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El movimiento en la vida cotidiana:
el valor de la experiencia corporal

   
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad Nacional del Comahue.
Provincia de Río Negro.
 
 
Elías Rolando Schnaidler
rolosch@neunet.com.ar
(Argentina)
 

 

 

 

 
    Al observar la manera en que la gente resuelve sus problemas cotidianos, los modos en que sus cuerpos se disponen para afrontar con mayor o menor ductilidad las diferentes exigencias que presenta el acontecer diario, es posible pensar en que existen verdaderos organizadores de la vida práctica de las personas que contienen una especial manera de reconocer el universo del ritmo, de los espacios, de los usos referidos al propio cuerpo y las acomodaciones que se realizan en relación con los otros cuerpos, hablamos de las acciones y las calidades de esas acciones, en relación a las dinámicas de movimiento que se presentan en la vida diaria.
    La observación de los niños en la organización espacial y temporal de sus juegos, los parámetros que utilizan los bailarines para preparar sus composiciones, los rituales religiosos y los de la vida cotidiana, la eficacia de los movimientos deportivos y muchos otros ejemplos, nos hablan de una manera práctica y solvente de desenvolvimiento corporal que resumen experiencias en forma de conocimiento, de un conocimiento que no siempre está contenido y organizado de acuerdo a la manera en que se presenta en el universo de las disciplinas formales.
    Estas formas prácticas de moverse generan muchas veces, contradicciones con lo que se espera desde las maneras institucionalizadas de entender el movimiento humano. Por maneras institucionalizadas me refiero a las disciplinas que, presionadas por una necesidad de reconocimiento en los esquemas del conocimiento, tienen que explicar permanentemente, y adherir a la idea que su estrategia de contenidos y argumentaciones son la que mejor comprende al movimiento de las personas. En ese universo podemos incluir a disciplinas como la educación física, la danza, el deporte, la expresión corporal, etc.
    Es decir que cuando hablamos de experiencia del movimiento, nos estamos refiriendo a una construcción resultado de una intensa relación entre los aprendizajes y el uso del cuerpo en la vida cotidiana y la incorporación de técnicas del movimiento producto de nuestro contacto con la actividad física institucionalizada.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 72 - Mayo de 2004

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La experiencia del movimiento

    Cualquiera de nosotros, ante la presencia de actividades diversas, podemos establecer un puente de comunicación con ese grupo de acciones que se encuentra ante nuestra visión, que nos permite reconocer y nombrar, al menos de manera global, el conjunto de movimientos dinámicos y corporales que se encuentra frente a nosotros.

    Podemos nombrar, a este conjunto de movimientos organizados, de una manera determinada, de acuerdo a las relaciones que descubrimos con el espacio, en las formas rítmicas y secuenciadas de las acciones y los desplazamientos, y también en la identificación de las formas del movimiento utilizadas y en la cualificación de esas formas. Todo esto a partir de los datos primeros que nos brinda la visión del conjunto y sin la necesidad inicial de ingresar al conocimiento detallado de esa composición. Es decir que, la sola visión del conjunto más o menos organizado en sus movimientos y en relación con el tiempo y el espacio nos da una idea de que actividad corporal estamos presenciando.

    Es posible entonces, sabernos frente al desarrollo de un evento deportivo. Lo podemos nombrar, y no precisamos mayores datos que la imagen global de los movimientos que realizan los integrantes de esa composición, es decir, la percepción de determinados datos integrados a una totalidad que nos dan la certeza de encontrarnos frente a la realización de un evento deportivo (El análisis posterior nos permitirá comprender características y detalles de esa actividad, y así podremos identificar otros aspectos relacionados con el nivel de los jugadores o las características particulares del deporte).

    Pero la pregunta posible a esta altura de la presentación es: ¿De que manera se organizan esos datos en nuestro campo perceptivo para arribar a esa conclusión?

    Evidentemente, identificamos parámetros en este conjunto complejo de acciones que se presentan como un todo organizado, y en el caso de la actividad deportiva, este conjunto organizado podemos identificarlo con la eficacia y eficiencia de los movimientos corporales, la excelencia de la acción corporal sobre el tiempo, el espacio y los objetos.

