un país que encontró en el fútbol su mejor interpretación, haciendo de él una de sus más genuinas expresiones.


Referencias bibliográficas
  • DAMATTA, R. et al. (1982) Universo do futebol: esporte e sociedade brasileira. Rio de Janeiro: Pinakotheke.
  • DAMATTA, R. (1997) O que faz o brasil, Brasil?. 8ed. Rio de Janeiro: Rocco, 1997.
  • DAOLIO, J. (1997) Cultura: educação física e futebol. Campinas: Editora da UNICAMP.
  • DOSSIER FUTEBOL (col.). (1994) Revista USP. São Paulo: Coordenadoria de Comunicação Social, n.22, junho-agosto.
  • FILHO, M. (1964) O negro no futebol brasileiro. 2ª ed. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira.



Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998
http://www.efdeportes.com