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Olimpíadas y mundialización:
el futuro del olimpismo

   
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte
Master en A.R.D. por el Comité Olímpico Español
Profesor de Educación Física en el l’IES d’ARAN
 
 
Manel Serrabona i Mas
mserrabona@navegalia.com
(España)
 

 

 

 

 
    Desde sus orígenes las Olimpiadas y su filosofía, el Olimpismo, han sido reflejo de la sociedad. La globalización ha producido una serie de cambios sociales observables, entre los cuáles constatamos la homogeneización de culturas (mundialización). Este artículo pretende exponer como pueden afectar todos estos vertiginosos cambios sociales, económicos y culturales en el Olimpismo.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 53 - Octubre de 2002

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Introducción

    Nos ubicamos en una época en que los medios de comunicación han adquirido un poder descomunal. Se nos permite saber lo que pasa a miles de kilómetros del lugar en que uno se encuentra con una rapidez nunca vista anteriormente. En este sentido, las culturas occidentales y orientales se están acercando cada vez más y, en esta aproximación podemos llegar a advertir múltiples coincidencias. Sin duda el concepto de mundialización empieza a tejer su propio vestido.

    Ante la presumible adversidad que ha supuesto el anhelado paradigma tecnológico, el hombre occidental ha decidido refugiarse en sí mismo. Sin embargo, la sociedad sigue creyendo en dicho paradigma. Mientras tanto, la cultura oriental que propugna un proceso de interrelación entre el hombre y las fuerzas que giran alrededor de la Naturaleza, se introduce y expande dentro de lo occidental asumiendo a su vez valores de éste. Como resultado, observamos un importante proceso de interacción en el que tienen mucho que ver los modernos medios de comunicación y de transporte. Es uno de los muchos efectos que produce la mundialización.

    Por otro lado, la necesidad de los dirigentes políticos de acercarse al pueblo les hace proclamar y resaltar valores esencialmente humanos, para luego entrar en una clara hipocresía al verse limitados por multitud de condicionantes socioeconómicos.

    Dadas las actuales circunstancias se presenta la ocasión de describir una percepción globalista de la realidad, que se basa en el concepto postmoderno, o quizás orientalista, de la ambivalencia. Así, en el deporte podemos observar como algunos autores promulgan la idea de que el deporte espectáculo se ha distanciado tanto del deporte práctica que ya no tiene nada que ver con él.

    Tal como dice Lucas, J. (1994) nunca hay que perder la perspectiva histórica, sino corremos el riesgo de que los hechos los juzguemos e interpretemos desde nuestra propia época. Ahora todo es diferente, los tiempos han cambiado. El hombre, y su concepción del mundo, han cambiado. La práctica física, en general, y el deporte, en particular, tampoco han sido ajenos a ésto.

    La paradoja y/o contradicción reside en que el hombre actual pretende volver a la Naturaleza, a la tradición. Vuelve con un amplio bagaje, habiendo pasado anteriormente por la tecnología y dejando una parte de él mismo en el camino.

    Dentro de esta ambivalencia en la que parece que se mueve todo el mundo debemos buscar el equilibrio que existe en todo concepto. Si entendemos a las Olimpiadas como un subsistema de la sociedad en que nos ha tocado vivir, podemos llegar a comprender muchas de las cosas que nos depara el futuro. Los JJOO viven y juegan en esa ambivalencia que parece propia del siglo XXI, (deporte espectáculo versus deporte práctica), pero que ha estado presente durante toda la historia de la humanidad.


Sobre la postmodernidad, el cuerpo y el tiempo libre

    El siglo XX ha soportado los más rápidos y amplios cambios de toda la historia de la humanidad a nivel social, político, económico, cultural... El hombre ha tenido que modificar sus valores, su mentalidad, sus paradigmas, su concepción del mundo. El avance de la tecnología ha invadido todos los órdenes de la vida.

    Hemos pasado de tener una base cultural sólida en donde todo estaba entrelazado, a vernos sometidos a unas normas culturales incipientes que se han desvelado como inseguras.

