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El largo viaje de la identidad al rol:
¿una materia pendiente del asociacionismo deportivo uruguayo?

   
Licenciado en Sociología
(Uruguay)
 
 
Lic. Rafael Bordabehere
ururafa@adinet.com.uy
 

 

 

 

 
Resumen
    "La sociedad moderna está hecha de individuos. La sociedad posmoderna de personas. El individuo tiene una identidad, mientras que la persona se identifica con un rol. El individuo se agota en su identidad, la persona se identifica con sus simultáneos o sucesivos roles sin agotarse en ninguno de ellos" (1).
    Analizado desde otro punto de vista, podría decirse que la identidad es algo que se ostenta mientras que el rol es algo que se practica. La identidad no se intercambia fácilmente mientras que el rol sí. La identidad necesita de un alter de referencia pero el rol es autosuficiente. La identidad es pasional, el rol práctico.
    El asociacionismo deportivo uruguayo no ha podido sortear aún el cambio de praxis que proponen las generaciones nuevas; esto se aprecia en el número creciente de deportistas que optan por servicios deportivos fuera del asociacionismo. Las explicaciones pueden ser fundamentadas en la crisis económica, la imposibilidad de adecuar los presupuestos financieros al cambio edilicio tan inmenso que hay que implementar o muchas otras razones.
    Lo que queda claro es que aún no se ha producido el recambio institucional necesario para generar espacios más afines a la posmodernidad deportiva, social y cultural. Y para que ello ocurra deberá comenzarse por entender mejor el papel que dicha posmodernidad le impone al circuito asociacionista deportivo nacional. "La causa de la caída de las asociaciones, iglesia y otros radica en que el fin último del individuo es el individuo mismo y no los fines sociales". (2)
    Este texto apunta a cambiar el foco de atención, a llevarlo desde la óptica meramente economicista, que pone su énfasis en campañas de marketing y ampliación de servicios, hacia otro más centrado en la individualidad del ser social.
    Palabras clave: Asociacionismo. Deporte. Uruguay. Club. Identidad. Rol.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 69 - Febrero de 2004

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Un marco de referencia

    Por "asociacionismo deportivo uruguayo" se entiende aquellas instituciones deportivas, también caracterizadas como culturales y sociales, nacidas en Uruguay durante la primera mitad del siglo XX y cuya labor ha sido orientada hacia actividades no lucrativas. Se entiende por "no lucrativa" aquella actividad cuyo rédito se vuelca completamente en beneficio de la propia institución.

    Algunas de esas instituciones han profesionalizado varios deportes, principalmente fútbol y básquetbol. Sin embargo, mucha de su vida gira en torno a actividades tradicionales (no profesionalizadas) por lo cual esas organizaciones estarían igualmente comprendidas en este texto en la medida que abarcan ese espectro de asociados. Obviamente que su relación con la comunidad ha de ser diferente en tanto interaccionan con otros actores sociales (como contratistas, espónsores, prensa, etc.). Sin embargo, tienen una masa importante de participantes no profesionalizados que definen un ámbito de actividades tradicionales dentro de cada institución.

    A efectos de tener otra perspectiva sobre este punto, se realizó una entrevista con responsables del Club Defensor Sporting de Montevideo. Se eligió este club porque tiene una historia rica en cuanto a deportes profesionales y, a la vez, una obra social muy amplia.

    El resultado no mostró un sesgo importante en cuanto al peso de una u otra esfera (asociacionismo o profesionalización) en particular. Ambas tienen un peso similar a la hora de valorarlos y una retroalimenta a la otra en la medida que una funge de semillero y la otra de terreno donde fecundar. Ambas están muy relacionadas pero el peso de la tradición histórica lo lleva, aún, la parte no profesional del club. Existe una conciencia creciente que el éxito no es para todos pero la salud sí. Y ello amplifica el poder de convocatoria de los elementos ofrecidos por el asociacionismo en detrimento de los ofrecidos por el profesionalismo (y no al revés).

    Este ejemplo no apuesta a generalizar a partir de un caso en particular sino a mostrar la sensación generalizada que los clubes profesionales aún son, básicamente, asociacionistas.

