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La educación deportiva en las personas de mayor edad

   
Profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte de Toledo
Universidad de Castilla la Mancha
(España)
 
 
Luis Javier Portillo Yábar
ljportil@dep-to.uclm.es
 

 

 

 

 
Resumen
    Desde las últimas décadas del siglo XX la sociedad occidental se ha caracterizado por una mayor dinamicidad y complejidad en su evolución. Uno de los cambios más característicos de la época tecnológica ha sido la inversión de la pirámide de edad. En las próximas décadas, el estrato de población más amplio será el de las personas de mayor edad; etapa vital que se caracteriza por la aparición de ciertas dolencias que abarcan tanto al ámbito físico como el psicológico. Por ello, desde el ámbito de la actividad física y el deporte parece importante establecer puntos de reflexión sobre la importancia de la congruencia del binomio jubilación-habito deportivo como espacio en el que el ser humano puede no sólo aliviar sino satisfacer las demandas del cuerpo y de la mente.
    Palabras clave: Personas de mayor edad. Hábito deportivo. Reflexión
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 50 - Julio de 2002

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1. Introducción

    Tradicionalmente la organización social del ser humano se caracterizaba ser uniforme e invariable. La sociedad se ha estructurado hasta épocas recientes únicamente alrededor del núcleo familiar, y, las diferentes generaciones que surgían dentro de éste se ocupaban unas de otras.

    El periodo vital de la ancianidad era observado si cabe, con mayor respeto por las generaciones más jóvenes. Las personas mayores tenían suficientes funciones (cuidado de niños, transmisión cultural, toma de decisiones del desarrollo laboral familiar,…), como para sentirse elementos significativos, válidos y activos en su contexto social.

    No es hasta la llegada de la sociedad industrial cuando aparece la división entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, comenzando así a variar las funciones de la vejez.

    El aumento de la esperanza de vida y el derecho a una jubilación remunerada han sido dos factores que han propiciado un cambio sustancial en la visión de la vetustez. Actualmente, tenemos una generación de sexagenarios, incluso más jóvenes, que de la noche a la mañana deben cambiar radicalmente parte de sus costumbres. Mientras trabajaban una parte significativa del día la tenían ocupada, pero con la llegada de la jubilación ese espacio vacío se debe llenar de contenido. Además, la generación española de la posguerra nunca fue educada en el ocio, más bien al contrario, ya que el principio fundamental que ha regido sus vidas ha sido el binomio trabajo-ahorro. Esta situación provoca auténticos problemas de adaptación en unas edades en la que los cambios son más difíciles de asimilar.

    Una de las estrellas de la oferta socio-cultural que las instituciones públicas ofrecen a los ancianos todos los años es la práctica de actividades físico-deportivas. El presente artículo pretende ser un punto de reflexión sobre lo que supone envejecer y cómo la actividad físico deportiva puede ser el báculo sobre el que se apoyen las personas de mayor edad para lograr un estado un estado físico y espiritual más satisfactorio.


2. ¿Qué es envejecer?

    La percepción social de la tercera edad ha sido diferente a lo largo de los tiempos. Aún hoy, si se preguntara a la gente, seguro que cada persona daría una visión del asunto bajo el enfoque de su propia experiencia.

    Muchas personas asocian el proceso de envejecer a una fase vital en la que progresivamente el individuo pasa de la plenitud física, social y mental a la más absoluta decrepitud. Sin embargo, en las últimas décadas esa imagen negativa de las personas de avanzada edad ha ido desapareciendo, gracias a que un porcentaje significativo de nuestros mayores se ha negado a asumir el papel de entes pasivos a los que no les queda otra cosa que hacer que esperar el día de su defunción.

    Es cierto que las personas mayores no forman un grupo homogéneo y que dependiendo de variables como la salud, el estatus económico, elementos étnico-culturales, características psicológicas, etc., las posibilidades de adaptación al periodo de la jubilación difieren en gran medida.

    Suele ser común que tras años de duro trabajo las personas esperen la jubilación con verdadero deseo. Es más, en muchas ocasiones, la persona mayor expresa la liberación que supondrá la falta de obligaciones profesionales y alardea de los muchos proyectos que tiene en mente ante el paso a una nueva situación laboral. No obstante, la realidad suele ser muy diferente, ya que esta nueva etapa se caracteriza por algunas pérdidas importantes como: disminución de ingresos económicos, perdida del rol laboral, menor relación con los amigos del trabajo, aumento progresivo de la incapacidad, perdida de seres queridos, etc..Todas estas circunstancias, hacen que el sujeto vea la última etapa de su vida con la incertidumbre de cómo afrontar el futuro.

    Por otro lado, el papel y la estructura de la familia esta cambiando no sólo por la reducción en el número de sus integrantes, sino porque los componentes más jóvenes pasan a residir en lugares que no son la propia comunidad de origen. Así, en esta situación los ancianos tienen pocas posibilidades de socializarse y sentirse seguros a través de la familia, como antaño ocurría.

