efdeportes.com
La dinámica del fútbol en México.
La construcción de identidades colectivas en torno al
Club de Fútbol Pachuca en nuestros días. Primera parte

   
Colegio de Michoacán, A. C.
Centro de Estudios Antropológicos
 
 
Gabriel H. Angelotti Pasteur
gabrielotti@yahoo.com
(México)
 

 

 

   
Trabajo para optar al grado de Maestro en Antropología Social


Comité Evaluador:
Director: Dr. Andrew Roth Seneff
Lector: Dr. Marco Calderón Mólgora
Lector: Dr. Antonio Prieto Stambaugh

Zamora, Michoacán, 11 de Octubre del 2004
 
 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 82 - Marzo de 2005

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Agradecimientos

    El presente estudio de grado forma parte de otro que se realizará para el trabajo de doctorado y cuyo proyecto se complementará en el transcurso del 9° y 10° trimestre del actual programa de estudio de El Colegio de Michoacán. Es por este motivo que en el siguiente escrito no se establecen conclusiones definitivas sino provisorias. De modo que todas las críticas, correcciones y demás sugerencias observadas serán de gran utilidad para cumplimentar los objetivos propuestos para el futuro.

    El material etnográfico expuesto y analizado se obtuvo en dos temporadas de trabajo de campo que en total sumaron 7 meses de estadía en la ciudad de Pachuca, Hidalgo. Mientras que la sistematización de la información y el escrito final (el cual no debía superar las 90 cuartillas) se realizaron en un tiempo de dos meses. Estas condiciones de trabajo se corresponden con las consignas del programa de doctorado del Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio de Michoacán.

    La idea general que subyace en la presente investigación considera que la práctica del fútbol, la organización de los clubes, la forma de juego e, incluso, la forma que la afición disfruta de los eventos, reflejan dinámicas sociales y culturales propias de las sociedades de referencia. Esta apreciación encuentra fundamentos en la propuesta de Norbert Elías (1987), quien sostiene que las actividades recreativas constituyen lugares privilegiados de estudio debido a que dan cuenta de los hábitos de las sociedades, permitiendo a los sujetos expresarse con un grado mayor de libertad que la acostumbrada en sus vidas diarias.

    En el siguiente escrito se analizará cómo logra el fútbol consagrarse en un verdadero integrador de identidades colectivas: un medio, entre otros, a través del cual los sujetos se unen y se imaginan enlazados bajo un mismo designio (barrial, regional o nacional), expresando este sentir mediante recursos simbólicos y no simbólicos.

    Esta investigación fue posible gracias a la beca-crédito otorgada por CONACYT.


Introducción

    El fútbol es el deporte más difundido en México, su práctica no reconoce fronteras económicas, religiosas o étnicas. En modernos estadios o en la calle, es la actividad que despierta y moviliza mayores pasiones entre los mexicanos. Su origen se remonta a fines del siglo XIX cuando el fútbol constituía una práctica exclusiva de un grupo social integrado por inmigrantes británicos y personas de la elite criolla local. Por entonces, este entretenimiento era cultivado en clubes sociales, instituciones que habían sido creadas para el esparcimiento y recreación de estos grupos; sin embargo, en pocos años el fútbol lograría superar los límites sociales y culturales impuestos para consagrarse como la actividad deportiva preferida por la mayoría de la población. Fue recién en las primeras décadas del siglo XX cuando los clubes de fútbol comenzaron a transformarse en instituciones inclusivas, pluridimensionales, en donde se desarrollarían diversas actividades deportivas, culturales y económicas, para sumar a su primigenia condición de juego y deporte otras cualidades que lo han convertido en un negocio, un espectáculo, un show, un producto de la mercadotecnia, un trabajo y uno de los espacios preferidos por las multitudes para descargar (y cargar) tensiones. El desarrollo y la práctica del fútbol beneficiaría a jugadores, técnicos, empresarios, vendedores informales, agencias de publicidad, cadenas televisivas, periódicos, revistas especializadas, empresas de productos deportivos, periodistas y numerosos agentes sociales. En la actualidad, el fútbol llegó a consagrarse como un deporte profesional, masivo, normalizado, institucionalizado en forma de clubes-empresas, un mega-evento disfrutado por simpatizantes reales y virtuales.

    La distribución de los clubes en México no sigue un patrón definido; aunque en cada estado, al menos, encontramos un club profesional o amateur registrado en la federación nacional. Esta condición posiblemente haya estimulado a los fundadores de los clubes a adoptar como nombre oficial o seudónimo el de la localidad de origen, tales como "Chiapas", "Guadalajara", "Monterrey", "Morelia", "Pachuca", "Puebla", "San Luis", "Toluca", "Veracruz", situación que, se supone, facilitaría entre los simpatizantes manifestaciones de pertenencia hacia el barrio, la ciudad o estado donde el club se encuentre.

    Considerando estas particularidades, el argumento que subyace en el presente estudio entiende que el fútbol en México ha obrado en el curso de su historia como un medio cultural permitiendo a los sujetos imaginarse unidos a un mismo designio o proyecto histórico, propiciando la creación de narrativas, valores nucleantes y rituales. Al mismo tiempo, que fortalece ideas de corte integracionistas que estimulan sentimientos afines entre los habitantes de una ciudad, estado o del país.

    En consonancia con estas peculiaridades, se buscará saber si en una localidad particular de México, la ciudad de Pachuca, este deporte ha obrado como un integrador de identidades colectivas, generando entre sus habitantes sentimientos de comunión hacia su lugar de origen.

    Esta preocupación de estudiar un aspecto deportivo vinculado a su campo social, está directamente relacionada con una pregunta de carácter personal la cual puede formularse en los siguientes términos: ¿Por qué el fútbol es tan popular y apasiona tanto a las personas, sea que lo practiquen de manera ocasional en un campo de juego o lo observen sentados en una butaca de un estadio? Como se sabe, numerosas son las actividades deportivas practicadas en estos tiempos; sin embargo, es el fútbol y no otro deporte, el que genera y despierta intensos sentimientos, excitación, fanatismo y pasiones encontradas entre las personas. El fútbol es excepcional en haber logrado instituirse en uno de los pocos deportes (o quizá el único) que ha sorteado cualquier tipo de barrera, generacional, de género, económica, política e, incluso, religiosa.

    Un segundo elemento que estimula este estudio, se relaciona con el siguiente interrogante, en este caso de corte académico: ¿Por qué las ciencias sociales en México han ignorado el abordaje de esta temática? En la actualidad sólo los medios de comunicación masiva como la televisión, el radio, los periódicos y las revistas especializadas son quienes se dedican a difundir información sobre esta temática. Encontrándonos, con una amplia literatura abocada a tratar temas relacionados con los deportes, educación física, biografías de personajes famosos y técnicas deportivas en general, la cual - a pesar de su esfuerzo- no logra establecer conexiones entre el fútbol y situaciones sociales, culturales económicas y políticas más amplias. Pero este olvido no es propio del ámbito mexicano, es compartido por las ciencias sociales en el mundo y la inexistencia de una línea de estudio centrada en los temas deportivos, tal vez, sea la mejor muestra de ello. Aunque, en su verdadera dimensión, la omisión no es total, dado que en los últimos años el número de investigaciones sobre esta temática ha crecido considerablemente. A continuación y con la intención de presentar algunos de los exponentes más renombrados de la materia se realizará un breve recorrido sobre este universo.

    Antes que Norbert Elías y Eric Dunning (1996) publicaran la obra El deporte en el proceso de la civilización (cuya primera edición en inglés se conoció en 1986), trabajo que produjo un impacto superlativo en el campo de las ciencias sociales, numerosos sociólogos, antropólogos y estudiosos de las ciencias políticas ya se habían abocado a profundizar en esta temática. Entre los autores más sobresaliente podemos mencionar a Huizinga (1942) con su obra Homo Ludens, P.C. McIntosh (1963) con Sport in society, J. Meynaud (1972) con El deporte y la política, Gherard Vinnai (1986) con El fútbol como ideología, Günther Lüscher y Kurt Weis (1976) con Sociología del deporte y Jean-Marie Brohm (1982) con Sociología política del deporte, entre otros textos de importancia. A su modo, y tomando distintos ejes de análisis, cada uno de estos autores contribuyó a fortalecer la investigación de los deportes desde una perspectiva social.1

    En América Latina los estudios sobre el fútbol corrieron de la mano con la desmesurada pasión que este deporte despierta entre las aficiones locales. Uno de los autores que inició estos abordajes fue Roberto Damatta, quien a finales de los años setenta publicó un trabajo prácticamente aislado, pero que, posteriormente, tuvo enorme repercusión para los estudiosos de la región, el mismo se tituló "Esporte na Sociedade: un ensaio sobre o futebol Brasileito", en: Universo do futebol: Esporte e Sociedade Brasilera, 1982 (Río De Janeiro, Pinakotheke). Allí, Damatta, discute la trillada tesis del fútbol como "opio de los pueblos", proponiendo en cambio, que el juego fuese visto como un "drama social": un ritual a partir del cual se expresan códigos, valores y actitudes que se relacionan con esferas más amplias de la sociedad (Oliven, 2001: 44).

    En la medida que los investigadores entendieron que la importancia de la actividad excedía los contornos de las canchas, iniciaron numerosos estudios con la finalidad de comprender mejor el significado del fútbol en el ámbito social. Algunas propuestas buscaron analizar este deporte desde diversas perspectivas, destacándose las siguientes: como una manifestación de nacionalidad, de masculinidad, de negociación de códigos de honra, de fiesta, de arte, de espectáculo, de juego, de profesionalismo, como proyecto de ascenso económico, y, por que no, como trampolín para políticos oportunistas (Ibid).

    Rubén Oliven y Arlei Damo (2001) en Fútbol y cultura propusieron discutir los motivos por los cuales el fútbol moviliza sentimientos tan profundos en las personas, sean simpatizantes, fanáticos o jugadores. Reconociendo que la raíz de la identificación de los sujetos con su club puede comprenderse siempre que consideramos que los equipos en juego "son mucho más que once jugadores": son el barrio, la escuela, la ciudad, el país donde pertenece el equipo en disputa, generando en cada enfrentamiento una batalla simulada entre estas colectividades.