    A los efectos de este texto, propongo diferenciar entre las instituciones asociacionistas tradicionales (de ahora en adelante Club) de los gimnasios y salas de musculación, fitness, yoga, spas y demás (de ahora en adelante Gym) aparecidos recientemente y que no están regidos por la misma dinámica ni la misma normativa (legal, impositiva, comercial).


El esquema histórico

    Para comprender la propuesta de interpretación aquí esbozada se hace imprescindible dividir el tiempo histórico en etapas. Esas etapas las haré coincidir con hechos históricos puntuales, teniendo siempre presente que ellos representan simples señales que marcan un camino frondoso. En realidad esos hechos han sido el fruto de una génesis previa, la cual involucra muchos otros aspectos sociales que escapan al alcance de este texto.

    Una primera etapa, que se circunscribe al período que media entre el nacimiento del Club a principios del siglo XX y mediados de los años sesenta, podría definirse como "etapa de identidad". El hecho puntual que delimita su fin es la aparición de una contracultura juvenil que tiene su cara más visible en el surgimiento del rock & roll.

    Una segunda etapa histórica comienza en esos años sesenta y se extiende hasta el año 1985. Aquí fermenta esa contracultura juvenil hasta convertirse en un movimiento fuertemente contestatario de la vida social uruguaya. El fin de esta etapa está signado por el regreso del país a la democratización luego de un período institucional de facto que se extendió entre 1973 y 1985. Esta etapa podría denominarse "etapa de fermento".

    La tercera etapa abarca los años posteriores a 1985 hasta el presente. Ella se caracteriza por la explosión sin control del posmodernismo en todo su vigor. La contracultura juvenil anterior ha sido ahora reemplazada por juventudes sin proyecto, altamente consumistas y mass-mediatizadas, que, a diferencia de sus antecesores, no ejercen más influencia sobre la vida social que la propuesta de ciertos patrones de consumo y estética. Esta es la "etapa de los roles".


La etapa de identidad: 1900 a 1965

    Los Clubes uruguayos más antiguos se remontan a los años cercanos a 1900. En ese entonces esos agrupamientos nacieron para congregar a diversas personas en torno a un fin común (ferroviarios, transportistas, etc.). Este concepto fue fundamental para su unidad y diferenciación funcionales.

    El deporte por aquel entonces era considerado una forma de disciplinamiento social cuya mayor preocupación estaba centrada en las costumbres higiénicas de los jóvenes de principios de siglo. Además, entre 1924 y 1950 ayudó a consolidar un modelo político y cultural de país cuyo sustento se construyó a través del fútbol y sus logros internacionales (4 títulos mundiales en 26 años).

    La pertenencia al grupo se reafirmaba mediante diversos símbolos sociales (como la insignia del Club y su logotipo, los colores, la vestimenta de clase y hasta la zona de influencia). Su exteriorización en los encuentros deportivos era fundamental a la hora de definir pertenencias e, inclusive, quedaba plenamente diferenciada gracias a un léxico ad hoc (los "aguateros" de Club A. Aguada, los "bohemios" de Wanderers Football Club, los "picapiedras" de Club A. Rampla Juniors, los "bolsos" de Club Nacional de Football)

    Esa identidad de pertenencia se llevaba con orgullo pero era construida con un gran esfuerzo y tiempo. Era necesario adquirir usos y costumbres del grupo social fuente para poder aspirar a integrarlo. Muchas veces esa identidad ya era parte de las personas porque, por ejemplo, compartían labores (como en el caso de los transportistas) o etnias (como en el caso de las agrupaciones macabeas).

    La identidad oficiaba, entonces, de elemento aglutinante y homogeneizante en su interior, propio de la filosofía modernista de vida. Pero, en contrapartida, ostentaba un gran sesgo de elitismo por cuanto excluía a quienes no pertenecían. La identidad, así entendida, marcaba un distanciamiento estamental que estaba implícito en el acuerdo de convivencia de la sociedad de esa época.

    Su mayor fuerza dependía de la existencia de un alter o referente social. La identidad barrial adquiría fuerza en función de su oposición a otros sectores de la ciudad. La identidad nacional era construida fundamentalmente por oposición a los argentinos. La identidad funcional estaba sustentada en su especialidad (transportistas, bancarios, etc.) en oposición mutua. La identidad tenía su marco de referencia, fuera éste general o particular, y en él se apoyaba.