    En el reciente estudio realizado por Hawkins, McGuire y Backman, (1999) señalan que las relaciones intergeneracionales son tremendamente beneficiosas para jóvenes y mayores. Los primeros pueden verse beneficiados de entrar en contacto con personas cuya serenidad, perspicacia y experiencia sólo se consiguen con los años, y los segundos, se sienten más útiles y perciben a la juventud de manera más positiva.

    Esta es quizás el mayor de los problemas de nuestros mayores. Educados en la renuncia y el sometimiento a sus progenitores, se han pasado la vida sirviendo a sus padres, sus hijos, y a sus nietos. Después de haber entregado la vida a los seres queridos, resulta que la situación familiar actual impide en muchas ocasiones que sus últimos días puedan pasarlos al refugio del calor que da el hogar familiar.

    A pesar de que estas líneas puedan llevar a pensar que la tercera edad es el lado más oscuro de la vida del ser humano, nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que el desarrollo social, económico y sanitario alcanzado en nuestro país en las últimas décadas ha logrado que la barrera de los 60, los 70, incluso de los 80, sea asumida por muchas personas con un optimismo y alegría de vivir propios de la época juvenil. Son personas que todavía tienen mucho que ofrecer a la comunidad, y bajo esta perspectiva, se mantienen activas y validas dentro de su contexto social. De hecho, muchos jubilados desarrollan actividades carácter voluntario con mayor pasión y compromiso que el que les caracterizó en su etapa laboral.

    El mejor pago que la sociedad de hoy puede legar a sus mayores, sobre todo a aquellos que no saben o no pueden afrontar la vejez con el mismo espíritu e ilusión que caracterizó su juventud, es precisamente crear espacios en los que el “mayor” pueda realizarse y relacionarse con personas de otras generaciones.

    Educar a los mayores en la adecuada utilización de tiempo libre a través del ocio activo es un reto que deben asumir instituciones públicas y ONGS. No se trata de que el abuelo “mate el tiempo” que tiene, sino crear espacios e instrumentos donde se pueda seguir desarrollando desde el punto de vista humano, para así llegar a un estado de plenitud en los planos físico, emocional, intelectual, espiritual y social.

    En los últimos años muchos han sido los estudios que han analizado el ocio en la población española de forma exhaustiva. Autores como Ruiz Olabuenaga (1994), De Miguel A., (1997), Aguinaga J. Y Comas D., (1997), García Ferrando M. (1997),Cuenca M. (2000), entro otros muchos, y, entidades como, el CIS, la Fundación FOESSA o la Fundación Encuentro, se han caracterizado por investigar el uso del tiempo libre en las personas.

    Todos ellos destacan los beneficios que puede reportar el desarrollo de un ocio activo como factor de ocupación de su tiempo libre. Por ello, entre aquellos jubilados que tienen dificultades de adaptarse a la nueva situación es perentorio propiciar un estilo de vida activo. Ofrecer posibilidades de que cualquier mayor pueda afrontar situaciones que supongan un reto físico y mental no asegurará una jubilación satisfactoria para todo el mundo, pero sí aumentará significativamente el número de probabilidades de que cada vez sea mayor el número de personas que vean el final de la carrera con el mismo optimismo que la comenzaron.


3. Los factores demográficos

    Uno de los procesos que ha caracterizado la sociedad occidental de las últimas décadas ha sido el “envejecimiento de la población” (Cuenca Cabeza M., 2000; Guillén Lara F., 1995, Marcos Becerro y cols. 1995, Naciones Unidas 1999).

    Las sociedades con mayor grado de desarrollo se han visto abocadas a esta situación debido fundamentalmente a dos fenómenos divergentes como son: la mayor esperanza de vida y disminución del índice de natalidad.

    La esperanza de vida estimada a principios de siglo XX en 50 años se ha situado en el siglo XXI por encima de los 75 años, y, tras el “baby-boom” de los años 60 número de hijos en las parejas españolas se ha situado por debajo de 1. Estas circunstancias han propiciado que la sociedad española está cada vez más envejecida.

    La edad que se toma como referencia para que una persona sea incluida en el concepto de “persona de edad avanzada” se sitúa habitualmente en los 65 años, aunque en los países de menor grado de desarrollo esta edad se mantiene en los 60.

    Las estadísticas sobre la pirámide demográfica en los países desarrollados indican que de forma paulatina el estrato de población que más esta creciendo es el de las personas que superan la frontera de los 65 años.

    En 1960 el porcentaje de personas mayores de 65 años en España se situaba en el 8%, y desde esa fecha hasta hoy la población de personas mayores ha ido aumentando hasta situarse en el año 2000 en el 15% de la población total.

    Las previsiones para el futuro son todavía más preocupantes, ya que para el 2010 se calcula que la población de ancianos será igual que la de jóvenes situándose en torno al 25%.

    Los datos de los estudios realizados en países de nuestro entorno cercano como Italia, Francia, Reino Unido, Dinamarca,... indican que la evolución demográfica de la población desde mediados del siglo XX apunta en la misma dirección.

    Podemos decir que en los próximos 50 años el mundo occidental será una sociedad envejecida. Uno de los problemas que más alarma social genera actualmente es fundamentalmente que existirá un desequilibrio entre el promedio de personas activas laboralmente y las que están jubiladas o en periodo de formación.

