LOS VINCULOS DE LA MODERNIZACION DEPENDIENTE Y EL FUTBOL
Roberto Di Giano (Arg.)

La ruptura del orden constitucional en 1955 representó para la vida de los argentinos una fractura muy importante porque un nuevos clima económico y social se afirmaría en los años siguientes.

El desplazamiento compulsivo del peronismo por medio de una conspiración cívico-militar que planteó imperiosa necesidad de abrirnos en forma irrestricta al mundo "civilizado", había facilitado la rápida expansión del famoso mito de la modernización universal (que representaba elementos parecidos a este actual mito del primer mundo).

Conllevaba aquél un relato que trazaba un modelo de sociedad violentamente homogeneizante: a partir del avance científico-técnico pronto desaparecerían las desigualdades económicas y culturales entre países. De allí que una suerte de histeria colectiva fue acrecentándose en distintas esferas de nuestra sociedad, ya que de lo se trataba era de subir, de cualquier manera, al "tren del progreso" diseñado por los países más adelantados.

Para cumplir con este objetivo había que dejar de lado nuestro pasado, avergonzarnos, sin más vueltas, de nuestras especificidades. La clave, entonces, era pasar lo más urgentemente posible de lo tradicional (elevado como obstáculo al desarrollo y que por esa misma razón tenía que caducar definitivamente) a una sociedad moderna. De allí que la generación y circulación de discursos que tuvieron el sello de la modernidad teñirá buena parte de las actividades de nuestro país.

Son tiempos en que se produce la incorporación progresiva de las Fuerzas Armadas nacionales al bloque militar liderado por Estados Unidos, donde son adoctrinados tanto acerca de su función, orientada hacia el logro del desarrollo (para lo cual ponían a su alcance los avances de la tecnología moderna) cuanto de su misión de custodios de los valores del mundo "occidental y cristiano" ante el peligro que implicaba la expansión del "comunismo soviético". Pese a que en nuestro país esta posibilidad era remota, la cuestión anteriormente citada les brindaría a estos militares argentinos de nuevo cuño, entre otras cosas, excusas más amplias para sustituir a los futuros gobiernos constitucionales (cosa ya habitual, por distintas razones, desde 1930), y también una manera de entablar sólidas relaciones con los grandes grupos económicos y con los organismos financieros internacionales. (Los militares de viejo estilo, teñidos, en mayor o menor medida, de concepciones nacionalistas no habían despertado nunca la plena confianza de estos poderosos).

Onganía y el desfigurado rostro del fútbol nativo
Este militar, agente modernizador y místico a la vez, instalado como presidentes de los argentinos desde mediados de 1966, se plantearía distintos objetivos si bien no muy coherentemente articulados, disimulados por discursos tanto de tono tecnocrático como de fuerte carga emocional (cuestiones éstas que, entre otras cosas, le valiera el apoyo inicial de sectores disímiles). Dichos objetivos cubrían un amplio abanico que iba desde la modernización económica a la preservación de supuestos valores nacionales, según una versión que con el paso del tiempo se revelaría como muy particular 1.

Para llevar adelante el nuevo proyecto se necesitaba contar con hombres espiritualmente motivados que llevara a superar el clima de "apatía" que, según la versión coincidente de los elementos golpistas, se estaba instalando en distintos ambientes de la sociedad 2, y que de seguir expandiéndose podía facilitar la penetración de "ideas disolventes". De allí que, aprovechando ese clima social fabricado en gran medida desde arriba, el presidente de facto se acercara rápidamente al fútbol para tratar de contagiar fervor a la población. La gran oportunidad para despertar, aunque más no sea momentáneas emociones colectivas y tomarlas como un respaldo popular a su gestión, se le presentó a Onganía cuando a los pocos días de asumir el cargo presidencial culminara la actuación del equipo nacional en el Mundial de Fútbol disputado en Inglaterra. Allí el seleccionado argentino tuvo un discreto desempeño pero debido a una campaña manipuladora (en buena medida, los grandes medios de comunicación contribuyeron a esta tarea) y a determinadas circunstancias que desbordaron el hecho deportivo en sí (como la reacción del capitán de la selección, Antonio Rattín, que luego de su polémica expulsión en el partido disputado contra el equipo local fue a sentarse en la alfombra del palco destinado a los máximos dignatarios del Reino Unido, rebeldía ésta que remitió de inmediato a un núcleo particularmente sensible de nuestra memoria colectiva vinculado con antiguas reivindicaciones nacionales) fue recepcionada por la población como un gesta heroica 3. Más allá de todos estos elementos que se pusieron en juego, interesa resaltar aquí las principales virtudes que Onganía encontró para justificar esa campaña "exitosa" del equipo nacional. Esta fue lograda, según su versión, "...en base a bravura y coraje, que han sido propios siempre de los argentinos..." 4.

Es decir que en el mundo deportivo imaginado por Onganía, la bravura y el coraje formarían parte fundamental de nuestra tradición. Pero, como bien explica Eduardo Archetti, estas cualidades no fueron determinantes en la definición del estilo nacional (no es que no formaran parte sino que no han sido centrales) 5. Es que uno de los elementos evaluado como más positivo en el fútbol "criollo", aquél que se construyera en oposición al estilo europeo y cuyo enfrentamiento sirvió para reforzar una identidad deportiva propia, ha sido desde un comienzo la gambeta. Y específicamente esta es una jugada que trata de evitar el choque corporal (y, por lo tanto, hacen innecesarias tanto la bravura como la fuerza física). Para realizarla, en cambio, es necesario poseer un gran sentido lúdico que lleve a desairar al adversario, par luego poder convertir esto en victoria.