    Tal era la fuerza de la identidad que podemos rastrearla hasta dentro de las propias disciplinas deportivas y, a través de ellas, hasta en los Clubes sociales. Tomemos el ejemplo del voleibol. Este deporte estuvo definido en sus técnicas y tácticas, hasta 1950 aproximadamente, por la modalidad europea de juego, un tanto anárquica según los entendidos. Luego sobrevino la modalidad asiática que reinó hasta 1970, más eficiente y veloz en su juego. En años posteriores se implantó la técnica impulsada por el Prof. Kaplan en Uruguay, quien homogeneizó la disciplina a nivel nacional. El próximo gran cambio fue el propiciado por los medios de comunicación ya hacia finales del siglo XX con claros fines comerciales.

    Utilizando estos criterios, era fácil identificar las formas de juego a través de la extracción de los técnicos y sus tácticas. Cada escuela pugnó por imponer sus modalidades, algunas veces un tanto eclécticas. Competían tanto los equipos como las identidades a través de un juego de símbolos, comportamientos y afinidades.

    Las tradiciones hasta mediados de siglo se trasmitieron de padres a hijos en una suerte de latencia de los modos adultos de comportamiento. La juventud era tomada como una etapa previa a la adultez en la cual el joven era un adulto en miniatura. No había contestación sino más bien continuismo. Las modas del joven eran casi un calco de las modas de los adultos (y no al revés) y los Clubes perpetuaban las costumbres a través de sus prácticas socializantes.

    La utilización de los espacios juveniles no tenía esa característica de "apropiación" porque la juventud como tal tampoco existía. Los espacios eran compartidos con padres y mayores pero con un énfasis muy especial en que el control (de los temas de conversación, la lectura y las compañías) estaba a cargo de los mayores.

    Estos agrupamientos asociacionista no tuvieron mayores cambios porque la sociedad letárgica de este período, apoyada en el Estado de Bienestar y la tradición (también llamada inercia social), así lo impuso. No hubo proyecto social que minara la identidad de pertenencia antes de los años sesenta.

    Su función socializadora se ejercía a través de los juegos, las reuniones bailables, las conferencias y los musicales compartidos por todos en un único espacio pluri-etáreo.


La etapa de fermento: 1960 a 1985

    "El 17 de diciembre de 1956 se estrenó en Uruguay la película norteamericana Rock Around The Clock. Este exitoso estreno fue quizá el primer indicio de adopción de pautas de una cultura juvenil excluyente de los adultos que surgía a nivel internacional."(3)

    A partir de los años sesenta aparece una cultura juvenil contestataria, de fuerte raigambre foránea. Irrumpió en un espacio destinado a los "jóvenes del fermento" (por caracterizarlos de alguna manera) pero controlado en gran medida por los adultos. "Dentro de la casa, el uso de los espacios comunes era severamente limitado por la omnipresencia materna. Por eso era usual que los jóvenes, en especial los varones, se citarán en la calle, en el club o en la esquina de la barra, base de la sociabilidad entre pares a resguardo de la mirada adulta." (3)

    Esta contracultura no incidió directamente sobre el deporte sino que lo afectó indirectamente ya que éste no tenía la trascendencia que tiene hoy en día. Por ese entonces, el deporte estaba compenetrado en mostrar los logros obtenidos en los medalleros internacionales, fundamentalmente en los mundiales de fútbol. Las marcas técnicas y los récords eran las principales preocupaciones de los deportistas aunque ya asomaba el nuevo concepto de Deporte Para Todos que finalmente está vigente hasta nuestros días. Marcas y esfuerzo físico estaban en contradicción con los hábitos fomentados desde esa contracultura.

    El aspecto más visible de este movimiento contestatario lo constituyó la adopción del rock & roll como emblema de una vida más libre, apoyada en los efectos de drogas alucinógenas que prometían un paraíso terrenal.

