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Memorias de una práctica continuada.
La construcción desde la diferencia

   
Licenciado y Profesor en Educación Física
(Argentina)
 
 
Lic. Daniel Germán Zucchi
danielz@delacosta.com.ar
 

 

 

 

 
     Nuestra historia como docentes y profesionales de la Educación Física nos hace reflexionar sobre nuestras prácticas, para poder reajustarlas y mejorarlas. Las practicas son el espacio de comunicación con el campo que nos garantiza una intervención directa con los alumnos. Son el espacio donde nuestras ideas se practican, y donde nuestras clases se teorizan.
     Lejos de pensarlas como directrices tecnocráticas de aplicación concreta, se entienden como proceso constructivo en relación al entrecruzamiento histórico y cultural. Donde el sujeto forma parte de las mismas por que ellas llegan a arrastrar parte de su ideología, de sus experiencias, de sus vivencias, de su bibliografía, de su pasado, de su presente y sus proyectos.
     Construir las practicas como parte del ser es permitir que nuestra hexis corporal1 se identifique con las practicas corporales que pretendemos enseñar.
     El proceso de construcción de las prácticas acompaña nuestra vida, empapándolas de un posicionamiento epistémico y político.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 92 - Enero de 2006

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La Pre-historia de la práctica

     No interesarme en los prolegómenos de la práctica que voy a relatar es como entender que un invento nace en un determinado momento de manera espontánea. La práctica tiene su historia compartida, que vale la pena recorrer en un camino lleno de causas y casualidades. Mi cuerpo (todo) no logró a través de un proceso mágico ubicarse en un espacio y en un tiempo determinado para intervenir sobre un grupo de alumnos. No hay nada escrito que determine mi futuro, yo escribo mi historia en concordancia con los demás.

     Haciendo (mi) memoria, rescato aquellos días de calor en una Mar del Plata que se preparaba para su temporada alta. Eran épocas de decisiones. Había que decidir aquello que me iba a dar la estabilidad en la vida y por la cual iba a ser capaz de mantener una familia. Debía ser el cimiento para la construcción de mi futuro.

     Formado en una clase media (venida a menos) en la cual no había lugar para el trabajo luego de terminar el secundario. La pregunta estaba hecha, ¿Cuál sería mi carrera superior?. Mi capacidad física y destreza deportiva, sumado a las bajas calificaciones en aquellas materias todopoderosas como la matemática, química y la física, me empujaron a tomar una decisión lógica aunque poco audaz: ser entrenador de basquetbol, lo que en mi adolescencia significaba ser Profesor en Educación Física.

     Al mismo tiempo que comencé el profesorado me encontraba trabajando como monitor en las divisiones formativas, y jugaba al basquetbol en la primera del Club Sporting. Nada hacía entrever hasta ese momento que existían diferencias entre el entrenador y el profesor. Nadie, en mis primeros dos años en el Instituto me dio un indicio que allí se formaban docentes. Tal vez algún profesor trató de explicarme, pero me cegaba ante cualquier pretensión de cambio de parecer.

     Mi biblioteca comenzaba a llenarse de autores como: Primo, Del Río, Daiuto, Dean Smith, etc. que me explicaban la técnica correcta y la metodología que se debía utilizar en el basquetbol. Explicando con un diagrama tras otro (nunca menos de cinco) como se debía ejecutar el lanzamiento, el pase, el dribling y la defensa. Por otro lado los libros y apuntes sobre entrenamiento se sumaban a aquellos de índole técnico; Autores como Rodriguez Facal, Giraldes (el de antes), Meinel y otros alemanes, como también aquellos "rusos" anteriores a la Perestroika.

