JEAN-JACQUES ROUSSEAU Y LA EDUCACION DEL CUERPO

Rousseau y la educación del cuerpo
En su propuesta pedagógica, Rousseau defiende la educación del niño, con vistas a proporcionarle condiciones, para que busque un futuro mejor en la vida social. Sustenta como punto de partida, una posición contraria a aquella que identificaba en el niño, un adulto en miniatura, motivo por el cual se mostraba contrario a la educación precoz, sosteniéndose como imperativo la necesidad de respetar sus fases de desarrollo, inclusive desde el punto de vista, del esfuerzo físico. Al final "la infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir, que le son propias, nada menos sensato que querer sustituirlas por las nuestras" 14.

Su preocupación por la educación, se asentaba en la idea de que todo lo que no tenemos cuando nacemos y que precisamos cuando somos adultos, nos es dado por la educación. Esa educación, para él no era suministrada por los libros, pero sí por la naturaleza. Así, la educación de los sentidos se vuelve importante puesto que "nuestros primeros maestros de filosofía son nuestros pies, manos, nuestros ojos. Sustituir todo eso por libros, no es enseñarnos a razonar, es enseñarnos a creer mucho y nunca sabremos cosa alguna"15.

A lo largo de "Emilio o De la Educación", el autor va indicando caminos para hacer viable su utopía, abogando por una educación relacionada con la libertad, también desde el punto de vista de los movimientos corporales. Para Rousseau, los ejercicios físicos se constituían como una forma de trabajar la educación negativa, cuidando proteger a Emilio de las relaciones humanas. Mientras Emilio interactuaba con la naturaleza, Emilio se mantenía virtuoso y tenía el tiempo para madurar en el uso de los sentidos: "los ejercicios continuos así dejados únicamente en la dirección de la naturaleza, fortifican el cuerpo, sin embrutecer el espíritu, como también forman en nosotros la única especie de razón que en la infancia sea susceptible y más necesaria que en cualquier otra edad"16.

Entre las prácticas corporales posibles de ser practicadas por Emilio, prevé ejercicios de nadar, correr, saltar, chicotear, todas formas de tornar a un cuerpo robusto. Para que no fueran puramente naturales y mecánicos, debían estar asociados a esos ejercicios, el uso de los sentidos ya que "¿(...) tenemos solamente brazos y piernas? ¿No tenemos también ojos y oídos?. Es que tales órganos serán superfluos dado el uso de los primeros?. No ejercitaré por lo tanto, solo la fuerza, ejercitaré todos los sentidos que los dirigen"17.

Es en el Libro I que Rousseau esboza sus primeras ideas acerca de ese cuidado por el cuerpo de Emilio, cuando se va a contraponer a las prácticas vigentes en el siglo XVIII en lo que concierne al hábito de atar a los niños, como forma de fortalecerles los músculos. Práctica frente a la cual reaccionó, justificando y explicando los males que podría acarrear.

Según su entender, la inacción y el hecho de ajustar reteniendo los miembros de un niño, eran altamente perjudiciales para la circulación sanguínea, trayendo, todavía, consecuencias como la acción contraria al fortalecimiento del cuerpo, que en el proceso de crecimiento provocan alteraciones en su constitución. Para esbozar estas críticas, recurrió a ejemplos comparativos esclareciendo que en los países en que no eran tomadas precauciones de esa naturaleza, los hombres eran altos, fuertes y bien proporcionados. Argumenta también que los niños, cuyos movimientos son dificultados, van a hacer esfuerzos para librarse de la incómoda situación de las ataduras y vendajes y de no conseguirlo, tendrá como tendencia natural la irritabilidad y la contrariedad, que se manifestarán por el llanto y por los gritos. Rousseau, llama la atención acerca de estas prácticas, utilizadas en el sentido de evitar accidentes, acaban por deformar los cuerpos y muchas veces, tornar paralíticos los miembros de los niños. Por lo tanto, hay que practicar una educación, que tenga presente una mayor libertad al cuerpo, libertad esta nacida de la práctica de ejercicios físicos. Veamos:

"No me detendré a probar la utilidad de los trabajos manuales y de los ejercicios del cuerpo para fortalecer el temperamento y la salud; es un asunto en que todos están de acuerdo; los ejemplos de las vidas más largas, nos vienen casi todos, de los hombres que más ejercicios hicieron, que más cansancios y trabajos soportaron".18

Es interesante que sus argumentos, no eran predominantemente argumentos médicos. Es decir, Rousseau, sustentaba cierta desconfianza por los médicos19 , en un momento en que la medicina, se desenvolvía como posibilidad de intervención, en lo que respecta a la mejoría de las condiciones de salud de la población.

