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Debate conceptual abierto:
violencia y deporte

   
Universidad de Málaga
(España)
 
 
Antonio Hernández Mendo
Josefina Maíz Rodríguez
María Isabel Molina Macías

mendo@uma.es
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 70 - Marzo de 2004

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1. Introducción

    Para poder definir el concepto de violencia, y en la línea de un trabajo nuestro anterior (Hernández Mendo, Molina y Maíz, 2003), es necesaria la comprensión del concepto de agresión, ya que en su definición, la violencia aparece como el componente físico de esta. Por ello, se considera razonable ofrecer una definición del concepto de agresividad y agresión y una tipología, para finalizar esta introducción, con la definición y tipología de conducta violenta y su diferenciación con otro tipo de conductas, como las conductas asertivas.

    La agresividad es una emoción con una función adaptativa para todas las personas, se trata de un rasgo admirado en nuestra sociedad, de modo que solemos pensar que aquellas personas que trabajan duro para llegar a tener éxito, altamente motivados y ambiciosos, son personas agresivas que no llegarían hasta ahí sin esa agresividad, este tipo de agresión se denomina agresión prosocial. Cuando esta emoción no responde a su función adaptativa se considera agresión antisocial ya que este tipo de agresión da lugar a dolor y sufrimiento en otras personas.

    Agresión se puede definir como la imposición de un estímulo aversivo, físico, verbal o gestual de una persona a otra. La agresión no es una actitud sino un comportamiento que refleja un compromiso con el intento de causar daños (LeUnes y Nation, 1989).

    Para que un comportamiento sea considerado agresivo debe estar dirigido contra un objetivo viviente, debe haber un intento de dañar al objetivo y debe haber una expectativa razonable de que la agresión va a ser exitosa, y el objetivo va a ser dañado. De modo que se puede excluir lo siguiente: la violencia destructiva dirigida hacia un objeto inanimado como una puerta, un daño inintencionado a otra persona, comportamientos agresivos en los que no hay posibilidad de que la otra persona resulte dañada.

    A lo largo de los años, se han identificado dos tipos básicos de agresión: agresión hostil y agresión instrumental (Baron, 1977). Estos dos tipos de agresión se distinguen en términos de sus reforzadores primarios, o en función de sus objetivos que se persigan con el acto cometido. Sin embargo, en ambos casos la intención es dañar a otro ser humano. En esencia, la agresión es primariamente un comportamiento aprendido que resulta de una interacción entre individuos con su medio social durante un tiempo (Bandura, 1973). Si no es éste el caso, el comportamiento no es agresión (Bandura, 1973; Berkowitz, 1962; Silva, 1980a, 1980b).

    En las agresiones hostiles, la meta primaria es dañar a otro ser humano. La intención es hacer que la víctima sufra, y el refuerzo es el dolor y sufrimiento causado. Este tipo de agresión va siempre acompañado de rabia por parte del agresor. Otros términos que has sido usados para la agresión hostil incluyen agresión reactiva (Silva, 1979).

    En las agresiones instrumentales también intentan dañar al objetivo. Sin embargo, la meta no es observar el sufrimiento de la víctima, pero si recibir alguna otra recompensa externa o meta (dinero, victoria poder o prestigio). El agresor ve el acto agresivo como un instrumento para conseguir su meta primaria. Alcanzar esta meta refuerza el comportamiento agresivo.

    La diferencia más clara entre estos dos tipos de agresión implica que la agresión hostil siempre entraña rabia, mientras que la agresión instrumental puede que no, sin embargo el resultado de ambos tipos de agresión es el mismo y el agresor, ya utilice un tipo u otro, es culpable de infligir intencionadamente daño con el objetivo de herir a otra persona.

    Violencia se refiere específicamente al componente físico de la agresión. Para Tenenbaum (1997) podemos definirlo como un comportamiento para producir daño teniendo en cuenta que no existe una relación directa con la meta, y relacionada, con incidentes de agresión descontrolada.

    Echeburúa (1998) diferencia la conducta violenta de dos formas distintas:

  1. Violencia expresiva. Se trata de una conducta agresiva motivada por sentimientos de ira, que refleja dificultad en el control de impulsos o en la expresión de los afectos.

  2. Violencia instrumental. La conducta agresiva esta planificada y expresa un grado profundo de insatisfacción a la vez que no genera sentimientos de culpa.

    Una tercera categoría de comportamiento que es a menudo confundida con agresión y violencia es el término asertividad o conducta asertiva. La asertividad implica el uso de la fuerza física o verbal para conseguir los objetivos de una persona (Silva, 1981). Sin embargo, no hay intención de dañar al oponente. La diferencia es que la intención en la asertividad, es establecer un dominio en lugar de dañar o herir al contrario (Thirer, 1993). Estas mismas acciones pueden representar agresión (hostil o instrumental) si la intención es causar daño (Anshel, 1990).


2. Teorías sobre la violencia

    Para poder explicar los factores que influyen y desencadenan acontecimientos violentos en el contexto deportivo, es necesario examinar cómo se ha estudiado la violencia en otros contextos más generales. El estudio de la violencia se ha realizado desde múltiples perspectivas teóricas. En este apartado se quiere hacer un especial hincapié en tres de las corrientes más importantes que han intentado explicar la violencia:

  1. Las teorías innatistas, biológicas y psicobiológicas explican de un modo individualista los comportamientos violentos. Tanto los enfoques biológicos como los psicológicos que intentan explicar la violencia presuponen que la desviación es el síntoma de que algo funciona "mal" en el individuo no en la sociedad. Consideran que la violencia se produce por factores que escapan al control del individuo, enraizados o en su cuerpo o en su mente (Freud, 1921; Eysenck, 1964; Baumeister, Smart y Boden, 1996; Sanmartín, 2002).

  2. Las teorías psicosociales estiman que la importancia no es tanto los individuo aisladamente sino la interacción de los individuos en los grupos. El ser humano independiente y aislado no existe, por tanto no puede estudiarlo aisladamente. La interacción social, en definitiva es lo que explica la forma de ser actual, incluso la inteligencia y la personalidad han sido construidas socialmente a través de la interacción social. (Bandura y Walters, 1963; Berk, 1974; Jones y Heskin, 1988; Asch, 1952; Allport, 1924; Moscovici, 1976; Tajfel, 1971; Turner y Killian, 1987; Blumer, 1951).

  3. Para las teorías sociológicas la violencia depende de las instituciones sociales. Se centran en el contexto social y cultural en que se da lugar la violencia e intentan explicar cómo la propia sociedad genera y hace uso de la violencia (Smelser, 1962; Davies, 1962; Cloward y Ohlin, 1960; Sutherland, 1949; Becker, 1974; Hirschi, 1969).


2.1. Teorías biológicas e innatistas del estudio de la violencia

    El estudio de la violencia desde una perspectiva innatista y biológica es una labor que se realiza desde varios siglos atrás. Para los seguidores de esta corriente, la violencia y la desviación proceden de las cualidades innatas en los individuos. El criminalista italiano Cesare Lombroso que trabajó en la década de 1870, creía que se podían identificar tipos criminales a partir de ciertos rasgos anatómicos. Investigó características físicas como la forma del cráneo y de la frente, el tamaño de las mandíbulas y la longitud de los brazos, y llegó a la conclusión de que presentaban rasgos que se habían mantenido desde estadios evolutivos anteriores. Lombroso (1870) pensaba que estos individuos al no haberse desarrollado del todo como seres humanos tendían a actuar de forma discordante con la sociedad. Estas ideas se vieron completamente desacreditadas pero puntos de vista similares han aparecido con frecuencia.

    Posteriormente, la teoría de Sheldon (1949) y Glueck y Glueck, (1956) distinguía tres tipos de estructura física humana y afirmaba que uno de ellos estaba directamente asociado con la violencia. Según esta teoría, los tipos musculosos y activos (mesomorfos) son más agresivos y recurren más al contacto físico. En comparación con los sujetos de constitución delgada (ectomorfos) o con personas más gruesas (endomorfos), los mesomorfos son más proclives a delinquir (Sheldon, 1949; Glueck y Glueck, 1956).

    También desde el psicoanálisis se apoya la hipótesis de que la conducta agresiva es innata. Según Freud (1921), ésta radica en el esfuerzo por reducir al mínimo la excitación nerviosa. Freud nunca admitió la idea del inconsciente colectivo y se basó en el concepto de represión para explicar los cambios en la psicología del individuo cuando formaba parte de la multitud. Toda vida orgánica busca el placer con el fin de relajar tensiones y busca por ende la muerte, como liberación total de la estimulación. Freud insistió igualmente que la violencia puede adquirir dicha búsqueda. El freudiano Martin (1920) y el psiquiatra Strecker (1940) sostienen que la conducta de la multitud es emocional y descontrolada debido a la liberación de impulsos que habitualmente el control social les obliga reprimir.

    Las teorías innatistas han avanzado de un modo más sobresaliente en las últimas décadas y se han hecho importantes avances en lo que se refiere a los estudios de las características cerebrales de los individuos que son violentos. Estudios como los de Sanmartín (2002) sustentan hipótesis que la corteza prefrontal es el gran modulador de la agresividad elicitada por la amígdala. Unas veces reduce e incluso inhibe la agresividad y otras la potencia. Esta reducción o potenciación dependerá de lo que conscientemente decida el individuo en cuestión. Su decisión dependerá, a su vez, de su historia personal. Sin embargo añade que podrían existir problemas de funcionamiento (incluso anatómicos) en parte de su corteza prefrontal, exactamente en el área ventromedial encargada de dotar de significado emocional a las acciones que podrían explicar el porqué existen individuos con gran predisposición a la violencia.

