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Muy cerca de la nubes y por encima de las nieves eternas.
El cruce de la Cordillera de los Andes
por Aguas Negras, en bicicleta todo terreno

   
Andrés Esper
andresesper@yahoo.com
(Argentina)
 
 
Emilio Strassburger
strass@plug-in.com.br
(Brasil)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 9 - N° 59 - Abril de 2003

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    Veníamos de cruzar la Cordillera de los Andes por Las Cuevas (3.151 msnm), uniendo la ciudad de Mendoza (Argentina) con Los Andes (Chile) en nuestras bicicletas todo terreno.

    Atrás habían quedado hermosos lugares como el Hotel de Villavicencio, la ciudad de Uspallata, Puente del Inca y los caracoles chilenos. Atrás también habían quedado importantes lugares históricos del épico cruce del Ejército de los Andes como la Cruz de Paramillo, donde se dividieron las diferentes líneas de aquel Ejército; las Bóvedas de Uspallata donde se forjaron los cañones que se utilizarían en combate; o el mismo Puente del Inca donde pararon a descansar, tal cual lo hicimos nosotros en sus aguas termales, las tropas a cargo del General Las Heras.



Antes del cruce por Aguas Negras hicimos el cruce por el Paso de Cristo Redentor (Mendoza).
Luego de pasar la aduana chilena nos esperaban los imponentes caracoles.

    Teníamos también presente algunas dificultades que nos había presentado la naturaleza días anteriores, como los caracoles de Villavicencio o el intenso viento que tuvimos que soportar una vez atravesado el puesto de Gendarmería argentino.

    Disfrutábamos de la compañía de Kris, un belga que estaba realizando una extensa travesía en bicicleta por Perú, Bolivia, Chile y Argentina y que conocimos por casualidad en Las Cuevas, a punto de cruzar a Chile. Fue en Los Andes mientras hablábamos con él -los tres en inglés- sobre una extensa travesía, cuando nos empezó a entusiasmar la idea de cruzar nuevamente la Cordillera, pero esta vez por el Paso de Aguas Negras. El empujón definitivo nos los dio Eric Savard, un chileno aficionado al ciclismo que creó La Casa del Ciclista para darles alojamiento gratuito a todos los ciclistas que andan de paso por Los Andes. Según él, no podíamos dejar de recorrer esa ruta.

    Ya no podíamos esperar. Armamos nuestras alforjas y sin pasar una sola noche en su acogedor albergue nos tomamos un colectivo que nos llevaría a La Serena (Chile). Luego de viajar toda la noche estábamos listos para intentar nuestro segundo cruce a la Cordillera de los Andes. Esta vez, más arriba que las nieves eternas y muy cerca de las nubes.


Hacia la Claridad. La Serena - Vicuña, 1ª etapa

    La Serena es una ciudad turística que se encuentra sobre el Océano Pacífico. Apenas arribados a su terminal de colectivos nos dimos cuenta que estábamos un poco más cansados de lo que suponíamos, producto de haber estado subiendo la montaña durante tres días y fracción y un solo día de ruta cuesta abajo.

    Para colmo, al comenzar a armar nuestro equipaje. Andrés se dio cuenta de que la madera de una de sus alforjas se había roto durante el viaje en colectivo. Sumado a todo esto, no encontrábamos ninguna confitería abierta en la madrugada donde poder desayunar y Emilio, por más que lo intentase, no lograba comunicarse con ningún teléfono brasilero.

    Con este oscuro panorama decidimos que ese día solamente pedalearíamos por la tarde y que utilizaríamos la mañana para ir a una carpintería y arreglar la alforja dañada. Al mediodía nos fuimos a almorzar al mar, tarea que no pudimos concluir por el insoportable viento.

    El momento de partir había llegado. Aquel 7 de enero solamente teníamos que recorrer 70 km por asfalto para llegar a la ciudad de Vicuña, un ascenso de 0 a 750 msnm, tarea que se veía muy simple de antemano. Sin embargo, y debido al cansancio que acarreábamos, no fue tan fácil. El terreno era bastante empinado al comienzo, al salir de la Serena, para luego hacerse más plano y convertirse en un valle muy fértil donde pudimos observar a los campesinos cultivando chauchas y a las vacas pastando bajo el intenso sol estival. Todo este valle goza de su gran fertilidad gracias al riego que le dispensa el hombre por medio de un inmenso dique.

    Ni bien llegados a Vicuña paramos en una verdulería donde comimos todo tipo de frutas frescas y secas y luego nos fuimos a una pensión para pasar por primera vez en nuestro viaje una noche sobre una cama y lejos de nuestra carpa.



Desde La Serena hasta Vicuña, el valle del Río Elqui es muy fértil.