    En Argentina, por su parte, desatacan los trabajos de Pablo Alabarces con su obra titulada Cuestión de pelotas: fútbol, deporte, sociedad y cultura (1996), Fútbol y patria (2002), Futbológicas (2003) y Julio Fydenberg con Deporte y sociedad (1996). Pero quien sin lugar a dudas merece un lugar sobresaliente en esta lista es el antropólogo Eduardo Archetti, quien posee una extensa obra dedicada al estudio de las interrelaciones del deporte y la sociedad. Entre sus títulos más conocidos podemos nombrar los siguientes: Estilos y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino (1995), Masculinities. Football, polo and the tango in Argentina (1997), y El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino (2001).

    En el último trabajo citado, el autor explora la construcción de la nacionalidad a través de los deportes, demostrando la importancia que éstos tuvieron en la modernización de la Argentina de principios de siglos XX y cómo esta actividad hizo posible la incorporación del país a la órbita internacional de competiciones favoreciendo la expansión de un espacio de tiempo libre nacional. Dicho estudio gira en torno a tres figuras notables del deporte argentino, el quíntuple campeón del mundo de automóviles de Fórmula uno Juan Manuel Fangio, el boxeador Carlos Monzón y el futbolista Diego Maradona.

    En México, mientras tanto, la literatura deportiva versa sobre cuestiones anecdóticas, relatos de jugadores, de periodistas y revistas de corte histórico. La producción de la editorial Clío es un buen ejemplo de este último tipo, encontrándonos allí con numerosas historias de clubes de fútbol locales, como Toluca, Pumas, Tigres, Atlante, la Selección Nacional y de los orígenes del fútbol en México.2 Entre los libros biográficos existentes habría que mencionar el de Rafael Navarro Corona (1965) Recuerdos de un futbolista, Carlos F. Ramírez, (1994) Horacio Casarín, un ídolo y su tiempo, Ángel Fernández (1994) La historia Fascinante. Esto es fútbol, el juego del hombre, entre otros. Mientras que la producción académica, como se anticipó, es limitada, restringiéndose sólo a unos pocos estudios producto de investigaciones realizadas en distintas universidades mexicanas, tal como el caso de las obras de Claudia Palma Rubín de Celis, (1997), titulado El mundo del fútbol, su impacto social, político y comercial; el de Fernando Huerta Rojas, (1999), El juego del hombre. Deporte y masculinidad entre obreros; y, el ensayo de Andrés Fábregas Puig, (2001), Lo sagrado del rebaño, el fútbol como integrador de identidades. Además, habría que señalar la existencia de una serie de tesis de licenciatura y maestría realizadas en la Universidad Autónoma de México (UNAM), preocupadas en el estudio del fenómeno deportivo en el marco social, como el trabajo de Francisco Javier Ramírez Murillo (1986) Fútbol, capitalismo y masas, el de Evaristo Lara Angulo (1997) El fútbol soccer mexicano en la transformación del espectador en fanático a través de la televisión, el de Rubén Jesús Vergara Ruiz (1997) El futbolista profesional frente al derecho laboral y el de Juan Carlos Solís Montes (1998) Fútbol, deporte manipulador y creador de imágenes colectivas televisivas.

    Palma Rubín de Celis (1997) en su trabajo busca definir el impacto social, político y comercial que la práctica del fútbol genera en el escenario internacional. La autora indaga respecto los aspectos socializantes e integradores del deporte, demostrando la importancia que esta actividad adquiere en la actualidad y cómo este fenómeno social fue (y es) utilizado como mecanismo de control político, como un reflejo de las actividades sociales y las políticas públicas de una nación. También, la autora aborda el estudio del fútbol como un ideal de carácter internacional, considerando la trascendencia del papel que asume la Federación Internacional de Fútbol Agremiado (FIFA) en su rol de ente supranacional con injerencias de orden económico y político en los asuntos internos de sus países miembros. El segundo trabajo mencionado, el de Fernando Huerta Rojas (1999), cuyo escenario etnográfico fue la industria automotriz Wolkswagen, se inscribe como un estudio inaugural preocupado en la relación entre la condición masculina y el deporte en México. El autor afirma que el deporte como institución social constituye un espacio donde se reproduce el modelo dominante genérico y en el que se interiorizan los roles, la clase, la desigualdad social, el dominio y el poder de un género sobre otro y de un grupo sobre otro. Huertas sostiene que el juego, como actividad lúdica, posee numerosos elementos de carácter ritual, competitivo, simbólico; aunque, considerado como deporte, contiene otros elementos que convierten a estos en un espacio en el que se reproducen las estructuras, los sistemas y las instituciones sociales, la desigualdad social, cultural, política, económica y genérica.

    Andrés Fábregas Puig (2001) en Lo sagrado del rebaño. El fútbol como integrador de identidades propone descubrir aquellos ángulos desconocidos (o mal comprendidos) de la conducta humana en general y del proceso cultural en concreto, ello con la finalidad de crear conocimiento acerca de uno de los mecanismos de movilización social más eficaces de nuestra época: el fútbol. El epicentro de su análisis se concentra en el club Guadalajara, conocido como "las Chivas". Desde el ámbito de la antropología, Fábregas, trata de comprender el complejo mundo de interrelaciones sociales y simbólicas que integran el ámbito de esta actividad con la finalidad de develar por qué el fútbol despierta tantas pasiones entre los habitantes de esta región y del país en general, que en el caso estudiado llega al extremo de considerar al club Guadalajara como un símbolo de lo nacional. El trabajo etnográfico fue la herramienta principal que empleó el autor, asistiendo a los partidos del club para comprender y explicar las normas de comportamiento de las multitudes. Las observaciones realizadas incluyen tanto lo ocurrido fuera del estadio, como lo acontecido dentro del mismo (Ibid, 26-27). Para Fábregas, el fútbol es un tema abierto que se "corresponde con el devenir de la sociedad de tal manera que justifica el ser objeto de análisis de las ciencias sociales" (Ibid: 94).

    En general y siguiendo los fundamentos expuesto por Sergio Villena Fiengo (2003), observamos que la premisa que subyace en los estudios antedichos (y en gran parte de la producción realizada en América Latina), es que el deporte en la práctica cotidiana cumple funciones sociales que desbordan su carácter lúdico de "entretenimiento", llegando a convertirse en un integrador social, un formador de barreras sociales, un canal de movilidad social ascendente, un difusor de corrientes ideológicas hegemónicas, una industria del entretenimiento, un promotor de la nacionalidad y de homogeneización cultural, y una arena pública. Pese a este amplio espectro temático, en América latina prevalece como problema de estudio "el proceso de formación de identidades socioculturales en el marco de los espectáculos futbolísticos", tendencia que podemos rastrear desde los trabajos inaugurales realizados por Roberto Damatta y Eduardo Archetti. Esta situación, según sostiene Villena, de alguna manera responde a un posible sentimiento de pérdida de identidad, derivado de las transformaciones que el proceso globalizador está provocando en el continente americano. Si bien sería exagerado sugerir que en América Latina existe una tradición teórica al respecto, podemos indicar que en la región existe una tendencia a considerar al fútbol como un ritual comunitario, un drama social y/o una arena pública: un espacio comunicativo en el cual se entrecruzan múltiples discursos verbales, gestuales e instrumentales (gráficos, sonoros, etc.), a través de los cuales los diversos actores participantes en el drama se expresan (Villena, 2003: 21-28).


Aspectos teóricos

    El carácter periférico del estudio de las actividades recreativas ha sido justificado por numerosos autores. En realidad es un tema recurrente que forma parte de todos los prólogos o introducciones de los estudios analizados. Eric Dunning (1996), por ejemplo, sostiene que en el caso británico ello es posible porque se encasilla a los deportes en el lado que todos juzgan negativo en el complejo de dicotomías convencionalmente admitidas, como las que existen entre "trabajo" y "ocio", "mente" y "cuerpo", "seriedad" y "placer", fenómenos "económicos" y "no económicos". Los deportes se han catalogados como actividades triviales, recreativas, orientadas hacia el placer que emplean el cuerpo más que la mente y que no poseen valor económico. En consecuencia, "carentes de interés sociológico". Pese a ello, Eric Dunning admite que el ámbito deportivo constituye un campo de considerable importancia social que requiere teorización e investigación sociológica (Dunning, 1996: 14).

    Norbert Elías, por su parte, considera que los eventos recreativos en general (y los deportes como el fútbol entre ellos), constituyen lugares privilegiados para comprender los cambios acontecidos en la sociedad, debido a que éstos son espacios imaginarios, especialmente creados, donde los individuos (y las colectividades) pueden expresarse con un grado mayor de libertad, al desplegar sin miedo las tensiones que fueron acumuladas en el transcurso de su rutina diaria o en el curso de sus vidas. Películas, bailes, obras pictóricas, partidos de fútbol, todas estas y muchas otras actividades recreativas pertenecen a esta categoría. Si preguntamos de qué manera las actividades recreativas suscitan sentimientos en nosotros o nos provocan excitación, descubrimos que generalmente lo hacen creando tensiones. El peligro imaginario, el miedo y el placer, la tristeza y la alegría miméticas son desencadenadas y, quizá, disipadas, por la puesta en escena de los pasatiempos (Ibid: 57).

    Pero lo destacable del argumento anterior, es que para Elías "los cambios manifiestos en la conducta de los individuos están relacionados estrechamente con cambios concretos en la estructura de poder de la sociedad en general" (Ibid: 38). Desde esta perspectiva podríamos suponer que si las actividades recreativas generan espacios donde las conductas individuales y colectivas tienen la posibilidad de fluir en libertad, es allí, entonces, donde se podrían observar un conjunto de conductas novedosas, algunas de las cuales podrían estar anticipando cambios significativos de la sociedad de la cual forman parte.