    Por su parte, las teorías psicobiológicas se centran más en el concepto de agresividad y el carácter innato de esta para explicar la violencia. Para ello, se centran en el estudio del comportamiento agresivo con animales. Las investigaciones neurobiológicas se orientan al conocimiento de las estructuras nerviosas implicadas en el comportamiento agresivo señalando la importancia crucial del hipotálamo y algunas partes del sistema límbico. Apoyan las tesis de que tanto el hombre como los animales poseen organismos preparados para el comportamiento agresivo y que les permite la continua adaptación del ser vivo a las condiciones cambiantes del ambiente. La conducta agresiva por lo tanto goza de una enorme plasticidad y se puede desarrollar de diferentes modos según la necesidad de adaptación al medio. Según esta perspectiva, la conducta agresiva varía según la edad, el género y el ambiente.

    En un estudio realizado por Szegal (1985) se observó el comportamiento de un grupo de niños que asistían a una guardería desde los 6 meses de edad. En este periodo se observaron ya, comportamientos violentos, pero las interacciones claramente agresivas aparecieron entre los 12 y 18 meses de edad. Estas agresiones aumentaban en número hasta alcanzar su máxima frecuencia entre los 22 y 28 meses. Las revisiones de otros estudios (Kazdin, 1985; Rutter y Giller, 1983) llevan a la conclusión de que hacia la edad de 5 años, los comportamientos agresivos son bastante comunes, pero van disminuyendo conforme los niños se acercan a la adolescencia. A partir de esta etapa, disminuye el número de muchachos relacionados con actividades o delitos violentos, aunque algunos de ellos establecen firmes patrones de comportamiento agresivo.

    Los estudios de Kazdin (1985) concluyen que los varones muestran tasas más altas que las hembras en comportamientos agresivos y antisociales durante el desarrollo normal. Una característica común en la mayoría de los estudios es la diferencia del tipo de agresión predominante entre chicos y chicas (las chicas utilizan la agresión verbal preferentemente). Por otra parte, también se apunta que las influencias sociales pueden contribuir tanto a la represión y modulación de las tendencias agresivas provocadas por tal instinto como al aprendizaje y desencadenamiento de comportamientos agresivos (Espinet, 1991).

    Las teorías psicológicas de personalidad buscan explicaciones para la violencia dentro del individuo, pero mientras que los enfoques biológicos se centran en rasgos físicos que predisponen a los individuos a la delincuencia, las ideas psicológicas se concentran en los tipos de personalidad. Psicólogos de la personalidad sostienen que existe una consistencia estilística en la conducta interpersonal o disposiciones de comportamiento relativamente estables. Eysenck (1964) ha indicado que los estados mentales anormales se heredan y que predisponen al individuo a la violencia o bien crean problemas en el proceso de socialización. Este autor encuentra tres factores a través de análisis factorial: introversión-extraversión, neuroticismo-estabilidad emocional y psicoticismo-realismo. Considera que estas dimensiones están ancladas en estructuras psicológicas congénitas.

    Baumeister, Smart y Boden (1996) proponen que la violencia surge en quienes tienen una alta autoestima. Son personas con conceptos muy positivos de ellas mismas las que, en ciertas circunstancias, son más propensas a cometer actos de violencia que quienes tienen autoconceptos moderados o negativos. A continuación se presenta el modelo que relaciona la violencia y el egotismo amenazado de Baumeister, Smart y Boden (1996):


Figura 1. Representación esquemática de la relación entre egotismo amenazado y violencia
(Baumeister, Smart y Boden, 1996).

    Las teorías de naturaleza biológica o psicobiológica aunque aportan datos importantes sobre la influencia de los factores puramente biológicos que pueden contribuir a la conducta delictiva, descuidan el peso de otros factores como podría ser la personalidad, el aprendizaje o la interacción con los demás y el ambiente. De este modo, podemos concluir que las teorías basadas en aspectos individuales aportan datos sobre los factores que contribuyen de algún modo a la acción violenta. Pero no se podría decir que estos aspectos sean los determinantes únicos ni más relevantes para que se produjera irremediablemente la conducta en sí.


2.2. Teorías psicosociales del estudio de la violencia

    De un modo diferente a las teorías anteriormente descritas, la psicología social postula que el contexto social y ambiental determina en mayor medida las conductas violentas de los sujetos. Según Ovejero (1997) "la solución para la psicología está en la psicología colectiva, como una psicología cultural, es decir, como una psicología que, incapaz de separar individuo y sociedad, contemple al ser humano en sus dimensiones sociales, culturales e históricas, dimensiones que, sin duda, son las que realmente lo definan como hombre".

    Existen dentro de la Psicología social, diferentes teorías y modelos que ayudan a describir y explicar las conductas violentas en general y pueden ser de ayuda para explicar las conductas violentas que se producen en torno al contexto deportivo (Hernández Mendo y Gómez, 2003).


2.2.1. Teorías del aprendizaje

    Los defensores de teorías conductistas como la del aprendizaje social (Bandura y Walters, 1963) sostienen que los niños aprenden mediante dos mecanismos principales:

  1. 1. El reforzamiento: El niño aprende que las situaciones en que utiliza la violencia le son recompensadas, es decir, reciben una mayor atención o un elogio por parte de sus compañeros, padres, etc.

  2. 2. El modelado: Es la imitación del comportamiento de los otros. Es por este motivo que la televisión junto a otros medios de comunicación pueden ser escogidos como modelos de comportamiento de algunos niños o jóvenes imitando la forma en la que resuelven los problemas sus héroes. Los padres también contribuyen al aprendizaje de conductas violentas, haciendo que el niño aprenda a resolver sus conflictos tal y como lo hacen sus progenitores.

    Desde la teoría conductista se afirma que la solución ambiental se torna más plausible a medida que sabemos más de las contingencias. La agresión filogenética puede reducirse al mínimo, minimizando a su vez los estímulos eductores y desencadenantes. La conducta adquirida de inflingir daño a otros puede reducirse rompiendo las contingencias, creando un mundo en el que causar daño a las demás no tengan ningún valor de supervivencia y que, por esa u otras razones no lleguen nunca a funcionar como reforzador. Será por necesidad un mundo en el que las conductas no agresivas sean reforzadas abundantemente con base en programas eficaces Skinner (1969).

    La conducta violenta está determinada socialmente y surge como consecuencia de la limitación de los satisfactores sociales a un núcleo reducido de la sociedad, así como por el uso represivo de formas aversivas de control conductual para eliminar el problema. No sólo el ambiente humano refuerza directamente la agresión, sino que luego comunicamos muy eficientemente esta información a otros individuos que modelan nuestra conducta. Así con nuestros enormes sistemas de comunicación, podemos transmitir muy eficazmente maneras violentas de enfrentar situaciones, aún sin intentarlo y diciendo lo opuesto (Bandura 1980).

    El modelo de recompensas-costos de Berk (1974) puede explicar esta perspectiva por el "Principio de maximización de la utilidad esperada", esto es, un decisor ideal escogerá aquella acción que ofrezca el mejor resultado". El concepto de probabilidad condujo al estudio de los criterios que aplicamos para calcular los efectos probables de una decisión. Sobre la base de la Teoría de la decisión, la concentración de una multitud se ve como una oportunidad en la que los individuos experimentan ciertas recompensas y costos. Cada individuo trata de maximizar las recompensas y minimiza los costos a través del siguiente proceso: (1) Buscar información, (2) Predecir lo que probablemente ocurrirá, (3) Consideran las opciones de su comportamiento, (4) Clasifican por orden los resultados probables, (5) Deciden la acción que minimice costos y maximice recompensas, (6) Escoge la acción.

Pa = [Ra - Ra (S)]

donde
Pa: Probabilidad de acción
Ra: resultado anticipado de la acción
Ra: no actuar
(S): Probabilidad de apoyo colectivo

    Por lo tanto, una conducta violenta atenderá a las probabilidades de obtener las máximas recompensas con el mínimo costo y si está se produce de manera satisfactoria, el individuo aprenderá que esa conducta conlleva un refuerzo y se convertirá en una acción de su repertorio conductual.

    Por su parte, Jones y Heskin (1988) hacen una crítica a los estudios conductistas anteriores que interpretan que la conducta violenta es simplemente el resultado del reforzamiento positivo al individuo. Se apoyan en el modelo de Clarke (1977) apoyando que la conducta violenta o delincuente es la función de una compleja interacción de estas variables y no son causa-efecto de un modo lineal. El modelo de Clarke (1977) intenta explicar la violencia a través del análisis funcional de la conducta violenta o delictiva atendiendo a múltiples factores. Este autor enfatiza la importancia de las contribuciones de la educación, las circunstancias vitales, la persona y las variables situacionales y cómo esas variables pueden interactuar y producir un evento violento. En el esquema que se presenta a continuación se puede observar la importancia que se da a los factores antes descritos, y exponiendo otros como la herencia y la personalidad como predisponentes, pero no determinantes:


Figura 2. Elementos que contribuyen a que ocurra un evento criminal.
(Clarke, 1977)

    El estudio de Jones y Heskin (1988) investiga la relación entre el ambiente psicosocial del sujeto y las consecuencias de la conducta del delincuente. La teoría de la inversión de Apter (1982) se considera en el análisis. Esta teoría postula la existencia de estados metamotivacionales o estructuras mentales que alteran las preferencias a ciertas actividades. Dos son los estados metamotivacionales propuestos por Apter (1982) para explicar la conducta delincuente juvenil: télico-paratélico y negativismo-conformidad. En el siguiente esquema se refleja el análisis funcional de la conducta delincuente realizado por Jones y Heskin (1988) atendiendo a las consecuencias del acto en sí.


Figura 3. Análisis de la conducta delincuente. Jones y Heskin (1988)

    La importancia de la teoría del aprendizaje social radica en, por un lado, ofrecer una explicación comprensiva del proceso de adquisición y mantenimiento de las conductas violentas; y por otro, considerar tanto factores internos al individuo como externos en el origen y mantenimiento de las conductas. Sin embargo, esta teoría no explica por qué ciertas personas pueden resistir las influencias del aprendizaje y otras no.