    Su espectro abarcó ámbitos tan amplios como los modos de lucir, las formas de interpretar la realidad y hasta las herramientas para cuestionarla. Fue un proyecto de vida que tomó a las juventudes tradicionales como medio para alcanzar sus objetivos. Algunos autores sostienen que esa "juventud del fermento" fue el nacimiento (literalmente) de la juventud como etapa de transición que, hasta ese entonces, había sido catalogada como la etapa de los "adultos en miniatura".

    Sin embargo, este movimiento juvenil encontró su freno. Al asumir como suyas las reivindicaciones en torno a problemas mundiales como la confrontación este-oeste, el amor libre y la liberalización de la droga encontró su resistencia en el proceso de facto comenzado en 1973 en nuestro país.

    Esto significó no solo su freno evolutivo sino un verdadero retroceso en cuanto a sus concepciones de vida y apropiación de los espacios que ya había comenzado a gestarse. Es un proceso que jamás tuvo la oportunidad de desarrollarse plenamente.

    La apropiación de los espacios sufrió dos etapas claramente identificables. Desde el nacimiento del movimiento juvenil hasta 1973 la calle fue vivida como el espacio de encuentro y socialización, fuera del alcance del control tradicional de los mayores. Desde 1973 hasta 1985, momento en el que finalizó el proceso dictatorial, la calle fue prohibida y los jóvenes del fermento tuvieron que recluirse en sus hogares, en los centros de estudio y en los Clubes. Las formas de expresión juvenil también fueron reguladas tanto desde el poder como desde las costumbres al interior de cada familia.

    La identidad tradicional, heredada pero no compartida, tenía su acta de defunción firmada y quedó definitivamente eliminada como elemento de referencia común puesto que los jóvenes no aceptaron la propuesta social emanada de los mayores. A pesar que las modas y las costumbres de los jóvenes del fermento ayudaban a crear una nueva identidad, la misma se vio radicalmente truncada por un disciplinamiento que tenía, ahora, fuerza institucional.

    Estos jóvenes del fermento tuvieron que esperar la evolución del proceso político que se desarrolló hasta 1985 para tener la oportunidad de expresar sus reivindicaciones. Lo paradójico, sin embargo, es que para cuando pudieron hacerlo, ya habían sido desplazados como tales por un recambio generacional natural. Ahora ya eran mayores con responsabilidades sobre sus propios hijos, los nuevos jóvenes.

    Los agrupamientos asociacionistas tradicionales acusaron el cambio pero adecuaron sus políticas para satisfacer medianamente esos requerimientos. Las reuniones bailables comenzaron a diversificarse para dar cabida a otros ritmos y gustos. Sus instalaciones y el deporte, en particular, fueron utilizados como refugio contra una calle que se volvía hostil a hacia los jóvenes. Todo regulado según las normas emanadas de la tradición imperante por ese entonces.

    A pesar de ello, no hubo apropiación de los espacios por los jóvenes porque los adultos aún mantenían el control sobre su desarrollo.

    Estos Clubes siguieron persiguiendo el ideal tan uruguayo de "familia", "actividades familiares", "tu segunda casa" y otros. Muchos de ellos prohibían (y aún lo hacen) toda expresión política, religiosa y filosófica (definición muy amplia, por cierto) dentro de sus recintos con lo cual se preservó la ecuanimidad de su vida interior pero se convirtieron en espacios inadecuados para la expresión de las modas y tendencias más radicales.


La etapa de los roles: 1985 en adelante

    Para 1985, momento de la apertura a la vida democrática luego del proceso dictatorial, las juventudes habían cambiado. Los jóvenes emergentes ya no tenían el mismo proyecto de vida ni eran herederos de las convicciones de la juventud del fermento.

    De hecho, la relativa atomicidad social en la cual evolucionaron les impidió generar una identidad en base a un elemento común de amplia convergencia. La diversidad de centros educativos y Clubes no lograron contribuir con un elemento aglutinador más fuerte que la televisión. La identidad tradicional se perdió como referente y ella fue sustituida por un consumismo de fuerte soporte mediático como elemento aglutinante. Pablo Alabarces lo explicaría así: "Esta hipersegmentación fractura las formas de soporte de la identidad, diseminándola en fragmentos en algunos casos irreconciliables. Este fenómeno es similar a los de la cultura rock, donde este proceso tiene más años de desarrollo" (4). Es sintomático apreciar que esos patrones, fundamentalmente heredados a través de esa cultura rock y trasmitidos dentro de la unidad familiar durante ese proceso de reclusión forzada, son los que hoy determinan la progresiva atomización de la cultura posmodernista uruguaya.