    En su obra El Proceso de Civilización (1987) Elías ya daba señales de esta postura. En dicha obra demuestra cómo la norma social de conducta y sentimiento de algunos círculos de las clases altas de Europa comenzaron a cambiar a partir del siglo XVI en una dirección precisa y definida (Elias, 1987: 449). Por entonces, la reglamentación de la conducta y de los sentimientos se volvió más estricta, más diferenciada y abarcadora, pero también más equilibrada y moderada, ya que se eliminaron los autocastigos y la autoindulgencia. Fue Erasmo de Roterdam quien dio nombre a este suceso, lo denominó civismo, término que luego devino en otro, el de civilización, que fue empleado como sinónimo de buenas costumbres o refinamiento. Investigaciones posteriores determinaron como probable el hecho de que los procesos de formación de los Estados y en particular el sometimiento de las clases guerreras a un control más estricto y el agrupamiento de los nobles en las cortes de los países del continente europeo, estuviesen relacionados de algún modo con ese cambio en el código sentimental y de la conducta (Ibid: 33). En el mismo tono, en la obra citada, El deporte y ocio en el proceso de la civilización (1996), Elías demuestra cómo la deportivización de antiguas prácticas rituales fue paralela al proceso de parlamentización de la política de la Inglaterra del siglo XVIII y, también, al aumento de la sensibilidad de la sociedad de la época. Dichos motivos estimularon la adopción de los deportes ingleses en numerosos países del mundo, al ser ellos un ejemplo del esfuerzo civilizador. En general, desde la perspectiva expuesta por Dunning y Elías, podríamos concluir que los estudios sobre las actividades recreativas y los deportes en general, pueden servirnos para lograr una visión más amplia del desarrollo y de las características de éstas actividades, pero, además, pueden contribuir de manera significativa al conocimiento de los cambios acaecidos en los hábitos sociales de los pueblos y de las sociedades que forman parte.


Fútbol e identidad

    La importancia que el fútbol adquiere generalmente se justifica por aquellos factores propios que la particularizan y diferencian de otros deportes, y que se reducen a tres atributos esenciales: de ser un deporte simple, fácil y barato. Es por estas causas que se supone se difundió con tanta facilidad y rapidez por el mundo. Aunque a estas condiciones deberíamos sumarle otras como la cuota de aleatoriedad, suerte y destino que marca su desarrollo. Pero el motivo de mayor trascendencia por el cual el fútbol moviliza sentimientos tan profundos, al punto de que en ciertas ocasiones los hinchas apelan a la violencia en nombre de su equipo, es porque los clubes representan los sentimientos colectivos de sus simpatizantes. Lo cual, acontece tanto en el ámbito local como en el mundial, sea que juegue el equipo del barrio o la selección Nacional (Oliven, 2001: 20-21).

    Los clubes de fútbol son hoy día las instituciones que intervienen con mayor impacto en la formación de la identidad. La pertenencia a un club determinado ubica a los sujetos en un territorio específico, los dota de una insignia (la camiseta, los colores, el escudo), los diferencia, y, al mismo tiempo, fortalece los valores propios. Esta situación queda en evidencia cuando las personas eligen un club, suceso que se produce a temprana edad, sujeto a un proceso de socialización que involucra, preferentemente, a la familia y a los amigos del barrio. Esta elección permite a los simpatizantes "redefinir la identidad social en un nivel más amplio. Un nivel que es al mismo tiempo nacional y cívico, ya que va más allá de la casa y la familia. Un nivel que tiene que ver con un universo hecho de individuos y de normas universales y que se realiza concretamente en las calles, en el estadio, en pleno ámbito público" (Ibid). Es decir, que la adhesión como simpatizante de un club, nos sumerge es una comunidad imaginada3, un colectivo de pertenencia que nos une a otros, incluso, con aquellos que no conocemos.


Identidades colectivas

    El término identidad es multívoco, tiene diferentes acepciones y su significado cambia con relación al objeto que se aplica. Las identidades son inevitables y concomitantes a la misma existencia del ser humano; sin embargo, no se presentan como baldosas descomunales de las cuales el individuo nunca puede liberarse, ni se asume como mandato divino. El hombre no se encuentra sujeto inevitablemente a ninguna identidad específica, estas son cambiantes, y los sujetos tienen la capacidad relativa de discriminación, selección y adscripción (Valenzuela, 2000: 17-18).

    De manera general, según entiende Giménez, se atribuye identidad a cualquier unidad distinguible, sin importar su naturaleza (una roca, un árbol, un individuo, etc.). Pero de modo específico, habría que considerar que la identidad constituye la dimensión subjetiva de los actores sociales que en cuanto tales están situados "entre el determinismo y la libertad". Ello no debe confundirse con otros conceptos afines como la personalidad o carácter social que suponen, por el contrario, el punto de vista objetivo del observador externo o del investigador sobre un actor social determinado. La identidad nos habla de la imagen que las personas tienen sobre sí, conformada por algunos rasgos culturales socialmente seleccionados, jerarquizados y codificados para marcar simbólicamente sus fronteras en el proceso de su interacción con otros actores sociales. Y, en la medida que la identidad social tiende a funcionar como una especie de super-ego idealizado, el actor social podrá invocar como definitorios de su identidad rasgos culturales objetivamente inexistentes y hasta tradiciones inventadas. Esta subjetividad reflexiva de la identidad no es solipsista, ya que supone, como condición de emergencia, la intersubjetividad. En otras palabras, la identidad emerge y se afirma sólo en la medida en que se confronta con otras identidades en el proceso de interacción social. De manera que esta no constituye un atributo propio del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional (Giménez, 1996: 13-14).

    La preocupación por el estudio de las identidades en las ciencias sociales es reciente, inicia aproximadamente desde fines de 1960 en adelante. Aunque los elementos centrales de este concepto, podemos encontrarlos en la tradición socioantropológica desde los tiempos de los clásicos (Giménez, 2000: 45). En general, podemos distinguir tres concepciones en torno a su estudio las cuales se remiten a la manera en que la estructura del mundo social opera sobre la identidad, estas corrientes son las siguientes:

  1. La concepción de Parsons, según la cual la identidad es la capacidad de dar sentido a la acción y a la propia existencia a partir de una estructura de códigos y de un sistema de significados que resulta de la internalización de normas y valores institucionalizados en la sociedad a través del proceso de socialización. El resultado sería una alta congruencia, cercano al conformismo, entre la identidad individual y los requerimientos de la sociedad.

  2. La concepción del interaccionismo simbólico, según la cual la identidad no viene definida por un sistema estable de códigos culturales entendidos como modelos de comportamiento, sino enmarcada por reglas de juego convencionales y muy generales, dependientes de las diferentes situaciones en el proceso de interacción social. De donde se sigue que la identidad tiene un carácter procesual y no estructural; no es única, sino múltiple; no es estable, sino móvil y sujeta a una constante negociación.

  3. La concepción de la fenomenología social según la cual la identidad resulta de la internalización (por vía del aprendizaje) de un mundo de la vida cotidiana, que es un mundo intersubjetivo constituido por un conjunto de valores compartidos, de conocimientos evidentes, de esquemas de interpretación y de recetas preconstituidas que orientan la acción. Se trata de una especie de mapa de significados que al ser interiorizados impone al individuo una estructura psíquica y cognitiva definitoria de su identidad (Apud, Giménez, 2000: 90-91).

    En un sentido amplio, podemos advertir que la identidad presupone cierta reflexibidad por parte de los actores sociales, esto es, la capacidad de las personas de desprenderse de la experiencia inmediata y de convertirse en objeto para sí mismo, para preguntarse ¿Quién soy? O ¿Quién quiero ser? Situación que, invariablemente, posee un carácter intersubjetivo y relacional, siendo el resultado de un proceso social en el sentido de que surge y se desarrolla en la interacción cotidiana con los demás (Apud, Giménez, 2000: 88-89).

    Valenzuela (2000), Giménez (1996 y 2000), Villoro (1994) coinciden en afirmar que la distinción o distinguibilidad constituye el rasgo más significativo de la identidad. Villoro sostiene que en un primer nivel de análisis identificar quiere decir singularizar, es decir, distinguir algo como una unidad singular en el tiempo y en el espacio. La identidad de un objeto estaría constituida por las notas que lo singularizan frente a los demás y permanecen en él mientras sea el mismo objeto. Aplicado a entidades colectivas (etnias, nacionalidades), identificar a un pueblo seria señalar ciertas notas duraderas que permiten reconocerlo frente a los demás, tal como: territorio ocupado, composición demográfica, lengua, instituciones sociales y rasgos culturales. De manera que establecer su unidad a través del tiempo remitiría a su memoria histórica y a la persistencia de sus mitos fundadores. Son las dos operaciones que hacen un etnólogo o un historiador cuando quieren identificar a un pueblo. La singularidad de un pueblo puede expresarse en un conjunto de enunciados descriptivos de notas discernibles de él (Villoro, 1994: 87). Estas notas duraderas o signos exteriores, por lo tanto, pueden ser superficiales y accidentales (como la manera de hablar, las preferencias musicales o los gustos culinarios), que permiten adjudicar una nacionalidad a quien da muestra de ellos. También pueden tratarse de símbolos nacionales: la bandera, los iconos locales (patrióticos o religiosos), los héroes colectivos, o expresiones culturales que se prolongan desde un pasado histórico. Puede destacar, por ejemplo, expresiones del habla, gestos habituales, entonaciones poéticas, comportamientos mágicos o religiosos, cuya presencia situaría una obra o actividad humana como perteneciente a una cultura específica. Otra vía, buscaría encontrar como núcleo de la nacionalidad o etnia alguna nota esencial, permanente a través de todos los cambios, por ejemplo, el apego a la tierra de los ancestros, la religión heredada, el destino manifiesto de alguna gesta pasada; siendo la tradición depositaria de esas esencias nacionales (Ibid: 94-97).

    Según Gilberto Giménez (2000) el concepto de identidades colectivas parece presentar cierta dificultad que es producto de la famosa aporía sociológica que consiste en la tendencia a hispostasiar los colectivos. De allí que algunos autores entiendan que este concepto sólo puede concebirse como atributo de un sujeto individual (ej. Peter Berger). Sin embargo, si es posible concebir actores colectivos propiamente dichos, tales como los grupos, cuasi grupos o colectividades, podremos hablar de identidades colectivas. Estas no pueden considerarse como simples agregados de individuos, tampoco como entidades abusivamente personificadas que trascienden a los individuos que los constituyen. Deben tratarse, en cambio, como entidades relacionales que se presentan como totalidades diferentes de los individuos que las componen y que cuanto tales obedecen a procesos y mecanismos específicos. Con excepción de los rasgos propiamente psicológicos o de personalidad atribuibles al sujeto-persona, todos los elementos centrales de la identidad, como la capacidad de distinguirse y ser distinguido de otros grupos, de definir los propios límites, de generar símbolos y representaciones sociales específicos y distintivos, de configurar y reconfigurar el pasado del grupo como una memoria colectiva compartida por sus miembros e incluso de reconocer ciertos atributos como propios y característicos, también pueden aplicarse al sujeto-actor colectivo (Giménez, 2000: 59- 61).