2.2.2. Cognitivismo social y comportamiento colectivo

    Es el marco paradigmático más influyente en la psicología social psicológica. El cognitivismo social intenta explicar la conducta violenta atendiendo a factores sociales en los que el individuo se encuentra. Diferentes teorías hacen una aproximación para estudiar el comportamiento colectivo y la violencia.


Teoría de la influencia social y comportamiento colectivo

    Diversos estudios experimentales sobre influencia social en contextos grupales han intentado dar una explicación a las conductas violentas. Los estudios sobre la conformidad (Asch, 1952) indican que la conformidad es un proceso de influencia social que hace que la persona modifique sus sentimientos, opiniones y conductas en dirección a la posición mantenida por el grupo mayoritario. De este modo si el sujeto está inmerso en un grupo que participa en actos violentos, éste modificará sus conductas y opiniones para conformarse con su grupo.

    Los estudios sobre facilitación social (Triplett,1 1898) y Allport, 1924) indican que la presencia de otras personas produce un incremento en la activación. Este incremento de la activación aumenta la ocurrencia de respuestas dominantes y estas pueden ser correctas o incorrectas para una determinada tarea. (Zanjoc, 1965).


Figura 4. La teoría del impulso de la facilitación social
(Zanjoc, 1965)

    Autores como Festinger, Pepitone y Newcomb (1952) denominaron desindividuación a la pérdida de la autoconciencia y de la aprensión por la evaluación. Zimbardo (1970) considera que la violencia puede ser resultado de la pérdida de identidad individual. De este modo, las personas inmersas en la masa, perfectamente anónimas, creen tener garantías de una absoluta impunidad por los actos antisociales que puedan cometer. Pueden llegar a pensar que la responsabilidad por eventuales comportamientos violentos se dividirá a partes iguales entre todo el grupo. En tales circunstancias las personas, desindividualizadas, están listas para actuar (Hernández y Gómez, 2003).

    Sherif (1936) de acuerdo con la Teoría de la Gestalt que establece que toda percepción está organizada, se interesa por las circunstancias en la que la organización perceptiva resulta problemática. Sherif mantenía que cuando el individuo está en una situación ambigua, carente de marco de referencia, tienden a resolver esta situación utilizando la interacción social con los otros miembros del grupo, intercambiando información sobre la situación ambigua y estableciendo una norma común y dando lugar a la normalización.

    Por su parte Moscovici (1976) demuestra la influencia ejercida por las minorías, cambiando las concepciones más tradicionales sobre influencia social (sesgo de conformidad).La influencia de la minoría se produce debido al estilo de comportamiento consistente que origina un conflicto social y cognitivo. Existen tres factores por los cuales la minoría puede ser influyente: los miembros de las minorías deben mostrase consistentes en su oposición a la mayoría; deben de evitar mostrarse rígidos, es decir mostrar un grado de flexibilidad; la posición de la minoría debe ser consistente con las tendencias sociales del momento (Baron y Bryrne, 1998).


Teoría de la identidad social

    Tajfel (1971) mantiene que los individuos cambian su forma de actuar cuando se sienten miembros del grupo. El individuo busca una identidad positiva reinterpretando y exigiendo una revalorización de las características del grupo que llevan a una connotación favorable y revitalizando y exigiendo reconocimiento. El punto de partida de la teoría de la identidad social lo representa el proceso de categorización social. La categorización es el modo de organizar la información recibida del ambiente y por medio de la simplificación, se clasifica a los elementos que comparten algún atributo distintivo. Reicher (1987, 1996) aplica la Teoría de la identidad social o Teoría de categorización del yo (Turner, 1987) al comportamiento de la multitud: la multitud se considera una forma de grupo social, es decir, un conjunto de personas que adoptan una identificación social común (Reicher, 1984); Pero no tiene estructura, ni normas ni medios y por ello a de construir una identidad situacional para la acción, sea violenta o no (Reicher, 1984).

    La teoría de la identidad social se sustenta en tres suposiciones fundamentales:

  1. Los esfuerzos de los individuos se dirigen a la consecución de un autoconcepto positivo, manteniendo unos niveles aceptables de autoestima y una identidad social positiva.

  2. A través de los procesos de comparación social, los grupos llevan asociadas las connotaciones positivas o negativas que contribuye a la identidad social del individuo.

  3. Las comparaciones intergrupales se establecen con otros grupos sociales en base a dimensiones concretas. Si la identidad social resultante de esta comparación resulta insatisfactoria, el individuo dispone de diferentes alternativas para restablecer una identidad positiva.


2.2.3. Interaccionismo simbólica y comportamiento colectivo

    Fue propuesto por Blumer (1951) y desarrollado por Turner y Killian (1957, 1987). Estos resumen la influencia de la Teoría interaccionista sobre la perspectiva de la conducta colectiva en tres aspectos:

  • El orden social no es un sistema estático sino un proceso de actividad y cambio; el cambio social es visto como parte de un proceso normal de renovación constante su conducta.

  • El individuo como actor conciente que construye su conducta a través de representaciones simbólicas de sí mismo, de su definición de la situación (Thomas, 1928) y de lo que otras personas esperan. Su conducta no es una respuesta a una realidad objetiva sino una reacción surgido de su forma de interpretar.

  • Enfatiza el papel de la interacción, en la construcción de significados compartidos y en la coordinación de los comportamientos individuales.


Modelo de la inquietud social de Blumer (1951)

    Si no existe inquietud social la vida transcurre de acuerdo con las normas y roles y no se produce comportamiento colectivo. Si se genera inquietud social, signo del colapso del orden social normativo, se favorece el comportamiento colectivo.

    Allport (1924) con el concepto de "reacción circular" según el cuál los individuos se mueven como un rebaño inquieto y centran su atención en la conducta de los demás y se vuelven influenciables. La excitación emocional y el contagio social son la consecuencia. El contagio implica una perdida de autoconciencia (Blumer, 1975) y un descenso de la resistencia social y incremento de la conformidad con el grupo.

    La idea fundamental de Blumer es que un estado de malestar social provocado por deseos no satisfechos produce en los individuos impulsos a actuar de forma errática externamente y con sentimientos perturbadores y tensiones internas (Jiménez Burillo, 1982).


Figura 5. Descontento social. Pasos en el desarrollo de la acción colectiva.
(Blumer 1975)


Teoría de la norma emergente

    La realidad es una construcción que realizamos a través de la interacción social, es una realidad socialmente compartida. La Teoría de la norma emergente fue propuesta por Turner y Killian (1987) inspirándose en la Teoría de Sherif (1936) sobre el surgimiento de las normas de grupos en situaciones no estructuradas. Turner y Killian, (1987) admiten que el comportamiento colectivo se produce en circunstancias en que existe una experiencia de tensión y la situación es ambigua. Los individuos carecen de normas y buscan indicadores que les marquen la conducta apropiada. Así, la conducta de unos pocos miembros significativos se convertirá en norma emergente. Existen dos etapas:

  1. Etapa previa:

  2. Etapa de aparición y adopción de la norma:



Figura 6. Etapas para la formación de la norma
(Turner y Killian, 1987)


2.3 Teorías sociológicas

    Las Teorías Sociológicas consideran que la definición de violencia depende de las instituciones sociales. Se centran en el contexto social y cultural en que se produce la violencia. Y es que "el ser humano es, en última instancia, un ser en busca de significaciones y envuelto en tradiciones históricas particulares" (Serrano, 1995, p. 42).


2.3.1. Teorías funcionalistas

    Estas teorías sociológicas intentan explicar a través del contexto social el carácter funcional de la violencia y del comportamiento colectivo. Las teorías funcionalistas apoyan la idea de que la violencia cumple también dos funciones necesarias para la sociedad: 1) función adaptadora, al introducir en la sociedad nuevos desafíos y tener que innovar provocando cambios; y 2) favorece el mantenimiento de los límites entre comportamientos "buenos" y "malos" (Giddens, 2001). Dentro de este grupo de teorías podemos encontrar la teoría del comportamiento colectivo de Smelser (1962) y la teoría de la privación relativa de Stouffer (1949) y Merton y Kitt (1950).


Teoría del comportamiento colectivo de Smelser (1962)

    Es una teoría sociológica basada en el funcionalismo de Parsons que pretende explicar todo tipo de comportamiento colectivo ya sea una multitud expresiva, agresiva o un movimiento social. El comportamiento colectivo aparece si ocurren seis condiciones a lo largo del tiempo. Son condiciones de carácter acumulativo y se pueden observar de un modo gráfico del modo siguiente.


Figura 7. Teoría del comportamiento colectivo de Smelser (1962)
  1. Conductividad estructural: se refiere a las condiciones sociales de un sistema social específico que favorecen la emergencia de ciertos tipos de comportamientos.

  2. Tensión estructural existe tensión cuando distintos aspectos del sistema social se hallan desconectados entre sí. La acumulación de tensión produce frustración.

  3. El surgimiento y difusión de una creencia generalizada: que define la situación y señala quién es el responsable de la tensión produciendo así una acción que reduzca esta tensión.

  4. El factor precipitante: la prueba palpable de que existe tensión. La proclividad, la tensión y la creencia generalizada prepararan la escena para el episodio de la conducta colectiva.

  5. Movilización de participantes: implica una organización de los que se sienten frustrados con objeto de intentar suprimir la causa de las tensiones. Se produce a través de un proceso de comunicación en el que se incita a la acción.

  6. Control social ineficaz: los elementos de presión con que cuenta la autoridad carecen de fuerza para parar la acción colectiva.


Teoría de la Privación Relativa

    Según la Teoría de Privación Relativa el descontento o insatisfacción conducen a la acción colectiva, Imán (1942); Stouffer (1949) y Merton y Kitt (1950). Las personas evalúan lo que tiene en relación con sus grupos de referencia, así, si obtienen menos de lo que esperan cunde en ellos el descontento. La Teoría de la Privación Relativa es utilizada también por Durkheim, (1895), Cohen, (1955) y Valverde, (1988) para explicar como la inadaptación subjetiva aparece como consecuencia de diferentes factores que se presentan a continuación:


Figura 8. Líneas a seguir en el proceso de inadaptación social
(Durkheim, 1895; Cohen, 1955; Valverde, 1988)
  1. Interinfluencia entre el individuo y el entorno social.