Descreído de la Medicina, pero extasiado por el pensamiento higienista Rousseau explicita: "la única parte útil de la medicina es la higiene; y la higiene es menos una ciencia que una virtud"20.

Es pertinente recordar que en siglo XVIII, la idea de ser limpio estaba asociada a la protección y la revigorización del cuerpo. En ese momento se cree que el aseo asegura y sustenta el buen funcionamiento de las funciones. Razón por la cual el papel energético atribuido a la piel, el peligro de las materias putrescibles se vuelven el horizonte teórico de las abluciones y de los baños. Es preciso lavar para defenderse21. Es preciso, pues, un cuerpo limpio, capaz de moralizarse.

Exactamente al final del siglo XVIII , los médicos higienistas van a adquirir espacio en la sociedad, a través de una acción intervencionista no solo en los cuidados corporales, como en la alimentación, la ropa, en los hábitos y costumbres de las personas. Se instituyó una especie de "política médica" cuya acción era dominada por dos objetivos complementarios: reglamentar las costumbres adquiridas por los excesos y asegurar las condiciones propicias para la subsistencia corporal. En el ámbito de la preservación de buenas costumbres, sobresalían los siguientes aspectos: el respeto por los actos religiosos, la defensa de la tranquilidad pública, la lucha contra la mendicidad y el robo, la represión a los juegos ilícitos y de la exageración del lujo. La subsistencia corporal exigía, por un lado, la vigilancia sobre: la salud en general, la higiene del aire y del agua y la conservación de medicamentos y alimentos.

La generalizada miseria del cuerpo, el carácter nefasto de las enfermedades y epidemias, la insuficiencia de los recursos de la medicina, la deplorable higiene pública, la pobreza de la alimentación, la falta de condiciones humanas y materiales en el ámbito de los programas de salud, eran algunos de los indicios preocupantes, en la secuencia de las primeras grandes acciones políticas tomadas por la sociedad. Motivo por el cual, la educación era primordial. Y, por lo tanto, la educación higiénica, y en consecuencia corporal.

Rousseau se vale de argumentos no médicos, para sustentar sus ideas. Es recurrente la utilización de hace de la idea de moral, como aseguradora de sus tesis y propuestas. La educación, al formar al hombre, está formando con base en una moral que es dictada por la naturaleza. Moral capaz de volverlo adaptado a su tiempo, por consiguiente, mutilado en muchas de sus posibilidades.

Así, aunque tuviera pensado una educación de cuerpo, lo hizo nutrido de una perspectiva incapaz de volver esa educación corporal, favorable al ejercicio de la libertad, de las pasiones y de los deseos. Al contrario: la educación corporal poseía límites claros conforme podemos identificar en la cita siguiente:

"Es preciso que el cuerpo tenga vigor para obedecer al alma: un buen servidor debe ser robusto. Sé que la intemperancia, excita las pasiones; pero, como consecuencia, también extenúa al cuerpo; las maceraciones, los desayunos, producen muchas veces el mismo efecto a través de una cosa opuesta. Cuanto más débil es el cuerpo, más él reina; cuanto más fuerte él es, obedece. Todas las pasiones sensuales están alojadas en cuerpos afeminados; y se exacerban tanto más cuanto son pocas las posibilidades para satisfacer22.

Estos límites eran dictados en función de un objetivo mayor, que es la educación de la moral, trabajada por el sentimiento, para alcanzar la razón. Por lo tanto, si Emilio sabe usar los sentidos y poseer un cuerpo robusto que le permite ser libre, tendrá el deseo de aprender y estará apto para hacerlo, pues estará maduro. En sus palabras:"quieres cultivar la inteligencia de tu alumno, entonces cultiva las fuerzas que él debe gobernar, tórnalo robusto para tornarlo bien educado y con un buen uso de su razón.: que trabaje, que actúe, que corra y grite, que esté siempre en movimiento; que sea hombre por el vigor y en breve lo será por la razón".23 .

Tener un cuerpo robusto implica ser libre, no depender de otro, porque su cuerpo le permite moverse en dirección a la satisfacción de sus deseos, de tal forma que sus deseos estén subordinados a sus fuerzas. Entre tanto, el deseo es un deseo inmerso en esa moral que al mismo tiempo, que regula la vida en sociedad es penosa para con el ejercicio de esta libertad o todavía, de la supuesta autonomía conquistada por Emilio frente a sus procesos de educación.

