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REBOTES DE IDENTIDAD...

Segmentar el espacio y el tiempo

Marge: -El año pasado te pusiste agresivo e insultaste al pobre umpire.
Homero: -Este boleto no sólo me da un asiento. También me da el derecho, no, la obligación de hacer el ridículo, el peor de los ridículos.
The Simpsons, capítulo 7F05 - 1990
"TIEMPO: Medida relativa de duración de un partido. // Observando un encuentro de fútbol, Einstein determinó por lo menos cuatro teorías fundamentales: "Si vamos ganando 1 a 0, el tiempo se dilata. Si vamos perdiendo 1 a 0, se contrae. Si vamos ganando 5 a 0, desearemos que el tiempo se detenga. Si vamos perdiendo 5 a 0, desearemos que se acelere".
Fontanarrosa y Sanz, op. cit.
Como lo marca Edmund Leach (1985), los rituales implican una segmentación del espacio y el tiempo social, transición marcada por un cruce de fronteras y umbrales, de los cuales el estadio constituye ese lugar al que acceder, en el cual las normas sociales ya no tienen valor. Los umbrales nos marcan quién esta dentro y quién fuera de ese ritual, en este caso deportivo. Aquí es posible recuperar a Víctor Turner (1988) y volver al concepto de liminalidad (Alabarces, 1995) que podemos trabajar independientemente de que aceptemos o no la oposición de estructura/comunidad o la tensión entre identidad y alteridad. En esa zona de liminalidad, de segmentación, lo que significa algo afuera ya no lo representa adentro, y viceversa. Por lo tanto, esta liminalidad que crea "como un tiempo y lugar de alejamiento de los procedimientos normales de la acción social, puede contemplarse potencialmente como un período de revisión exhaustiva de los axiomas y valores centrales de la cultura en que se produce" (Turner, 1988: 171).

Sin utilizar este concepto de liminalidad, la visión sociológica de Norbert Elias y Eric Dunning (1992) se corresponde con esta postulación de la creación de un espacio y tiempo diferentes en la práctica ritual. En Deporte y ocio en el proceso de civilización, se refirieron a esta posibilidad de las prácticas deportivas de crear esferas diferentes a la estructura social. Consideran que:

"la peculiar estimulación emocional proporcionada por las actividades recreativas de tipo mimético y que culmina en una tensión y exaltación agradables, representa la contrapartida más o menos institucionalizada de las fuertes y constantes restricciones emocionales requeridas por todas las actividades no recreativas de la gente en las sociedades más diferenciadas y civilizadas. La emoción lúdica y agradable que los individuos buscan en sus horas de ocio representa, pues, al mismo tiempo el complemento y la antítesis de la periódica propensión por parte de las emociones a perder su frescura en las rutinas «racionales» no recreativas de la vida; mientras que la estructura de las organizaciones e instituciones miméticas representa la antítesis y el complemento de la de las instituciones formalmente impersonales y encaminadas a un fin, que dejan poco espacio para las emociones apasionadas o las fluctuaciones en los estados de ánimo" (Elias & Dunning, 1992: 95).
De esta forma estaríamos en presencia de dos dimensiones, una marcada por las fuertes sujeciones estructurales y la otra caracterizada por otro tipo de normativas en donde lo que está permitido en ese lugar, no lo está fuera de él. Porque:
"las actividades recreativas proporcionan -dentro de ciertos límites- oportunidades para que la gente viva experiencias emocionales que están excluidas de sus vidas debido al alto grado de rutinización. Las actividades recreativas son una clase de actividades en las cuales, más que ninguna otra, la contención rutinaria de las emociones puede hasta cierto punto relajarse públicamente y con el beneplácito social. En ellas puede el individuo hallar la oportunidad de sentir emociones placenteras de mediana fuerza sin peligro para él y sin peligro ni compromiso constante para los otros, mientras que en otras esferas de la vida, las actividades acompañadas de afectos poderosos y profundos, o bien comprometen a la persona más allá del momento en que se produjo la excitación de sus emociones, o bien la exponen a serios peligros y riesgos" (ídem: 126).