Cuando empieza a construirse un nuevo modelo deportivo en nuestro país a principios de los años sesenta, siguiendo los criterios de organización y de valorización europeos, éste requerirá que los jugadores nativos adquieran una nueva morfología corporal que les permita usar su cuerpo de una manera distinta de como lo venían haciendo hasta entonces. De allí que una revista de fuerte predicamento en el ámbito futbolístico como El Gráfico, que va a articularse con ese proceso modernizador y también a promoverlo desde fines del año 1962, insista en que los delanteros argentinos "no están dotados para mantener 90 minutos una lucha vigorosa, que no afloja nunca" (27/11/1963) y con que "no tenemos gente dotada para ir al choque" (18/12/1963). Para revertir, entonces, esta "malas condiciones naturales" que inhabilitaban al jugador argentino para adaptarse al fútbol moderno (entendido éste como un proceso que era irreconciliable con nuestras más ricas tradiciones) se lo fue sometiendo cada vez más intensamente a un adiestramiento y a una disciplina corporal establecida a partir de la incorporación de técnicas altamente especializadas y racionalizadas en las instituciones deportivas para lograr que el futbolista nativo adquiriese un cuerpo "sólido" que se ajustara a los cánones de una estructura que valorizaba la fuerza y el espíritu de lucha. Es así que se fue propiciando la utilización máxima de las posibilidades orgánicas del jugador, para que en los partidos pueda exigir a su cuerpo durante más tiempo y con mayor intensidad. (Un cuerpo que debido a las presiones a que estará sometido será mucho más una sede de tensiones que de placeres).

El aprendizaje de movimientos especiales, el tipo de alimentación y el consumo de energizantes y vitaminas prescritas por los especialistas de las organizaciones deportivas a los jugadores, 6 estarán orientados a que éstos incremente su fuerza y su vigor, otorgándole así coherencia a todas aquellas actitudes. De esta manera se intentaría lograr, a través del cuerpo, una adhesión a los requerimientos de una cultura futbolística de matriz exógena que la mentalidad del deportista nativo podría rechazar. Es que, como dice Bourdieu, "...la disciplina corporal es el instrumento por excelencia de toda especie de domesticación..." 7 .

El militar argentino, entonces, que estaba dispuesto a llevar adelante, a partir de una gran vocación épica, la tan ansiada modernización tecnológica y económica dentro de nuestra frontera (y que tenderá a ajustarse rápida y rígidamente a la marcha del orden mundial impuesto por los grandes países industriales del Norte), interpretaría el desempeño del seleccionado en el Mundial de 1966 (teñido ya de esa nueva cultura futbolística que estaba deprimiendo fuertemente nuestros más originales rasgos) de acuerdo a sus propios fines y aspiraciones. De allí que el presidente Onganía le diga con una alta resonancia a la sociedad, desde su lugar de privilegio, que el "logro" alcanzado en Inglaterra (una suerte de campeones morales) estuvo inspirado en cualidades que respondían a nuestra más antigua tradición, pero que en realidad se encontraba distanciada de ella.

Pero esta visión distorsionada del carácter tradicional de nuestro fútbol, que contradecía el pasado, le brindaba la posibilidad de intentar producir en la población las motivaciones y actitudes requeridas para este modelo de desarrollo que nos sometía "entusiastamente a proyectos ajenos".

Notas bibliográficas
1. De las discrepancias entre la visión de Onganía y la de los otros sectores nacionalistas daría cuenta Marcelo Sánchez Sorondo. En su periódico Azul y Blanco, el 19/7/1967 se acusa al general de pretender ser "campeón de un anticomunismo 'profesional' para ganar puntos con los Estados Unidos". Citado en David Rock, La Argentina autoritaria. Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública, Edit. Ariel, Buenos Aires, 1993, p. 215).

2. Precisamente el gobernante constitucional derrocado, Arturo Illia, había sido condenado por su lentitud por la revista Primera Plana, un semanario con afán modernizador que había alentado el liderazgo de Onganía. Como bien expresa Oscar Terán, la campaña desestabilizadora tuvo su eje en "...la supuesta falta de eficiencia de ese presidente a quien los caricaturistas presentaran con la forma de una tortuga para simbolizar su incapacidad de asumir esa oportunidad de modernizarse a la cual 'Primera Plana' ha apostado su vida...". Nuestros años sesenta, Puntosur, Buenos Aires, 1991, p. 163.

3. Un buen tratamiento del tema puede encontrarse en Ariel Scher-Héctor Palomino: Fútbol: pasión de multitudes y de élites, CISEA, Buenos Aires, 1988.

4. La Prensa, 28/7/1966, p. 14.

5. Sobre esta cuestión véase Eduardo Archetti: Estilos y virtudes masculinas en "El Gráfico": la creación del imaginario del fútbol argentino, Desarrollo Económico, Vol. 35, Nº 139.

6. En su libro Burguesía y gangsterismo en el deporte, el periodista Dante Panzeri reflexionaba así respecto de esta cuestión: "...el médico del deporte procura sobre-capacitar a gente sana, para sobredotarla respecto de lo que le diera su naturaleza. Y eso en la concepción del doping como falsificante de la naturaleza, es un estimulo sobrenatural que ofrece 'prepara monstruos' por encima de la capacitación física originaria del individuo", Libera, Buenos Aires, 1974, p. 67.

7. Bourdieu, Pierre: Cosas Dichas, GEDISA, Buenos Aires, 1988, p. 183.


Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 5. Buenos Aires. Junio 1997
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