    Los medios de comunicación tuvieron un papel relevante en la difusión y mantenimiento de esa forma juvenil de vida. El deporte no constituyó un elemento clave de su programación hasta los primeros años del siglo XXI, por lo que podría argumentarse que estas juventudes nuevas no tienen internalizado el gusto por el deporte tal y cual se promovió desde los Clubes. El deporte en sí tampoco representó un momento de orgullo nacional (como lo fue en la época de 1924 a 1950 en la cual se gestó todo un estilo uruguayo de sociedad) lo suficientemente fuerte como para ser tomado como medio generador de identidad. En realidad, los sucesivos fracasos deportivos desde 1981 (Mundialito de Oro) en adelante hasta el presente han actuado en contra de una identidad nacional positiva y han generado un sentimiento de ausencia de referente, favoreciendo la búsqueda de referentes personales antes bien que colectivos.

    La cara más visible de este rol que ahora entra en escena se descubre cuando se aprecia la caída importante de deportistas que se dedican a una sola disciplina (la cantidad de deportistas federados ha decrecido grandemente desde los años 80). En contrapartida, cada día se ve más gente practicar diversas disciplinas más simples, en varios momentos del día y en distintos espacios. No hay tendencia a la especialización sino al disfrute multi-disciplinar.

    La pertenencia al grupo se asimila, ahora, a prácticas de moda y comportamientos de consumo antes que a emblemas, colores e ideales institucionales. Esa pertenencia no aparece localizada en un lugar o elemento específico sino diseminada en todas las actividades que realizan los deportistas dado lo amplio y "deportivizada" de la actividad social.

    La alteridad, tan necesaria para la sobrevivencia de la identidad, se confunde ahora en los varios roles de la posmodernidad y desaparece como tal. En realidad, al ser una propuesta inclusiva y democrática, no soporta la existencia de un alter (entendido tradicionalmente). Todavía no se observan rivalidades deportivas entre Gyms como las que hay entre Clubes.

    La apropiación de los espacios, si se la puede llamar así, ahora es muy dispersa. De los Clubes y colegios se habría trasladado hacia la calle y, en última instancia, hacia los medios de comunicación (fundamentalmente el ciberespacio) y entretenimiento. El pasaje siguiente es ilustrativo: "Los jóvenes hoy se revelan sustancialmente diferentes de cuando eran jóvenes sus padres. Por ejemplo, los jóvenes de clase media están menos preocupados por la política (los partidos políticos tienen dificultades serias para captarlos), consideran que 'el mundo es su casa', juegan en la computadora, navegan en Internet, se comunican con sus amigos que tienen a lo largo y ancho del mundo por email, escuchan CD mientras viajan en ómnibus, estudian más de lo que estudiaron sus padres, se inician sexualmente mucho antes, están expuestos al sida, están más preocupados por el medio ambiente, por la ecología y los reciclajes, el consumo de marca y, tal vez, en lugar de jugar al fútbol en el 'campito' saltan en un skate."(5) Se nota una falta de asimilación con un lugar físico de pertenencia porque esos espacios no existen físicamente sino virtualmente (de hecho, el 'campito' como tal, ya no existe).

    Los Clubes están fuertemente instrumentados hacia un culto a la identidad y su implementación aún se sostiene en base a prácticas tradicionales. Todavía se persigue el ideal de "familia" (deporte para la familia, el club es tu segunda casa), se organizan eventos deportivos interclubes para dirimir posiciones (gran choque entre ..., por el mejor lugar en la tabla ...), se concentra a la gente en instalaciones abarcativas (la sede social, el campo de deportes), el profesor de educación física sigue siendo predominantemente tecnócrata e impositivo (5 flexiones, brazos arriba, 5 vueltas a la cancha), los horarios fijos de práctica deportiva todavía mantienen su primacía sobre la libertad de elección del momento del día y la alteridad sigue estando en "el otro equipo del barrio".