En todo ritual suelen cobrar cierta importancia los objetos rituales (Leach, 1985), que son representaciones que extienden su valor a la propia duración del ritual. La adoración hacia objetos tales como las camisetas, la pelota del partido, las banderas de las hinchadas, puede ser leído como fetichismo (Sebreli, 1981), pero más precisamente nos hablan de una posibilidad de aislar en rasgos indexicales al ritual. El propio objeto ritual o su réplica (comprarse las zapatillas del astro, lucir una camiseta idéntica con el mismo número, jugar con una pelota autografiada) permite que, en cierta medida, el ritual se extienda más allá de su propia duración temporal y la reclusión espacial.


Extender el ritual

"Los media se han multiplicado, pero algunos de ellos actúan como media de media, es decir, como media al cuadrado. ¿Quién emite entonces el mensaje? ¿El que fabrica la camiseta? ¿El que la usa? ¿El que habla de ella frente a la pantalla del televisor? ¿Quién es el productor de ideología? Porque se trata de ideología: basta con analizar las implicaciones del fenómeno, lo que quiere significar el fabricante de la camiseta, el que la lleva, el que habla de ella".
Umberto Eco, op.cit.
La noción de dispositivo ritual extendido nos introduce directamente a un ámbito que excede aquello en donde el ritual, por sí mismo, tiene acceso. Este concepto se aplica "simultáneamente a un espacio material, a una duración mensurable y a efectos de diverso orden (psicológicos, sociales, políticos) esperados, buscados y hasta elaborados. Se aplica pues al espacio-tiempo del rito y a su carácter 'performativo'" (Augé, 1995: 92). Y este concepto se liga directamente a la noción de presentación del mundo como espectáculo escenificado. En esa escenificación los medios de comunicación adquieren una especial trascendencia, que contribuye a acercar a los protagonistas con los espectadores en cuanto a su reconocimiento público. Los medios de comunicación han cumplido un papel fundamental en la estabilización y ampliación de los rituales deportivos. Sin caer en la creencia de que el mismo fenómeno del deporte como práctica de masas es obra exclusiva de la publicidad (Sebreli, 1981), no podemos dejar de asignar a los medios masivos la función de catalizadores de las actividades deportivas. Los medios claramente provocan que:
"las figuras políticas, así como las primeras figuras de los teatros de variedades, del deporte o del cinematógrafo, son personajes que el público en general reconoce sin conocerlos (un personaje 'conocido' es un personaje que se reconoce) y estamos con ellos en una relación parcialmente imaginaria pero familiar que se expresa con mayor claridad aún ante las marionetas que las caricaturizan y cuyas actuaciones ejercen segura influencia en la opinión pública" (Augé, 1995: 94).
Esta extensión del rito se cumple de una manera doble: materialmente, porque:
"supone toda una red de comunicaciones que difunde a través del país y a veces a todo el mundo, un texto e imágenes que en definitiva van a llegar a cada cual en su domicilio o en el café de la esquina; esa acción comprende evidentemente todos los comentarios o todos los fenómenos paralelos que la acompañan casi inmediatamente: el efecto 'de anuncio' que, buscado explícitamente por ciertas declaraciones, le es consustancial, de suerte que dentro de las complejidades del dispositivo ritual extendido es difícil trazar una clara demarcación entre el acto ritual mismo y sus primeros efectos" (ídem.: 96).
Mientras que el dispositivo "restringido"; tiende al mantenimiento y a la reproducción de la situación existente, el dispositivo extendido tiende a una incorporación de toda la sociedad.