    Lo cierto es que se ha producido un cambio de conciencia. El cuerpo ha dejado de convertirse en el instrumento que se utiliza exclusivamente para trabajar. El cuerpo se ha subordinado a la máquina. En estas circunstancias lo que va a dar un sentido humano a la vida cotidiana postmoderna es el modernismo cultural, ligado al crecimiento económico y tecnológico. La religión y la moralidad son sustituidas por una justificación estética de la vida.

    La cultura de masas, que impera en estos momentos en el Occidente, se caracteriza por una ética hedonista. Es homogeneizadora ya que tiende a la unificación de conductas y gustos con objeto de propiciar una difusión universal de sus productos materiales y culturales. Sin embargo, sus valores, como sus productos no tienen constancia. La cultura de masas incide en lo privado de la persona, es narcisista e individualizada, y se enmarca en la ética del ocio. De hecho, es una cultura que permite que los privilegios de unos pocos se extiendan a una gran parte de la población.

    Mientras un futuro incierto se construye, el consumo prosigue y llega a su apoteosis. Es un consumo que se alimenta por la imagen a través de los medios de comunicación y del tiempo de ocio. Dentro de este sistema aquel cuerpo, que en el pasado estaba infravalorado, pasa a ser el objeto que la mirada de los demás juzgan, la encarnación de los valores narcisistas.

    El protagonismo del cuerpo en la sociedad actual se debe fundamentalmente a factores tales como el propio consumo y la incertidumbre de valores en la que nos movemos. De hecho, el cuerpo se ha convertido en objeto de culto y de consumo. El mayor tiempo de ocio y el hedonismo social que ha emergido en la sociedad lleva como consecuencia la necesaria relación entre cuerpo y tecnología a partir de los artículos deportivos que existen en el mercado. Así, el cuerpo y el campo deportivo pasan a ser un verdadero objeto de consumo. Aparte, debemos añadir los importantes intereses políticos y económicos que han visto los diferentes Estados en el culto al cuerpo.

    El cuerpo ha tomado un papel muy relevante dentro de nuestra cultura. Se exhibe en todos los campos, en la publicidad, en el espectáculo, en el arte... El culto al cuerpo ha cobrado un significado cultural muy especial en nuestra sociedad y esto propicia que el incremento de practicantes de actividad físico-deportiva no deje de ascender.

    El hombre consumidor de principios del siglo XXI tiene mayores perspectivas para disponer de mayor tiempo libre. A ese culto al cuerpo al que antes hacíamos mención se le ha unido un afán por volver al medio natural. Como consecuencia, en la sociedad postmoderna han emergido unas nuevas prácticas que están más encaminadas hacia el ámbito natural. El hombre de la calle, el hombre urbano, vuelve a sus orígenes (cuerpo y naturaleza), pero con otros valores y con la tecnología a cuestas.

    En este sentido, existe otra gran contradicción ya que los medios de comunicación ofertan otras prácticas, que son las deportivas, realizadas por auténticos hombres-máquina los cuales luchan de forma inhumana contra el cronómetro para arañarle una décima de segundo. Lo curioso del tema es que posiblemente el deporte espectáculo al que ellos representan vaya muy acorde con el gusto visual de nuestros días, con la cultura de la imagen. El hombre que quiere ir a la naturaleza, que no está dispuesto a sacrificarse más tras estar todo su tiempo en el trabajo, no realiza estas prácticas pero si gusta de verlas. Por ello, el deporte espectáculo podría llegar a modificarse en favor de las nuevas prácticas físicas emergentes puesto que valores y actitudes tales como sacrificio, esfuerzo, constancia, perseverancia,... no van muy acorde con lo que busca el hombre postmoderno en la realización de la práctica física. Estos valores y actitudes han cambiado por el narcisismo, el hedonismo, la introspección... En definitiva, valores y actitudes que se encuadran dentro de la cultura oriental, pero que se pueden entender dentro de la sociedad occidental como complementarios y enriquecedores.