  2. Respuestas ante la relación conflictiva: expectativa social y carencia de medios.

  3. Institucionalización del conflicto entre individuo/situación.

  4. La conducta inapropiada pierde su coherencia y se inician las agresiones y los trastornos de personalidad.

  5. Inadaptación subjetiva

    Gurr (1970) describió la privación relativa como "la discrepancia percibida entre las expectativas de valor y sus posibilidades" (p.21). Argumenta que la privación relativa es un sinónimo de la frustración. Según este autor existen tres modelos de privación:

  1. La privación decreciente: es la pérdida de lo que pensábamos que podríamos tener. Se experimenta por referencia a nuestra situación pasada. Varias situaciones llevan a esta clase de privación como son las depresiones económicas, imposición de un gobierno, etc. En la figura que se presenta a continuación se muestra cómo las posibilidades del valor deseado van decreciendo respecto a las expectativas que tiene la persona:

  2. La privación de las aspiraciones: las personas no sienten una pérdida, sino ira por no tener los medios para satisfacer expectativas nuevas o intensificadas. Una de las formas por la que se adoptan estas expectativas es por la esperanza de conseguir algún bien limitado, también se adopta esta expectativa porque se espera un valor nuevo que nunca se ha tenido y por último, se puede

  3. El tercer modelo es el de la privación progresiva y fue propuesto por Davies, (1962, 1969). Apoya la hipótesis de las expectativas crecientes: cuando las expectativas van a la par que las necesidades, la satisfacción real de necesidades y la satisfacción esperada son coincidentes y no se produce violencia, pero cuando la satisfacción real queda bloqueada y las expectativas continúan creciendo, el desnivel se hace intolerable produciéndose la situación de curva "J" característica de las revoluciones.


    Los escritos de Merton (1957) se ocuparon de uno de los principales enigmas de los estudios criminológicos en un momento en el que el conjunto de la sociedad se está haciendo más rica, surge una pregunta fundamental ¿por qué siguen aumentando los índices de delincuencia? Al subrayar el contraste existente entre el aumento de las aspiraciones y la persistencia de las desigualdades, Merton señala que la sensación de privación relativa es un elemento importante en la interpretación el comportamiento desviado.


2.3.2. Explicaciones subculturales

    Investigadores posteriores han vinculado la desviación con la existencia de grupos subculturales que adoptan ciertas normas que fomentan o recompensan los comportamientos delictivos. Cohen (1955) en su libro Delinquent Boys, señaló que los muchachos de clase obrera baja que están frustrados por su posición en la vida se unen con frecuencia en subculturas delictivas como las bandas. Tales subculturas rechazan los valores de clase media y los sustituyen por normas que, como la delincuencia y otros actos de no conformidad, rinden culto al desafío.

    Cloward y Ohlin (1960) coinciden en que la mayoría de los delincuentes juveniles procede de la clase obrera baja pero señalan que los chicos que están más en "peligro" son los que han interiorizado los valores de clase media. Cuando no sean capaces de alcanzar sus objetivos esos jóvenes serán especialmente proclives a realizar actividades delictivas. En su estudio de las bandas juveniles masculinas, Cloward y Ohlin descubrieron que éstas surgen en comunidades subculturales, como en minorías étnicas desfavorecidas, donde las oportunidades de triunfar de un modo legítimo son escasas.


2.3.3. Las teorías interaccionistas

    Los sociólogos que estudian la desviación desde la tradición interaccionista creen que ésta se construye socialmente. Rechazan la idea de que haya clases de conducta inherentemente "desviadas". En lugar de esto, los interaccionistas se preguntan cómo se definen los comportamientos desviados y por qué a ciertos grupos, y no a otros, se les cuelga esa etiqueta.

    Uno de los autores que primero indicó que la desviación se aprende mediante la interacción con los demás fue Sutherland (1949) planteó un concepto que habría de influir notablemente en el interaccionismo posterior: vinculó la violencia a lo que él llamó asociación diferencial. Los individuos se convierten en delincuentes al asociarse con los portadores de normas delictivas. Según Sutherland (1949), el comportamiento violento se aprende en los grupos primarios y especialmente entre compañeros. Esta teoría contrasta con la idea de que existen diferencias psicológicas que separan a los delincuentes del resto de la gente. Considera que las acciones delictivas son tan aprendidas como las que respetan la ley y que tienen como fin las mismas necesidades y valores.


Teoría del etiquetaje

    Uno de los enfoques más importantes para comprender los comportamientos violentos es la denominada teoría del etiquetaje, cuyos partidarios interpretan la desviación no como una serie de características de individuos o grupos, sino como un proceso de interacción entre desviados y no desviados. Desde esta perspectiva, para poder comprender la naturaleza de la desviación hay que saber por qué a algunos se les cuelga la etiqueta de desviados o violentos.

    Los que representan a las fuerzas de la ley y el orden o los que pueden imponer definiciones de la moralidad convencional a otros, constituyen la principal fuente de etiquetaje. Por tanto, las etiquetas utilizadas para crear categorías de desviación expresan la estructura de poder de la sociedad (Guiddens, 2001). Becker (1974) es uno de los sociólogos más estrechamente vinculados con la teoría del etiquetaje. Intentó demostrar que las identidades desviadas se producen a través del etiquetaje y no mediante motivaciones o comportamientos desviaos. El etiquetaje no sólo afecta a la forma en que un individuo es visto por los demás, sino que también influye en la idea que tiene aquél de su propia identidad. Lemert (1972) propuso un modelo con el que interpretar cómo puede coexistir la desviación con la identidad o convertirse en un elemento capital dentro de ésta.

    Para Lemert la trasgresión inicial es la desviación primaria En la mayoría de los casos, estas acciones ocupan un lugar "marginal" en la identidad personal: tiene lugar un proceso de normalización del acto desviado. Sin embargo, en otras ocasiones, no se produce esa normalización y a la persona se le cuelga la etiqueta de criminal o de delincuente. Lemert utilizó la expresión de desviación secundaria para describir los casos en los que los individuos llegan a aceptar esa etiqueta y se consideran a sí mismos desviados. En esos casos la etiqueta puede convertirse en algo esencial para la identidad personal y hacer que el comportamiento desviado continúe o se intensifique.


2.3.4. Las teorías del control

    La teoría del control postula que la violencia procede de un desequilibrio entre los impulsos que llevan a la actividad violenta y los controles sociales o físicos que la impiden. Le interesan poco las motivaciones que tienen los individuos al realizar los delitos, más bien presupone que las personas actúan de forma racional y que, si se produce la oportunidad, cualquiera podría participar en actos desviados. Se remarca la idea según la cual muchos tipos de delito son el resultado de "decisiones situacionales", es decir, una persona se encuentra con una oportunidad que le motiva a actuar (Guiddens, 2001).

    Hirschi (1969), en su libro Causes of Delinquency, señalaba que las personas se unen a la sociedad y a los comportamientos que respetan la ley mediante cuatro tipos de vínculo: el apego, el compromiso, la implicación y la creencia. Estos elementos, cuando son lo suficientemente fuertes, ayudan a mantener el control social y la conformidad, al hacer que las personas no sean libres para vulnerar las reglas. Sin embargo, cuando esos vínculos con la sociedad son débiles, puede haber delincuencia y violencia. El enfoque de Hirschi indica que los delincuentes suelen ser individuos cuyo escaso grado de autocontrol procede de una inadecuada socialización en el hogar o en la escuela (Gottfredson y Hirschi, 1990).

    Finalmente podemos concluir este apartado, haciendo una reflexión acerca de las debilidades de las teorías fuertemente basadas en las interacciones sociales y culturales. Las teorías de corte social resultan muy atractivas porque dan explicaciones globales acerca de la violencia pero en esta característica es donde se encierra su propia debilidad: al no atender a los aspectos individuales dejan escapar factores de gran importancia que no es adecuado obviar, como podrían ser los mecanismos de aprendizaje del individuo, su personalidad o algunos tipos de disfunción biológica. Es decir, para explicar un fenómeno tan complejo como la violencia, es necesario recurrir a los diferentes aspectos que influyen en el comportamiento atendiendo a los niveles individuales, microsociales y macrosociales y cómo estos niveles interaccionan entre sí en las diferentes situaciones.


Teorías de violencia en el deporte

    En los apartados anteriores se realizó una breve revisión de las teorías psicosociales (entre otras) más destacadas para explicar los comportamientos de masas y la violencia. En el presente apartado se presenta de forma breve dos modelos explicativos de la violencia en el deporte: el Modelo de la Escuela de Leicester y al Modelo Psicosocial de Kerr.

    Junto a estos modelos existen estudios importantes (que sin llegar a formalizarse como modelos) que aportan datos de gran interés. Uno de los primeros trabajos es la teoría sociológica de Taylor (1971) y Clarke (1973, 1978). Es una teoría sociológica que pretende conocer los comportamientos de los grupos violentos en el fútbol enmarcándolos en una perspectiva cultural. Taylor (1971) entiende el vandalismo como un intento de la clase obrera desfavorecida por recobrar el control de un deporte que les pertenecía, siendo por lo tanto el producto de la resistencia a la usurpación. En su temprana investigación sobre el tema, Ian Taylor atribuyó la violencia en el fútbol a los efectos del "aburguesamiento" y la "intenacionalización del juego" sobre los hinchas más fanáticos. A su juicio, los hinchas pertenecientes a la clase obrera creen que los clubes de liga eran antes, en cierto sentido, "democracias participativas" y, siempre según este autor, los hooligans de ahora constituyen una especie de "movimiento de resistencia" obrero que trata de restablecer el control ante los cambios impuestos por grupos de la clase media con el fin de salvaguardar los intereses de su clase.