     Ya me encontraba convencido que entre mis deberes como futuro Profesor en Educación Física debía formar deportistas y atletas. La idea no me disgustaba. En mi representación mental de la Educación Física no había lugar para nada más que mi propia historia: un colegio privado (solo de varones) articulado con un Club, lo que se traducía en un enfoque físico articulado a un enfoque deportivo. Lejos se encontraba la escuela pública con sus innumerables problemas y pocas virtudes. Lejos se encontraba el cuerpo del sexo opuesto, el cuerpo y la pobreza, el cuerpo mal-alimentado, el cuerpo mal-atendido. En otras palabras no comprendía la diversidad de los cuerpos y sus movimientos en los sujetos que existían en una realidad a diez cuadras de la mía. Hasta ese momento estaba construyendo una Educación Física como resultado de la historia de mis experiencias corporales.

     Al comienzo de mi tercer año en la carrera y luego de resolver inconvenientes familiares y laborales surgió la posibilidad de realizar una práctica, con futuro laboral, de entrenamiento físico-técnico a un equipo de basquetbol.


Los inicios de la práctica

     En mi primer día de entrenamiento tenía solo cinco jugadores dispuestos a comenzar. Ellos se encontraban en el gimnasio realizando algunos lanzamientos al aro. Escuchar el bote reiterado del balón sobre el suelo hizo que me sintiera muy a gusto. Sólo aquel que ama al basquetbol sabe lo que se siente cuando se escucha el bote del balón y el rechinar de las zapatillas sobre el piso. En la práctica que estaba por dirigir el bote del balón se escuchaba desde lejos mientras que el rechinar no era de zapatillas sino de cubiertas.

     Recuerdo mi primera pregunta, ¿Cuánto se le puede exigir al deportista que juega en silla de ruedas?. A pesar de mi incipiente conocimiento estaba dispuesto a tomar las riendas del entrenamiento de este equipo de basquetbol en silla de ruedas (BSR). Había llegado el momento de utilizar los saberes técnicos del basquetbol y aquellos conocimientos `seudo-científicos´ del entrenamiento deportivo. Pero, ¿Qué sabía hasta ese momento sobre discapacidad motriz?. Nada, absolutamente nada.

     Al Plan de entrenamiento de cuatro años de duración, con sus correspondientes macrociclos, mesociclos y microciclos tuve que anexarle fichas individuales con datos que me permitieran establecer un seguimiento de sus avances y retrocesos; deficiencias y capacidades; posturas adecuadas y compensación de desajustes. Todo debido a la problemática específica de la discapacidad en el ámbito deportivo.

     Con el tiempo mi biblioteca era una puerta de entrada a autores como Langlade y su Gimnasia especial correctiva , ó a Adams, R. , Daniels, N. y Rullman y su libro Juegos, deportes y ejercicios físicos para personas con desventajas físicas; Además algunos libros (y apuntes) de neurología, psicopatología y rehabilitación.

     El objetivo que me planteé fue la conformación de un equipo que ascendiera de categoría pero atendiendo a una filosofía de juego en conjunto con variantes estratégicas tanto en la defensa como en el ataque. Si bien este objetivo tan específico del entrenamiento me brindó sus frutos en la cancha, fue en la actitud y la autoconfianza donde mis jugadores demostraron todas sus capacidades. Desde un comienzo los traté como lo que eran: deportistas, de la misma manera como me habían tratado a mí.

     Siempre que realizo un examen de conciencia me encuentro con aquella frase que reiteraba a mis basquetbolistas en mis primeros tres años de esta práctica ¿especial?: "Para que los traten como deportistas no se olviden de comportarse como tales; con sus derechos y obligaciones".

     Al iniciar el cuarto año consecutivo de mi práctica (ya rentada) me encontraba recibido de Profesor en Educación Física. Al mismo tiempo habíamos logrado el ascenso y estabamos conformando un segundo equipo. Pero lo que era más importante para mí era que había ganado un lugar entre los sabios2.