    Vicuña es un pequeño poblado que posee una gran fama gracias a su producción de pisco. El cielo de este lugar es muy apto para la observación de cuerpos celestes, debido a la baja humedad reinante y a la lejanía de ciudades que pudiesen molestar con sus luces. Por ello cuenta con seis observatorios, de los cuales nosotros visitamos uno, el del Cerro Mamalluca, desde donde observamos diversas constelaciones y planetas a través de su telescopio.


Uvas. Vicuña - Balala, 2ª etapa

    Al día siguiente nos despertamos con un fuerte temblor de tierra que, nos sobresaltó, ya que nunca antes habíamos vivido una experiencia semejante. Luego de dar una vuelta por la ciudad y cambiar las cubiertas lisas que utilizamos sobre el pavimento por las de tacos, aptas para andar por tierra, almorzamos y montamos nuestras bicis bajo un sol abrasador.

    Vicuña significaba la última población que veríamos antes de llegar a Rodeo (Argentina). Nuestra idea era llegar a Balala, a 60 km de Vicuña y a 1.500 msnm. Aproximadamente el 70% del recorrido era de asfalto y el 30% restante de ripio. Ya nos sentíamos muy bien y totalmente repuestos del cruce anterior, por lo cual disfrutamos plenamente del recorrido que atravesaba el Valle del Río Elqui.

    La zona es muy árida, diferente al tramo de La Serena a Vicuña, pero es sorprendente como los lugareños se las arreglan para regar y hacer fértil aquello que no es más que un desierto.

    Todo el camino está dominado por viñedos productores de exquisitas uvas de exportación. En un momento ya no soportamos la tentación de probarlas y paramos en un establecimiento donde nos regalaron cuatro racimos de uva blanca sin semilla que pesaban aproximadamente un kilo cada uno. Mientras pedaleábamos y comíamos uva, contemplábamos los viñedos instalados sobre las laderas mismas de las desérticas montañas. Un ejemplo claro de las cosas buenas que puede hacer el tesón del hombre.



Sobre las laderas de las montañas, en pleno desierto, cultivan viñedos que dan uvas de exportación de altísima calidad.

    Llegamos a Balala con los últimos rayos del sol. Si bien el lugar figura en los mapas, no es más que un simple puente muy corto que cruza al río Elqui. Este río de montaña, de unos dos metros de ancho, está siempre presente en el cruce por el Paso de Aguas Negras. Acampamos contra el río y dormimos fuera de la carpa para contemplar las estrellas. Nos sorprendimos con el intenso tránsito nocturno de camionetas, camiones y colectivos que iban o venían desde la mina de cobre más grande del mundo, cercana en la zona.


Hombres en las alturas. Balala - La Laguna, 3ª etapa

    El 9 de enero sería un día clave en el cruce. Así que salimos muy temprano a andar en nuestras bicicletas. El primer problema lo tuvimos al mediodía con una pinchadura de Emilio que nos obligó a detenernos para arreglar su bicicleta y de paso almorzar. El paisaje era siempre desértico, con el camino lleno de piedras y la agradable compañía del río Elqui, que nos seguía proveyendo de agua potable.

    En la Aduana chilena arrojamos nuestros desperdicios. Paulatinamente, y sin darnos cuenta, la altura estaba haciendo mella en nosotros. A los 3.000 msnm encontramos una casa de chapa con un chico cuidando unas cabras. Sin poder salir de nuestro asombro, paramos para tomar una fotografía. Andrés le preguntó si tenían leche o queso de cabra para vender. Como respuesta nos hizo entrar en la casa y nos presentó a sus padres que estaban haciendo unos exquisitos quesos de cabra. Cada kilo de estos quesos se hace con 6 litros de leche, mientras que para hacer la misma cantidad de queso vacuno se requieren 10 litros de leche de vaca.



A 3.000 msnm viven durante el verano en una casa de chapa unos pastores de cabras que se dedican a hacer quesos.

    La parada fue muy larga, aproximadamente 30 minutos. Parecía que no queríamos volver a pedalear. El quesero nos contó que vivían en ese lugar solamente de noviembre a mayo, buscando pastos verdes para las cabras. ¿Dónde están esos pastos?, nos preguntábamos. Si para él ese desierto era fértil, que diría si conociese la pampa húmeda argentina, donde vive Andrés, o la región de Porto Alegre (Brasil), donde vive Emilio. En un momento el señor nos dijo que podía nevar por la noche. Andrés le preguntó incrédulo:

- ¿Nevar en verano?

- Verano es abajo. En Vicuña, acá siempre es invierno -contestó el hombre.