    Frente al conjunto de la actividad, en este caso la deportiva, aparecen movimientos eficientes y eficaces que le dan unidad y sentido a nuestra visión. Podemos tener mayores o menores conocimientos acerca de la actividad deportiva, podemos contar con diferentes valoraciones en el gusto frente a los diferentes movimientos que estamos presenciando, pero la construcción de nuestras capacidades perceptivas nos permite identificar los "organizadores" que determinan y que pueden ser nombrados en esta "zona común" de experiencias corporales y que, en nuestra sociedad, llamamos deporte.

    En este mismo sentido entonces, encontramos que frente a determinada experiencia corporal, organizada alrededor de valores estéticos, podemos reconocer a la danza. Esto no quiere decir que la danza no contenga en su conjunto de acciones movimientos eficaces que le permitan a los bailarines realizar saltos, carreras y figuras en el espacio con notable maestría, las capacidades de los bailarines y su entrenamiento corporal forman parte del éxito con el cual podrán comunicar con su cuerpo en movimiento, pero el movimiento eficaz por si solo no dará los resultados esperados, no se trata de saltar por sobre una altura determinada desafiando un obstáculo con el uso de nuestra excelencia corporal, sino que más bien se trata de comunicar, la ira, el desconsuelo, el apuro, la violencia, es decir que estamos frente a un conjunto de movimientos que debe su razón a la dinámica de los movimientos, y cuando hablamos de la dinámica, hablamos de una escala que va desde "la fluidez de la crema hasta el rigor incisivo del martillo" (D. Milstein).

    Nuestra experiencia corporal y de vida en esta "zona común" de actividades corporales nos permiten identificar el hecho artístico de la danza y disfrutar de sus movimientos más allá del conocimiento detallado de sus componentes, del diseño, del ritmo, de la dinámica o de la motivación. La visión del conjunto y la identificación del organizador, en este caso la estética, nos permite reconocer esta experiencia, seamos espectadores o participantes con un aparente "desconocimiento" de esa actividad.

    Frente a determinadas actividades corporales organizadas alrededor del orden y la exactitud de los movimientos indicados, ante la efectividad de las acciones en relación a las voces de mando, ante la visión de un cuerpo desafiante pero también obediente, podremos reconocer "A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-ductilidad." (M. Foucoult, 1976). Es decir, estamos frente a los principios de la técnica disciplinaria.

    La formación del soldado, no prescinde de la excelencia corporal ni tampoco de los valores estéticos, pero lo que da sentido y unidad a los actos que componen su experiencia, es el orden y la obediencia. La visualización de estas características nos habla de una actividad determinada, la actividad militar.

    Asimismo, la visión del trabajador que se desplaza a su lugar de trabajo en bicicleta, sorteando subidas y bajadas, obstáculos en los caminos, llevando consigo abrigos y objetos de todo tipo, listo para afrontar la larga jornada que se presenta ante él; la labor certera de un mecánico en la manipulación de herramientas, su capacidad para moverse entre hierros y lugares limitados y peligrosos como una fosa o realizar tareas debajo de un automóvil; la ductilidad de un trabajador rural, que puede acomodar sus movimientos corporales a las diferentes exigencias del trabajo sobre la naturaleza, su precisión para orientar en línea recta sus plantaciones, su conocimiento en el manejo de los instrumentos de labranza, nos coloca frente a otra manera de organizar ese conjunto de actividades corporales, y será la utilitaria.

    Y nuevamente podemos realizar apreciaciones de tipo estéticas, eficaces, ordenadas, pero lo que finalmente dará sentido y unidad a estas acciones será lo utilitario.

    Ahora bien, estas experiencias requieren de conocimientos específicos, acerca de los cuales podemos tener mayor o menor información, adiestramiento e interés, pero la posibilidad de habitar esta "zona común" de experiencias corporales nos permite acomodar nuestros movimientos a las diversas situaciones que se presentan en la vida cotidiana y ante las discontinuidades, es decir que la percepción global de los elementos que organizan determinado conjunto de movimientos nos permite acomodar nuestro ser de manera más o menos pertinente ante las exigencias corporales. Esto es posible, porque nuestra experiencia de movimientos se nutre de percepciones que fuimos construyendo a lo largo de nuestra vida, y es lo que nos comunica de manera exitosa o no con los espacios sociales de relación y con nuestras diferentes incumbencias.