    Loredana Sciolla, reconoce que la identidad -sea ésta individual o colectiva- posee tres dimensiones fundamentales:

  1. Una dimensión locativa, por la que sitúa al sujeto en el interior de un campo o de un "mundo" simbólico (que también puede tener un sustrato territorial) con límites o fronteras definidas;

  2. Una dimensión selectiva, que permite al sujeto ordenar sus preferencias y escoger entre diferentes alternativas o cursos de acción, y

  3. Una dimensión integradora, en el sentido de que proporciona al sujeto un marco interpretativo que permite ligar entre sí experiencias pasadas, presentes y futuras en la unidad de una biografía (Apud, Giménez, 1992, 89).

    Para el presente estudio, dada la imposibilidad temporal y espacial para proseguir discutiendo y analizando esta temática, y con la finalidad de cumplimentar los objetivos propuestos en la presenta etapa de la investigación, se adoptará el siguiente concepto operativo, el cual entiende por identidad colectiva a todo aquel conjunto de rasgos culturales -perceptibles o no-, que identifican y distinguen a un grupo determinado de personas quienes comparten un territorio, una historia y una cultura específica.4


Los juegos y los deportes

    Los estudios sobre el juego son numerosos, y evidentemente no se restringen al ámbito de las actividades organizadas, por el contrario, contemplan diversas actividades, físicas e intelectuales, de habilidad y de diversión. Algunos autores entienden que los juegos pertenecen a la órbita del folclore, ello en consideración de que ciertos entretenimientos de los niños permanentemente se repiten de generación en generación. Si bien los comportamientos manifiestos en estos escenarios pueden ser agresivos, astutos, violentos, el juego siempre se entiende como una simulación: donde se puede dañar sin dañar y matar sin matar. De modo, que bajo esta perspectiva, el juego emerge como una actividad que evoca lo irreal, lo espontáneo y lo despreocupado (Parent, 1990: 17).

    Para Gerhard Vinnai (1986) los juegos evocan la libertad humana, aspecto distante del trabajo alienante. Kant, según sostiene el autor, admitía que la libertad de objetivos es uno de los criterios fundamentales del juego; mientras que Spencer afirmaba que las actividades entendidas como juegos coinciden con las estéticas en que ni unas ni otras contribuyen a procesos favorables para la vida. Estas aportaciones presuponen que los juegos estarían alejados de la realidad (Vinnai, 1986: 22-24). En términos generales, podemos definir a los juegos como aquellas actividades que se realizan con un fin en sí mismas. Y si bien la práctica en sentido estricto desaparece en la vida adulta, algunos psicólogos afirman que existen muchas maneras en que las personas mayores pueden jugar: desde el estudioso que instala una computadora (juguete), hasta el agente de bolsa que se entretiene económicamente con sus adversarios. Es decir que en un sentido más amplio, los juegos pertenecen a la vida real del hombre, niño o adulto.

    Los deportes, por su parte, son actividades organizadas, reglamentadas según normas implícitas y explícitas, y donde se establece una competencia para vencer a un oponente: la naturaleza, a otro hombre o hasta el azar. Pero también constituyen ejercicios que acrecienta o conserva la soltura, la agilidad, la fuerza y la belleza de las personas. Cualidades, al parecer, inalcanzables si no intervienen elementos intangibles como la energía, la perseverancia, la decisión y la seguridad en sí mismo. Guttman5, quien se preocupó por esclarecer esta temática, propone una clasificación que, sin ser excesivamente ambiciosa, posibilita comprender la relación existente entre los juegos y deportes, es la siguiente:

    Según observamos en el esquema anterior, los deportes se ubicarían dentro del grupo de los juegos denominados "concursos o competiciones físicas"; situación que, en apariencia, resultaría incompleta al limitarse sólo a estas dos cualidades, la lúdica y la agonal. Pero el autor, demás, se preocupa en describir las características que diferencian a los deportes modernos de los juegos del pasado, y allí su propuesta se enriquece notablemente. Desde su perspectiva son siete las cualidades de los deportes modernos: secularismo, igualdad de oportunidades para competir, especialización de roles, racionalización, organización burocrática, cuantificación y la búsqueda del récord. El cuarto de estos enunciados, por ejemplo, la racionalización, considera que es el acto y efecto de hacer las técnicas y organizaciones más adecuadas a sus fines, más eficientes en su funcionamiento. Pues la racionalización en el deporte, en tanto que tendencia a la utilización de métodos para mejora el rendimiento y las condiciones del acto deportivo, no es más que la aplicación al campo del deporte de la general tendencia racionalizadora de la sociedad. Las normas y reglas que en esta actividad imperan, según Guttman se distinguen de las que regulaban los juegos del pasado, no tanto en el aspecto cuantitativo sino en su naturaleza. Las reglas de los deportes modernos están racionalizadas, esto es, representan un medio para conseguir un fin, según la noción de Max Weber (Ibid: 39-42).

    Desde esta perspectiva Vinnai (1986), afirma que el fin de la empresa futbolística sería el de prestar un servicio, vendiendo la exhibición de los futbolistas, en cuanto mercancías, a un público que las consume. Y si bien algunos clubes se inscriben como sociedades anónimas (sin fines de lucro), en realidad, son empresas comerciales, algunas de las cuales llegan a cotizar en la bolsa de valores en donde las acciones pertenecen y están en la cartera de unos pocos grandes industriales (Vinnai, 1986: 60). Así entendido, el fútbol profesional adquiere una imagen más compleja, ya no sólo como una actividad, lúdica o agonal, sino como un mega evento global, atravesado por las lógicas productivas de la industria planetaria. Siendo una de las actividades más representativas de la cultura mundial (Tarcyanie, 2000: 23).


Estrategia metodológica

    El eje analítico que guió la incursión etnográfica consideró al fútbol mexicano como un objeto nacional,6 un medio, entre otros, que permite a los sujetos imaginarse enlazados bajo un mismo designio, barrial, regional o nacional: un verdadero catalizador de la identidad colectiva. Y, por ende, un espacio, entre otros, donde estas colectividades logran expresar mediante recursos simbólicos y no simbólicos, sus diferencias y particularidades.

    El objetivo general que guía el estudio es describir y analizar aquellos elementos significativos (tangibles e intangibles) que pueden obrar como integradores de una identidad colectiva para la gente del lugar. Como objetivo secundario, se busca reconocer cómo los habitantes de la ciudad de Pachuca perciben la actividad del club y, al mismo tiempo, conocer la importancia que esta institución adquiere en el marco general del Estado de Hidalgo.

    El fútbol institucionalizado, según se propone en este estudio, debe entenderse no como una isla (un lugar donde las cosas son y se hacen de manera diferente al entorno), sino como un holograma, una porción significativa y significante de un universo mayor del cual forma parte: en nuestro caso, la sociedad mexicana. Dicha apreciación está en consonancia con la proposición que subyace en el estudio, la cual entiende al fútbol como un medio cultural que refleja un campo de relaciones sociales, el cual cambia con las transformaciones acontecidas en dicho campos sociales. En otras palabras, se establece que el fútbol organizado es un medio cultural que cambia en relación con el campo social donde el club está inserto.

    Se eligió la ciudad de Pachuca por ser allí donde se supone nació el fútbol en México. Además, porque el club Pachuca o más conocido como los "tuzos"7, se ha constituido en una de las instituciones más importantes de México, no sólo por los éxitos deportivos logrados (3 campeonatos en los últimos 5 años), sino por haber realizado obras novedosas y vanguardistas para el medio local y nacional. También, porque esta institución, la cual se supone un ejemplo de empresa privada que compite en el libre mercado, sostiene relaciones y acuerdos con el gobierno local que nos transportan a un escenario novedoso.

    Con la finalidad de profundizar en el presente fenómeno y de obtener información relevante para cumplimentar los objetivos propuestos, se realizaron dos estadías en la ciudad de Pachuca que en total demandaron siete meses de trabajo de campo etnográfico. Realizándose entrevistas a distintos protagonistas como: simpatizantes del club, ex presidentes, ex jugadores, funcionarios públicos, empleados del club, diputados del Estado, periodistas locales, académicos, habitantes de Pachuca y funcionarios públicos de la ciudad de Pachuca y del Municipio de Real del Monte. Con el propósito de obtener material documental, bibliográfico y hemerográfico relevante se consultaron diversos centros informativos como el Archivo de Minería de Real del Monte y Pachuca, Archivo General del Estado de Hidalgo, Biblioteca de la Fundación Cabañas, Biblioteca de la Universidad del Fútbol, Fototeca del INAH, Hemeroteca de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, INEGI (Hidalgo) y Hemeroteca Nacional (en la ciudad de México). Los resultados de estas incursiones fueron bastante desalentadores, pues la idea primigenia fue consultar fuentes primarias (documentos) sobre el desarrollo histórico de la actividad futbolística en ésta localidad, pensando que, dada la temporalidad de búsqueda (mediados del siglo XX), el material existente sería abundante. Sin embargo, en los centros consultados no se encontró información primaria al respecto. En el actual club, por ejemplo, no poseen documentos sobre la etapa inicial de la institución (el acta fundacional), ni material histórico relevante. En el Archivo de Minería de Real del Monte y Pachuca, pese a la abundancia de documentos y al buen cuidado del material, no existe un fondo abocado a las condiciones sociales y culturales de los trabajadores mineros del siglo XIX y XX.

    Situación que, al parecer, no era del interés de los administradores de aquellos tiempos, de allí, su falta de registro. Curiosamente esta situación se repitió en la actualidad: todo intento por superar la frontera del registro cualitativo se vio entorpecido por la tramitología y la burocracia.8 De allí, la falta en el presente estudio de información cuantitativa sobre ingresos económicos del club, número de asistentes a los encuentros deportivos, y datos cuantitativos, sobre los acuerdos establecidos entre el gobierno del Estado de Hidalgo y la Promotora del club de Fútbol Pachuca.