Rousseau piensa para Emilio un oficio: de artesano-ebanista. "Es limpio, es útil, lo puede ejercer en la casa; mantiene suficientemente el cuerpo en actividad, exige del operario el ingenio, la habilidad, la elegancia y el gusto no se excluyen de la forma de las obras que determina la utilidad."24.

Si fuera necesario, en consecuencia, un cuerpo robusto cuya moral permita resistir las tentaciones y las flaquezas y además evitar los excesos - también del cuerpo.Al sexo, por ejemplo, Rousseau asocia el dolor, el sufrimiento, las perversiones y la debilidad. Razón por la cual, estos intereses deben ser postergados, por la acción de la educación.

"Si la edad en que el hombre adquiere conciencia de su sexo, difiere tanto por efecto de la educación cuanto por la acción de la naturaleza, se sigue que es posible acelerar o retardar esa edad según la manera de criar a los niños; y si el cuerpo gana o pierde consistencia, en la medida en que atrasa o acelera tal progreso, se sigue también que cuanto más la retarden más joven adquirirá vigor y fuerza. No hablo por ahora de los efectos puramente físicos; veremos otros dentro de poco ".25

Esta percepción está asociada a un discurso vigente en el siglo XVIII, por la acción higienista, la economía social, para el cual sería necesario una regulación sobre los "flujos sociales". La metáfora del flujo social y del flujo corporal adquiere relevancia y, dentro de una cierta visión organicista de la sociedad, contribuyó a explicarla. Si es necesario una economía social es necesaria también una economía corporal, obtenida también por medio de la regulación de los flujos. Esta visión, se sustenta en la teoría mecanicista del cuerpo, sobre la cual reposa la medicina de la época y que buscaba explicaciones acerca de la imperfección humana. Esta imperfección estaría, no en el alma reguladora de todas las conductas, pero sí en cambio en otro lugar: el cuerpo26.

Rousseau mismo, era contrario a la intervención médica en la educación de Emilio -recurriría solo si fuera estrictamente necesario-, busca también, de cierta forma, esa economía del cuerpo, porque lo asocia más a la fuerza que a la libertad; al dolor que al placer. Veamos lo que piensa sobre el origen de la flaqueza del hombre:

"¿De dónde viene la flaqueza del hombre? De la desigualdad que se encuentra entre su fuerza y sus deseos. Son nuestras pasiones, que nos vuelven débiles, puesto que, si fuera preciso, para contentarlas, más fuerzas nos da la naturaleza. Disminuye los deseos; será como si aumentases las fuerzas: quien puede más de lo que desea, las tiene, de sobras; es ciertamente un ser muy fuerte.";27.

Esto es, nada está fuera del análisis sustentado en este momento y que obtiene del cuerpo la necesidad de determinados controles porque está bajo las órdenes del alma. O todavía, objeto de control. Se coloca ahí el dualismo cuerpo-alma, porque la educación del cuerpo estaba en función de la educación del alma: "cultiva la inteligencia de vuestros alumnos, mas cultiva, antes que todo, su físico porque él es el que va a orientar el desenvolvimiento intelectual; haz primero vuestro alumno sano y fuerte, para poder verlo inteligente y sano";28.

Si pensamos que en Rousseau, la educación debería ser una educación de aquello que se presenta como útil y que, en última instancia, tendría como objetivo mayor, hacer que Emilio suplantase las necesidades individuales y supiese actuar de acuerdo con determinados valores morales, es posible entender algunas de sus propuestas para la educación de este joven. La educación de los sentidos, por ejemplo, que aparece como una posibilidad utilitaria de promover la madurez de Emilio, para su vida en sociedad.

Para Rousseau, aprender el uso de los sentidos, es permitir integrarse con el medio. Motivo por el cual busca desenvolver la capacidad de funcionamiento de los órganos de los sentidos de su alumno.. Se propone educar el paladar de Emilio, que no es tan delicado como de un hombre fuerte, pero sí igualmente sensible. Sabe que Emilio distingue, igualmente olores, pero esta capacidad precisa ser desarrollada. Al final, el olfato mantiene estrecha relación con el paladar, pues los órganos responsables por esos sentidos, poseen comunicación interna, de tal manera que no probamos nada, sin sentirle el aroma. El olfato es el sentido de la imaginación, porque mueve a los demás sentidos a actuar. Es poco activo, en el niño, porque este no posee todavía la experiencia suficiente para formar imagen del producto mediante el aroma.

