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El deporte base en el proyecto
de vida: un discurso teórico

   
* Departamento de Ciencias de la Salud,
de la Actividad Física y del Deporte. UCAM.
**Maestro especialista en Educación Física.
Entrenador Nacional de Fútbol.
Entrenador del Equipo Juvenil División
de Honor del Córdoba C.F.
 
 
Dr. Jesús Paredes Ortiz*
jesusparedes@epersonas.net  
Rafael Carrillo López**
rcarrillo@teleline.es
(España)
 

 

 

 

 
    El siguiente artículo nos presenta un discurso teórico sobre el proyecto de vida y lo que puede suponer la educación a través del deporte base, atendiendo fundamentalmente al componente lúdico de dicha actividad. Nos hace una reflexión sobre las dimensiones que el deporte nos facilita para la construcción del ser humano y, además, nos acerca el deporte como una propuesta cultural, desarrollando los valores que en el propio deporte y a través de él se pueden potenciar.

Ponencia presentada en el I Congreso Nacional "Deporte y Sociedad",
Fundación Córdoba C.F., Córdoba, octubre de 2003.

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 68 - Enero de 2004

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I. Introducción

    Parafraseando a Cagigal (1957) el deporte es propiedad metafísica del ser humano; entendemos que abarca diferentes dimensiones humanas, esto es, cubre las distintas necesidades vitales y ayuda a lograr el equilibrio vital necesario y, por tanto, capacita al ser humano como animal social y cultural.

    Los beneficios de la práctica en formación deportiva se producen, por un lado a partir del trabajo para el desarrollo de los talentos personales, ya que potencia las distintas inteligencias, y por otro lado a partir del trabajo para el desarrollo de las aptitudes sociales.

    En estas edades, el deporte debe entenderse como un camino para conquistar el proyecto de vida, es decir como un afinamiento en el desarrollo de las potencialidades personales del joven en el tránsito de individuo a persona y de la aptitud social que como persona desarrolla, crece y vive en sociedad. En otras palabras, el deporte está al servicio de la persona, tanto en el desarrollo personal como social.

    La meta que el deporte debe perseguir es contribuir al proyecto de vida, contribuir al enriquecimiento de las dimensiones de lo humano, enriquecimiento personal, a la vez que potenciar los valores, que son la base de las relaciones humanas, valores morales, éticos y sociales.


II. Deporte Base, favorecedor de dimensiones humanas

    Las dimensiones humanas tienen que ver con la forma de vivir, vivir de una manera equilibrada es uno de los aspectos esenciales para aprovechar la vida. Ese vivir de manera equilibrada implica, en primer lugar atender a las dimensiones de lo humano, además de cumplir de adecuadamente y con responsabilidad en cada fase de la vida con realidad y de forma inteligente, vivir disfrutando de forma positiva. Todo esto supone entender la vida, adaptarse, estar abierto, tener predisposición, ilusión y confianza; estamos hablando de logros personales de construcción interna, que se aprenden y se desarrollan hacia una interacción externa o social.


Dimensión psico-física

    A través de la práctica deportiva aprehendemos a descubrir nuestras posibilidades, a medir el valor de quienes somos y con quién estamos; el deporte se convierte en la apertura a nuevos modos de ser y de estar. Por medio del deporte empezamos a adquirir una comprensión y aceptación del hecho deportivo, con lo que estamos preparados a un continuo cambio que obliga a entenderse con los demás, con el mundo deportivo que nos rodea, con la vida.

    Coincidimos en que el deporte, como filosofía de vida, radica en la voluntad de la persona que se reconcilia consigo mismo por medio del movimiento y que parte dialécticamente del fenómeno juego (Castilla del Pino 1969; Sergio 1994). Cualquiera cuando practica deporte está comprometido en su acción con los factores próximos a la modificación de la realidad física; es decir todo el vitalismo de la persona se encuentra en torno a la práctica deportiva (Coca, 1983).