    Por otra parte, la posibilidad de asistir a los encuentros deportivos protagonizados por el club de Fútbol Pachuca, tanto aquellos en carácter de local como de visitante (en el estadio del club Cruz Azul, en la ciudad de México y del club Necaxa, en la ciudad de Aguascalientes), fueron etnográficamente fructíferos debido a que facilitaron el contacto con los simpatizantes locales y aportaron importantes conocimientos sobre sus dinámicas, formas de organización, desarrollo en los juegos y formas de expresión.9 Además, de permitirme realizar entrevistas con informantes claves: simpatizantes locales y jefes de porras y barras.

    El presente estudio está integrado por tres capítulos. En el primero, se presentarán algunos elementos contextuales: históricos, sociales, económicos y políticos, que se considera perfilan y dotan de sentido al fenómeno en cuestión. Así, en un breve abordaje histórico conoceremos la importancia que la explotación minera (especialmente la de plata) sostuvo en el transcurso del tiempo en Pachuca. En particular, durante aquel periodo (de 1824 a 1848) en el cual fueron los británicos (en su mayoría ingleses de la región sureña de Cornwall) quienes se encargaron de explotar estos recursos. En su travesía económica los británicos dotaron a Real del Monte y Pachuca de numerosos implementos tecnológicos absolutamente novedosos, como las primeras bombas de extracción de agua impulsadas a vapor, motores, luz artificial a baterías, malacates mecánicos, molinos mecánicos y numerosas herramientas desconocidas y, por añadidura, de una nueva cultura laboral. Pero en ese lapso de tiempo, además, trajeron consigo diversos elementos culturales, algunos de los cuales llegarían a adquirir un valor simbólico trascendente, como el caso del fútbol. Cuando la minería comenzó a disminuir su producción a medidos de la década de 1980, se produjeron una serie de cambios importantes en la entidad, tanto en lo económico como en lo social. Hoy día esta actividad está, casi, extinta. Y el fútbol se transformó en "nueva fuente de novedades" para los lugareños.

    En el segundo capítulo, se habla sobre la historia del club de fútbol Pachuca. Dando cuenta de las permanentes discontinuidades institucionales en las que se encontró sumido el club, las cuales están marcadas, entre otros aspectos, por cambios organizacionales y de denominación (nombre del club). De esta trayectoria, sobresale el último cambio que se erige como el punto de ruptura con el pasado, este se produjo en el año de 1995, cuando los actuales directivos aceptan el ofrecimiento del Gobierno del Estado de Hidalgo para hacerse cargo de las actividades del club. Desde ese momento la institución experimentaría cambios significativos, algunos de orden fáctico (nuevas instalaciones, remodelación del estadio, construcción de un hotel cinco estrellas), otros de tipo operativo (el club se transforma den una empresa), y otros, de carácter simbólico (se elabora una nueva historia del club). Pero esta nueva propuesta institucional suscitó una importante discusión entre diversos actores de la entidad.

    En el tercer capítulo se analiza cómo en torno a la historia del club de fútbol se han fusionado algunos elementos identitarios aparentemente aislados, pero que en conjunto terminan por perfilar una historia singular. En general podríamos concebir a ésta última creación como una verdadera "historia indocumentada", sin elementos objetivos (documentos, fuentes primarias y fechas precisas de los eventos declarados). La cual, sin embargo, posee entre la afición (y posiblemente entre muchos pachuqueños) una eficacia enorme. Por último, en el presente capítulo se expondrán algunos testimonios etnográficos de cómo los simpatizantes del club Pachuca externan su simpatía por el club.

    Las consideraciones propuestas en el siguiente estudio no pretenden ser definitivas, las mismas están sujetas a un análisis mayor que se espera cumplimentar en el proceso del trabajo de doctorado. El presente estudio, dada su condición preliminar o "de trabajo en proceso", posiblemente incurra en algunas faltas, las cuales, de existir, se esperan subsanar y someter a un grado de crítica y análisis más riguroso, en especial, mediante el aporte y la opinión de los protagonistas.


1. De cómo el fútbol llegó a México

    El proceso de modernización acontecido a fines del siglo XIX en México no sólo implicó la introducción de máquinas herramientas, la construcción de extensas redes ferroviarias, el ingreso de capitales extranjeros, la instalación de fábricas, la formación de instituciones bancarias y la explotación a gran escala de los recursos naturales mediante la transformación de los paisajes, sino que, además, trajo consigo novedosos hábitos individuales y colectivos, formas laborales, maneras y prácticas cotidianas hasta ese momento desconocidas. El fútbol fue una de ellas. Nunca antes dicha actividad había sido practicada en México; quienes propiciaron este fenómeno fueron los inmigrantes británicos que habituados a jugarlo en su lejana Europa, comenzaron a practicarlo públicamente en cualquier porción de terreno disponible. En poco tiempo, este novedoso deporte contagió a los niños y jóvenes del país, especialmente de las clases altas mexicanas que lo ejercitaban en sus escuelas, donde había sido incorporado a la currícula de estudio con la intención de estimular a los educandos en los entretenimientos colectivos. El fútbol, como herramienta pedagógica constituyó el medio idóneo para entrenar a las nuevas generaciones respecto los beneficios de las actividades asociativas propiciando acciones organizadas en torno a objetivos comunes.

    No se conocen documentos o fuentes primarias que atestigüen sobre el origen del fútbol en México. En los archivos consultados, tanto en Pachuca, Real del Monte como en el Distrito Federal no se logró encontrar este tipo de información. Lo que sí encontraron fueron testimonios periodísticos, fuentes secundarias que develan pistas difusas sobre la materia. De acuerdo con las mismas, serían dos los lugares probables donde esta actividad habría comenzado a ejercitarse. La primera posibilidad, relacionada con el testimonio vertido por uno de los (denominados) "apóstoles del fútbol en México", Mr. Blackmore, señala que el fútbol comenzó a practicarse en la ciudad de México, en el Reforma Athletic Club, lugar que servía de solaz para la comunidad británica residente esa ciudad (Revista Récord, 1942: s/n). La segunda pista nos conduce a la región de Pachuca y Real del Monte, donde los británicos habían llegado desde principios del siglo XIX para explotar las minas de plata de la región y, al parecer, fueron ellos quienes trajeron consigo una serie de prácticas y costumbres propias, entre las que se incluye el ejercicio del fútbol.

    Esta última versión, si bien adolece de los mismos problemas metodológicos que la anterior, es decir, la falta de documentación que acredite su veracidad, ha contado con la gracia de cruzar el filtro de la historia y llegar a nuestros días imponiéndose sobre cualquier otra narrativa. En los actuales medios de comunicación masiva (como la televisión), gráficos y para los pocos autores que se han aventurado a escribir sobre este deporte, no existen dudas respecto que "Pachuca, es la cuna del fútbol mexicano". La permanente reiteración de esta frase - que, por cierto, se ha convertido en el slogan comercial y mercadotécnico del club actual - ha llegado a convencer hasta al detractor más escéptico. Sin embargo, para los objetivos del presente estudio lo trascendente no se encuentra tanto en develar el origen del fútbol en México, tarea que se supone del interés de los historiadores, sino en conocer que tipo de impacto provoca esta versión entre los pachuqueños. Pero antes de avanzar en esta discusión, que se considera central,10 nos detendremos unos instantes en aquel periodo de cuando el fútbol se inició en México. Para lo cual, realizaremos un recorrido por la historia de la minería, debido a que esta actividad constituyó "el puente" que por siglos conectó a los pachuqueños con el mundo y sus innovaciones. Si bien la minería hoy día es una actividad casi extinta, su importancia no ha decaído, al menos, en términos cualitativos; aunque su carácter emblemático fue apropiado por una práctica que, paradójicamente, surgió de sus profundidades: el fútbol.


La minería, una fuente de novedades

    Desde que el Estado de Hidalgo fue erigido, esto en el año de 1869, su capital y centro administrativo ha sido la ciudad de Pachuca. Hasta la actualidad, esta ciudad sobresale como el municipio más importante de la entidad, no sólo porque allí se concentra la mayor cantidad de la población, siendo una de la pocas ciudades del estado que supera la barrera de los 100 mil habitantes, sino porque de los minerales contenidos en sus cerros se propició una industria que, desde el pasado colonial, signó su destino: la minería.

    Esta actividad productiva de carácter extractivo perfiló la vida social, económica, cultural y política de la entidad. La historia de Hidalgo y, en especial, de Real del Monte y Pachuca, está escrita en torno a la minería, a su auge y decadencia. Y si bien hoy día, principios del siglo XXI, la minería es una actividad casi extinta, con una PEA muy baja con relación a otras actividades económicas, sigue ocupando para los pachuqueños un lugar central, con mayor importancia cualitativa que cuantitativa (Gutiérrez, 1990: 22 ), formando parte de sus cuentos, leyendas e historias cotidianas.11

    La razón de tal preferencia -se supone- se debe a que desde principios del siglo XIX la minería representó el motor que estimuló la economía local y, además, porque constituyó una fuente de novedades para la gente del lugar que trajo consigo elementos desconocidos, extraños, de lejanos países. Los cuales, inmediatamente, fueron incorporados en los hábitos diarios de vida, pasando a formar parte de la cultura apropiada de los pachuqueños.12

    La primera máquina de vapor llegó a Real del Monte en el año de 1825, cuando en casi todo México la tracción seguía siendo a sangre (animal o humana). Luego, en las haciendas de beneficio se producirían importantes descubrimientos, como nuevos métodos de extracción de plata, se idearían nuevas herramientas (como el mundialmente conocido tambor de Pachuca) y, también, se realizarían ingeniosos experimentos químicos que inmediatamente se difundirían a otras latitudes como el proceso de cianuración que aún está en uso (Galindo, s/f: 35).