El tacto, es el órgano de los sentidos que más lo instruye acerca de la impresión que el medio produce en su cuerpo. A través de ella, podrá juzgar la temperatura, el tamaño, la forma, el peso, la solidez, pero precisará, igualmente de la visión, para ampliar ese juicio. Para aguzar la audición, Rousseau, prescribe que se debe enseñar a Emilio a conocer y discriminar diferentes sonidos y diferentes objetos que los producen, siendo la música un recurso a ser utilizado. No en el sentido de desenvolver el aprendizaje precoz de la música, pero sí de percibirlo como una forma de expresar sus ideas y sentimientos.

Ver, tocar, oler, escuchar y degustar deberán ser acciones, que serán embellecidas en este ser, que sabrá actuar conciliando sus intereses particulares y privados con los intereses públicos, tornándose, por tanto, un hombre para vivir en sociedad, de acuerdo con los establecidos por las leyes. En este caso, aquellas asentadas en el Contrato Social.

Rousseau, se preocupa, también, por los papeles de los hombres, en esta sociedad regida por las leyes morales. En este sentido, defiende claramente, lo que piensa ser de la "naturaleza femenina " y de la "naturaleza masculina".

Veamos cómo hace en el plano de las profesiones y cómo justifica su idea:

"Dad al hombre un oficio, que convenga a su sexo, y al joven un oficio que convenga a su edad; una profesión sedentaria o casera, que afemina y ablanda el cuerpo, no le agradará ni le convendrá. Nunca un joven aspiró espontáneamente a ser sastre; es preciso arte para llevar a ese oficio de mujer el sexo para el cual no fue hecho. La aguja y la espada no pueden ser manejadas por las mismas manos.(...)
Prohibo a mi alumno los oficios malsanos, no por lo tanto, los penosos, ni los peligrosos. Estos ejercitan al mismo tiempo, la fuerza y el coraje; solamente a los hombres les conviene; las mujeres no aspiran a ellos. ¿Cómo no tienen ellos vergüenza de usurpar lo que ellas hacen?29.

Una mujer perfecta y un hombre perfecto no deben asemejarse, ni de espíritu ni de fisonomía (...). Uno debe ser activo y fuerte, el otro pasivo y débil: es necesario que uno quiera y pueda, basta que el otro resista un poco.
La mujer y el hombre son hechos uno para el otro, pero su dependencia natural no es igual: los hombres dependen de las mujeres por sus deseos y sus necesidades; nosotros subsistiríamos más sin ellas de lo que ellas sin nosotros.(...). Por la propia ley de la naturaleza, las mujeres, tanto por ellas como por sus hijos, están a merced del juicio de los hombres; no basta que sean estimables, cumplen con su deber siéndolo; no basta que sean bellas, es preciso que agraden; no basta que se comporten bien, es preciso que sean reconocidas como tal; su honra no está apenas en su conducta, está en su reputación, y no es posible que la que consiente comportarse incorrectamente, sea un día honesta30.

No podemos olvidar, que en ese momento, correspondía a las mujeres, desempeñar 'aquel papel que la naturaleza les destinó': el de ser madre, por lo tanto, de actuar en la esfera de lo privado y de acuerdo con sus características femeninas. Ese pensamiento dará margen a la instauración de la función de madre, como responsable por la educación de los hijos, aliada al médico, cuyas prescripciones deben ser religiosamente ejecutadas. Pero esa educación, que ocurre en ámbito de lo privado, cuyas recomendaciones dicen al respecto más a cuestiones de salud e higiénicas, que a cuestiones referidas al conocimiento y a la cultura. El propio Rousseau, confía la educación de Emilio al padre, aunque se refería más a las madres como aquellas que primeramente cuidan de los niños31.

Hay en ese período, una preocupación por la educación corporal, no solo entre pedagogos, sino entre médicos. Y esa educación tendría un sentido, donde la libertad, más que una conquista, era una forma sutil de hacer que se incorporaran valores, hábitos y conductas que estaban al servicio de la moral, del bien común y del cuidado por la robustez necesaria, para responder en la esfera del trabajo. Esa libertad y autonomía presentes en el discurso rousseauniano, estaba inserto dentro de los padrones que, por la educación, se introyectaran en Emilio, de forma que no pudiese negarlos. Hay una adaptación de Emilio al mundo social: hay gran diferencia entre el hombre natural, viviendo en estado natural, y el hombre natural viviendo en estado social. Emilio no es un salvaje para ser dejado en el desierto, es un salvaje hecho para vivir en la ciudad32.