    Los elementos que implican la definición filosófica del hombre son la estabilidad o "deporte tema", que viene determinado por la persona deportista como ser definitivo; y la realidad transeúnte o "deporte problema", que viene determinado por la persona deportista que se sabe es irrepetible, con sus modificaciones singulares que la identifican y distinguen (García Bacca, 1982). El deporte es la verdad de lo visible y como expresión y comunicación de lo corporal, es lo íntimo de cada deportista. Las relaciones del deporte son las relaciones con uno mismo, a partir de esa relación con los demás y el hacerse cargo de la realidad mediante el adecuado enfrentamiento del deportista con las cosas que le rodean (Montagu, 1967; Zubiri, 1986). La intramundaneidad, está asociado al quehacer autónomo del ser humano deportista (Morey, 1987). El deporte nace de la corporeidad y como manifestación de la motricidad, potencia el principio del movimiento que define la persona. El deporte como lo real de cada persona, como la suma de experiencias que vivimos y como algo identificado a nuestra propia naturaleza. El deporte como experiencia de vida que nos satisface. El deporte como conducta única que abarca la presencia psicofísica del ser humano en el tiempo y en el espacio de la vida.


Dimensión ludo-recreativa

    El proceso de evolución social nos conduce a los valores de una sociedad, que está en cambio permanente, en evolución continua, es decir a la pérdida de lo natural como humano en un proceso de saturación de las relaciones sociales. Dicho proceso nos aleja de la verdadera naturaleza del ser humano (Paredes, 2002).

    A medida que la sociedad avanza tenemos más tiempo libre. Con la liberación del aprovechamiento del tiempo de ocio, de manera activa, nos puede proporcionar momentos para la realización personal y social, con lo que contribuimos a construir pilares, sobre los que descansa la felicidad, ya que el sentido de lo lúdico lo está relacionado con la diversión, la alegría, la ilusión, lo emocional: valores estéticos y sociales. Hablamos de dimensiones de lo humano, que en la actualidad estamos perdiendo.

    Posiblemente al ser humano le guste tanto jugar porque en el juego tenemos permiso para ganar o perder (Camerino y Miranda, 1996).

    Podemos afirmar, por tanto, que en las formas lúdicas se encuentra la primera manifestación del movimiento humano, y que el deporte es una manifestación de lo lúdico, se convierte en una actividad lúdica ideal para encontrar valores humanizadores; con él encontramos un nexo de unión que surge por la transmisión de sensaciones en las distintas prácticas, y en el disfrute propio o compartido.

    La condición lúdica del deporte es la esencia de lo humano. La actividad lúdica, en el deporte, refleja en cada momento la forma en que una persona actúa, comprende y se relaciona con el mundo que le rodea. Como en cualquier estructura lúdica ponemos en conexión nuestro micromundo (personal) con el macromundo (social) en el que y con el que vivimos; en este sentido nos preparamos para la vida. La práctica deportiva se convierte para la persona en una necesidad, como realidad del juego, para conservar o recuperar su comportamiento natural: equilibrio vital. Entendemos que el modo natural de aprender es a través del juego y que el deporte ayuda a expresar de manera natural, porque elige una solución adecuada a las necesidades y posibilidades personales y desarrolla capacidades para resolver problemas.


Dimensión "agon"-competitiva

    El deporte formalmente organizado y de competición no parece ser la fórmula adecuada para hacer frente a las nuevas tendencias culturales que subyacen en el deporte popular y socializador.

    Es cierto que el deporte en la actualidad camina sobre la ambigüedad, en tanto y cuanto está contaminado de obsesión competitiva. El deporte, como comportamiento humano, el deporte como escuela de vida, el deporte como aprendizaje del saber ganar y perder, el deporte como recurso de canalización sana y creadora de impulsos, se opone básicamente a un valor contaminante de sus beneficios educativos: la competitividad.

    La competitividad, sin embargo, contiene valores educativos, el ser humano siente el agonismo, la lucha, contra sí mismo, contra el adversario, contra el tiempo, contra el espacio y contra sus propias limitaciones. La competitividad nos da la oportunidad de juzgarnos, de verificar nuestras capacidades y dar pruebas de tolerancia frente a los demás y ante el ganar o perder.