    La minería, además, representó un puente por el cual llegaron importantes contingentes de trabajadores, algunos foráneos, otros extranjeros. En éste último grupo se ubican los "ingleses" (en realidad británicos: ingleses, escoceses e irlandeses), quienes solos o con sus familias se aventuraron por estas tierras trayendo consigo extrañas costumbres (gastronómicas, festivas, de vestir o educativas), una nueva religión (el metodismo), una lengua extranjera (el inglés) y diversas prácticas colectivas, como las deportivas, entre las que ocupa un lugar sobresaliente el fútbol.

    En términos muy generales se distinguen seis periodos distintivos de la minería en la región, todos ellos relacionados con la explotación de las antiguas propiedades que inicialmente pertenecieron al reconocido Conde de Regla, y que luego fueron vendidas a distintas empresas privadas. El primero fue el periodo colonial, este transcurrió desde el año de 1525 a 1810, y hasta entonces las tierras explotadas pertenecían a ese importante personaje. El segundo, se conoce como la etapa "inglesa", que abarcó desde 1824 a 1848, cuando inversionistas británicos compraron al Conde todas sus propiedades y formaron la Compañía de los Caballeros Aventureros en las Minas de Real del Monte y Pachuca. El tercero, fue desde 1848 a 1906, cuando la empresa pasó a manos de inversionista mexicanos que formaron la Sociedad Aviadora de Minas de Real del Monte y Pachuca, siendo uno de los momentos más exitosos de la historia de la compañía. El cuarto periodo, se conoce como la etapa norteamericana, y transcurrió desde 1906 a 1947, donde los bienes fueron adquiridos por la Smelting, Refining, and Mining Co, formando la Compañía de Real del Monte y Pachuca. El quinto, se inició cuando la empresa fue adquirida por el Gobierno Federal, periodo, esto en 1947 y duró hasta fines de 1980, cuando la empresa se privatizaría pasando a manos de las familias Autrey y Ancira (Ortega, 1997: 29).


La minería en el Distrito de Real del Monte y Pachuca

    Según relata el cronista del Estado de Hidalgo, Juan Manuel Menes Llaguno (1993), para principios del siglo XVI el pueblo de indios de Pachucan13 era una encomienda, cuya actividad económica principal era la agricultura y la ganadería. Por entonces, este pueblo distaba unas doce leguas de México y su patrimonio edilicio ascendía a un total de 162 casas, en los cuales vivían 432 hombres casados (otomíes y nahuas), 137 solteros y 264 muchachos (Menes, 1993: 28).

    Fue recién en el año de 1552 cuando se descubrieron las primeras minas de plata. Pero en 1555 se produciría en el Distrito Minero un fenómeno tecnológico trascendente, el cual tuvo como escenario la hacienda de la Purísima Concepción.14 Allí, el famoso minero español Bartolomé de Medina descubriría un sistema de extracción de plata que suplantaría el viejo método de fundición empleado por los españoles. Este nuevo método, dada su eficiencia, llegaría a perdurar en todo México hasta medidos del siglo XX. El mismo se conocería bajo el nombre de "sistema de amalgamación o de patio" y en aquellos tiempos facilitó la obtención de mayores cantidades de plata por volumen de tierra extraída y, por ende, de ganancias para quienes ejercían esta industria (Galindo, s/f: 16). Fue entonces cuando las minas de Pachuca adquirieron notable fama nacional y mundial, estimulando la explotación de numerosas minas a cielo abierto y propiciando el asentamiento de numerosos mineros, quienes con sus familias llegaban para vivir cerca de las fuentes de trabajo. Ya en el año de 1560 Pachuca contaba con una población de 2,200 personas (Ibid: 127).

    Pero estas riquezas apenas duraría un par de siglos, para fines del XVIII15 cuando se quemó la mina del Encino y la mayor parte de sus trabajadores murieron atrapados en ella, las minas del Distrito Minero prácticamente quedaron abandonadas. Este fenómeno no se debía a la falta de mineral, que se suponía en abundancia (principalmente en la prolífica veta Vizcaína), sino a la imposibilidad de drenar las cavidades llenas de agua. La tecnología de entonces, malacates movidos por fuerzas animal y humana, no permitía quitar el líquido y profundizar los tiros.16 A esta desgracia se sumarían otras, como la escasez de hierro, acero y mercurio. En conjunto, estos factores ocasionaron que las minas se vinieran a menos, generando entre la gente de la región una miseria tan profunda que ayuda alguna pudo paliar.


México independiente

    Debido a las leyes de la Corona, hasta principios del siglo XIX los británicos estuvieron impedidos de comerciar con las colonias de la Nueva España.17 Pero una vez derrotada España, las nacientes repúblicas latinoamericanas buscaron afanosamente establecer acuerdos con los capitales internacionales, tanto para componerse de la ruina económica en que los había sumergido los respectivos procesos independentistas, como para ingresar al carro de la modernidad, principalmente mediante la adquisición de máquinas y un nuevo estilo de vida. De manera que en 1810, cuando Inglaterra ya pudo comerciar libremente, las empresas manufactureras y navieras británicas presionaron a su gobierno para que iniciara lazos comerciales más estrechos con esa parte del Nuevo Mundo (Apud, Randall, 1977: 45).

    Ya por entonces los círculos ilustrados de Europa central, estimulados por los relatos difundidos por el varón Von Humboldt, en un escrito titulado Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, en parte, conocían de las riquezas que aguardaban en esta parte del mundo. De modo que cuando se les ofreció la oportunidad, rápidamente invirtieron y apoyaron a los empresarios europeos que deseaban probar suerte en estos lugares. El primer paso que facilitó a los británicos entablar negocios en el continente fue necesariamente diplomático, y consistió en reconocer oficialmente a las nacientes naciones independientes de México, la Gran Colombia y la República Argentina; apoyo político que le abrió las puertas de gran parte de América Latina. Entonces, cuando el Tercer conde de Regla, dueño de las minas de Real del Monte y Pachuca, inició en Europa las gestiones para la renta de las mismas, la oferta tuvo entre los inversionistas londinenses una acogida favorable (Apud, Randall, 1977: 46).18

    Diversos factores, interrelacionados, perfilaron este fenómeno económico singular, entre los que desatacan los siguientes:

  1. Como resultado de la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra desde mediados del siglo XVIII, la exportación de capitales resultó de vital importancia para el sistema productivo de la Gran Bretaña durante todo el siglo XIX. Esta situación que estaba fundamentada en las grandes transformaciones que se habían operado al interior de su economía, como la expansión de las comunicaciones y la introducción de innovaciones tecnológicas, pronto cruzaron sus fronteras y aseguraron su predominio financiero mundial. La cual, además, se vio favorecida por la crisis que atravesaban Francia y España producto de las guerras napoleónicas (Parra, 1999: 28-29).

  2. Por esos tiempos los promotores de las firmas británicas de minería y seguros habían fomentado entre los inversionistas la idea de que podía ganarse mucho dinero en poco tiempo mediante la formación de sociedades anónimas.

  3. El incipiente gobierno mexicano tenía un especial interés en rehabilitar la minería de todo el país, por lo cual otorgó un número de concesiones extraordinarias a los inversionistas privados. Con estas negociaciones el gobierno esperaba compensar la balanza de capitales y, así, aminorar la fuga monetaria que se había registrado durante el proceso de independencia (Randall, 1977: 41).

  4. Los mineros británicos confiaban en las nuevas tecnologías. Consideraban a la máquina de vapor como la herramienta de mayor ingenio de esos tiempos y con la que esperaban producir proezas mecánicas nunca antes vistas, mediante su empleo suponían que se librarían de los problemas técnicos del pasado, aquellos que habían paralizado la explotación de la plata de la zona. Y, por ultimo,

  5. Ciertas regiones de Gran Bretaña, como la zona minera de Cornwall, atravesaban una crisis laboral profunda; situación que estimuló, principalmente, la migración de los hombres hacia centro de trabajo ultramarinos, como las minas en Minnesota, Míchigan (en EEUU), Pachuca y Guanajuato (en México) (Young, 1992: 10-11).

    Fue en este marco histórico cuando en 1824 un grupo de ingleses se animó a emprender una empresa que se denominó "Compañía de Caballeros Aventureros de las Minas de Pachuca y Real del Monte", la cual se encargaría de explotar los minerales de la región. El contrato entre los accionistas y el representante del Tercer Conde de Regla se firmó en el mes de marzo de 1824 en Londres y durante el tiempo que duraron las negociaciones, en esta ciudad se editó un folleto titulado Prospectus of a Company for Working the Regla Mines, in México, en el cual se invitaba a los inversionistas a comprar acciones de la empresa, al tiempo que se informaba a la opinión pública europea de la rehabilitación de las famosas minas del Conde de Regla en México (Randall, 1977: 41).

    Cuando los primeros mineros cornisa19 llegaron a Real del Monte con la finalidad de inspeccionar las instalaciones ofertadas y culminar el contrato, creyeron estar en presencia de "una aldea saqueada por los cosacos, o de algo todavía más desolado" (Apud, Randall, 1977: 59). Pero esta imagen no empañó su entusiasmo, y luego de aprobar lo pactado en Europa, se asentaron en el lugar.

    El episodio más dramático de la empresa se relacionaría con el traslado de las maquinarias desde Londres a México. El viaje fue una verdadera travesía que duró 56 días y ocupó a cuatro barcos que cargaron algo más de 1,500 toneladas de equipo, entre los cuales se contaban nueve máquinas de vapor, cinco para bombeo, dos para molinos, ferretería de todo tipo y diversas herramientas. La parte más difícil del traslado sobrevendría después, en el desembarco y transporte terrestre hasta el distrito de Real del Monte. La operación de descarga fue tan trágica, que antes de terminar de bajar todo el equipo a tierra, habían muerto cerca de 20 británicos, al parecer, producto de la fiebre amarilla (Ibid: 68-70).

    Ya con la maquinaria en el distrito minero la empresa británica inició urgentes operaciones: primero, para desaguar las minas y luego, para rehabilitar las haciendas de beneficio. Para las tareas de desagüe se emplearon máquinas de vapor, herramientas que aceleraron las labores. No obstante el panorama alentador que imprimía al trabajo la nueva tecnología, esos trabajos sólo fueron para reacondicionar los tiros y túneles llevando el nivel del agua a como se encontraba a principios del siglo XIX. Estas tareas preliminares retardaron casi una década la explotación de las minas, de manera que fue en el año de 1834 cuando los británicos por fin comenzaron a extraer metal del subsuelo pachuqueño (Bracamontes, 1996: s/p).