    Aparecen entonces términos que son necesarios encuadrar en esta presentación: Percepción y experiencia.

    "Para conocer algo debemos ser capaces de experimentarlo. Aún la experiencia de la nada depende de nuestra capacidad de imaginar las cualidades de un vacío. La experiencia es una condición necesaria para conocer, y el carácter de la experiencia depende de las cualidades a las que se refiere. Por lo tanto, la cualidad de la experiencia dependerá de aquello a lo que nuestros sentidos tienen acceso y de la forma en que seamos capaces de usarlos" (E. Eisner, Cognición y currículum)

    Eisner no propone la existencia de los sentidos como ingenuos receptores del medio, no somos "arcilla modificada" por la mera existencia del entorno, sino que estamos hablando de un ser activo que organiza y selecciona los aspectos del mundo para poder conocerlo.

    Y esta manera de entender lo perceptivo articula necesariamente con una forma particular de entender el sentido de la experiencia humana.

    "Una experiencia tiene una unidad que le da su nombre, esa comida, esa tempestad, esa ruptura de amistad. La existencia de esta unidad está constituida por una sola cualidad que impregna la experiencia entera a despecho de la variación de sus partes constituyentes." (J. Dewey, 1938)

    Seres humanos y naturaleza experimentan modificaciones que permiten delimitar y dar continuidad a lo vivido. Siguiendo el análisis de Dewey, podemos decir que la experiencia también puede ser caracterizada por su continuidad pero con el valor de no sacrificar la identidad de las partes, todo se potencializa y fluye de manera de permitir una consumación y un salto de calidad, es decir, de producir aprendizaje, conocimiento.


La naturaleza de la experiencia

    Cuando pensamos acerca de los motores fundamentales de nuestra actividad como seres humanos, rápidamente asociamos esas funciones con las de una máquina de perfecta organización, en la adecuada articulación de sus miembros, la problemática física de la utilización de sus palancas, al combustible que le da energía a los movimientos, y hasta hablamos de la excelente lubricación de las partes del cuerpo articuladas.

    Pensar los cuerpos de esta manera, es fruto de toda una concepción, de la cual nuestra disciplina y la ciencia biomédica, comparten orígenes en el tiempo y el espacio de la definición de sus funciones en el cuidado de la salud y el desarrollo del cuerpo, del cuidado de la máquina del cuerpo", fruto entonces, de la maravillosa obra creativa de una gran "talento".

    Es real que toda esta concepción se encuentra en una etapa de revisión importante y polémica. Pero las discusiones y las declamaciones entran en contradicción muchas veces con los actos y con la institucionalización de esos actos, el sentido común y las formas populares de concebir el movimiento y la salud corporal. De los discursos de la ciencia biomédica y de los referentes de las diferentes disciplinas que pretenden explicar en si mismas el principio del movimiento corporal, y aquí podemos referirnos tanto a la danza, los rituales religiosos y a la actividad deportiva.

    Asimismo, los intentos, ya muchas veces comentados en trabajos especializados, acerca de las nuevas maneras de entender lo corporal, la mayoría del las veces, afirman los argumentos del dualismo que se supone, critican, haciendo centro en la concepción del "hombre máquina".1

    La búsqueda de alternativas nos acerca a las explicaciones que entienden a la conducta de los seres humanos como fruto genuino de la continuidad de su propia experiencia y la de la historia, de su grupo social, de su cultura, de la pertenencia al género humano.

    "La naturaleza de la experiencia está determinada por las condiciones esenciales de la vida". (J. Dewey 1938).

    Esta afirmación puede ser el punto de partida de un análisis oportuno y fundamental en tiempos en los cuales, la mayoría de las personas se encuentra alejada tanto de la producción de lo material como también de sus formas simbólicas (en una sociedad en donde el ingreso al mundo del trabajo y el consumo conforman un circuito de seguridad básica y actúan como un certificado de existencia).