    Por su parte Clarke (1973, 1978) considera los actos violentos del deporte como una búsqueda de una identidad grupal propia y diferenciadora que le proporciona sentido a la existencia de estos jóvenes. El análisis de Clarke es similar en algunos aspectos al primer trabajo de Taylor. Atribuye el fenómeno del hooliganismo a la conjunción durante los años sesenta entre lo que llama la "profesionalización" y "espectacularización" del juego y los cambios habidos en la situación social de los jóvenes pertenecientes a la clase obrera; más concretamente afirma que los cambios que, se combinaron y quebraron algunos de los lazos de familia y vecindad que ligaban a los jóvenes con los ancianos en una relación especial características de la vida de la clase trabajadora antes de la guerra. En otras palabras, el fenómeno de la afición violenta y desmedida al fútbol es, según Clarke, una reacción de los jóvenes enajenados pertenecientes a comunidades obreras desintegradas contra la comercialización del fútbol y la concepción en aumento del juego como espectáculo y como entretenimiento. A consecuencia de la desintegración de sus comunidades, plantea el autor, estos jóvenes asisten ahora a los partidos sin el control que sus parientes y vecinos de más edad ejercían antes sobre ellos.

    Otros estudios importantes son los realizados por Peter Marsch, dentro de la Psicología Social Etnogénica. Los trabajos se centran en el conocimiento de la dinámica social que tenía lugar en el seno de estos grupos violentos y su aportación más importante es mostrar la existencia de un orden allí donde aparentemente existe irracionalidad. En esta línea, Marsch (1982) indica que la violencia es una expresión simbólica más que real (concepto retomado del antropólogo Desmond Morris). El individuo que no ha conseguido obtener un estatus en su vida cotidiana, acude al fútbol para crearse un prestigio social. Marsh (1978) alega que los últimos intentos realizados para erradicar la violencia han llevado a una disminución de las oportunidades para la violencia ritual socialmente constructiva -que él denomina "aggro"-, lo que ha producido como resultado un aumento de la violencia incontrolada y destructiva. Se ha dado, según él, "un giro de la violencia buena" a la violencia "mala", los hombres son más o menos tan agresivos como siempre pero, a medida que esta agresión se expresa de forma menos ordenada, se vuelve más sangrienta en sus resultados".

    Un trabajo importante después de la catástrofe del estadio Heysel de Bruselas es el realizado por David Canter, Miriam Comber y David Uzzell, en su libro Football in its place. Este libro a lo largo de seis capítulos entra en uno de los temas que menos literatura ha generado en la Psicosociología del Deporte, los desastres colectivos o el efecto de las masas. Enfocan el fútbol como un fenómeno de masas que representa las líneas culturales que nos diferencian. Cada hincha se identifica con su club o con su equipo porque le atribuye unas características definidas y únicas. Es obvio que existen diferencias entre clubes, ya que, aunque formamos parte de una sociedad interrelacionada y en equilibrio, estas pequeñas diferencias entre unas y otras entidades es lo que decide el carácter de los aficionados.

    Se ofrece la opinión de los aficionados ingleses, de la "gente de la calle". Curiosamente, las opiniones variaban de club a club, sin embargo, todos coincidían en afirmar que las situaciones de violencia y disturbios, han contribuido enormemente a que la gente deje de ir a los partidos de fútbol. Los hooligans son normalmente jóvenes de clase trabajadora, que los autores desglosan de la siguiente manera: uno de cada cinco tiene menos de 17 años, dos tercios tienen entre 17 y 20 años y el resto tiene más de 20 años. Concluyen: los hooligans2 son jóvenes y son el grupo social más penado por los jueces, las explicaciones que nos ofrecen para la aparición de este grupo son varias: En primer lugar, la naturaleza humana es de por sí agresiva, el fútbol además genera agresividad y, por último, este deporte se convierte para muchos en un reflejo de los problemas de la sociedad. Estos autores también se plantean el hecho de que la violencia ocurra con mayor frecuencia fuera del campo que dentro de él, considerando siempre el fútbol como un deporte que nos produce satisfacción y orgullo, pero también muertes, entre agresiones y mal estado de las instalaciones.

    También se explican las diferencias entre los clubes ingleses. Los autores postulan la existencia de una "cultura de los clubes". Refiriéndose con esto a las actitudes y comportamiento que hacen que cada club sea distinto y único. La idea de que cada club tiene una cultura propia puede dar lugar a muchos problemas derivados de una opinión extremista de esta cuestión.

    El trabajo de Canter, Comber y Uzzell (1989), dedica a las muchedumbres y las emergencias un capitulo. Desde el principio de la historia hemos asistido a espectáculos concebidos como agresivos para calmar los problemas sociales de las multitudes, por ejemplo, los gladiadores en la antigua Roma. Además, también desde antiguo se ha observado una fuerte conciencia de grupo, caracterizada por las similitudes y puntos en común. De modo que si en un lugar hay mucha gente concentrada y se produce una emergencia, las posibilidades de desastre aumentan considerablemente. Algunos de los aspectos tratados por los autores son:

a) Acontecimientos extraños

    A menudo, pensamos en los grandes desastres como importantes desde un mismo principio, sin considerar que no es así. De este modo, un hecho cotidiano como una caída puede tener consecuencias muy distintas si tiene lugar en la calle o en el transcurso de una huida precipitada en busca de una salida de emergencia. Las masas, por ellas mismas implican una cierta sensación de desastre. Un acontecimiento insignificante puede acabar en un hecho terrible y devastador.

b) El peso de los números

    Cuando las masas reaccionan ante algo es muy difícil que cambien, debido a su magnitud. Se produce una falta de comunicación entre los de delante (los que encabezan la masa) y los de detrás (el centro y final de la masa). Esto produce un efecto en cadena que resulta letal. En el estadio de Heysel, 39 hinchas resultaron asfixiados o aplastados en la multitud huyendo de los aficionados del Liverpool.

c) El movimiento

    Cuando se da la voz de alarma y la masa se precipita hacia las salidas, el movimiento se produce de forma libre y unidireccional. Las emergencias, por pequeñas que sean, son las que demuestran si las instalaciones son adecuadas. Además sería aconsejable una fuerte presencia policial y concienciación de los posibles peligros por los desastres que pueden presentarse.

    Los autores subrayan, que aunque en Inglaterra las instalaciones deben pasar una inspección técnica obligatoria basada en la ley, resulta realmente sorprendente e indignante que la legislación cambie cada vez que ocurre un desastre (los autores estiman este cambio en aproximadamente una vez cada 10 años), mientras que las instalaciones están continuamente remodelándose. Por ejemplo, desde los años 30 se venían proponiendo reformas para la prohibición de alcohol en los estadios, algo que no se consiguió hasta la tragedia de Heysel.

    Aquí estamos ante un conflicto de intereses y se demuestra un desconocimiento de lo que es más conveniente. Así, la ley defiende cada vez más las medidas de seguridad, pero a la vez se ponen más barreras y otras formas mecánicas de impedimento. Es más, en teoría, el número de personas que debería entrar en un campo de fútbol se debe calcular en base a la cantidad de personas que pueden salir del estadio en dos minutos y medio. Pero, es muy difícil poner números, ya que la gente no se mueve en líneas, se mueve a diferente velocidad y no se pega a los muros, lo que reduce considerablemente la anchura y la capacidad total de los pasillos. Aunque haya salidas y estén racionalmente contadas, las masas no tienen un comportamiento consciente del peligro durante una emergencia, de forma que, tienden a irse por las salidas que conocen, o por las que les lleva a una dirección que les conviene, siendo curioso que incluso haya tendencias o preferencias, así, se prefiere el lado derecho de la escalera o pasillo, y se prefiere una salida conocida aunque esté abarrotada.

    Otro momento decisivo dentro del desastre es el del reconocimiento del mismo. De manera que la pérdida de tiempo aquí puede resultar irrecuperable. Es al darnos cuenta de la gravedad del asunto, la situación se hace crítica, ya que todo el mundo quiere salir a la vez, y todo esto en cuestión de apenas unos minutos. Estos autores llegaron a la conclusión de que los factores más importantes son:

  1. La rápida comunicación entre los agentes.

  2. Reconocer de manera inmediata el alcance del peligro.

  3. Tener planes específicos para accidentes potenciales.

    Desgraciadamente, en la época en la que vivimos, se le da más importancia a la técnica y a los despliegues electrónicos, que comercialmente son interesantes, que a las soluciones propuestas por las ciencias sociales.

    Otro de los puntos fuertes del trabajo de estos autores es el repaso de la historia sobre la violencia en el fútbol. Se cree que el problema es actual, pero ya desde Roma y la época justiniana tenemos antecedentes de desastres. En cuanto al fútbol en Inglaterra, los autores citan tres antecedentes históricos:

  1. En 1655, se jugaban partidos aunque estaba prohibido.

  2. En 1890, en un partido del Blackburn contra el Bumley un árbitro resultó gravemente herido.

  3. En 1909, en Hampden Park, 6000 espectadores arrojaron cosas al campo hiriendo al árbitro y a jugadores.

    Pero, en líneas generales lo que los autores afirman es que los hooligans son sólo uno de los problemas de la violencia y de los desastres en el fútbol. Además, el entorno físico y social, también juegan un papel muy importante. Y, no hay una solución única y concreta para este tipo de situaciones, por lo que se hace mucho más difícil evitarlos.

    Por último, Canter, Comber y Uzzell (1989) proporcionan unas hipotéticas soluciones para las situaciones críticas basadas en sus investigaciones. Nos hablan, además, de la política renovadora que se está llevando a cabo en los clubes ingleses para atajar toda una marea negra de desastres y accidentes. Y es que en verdad los aficionados ingleses son los que tienen la peor reputación dentro de los campos de fútbol, por su fanatismo y por su desprecio hacia los demás rivales.