Los cornish en Real del Monte y Pachuca

    Mientras se acondicionaban los túneles, tiros y socavones, Real del Monte continuaba recibiendo en forma permanente a nuevos trabajadores británicos provenientes, principalmente, de Cornwall y de regiones mineras de Norfolk y Birmingham.20 Existen evidencias de que algunos inmigrantes vivieron en pueblos aledaños como Omitlán, Mineral del Chico y Huasca. Pero dado que en Real del Monte se encontraban las mejores minas, al menos hasta fines del siglo XIX, allí se concentró la mayoría de ellos (Villalobos, 2004: 27-28).

    Los primeros inmigrantes británicos (administradores o principales dependientes de la empresa) se asentaron en las propias instalaciones de la mina. El resto (barreteros, herreros, albañiles) vivieron en los barrios mineros como los de Dolores, San Ramón, Acosta, La Palma, ubicados ellos en el pueblo de Real del Monte (Villalobos, 2004: 32), conformando - como supone Alma Parra (1999)- "la única comunidad británica en el contexto mexicano", particularmente por su sentido de colectividad que trascendió la localidad donde se establecieron (Parra, 1999: 35).

    En los primeros años de residencia los cornisa se comportaron como un grupo hermético que conservó intactas algunas de sus costumbres y tradiciones, y mantuvo una forma endogámica de matrimonio. Pero con el transcurso de los años ellos establecieron estrechos vínculos con la gente del lugar, relacionándose con los otros grupos presentes en la región (mestizos, nahuatl, otomíes y guanajua21), e integrándose, en la medida de lo posible, cultural y socialmente a ellos (Licona, 1998: 52).

    El matrimonio fue, quizá, la forma más acabada de contacto entre estos grupos étnicos. Entre 1869 a 1906 encontramos que en el Distrito minero se registraron un total de 125 matrimonios en los cuales estaban involucrados ciudadanos británicos y, en especial, gente de Cornwall: 79 se realizaron entre cónyuges británicos, 36 entre hombres británicos y mujeres mexicanas, ocho entre hombres mexicanos y mujeres británicas, y sólo dos, de otras nacionalidades con británicos (Ibid: 151). Producto de estos enlaces, y de las relaciones extra-matrimoniales sostenidas por los británicos, fue que en el Distrito Minero nacieron un total de 442 niños, de los cuales 123 eran hijos de padres mexicanos y británicos, fenómeno que da cuenta del mestizaje producido (Ibid, 158). Esta fue una de las formas a través de la cual se afianzaron las relaciones entre los británicos y los lugareños, facilitando la introducción en la región de algunas costumbres anglosajonas, como aquellas relacionadas con la gastronomía (el paste), la religión (metodista) y el gusto por los deportes (críquet, golf, tenis y fútbol) (Bracamontes, 1996: s/p). Pero, como debe suponerse, no todo fue paz y armonía entre estos dos grupos étnicos, las relaciones entre los pachuqueños y los británicos atravesaron momentos de enorme tensión, manteniendo disputas, vinculadas generalmente con aspectos laborales (monto del sueldo recibido y la calidad del puesto de trabajo ocupado).22

    Una muestra de la percepción construida por los pachuqueños en torno a los británicos que vivían en la región, podemos deducirla de aquella representación pictórica que, al parecer, existió en una pared de una tienda de abarrotes ubicada en el "Barrio del Arbolito" (un sector típicamente minero), y que hoy pervive como una leyenda de las épocas duras de la minería local. En dicho dibujo se representaba a una "india" amamantando a un niño rubio ("inglés"), mientras que en el suelo, otro niño, pero con rasgos indígenas, dirigía tristes miradas a su madre. Dicen que junto al dibujo había un verso que sentenciaba lo siguiente:

¡Tristes indias!
¿Hasta cuándo cesarán vuestros desvelos?,
vuestros hijos, en los suelos,
y los ingleses... mamando
(Bracamontes, 1996, s/p).

    Analista e historiadores, pese a todo, reconocen que la actividad de los británicos revitalizó algunas áreas económicas de la región. Aunque la aventura duró hasta el año de 1848 cuando, debido a las pérdidas monetarias, desde Londres se envió la orden de liquidar la empresa (Menes, 1993: 71). Una cadena de factores estimularía el retiro de los capitales británicos, pero el más preocupante y que aceleró la huida fue la aparente falta de mineral de plata en las vetas explotadas. A ésta causa se sumaron otras, como la insistencia en emplear en ciertos puestos sólo a trabajadores británicos,23 la exigencia de los inversionistas por obtener ganancias inmediatas, los problemas laborales generados por los trabajadores británicos (quienes en el año de 1841 realizaron una huelga), los robos de metal sufridos en todas las etapas del proceso de producción y, entre otros factores, la deserción de mano de obra especializada que migraba a otros centros mineros.


La empresa en manos mexicanas

    Así, a finales de ese mismo año un grupo de inversionistas mexicanos formó una sociedad que compró las propiedades y absorbió las deudas de la compañía y a todo el personal británico que allí laboraba, tanto el administrativo, como a los trabajadores de minas: maquinistas, barreteros y mineros en general. Esta nueva empresa se conocería como "Compañía Mexicana de Real del Monte y Pachuca".

    En sus primeros tiempos la empresa pasó por muy azarosos momentos producidos por los constantes asaltos a las conductas (carretas que transportaban las barras de plata a la ciudad de México) y la inestabilidad política de esos años (levantamientos, asonadas, guerra de reforma, pronunciamiento y hasta la intervención francesa y el efímero Imperio). Pero años después, y tras el descubrimiento de un importante filón de metal, se iniciaría el mayor auge argentífero del que se tenga memoria y que inundó en prosperidad a sus dueños (Bracamontes, 1996: s/n).24

    La bonanza argentífera y el auge económico llegó a tal grado que se instituyó en el argumento más sólidos para confirmar la erección del nuevo Estado de Hidalgo, acontecimiento que se consumó el 16 de enero de 1869 (Ibid). Después que empezó la explotación de la veta de El Rosario en Pachuca, la Cia. Aviadora de Minas logró convertirse en la empresa más importante productora de plata de México y una de las más sobresalientes del mundo. La población de la ciudad, que hasta 1850 había decrecido a solamente 5 mil habitantes, pasó a tener en 1895 un total de 40 mil habitantes.

    Una vez asentado el régimen porfirista y su implacable "paz" y tranquilidad en los medios rurales y urbanos, se hizo propicio el clima para que el ocio generara la práctica de varias diversiones, situación que compartieron por igual tanto los ingleses como aquellos mexicanos que ocupan puestos jerárquicos en la empresa. Uno de los primeros deportes que comenzó a ejercitarse por quienes laboraban en las compañías fue el tenis, cuyo registro data del año de 1892, aunque paralelamente se introdujeron otras actividades, como el fútbol y el golf (Bracamontes, 1996: s/n).25


Etapa norteamericana

    En el año de 1906 la compañía fue comprada por accionistas norteamericanos del grupo Smelting, Refining, and Mining Co, quienes formaron la Compañía de Real del Monte y Pachuca. Entre las transformaciones más importantes realizadas durante este periodo, sobresale el cambio de toda la maquinaría movida a vapor (con más de 80 años de antigüedad) por otra nueva impulsada por electricidad y la suplantación del viejo sistema de beneficio o de patio (de 300 años de uso) por el de cianuración, método que permitió tratar un mayor volumen de mineral y obtener mejores rendimientos de metal. También se construyeron nuevos túneles y otras tareas mineras que imprimieron, inicialmente, cierto dinamismo a la actividad.

    Años después, en la década de los veinte, la decadencia de la minería fue total. Este suceso fue provocado por el impacto de la guerra en la economía mundial, que estimuló la baja en el precio de la plata a nivel internacional. Por este motivo muchas empresas mineras cerraron sus puertas y despidieron a todos sus trabajadores. El crecimiento poblacional registrado refleja la crisis de entonces, en 1921 habitaban en la ciudad de Pachuca 41,725 personas, mientras que diez años después la cifra llegaría a 43,730; es decir, una tasa de incremento del 0.05 %, de las más bajas de esos tiempos (Menes, 1993: 99-100).

    Ante el creciente agotamiento de las minas y las leyes de sus minerales, en 1947 la compañía norteamericana decidió vender la empresa al Gobierno Federal (Galindo, s/f: 38). Esta situación precipitó el aniquilamiento de la industria doméstica y el estancamiento del comercio citadino, generando un alto desempleo y fuertes corrientes de migración. El cual llegó a tal grado que entre 1940 y 1950 la tasa de crecimiento se mantuvo por debajo del 1 por ciento anual. (Menes, 1993. 105-106) Y si bien la etapa de crecimiento acelerado de la posguerra trajo un importante proceso de transformación de la sociedad mexicana, en Hidalgo este proceso se desarrolló de una manera muy desigual: coexistiendo a la vez sectores de un crecimiento acelerado (el manufacturero, por la instalación de grandes empresas paraestatales), con otros que mantuvieron formas arcaicas de organización del trabajo (especialmente la agricultura) (Gutiérrez, 1990: 10). Estos cambios afectaron de manera directa a la ciudad de Pachuca, en la cual llegó a vivir uno de los hombres más ricos del mundo y de donde, según se supone, se extrajo cerca del 6 % de la plata que circula en el mundo.26

    En Las siguientes décadas se produjo un repunte económico basado en el mejoramiento de los mercados argentíferos y al surgimiento de otras actividades no mineras, tales como el comercio, la burocracia y los servicios (Menes, op. cit.: 105-106); siendo el sector manufacturero el más favorecido por la presencia de empresas paraestatales asentadas en las zonas de Cd. Sahagún y Tula (Gutiérrez, op. cit.:11). En general, los cambios ocurridos en Pachuca desde 1950 en adelante, se debieron a que la economía se logró terciarizarse a expensas de la minería, generándose un polo industrial desarrollado, fundamentado en la microindustria (menos de 10 trabajadores), el cual en el periodo entre 1970 y 1985, llegó a incrementarse en un 421.42% (Ibid: 22).

