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Niveles de ansiedad-estrés en el deporte competitivo
frente a un grupo control de sujetos sedentarios
Juan Sánchez García

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 54 - Noviembre de 2002

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    Los participantes en la competición desayunaron de forma habitual a las 8:00 a.m. en Granada, manifestando no tomar productos ergogénicos o estimulantes. 30 minutos antes de la prueba, realizaron un calentamiento suave que consistió en 15 minutos de carrera continua y 5 minutos de estiramientos, completando el tiempo con cambios de ropa, zapatillas, etc.


4. Tratamiento estadístico

    Se ha utilizando el paquete informático SPSS.

    El contraste de medidas, entre los grupos analizados, se ha efectuado mediante el test de Kruskal Wallis, para las comparaciones basales entre ambos grupos (P1).

    La comparación de medias entre los resultados del grupo experimental, (basal, pre y postcompetición) se ha realizado mediante el test de Wilcoxon para muestras pareadas, considerando sistemáticamente las situaciones basal-precompetición (P2), y precompetición-postcompetición (P3) y basal-postcompetición (P4), donde la “p” nos indica el índice de significación.

    Hemos considerado como límite de significación el valor de la probabilidad p < = 0,05 ( en cuyo caso las barras de los gráficos aparecen conectadas con línea continua). En las ocasiones en que el valor de “p” se encuentra entre 0,05 y 0,1 se indica como indicios de significación estadística.


Resultados

    La tabla 1 muestra los distintos valores de ansiedad-rasgo (figura 1) y de ansiedad-estado: basal, precompetición y poscompetición (figura 2).

Tabla 1. Niveles de ansiedad estado-rasgo


    En la tabla 1 se muestran los niveles de ansiedad-estado basal, pre y postcompetición, y la ansiedad-rasgo. Así como la media, error estándar de la media y el índice de significación entre muestras basales (P1), basal-pre (P2), pre-pos (P3) y basal-pos (P4).


Figura 1. Nivel de ansiedad rasgo (A/R)


Figura 2. Niveles de ansiedad estado (A/E)


Discusión

    En el deporte, la intensidad adecuada de ansiedad es útil, no sólo como motivación sino porque facilita la movilización de los recursos fisiológicos necesarios para una ejecución máxima.

    La ansiedad en actividades deportivas es particularmente amplia, por el hecho de que aquí como en ninguna otra situación, el deportista posee un antecedente considerable de carga física y neuropsíquica en las sesiones de entrenamiento y competiciones. Está constantemente sometido a la actuación de las más variadas influencias interpersonales y microambientales. El deportista que lleve tras de sí gran número de competiciones o años de experiencia suele sufrir un proceso natural de adaptación a la ansiedad, pudiendo llegar a niveles óptimos (Devís, 1985).

    Las situaciones de estrés-ansiedad van a activar el eje H.H.S. con repercusiones en toda la fisiología del organismo (como la elevación de ACTH), afectan al sistema inmunitario, perfil hemodinámico (elevación de la presión arterial) y tienen relación con las denominadas enfermedades psicosomáticas e infecciosas.

    La secreción hormonal durante el estrés parece actuar sobre la enfermedad cardiaca coronaria de diferentes formas: incrementando la tendencia de coagulación de la sangre y elevando los niveles de ácidos grasos libres y triglicéridos.

    Las tensiones, y en especial, las agudas, pueden liberar hormonas y transmisores capaces de modificar el inicio, crecimiento y dispersión de ciertas células tumorales, disminuyendo la respuesta defensiva inmunológica (Davidoff, 1989).

    En el campo del atletismo, Kroll (1979) sugería que un nivel de ansiedad bajo era prerequisito para tener éxito, y que un nivel alto iba en detrimento del rendimiento. Abogaba por un ejercicio rítmico de 5 a 30 minutos y de un 30 %-60 % de intensidad.

    Un programa de entrenamiento aeróbico moderado con adultos sedentarios tiene efectos más importantes en la disminución del estrés, depresión, ansiedad y aumento de la habilidad percibida que otro programa de estiramientos (Steptoe y col., 1989).