    Esta afirmación, claramente nos ubica en el centro de otra discusión. En la comprensión de nuestro funcionamiento de manera diferente, sin reconocernos como máquinas con motivación, ni tampoco espiritualidad con formas terrenales. Somos sujetos producidos y productores y en interacción con el medio, con el ambiente, con la "zona común" que compartimos y de acuerdo a las condiciones concretas de existencia que nos rodean.

    "La carrera y el destino de un ser viviente están ligados a sus intercambios con su ambiente, no exteriormente, sino del modo más íntimo." (J. Dewey, 1938).

    La construcción de nuestra subjetividad es fruto de múltiples interacciones en la búsqueda de los adecuados ajustes con nuestro medio de interacción. Son las fuentes de la experiencia humana, estamos hablando en términos de plena presencia, de "sujeto/cuerpo", de totalidad y de continuidad de todo nuestro ser en las acciones que realizamos, de presencia activa en el mundo, determinados y determinantes de la realidad que vivimos.

    Se trata de la experiencia como una totalidad en si misma, que adquiere relieve, ya que "se distingue de lo que pasó antes y lo que vino después." (J. Dewey, 1938).

    La unidad y continuidad de la experiencia es característica fundamental de un grupo de acciones con sentido que todos realizamos en el devenir de nuestra vida. Podemos identificar cada experiencia y entenderla también en función de su continuidad. Y cada experiencia a su vez, adquiere completud de acuerdo a la cualidad estética que la redondea, que le da "unidad emocional", que más allá de las palabras que podamos poner, un conjunto estéticamente articulado, nos anuncia la presencia de un grupo de sensaciones, de un universo percibido y delimitado que dan cuerpo a una determinada "experiencia".


La experiencia es conocimiento

    Si bien es cierto que hablar en términos de experiencia y conocimiento, es una de las cuestiones aparentemente "superadas" en la actual discusión acerca de nuestras capacidades para conceptualizar, no es menos relevante la permanente referencia a las diferentes jerarquías que adquieren los aprendizajes de naturaleza empírica en detrimento de los intelectuales. Existe un gran consenso muchas veces explicitado en la "capacidad" de explicar con lujo de detalles los sucesos, o en la habilidad para evaluar los aprendizajes por medio del uso de proposiciones lingüísticas. Pero esta manera de "certificar los pensamientos" (Eisner) no siempre refleja con justeza las elaboraciones que refleja el lenguaje, y para explicar mejor esta idea aparece muy oportuna la siguiente reflexión:

    "La introspección me dice que cuando pienso en un viaje a París o en acampar en un paraje de las montañas Rocallosas, los escasos fragmentos de monólogo interno que puedo detectar apenas si transmiten el contenido de mi pensamiento." (Chomsky)

    Ubicar a las sensaciones y las experiencias en su adecuada jerarquía, es desdibujar de manera militante los límites que las separan de lo que usualmente llamamos cognición: la comprobación de las afirmaciones realizadas.

    La inefabilidad de lo imaginado, de lo vivido, del recuerdo y su "reconstrucción" (Larrosa), permite avanzar sobre los límites de las cosas, lo trascienden, generan cultura, ya que su presentación, en forma de totalidad y de conjunto, nos pone frente a frente con lo posible, y nos permite participar de los cambios.

    Estamos hablando de conocimiento, y no de una clase en particular de conocimiento. Imposible de medir desde las concepciones positivistas, imposible de ubicar en algún sector de nuestro cerebro, porque se aloja en el cuerpo, es decir en el sujeto/cuerpo y en la búsqueda de sentido en la experiencia. Y esto, los estudiosos del perfeccionamiento en las técnicas del disciplinamiento, los buscadores del control social, lo comprendieron muy bien; es tan fuerte la incidencia de la experiencia y las percepciones en los aprendizajes, que muchos programas de enseñanza basan sus contenidos en el aprendizaje de los hábitos, y además es posible comprobar en la cotidianeidad de algunas instituciones de nuestra sociedad, como se construye sometimiento en las relaciones de poder a partir de la vivencia de pequeños y persistentes señalamientos acerca de las posturas corporales adecuadas, de la repetición de los movimientos, etc., es decir, las estrategias de la dominación comprenden claramente el valor y el sentido de la totalidad, de la visión del conjunto. Y saben muy bien también que la principal regla del sometimiento es la aplicación de la minuciosidad, de la separación por partes, o bien, la generalización y la homogeneización de lo que captan nuestros sentidos.