Durante los dos días siguientes comprenderíamos esas palabras…

    Finalmente salimos, intentando llegar a la laguna, donde teníamos pensado acampar. Estábamos a unos 7 km. distancia que se harían interminables. A 3.300 msnm encontramos otra casa de chapa con unos chicos y unas cabras pastando. No podíamos creer que viva gente en esas condiciones en plena cordillera. Nuevamente paramos y cada vez se nos hacía más difícil arrancar. Llegamos a la laguna sufriendo y sin darnos cuenta que estábamos tan alto. La bordeamos y nos encontramos, mientras se ponía el sol, con un arriero a caballo de unos 50 ó 55 años de edad. Nos invitó a que siguiéramos un poco más y acampáramos en la casa de su hija, donde podíamos comprar pan casero. Este arriero fue la persona que nos dio los datos más precisos, además del belga Kris, quien había realizado este cruce con su bici, sobre las distancias, condiciones del camino y características de la región.

Andrés le preguntó si más adelante vivía gente.

- ¿Quién va a vivir allá arriba, si es puro desierto? Nadie puede soportar ese clima.



A 3.300 msnm nos encontramos a esta familia que vivía en una casa de chapa y que se dedicaba a la cría de cabras.

Al día siguiente comenzaríamos a darle la razón.



El río Elqui nos acompañó en la mayoría del recorrido del lado chileno brindándonos agua fresca y pura.

    Luego de recorrer 7 km desde la casa del quesero en unas dos horas, tiempo que refleja nuestro agotamiento por la altura, acampamos sobre el río, lejos de la ladera de la montaña, temiendo que se cayese alguna piedra sobre nosotros mientras dormíamos. Estábamos a 3.400 msnm. Emilio volvió a pasar la noche fuera de la carpa para observar las estrellas.


Los límites. La laguna - comienzo de los caracoles, 4ª etapa

    Dormimos muy bien. La mañana era muy fría hasta el momento que el sol nos acarició con sus rayos. Luego de nuestro habitual desayuno compuesto por leche, chocolate, azúcar, cereales, galletitas, dulce y miel, montamos nuestras bicis y salimos decididos a emprender otra de las etapas más difíciles del cruce a la Cordillera de los Andes.



A los 4.000 msnm Andrés se apunó y tuvimos que acampar.

    Si bien durante toda la travesía Andrés demostró estar en mejores condiciones físicas que Emilio, ese día se movía lento, con cierta dificultad. Emilio, en cambio, marchaba con normalidad. Luego de recorrer unos 12 km a baja velocidad debido a la dureza del terreno y la altura, Andrés, que venía sufriendo bastante, se sintió bien instantáneamente y comenzó a pedalear velozmente. Casi sin darse cuenta le sacó 1 km de ventaja a Emilio en tan solo 3 km de ascenso. Paró y lo esperó.



Ascenso de los últimos 20 km de longitud y 800 metros de desnivel para llegar al límite (en la foto se ve a Andrés).

    Cargamos agua y continuamos nuestra marcha. Pero Andrés nuevamente se puso mal. No podía seguir a Emilio y se veía obligado a parar, caminar, pedalear un poco y finalmente parar al costado de la ruta para descansar durante una hora, luego de haber recorrido solamente 22 km.

    Estábamos a 4.000 msnm, a unos 20 km del límite Chile -Argentina, a punto de separarnos del río Elqui y en pleno desierto. Las palabras del quesero y del arriero empezaban a resonar en nuestros oídos. Lo que quedaba por recorrer era lo más duro: los caracoles finales que suben 700 m en 20 km.

    Nos dimos cuenta que habíamos ascendido demasiado el día anterior: 1.900 metros en un solo día y en 62 km de recorrido. Andrés seguía sintiéndose mal. Emilio estaba mucho mejor, tal vez debido a tener la experiencia de haber hecho cumbre en el Aconcagua (6.959 msnm). Decidimos acampar y almorzar. Pasamos toda la tarde junto al río hablando sobre la travesía y las experiencias de Emilio en el Aconcagua.



A 4.700 msnm. nos sorprendió esta primera pared de hielo.

    Ambos nos movíamos lentamente. Todo lo que hacíamos lo realizábamos despacio. Cenamos temprano y apenas se fue el sol comenzó a hacer mucho frío. Intuyendo que soplaría mucho viento, atamos los vientos de la carpa a rocas pesadas, y pusimos piedras sobre las alforjas y las bicicletas.

    Fue en esta etapa donde más se vio reflejada la importancia del trabajo en equipo. Sin la ayuda de Emilio, que cocinó y armó la carpa solo, Andrés se la hubiese visto bastante mal. Esta etapa también nos sirvió para darnos cuenta de los límites que impone la naturaleza y la importancia de saber respetarla. A veces, ir un poco más allá de las posibilidades individuales puede ser fatal.