     La institución donde trabajaba no sólo tenía una oferta deportiva: basquetbol en silla, natación, fútbol, Boccia, etc. sino también una Colonia de vacaciones y un Centro de día. Además de mi práctica de basquetbol comencé a trabajar en la Colonia de vacaciones y en Boccia. Había que trabajar y yo estaba dispuesto a hacerlo. Como si eso fuera poco comencé a trabajar en una Escuela Especial. Este fue el comienzo de mi especialización. Luego llegaron el Centro de día y la Clínica Psiquiatrica. ¿Cómo había llegado hasta acá?, ¿Sería esto la Educación Física?. Si como estudiante tenía inconvenientes en entender la diferencia entre el docente y el entrenador, ya como profesor en Educación Física recién recibido encontraba difícil comprender las diferencias entre la función docente, la del entrenador y la del terapeuta. En esta confusión los tres peleaban dentro de mí por un protagónico.

     En cinco años desde mi ingreso a la carrera fui cambiando la mirada sobre el campo de la Educación Física. Fui cambiando mi preparación, mi actitud, mi imagen. Logré ver e interpretar (finalmente) aquello que acontecía a diez cuadras de mi realidad, logré conocer la escuela estatal, y deduje que la diversidad de cuerpos y movimientos nos planteaba una encrucijada a resolver.

     El basquetbol en silla me abrió las puertas a un sinnúmero de prácticas que desconocía.

     Podíamos decir hasta acá que si bien mi imagen de la concepción del cuerpo a intervenir había sufrido un proceso de metamorfosis, todavía se ajustaba a parámetros excesivamente biologistas. Y si bien mi intervención era físico-deportiva entendía que la misma debía ser adaptada a la diversidad de alumnos que se me presentasen. En otras palabras el deporte debía ser para todos.

     Durante el quinto y sexto año el equipo se encontraba consolidado en segunda división y en condiciones de ascender a la máxima categoría. Entre los objetivos a lograr se encontraban:

  1. El ascenso a Primera División del primer equipo.

  2. El ingreso a la Tercera División de nuestro segundo equipo.

  3. La inclusión de la enseñanza del Basquetbol en silla a niños y adolescentes entre 9 y 16 años.

     La actividad crecía en la institución logrando sobrepasar a otras disciplinas deportivas en cantidad de deportistas, recursos materiales y económicos, y reconocimiento social. Este desarrollo de la actividad generaría grandes elogios pero también grandes envidias y recelos.

     Es difícil seguir creciendo dentro de una institución donde los límites para nuestra práctica estaban fijados de antemano. Fueron seis años de construcción y dos meses bastaron para su destrucción.

     Recuerdo esos últimos días de desesperanza y angustia. Sentía que el esfuerzo realizado, siempre por encima del magro salario, no había valido la pena. Una tristeza compartida inundaba de nostalgia y de pérdida al grupo en su última práctica. Fue una práctica diferente, fue una práctica discursiva, dialógica que entrelazaba recuerdos, confesiones, entredichos, culpas y discusiones.

     Después de dos horas de intenso debate el grupo decidió seguir realizando basquetbol en silla pero en un lugar fuera de la institución.


Cambios y desafío en la práctica

     La mayoría de los deportistas y yo decidimos formar un Club con todas las letras y que se realice exclusivamente recreación y deporte. Debía ser una entidad que favoreciera el proceso de normalización3 (que a pesar de estar en desacuerdo con el término, su significado es muy acertado). Debía ser un ámbito donde el niño, el adolescente y el adulto encuentren un lugar de esparcimiento y de competencia como parte de su vida cotidiana, junto al estudio, al trabajo y a su vida familiar. Queríamos dejar bien lejos la equivocada (e interesada) analogía del Club para discapacitados con el Centro de día o de rehabilitación. En estos centros el deportista era un concurrente itinerante a otras actividades como: los talleres de cocina, la terapia física, fonoaudiología, etc. llegando a comer, dormir y hasta concurrir a un baile todo dentro del mismo ámbito.