    En España uno de los trabajos importantes es el realizado por Duran (1996) donde hace una revisión de las teorías más importantes que han intentado explicar la violencia en el deporte. Afirma que el vandalismo en el deporte en sus formas actuales, más que un intento de impedir un proceso de transformación en el deporte hacia estructuras más profesionales y espectaculares, constituye un claro intento por parte de estos jóvenes radicales de co-protagonizar parte de el espectáculo social que es el deporte moderno.


3.1 La Escuela de Leicester

    La "Escuela de Leicester" estudia la violencia en el deporte dentro del modelo civilizador, en términos popperianos -a pesar del desencuentro entre Popper y Norbert Elías-, como experimento crucial de falsabilidad del modelo. Esto es, si el modelo civilizador ofrece explicaciones e hipótesis ciertas, ¿por qué parece que hay un incremento de la violencia deportiva? (Elias, 1988). Dunning (1990) reconoce que el fenómeno de la violencia en el deporte introduce "una aparente contradicción en el proceso de civilización" (pp. 78) Este modelo sugiere, que dado un proceso histórico de civilización, los valores creados mediante formas particulares de socialización, han sido progresivamente marginados a medida que sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora se han ido incorporando a la sociedad. Sin embargo, siguen existiendo bolsas de "clase trabajadora dura" que convergen en el contexto del fútbol. Se considera que en el fútbol la multitud ofrece esencialmente una oportunidad para que ciertos tipos de personas se reúnan para representar disposiciones preexistentes.

    Todos los deportes son inherentemente competitivos y de ahí que produzcan un despertar de la agresión y de la violencia. El nivel de tensión puede subir hasta un punto en que se rompa el equilibrio entre la rivalidad amistosa y la rivalidad hostil a favor de esta última. En tales circunstancias, las reglas y convenciones destinadas a limitar la violencia y a dirigirla por canales socialmente aceptables pueden quedar anuladas temporalmente y las personas implicadas comenzar actos agresivos. De este modo, en el fútbol y el rugby, puede haber quien juegue con clara intención de infligir daño físico y dolor. El planteamiento de Dunning respecto al aspecto central del desarrollo del deporte moderno ha sido lo que Elias denominaría "un proceso civilizador" en lo que respecta a la expresión y el control de la violencia física. Un lugar central en este proceso lo ha ocupado un giro a largo plazo en el equilibrio entre la violencia "afectiva" y la violencia "racional".

    El aspecto central del proceso civilizador, llevó aparejado un cambio en el patrón de lazos sociales3 , es decir, del proceso por el que los lazos segmentarios fueron sustituidos cada vez más por lazos funcionales. En el centro de esta transformación tuvo lugar un proceso en el que poco a poco disminuyó la importancia de los lazos de adscripción a la familia y al lugar de residencia mientras aumentaba la de los lazos adquiridos determinados por la división del trabajo. Diversas precondiciones interrelacionadas facilitaron ese desarrollo en el pasado, entre las cuales destacan el crecimiento económico continuado, la habilidad del Estado para retener el monopolio del uso de la fuerza y, pese a la tenaz oposición mostrada a menudo por los grupos gobernantes, su anuencia a largo plazo para establecer compromisos y otorgar concesiones a medida que aumentaba el poder de los grupos subordinados. Toda sociedad en cuya estructura predominan los lazos segmentarios tiende a generar violencia física en las relaciones humanas de diversas maneras que se refuerzan unas a otras. La lucha con o sin armas, es endémica, debido en gran parte a que los grupos "nosotros" están definidos con unos límites estrechos y por tanto, incluso grupos ostensiblemente similares pertenecientes a la misma localidad son definidos como grupos de "extraños" o "extranjeros". Tan fuertes son los sentimientos de orgullo y de pertenencia al grupo generados en segmentos concretos de la familia y la comunidad local que el conflicto y la rivalidad son virtualmente inevitables cada vez que se ven los miembros de dos o más de ellos. Y sus normas de agresión, aunadas a la ausencia de presión social para actuar con autocontrol, hacen que el conflicto entre ellos desemboque en lucha con facilidad. Así es; luchar, tanto dentro como entre tales grupos, es necesario para conseguir y mantener una buena reputación acorde con sus normas de masculinidad agresiva. Los mejores luchadores suelen destacar como líderes y todos los miembros de esos grupos han de pelear para sentir y para demostrar a otros que ellos son "hombres". La violencia endémica característica de este tipo de sociedades, unida al hecho de que su estructura consolida el poder de una clase gobernante de guerreros y que resalta la agresividad y la fuerza masculinas, conduce al dominio generalizado de los hombres sobre las mujeres. Esto produce a su vez dos consecuencias fundamentales:

  1. Debido a la relevancia otorgada a la fuerza física en las relaciones entre niños que no están sometidos a un control eficaz por parte de los adultos, aumenta la violencia característica de tales comunidades. Tienden a la violencia física como medio de socialización se ve reforzada asimismo por el empleo que de ella hacen sus padres y por los modelos del papel de adultos que la sociedad en general les presenta.

  2. La ausencia relativa de supervisión directa de los niños por los adultos es conducente a la formación de bandas que perduran hasta los inicios de la vida adulta y que, a causa de las alianzas de grupo tan rígidamente definidas características de los lazos segmentarios, entran sin cesar en conflicto con otras bandas locales. Los deportes de estas comunidades son expresiones ritualizadas de la "guerra entre las bandas" típicas en tales condiciones, una puesta a prueba, institucionalizada, de las fuerzas relativas de determinadas comunidades que tiene su origen y que coexiste con las luchas constantes y más serias entre grupos locales.

    El ciclo de retroalimentación positiva por medio del cual se generan niveles altos de violencia en una sociedad caracterizada por los lazos segmentarios se ilustra a continuación.


Figura 9. Ciclo de retroalimentación positiva por medio del cual se generan altos niveles
de violencia en una sociedad caracterizada por lazos segmentarios.

    Las sociedades muy próximas al modelo de lazos funcionales son, en la mayoría de los aspectos, diametralmente opuestas a las sociedades en las que el modelo de lazos segmentarios es el dominante. Al igual que las últimas, aquellas están sometidas a un ciclo de retroalimentación positivo pero, en este caso, el ciclo cumple, como contrapeso, una función civilizadora, pues sirve principalmente para limitar y contener el nivel de violencia en las relaciones sociales. Esto no significa necesariamente que reduzca el índice de violencia sino más bien que conduce a formas de violencia más silenciosa. Sin embargo, la estructura de tales sociedades genera simultáneamente una intensa presión competitiva y una tendencia a emplear medios racionales para la consecución de los objetivos propuestos. A su vez, esta combinación hace que se tienda a utilizar racional o instrumentalmente la violencia ilegítima y otras formas de violación de las reglas en determinados contextos sociales, por ejemplo en los deportes de combate altamente competitivos. En las sociedades con una elevada presencia de lazos funcionales, los deportes altamente combativos forman un enclave social con formas de violencia concretas socialmente permitidas. Tales deportes son luchas fingidas ritualizadas y civilizadas en las que el empleo de la fuerza física queda circunscrito por reglas y convenciones además de ser controlado, de manera inmediata, por funcionarios como los árbitros y, en un nivel superior, por los comités y tribunales establecidos por los organismos de dirección pertinentes, nacionales e internacionales.


Figura 10. Ciclo de retroalimentación positiva por medio del cual se controlan los niveles de violencia en
una sociedad caracterizada por lazos funcionales

    Dunning formula la hipótesis acerca de cómo la conducta violenta de los hinchas futboleros está relacionada de manera central con normas de masculinidad que: a) resaltan hasta el extremo la rudeza y la habilidad para pelear; b) son, en ese aspecto, distintas en grado de las normas de masculinidad actualmente dominantes en la sociedad en general; y c) tienden, como consecuencia, a recibir la constante condena de los grupos socialmente dominantes. Hay al menos cuatro aspectos de la actual afición al fútbol violenta y desmesurada que hacen pensar en la posibilidad de que sus características medulares se originaran en los lazos segmentarios. A saber:

  1. El hecho de que a los grupos implicados les resulten tan interesante, y a veces incluso más, pelearse entre ellos que presenciar un partido de fútbol.

  2. Los grupos rivales están constituidos principalmente por miembros del mismo estrato social, es decir, de los llamados sectores "rudos" de la clase obrera. Esto significa que, para entender el fenómeno, hay que explicar primero la existencia en su violencia de un conflicto intra-clase en contraposición con el conflicto inter-clase.

  3. La lucha de estos grupos adopta la forma de una vendetta, con independencia de las acciones no encubiertas que realicen, por ejemplo, atacan a cualquier individuo o grupo sólo por mostrar en público la insignia de pertenencia a un grupo rival.

  4. El notable grado de conformidad y uniformidad en la acción que se muestra en las canciones y los lemas de los violentos hinchas del fútbol. Un tema recurrente en estas canciones y lemas es el reforzamiento de la imagen masculina del grupo a que se pertenece unido a la denigración y los ataques a la falta de virilidad del grupo contrario.

    La investigación sociológica propone que las comunidades "rudas" pertenecientes a la clase trabajadora se caracterizan por todos o casi todos los siguientes atributos sociales:

  1. pobreza más o menos extrema.

  2. empleo de sus miembros en trabajos no cualificados y/o ocasionales, junto con una elevada propensión al desempleo.

  3. niveles bajos de educación formal.

  4. bajo índice de movilidad geográfica, salvo algunos varones que viajan por razones de trabajo, por ejemplo en el ejército, o en trabajos no cualificados dentro del sector de la construcción.

  5. familias centradas en la madre y extensas redes de parentesco.

  6. alto grado de segregación en los papeles conyugales y separación de los sexos en general.

  7. dominio del varón aunado a la tendencia de los hombres a ser físicamente violentos con las mujeres.

  8. escasa supervisión de los adultos sobre los niños y frecuente uso de la violencia como recurso en el proceso de socialización.

  9. capacidad relativamente baja de los miembros de estas comunidades para controlar las emociones y aplazar la gratificación.