Como rito secular, el básquet de nuestra liga, con sus propias características, actúa como un poderoso estructurador de identidades. Cualquier otro deporte que lograra desarrollarse como el que nos interesa, podría producir un importante fenómeno de territorialización y colección de bienes simbólicos. Los jugadores que se identifican con un equipo (y por consiguiente con una ciudad) actúan como bienes simbólicos concretos, palpables para un público que ve en ellos a los encargados de elaborar una hegemonía en el país. El básquet es, como los otros deportes, un fenómeno propio del cruce cultural, adaptación en una cierta región de prácticas foráneas que arraigaron en un cierto momento histórico. Pero por supuesto cada sociedad, grupo o región adapta de maneras diversas cada práctica, transformando su significado. Deportivamente, el básquet puede ser lo mismo en cada país de este planeta. Pero culturalmente representa fenómenos distintos, que pueden parecerse en distintas regiones, pero son apropiados, legitimados y resignificados en cada lugar de manera diversa. Se da algo que Alabarces encuentra en el fútbol, "una zona gris, de cruce, hibridación, de desclasificación (parafraseando a García Canclini), ni culto, ni popular, ni masivo, pura coctelera, mercado de trueques y negociaciones de turcos" (Alabarces, 1993).

Sin ingresar en comentarios fenomenólogicos para determinar la esencia o los objetivos trascendentales de cada práctica, sí podemos arriesgarnos a suponer que en el interior del país el básquet origina un efecto de sentido (no único, sino el más importante para este trabajo) en las tierras que se encuentran más allá de la General Paz. El enfrentamiento es directo, Buenos Aires contra el resto, porque "la Argentina no es realmente un país integrado. Hoy, tiende más bien a desintegrarse, a diferenciarse" (Ford, 1994: 48). Aquí entran en juego factores políticos, económicos y sociales muy profundos que no nos detendremos a analizar en este trabajo. Aunque debemos sostener que "cruzado esto con la multiplicidad de la oferta comunicacional y simbólica, con la ausencia de políticas culturales, produce un cuadro complejo y diverso, heterogéneo y muchas veces fragmentado, e incluso de aumento en el desconocimiento de su propio país" (ídem: 49).

El deporte, y el básquet en este caso, como ritual desacralizado de nuestras sociedades posindustriales, otorga un sentido de pertenencia territorial relevante para el interior de la Argentina. García Canclini (1995) habla en su último trabajo de la cada vez más creciente tendencia a la globalización y a la estructuración de identidades sobre circuitos de comunidades transnacionales o desterritorializados de consumidores. Pero de la misma manera en que en Culturas Híbridas admite una doble posibilidad para los ritos (como teatralizaciones del orden impuesto por un gobierno, o también como escenarios de transgresión del orden) señala en Consumidores y ciudadanos que:

"las identidades nacionales y locales pueden persistir en la medida en que nos resituemos en una comunicación multicontextual. La identidad, dinamizada por este proceso, no será sólo una narración ritualizada, la repetición monótona pretendida por los fundamentalismos. Al ser un relato que reconstruimos incesantemente, que reconstruimos con los otros, la identidad es también una coproducción" (García Canclini, 1995: 114).
Inclusive llega a reconocer la posibilidad de encontrar nuevas articulaciones en "grupos religiosos, conglomerados deportivos, solidaridades generacionales y aficiones massmediáticas" (ídem: 195-6).

El básquet articula una serie de significados de inclusión territorial importantísima en la Argentina. Una identidad que sigue solidificándose a la par de que la Liga Nacional crece y obtiene enormes repercusiones en todo el país. Una identidad regional cada vez más sólida y construida pese a los intentos hegemónicos de una Capital Federal que trata de impedir, principalmente a través de la prensa y sus tradiciones institucionales, que el interior lleve el predominio deportivo. Ese mismo predominio deportivo que ha provocado que sea el básquet una manifestación masiva de nuestra cultura que adquiere en el interior (como totalidad, no lugares aislados) semejante dimensión ritual.

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Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 5. Buenos Aires. Junio 1997
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