     ¿Tan difícil era pensar en un lugar llamado Club que tenga las mismas características que el Club convencional? ¿Necesitamos estigmatizar al deportista con discapacidad a través de las actividades que realiza?. Al hacerme estas preguntas recordé aquella línea de pensamiento de Erving Goffman (1967) con relación a las conjeturas que los adultos realizan de los niños con discapacidad que ingresan a la escuela: "Te dirán que ese no es tu lugar, que no te sentirás bien dentro de este ámbito normal". Si el fin último es propender a la integración en la sociedad los medios no pueden estar de acuerdo con las clasificaciones, las divisiones, sectorizaciones y lugares adecuados. Las personas con discapacidad no necesitan que les den un lugar sino que les hagan su lugar.

     Con relación a esto último llegamos a la conclusión que existía una opción inclusiva que proponía que nuestra práctica corporal formara parte de las actividades que se realizan en algún club de la ciudad.

     Después de tantos avances y retrocesos decidimos crear una institución, ADDIMAR - Asociación de deportistas discapacitados de Mar del Plata, que funcionara en el Centro de Educación Física Nº 1. La opción no elegida, si bien poseía un nivel superior de integración social a través de la recreación y el deporte, no se podía llevar a cabo debido a que la sociedad Argentina todavía no está preparada para ello.

     A todo esto mi desarrollo personal y profesional había dado un gran salto. Y si bien nuestro alzamiento contra el hombre fuerte (la institución de quién nos separamos) nos dio más que un dolor de cabeza también nos convertía en afamados rebeldes progresistas. Mi capital4 intelectual estaba creciendo, el capital económico se me presentaba en franco declive. Mi biblioteca tenía los estantes vencidos. Habría que cambiarlos pero el dinero no alcanzaba. A los libros técnicos (de basquetbol y natación), de entrenamiento físico, de clínica y neurología de la discapacidad se sumaron aquellos sobre integración social y escolar (Bursuck, Pantano, Rafael Bautista entre otros) y aquellos sobre cuerpo/corporeidad (Pankow, Le Bretón, Doltó, Merleau Ponty).

     Me encontraba en mi octavo año en la práctica del BSR dentro de la flamante institución, con un renovado espíritu de creación. Peor la nefasta noticia no tardó en llegar: nuestra afiliación a la Federación Argentina de Deporte en silla de ruedas no había sido aceptada. Todos entendimos de donde había venido tan miserable jugada.

     Dos años de paciencia y resignación. Dos años de exclusión de las competencias nacionales.

     Pero como todo aquello que no nos mata nos hace más fuertes, seguimos adelante. Si bien se nos truncaba uno de los objetivos del nuevo Plan deportivo, el segundo gran objetivo que era la enseñanza del BSR a niños y adolescentes con miras a la futura renovación de jugadores crecía en buena medida. Llegamos a tener 14 niños jugando y aprendiendo en sillas de ruedas.

     En estos dos años de exilio competitivo tuve mucho tiempo para pensar, leer, experimentar y volver a pensar sobre mi práctica continuada. Comprendí que la competencia es necesaria, que tanto los niños, los adolescentes y los adultos se encuentran ansiosos por competir. Puede ser que la Mass Media5 , la sociedad de consumo, la familia, quieran ver al sujeto como un ser competitivo. Un sujeto que pueda salir al ruedo social sin rendirse ante el primer desafío. Que importante era esto para un sujeto con discapacidad.

     El deporte competitivo no se limita al entrenamiento de técnicas y tácticas, supera ampliamente esta concepción incluyendo: la relación socio-afectiva grupal, la autoconfianza y autosuperación, el sentimiento de equipo, que pasan a ser parte de la construcción de la personalidad y facilitando la plena integración social. El deporte es un saber cultural y en consecuencia quienes lo realizan son valorados por la sociedad. Este deporte para personas con discapacidad motriz deberá adaptarse lo menos posible. Ya que en estos casos el reconocimiento social se encuentra ligado a la práctica (y a la demostración de la práctica) de una actividad deportiva que contenga la mayor cantidad de características en común con aquella considerada "normal".