A través de la cima. Comienzo de los caracoles - Rodeo. 5ª etapa

    No salimos de la carpa hasta que el sol calentó nuestro campamento. Ninguno de los dos quería sufrir de más. Al abrir la carpa y tomar las caramañolas y botellas de 2 litros que habíamos dejado cargadas con agua, comprobamos que estaban congeladas. También lo estaban las piedras a los costados del río. Las palabras del quesero volvieron a cobrar importancia:

-Verano es abajo, acá siempre es invierno.

    Desayunamos, desarmamos la carpa y preparamos nuestras bicis, rutina que en total nos insumía una hora y media diaria. Decidimos tomar un Migral antes de pedalear para tratar de evitar que nos doliese la cabeza por la altura y pusimos té en dos de las cuatro caramañolas. Habíamos acordado que si Andrés seguía mal, se subiría a alguna camioneta que pasase para llegar hasta el límite y bajaría por sus propios medios. Estaba claro que a menor altura no iba a tener problemas de ningún tipo.

    En el lugar que acampamos se abrían dos caminos hacia la cumbre: uno de 7 km en línea recta que se permite usar sólo para descender desde el límite (mano única) y otro de 20 km de caracoles y por el cual se puede tanto ascender como descender. Tomamos por supuesto el camino más largo pero menos empinado.

    Los dos íbamos bien, no nos apurábamos innecesariamente, ya que no queríamos dar ningún paso en falso. Andrés parecía recuperado pero se encontraba muy cauteloso, respetando mucho a la naturaleza. Los caracoles eran de tramos largos, hasta de 1.000 metros de longitud.

    A un costado del camino se veía un profundo precipicio. Parecía que estábamos en la cima de la montaña, pero el camino siempre ascendía un poco más. Era un ascenso sin fin.



Llegamos al límite argentino - chileno. Dejábamos Chile para entrar a terreno argentino.

    El día anterior, desde nuestro campamento, hablamos creído ver muy cerca las nieves eternas, pero es sabido que las distancias pueden resultar engañosas en la montaña. De repente, en pleno ascenso, nos sorprendimos con la ladera cubierta de hielo a nuestro lado. Paramos, tomamos una foto y cargamos agua de deshielo. Un señor chileno, al vernos, detuvo su camioneta, extrañado. Nos contó que cruza muy seguido por el Paso de Aguas Negras, pero que nunca antes había visto ciclistas. Súbitamente empezó a jadear mientras nos hablaba cómodamente sentado. Eso nos sirvió para confirmar cuán alto estábamos.



Al entrar a terreno argentino, nos encontramos con estos increíbles penitentes de cientos de metros de extensión.

    Luego de sacarnos una foto y convidarnos una gaseosa que pareció explotar al abrirla, cada cual continuó su viaje. Apenas un poco más y llegamos a la cima. Los carteles "República de Chile" por un lado y "República Argentina" por el otro lo certificaban. El GPS midió 4.800 msnm, lo cual permite asegurar que cruzamos por uno de los pasos más alto de la Cordillera de los Andes y a la altura del techo de Europa (Mont Blanc). Nos abrigamos para protegernos del fuerte viento y comenzamos el descenso.

    Si el paisaje chileno era fabuloso, el argentino era aún más impresionante. Si nos sorprendimos por ver una ladera cubierta con hielo, qué menos podíamos hacer ahora al pasar por numerosos penitentes de hielo a los costados del camino.

    Es difícil de explicar con palabras la alegría que se tiene al conseguir lo que uno anhela. Habíamos estado cuatro días ascendiendo la montaña y sufriendo por momentos la dureza de la naturaleza. Era hora de descender y de contemplar los paisajes. Para nosotros este cruce pagaba el viaje. No podíamos pedir más.



Foto del descenso del lado argentino. Se observan numerosos penitentes en un terreno desierto.

    En el Puesto de Gendarmería de Guardia Vieja los gendarmes nos convidaron un té que aceptamos gustosos. Luego continuamos hasta Rodeo (1.600 msnm) completando 126 km de recorrido en el día. Nos alojamos en una pensión y cenamos una parrillada para festejar lo logrado y olvidarnos de los fideos, el arroz y la polenta, al menos por una noche.


San Juan. Rodeo - San José de Jáchal, 6ª etapa

    Rodeo es una pequeña ciudad en la cual no pasamos desapercibidos debido a nuestras bicis completamente cargadas. Recorrimos la ciudad por la mañana y al mediodía nos fuimos hacia San José de Jáchal. En total 42 km por asfalto durante los cuales disfrutamos el paisaje sanjuanino.

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revista digital · Año 9 · N° 59 | Buenos Aires, Abril 2003  
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