    Respetando los intereses de la Unión Europea, basados en la economía y la competencia, no pretendemos anular el aspecto competitivo del deporte, lo que sí deseamos es que sea ordenado, adecuado y compatible con los valores humanos. Para ello es necesario que trabajemos juntos para despertar una actitud hacia una competitividad en su justa medida, es decir que la competitividad no anule el "juego limpio" y la función social del deporte.

    El Consejo de Europa nos previene y aconseja no convertir el deporte en un problema pedagógico más. Esto nos recuerda la frase de Cagigal (1972): "mucho deporte y mucha ignorancia de sus valores pedagógicos", la cuál nos parece tristemente vigente. Se recuerda regular el deporte en edad escolar y legislarlo a fin de preservar a los menores de entrenamientos intensivos, y obligar que éstos sean razonables y formativos. Además, se recomienda prestar atención a la formación de especialistas por su responsabilidad moral sobre los menores.

    El diseño deportivo adecuado debe considerar ciertos pilares, y así respetar las estrategias educativas para el siglo XXI "aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser, aprender a crecer, aprender a cambiar y aprender a vivir juntos" (Felskenian, 1974; Delors, 1996). Estos pilares pueden ser: a) en edades escolares, la competitividad no debería ser insinuada; b) el principio competitivo de victoria, de ser campeón, no debe convertirse en alternativa al placer, ni a la diversión, ni al beneficio físico, psíquico o social, que estamos seguros que aporta la práctica deportiva en estas edades de formación; c) estamos decidimos a anular esa mentalidad de técnicos, dirigentes y políticos, que nos habla de que el deporte se justifica por los resultados.


Dimensión socio-política

    Podemos analizar al deportista en una doble vertiente: como ser personal, que está en el mundo, y como ser social, que se relaciona con él y con las personas que hay en él.

    El deporte ayuda a que la persona crezca, se convierta y aprenda a cambiar (vivenciando su corporeidad, su motricidad y su sentido lúdico). El aprendizaje a través del deporte puede facilitar u obstacularizar el correcto aprendizaje de normas, valores y habilidades sociales.

    El deporte ha sido y es un inmejorable instrumento de socialización, es un factor decisivo para lograr una adecuada adaptación al medio social.

    Es decir el deporte puede facilitar u obstaculizar el correcto aprendizaje de normas, valores y habilidades sociales.

    La práctica deportiva puede contribuir a un racional orden social. El deporte ha sido y es un instrumento de socialización, es un factor decisivo para lograr una adecuada adaptación al medio social.

    El deportista asume los valores, las normas y los comportamientos del grupo en que se integra, y por tanto supone relación social, convivencia, integración y el aprendizaje de normas y reglamentos; además favorece el aprendizaje social y la absorción del individuo por parte de la sociedad, así como la correcta comprensión, por parte del individuo, de qué tipo de realidad es la sociedad.

    Podemos afirmar que el deporte y la educación son universales culturales del siglo XXI. El deporte se ha convertido en un singular hecho social y cultural que como una tela de araña abarca los distintos campos de la naturaleza humana. Ahora bien, para que el deporte refleje al ser humano en su dimensión más ética, debe hacerse presente desde lo social y lo educativa; ambas promueven y conforman lo cultural.


Vía social

    El deporte se crea y va dirigido a la sociedad, se crea en sociedad y crea una sociedad deportiva. El concepto sociedad hace hincapié en el factor humano y sus relaciones sociales. Aristóteles ya definió al hombre como animal social. La naturaleza de lo social en el ser humano no sólo hay que enmarcarla en el ámbito de lo innato, sino también de lo adquirido, es decir, de lo aprendido.

    El proceso de aprendizaje es el tránsito de individuo a persona. El deporte en la educación formal, no formal e informal aparece como un canal social para emitir una información acerca de quiénes somos, cómo es nuestro interior, qué nos hace falta del entorno y, a la vez, como canal para recibir información acerca de la sociedad en la que vivimos.