    "Allí donde supuestamente se enseña a leer, a usar el cuaderno, se está enseñando lo expresivo y lo estético, determinadas maneras de relacionar elementos que deben incorporarse como correctas. Se están reordenando las composiciones complejas de los niños y orientando así las posibilidades de entender y hacerse entender dentro de ciertas formas que tienden a inculcarse como las únicas legítimas, quedando descalificadas en principio, las que ya utilizaban los niños". (D. Milstein) Es decir que, muchas veces la tarea educativa se organiza alrededor de principios de ordenamiento de lo estético, lo utilitario, lo eficaz, totalmente diferentes a los principios alrededor de los cuales se organiza la actividad física, la actividad práctica, la danza, la mímica, etc.

    La vivencia del movimiento implica conocer, como dice Eisner, desde lo que la construcción de nuestros sentidos nos permite conocer y desde los propósitos que tenemos, o como dice Dewey, como una inclinación de todo nuestro ser en una dirección determinada. La "visualización" nos permite encuadrar y potencializar lo que aprendemos, y esta operación se realiza desde intensos "flujos de comunicación" (Pedraz) entre las maneras prácticas de organización del movimiento y las formas institucionalizadas organizadas, las que muchas veces entran en contradicción con el sentido de nuestros movimientos.


La experiencia es movimiento

    Las consideraciones antes realizadas aparecen como imprescindibles a la hora de fijar posición acerca del conocer y la experiencia del movimiento humano.

    Si entendemos a la experiencia como el espacio de las vivencias de la gente en donde cobran unidad y sentido los gestos, las posturas, los desplazamientos, las formas, las capacidades y las dinámicas de nuestros movimientos, es necesario entonces revisar aquellas posturas que limitan nuestras capacidades perceptivas a las formas "autorizadas" por las instituciones que detentan los diferentes espacios de poder en el universo del movimiento en la sociedad capitalista.

    Existe una posibilidad cierta de encauzar futuras investigaciones acerca de las posibilidades del movimiento desde la jerarquización y valoración de las formas cotidianas y corporales de las personas.

    "En las mayorías de la situaciones que se viven cotidianamente no son las reflexiones ni las racionalizaciones las que permiten que los sujetos interpreten en forma inmediata y actúen de manera adecuada. Es el sujeto/cuerpo el que actúa dado que en su cuerpo están inscriptas disposiciones, esquemas, matrices." (Milstein - Mendes)

    Existe un intenso e histórico trabajo de la sociedad sobre nuestras posturas, nuestros esquemas cotidianos de movimiento, nuestros gestos, nuestras habilidades, etc. Y todo este universo conforma un conocimiento de sí y de lo que nos rodea, que se hizo "carne", que nos moldea y nos representa, nos instituye como seres sexuados y nos ubica en un determinado espacio social, nos permite habitar determinadas "zonas comunes", que no serán sólo las relacionadas con las modas o con las destrezas motoras, fundamentalmente construyen "realidad", y nos constituyen como habitantes más o menos pertinentes de esa "realidad".

    Nuestras experiencias con la funcionalidad del movimiento, con el movimiento de palancas no es solo eso: Es una práctica que moldea saber, lo actualiza muchas veces y garantiza su reedición. La forma mediante la cual nuestro cuerpo incorpora una técnica determinada implica también una nueva manera de "visualizar" (Eisner) lo real, o de sostener su reproducción ideológica.

    El movimiento adquiere significado cuando se trata de una verdadera experiencia, es decir, cuando el conjunto nos muestra unidad y sentido con las prácticas de una pertenencia cultural, en los contextos de la vida social, y muchas veces en contradicción con esos principios.

    Las percepciones, las experiencias, son pilares desde los cuales las personas organizan con sentido práctico sus acciones, y con ese sentido también construyen conocimiento.