    La mayor parte de los altos cargos institucionales aventuran ante esta situación que en pocas décadas, el gasto social y médico será tan desproporcionado que su financiación pública será imposible de sostener. A pesar de todo, no creemos que acuñando un discurso fatalista sobre los problemas que se avecinan estos se vayan a resolver. Si bien, el gasto en pensiones de jubilación probablemente no pueda reducirse, lo que sí puede intentarse es conseguir es que las presentes y futuras generaciones de sexagenarios mantengan hábitos saludables (dieta, ejercicio físico,…) que logren una reducción drástica del gasto médico en estas edades.

    Necesitamos luchar contra el falso binomio vejez-invalidez. Estamos de acuerdo en que tras la frontera de los 60 cantidad de problemas degenerativos (artrosis, enfermedades reumáticas, hipertensión, problemas circulatorios…) provocan cierta discapacidad entre las personas mayores. Es más, si el sujeto que padece alguna o varias de estas enfermedades se sume en el sedentarismo y la pasividad, seguro que su capacidad funcional, psicológica y social se vera reducida drásticamente en tiempo y forma.

    En vista de lo anterior, la idea es cómo luchar para que la humanidad del futuro no se convierta, desde el punto de vista epidemiológico, en una sociedad mórbida.

    Que las personas de mayor edad logren un adecuado nivel de independencia en las actividades instrumentales de la vida diaria, es un reto que se debe planificar desde ahora.

    La promoción de programas de ocio no deben atender sólo a la difusión de actividades como la pintura, el teatro, la informática o la formación física, sino que han de atenerse también al principio de equidad. Es decir, dedicar más atención a aquellos grupos de población que tienen menos posibilidades de realizar cambios en su vida (Bernués C. 2000).

    La tercera edad es uno de estos grupos, y aunque las actividades de ocio anteriormente citadas nos parecen igualmente positivas y respetables, la práctica de actividades físico-deportivas alcanza un ámbito humano que a las demás les esta vetado; el psicomotor.

    Actualmente, la oferta polideportiva institucional para la tercera edad se compone fundamentalmente de actividades como el aeróbic, la natación o la gimnasia de mantenimiento. Nadie duda que estas modalidades deportivas pueden ocasionar grandes beneficios entre aquellos mayores que las practiquen. Sin embargo, sería interesante promocionar actividades deportivas que se puedan practicar durante toda la vida como el golf, la náutica, tai-chi, etc.. Ya que, de esta manera aglutinariamos en una misma actividad a todas las posibles edades, desde los 8 hasta los 80, permitiendo así la integración de cualquier estrato generacional.


4. Ejercicio físico y perspectivas de salud en las personas mayores

    La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la salud como "el estado de completo bienestar físico, mental y social y no la mera ausencia de enfermedad".

    Desde esta perspectiva la salud no es solamente atacar desde el punto de vista sanitario las dolencias más típicas de la vejez como, enfermedades reumáticas, problemas cardiacos, hipertensión, diabetes, cataratas,…. En realidad, se rata de una percepción multidimensional del asunto; resolver o disminuir en la medida de lo posible las dolencias típicas de la edad, y también, propiciar el desarrollo de aspectos de índole psicológico (autonomía, control personal, conducta y hábitos de vida) y social (habilidades sociales).

    Todos los factores anteriormente citados pueden potenciarse a través de una práctica físico deportiva regular. El hábito deportivo-recreativo no sólo ayuda a frenar el proceso de envejecimiento biológico, sino que es un contexto privilegiado en el que se puede ver satisfecha la necesidad de alcanzar logros, éxito, dominio y seguridad, y con ello, mantener o restablecer una actitud de vida positiva.

    El estudio sobre los efectos del ocio activo (práctica deportiva), en las personas mayores son relativamente recientes, pero no por ello menos interesantes. En este sentido, autores del ámbito nacional e internacional como Macneil R. y Teaque M. (1987), Zuzanek J. y Box S. (1988), Baltes P. y Baltes M. (1990), Parreño J. R. (1990), Marcos Becerro J. F. y cols. (1995), García Ferrando M. (1997), Cuenca Cabeza M. (2000) Tedrick R. y Mcguire F. (2000) señalan de manera constante que la práctica de actividades físico recreativas en la tercera edad ayudan a mantener cuerpo y espíritu jóvenes.

    Independientemente del ámbito científico analizado, todos los estudios realizados entre la población anciana señalan las innumerables ventajas que la actividad física moderada ofrece a este estrato de población.

    Una actividad físico-deportiva de carácter moderado puede retrasar la perdida de movilidad de 10 a 15 años (Martín Fernández, 1995). Podríamos decir que la actividad-física es el mejor reconstituyente y revitalizador posible, puesto que no sólo logra mejorar aspectos psicológicos, sociales y emocionales del anciano (Siegenthaler, 1999), sino que el mantenimiento de una capacidad funcional suficiente, le permite seguir siendo independiente en el desarrollo de las actividades de su vida diaria, que a fin de cuentas, es uno de los aspectos que más se valora cuando se es mayor (Gibson J. 2000; Matsouka O, 2000).


Bibliografía

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