Ese vivir en la ciudad, presupone el control de determinados instintos, presupone obediencias a las reglas, leyes, intereses otros que no son solo los suyos. Presupone, también, un cuerpo disciplinado y cuyas actitudes, puedan ser expresadas en sociedad. Hay, pues, que educarlo.

Ningún ser material es activo por sí mismo, y yo lo soy. Por más que discutan eso, yo lo siento y este sentimiento, que me habla más fuerte que la razón que lo combate. Tengo un cuerpo sobre el cual los otros actúan y que actúa sobre ellos; esa acción recíproca no es dudosa; pero mi voluntad es independiente de mis sentidos; consiento o resisto; sucumbo o soy vencedor y siento perfectamente en mí mismo, cuando hago lo que quise hacer o cuando no hago sino ceder a mis pasiones. Tengo siempre el poder de querer, no la fuerza de ejecutar. Cuando me entrego a las tentaciones, me conduzco según el impulso de los objetos externos. Cuando me censuro esa flaqueza, no escucho sino mi voluntad; soy esclavo de mis vicios y libre en cuanto a mis remordimientos; el sentimiento de mi libertad solo se apaga en mí, cuando me depravo e impido la voz del alma de erguirse contra la ley del cuerpo33.

La razón será aquella que educada por medio del sentimiento promoverá esa regulación moral: después de haber comenzado por ejercitarle el cuerpo y los sentidos, ejercitamos su espíritu y su juicio: "Finalmente unimos el uso de los miembros al de sus facultades; hicimos un ser actuante y pensante; solo nos resta, para completar un hombre, hacer de él un ser amante y sensible; esto es, perfeccionarle la razón por el sentimiento"34.

Aunque el cuerpo tenga un cierto carácter pionero en la pedagogía de Rousseau, donde se habla de ejercicios físicos ligados a la educación, éste ocupa un segundo plano. Su propuesta es destacada por muchos educadores como innovadora y revolucionaria, porque se habló de infancia, en libertad, en un tiempo en que la enseñanza era rígida y había poca preocupación por el cuerpo y por el uso de los sentidos. Rousseau, al preocuparse por las características de los niños, distintos de los adultos, trajo como noción importante, no solo el concepto de infancia como así también la preocupación por las fases de desenvolvimiento de esta, que deberían ser comprendidas y respetadas, desde el punto de vista corporal:

"no pienso en que juegue con nuestros tacos con tres pies de altura; no pretendo que vaya a jugar a la pelota en nuestros antros, ni que sobrecarguen sus manitas con la raqueta de jugador de pelota, pero que salte en una sala cuyas vidrieras se hayan protegido, que solo use primeramente pelotas livianas, que sus primeras raquetas sean de madera, de pergamino después, y finalmente de cuerdas retensadas, en la proporción de sus progresos ".35.

La educación negativa estará basada en ese fundamento - el respeto por los procesos de desenvolvimiento de Emilio- de forma de tornarlo maduro, entendiendo por esto, la formación integral del individuo, haciendo nacer en el niño, el deseo de aprender y enseñarle a conocer el buen empleo de sus fuerzas y la relación de su cuerpo con el medio.

A pesar de poder identificarse algunos avances en sus proposiciones metodológicas, no se caracteriza Rousseau por presentar un proyecto revolucionario de educación. Mucho menos, de educación corporal; el cuerpo continua siendo observado, tanto como necesario para colaborar en la educación de la razón, como para ser tornado fuerte y robusto, en función de las exigencias no solo del trabajo, sino también de una vida saludable, porque es importante ser disciplinadas por los valores morales, que garantizarían la vida en equilibrio. Así, si "todo es cierto, saliendo de las manos del Autor de las cosas"36 , no todo sería degenerado por las manos del hombre.Idea esta apropiada por la sociedad capitalista y por el pensamiento liberal -ya presentes en Rousseau- se solidificó más tarde en los estudios sobre el cuerpo, que pasa a ser visto a partir de una visión mecanizada, haciéndolo susceptible a una educación específica; la de la economía del gesto. Por lo tanto, productora de fuerza de trabajo y portadora de un estado de salud favorable a las exigencias del trabajo: de eficiencia y de productividad.


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Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 2, Nº 8. Buenos Aires. Diciembre 1997
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