Vía educativa

    Entendemos por educación "el perfeccionamiento intencional de las potencialidades específicamente humanas" (García Hoz, 1970). Dichas potencialidades específicamente humanas hacen referencia a los valores humanos. Mediante la práctica deportiva, disfrutando del juego, el ser humano aprende unas pautas de comportamiento para crecer y aprender a vivir en la sociedad de una manera integral. El deporte fomenta la capacidad para la elaboración de normas desde la niñez hasta la edad adulta. Las personas crecen aprendiendo hábitos de convivencia necesarios para vivir en sociedad.

    Los jóvenes tomarán el relevo de una sociedad democrática, plural, compleja y cada vez más multiétnica y multicultural, para lo que nos es precisa una cultura deportiva diferente que allane el camino hacia la paz.

    Los valores se conseguirán fomentando "actitudes"; éstas no se aprenden ni se enseñan, se transmiten, se inoculan como por ósmosis. Es decir, que han de promocionarse desde la experiencia personal y hacia experiencias positivas y gratificantes. Los valores humanos se convierten en símbolos del deporte. Consiguen beneficiar la salud individual y social, pueden llegar a la sociedad desde un deporte educativo que contribuya a un mundo mejor.


III. El deporte como propuesta cultural

    Pretendemos establecer las bases culturales del deporte como fenómeno humano. Nos parece apropiada la consideración del deporte como un mundo polifacético en perpetua evolución (Le Floc´hmoan, 1969). El deporte, en el fondo, constituye como práctica lúdica una retroprogresión (término que acuña Paniker, 1983), una vuelta a los orígenes, vitalmente mediatizados por una motricidad, que acompaña al ser humano desde los antepasados homínidos hasta la actualidad. Según Cagigal (1981) las más altas proezas de la Humanidad no han sido las guerras y las conquistas, en las que se llegó a despreciar la vida del otro, sino que las cumbres han sido las creaciones lúdicas del hombre. El deporte se convierte en una capacidad lúdica abierta como acto creativo humano.

    Actualmente el deporte constituye un avance hacia lo humano, hacia un nuevo siglo XXI, que solicita y ofrece nuevas sensaciones, emociones y formas lúdicas en busca de la felicidad (realización personal y social) del ser humano, es decir estas nuevas experiencias giren en torno al equilibrio vital y la seguridad personal y social.

    El deporte cubre las distintas necesidades vitales del ser humano y, de esta manera, ayuda a conseguir el equilibrio vital, en sus distintos niveles, físico, mental o intelectual, emocional y espiritual. De esta manera se hace posible una cultura deportiva desde un prisma humanístico, siguiendo las pautas de Ortega y Gasset (1966) cuando se refería a la cultura como la interpretación que el ser humano da a su vida.

    Aparece el deporte como fenómeno cultural garantiza la riqueza de lenguajes, la diferencia de pareceres, el respeto y la garantía en cuanto a lo heterodoxo, a lo homogéneo y a lo personal al tratar las cuestiones humanas. El deporte refleja y se adapta, en la evolución, a ese progreso, a ese cambio, a esa búsqueda, a ese estar abierto que necesita la persona y se convierte en un proceso de intercambio de energías vitales entre los seres humanos, que implica aceptar las modificaciones y diferencias significativas que existen en la sociedad en la que vivimos. El deporte es un hecho social y una interpretación cultural, que se ofrece en la vida.

    Consideramos que el deporte es fundamental como manifestación cultural de la motricidad, además, en sus distintos niveles y atendido por profesionales en sus distintas etapas evolutivas, el ser humano se puede ver beneficiado por la propia motricidad y la aplicación a otros campos además del físico, el psicológico, el emocional, el estético y el espiritual.

    El propio deporte podrá desarrollar, desde la inteligencia propia y práctica (la inteligencia cinético-corporal), y mejorar los distintos talentos personales (inteligencias múltiples), además de preparar a los jóvenes para unas aptitudes sociales necesarias para la propia vida.