    Los Gyms, por el contrario, son fácilmente asimilables a su funcionalidad. Las prácticas deportivas son sencillas de seguir, permisivas en cuanto a su concentración, se practican en todos lados igual, el anonimato (o falta de identidad) es una función muy importante de su aceptación, han proliferado en abundancia como para tener uno siempre cerca, muchos se han especializado en algunas franjas particulares (solo para mujeres) por lo cual su vida interior es sustancialmente diferente, el responsable físico ha dejado de ser profesor y ha pasado a ser asesor, generalmente fomentan una serie de servicios privados colindantes (venta de golosinas, refrescos, fármacos, cuidadores de autos) en una suerte de pequeño ámbito comercializado, aspectos todos que se relacionan más con su utilidad que con su afiliación identitaria.

    Su arquitectura estética es radical e innovadora: los reflejos del metal utilizado en abundancia (en contraposición con la madera y el cemento de los Clubes tradicionales) propone un ámbito pulcro, de vanguardia. La calidez de una moquete que amortigua los sonidos invita a la relajación. La luz difusa modela los espacios y brinda un ámbito de reflexión personal, de búsqueda interior no compartida. La silueta, en toda su plenitud, es recuperada como reina y señora del sentido y la visión. La salud personal le gana la batalla a la colectiva.

    Tan dispar es el contraste entre los "servicios del Club" y el de los "Gyms" que uno puede identificar rápidamente (y sin meditar) dónde están emplazados físicamente los ambientes tipo "Gym" dentro de los Clubes. Hay más diferenciación (estética, funcional y edilicia) entre los espacios "Gym" y los espacios "Club" dentro de un edificio tradicional de la que existe entre los espacios "Trinquete" y "Club" de la misma sede.

    Los Clubes de Uruguay siempre se han comportado como un servicio ofrecido, no como un servicio requerido. La política general ha sido "importar" las modas deportivas de otras realidades y presentarlas para que el público las acepte o no. Los deportes no surgen tanto de la gente nacional sino de las tendencias lejanas o, en última instancia, de lo que ofrecen los productores de bienes y servicios del deporte al mercado mundial. Los Gyms han surgido de un cambio de la demanda que se ha sabido captar y de una falta de cobertura de los centros asociacionistas tradicionales respecto a las nuevas tendencias estéticas e higiénicas.


¿Por qué es tan importante el papel de la juventud en Uruguay?

    La juventud en Uruguay nunca ha sido promotora per se de acontecimientos sociales trascendentales para la vida del país. En realidad, siempre ha sido tomada como sustrato para vehiculizar las propuestas generadas desde los estratos adultos.

    Sin embargo, han tenido su impacto y cada día se aprecia mejor. Desde su nacimiento durante los años sesenta el funcionamiento social general ha estado influido por un fuerte sentimiento de adscripción a sus comportamientos. Se ha convertido en un referente fundamental a la hora de adquirir hábitos porque se la asimila a conceptos tales como lozanía eterna, seducción, plasticidad y centro de atención.

    La juventud actual mantiene una personalidad kit, producto de una sociedad kit (2) y, por tanto, ampliamente portable (como dicen los informáticos cuando pretenden extender un proceso a todos los otros sistemas). De ahí que los mayores aspiren a vivir una cultura kit juvenil dentro de su mundo adulto (cada día más kit).

    En este texto se ha tomado a la juventud como motor fundamental del cambio no por su papel protagónico (que nunca lo tuvo) sino por el efecto de imitación que ha inducido en la forma de pensar del adulto que es quien, en definitiva, ha gobernado el ambiente social de nuestro país. Los cambios en las modas deportivas, más precisamente, son promovidos por los adultos pero cada día más con una mentalidad que imita los gustos juveniles, adaptación mediante.

    De hecho, podríamos llevar nuestro análisis hasta el límite e ironizar un poco al afirmar que la "juventud del fermento", con todas sus promesas de politización y revolución, no ha influenciado tanto a la sociedad como la "juventud de roles" con sus promesas de consumo fácil. Quizás esta última esté más acorde al ritmo de evolución de nuestra sociedad gerontocrática que la primera, más radical, y por ello se esté transformando en paradigma de nuestros hábitos de consumo.