    La vivencia de un "aparente" tosco trabajador rural y su ductilidad para el baile folclórico, su capacidad de ritmización de los movimientos, la cadencia de sus pasos, altera nuestras posibilidades de análisis madurativo del movimiento. Los personajes de Julio Verne que pueden saltar un mostrador de comerciantes en el Oeste Norteamericano y convertirse de la noche a la mañana en perfectos oficiales de la Unión, no parecen coincidir con la formación tediosa y jerárquica del soldado.

    Pero si nuestro análisis de los cuerpos y sus acciones los enriquecemos con la visión del conjunto organizacional que los determina, lo que aparenta ser una actividad "deficiente", no hábil, incorrecta, arrítmica, inmadura, etc., merecerá una lectura diferente.

    Es el desafío de posicionarse críticamente frente a los parámetros de la actividad física institucionalizada, acerca de los cuales ya sabemos, gracias a las muchas investigaciones existentes, fueron construidos y mantienen su vigencia (Aisenstein), es decir se reactualizan, de la mano de los intereses de grupos dominantes.

    Comprender los procesos mediante los cuales el sujeto/cuerpo organiza su actividad corporal en su vida de relación es un camino cierto en el sentido de otorgar verdadera jerarquía a las experiencias significativas del movimiento, es entender que nuestra forma de sentir, nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar, están organizadas de manera práctica y que no pueden simplemente ser "suplantados" por una nueva "técnica de movimiento". Se trata de permitir la experimentación de nuevos rumbos, de nuevos ritmos, de nuevas direcciones.

    Cuando el sujeto/cuerpo actúa, pone de manifiesto sus "disposiciones, esquemas, matrices" (Milstein-Mendes), y es el sujeto/cuerpo en su acción, el que descubre las contradicciones, los desacomodamientos, las imposiciones y las arbitrariedades. Estamos hablando de la experiencia como lugar de resolución de la vida humana.

    Y es en este sentido que aparece como necesario volver a Dewey y rescatar especialmente su manera de pensar la experiencia humana, casi cien años después, y en el seno de una discusión que sigue presente en los ámbitos, las disciplinas, las ideas... Es decir, rescatar el concepto de experiencia humana para seguir pensando.


Bibliografía utilizada

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  • ALTHUSER L. (1970) Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Nueva Visión Buenos Aires.

  • PEDRAZ M. V. (1997) Poder y cuerpo. El (incontestable) mito de la relación entre ejercicio físico y salud. Educación Física y Ciencia- Universidad Nacional de La Plata.

  • AINSENSTEIN A. (1995) Currículum presente Ciencia ausente. El modelo didáctico en la Educación Física, entre la escuela y la formación docente. Miño y Dávila, Bs. As.

  • FOUCOULT M. (1989) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno. Argentina.

  • BARBERO GONZALEZ (1996) Cultura profesional y currículum oculto en educación física. Reflexiones sobre las (im) posibilidades del cambio. En "Revista de educación" Nª 311. Universidad de Valladolid. España.

  • LOPEZ PASTOR, V.M. (1996) Educación Física, Evaluación y Reforma. (la urgente necesidad de alternativas, y la credibilidad de los instrumentos seleccionados y desarrollados). CIDE, Secretaría de Estado de Educación, España.

  • DE QUIROGA A.P. (1998) Crisis, Procesos Sociales, Sujeto y Grupo. Desarrollos en Psicología Social a partir del pensamiento de Enrique Pichon-Riviere. Ediciones cinco, Buenos Aires.

  • MILSTEIN D. - MENDES, H. (1999) La Escuela en el cuerpo. Estudios sobre el orden escolar y la construcción social de los alumnos en escuelas primarias. Miño y Dávila Editores, Buenos Aires.

  • DEWEY J. (1938) Arte y experiencia. Fondo de cultura económica. México

  • EISNER E. (1995) Educar la visión artística. Paidos, Barcelona.

  • VIGOTSKY, L. (1996) La imaginación y el arte en la infancia. Akal, Madrid.

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revista digital · Año 10 · N° 72 | Buenos Aires, Mayo 2004  
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