La deportivización y el espectáculo olímpico

    El contexto sociocultural parece haber entrado en un periodo de cambio, el sacrificio versus el hedonismo. El deporte en toda su vasta complejidad no tiene su sitio definido y consecuencia de ello es que los JJOO, la obra cumbre del deporte, tampoco tiene claro su lugar en la sociedad, a no ser que se les considere como una serie de actos publicitarios, como una auténtica reconversión hacia el espectáculo.

    La actividad física siempre ha sido transmisora de cultura, siendo un fiel reflejo de la sociedad. Por eso, decimos que actualmente el deporte es una herramienta de mercado. Las empresas se han aprovechado de los valores del deporte haciéndose participes de ellos para llegar al consumidor. Los JJOO se han resentido de ello y, evidentemente han tenido que entrar en esta dinámica para subsistir. Tal como dice Heikklala, J. (1993) “El deporte de alto nivel, que es representado en los JJOO, se caracteriza por un sistema de valores orientados hacia el éxito y la rentabilidad económica. Los principios morales del atleta han sido substituidos por unos comportamientos más interesados. En realidad estos tipos de comportamientos se podrían justificar por la lógica de la competición”.


Problemas dentro de los JJOO. La hipocresía olímpica

    Los Juegos Olímpicos han estado inmersos en múltiples problemas desde su concepción en 1894. El COI ha estado sometido a innumerables presiones que han surgido como resultado del fenomenal crecimiento del deporte, de la cultura y de la economía. Las Olimpiadas de hoy reflejan las dimensiones en que se mueve la vida moderna.

    Los Juegos Olímpicos se encuentran bajo la inevitable influencia de factores políticos, económicos, sociales e ideológicos de un mundo diversificado y en perpetua mutación. Los problemas de los Juegos Olímpicos son los propios del deporte de alta competición, que no deja de ser la viva imagen de la sociedad actual: violencia, doping, explotación comercial, gigantismo, fanatismo, politización...

    Las soluciones a estos problemas no son una cuestión específica, sino global; en absoluto se pueden entender estas dificultades aisladamente. Todas las instituciones están implicadas dado que las posibles controversias son un fenómeno social.


Valoraciones y algunas conclusiones

    Los JJOO deben renovar su filosofía y, quien sabe si en un futuro también parte de su contenido. El significado y la función para la cual idealmente fueron creados deben adaptarse a los tiempos. Desde un principio, las Olimpiadas implicaban todos los nobles aspectos del ser humano, todo aquello a lo que podía y debía aspirar el hombre y la sociedad. Ésto es lo que se nos ha transmitido y ésto es lo que nos viene a la mente cuando hablamos del Movimiento Olímpico, pero la realidad es muy diferente.

    Los JJOO han sufrido un proceso de transformación conforme avanzaba el siglo XX, debido a una serie de vicisitudes que contextualizan este periodo, el más dinámico de toda la historia de la humanidad. Los Juegos Olímpicos de la modernidad han pasado de ser unas celebraciones de ámbito restringido a Europa y Norteamérica, con una participación eminentemente aristocrática y burguesa, a unas celebraciones multitudinarias, multiplicadas por el efecto de los medios de comunicación social, especialmente la televisión e internet.

    De las diferencias entre el ideal que se ha transmitido y la realidad que son los JJOO han surgido los auténticos conflictos, llevando a hablar de hipocresía olímpica. Estos conflictos nacieron con el Olimpismo y hoy en día se agrandan a medida que se agranda el mundo. Los JJOO no dejan de ser la representación de lo que el mundo vive.

    A partir de las Olimpiadas de los Ángeles la concepción consumista, un nuevo tipo de consumo visual patentado por las grandes marcas multinacionales, trastocó todo el significado del Movimiento Olímpico. Este hecho quedó refrendado en Atlanta-96, sede principal de la empresa Coca-cola.

    Después de la grave crisis que los JJOO tuvieron a principios de los años 80 (Moscú), el Comité Olímpico Internacional optó por tomar el camino de la cultura del consumo, la cultura de la imagen, donde impera lo que vende, la unión de lo tecnológico con lo deportivo. En este sistema en el que nos encontramos, en esta cultura de masas, está claro que los JJOO deben escoger en su programa aquellos deportes que atraen y entretienen.