IV. Reflexiones finales

    El deporte puede ser escuela de vida. El deporte en edades escolares es un medio excelente de educación, primero como posibilidad de formación lúdica, motriz y deportiva, segundo como posibilidad de desarrollo personal del joven deportista, y tercero como posibilidad de adaptarse a una sociedad diferente, más humana, rica en formación de valores.

    Entendemos que el deporte del nuevo siglo, ha de centrase en un buen trabajo en lo básico (deporte base), que contribuya al desarrollo, a la posibilidad de crecer respetando a los demás, debe contribuir a una mejora de la cultura, en una nueva concepción del ser humano, ya que:

     Forma parte de la cultura, es un pilar en el que con fortaleza se apoya la historia cultural de nuestro tiempo, una realidad metafísica del ser humano, sinónimo de conducta humana.

     Desarrolla valores personales como la autoestima y fomenta las relaciones fructíferas (aprender las limitaciones, llevarse bien con los demás). Contribuye en el aprendizaje de ser activo con la base de la creatividad, el entusiasmo, la alegría, la colaboración y cooperación.

     Favorece valores humanos: que nos hace mejorar como persona, como ser individual: la responsabilidad, la ilusión, la honestidad, la compasión, el respeto, el esfuerzo, la elegancia, la autodisciplina, el autocontrol, el sentido del humor, la modestia, la sencillez, la superación de la adversidad, la serenidad, la voluntad, la inquietud, la motivación, la confianza, el equilibrio personal; y que nos hace mejorar como persona respecto a los demás, como ser social: el altruismo, la amabilidad, la generosidad, el diálogo, la comprensión, la sinceridad, la empatía, la gratitud, la paciencia, la solidaridad, la tolerancia, la urbanidad, la libertad, son aspectos de la humanidad.

    Las personas aprenden comportamientos, los socializan y conforman la cultura. Pues bien, el deporte es un comportamiento que en sí ya es juego y que además utiliza formas lúdicas en el aprendizaje, formación y perfeccionamiento, y como tal ayuda en la educación formal, no formal e informal del ser humano.


Referencias bibliográficas

  • Cagigal, J.M. (1979): Cultura intelectual y cultura física. Buenos Aires: Kapelusz.

  • Cagigal, J.M. (1980): Deporte, espectáculo y acción. Madrid: Salvat.

  • Cagigal, J.M. (1981): ¡Oh deporte!, anatomía de un gigante. Valladolid: Miñón.

  • Camerino, O.; Miranda, J. (1996): La recreación deportiva. Salamanca: Amaru.

  • Castilla del Pino, C. (1979): El humanismo imposible. Madrid: Taurus.

  • Coca, S. (1983): El hombre deportivo. Madrid: Alianza.

  • Delors, J. (1996): La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana.

  • Durkheim, K. (1976): Educación como socialización. Salamanca: Sígueme.

  • Felskenian, F. (1974): Juegos formativos para nuestros hijos. Barcelona: De Vechi.

  • García Bacca, J.D. (1982): Antropología filosófica contemporánea. Barcelona: Anthropos.

  • García Hoz, V. (1970): Educación personificada. Madrid: Palabra.

  • Le Floch´moan, J. (1969): La génesis del deporte. Barcelona: Labor.

  • Montagu, A. (1967): La revolución del hombre. Buenos Aires: Piados.

  • Morey, M. (1987): El hombre como argumento. Barcelona: Anthropos.

  • Ortega y Gasset, J. (1966): Obras Completas. Tomo II. Madrid: Revista de Occidente.

  • Paniker, S. (1983): Ensayos retroprogresivos. Barcelona: Kairós.

  • Piaget, J. (1961): La función del símbolo en el niño. México: F.C.E.

  • Sergio, M. (1994): Motricidade humana. Lisboa: Instituto Piaget.

  • Urcola, J.L. (2001): Acertar a vivir. Madrid: Esic.

  • Zubiri, X. (1982): Inteligencia y logos. Madrid: Alianza.

  • Zubiri, X. (1986): Sobre el hombre. Madrid: Alianza.

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revista digital · Año 10 · N° 68 | Buenos Aires, Enero 2004  
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