     Para que la competencia sea positiva en la construcción de la personalidad y en la inclusión social del sujeto, la misma debe ser guiada por una intervención docente que encuentre el sentido educativo tanto en la victoria como en la derrota. Sobre la derrota se puede trabajar desde la resiliencia6, el pensamiento complejo y el pensamiento lateral.

     Los dos años de espera me han servido como introspección; de crecimiento intelectual, encontrando en cada análisis de situación una historia y un encuadre socio-político que debía fundamentar con una teorización adecuada. Por otro lado fueron dos años de des-espera-acción. Sentía que me alejaba del ser práctico que desde el campo de la Educación Física me habían inculcado. La práctica no encontraba su fin práctico si no existía un resultado para su evaluación. Ello era comparable a aquel o aquella adolescente que practica reiteradamente frente al espejo el beso que alguna vez va dar, esperando el momento que tarda en llegar. Claro que nada es para siempre; el beso llegó.

     Fuimos afiliados en el año 2002 gracias a una diligencia política. Ya para el año 2003 entramos en la competencia sin los resultados esperados, pero con la firme intención que al año siguiente estemos en el lugar que nos corresponde.

     Hemos crecido individualmente y como grupo humano. La maduración grupal nos ha llevado a las finales del ascenso en la que hoy nos encontramos.


El futuro de la práctica

     Fueron trece años de idealización, perseverancia y trabajo, pero también de resignación, duda y abatimiento. Fue, es y será una práctica distinta pero que tiene sus raíces en una pre-historia común a muchas otras prácticas, y desde una concepción cambiante del docente de Educación Física sobre su campo. El docente de Educación Física recién aprende (muchas veces a través del condicionamiento instrumental) a enseñar cuando se encuentran al frente de una práctica. Haciendo caso omiso en muchas ocasiones a la teoría aprendida en los centros de Educación Superior

     Esta práctica que continúa ha marcado un reto en mi vida profesional. Me ha mojado la oreja reiteradas veces. Me ha invitado a seguirla en su desafiante problemática. Y si bien mi futuro profesional frente a esta práctica es incierto, nunca me olvidaré que ella despertó en mí el apetito del conocimiento y el espíritu investigativo.

     Todavía recuerdo aquella entrada temerosa a un gimnasio donde solo se escuchaban el bote de la pelota y el rechinar de las cubiertas en el suelo. Un recuerdo que se confunde en mi memoria con otro, más antiguo, aquella primera vez que con mis nueve años entré a una cancha de basquetbol de la mano de mi madre.


Notas

  1. Al decir de Pierre Bourdieu.

  2. E. Goffman (1968) en Estigma: la identidad deteriorada, llama Sabia a una persona cuando aquella posee una sabiduría que proviene de sus actividades en un establecimiento. Estas actividades satisfacen tanto las necesidades de quienes tienen un estigma particular como sobre las medidas que la sociedad adopta respecto a estas personas.

  3. Según Wolfensberger (1972), citado por Toledo González (1981), es la utilización de medios tan normativos como sea posible, de acuerdo con cada cultura, para conseguir o mantener conductas o características personales tan cercanas como sea posible a las normas culturales del medio donde viva la persona. No es que una persona con discapacidad se convierta en una persona promedio.

  4. Se entiende al término capital con el significado dado por Pierre Bourdieu.

  5. Mass Media: Medios masivos de comunicación.

  6. Resiliencia: término que significa construir a partir de la adversidad.

Bibliografía

  • Bourdieu, P. y Wacquant, Loic J.D. (1995). Lógica de los campos en: "Respuestas por una antropología reflexiva" . Editorial Grijalbo. México.

  • Goffman, E. (1968). Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Título Original en Inglés: Stigma. Notes on the management of spoiler's identity (1963).

  • Toledo González, M. (1981). La Escuela ordinaria ante el niño con necesidades educativas especiales. Editorial Santillana. Madrid, España.

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revista digital · Año 10 · N° 92 | Buenos Aires, Enero 2006  
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