    Los JJOO postmodernos provienen de la cultura de la imagen. El ámbito cultural ha tenido una importancia extraordinaria. La recuperación del cuerpo, aspecto que caracteriza la postmodernidad, ha permitido en su momento una reludificación social en la cual los JJOO han tenido mucho que ver. Sin embargo, las dos vertientes del deporte que a menudo se promulgan como deporte práctica y deporte espectáculo se distancian cada vez más. El Olimpismo se vislumbra como la obra cumbre del deporte espectáculo. Mientras tanto, la sociedad empieza a efectuar otro tipo de actividades dirigidas a la comprensión del propio hombre y de la Naturaleza, y que están más acordes con la forma del deporte práctica.

    La Olimpiada debe adaptarse a su contexto. Por tanto, las Olimpiadas para subsistir deben seguir el mismo camino de la sociedad donde se encuentran. Para que puedan sobrevivir y evolucionar las Olimpiadas deben ser regidas, como en Barcelona, Atlanta o Sydney; por las multinacionales y entes privados, que solamente buscan un interés económico. Debe seguir potenciándose el deporte espectáculo, en donde el superatleta maquinizado se aleja cada vez más del hombre. Pero entonces llamémosles Juegos Industriales, Juegos Tecnológicos,... cambiémosles el significado y no caigamos en una clara hipocresía. El contrasentido reside en que a pesar de este alejamiento del hombre, el deporte espectáculo fomenta el deporte práctica.

    Los JJOO se han desarrollado cumpliendo una misión muy importante: fomentar el deporte práctica, promover el valor educacional del movimiento y exaltar el concepto del cuerpo.

    Hoy por hoy, y con las Olimpiadas en manos de las multinacionales entramos en una clara mentira dentro del contexto olímpico. Se quiere propugnar una imagen de los JJOO, a través de los medios de comunicación, que no es real. Se quiere ofrecer aquel fin último, aquel deseo que todo ser humano posee dentro de sí mismo y que anhela alcanzar algún día a partir de un producto de consumo que adquiere la imagen de lo que los antiguos griegos y Coubertin propugnaban. Así, las grandes multinacionales, deseosas de poder y dinero, pueden llegar fácilmente al hombre ofreciendo conceptos tan nobles como la paz universal, el amor, la amistad, la belleza, el honor, la honradez... Todo es una cuestión de forma, ya que en el fondo lo único que se busca es llegar al corazón humano para que se compre esa colonia, ese vídeo, esa bebida... que le hará llegar a la imagen del superatleta que representa la marca.

    Corremos el riesgo de que nuestra imagen, nuestros valores de referencia se difuminen. El deporte práctica necesita al deporte espectáculo y viceversa, cada uno adquiere su función, y si uno llega a desaparecer el otro no puede evolucionar. El deporte espectáculo no tiene porque significar todos los valores contaminadores a los que se hace referencia cuando hablamos de él, es una cuestión de equilibrio. Los JJOO deben jugar en esa ambivalencia que es el sino de nuestros días. La Olimpiada es la obra cumbre del deporte espectáculo y como tal debe organizarse y funcionar.

    No hemos de olvidar que la competición olímpica es una expresión de lo que el mundo es, de como está estructurado y como funciona. Los conflictos que se dan en los Juegos no son intrusiones sino que son inherentes a ellos porque se encuentran en nuestra sociedad. Cuando hablamos de solucionar los problemas existentes en el Movimiento Olímpico, estamos hablando de solucionar los problemas de la sociedad.

    Encontrar el equilibrio en el presente es la llave del futuro de los JJOO. En cualquier caso, será interesante observar como evolucionan los Juegos Olímpicos de Pekín-2008 y como afectan al país más poblado del mundo.


Bibliografía

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  • WILHELM, R. (1989): I Ching. El Libro de las Mutaciones. Ed. Edhasa. Barcelona.


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