    En nuestro estudio hemos utilizado un cuestionario de ansiedad general como es el STAI de Spielberger, valorando la ansiedad rasgo y la ansiedad estado tanto en condiciones de reposo para los grupos experimental y control, como en las situaciones antes y después de la competición para el experimental.

    Nuestros resultados (tabla 7) muestran características similares en ambos grupos para la ansiedad-rasgo (p=0,26), aunque la media da un valor superior de ansiedad en los atletas que en los sedentarios (19,35 y 16,12 puntos respectivamente). Igual ocurre en reposo con la ansiedad-estado donde no hay diferencias significativas (p=0,42) aunque la media es superior en los atletas (14,91 por 12,25 puntos).

    En cuanto a los niveles de ansiedad antes de la competición, éstos aumentan (de 14,91 a 18,10 puntos) aunque no significativamente (p=0,48). El hecho de que no se eleve significativamente puede ser debido a la percepción que los atletas tienen del ejercicio venidero, es decir, perciben una escasa intensidad, como ya demostraron O' Connor y col.(1991) y el estrés no se dispara. Aunque también tendríamos que tener en cuenta el interés particular de cada atleta en esta prueba y su grado de implicación.

    Después de la carrera hay un descenso de los niveles de ansiedad (p=0,012 en pre-post). Estos datos no estarían en concordancia con Wankel (1993) y Hull y Michael (1995) que concluyeron que la ansiedad disminuía sólo cuando la actividad era de disfrute y sin competiciones interpersonales, cuestión que no ocurre aquí.

    Muchos autores refieren que el ejercicio aeróbico suave de 5 a 30 minutos, y al 30-60 % de intensidad disminuye la ansiedad (Calfas y Taylor, 1994; Brassington y Hicks, 1995).

    Otras veces, se han comparado dos formas de ejercicio, aeróbico y anaeróbico, sin cambios significativos en la reducción de la ansiedad (Martinsen y col. 1989). Berger y Owen (1992) concluyeron que el ejercicio no necesitaba ser aeróbico para tener un humor acrecentado. Aconsejaban evitar los ejercicios de alta intensidad porque la fatiga podía negar los beneficios psicológicos del ejercicio.

    Brassington y Hicks (1995) encontraron que el trabajo aeróbico mejoró el estado de ansiedad y la calidad del sueño en personas de 60 a 82 años de edad.

    Los efectos de un trabajo aeróbico y otro de entrenamiento mental afectan a diferentes componentes de la respuesta de estrés, pero en ambos casos beneficiosos (Senkforr y Williams, 1995).

    Sin embargo, para Scipiao (1992) los deportistas entrenados anaeróbicamente presentaron los niveles de ansiedad-rasgo más bajos en la escala STAI (28.00) en comparación con los sedentarios (36.50), y que en determinados momentos manejaban mejor el estrés y se recuperaban de él, que los entrenados aeróbicamente.

    Márquez (1992) planteó que en los deportes individuales hay una predominancia de un elevado componente emocional de ansiedad y menos del cognitivo, en comparación con los deportes colectivos.

    Stephens (1988) relacionó una mayor cantidad de actividad física con una mejor salud mental (humor positivo, bienestar), con menor ansiedad en personas activas. La relación actividad física-salud mental fue más fuerte en el grupo de más de 40 años de edad que en los más jóvenes.

    Sothmann y col. (1995) basándose en una serie de estudios previos que relacionaban tener una alta adiposidad con el síndrome hipoestrés, no encontró dicha relación, revelando que el estrés se manifestaba de forma multidimensional.

    También existe una relación entre los niveles de estrés y las lesiones (Williams y col., 1991).

    Albinson (1992) encontró que la mayoría de las fuentes de tensión o estrés provenían del entorno extradeportivo ( 63 %) y que las estrategias deberían ir encaminadas a un trabajo psicológico centrado más en la atención.


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