    En nuestros días, principios del siglo XXI, la ciudad de Pachuca lograría reacomodarse a la merma de la producción minera estimulando otros rubros de la producción; aunque, el resto del estado no ha podido superar esa coyuntura. Hidalgo constituye en la actualidad uno de los estados más pobres del país, llegando a ocupar el quinto lugar entre los más necesitados y siendo superado en esta urgencia, sólo por los estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Veracruz. En regiones como el valle de Mezquital y la Huasteca hidalguense, por ejemplo, los indicadores de salud, educación y alimentación llegan a grados de extrema pobreza.27

    En este marco, la práctica del fútbol ha logrado instituirse en la ciudad de Pachuca como la actividad más importante de la actualidad, la de mayor peso y significado, suplantando el protagonismo que por siglos ocupó la minería. Pero no por su peso económico (aunque moviliza diversos rubros de la economía local), sino por el carácter simbólico que asume para los pachuqueños: logrando distinguirlos en el ámbito nacional y "reconectarlos" con el resto del mundo.

    Para conocer las causas de este singular fenómeno, deberemos analizar cómo se formo el actual club de fútbol, tema que se abordará en el próximo capítulo.


Notas

  1. La lista es absolutamente incompleta, para ello basta con observar la bibliografía que nos acerca Jean Meynaud (1972), para caer en la cuenta que el estudio del deporte (y el juego) ha ocupado ha numerosos investigadores, tales como R. Caillois, J. Dumazedier, entre otros.

  2. Algunos de los títulos publicados por esta destacada casa editorial son los siguientes: Javier Bañuelos Renterías, 1998, Balón a tierra, Clío, México; Carlos Calderón Cardoso, 1998, Por amor a la camiseta, Clío, México; Greco Sotelo, 1998, El oficio de las canchas, Clío, México; Javier Bañuelos, et. al., 1998, Los años difíciles, Clío, México, entre otros.

  3. En el sentido que plantea Benedict Anderson para su definición de nación, como una comunidad políticamente imaginada como inherentemente limitada y soberana (Anderson, 1997: 23).

  4. Palafox sostiene que "la identidad puede ser entendida como un conjunto de productos culturales -tangibles o intangibles-, así como representaciones públicas, que identifican, que hacen idénticos a un grupo determinado de individuos que comparten un territorio, una historia y una cultura específica" (Palafox, 1993: 19).

  5. En García, 1990.

  6. Un artefacto cultural, como la nación, según sostiene Anderson (1997: 21).

  7. El término "tuzo" hace referencia a un roedor que vive en galerías subterráneas en la región y con él se intenta evocar la actividad minera del pasado. El mismo es empleado como seudónimo del club de fútbol, "los tuzos de Pachuca".

  8. En la última estadía en Pachuca intenté obtener una entrevista con las autoridades del club. Sin embargo, la espera superó el tiempo de trabajo de campo y no se pudo realizar. La situación fue interesante, pues me permitió comprobar que en este tipo de empresas privadas existe igual, o más, burocracia que en las instituciones del estado. Por ejemplo, para iniciar el trámite respectivo, primero se debe acordar por vía telefónica (y sólo por este medio) una cita con la Secretaria del Presidente. La cual se proyecta para un día cualquiera de la semana posterior a la llamada. Una vez con la empleada, y entregada las acreditaciones respectivas (una copia de la carta de presentación y una copia reducida del proyecto de investigación) uno queda a la espera de una posible fecha de encuentro con las autoridades. Pero, en mi caso, el tiempo transcurrió y ésta nunca se realizó. En ese ínterin, en numerosas ocasiones me comuniqué telefónicamente con la secretaria, la excusa expuesta por la cual la cita no se podía realizar, era que la Presidenta de la institución "no había tenido tiempo para leer el proyecto". Sin embargo, dicha respuesta me pareció sumamente extraña. Pues, suponiendo esta situación, me había preocupado por entregar una versión reducida del proyecto, la cual no superaba las ocho cuartillas.

  9. A pesar que estos materiales y debido a los límites impuestos en la redacción (un trabajo que no superara las 90 cuartillas) no pudieron ser integrado en el presente escrito.

  10. Suceso que se abordará con detalle en el Capítulo 3 del presente estudio.

  11. Para mayor información sobre los aspectos económicos de la entidad, en "Anexos" ver la tabla 1: datos estadísticos sobre el Estado de Hidalgo y el Municipio de Pachuca.

  12. Entendiendo cultura apropiada en los términos que propone Bonfil Batalla, es decir, en el uso y las decisiones que las colectividades hacen sobre aquellos elementos culturales de procedencia externa (Batalla, 2002, 81).

  13. Que en nahuatl significa "lugar estrecho", nombre indudablemente derivado de la ubicación de la localidad en una cañada que se localiza entre los actuales cerros de San Cristóbal y Magdalena (Gutiérrez, 1990: 11).

  14. Donde actualmente se encuentran las canchas de tenis del centro deportivo minero.

  15. La historia sobre la minería en el Distrito de Real del Monte y Pachuca es rica y abundante, los siguientes textos constituyen una buena aproximación para ampliar información sobre la materia: R. W. Randall, Real del Monte: una empresa minera británica en México, 1977. F.C.E. México; A.C. Nicolás Soto Oliver, La minería, el Distrito Minero Pachuca- Real del Monte a través de la historia, Gobierno del Estado de Hidalgo.

  16. En el año de 1794 se instalaron 19 grandes malacates y en 1801 ya se contaba con 28 de éstos, los cuales requerían para su movimiento 1,200 caballos y 400 hombres con un costo anual de 250 mil pesos, logrando mantener el agua a 100 metros abajo del nivel del desagüe (Apud, Randall, 1977: 31-32).

  17. Lo cual no llegaba a impedir el contrabando entre los colonos y las potencias extranjeras (Alatriste, 1999: 23-24).

  18. El Conde Regla, Don Pedro Romero de Terreros, con cierta astucia hizo redactar un libro en el cual se describían todas las instalaciones y las condiciones en que se encontraban las minas de Real del Monte e inmediatamente lo hizo circular en diversos círculos europeos. El título de dicho trabajo era el siguiente: Manifiesto de la Riqueza de la Negociación de Minas Conocida por la veta Vizcaína, Ubicada en el Real del Monte, Jurisdicción de Pachuca, de las grandes obras que en ella se hicieron, y del estado actual en que se halla, para la compañía de accionistas que desea celebrar contrato para continuar su labor bajo las condiciones que se expresan, su actual poseedor, el señor Don Pedro Romero de Terreros, México, Imprenta, 1820, por José Rodrigo De Castelazo (Nieto Bracamontes, 1996: s/n).

  19. gentilicio con el que se conoce a los habitantes de Cornwall, lugar de origen de la mayoría de los mineros que se asentaron en el Distrito Minero de Real del Monte.

  20. La migración cornish llegó a ser tan importante, que entre los habitantes de esa región de la península se forjó un dicho que advertía los siguiente: At the bottom of every hole in the world, you would find a Cornish miner. En: Young, 1992: 10-11.

  21. Con este término se designaba a todos aquellos mineros provenientes de Guanajuato, por entonces, otra de las zonas mineras importantes de México.

  22. Diferencia fundamentada en la política aplicada por los primeros administradores de la empresa minera, quienes preferían cubrir las labores técnicas y de confianza con mineros procedentes de Inglaterra. Situación que debe entenderse injustificada, si se considera que en México existía una tradición minera secular que había posibilitado la capacitación de numerosos trabajadores de origen mexicano. Aunque la actitud de los administradores ingleses, descansaba en la superioridad de las máquinas de vapor frente a las primitivas artes americanas, y en la creencia de la incapacidad de los mexicanos para aprender a operar esos complicados mecanismos (Herrera: 1981: 6).

  23. La desconfianza y la segregación hacia los trabajadores mexicanos era extrema. Por ello fue que los administradores británicos como norma no emplearon trabajadores "nativos" en los puestos de confianza. Incluso, las máquinas de vapor sólo fueron manejadas por empleados británicos. Y en caso de surgir algún tipo de conflicto con los "mexicanos", éste se solucionaba por medio de la violencia y la intimidación, dado que los británicos contaban con el apoyo de las fuerzas militares proporcionadas por el gobierno estatal o nacional. La opinión sobre los mexicanos era tan descabellada, que cuando el gobierno local intentó reclutar hombres para formar una milicia civil en el distrito, el capitán de la empresa se opuso rotundamente, argumentando que poner armas en las manos de estos mineros haría necesarias dos compañías de las mejores tropas regulares españolas para conservar la paz en este lugar (Randall, 1977: 155).

  24. Aunque las causas que justifican el éxito de la empresa (en poder de los mexicanos), no sólo se deben a este feliz descubrimiento, sino, en especial, a la política aplicada por los nuevos directores, quienes contaban con la posibilidad de controlar de muy cerca las acciones de la empresa; establecer convenios favorables con el gobierno nacional, como la aceptación de presidiarios en carácter de trabajadores mineros, situación que aliviaba al estado de una importante carga económica.

  25. Este tema se ampliará en el Capítulo 2, donde se describirá el origen del primer club de fútbol en México.

  26. El Ing. Jesús Corrales González, sostiene que Guanajuato y el Distrito de Pachuca "han producido en conjunto más o menos el 11 % de la producción de este metal, extraído de las minas de todo el mundo, durante los últimos cinco siglos, el Distrito Minero Pachuca-Real del Monte ha producido hasta el 31 de Diciembre de 1989, según recopilación hecha por el Ing. Isidoro Baca González: 40,422 toneladas de plata, equivalente a 1,300 millones de onzas troy y 232.4 toneladas de oro, equivalente a 7.5 millones de onzas troy; el Distrito de Guanajuato hasta la misma fecha, 33,469 toneladas de plata, o sea 1,076 millones de onzas troy y 166 toneladas de oro, o sea 5.3 millones de onzas troy" (Corrales González, 2003: s/p).

  27. Otros indicadores demográficos se detallan en la Tabla 1. Para mayor información sobre la situación de pobreza en Hidalgo ver: Laura Rodríguez, "Hidalgo, entre los últimos lugares de desarrollo humano", en Milenio (2004), Irma Eugenia Gutiérrez, 1990 (pp.: 10-17) y Pablo Vargas 2003 (pp.: 26-30).

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