  10. umbral comparativamente bajo de rechazo a la violencia física

  11. formación de bandas callejeras encabezadas por los mejores luchadores y frecuencia de los enfrentamientos dentro y entre ellas.

  12. intenso sentimiento de pertenencia a "nosotros" (endogrupo) como grupo definido dentro de unos límites reducidos y correspondientes sentimientos fuertes de hostilidad al grupo de "ellos" (exogrupo) también definido dentro de unos estrechos límites.

    Dos son las principales explicaciones oficiales de este fenómeno que se han propuesto y que parecen gozar de amplia aceptación: es provocado por la bebida y/o por la violencia en el campo de juego. Pero ambas tienen serias limitaciones y, en la medida en que contienen elementos parcialmente válidos, hay que insertarlas en un marco explicativo más amplio. La bebida, por ejemplo, no puede decirse que sea una causa significativa o "profunda" de la violencia de los hinchas al fútbol, por la simple razón de que no todos los que beben, ni siquiera abundantemente y de forma constante, participan en estas acciones violentas. Y tampoco todos los hinchas desaforados y violentos beben, si bien es cierto que en las normas de masculinidad expresadas con su conducta un componente integral es el énfasis puesto no sólo en pelear, sino también en el mucho beber. De hecho, tales hinchas tienden a ser relativamente agresivos aun cuando no beben. De modo similar, la violencia durante el partido no va invariablemente seguida de acciones propias de estos grupos. Y tampoco todos los incidentes provocados por los hinchas fanáticos van precedidos de la violencia en el campo de juego.

    El Informe Harrington, concluye en 1968 que existen pruebas que indican que los hinchas proceden principalmente de la clase trabajadora, con los problemas concretos característicos de las grandes ciudades y puertos industriales, donde se sabe de la existencia de subculturas violentas y delictivas.

    Según Suttles (1968), el rasgo dominante de toda comunidad caracterizada por una "segmentación ordenada" son los grupos de personas del mismo nivel social, misma edad y mismo sexo integradas en "bandas callejeras".Tales grupos, arguye este autor, parecen "desarrollarse con toda lógica a partir de la fuerte acentuación en las clasificaciones por grupos de edad, la separación entre sexos, la unidad territorial y la solidaridad de raza". En otras palabras, la clasificación por grupos de edad, la separación entre sexos y la identificación territorial parecen ser los determinantes estructurales sociales internos decisivos. Más concretamente, un alto grado de segregación entre los grupos por edades significa que, en tales comunidades, se envía a los niños, desde pequeños, a jugar en la calle sin supervisión alguna por parte de los adultos. Como resultado de esta configuración social y aparte de la atención que regularmente en esta clase de comunidades se les deja solos para valerse por sí mismos y tienden a integrarse en grupos que están determinados, por una parte, por lazos de amistad, de parentesco y de residencia próxima o común y, por la otra, por la amenaza real o como tal sentida que les plantea el desarrollo de bandas paralelas en comunidades adyacentes. El hecho de que gran parte de la primera etapa de socialización de los niños tenga lugar en la calle, significa que tienden a interactuar agresivamente entre ellos y a desarrollar jerarquías de dominio basadas en la edad, fuerza física y valor. Además, estos niños están más acostumbrados desde una temprana edad a ver a sus padres y adultos comportarse de un modo agresivo.

    Otra de las explicaciones que se desarrollan en el grupo de Leicester sobre las causas de la acción violenta está en relación con los medios de comunicación. Dunning, (1988) evidencia que durante las dos décadas anteriores a la I Guerra Mundial el tratamiento informativo sobre este tipo de conductas violentas alrededor del fútbol fue breve y riguroso. Este panorama cambió drásticamente desde finales de los años cincuenta y principios de los sesenta debido al tratamiento sensacionalista dado a este fenómeno por parte de los medios de comunicación, amplificando los incidentes violentos. Las motivaciones comerciales y lucrativas en la tarea periodística resultaban cada vez más evidentes. La violencia se estaba convirtiendo en un buen negocio para vender más periódicos en una industria notablemente competitiva (Dunning 1988, pp. 244-245)


3.2. Modelo Psicosocial de John Kerr

    El modelo psicosocial de John Kerr (1994) surge de la integración de la Teoría de la Inversión de Apter (1982, 1989) y del modelo de Manipulación de Tono Hedónico de Brown (1991). El modelo de Kerr al integrar estos dos modelos no sólo permite explicar las conductas violentas sino que además permite proponer una posible intervención.

    La teoría de la inversión de Apter (1982, 1989) es una teoría sobre motivación y personalidad que se basa en la alternancia o inversión entre pares de estados metamotivacionales, estos estados metamotivacionales son estructuras mentales que van a guiar a las personas en su modo de interpretar las causas o motivos en un momento dado. Estos estados no van a determinar las causas o afectar necesariamente al comportamiento, sino que están interesados en como interpretan ellos sus motivos. Cinco son los conceptos básicos de esta teoría, estado metamotivacional, biestabilidad, tono hedónico, arousal y marcos protectores.

    Existen cuatro pares de estados metamotivacionales que están pensados para coexistir separadamente dentro de lo que se conoce como sistema biestable, siendo esta biestabilidad la base de la Teoría de la Inversión, donde una inversión serían los cambios que tienen entre los estados metamotivacionales operativos en uno de estos pares.

    El concepto de arousal hace referencia al grado de excitación, diferenciándose dos tipos, el arousal sentido y el arousal deseado. El tono hedónico, por su parte, hace referencia a la interpretación positiva o negativa que se hace del arousal sentido, cuando se experimenta un tono hedónico positivo la situación es percibida como agradable o placentera, cuando es negativo se percibe dicha situación como desagradable o displacentera. Así, podemos imaginar un continuo donde cada estado metamotivacional se sitúa en uno de los extremos y donde un sujeto variara de un estado a otro dependiendo de las circunstancias, el nivel de arousal del sujeto y la interpretación de dicho arousal, por lo tanto, un sujeto con un elevado arousal sentido, pero un bajo nivel de arousal deseado, tendrá una interpretación de su tono hedónico negativa (displacentera) de modo que tenderá a buscar situaciones que consigan un equilibrio entre arousal sentido y arousal deseado.

    El concepto de marco protector hace referencia a las emociones negativas que pueden ser experimentadas como positivas si se dan en un estado paratélico, lo que permite explicar el disfrute de algunas personas cuando hacen puenting o cuando ven una película de miedo. De entre los cuatro pares de estados metamotivacionales solo dos de ellos muestran una relación con la violencia, son el par télico/paratélico y el par negativismo/conformidad. Una persona en estado télico es típicamente serio, orientado a una meta, tiende a planificar sus actuaciones con antelación y éstas están relacionadas con su futuro, tienden a preferir experiencias de bajo arousal sentido. Una persona en estado paratélico lleva a cabo comportamientos impulsivos y orientados a la sensación, no planifican sus acciones ni tampoco consideran las consecuencias futuras de las mismas. Cuando el estado negativismo esta operativo las personas suelen ser rebeldes, obstinadas, inflexibles, provocativos, siente una fuerte necesidad de romper las reglas o de reaccionar en contra de una imposición ajena. Cuando el estado operativo es la conformidad las personas suelen ser cooperativas, conformistas y suelen cumplir fácilmente las reglas y requerimientos.

    Las personas tienen tendencia o predisposición a pasar la mayor parte del tiempo en uno u otro de los estados metamotivacionales. Son varias las investigaciones que relacionan estos estados con la elección del deporte practicado y con la violencia. Así, Summer y Stewart (1993) estudiaron el papel de los estados télico y paratélico en el modo en que los atletas experimentan el estrés. Kerr (1989) estudió el papel de estos mismos estados en la elección del deporte que se practica. Vlaswinkel y Kerr (1990) estudiaron la relación que existe entre el estado negativismo y la práctica de deportes de alto riesgo además de la relación de dicho estado y la practica de deportes individuales. Kerr (1991) relacionó el estado télico con deportes de resistencia y el estado paratélico con deportes de riesgo. Braathen y Sveback (1992) relacionaron el estado negativismo con deportes de raqueta. Kerr (1994) relacionó los estados paratélico y negativismo con la violencia en el deporte tanto en deportistas como en espectadores y la violencia con la práctica de deportes de contacto.

    Apter (1982), comprobó que existen unas características asociadas con el estado télico y paratélico y la preferencia por un distinto nivel de arousal en cada estado. Cuando un sujeto tiene un tono hedónico positivo (interpretación de la situación como placentera) se encuentra relajado en el estado télico y excitado en el paratélico. De igual modo, cuando el tono hedónico es negativo el sujeto en estado télico se encuentra ansioso y aburrido en el paratélico.


Figura 11. Relación entre estado télico paratélico, tono hedónico y nivel de arousal.

    Generalmente existen desigualdades o discrepancias entre el arousal preferido y el sentido lo que va a provocar estrés en los individuos y que bajo ciertas condiciones los altos niveles de arousal en el estado télico y los bajos en el paratélico pueden ser tolerados.

    Los estados télico/paratélico y negativismo/conformidad se relacionan entre si dando lugar a cuatro combinaciones distintas: conformidad télica, negativismo télico, conformidad paratélica y negativismo paratélico. Estos son cruzados a su vez con el arousal sentido y el tono hedónico dando lugar a ocho emociones diferentes.


Figura 12. Las ocho emociones generadas por la combinación de los pares de estados
télico paratélico y negativismo conformidad (Kerr, 1994).

    Los resultados obtenidos sobre arousal preferido y arousal experimentado conduce a que la acumulación de esta tensión puede ser estresante. Estos sentimientos desagradables se producen con frecuencia por condiciones monótonas o situaciones no estimulantes y aburridas que se pueden encontrar en trabajos que son repetitivos (Terkel, 1973; Cox, 1985).