    Quizás, también, el profundo letargo tradicionalista que nos ha impuesto esta sociedad se deba al hecho de no haber dejado participar a la juventud en otro papel que el de una mera instrumentalidad política y social. El "contagio" ha despertado muy tarde y de forma controlada por patrones poco vertiginosos.


Reflexiones finales

    En este análisis se sostiene que la sociedad uruguaya caminó desde un proceso de identidades a principio del siglo XX hasta otro de participación por roles en el presente.

    La idea fundamental es ver que de una "pertenencia absoluta" a un colectivo social (el Club) se ha transitado hacia una "pertenencia relativa", más práctica y funcional (el Gym), no orientada a la identificación con una estructura definida sino con una forma de vida más liberal en cuanto a su expresión.

    Los Clubes de principio de siglo XX se diferencian de los Gyms de fines de siglo en que los segundos son más instrumentales y no han generado aún, necesariamente, esa asimilación por identidad.

    No debemos olvidar que la identidad genera beneficios pero también perjuicios. Produce el beneficio de sentirse incluido, partícipe, pero también genera el perjuicio de la exclusión y diferenciación. Si la modernidad es excluyente (porque separa los espacios, los elitiza) y la posmodernidad incluyente (porque los democratiza), entonces los agrupamientos asociacionistas pertenecen al modernismo y los Gyms de fines de siglo al posmodernismo.

    Dicho de otra manera, esos agrupamientos asociacionistas no han realizado aún la transición del modernismo al posmodernismo o, por lo menos, no lo ostentan en el mismo grado que otras instalaciones más posmodernas.

    Cabe preguntarse entonces:

  • ¿Será adecuado transitar el camino desde la identidad al rol?

  • ¿Es apropiado sacrificar la identidad en pos de una instrumentalidad comercial posmodernista que puede variar con el devenir del modelo actual de consumo basado en tendencias de mercado?

  • Estos agrupamientos asociacionistas: ¿no estarán sufriendo un proceso híbrido (o de transición) en el cual el peso mayor lo lleva aún la identidad (favorecida por las prácticas tradicionales) y no el rol (inducido por las prácticas deportivas posmodernas en vías de consolidación dentro del asociacionismo)?

  • ¿Sobrevivirán estos colectivos sin su identidad, cualquiera sea ésta?

    Un indicio importante para analizar esta problemática es el hecho que quienes están transitando más exitosamente (pero no exentos de problemas) estos momentos de crisis de comienzos de siglo XXI son aquellas instituciones asociativas que están fuertemente sustentadas en una identidad muy bien definida (como la de las colectividades macabea o bancaria), lo más alejado posible de los aspectos económicos.

    Por último, la batalla entre la identidad y el rol pasa por la utilidad. El rol tiene una utilidad social mucho más amplia. Desde que el deporte se ha convertido en un bien comercializable y necesario, su función social ha virando desde la pertenencia a la practicidad. Este nuevo bien de la posmodernidad es comercializable en la medida en que la "apariencia" se ha convertido en valor agregado (en el mercado laboral, en el estético, en el social y hasta en el del símbolo social). Y es necesario, además, para poder competir exitosamente en todos esos mercados.

    Sin embargo el proceso en Uruguay no es novedoso. Lo que sí es característico es el ritmo lento con el cual se desarrolla, ritmo que cada día nos aleja más de la costumbre de asimilar los cambios con la rapidez debida.


Referencias

  1. Usos lúdicos del espacio público urbano en Barcelona: un reto para la gestión. Ricardo Sánchez Martín. El texto trascripto es una ampliación de una idea aparecida en "La hipótesis de la centralidad subterránea" de Michel Maffesoli y se adoptó por ser más explícita que la original.

  2. La era del vacío: Gilles Lipovetsky.

  3. Historias de la vida privada en el Uruguay. Pedro Barrán et al.

  4. Identidades tribales/identidades nacionales: análisis de una contradicción irresuelta. Pablo Alabarces.

  5. Tribus urbanas en Montevideo. Verónica Filardo et al.

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