    Parece ser que las personas que delinquen y las que comenten actos propios de hooligans, quizás lo hacen para escapar del aburrimiento y alcanzar así el estado metamotivacional en el que el arousal sentido que experimenta se corresponda con el deseado, que en el estado paratélico seria un arousal elevado.

    Para los jóvenes aburridos e insatisfechos, robar coches, eludir la responsabilidad, provocar disturbios y cometer otros actos delictivos proporciona una sensación inmediata en forma de excitación. Como Apter (1989) apuntó, este tipo de delincuentes, pueden ser vistos como jóvenes en estado paratélico, que tienden a tomárselo todo -incluso aquellas cosas que para otros serán serias, como el riesgo o peligro físico o el ser arrestados- como un juego agradable, de modo que obtiene una excitación inmediata y sensaciones gratificantes, siendo generalmente su estilo de vida espontáneo y sin planificación hacia el futuro.

    El modelo de John Kerr (1994) utiliza la Teoría de la Inversión de Apter (1982,1989) para explicar el objeto de estudio y se basa en el modelo de Manipulación del Tono Hedónico de Brown (1991) para proponer una posible intervención.

    Brown (1991) realizó trabajos sobre adicciones humanas, alcoholismo y juego. Este autor basa su trabajo en un modelo denominado Manipulación del Tono Hedónico, según el cual, las adicciones, sean a sustancias como a conductas siguen un mismo curso. Este modelo es de carácter psicológico y recoge o se hace eco de los conceptos de la Teoría de Inversión de Apter (1982). Para Kerr (1994) la persona, al comienzo, es vulnerable a la adicción y va mejorando la calidad de su tono hedónico, adquiriendo mas compromisos con la violencia, el hecho de fantasear con actos violentos eleva su arousal, lo que le lleva a participar en mas actos así como a asumir mas riesgos, lo que va a hacer que aumente su nivel de arousal. Cuando ya se ha adquirido la adicción los periodos de tiempo de inactividad producen síndrome de abstinencia. Para Kerr (1994), los hooligans buscan la sensación de placer inmediato, es decir, las sensaciones producidas por el sistema paratélico, Kerr intentando analizar las estrategias de categorización realizadas por Apter (1992) obtuvo dos experiencias de elevado arousal: la estrategia del hincha donde encontramos un ambiente festivo, banderas, pancartas, bengalas, trompetas, tambores, etc. y las estrategias del hooligan, los hinchas violentos se ajustan al sistema paratélico, donde unos niveles de alta activación proporcionan sensaciones placenteras y una baja activación aburrimiento, de este modo el hincha violento recurre a estrategias para elevar su arousal, como evitar y provocar a la policía, arremeter contra hinchas de equipos contrarios y usar indumentaria distintiva.

    Javaloy (1996) señala algunas carencias en estas estrategias, no tenidas en cuenta por Kerr en sus investigaciones, como la facilitación social, el consumo de alcohol y otras drogas así como el uso de armas. También señala que la violencia no tiende a producirse por igual en todos los deportes siendo los deportes de equipos los que más violencia generan, y que se dispara si el grupo de hinchas se encuentra excitado y como respuesta impulsiva.

    Las estrategias de intervención propuestas por el modelo de Kerr son tres: reubicación en actividades socialmente aceptables, hallar nuevas alternativas de actividades reforzantes y regeneración de viejas actividades reforzantes.


Conclusiones

    Después de aportar una visión global sobre las teorías generales de la violencia y las teorías específicas de violencia en el deporte, consideramos oportuno señalar las relaciones existentes entre dichos modelos y teorías.

    En primer lugar, se podría encontrar una relación entre las teorías de influencia social y el modelo del Grupo de Leicester, cuando explica que los medios de comunicación ejercen gran influencia en los jóvenes, amplificando la relevancia de los acontecimientos violentos y produciendo que los jóvenes violentos sean los protagonistas de las noticias deportivas.

    También se puede ver una relación entre las teorías sociológicas que explican la violencia de un modo general y la Teoría Sociológica de Taylor (1971) y Clarke (1973, 1978) y la Psicología Social Etnogénica de Marsch (1982). Por ejemplo, la Teoría de la Privación Relativa afirma que cuando la satisfacción real queda bloqueada y las expectativas continúan creciendo, el desnivel se hace intolerable produciéndose de este modo las revoluciones (Davies, 1962). Del mismo modo, Taylor (1971) habla de la violencia en el deporte como un intento por parte de la clase obrera por restablecer el control de un deporte que antes les pertenecía. Es decir, las expectativas de control son excesivamente elevadas para la satisfacción real que se genera y por ello ocurren los acontecimientos violentos. Marsch (1982) afirma que la violencia es consecuencia de una búsqueda de estatus social y de este modo podemos relacionarlo con la Teoría de la Privación Relativa puesto que las personas comparan su estatus social con el estatus de otros grupos y si la percepción subjetiva de esa diferencia es grande surge un descontento que les lleva a la acción violenta como medio para solventarla.

    Del mismo modo, se puede ver una estrecha relación entre la teoría de Cloward y Ohlin (1960) y el modelo del Grupo de Leicester. La explicación subcultural de Cloward y Ohlin (1960) enfatiza ciertas características de los grupos de personas con conducta desviada del mismo modo que lo hace Dunning (1988) para describir a la afición violenta al fútbol. Ambas explicaciones vinculan a los grupos violentos con jóvenes de clase social desfavorecida y dificultad para ascender en la escala social.

    Las teorías sobre el control social, como puede ser la teoría desarrollada por Hirschi (1969) podría relacionarse con el modelo de la Escuela de Leicester porque en ambas teorías aluden a que el control social (presencia de la policía) para que se produzca un acto violento.

    La Teoría de la Inversión de Apter (1980,1989), que se encuentra integrada dentro del Modelo Psicosocial de Kerr (1994), basa el comportamiento violento en los estados metamotivacionales paratélico y negativismo. Las características propias de estos estados (impulsividad, orientación al momento, necesidad de romper las reglas, inflexibilidad o la no aceptación de requerimientos impuestos por los demás), se asemejan a las características de la dimensión extraversión de la teoría de personalidad de Eysenck (1955) donde la conducta desinhibida del sujeto es una de las características principales, esto nos permite relacionar ambas teorías. Además, tanto Eysenck (1957,1967) como Kerr (1994) utilizan el concepto de arousal y de tono hedónico para la explicación de la conducta. Para ellos, la relación entre nivel de arousal y tono hedónico es curvilínea, de modo que existe un nivel óptimo por encima y por debajo del cual el sujeto presenta niveles crecientes de incomodidad.

    También podemos relacionar la teoría de la Inversión de Apter (1982,1989) con el modelo Jones y Heskin (1988) ya que estos autores incluyen el concepto de estado metamotivacional en su explicación de las conductas violentas. Los actos delincuentes van a influir en los estados metamotivacionales de la persona y estos estados metamotivacionales influirán en que se ejecuten o no nuevos actos delictivos.

    De igual modo, se puede relacionar el Modelo de Manipulación de Tono Hedónico de Brown (1991), que es otro de los modelos que integran el Modelo Psicosocial de Kerr (1994) con las teorías de conductistas de Bandura y Walters (1963) ya que el proceso de adicción a una conducta se produce debido al reforzamiento positivo que se obtiene de llevar a cabo esa conducta.

    En segundo lugar, se pueden establecer relaciones entre las teoría específicas de violencia en el deporte. El Modelo del Grupo de Leicester se basa en la Teoría Sociológica de Taylor (1971) y Clarke (1973, 1978) para describir a los hinchas violentos incluyéndolos en grupos sociales de clase obrera desfavorecida y con trabajos no especializados y enmarcándolos dentro de lo que en la Escuela de Leicester se define como lazos segmentarios. El grupo de Leicester también se basa en la Psicología Social Etnogénica de Marsch (1982) para explicar como son los jóvenes los que necesitan una búsqueda de estatus social que no consiguen en su vida cotidiana y que acuden por ello a las acciones violentas para encontrarla.

    También el Modelo Psicosocial de John Kerr (1994) puede relacionarse con la Teoría Etnogénica de Marsh (1982) ya que en los estados paratélicos la violencia simbólica incrementa la excitación. También se puede relacionar con el Grupo de Leicester porque argumentan que en las sociedades más avanzadas hay menos oportunidades de excitación para los individuos.

    Como se ha señalado anteriormente, el modelo de John Kerr (1994) es un modelo basado en las necesidades individuales de lograr estados específicos de excitación. De este modo, Kerr explica los comportamientos violentos como un intento de cubrir estas necesidades de excitación y entiende que en el contexto del fútbol estos comportamientos están gobernados por la convergencia de individuos con las mismas necesidades de metamotivacionales. Sin embargo, una de las posibles criticas a este modelo es que podemos afirmar que no se ha encontrado ningún atributo individual que prediga fiablemente la participación en disturbios. Otra critica que se le puede hacer es que no puede explicar el como y el porque en el contexto del fútbol, la violencia se convierte en un comportamiento de masas. A pesar de estas críticas el modelo Psicosocial de John Kerr (1994) es el único que nos permite describir, explicar y predecir comportamientos violentos.


Notas

  1. Norman Triplett ha sido considerado como el primer psicólogo social experimental (Sahakian, 1987) y su experimento como el primer trabajo sobre facilitación social, término concebido por Floyd Allport (1924). Sin embargo el experimento de Triplett no está relacionado con nada parecido a la facilitación social, sino con la teoría de la dinamogénesis- según la cual las ideas facilitan la acción- aplicada al estudio de los efectos de las actitudes competitivas o pacíficas sobre el rendimiento de los ciclistas.

  2. La definición de Hooligan del Oxford Dictionary es "persona joven alborotadora y ruidosa que a menudo se comporta de forma violenta y destructiva; joven gamberro o rufián". Duran (1996) prefiere utilizar la palabra vándalo o vandalismo.

  3. Lazo social en sentido sociológico se refiere a las distintas formas de relacionarse socialmente producidas que se pueden observar en una sociedad.


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